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Mensajes del libro «Economía divina, La»
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CAPITULO DIEZ

LA ECONOMIA DIVINA EN EL ESPIRITU VIVIFICANTE

  Lectura bíblica: Jn. 20:22; Ro. 8:2, 6, 10b, 11; 2 Co. 3:6b, 17-18; Ap. 1:4-5; 5:6

LA MAXIMA CONSUMACION DEL DIOS TRIUNO PROCESADO

  Dios está incorporado en el Hijo, y el Hijo es hecho real como el Espíritu para el dispensar de Dios, para que Dios pueda dispensarse a Sí mismo en el hombre. El Espíritu es el Hijo hecho real, y el Hijo es Dios incorporado. Por medio de estos dos, Dios se dispensa a Sí mismo en Su pueblo escogido. La manera de que Dios se pueda dispensarse en Su pueblo escogido es que El primero se incorpore a Sí mismo en el Hijo. Cuando el Hijo vino, El vino con el Padre y por el Espíritu, de modo que El era la incorporación del Dios Triuno mientras estuvo en la tierra. En segundo lugar, el Hijo como incorporación del Dios Triuno, es hecho real como el Espíritu. El Espíritu es el Hijo hecho real, y el Hijo es la incorporación de Dios. De esta manera Dios se dispensa a Sí mismo en nosotros. El Espíritu es la máxima consumación del Dios Triuno procesado que llega hasta nosotros.

  En el Evangelio de Juan, Dios es en el principio. En el principio era el Verbo, y el Verbo era Dios (Jn. 1:1). Luego, este Dios se hizo carne (Jn. 1:14), y este hombre, que era el postrer Adán, vivió en esta tierra treinta y tres años y medio, murió en la cruz y fue sepultado. Luego, fue resucitado. En resurrección El llegó a ser el Espíritu vivificante. En el día de Su resurrección volvió a los discípulos como el Espíritu, puesto que El sopló Su propia persona dentro de los discípulos y les dijo que recibieran el Espíritu Santo (Jn. 20:22). Al principio del Evangelio de Juan está Dios, y al final está el Espíritu. En la parte intermedia lo que se revela es que el Hijo vino con el Padre por medio del Espíritu, y que murió y resucitó para ser hecho real como el Espíritu. Cuando el Hijo es hecho real como el Espíritu, el Espíritu llega hasta los discípulos como el Hijo y con el Padre. El Espíritu como la máxima consumación del Dios Triuno llega hasta nosotros para ser nuestra vida, para ser nuestro suministro de vida, y para ser nuestro todo.

  Este Espíritu es la composición de Dios y el hombre más los procesos por los cuales pasó el Dios Triuno, que incluyen la encarnación, el vivir humano, la muerte y la resurrección. Todos estos llegaron a ser elementos integrados en este Espíritu todo-inclusivo. Cuando este Espíritu entró en nosotros, todos estos elementos positivos entraron en nosotros. Cuando este Espíritu todo-inclusivo mora en nosotros, todos estos elementos positivos moran en nosotros. Cuando tenemos a este Espíritu, tenemos a Dios y tenemos la humanidad elevada y glorificada del Hijo. Tenemos el vivir humano apropiado y normal, la eficacia de la muerte todo-inclusiva de Jesús, y el poder de la supereminente resurrección de Cristo. Debido a que tenemos este Espíritu todo-inclusivo, no nos falta nada y tenemos todo lo que necesitamos.

  Juan 14:26 dice que el Padre envió al Espíritu en el nombre del Hijo. Luego, Juan 15:26 nos dice que el Hijo envía al Espíritu con el Padre. El Padre envió al Espíritu y el Hijo también envió al Espíritu. Estos dos versículos nos muestran dos enviadores y un solo enviado. Los dos enviadores son el Padre y el Hijo, y el enviado es el Espíritu. Que el Padre haya enviado al Espíritu en el nombre del Hijo, significa que el Padre ha enviado al Espíritu como el Hijo. El Padre envió al Espíritu como el Hijo, y el Hijo envió al Espíritu con el Padre. Esto significa que el Espíritu viene como el Hijo y con el Padre. Cuando el Espíritu viene, el Hijo viene y también el Padre; los tres vienen. Así que, el Espíritu es la máxima consumación del Dios Triuno procesado. El Espíritu que fue soplado dentro de los discípulos al final de Juan, es la totalidad del Dios Triuno, el agregado del Dios Triuno procesado. Si uno tiene al Espíritu, tiene al Dios Triuno.

  Algunos enseñan que el Espíritu Santo es solamente el poder, el medio o el instrumento con el cual Dios puede hacer algo. Según estos maestros, cuando el Espíritu Santo viene, el Padre se queda en los cielos y el Hijo permanece sentado a la diestra del Padre en los cielos. Pero la enseñanza de la Biblia es absolutamente diferente. La Biblia enseña que cuando viene el Hijo, viene con el Padre y por el Espíritu. Luego, el Hijo es hecho real como el Espíritu, y el Espíritu viene como el Hijo y con el Padre. Debido a que el Espíritu viene como el Hijo, todo proceso por el cual el Hijo ha pasado, todo lo que el Hijo ha realizado, todo lo que el Hijo ha obtenido y todo lo que el Hijo ha logrado está incluido en el Espíritu. Si usted tiene al Espíritu, tiene al Hijo con todos los procesos por los cuales El ha pasado y con todas Sus realizaciones, obtenciones y logros; usted tiene la persona del Hijo, la obra del Hijo, la humanidad del Hijo, el vivir humano del Hijo, la muerte del Hijo y la resurrección del Hijo. Debido a que el Espíritu viene con el Padre, todo lo que el Padre es, tiene, puede hacer, está haciendo y hará, está incluido en el Espíritu.

EL ESPIRITU VIVIFICANTE NOS DA VIDA PARA QUE SEAMOS TRANSFORMADOS A LA IMAGEN DE CRISTO

  Este Espíritu es el Espíritu todo-inclusivo, compuesto, procesado y vivificante. Este Espíritu todo-inclusivo es el Espíritu de vida. El es el Espíritu de vida (Ro. 8:2), el cual da vida (2 Co. 3:6), así que El es el Espíritu vivificante. Cuando el Espíritu da vida, Dios se dispensa a Sí mismo en todos Sus creyentes. El hecho de que este Espíritu todo-inclusivo dé vida, es un punto crucial y vital.

  En 2 Corintios 3:6 nos dice que el Espíritu da vida, y 2 Corintios 3:17 nos dice que el Señor es el Espíritu. En su traducción de la Biblia, John Nelson Darby indica que los versículos del 7 al 16, del capitulo tres de 2 Corintios, son un paréntesis. Esto significa que el Espíritu que da vida, en el versículo 6, es el Señor mencionado en el versículo 17. El Señor es el Espíritu vivificante. Henry Alford, quien fue una autoridad en cuanto a las palabras griegas del Nuevo Testamento, también afirmó que el Señor es el Espíritu Santo. M. R. Vincent, notable por su estudio de palabras del Nuevo Testamento, dice: “El Señor Cristo mencionado en el versículo 16 es el Espíritu, quien satura y anima el nuevo pacto del cual nosotros somos ministros (v. 6)”. Andrew Murray, en su libro El Espíritu de Cristo, nos dice que el Espíritu es el Espíritu del Jesús glorificado, el Espíritu del Dios-hombre. Nos dice que la humanidad de Jesús está en el Espíritu del Jesús glorificado. El hecho de que Cristo es el Espíritu es una gran verdad en el Nuevo Testamento.

  Hemos visto que el Nuevo Testamento nos revela al Dios Triuno incorporado en el Hijo para ser un hombre, y que este hombre era el postrer Adán que fue a la cruz y murió para eliminar todas las cosas negativas del universo. En resurrección, El fue hecho el Espíritu vivificante. De esta manera, el Hijo es hecho real como el Espíritu, y este Espíritu es todo-inclusivo, siendo la máxima consumación del Dios Triuno procesado, compuesto de todo lo que Dios es, tiene, está haciendo, puede hacer y hará. Este Espíritu también está compuesto de la persona y la obra de Cristo y de los procesos por los cuales El ha pasado, que incluyen todas Sus realizaciones, todos Sus logros, y todas Sus obtenciones. Cuando tenemos al Espíritu, lo tenemos todo. Cuando este Espíritu mora en usted, Dios el Padre, Dios el Hijo, Dios el Espíritu y el Hombre elevado, resucitado y ascendido mora en usted. La encarnación, el vivir humano, la eficacia de la muerte todo-inclusiva de Cristo y el poder de Su resurrección están en usted. Todos los atributos de Dios y todas las riquezas de Cristo están en usted. Vida, luz, amor, gracia, santidad, justicia, poder, potencia, fuerza, energía divina y todas las virtudes del hombre así como todos los atributos de Dios están en el espíritu de usted.

  Este Espíritu todo-inclusivo es el Espíritu de vida, el Espíritu vivificante, quien siempre nos da vida. Primero, El da vida a nuestro espíritu para hacer que el espíritu sea vida (Ro. 8:10). Luego, le imparte vida a nuestra mente para hacer que la mente, junto con toda el alma, sea vida (Ro. 8:6). Por último, El da vida a nuestro cuerpo mortal (Ro. 8:11). El Espíritu vivificante da vida al espíritu, al alma y al cuerpo, para hacer que todo nuestro ser sea vida, haciéndonos hombres de vida. Como el Espíritu de vida, El hace que seamos hombres de vida. Al darnos vida el Espíritu, esta vida nos transforma metabólicamente. El Señor no se interesa en nuestra corrección y ajuste exteriores, sino en nuestra transformación, en que seamos cambiados metabólicamente. Este Espíritu de vida mora en nosotros para darnos vida, y esta vida nos cambia metabólicamente, nos transforma orgánicamente, en la imagen del Cristo glorificado, de un grado a otro grado de gloria (2 Co. 3:18).

  En algunas bodas cristianas el pastor le encarga al hombre que ame a su esposa, y le encarga a la mujer que se someta a su esposo. Aunque el esposo y la esposa acuerdan hacer esto, es posible que poco después de la boda ambos se den cuenta de que no pueden hacerlo. La esposa se da cuenta de que no puede someterse al esposo, y el esposo se da cuenta de que no puede amar a lo sumo a su esposa. Enseñarle al esposo que ame a su esposa y enseñarle a la esposa que se someta a su esposo es la enseñanza ética de la religión. En términos humanos, no hay nada de malo en eso. Pero conforme a la economía de Dios, eso está absolutamente errado. Las enseñanzas éticas son enseñanzas conforme a la cultura del hombre, no conforme a la economía de Dios ni al Espíritu de Dios.

  En vez de exhortar al esposo a que ame a la esposa, y a la esposa a que se someta a su esposo, sería maravilloso que la persona que los está casando les dijera: “Ustedes dos necesitan darse cuenta de que el Espíritu todo-inclusivo como la máxima consumación del Dios Triuno procesado está en ustedes. No decida someterse a su esposo, ni decida amar a su esposa. Eso nunca surtirá efecto. Más bien, ustedes necesitan abrirse al Señor cada día, a cara descubierta. Necesitan volver sus corazones al Señor para que no haya nada entre ustedes y el Señor, nada entre ustedes y el Espíritu. Cada día, cada minuto, ábranse al Señor, quien es el Espíritu dentro de ustedes. Siempre digan: ‘¡Alabado sea el Señor! ¡Amén! ¡Oh Señor Jesús! Te amo, Señor Jesús’. Abranse al Espíritu todo-inclusivo de esa manera. Contémplenlo a El. Si hacen esto, le será suministrada vida a su ser. La vida será dada a su espíritu, a su alma e incluso a su cuerpo mortal para hacer de ustedes personas de vida. Si usted como esposo practica esto, espontáneamente amará a su esposa en toda circunstancia. Ese amor no será el amor de usted sino el Señor Jesús dentro de usted. El Señor ama a la esposa de usted, así que usted también la amará ya que usted es uno con el Señor. Y como esposa, si usted practica esto, espontáneamente se someterá a su esposo. Ninguna cosa que su esposo diga la molestará porque interiormente usted está llena del Señor Jesús. Entonces ustedes tendrán una vida matrimonial feliz. Al practicar esto día tras día, el Espíritu vivificante les suministrará vida a ustedes, y esta vida los transformará orgánica y metabólicamente, haciéndolos iguales al Señor en Su imagen gloriosa. Entonces, ambos crecerán en vida. Además madurarán en vida y estarán bien dispuestos a ser edificados con otros. Luego no sólo tendrán una buena vida matrimonial, una buena vida en el hogar, sino también una buena vida de la iglesia”.

  Esto no es religión, ética ni mera doctrina. Esto es el dispensar de Dios. Esto es el Espíritu todo-inclusivo dándoles vida a todos los que se abran a El, lo cual es mucho más alto que la ética. En el Espíritu están todos los atributos divinos más todas las virtudes humanas elevadas y glorificadas. Debemos olvidarnos de la religión, de la ética, y de las enseñanzas éticas. Debemos mantenernos alejados de la letra que mata y poner atención al Espíritu que da vida. Debemos guardar como un tesoro la economía de Dios y disfrutar Su dispensar divino todo el tiempo. Todo el día necesitamos alabar al Señor e invocar Su nombre. Necesitamos orar-leer Su palabra, tener comunión con El, y ser llenos de El y saturados de Su vida. Entonces seremos transformados y creceremos en vida para llegar a ser como el Señor, teniendo Su misma imagen.

EL ESPIRITU SIETE VECES INTENSIFICADO

  En el libro de Apocalipsis se mencionan los siete Espíritus (1:4; 4:5; 5:6). No hay más que un Espíritu (Ef. 4:4), pero en Apocalipsis este único Espíritu de Dios ha llegado a ser siete Espíritus. En esencia, Dios el Espíritu es uno, pero en función El es siete. Ya que el número siete indica completamiento en la operación de Dios, los siete Espíritus deben de ser para el mover de Dios en la tierra. En substancia y existencia el Espíritu de Dios es uno; en la función y la obra intensificadas de la operación de Dios, el Espíritu de Dios es séptuple. Es como el candelero en Zacarías 4:2. En existencia es un solo candelero, pero en función son siete lámparas. Cuando el libro de Apocalipsis fue escrito, la iglesia ya se había degradado; la edad estaba en tinieblas. Por lo tanto, el Espíritu siete veces intensificado de Dios era necesario para el mover y la obra de Dios en la tierra.

  En esencia el Espíritu es uno, pero en función, especialmente en los últimos tiempos en la época de tinieblas, el Espíritu de Dios es séptuple. Así como un foco de tres filamentos da un brillo triple, el Espíritu de Dios brilla de una manera séptuple. Hoy en el recobro necesitamos al Espíritu séptuple. La época actual está llena de tinieblas. Para que nosotros vivamos una vida victoriosa necesitamos al Espíritu séptuple. Deberíamos alabar al Señor porque el Espíritu todo-inclusivo que mora en nosotros ahora es séptuple. Ninguno de nosotros en el recobro del Señor debe estar débil. Todos nosotros en el recobro del Señor debemos estar fuertes porque tenemos al Espíritu séptuplo. Hoy día en el recobro del Señor el Espíritu todo-inclusivo, compuesto, procesado y vivificante está siete veces intensificado. Su obra es séptuple y funciona siete veces. La época actual es oscura, pero nosotros tenemos la iluminación séptuple. La sociedad de hoy está corrompida, pero nosotros tenemos al Espíritu séptuple. El Espíritu séptuple, ahora está fortaleciéndonos, saturándonos, iluminándonos, brillando sobre nosotros y brillando desde nuestro interior.

  Apocalipsis es el último libro de la Biblia, el libro de máxima consumación. En el Antiguo Testamento se mencionan el Espíritu de Dios en cuanto a la creación y el Espíritu de Jehová en cuanto al contacto de Dios con el hombre. Pero después de que pasamos por los Evangelios, los Hechos y las Epístolas, al llegar a Apocalipsis, el Espíritu ahora es el Espíritu séptuple, y este Espíritu es la consumación del Espíritu de Dios, del Espíritu de Jehová, del Espíritu Santo y del Espíritu todo-inclusivo, compuesto, procesado y vivificante. El Espíritu todo-inclusivo ahora es séptuple dentro de nosotros.

  La teología tradicional nos enseña que el Dios Triuno consta de tres personas con una sola substancia, y que no se debe confundir las tres personas ni dividir la única substancia. En Juan 20:22 el Señor Jesús sopló dentro de Sus creyentes y les dijo que recibieran el Espíritu Santo. Esto indica claramente que el Espíritu Santo es el aliento del Señor Jesús, y esto significa que el tercero de la Trinidad es el aliento del segundo. Ahora debemos preguntar si el Espíritu es la tercera persona de la Trinidad, o si es el aliento de la segunda persona. Además, cuando llegamos a Apocalipsis, el único Espíritu es siete. Apocalipsis 5:6 nos dice que los siete Espíritus son los siete ojos del Cordero, lo cual significa que el Espíritu es los ojos del Señor Jesús. Ahora la tercera persona de la Trinidad tradicional es los ojos de la segunda persona. ¿Es el Espíritu una persona o es los ojos y el aliento de la segunda persona? Si el Espíritu es el aliento y los ojos de la segunda persona, ¿dónde está la tercera persona? En esto podemos ver que la enseñanza tradicional no es tan confiable porque no es muy exacta.

  En la Deidad se tiene al Padre, al Hijo y al Espíritu, es decir, a la Trinidad divina. Sí, hay una distinción entre los tres, pero de ninguna manera pueden ser separados. Eso es contrario a la revelación del Nuevo Testamento. Ellos son tres, y a la vez son uno. Ellos son uno, y a la vez son distintos. Este es el Dios Triuno, el Dios tres-uno. El Padre, el Hijo y el Espíritu son tres, pero con todo, siguen siendo uno. Ellos son uno, pero aun así son distintivamente tres. Nadie puede definir hasta qué grado llega la distinción entre ellos. De la misma manera, nadie puede determinar en qué punto empieza la unidad de ellos. El Espíritu viene como el Hijo y con el Padre. Así que, cuando uno viene, los tres están aquí. Los tres no sólo coexisten simultáneamente, sino que también son coinherentes. El hecho de que los tres de la Deidad sean coinherentes significa que ellos moran el uno en el otro mutuamente. El Señor Jesús reveló este asunto de la coinherencia cuando dijo que El estaba en el Padre y que el Padre estaba en El (Jn. 14:10-11). El Padre y el Hijo son coinherentes, y a la vez el Padre y el Hijo son coinherentes en el Espíritu. Este asunto va más allá de nuestro entendimiento, pero debemos recibir todo lo que la Biblia dice.

  En la economía de Dios el propio Dios Triuno se incorporó en el Hijo, el Hijo es hecho real como el Espíritu, y el Espíritu es la máxima consumación del Dios Triuno procesado, compuesto de todos los atributos divinos y de todas las virtudes humanas. Este Espíritu compuesto mora en nuestro espíritu y ahora El es séptuple, es decir, está intensificado siete veces. No necesitamos practicar la religión, tratar de vivir según la ética ni tratar de guardar ciertas reglas o doctrinas. Simplemente necesitamos mantenernos abiertos a este Espíritu maravilloso, permitiéndole que nos dé vida sin que haya obstáculo alguno en nuestro ser, para que nos sature con la vida divina en nuestro espíritu, en nuestra alma, y en nuestro cuerpo a fin de que nos transforme metabólicamente, haciéndonos como El en gloria.

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