
Lectura bíblica: Sal. 36:9; Jn. 1:1-2, 4; 6:35; 10:10b; 15:1; Col. 3:4a; Ap. 2:7; 22:2, 14
La Biblia es el libro de los misterios divinos. Como hemos visto, el primer misterio de la Biblia es la economía divina. Pero por siglos este misterio ha sido pasado por alto, perdido y enterrado. Gracias al Señor que en estos últimos días El nos ha abierto este misterio. Podemos ver tal misterio aun en los dos primeros capítulos de la Biblia. En éstos vemos que la economía divina ha sido sembrada como semilla en la Palabra. Muchas de las verdades divinas que se encuentran en la revelación divina han sido sembradas en Génesis como semillas, y en los libros subsecuentes de la Biblia estas semillas crecen y se desarrollan. Todo lo que se revela en Génesis se desarrolla a lo largo de todos los libros de la Biblia, hasta llegar al último libro, el libro de Apocalipsis, donde vemos la cosecha de todas estas verdades.
La verdad con respecto al árbol de la vida se siembra en Génesis 2, y esta verdad se siega en Apocalipsis 22. Entre Génesis y Apocalipsis está el desarrollo de la verdad tocante al árbol de la vida. El propósito del árbol de la vida es que Dios se dispense a Sí mismo en Su pueblo escogido. El árbol de la vida representa a Dios mismo como vida para nosotros. Dios mismo desea ser nuestra vida. Tenemos que darnos cuenta de que la vida es misteriosa, abstracta y totalmente invisible. Uno no puede ver la vida, pero ella es muy real, viva, orgánica y poderosa. Nuestra vida física es una entidad invisible, sin embargo, puede ser experimentada. La vida es viva, orgánica, vigorosa, enérgica y poderosa.
Dios desea ser vida para nosotros, pero, ¿cómo puede hacerse real para nosotros esta vida y cómo podemos tocarla? Es por eso que Dios como vida tiene que tomar cuerpo. La electricidad es real y poderosa, pero nadie puede verla. Para que la electricidad se apropie y se aplique, necesita ser incorporada en algo tangible, un cable o un alambre es la incorporación de la electricidad. La electricidad está incorporada en el alambre. Una vez que tenemos el alambre o el cable, tenemos electricidad. De la misma manera, el árbol de la vida es la incorporación de la vida. El árbol es la incorporación de la vida divina así como el cuerpo físico es la incorporación de la vida física. El árbol de la vida es la incorporación de Dios como vida, la incorporación de la vida divina. La Biblia revela que la incorporación de la vida divina es Jesús. ¿Dónde está Dios? El está incorporado en Jesús. Fuera de Jesús no hay Dios. Fuera de Jesús no se puede ver ni encontrar a Dios. Es lo mismo que decir que sin el cable o el alambre la electricidad no se puede ver ni encontrar. Dios habita corporalmente en Jesús y este mismo Dios incorporado en Jesús es vida. Este Dios incorporado hace a Jesús el árbol de la vida.
En el Antiguo Testamento el árbol de la vida se menciona sólo una vez. La mención de este árbol en Génesis 2 es una semilla de la verdad divina que ha sido sembrada allí. Debido a la caída del hombre, hay una larga historia de silencio en cuanto al árbol de la vida. Luego, en el Nuevo Testamento, se nos dice que Dios se hizo hombre. El Verbo en el principio era Dios mismo, y este mismo Dios se hizo carne, un hombre en la carne llamado Jesús. En Juan 1:4 se nos dice que “en él estaba la vida”. Cuando Dios se hizo hombre, la vida ya no era abstracta. La vida estaba incorporada en la carne. En Jesús estaba la vida. El árbol es la carne, y la carne es el árbol. Juan nos dijo que los apóstoles vieron y tocaron este árbol (1 Jn. 1:1). Cuando ellos tocaron a Jesús, tocaron el árbol de la vida. Ellos recibieron la vida porque en El estaba la vida. El nos dijo que vino para que tuviéramos vida y para que la tuviéramos en abundancia (Jn. 10:10b). El quería que no sólo tuviéramos un poco de vida sino la abundancia de vida. Jesús es la vida divina incorporada. En El estaba la vida. La vida era Su contenido.
En mi juventud muchos maestros cristianos me enseñaron que Jesús vino para salvar a los pecadores. En 1 Timoteo 1:15 nos dice que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Este es un hecho maravilloso que consta en las Escrituras; pero muy pocos maestros cristianos me dijeron que Jesús vino para que tuviéramos vida. Jesús vino no sólo para ser nuestro Salvador sino también para ser la incorporación de la vida. Cuando creímos en El, no sólo fuimos salvos, sino que también recibimos la vida divina porque El es la incorporación misma de esta vida.
Un día el Señor Jesús le dijo a la gente que El era el pan de vida (Jn. 6:35). El es no solamente la vida, sino también el pan de vida para que nosotros le podamos comer. El pan de vida es el suministro de vida en forma de alimento, como lo es el árbol de la vida (Gn. 2:9), el cual también es el suministro de vida que es “bueno para comer”. Necesitamos darnos cuenta de que Jesús es comestible. Pasé muchos años como cristiano sin oír jamás que podía comer a Jesús. En Juan 6:57 el Señor Jesús dice: “El que me come, él también vivirá por mí”. El pan de vida ciertamente es algo comestible. Que Jesús nos dijera que El es el pan de vida implica que El es comestible, y El nos dijo explícitamente que podemos comerlo a El. Vivimos por El cuando lo comemos. Vivimos por lo que comemos. Comer tres veces al día me ayuda a estar lleno de energía y de vigor. Los dietistas afirman que nosotros somos lo que comemos. Cuanto más comemos a Jesús, más Jesús llegamos a ser. Vivimos por lo que comemos y somos lo que comemos.
Jesús también nos dijo que El era la vid verdadera (Jn. 15:1). El es la vid. Todos sabemos que una vid no es un árbol alto. Si Jesús fuera un árbol alto, Su fruto no estaría accesible. Pero Jesús es una vid que está muy accesible, de modo que el hombre lo pueda comer y disfrutar. Como tal El no es alto sino largo. En Juan 15 el Señor nos dijo que El era la vid; luego en Apocalipsis 22:2 vemos que el árbol de la vida crece a los dos lados del río, lo cual significa que el árbol de la vida es una vid que se extiende y avanza a lo largo de la corriente del agua de vida para que el pueblo de Dios lo reciba y lo disfrute.
La Nueva Jerusalén es una ciudad cuadrada. Su longitud, su anchura y su altura miden cada una doce mil estadios (Ap. 21:16). Un estadio equivale a ciento ochenta metros, así que doce mil estadios son dos mil ciento sesenta kilómetros. La Nueva Jerusalén es una montaña sobre la cumbre de la cual está el trono de Dios. De este trono sale un río de agua de vida (Ap. 22:1) y a lo largo del río crece el árbol de la vida. El río empieza en el trono y llega a las doce puertas de la ciudad. Para poder hacer esto, el río tiene que descender en espiral a través de toda la ciudad y así llegar hasta las doce puertas. La vid empieza en el trono y crece en espiral alrededor de la montaña a lo largo de las riberas del río. Finalmente pasa a través de las doce puertas.
¿Qué tan larga es esta vid? Esta vid llega hasta todos los rincones de la tierra habitada. Es suficientemente larga para llegar hasta Argentina, Chile, Perú, Uruguay, Paraguay, Colombia, Bolivia, Canadá, La Gran Bretaña, Alemania, Grecia, Turquía, Rusia, China, Corea, Japón, Tailandia, Las Islas Filipinas e Indonesia. Jesús, la vid maravillosa, está creciendo alrededor del globo terrestre. Esta vid no es un árbol alto que se extiende de la tierra al cielo, sino un árbol “largo” que está creciendo en espiral alrededor del globo terrestre. Jesús no es un pino, sino una vid que está extendiéndose y creciendo por toda la tierra. En Juan 15 el Señor Jesús nos dijo claramente que El era la vid, y en Apocalipsis 22 el árbol de la vida es una vid. No debemos pensar que hay dos vides. Hay una sola vid, un solo árbol de vida. Esta vid figura en Génesis 2 como el árbol de la vida, en Juan 15 como la vid verdadera, y en Apocalipsis 22 esta vid crece en espiral alrededor de la montaña, la Nueva Jerusalén, para llegar a todo el pueblo de Dios que El ha redimido y escogido. Debemos ser llevados a la comprensión y visión de que el Señor Jesús es el árbol de la vida, la incorporación de la vida divina, la vid que es larga y que se extiende.
En Génesis 2 estaba el árbol de la vida, y en Apocalipsis 22 estará la vid, el árbol de la vida. Por un lado, el árbol de la vida existió en el pasado. Por otro, el árbol de la vida existirá en el futuro. Pero además debemos darnos cuenta de las buenas nuevas de que comer del árbol de la vida es algo para hoy en día. Apocalipsis 2:7 dice: “Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios”. El árbol de la vida está disponible en la vida de la iglesia hoy en día. Hay un principio básico en el Nuevo Testamento, el cual es: aquello que disfrutaremos en el futuro, lo debemos disfrutar en esta época, y lo que disfrutemos en esta época será nuestro disfrute en el futuro.
En el Nuevo Testamento existe el principio de tener un anticipo. El anticipo es señal de la plenitud que está por venir. Dios ha preparado el árbol de la vida para nuestro disfrute eterno, pero hoy en día tenemos que disfrutar el árbol de la vida como anticipo. Si no saboreamos el anticipo hoy en día, nunca podremos saborear la plenitud en la época venidera, la época del reino. Indudablemente disfrutaremos el árbol de la vida en la Nueva Jerusalén en el futuro como plenitud del anticipo. Pero hoy en día en la vida de la iglesia podemos disfrutar del árbol de la vida a modo de anticipo. Si no disfrutamos al Señor Jesús hoy como el árbol de la vida a modo de anticipo, nos perderemos el disfrute particular de El como el árbol de la vida en la Nueva Jerusalén en el reino milenario venidero, disfrute que constituye una recompensa para todos los creyentes vencedores.
La frase “el paraíso de Dios” en Apocalipsis 2:7 se refiere a la Nueva Jerusalén, de la cual hoy la iglesia es un anticipo. La vida de la iglesia hoy es una miniatura del paraíso de Dios, la Nueva Jerusalén. La vida de la iglesia es un paraíso pequeño. En este paraíso disfrutamos a Cristo como el árbol de la vida. Sin comer no hay disfrute. Comer del árbol de la vida, es decir, disfrutar a Cristo como nuestro suministro de vida, debe ser lo primordial en la vida de la iglesia. En la cristiandad de hoy se come muy poco y hay muy poco disfrute de Cristo. En el recobro del Señor necesitamos disfrutar a Cristo todos los días. Todo el día necesitamos comer a Jesús y beber de Jesús. Al estar disfrutando el anticipo del árbol de la vida, estamos anhelando experimentar la plenitud venidera. Estamos disfrutándole a El por medio de comerle como el árbol de vida y el pan de vida.
Nosotros no sólo lo comemos a El, sino que también estamos unidos a El. Ahora somos Sus pámpanos y somos parte de la gran vid. Disfrutamos el fruto de esta vid, y como pámpanos también disfrutamos la savia de vida. No sólo somos los comensales sino también los pámpanos. Como pámpanos de la gran vid, nosotros podemos permanecer en El, y El permanece en nosotros. ¡Qué disfrute! No solamente lo comemos sino que también permanecemos en El. Cristo como árbol de la vida es para la economía divina, la cual es dispensar a Dios mismo dentro de usted y dentro de mí. Como pámpanos de esta gran vid, nosotros permanecemos en El, y El permanece en nosotros. Luego hay un dispensar de Dios en nosotros, un dispensar de vida, que fluye de la vid a los pámpanos. El árbol de la vida es la mismísima incorporación de Dios como vida para nosotros. Ahora estamos unidos a El orgánicamente. Al permanecer nosotros en El y El en nosotros, este Dios en Su incorporación está dispensándose en nosotros para hacer de nosotros Dios-hombres. Además, este Dios en Su incorporación está dispensando en nosotros el oro divino para hacer de nosotros hombres de oro. ¡Alabémosle por el dispensar divino del oro divino en nuestro ser, lo cual nos hace a todos hombres de oro! ¡Alabémosle por el árbol de la vida, la incorporación de Dios como vida, el cual podemos comer y disfrutar y que nos hace hombres de vida!