
Lectura bíblica: Gá. 6:18; 2 Ti. 4:22; Ef. 3:16-17a; 2 Ti. 1:7; Ro. 8:4, 13; Gá. 5:16, 24; 3:2, 5a, 14; Fil. 1:19; Ap. 22:17; 21:6
En el capítulo anterior vimos que el Espíritu es el Espíritu todo-inclusivo, compuesto, procesado, vivificante y siete veces intensificado. Algunos enseñan que el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, es sólo un poder, un medio o un instrumento con el cual Dios actúa. Esto está muy lejos de la revelación del Nuevo Testamento. Este Espíritu todo-inclusivo es la composición de todo lo que el Padre es y tiene, y de todo lo que el Padre puede hacer, está haciendo, y hará, más el Hijo en Su persona y con Su obra, Sus realizaciones, Sus logros, Sus obtenciones y todos los procesos por los cuales El ha pasado. El Espíritu es una composición de todas las cosas divinas. Es mucho más que un poder, un medio o un instrumento. Este Espíritu todo-inclusivo y compuesto es la bendición del Nuevo Testamento, y ésta es la bendición del evangelio, la cual Dios prometió a Abraham (Gá. 3:14). Dios le prometió a Abraham que todas las naciones de la tierra serían benditas por medio de su simiente (Gn. 22:18). Esa simiente de Abraham es Cristo (Gá. 3:16), el Hijo de Dios, y la bendición prometida a Abraham es este Espíritu compuesto y todo-inclusivo.
El aspecto físico de la bendición que Dios le prometió a Abraham era la buena tierra (Gn. 12:7; 13:15; 17:8; 26:3-4), la cual tipifica al Cristo todo-inclusivo (Col. 1:12). Ya que Cristo finalmente es hecho real como el Espíritu vivificante y todo-inclusivo (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17), la bendición del Espíritu prometido corresponde a la bendición de la tierra prometida. En realidad, el Espíritu como la realización de Cristo en nuestra experiencia es la buena tierra como la fuente del suministro abundante de Dios para nuestro disfrute. La bendición del evangelio, la bendición del Nuevo Testamento, la cual Dios prometió a Abraham, es este Espíritu compuesto, la totalidad de Dios el Padre, de Dios el Hijo, junto con los procesos de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Todos nosotros hemos recibido esta bendición, y esta bendición todo-inclusiva está en nosotros, en nuestro espíritu (Ro. 8:16; 2 Ti. 4:22). La economía de Dios es Su plan de dispensarse a Sí mismo como el Dios Triuno, es decir, como el Padre, el Hijo y el Espíritu, con todos Sus atributos y virtudes, dentro de nuestro espíritu. Cuando abrimos nuestro ser a este Espíritu total y agregado, disfrutamos la bendición todo-inclusiva del Nuevo Testamento.
Darle vueltas manualmente a un ventilador, o “enseñarle” a que se mueva, es similar a las enseñanzas éticas de que los esposos deben amar a sus esposas, de que los niños deben honrar a sus padres, de que las esposas deben someterse a sus esposos, de que debemos amar a nuestro prójimo y de que debemos ser humildes. Lo único que el ventilador tiene que hacer es “disfrutar” la electricidad y entonces funcionará espontáneamente. De la misma manera, lo que nosotros tenemos que hacer es disfrutar al Espíritu todo-inclusivo como la “electricidad divina”. Cuando disfrutamos el abundante suministro del Espíritu todo-inclusivo, este suministro nos fortalece, nos capacita y nos sostiene para vivir a Cristo. Al disfrutar a este Espíritu, espontáneamente tenemos el vivir que necesitamos para todas nuestras relaciones éticas. Cristo viene a ser nuestra vida interior y nuestro vivir exterior. Esto no es religión, sino la maravillosa y eterna economía de Dios.
El Espíritu vivificante, todo-inclusivo, compuesto, procesado y siete veces intensificado mora en nuestro espíritu, así que ahora tenemos un espíritu fuerte, un espíritu de poder (2 Ti. 1:7). Debido a que el Espíritu todo-inclusivo está en nuestro espíritu, nuestro espíritu es un espíritu fuerte. En 2 Timoteo 4:22 dice: “El Señor Jesucristo esté con tu espíritu”, y Gálatas 6:18 dice: “Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén”. El Señor está con nuestro espíritu, y la gracia de nuestro Señor Jesucristo está con nuestro espíritu. ¿Qué puede ser más grande que el Señor y que la gracia del Señor? El Señor y Su gracia están en nuestro espíritu, no en nuestra mente.
Algunos maestros de asuntos bíblicos afirman que el alma y el espíritu son sinónimos. La enseñanza bíblica es que el hombre es de tres partes: espíritu y alma y cuerpo (1 Ts. 5:23). Pero algunos maestros dicen que el hombre sólo tiene dos partes: alma y cuerpo. En 1954 cierto misionero vino a Hong Kong para asistir a una conferencia en la cual yo hablaba. Me dijo que había apreciado la conferencia, pero que le era imposible estar de acuerdo con el asunto de que el hombre tenía tres partes. El creía que el espíritu y el alma del hombre eran lo mismo. Cuando le mencioné la clara palabra de 1 Tesalonicenses 5:23: “espíritu, alma y cuerpo” ya no tuvo argumentos, pero continuó creyendo que el espíritu es lo mismo que el alma. Si uno tiene una mente fuerte llena de doctrinas y no disfruta al Señor en el espíritu, acabará en división. Discutirá y aun peleará por las doctrinas que tiene, en lugar de guardar el mandato de Pablo en cuanto a mantener la unidad del Espíritu (Ef. 4:3), quien está en nuestro espíritu (Ro. 8:16).
No se puede disfrutar al Señor sólo pensando en El. Es posible que haya un banquete preparado en una mesa frente a usted, pero tal vez usted sólo venga a ejercitar la mente y a aprender acerca de todos los diferentes platillos. Después de dos horas de investigación, usted sigue con hambre. Si usted sigue investigando y no come, morirá frente a un rico banquete. Muchos cristianos “mueren” frente a la Biblia. La Biblia no es sólo para la mente de usted. La Biblia es alimento para el espíritu. Jesús no es simplemente para que nosotros lo estudiemos o lo investiguemos, sino para que lo comamos, lo disfrutemos (Jn. 6:57). Ninguno de nosotros entiende de manera completa y absoluta qué son los alimentos que comemos. Aunque no entendamos qué es lo que un plátano contiene, podemos disfrutar los plátanos cada mañana. El desayuno que usted come en la mañana le da energía para todo el día. Tal vez se le haya olvidado lo que comió en la mañana, pero sigue disfrutando el beneficio. El Señor no es para que lo estudiemos conforme a la letra. El Señor es para que lo disfrutemos.
El Hijo vino con el Padre y por el Espíritu como la incorporación misma del Dios Triuno. El pasó por la encarnación, vivió en la tierra por treinta y tres años y medio, y fue a la cruz para quitar todas las cosas negativas del universo y para liberar la vida divina, el agua que fluye, para que podamos beber de El. Luego resucitó, y en resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante. Ahora el Espíritu vivificante ha venido como el Hijo y con el Padre. El Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— es hecho real como el Espíritu todo-inclusivo, de modo que este Espíritu todo-inclusivo es la máxima consumación del Dios Triuno procesado, con todos Sus atributos, todas Sus virtudes, y todos los procesos por los cuales El ha pasado. Este Espíritu es la totalidad, el agregado, la consumación misma del Dios Triuno con todos Sus logros para ser nuestra porción, a fin de que la disfrutemos.
Este Espíritu lleno de gracia está en nuestro espíritu, así que el Señor y Su gracia están en nuestro espíritu. Día tras día tenemos que volvernos a nuestro espíritu. No se vuelvan a su mente, ni ejerciten su mente aparte de su espíritu. La serpiente antigua, Satanás, el diablo, vino a Eva con una pregunta: “¿Conque Dios ha dicho...?” (Gn. 3:1). Semejante pregunta con toda seguridad inquietó la mente de Eva. La serpiente viene a nosotros en la forma de un signo de interrogación. El diablo, Satanás, siempre vendrá a provocar nuestra mente, pero nosotros tenemos que volvernos a nuestro espíritu todo el tiempo. El Señor no está en nuestra mente, sino en nuestro espíritu. Por eso tenemos que invocarle todo el día.
Necesitamos ser quienes invocan: “¡Oh Señor Jesús!” Jesús es Su nombre, pero el Espíritu es Su persona. Cuando yo digo “Señor Jesús”, el Espíritu viene. Si su esposa lo molesta, tal vez la religión le enseñaría a usted que sea paciente. Pero guardar esta enseñanza religiosa no surte efecto. Lo que sí surte efecto es invocar el nombre del Señor: “¡Oh Señor Jesús!” Cuando cierto hombre sea molestado por su propia esposa, él no debe tratar de ser paciente. Es posible que ella no deje de molestarlo hasta que él se enoje. La única manera de vencer es invocar: “¡Oh Señor Jesús!” Invocar el nombre del Señor es olvidar las enseñanzas éticas, olvidar nuestra mente, emoción y voluntad y volvernos al espíritu. Cada vez que usted dice: “Oh Señor Jesús”, usted toca al Espíritu (1 Co. 12:3). Cuando usted toca al Espíritu, toca al Espíritu todo-inclusivo, toca la rica gracia, y disfruta al Señor. Esto es lo que significa abrirse uno mismo directamente al Señor a cara descubierta. Al contemplarlo y reflejarlo a El, usted será transformado metabólicamente para llegar a ser cada vez más como El en Su imagen gloriosa.
En Romanos 8:4 Pablo nos dice que necesitamos andar conforme al espíritu. No ande usted conforme a su mente, a su emoción o a su voluntad. Ande simplemente conforme al espíritu, porque el Señor y Su gracia están en el espíritu de usted. Si usted invoca al Señor y abre su ser a El para disfrutar de Sus riquezas y andar conforme al espíritu, el Señor ganará más terreno dentro de usted. Luego El hará Su hogar en el hombre interior de usted y en todas sus entrañas. El habitará en su corazón para ocupar todo el ser de usted (Ef. 3:16-17a) y así llegar a ser el pleno disfrute de usted. Uno en sí mismo no puede vencer su propia lujuria, sus pecados. Cuando el Espíritu residente, el Espíritu todo-inclusivo, quien es Cristo mismo, lo ocupa a uno y habita en el corazón de uno, llenándolo a uno de El mismo, uno crucificará su carne (Gá. 5:24) y dará muerte a las prácticas del cuerpo concupiscente (Ro. 8:13). Uno en sí mismo no tiene la energía ni la habilidad para tratar con su carne. Pero cuando Cristo nos ocupa, habitando en todo nuestro ser, llenándonos de El mismo, estamos llenos de energía y de fuerza para crucificar a nuestro cuerpo concupiscente, la carne, para dar muerte a nuestro cuerpo a fin de vencer todo tipo de lujurias y pecados. En realidad ya no vivimos nosotros, sino Cristo vive en nosotros.
Mientras usted viva a Cristo, el Espíritu todo-inclusivo que reside en nuestro espíritu dispensará vida en nosotros todo el tiempo. Cuando el interruptor de un ventilador está encendido, la electricidad está siendo dispensada en el ventilador. Mientras el ventilador gire y se mueva, la electricidad está siendo dispensada en él. La economía de Dios es Su plan de dispensarse a Sí mismo en nuestro ser. El desea hacer esto cada día y cada minuto. Cuando vivimos a Cristo por medio de andar conforme al Espíritu todo-inclusivo y residente, este Espíritu da vida a nuestro ser, dispensando en nosotros al Dios Triuno como el todo-inclusivo suministro de vida para que disfrutemos el abundante suministro del Espíritu de Jesucristo. Nosotros disfrutamos del Espíritu cuando bebemos de El (1 Co. 12:13). Mientras la electricidad está siendo dispensada al ventilador y mientras el ventilador se mueve y gira, éste está “bebiendo” de la electricidad. El ventilador espontáneamente da vueltas al “beber” y “disfrutar” la electricidad. Mientras disfrutamos la “electricidad divina” del Espíritu, espontáneamente andamos conforme al espíritu. Esto no corresponde a la religión, sino a la economía de Dios, el disfrute del Dios Triuno incorporado en el Espíritu todo-inclusivo. Esto es absolutamente diferente del sistema religioso de hoy en día, el cual está centrado en enseñanzas éticas.
El viviente Dios Triuno, habiendo pasado por todos los procesos, ha llegado a ser un solo Espíritu todo-inclusivo. El no sólo es todo-inclusivo, compuesto y procesado, sino que El también está intensificado siete veces. En los cuatro Evangelios es revelado el Hijo con el Padre y por el Espíritu. En los veintidós libros comprendidos desde Hechos hasta Judas vemos el Espíritu como el Hijo con el Padre, es decir, el Espíritu vivificante, todo-inclusivo, compuesto y procesado. En el último libro de la Biblia, Apocalipsis, el Espíritu todo-inclusivo está intensificado. siete veces.
Apocalipsis 22:17 dice: “Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente”. El agua de la vida es el Espíritu vivificante, siete veces intensificado, todo-inclusivo, compuesto y procesado. Apocalipsis 21:6 indica que nuestro Dios Triuno nos dará de beber del manantial del agua de la vida por la eternidad. El Espíritu es el agua de la vida, y el manantial del agua de la vida es el Hijo. El Hijo con el Padre y por el Espíritu es el manantial. El Padre es la fuente de la vida (Sal. 36:9). Por tanto, el Padre es la fuente, el Hijo es el manantial, y el Espíritu es el río de agua de vida. Cuando uno bebe del agua, también bebe del manantial y de la fuente. No olviden que el Espíritu es enviado como el Hijo con el Padre, así que el agua de la vida fluye como el manantial con la fuente. Cuando el agua viene, el manantial y la fuente también vienen. Este es el Dios Triuno para nuestro disfrute. Alabado sea el Señor por el agua de la vida (el Espíritu) como el manantial (el Hijo) con la fuente (el Padre).
Cuando bebemos el agua de la vida como el manantial con la fuente, disfrutamos al Dios Triuno. La fuente, el manantial y el agua de la vida son el Padre, el Hijo y el Espíritu. El Dios Triuno consumado en el Espíritu todo-inclusivo fluye dentro de nosotros como el manantial con la fuente. Nosotros bebemos del agua de la vida. El Dios Triuno, con el Padre como el origen de la vida, el Hijo como el suministro y cauce de la vida, y el Espíritu como el fluir de la vida, es nuestra vida y nuestro disfrute. El es la substancia de nuestro servicio, de nuestra adoración, de nuestra predicación del evangelio, de nuestra vida familiar, de nuestra vida matrimonial, de nuestra vida cotidiana, y de nuestra vida de la iglesia. La vida cristiana y la vida de la iglesia son una vida en la cual se bebe de la fuente, del manantial y del agua de la vida: es decir, del maravilloso, todo-inclusivo y glorioso Dios Triuno.