
Este libro se compone de mensajes hablados por el hermano Witness Lee en Spokane, Washington, del 21 al 22 de junio del año 1975.
Todos necesitamos ver estos tres asuntos cruciales: la creación, la redención y la edificación. Sin embargo, lamentablemente el enemigo sutil, la antigua serpiente, ha usado y sigue usando muchas cosas para cubrirle los ojos al pueblo de Dios, de modo que ellos no vean el asunto del edificio de Dios. Muchos cristianos hoy creen que irán a una mansión celestial. Ellos dicen: “Somos salvos, y Dios es muy misericordioso y benigno con nosotros. Algún día todos iremos a una mansión celestial”. Esta “mansión celestial” se ha convertido en un grueso velo. Éste es uno de los velos que cubre a muchos entre el pueblo de Dios. A otros cristianos no les interesa la mansión celestial; en vez de ello, van en pos de la espiritualidad; aún más, rechazan a los que no la buscan. Sin embargo, a la postre, en vez de ser espirituales, acaban peleándose con los demás. Incluso hay otros cristianos que dicen: “Nosotros hemos visto el asunto de la santidad; somos los que buscan la santidad”. Ellos enseñan que como personas santas, las hermanas deben usar faldas largas y llevar el cabello largo. Si alguien no se ajusta a sus normas, lo rechazan diciendo que no es una persona santa. Otro grupo de cristianos dice: “Nosotros no podemos ser espirituales, ni tampoco podemos ser santos. En vez de ello, buscamos la bendición de Dios. Necesitamos la segunda bendición”. Estos cuatro asuntos —la mansión celestial, la espiritualidad, la santidad y la así llamada segunda bendición— son cuatro velos que cubren los ojos del pueblo de Dios. Otro velo es el asunto de procurar ser bíblicos. Algunos insisten en que los creyentes deben ser bíblicos en todo. Dicen que en todo lo que hagamos debemos basarnos en algún versículo de la Biblia. También discuten con otros creyentes a quienes consideran menos bíblicos que ellos.
Finalmente, todos estos velos provocan contiendas. Los que creen en la mansión celestial discuten con los que buscan la espiritualidad, los que buscan la espiritualidad condenan a los que buscan la santidad, los que buscan la santidad se pelean con los que hacen hincapié en la segunda bendición, y los que hacen hincapié en la segunda bendición son condenados por los que insisten en la importancia de ser bíblicos. Ésta es la verdadera situación de hoy. ¿Qué debemos hacer ante tal situación? Debemos dejar el velo de la mansión celestial. Asimismo debemos dejar el velo de la espiritualidad, el velo de la santidad, el velo de la segunda bendición e incluso el velo de ser bíblicos. No debemos abandonar las Escrituras, pero sí tenemos que dejar el camino de procurar ser bíblicos.
Necesitamos tener las Escrituras, pero al mismo tiempo debemos ser cuidadosos de no procurar ser bíblicos. Procurar ser bíblicos causa muchos problemas. Tal vez usted interprete un versículo de una manera y yo de otra. Usted cree que es bíblico en cierto versículo, pero yo me considero aún más bíblico que usted en cuanto al mismo versículo. Recientemente, se publicó un libro en el que me criticaban de no ser bíblico. Dicho libro dice que Witness Lee no es bíblico porque les dice a las personas que el Hijo es el Padre y que el Señor Jesús es el Espíritu. Este libro afirma que esta enseñanza es completamente contraria a la enseñanza cristiana ortodoxa y también a la Biblia. El libro dice que el Hijo y el Padre no pueden ser uno porque el Padre le habló al Hijo (Mr. 1:11) y porque el Hijo oró al Padre (Jn. 17). Este argumento puede parecer muy bíblico, pero permítame mostrarle otros versículos. En Juan 14:8-9 leemos: “Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?”. Además, Isaías 9:6 dice: “Un Hijo nos es dado; / [...] y se llamará Su nombre / [...] Padre Eterno”. En cuanto a que el Señor Jesús es el Espíritu, quisiera leerles 2 Corintios 3:17, que dice: “El Señor es el Espíritu”. Por lo tanto, los que escribieron ese libro criticándome piensan que sus enseñanzas son bíblicas, pero yo puedo afirmar que mis enseñanzas son aún más bíblicas. Los cristianos jamás pueden ser uno procurando ser bíblicos. Por consiguiente, debemos dejar el velo de procurar ser bíblicos.
Es la obra sutil del enemigo usar todos esos velos —que aparentemente son cosas buenas— para impedir que el pueblo de Dios vea la meta de Dios, que es la edificación. El pensamiento de ir a una mansión celestial no es un pensamiento malo. Tampoco tiene nada de malo procurar ser espirituales o santos ni experimentar la segunda bendición. Sin embargo, el sutil enemigo usa todos estos asuntos para estorbar la edificación que Dios está realizando. Mientras Satanás logre mantenernos alejados del edificio de Dios, estará contento. A él no le preocupa si muchos tienen la esperanza de ir a una mansión celestial, ni tampoco si nosotros somos espirituales o santos, o si experimentamos la supuesta segunda bendición; ni siquiera le preocupa si somos bíblicos. Sin embargo, él siente pavor si ve que estamos siendo edificados, porque sabe que no podrá prevalecer contra la iglesia edificada. El Señor dijo: “Edificaré Mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt. 16:18b).
Si buscamos la espiritualidad cada día, Satanás estará contento, pues mientras seamos presa de sus maquinaciones nos mantendremos alejados del edificio de Dios. Buscar la santidad también nos mantendrá alejados del edificio de Dios. Mientras nos mantengamos alejados de la edificación que Dios está realizando, no importa cuán santos seamos, Satanás estará contento. Incluso si estudiamos la Biblia día y noche, procurando ser bíblicos, Satanás estará contento. Él incluso puede fortalecernos para que seamos bíblicos, porque cuanto más bíblicos seamos, más nos pelearemos con otros, y más condenaremos a otros. Permítanme que les dé un ejemplo. Supongamos que un nuevo creyente aprende que todos seremos arrebatados. Como resultado él empieza a investigar en qué tiempo seremos arrebatados. Cuando a él le parece que ha encontrado el tiempo correcto, puede sentir que ahora es más bíblico. El hecho de ser bíblico puede motivarlo a pelear con otros creyentes que no están de acuerdo con su entendimiento del tiempo del arrebatamiento. Debido a su búsqueda por ser bíblico, él quizás rehúse reunirse con otros a quienes no considera bíblicos, y se reúna únicamente con quienes tienen la misma interpretación que él de las Escrituras. Cuando él se reúna con otros, su unidad estará basada en el entendimiento que tienen del tiempo del arrebatamiento. Después de reunirse juntos por cierto tiempo, algunos en ese grupo quizá se dejen influenciar y tengan un entendimiento diferente con respecto al arrebatamiento, lo cual puede inmediatamente causar una división en el grupo. Mientras otros tengan un concepto diferente, un creyente que procura ser bíblico no querrá relacionarse con ellos. Finalmente, él quizás no quiera relacionarse con ningún otro cristiano, porque considera que él es la única persona que es verdaderamente bíblica.
La situación del cristianismo hoy es que todos los creyentes han sido divididos por toda clase de conceptos, toda clase de entendimientos de la misma Biblia. La Biblia es un solo libro, pero hay miles de diferencias en la manera en que este único libro es interpretado. Cuando dos creyentes tienen diferentes interpretaciones de la Biblia, cada uno piensa que él o ella es bíblico y que el otro no lo es. Como resultado, se pelean unos con otros y se condenan mutuamente. Sin embargo, la Biblia no concluye con el concepto o interpretación de ningún creyente en particular, sino con el edificio de Dios.
Les hablo con base en mi propia experiencia. Cuando yo era un joven creyente, el tiempo del arrebatamiento era mi tema favorito; era una adicción para mí. Adondequiera que iba, me gustaba hablar de este tema. Estudiar este tema me hacía sentir que era bíblico, y también me hizo ser una persona facciosa. Un día el Señor abrió mis ojos para ver que a Él no le interesa que seamos bíblicos; antes bien, lo que a Él le interesa es una edificación apropiada, es decir, Él está buscando la vida de iglesia apropiada. Después que vi lo que realmente le interesa al Señor, el velo de procurar ser espiritual se desprendió de mis ojos. Desde ese momento, cada vez que un creyente venía a discutir sobre esta clase de temas, no le respondía nada. Únicamente le decía: “¡Alabado sea el Señor! Usted ha sido salvo, y yo también he sido salvo. Usted tiene la vida del Señor y yo también. Al final, usted estará en la Nueva Jerusalén, y yo también estaré allí. ¡Aleluya! Usted ama al Señor y yo también lo amo. Usted y yo somos verdaderamente uno. No importa cuándo suceda el arrebatamiento, todos finalmente seremos arrebatados. Somos uno”.
En aquel tiempo se levantó una iglesia local en mi ciudad natal. Empezamos a reunirnos no en el terreno de ir al cielo, ni en el terreno de la espiritualidad, ni en el terreno de la santidad, ni en el terreno de la segunda bendición, ni tampoco en el terreno de ser bíblico, sino en el terreno de la unidad única de todos los santos. Cuando empezamos a celebrar la mesa del Señor, éramos once hermanos, y todos teníamos conceptos muy diferentes. Si alguien hubiera provocado nuestras mentes con los diferentes conceptos que teníamos, los once hermanos inmediatamente habríamos empezado a pelear unos con otros. Sin embargo, por la misericordia del Señor hicimos a un lado todos nuestros diferentes conceptos. Anteriormente, yo había defendido enérgicamente el bautismo por inmersión, insistiendo en que necesitábamos hacer todo conforme a las Escrituras. A otros tres o cuatro hermanos no les gustaba esta manera de bautizar. Ellos pensaban que la aspersión era una manera más conveniente de hacerlo y que sumergir a las personas en agua era muy difícil para los enfermos y los de edad avanzada. También les parecía que no había ninguna diferencia entre la inmersión y la aspersión, las cuales eran formas externas. Sin embargo, cuando empezamos a participar de la mesa del Señor como iglesia local, todos acordamos no pelearnos. Lo único que nos interesaba era la unidad. Así que no insistimos más en el bautismo por inmersión ni por aspersión. De ese modo, empezamos a celebrar la mesa del Señor con gozo. En ese entonces todavía teníamos conceptos divergentes, pero por la misericordia del Señor no insistimos en nada. Fue así como empezamos a practicar la vida de iglesia.
Todos necesitamos ver lo que el Señor desea. Su meta no es cierto método de bautismo. Lo que Él desea obtener es la vida de iglesia apropiada, donde todos los que le aman y le buscan son uno en Él, con Él y para Él. La vida de iglesia apropiada no depende de ningún concepto o enseñanza; es sencillamente una vida en Cristo, con Cristo y para Cristo. Esto es lo que el Señor anhela hoy.
Desde que el recobro del Señor vino a los Estados Unidos, se han levantado muchos grupos cristianos en contra del recobro. La razón de esta oposición es que en el recobro del Señor predicamos que los creyentes deben olvidarse de sus prácticas y conceptos a fin de venir al terreno genuino de unidad. Esto no es un asunto insignificante. Un pastor puede haber trabajado arduamente por establecer una denominación basada en la enseñanza de la santidad. Si él llega a oír que los que están en el recobro del Señor enseñan que los creyentes deben olvidarse de la santidad y venir al terreno único de la unidad, ciertamente hará todo lo que pueda para luchar contra el recobro. Es por eso que el recobro del Señor sufre ataques por todos los flancos.
El recobro del Señor está siendo atacado por todos los flancos, pero también prevalece sobre los ataques porque la verdad está con el recobro. Nadie puede decir que la santidad es el terreno único de la unidad. La santidad puede ser usada por Satanás como un factor divisivo, pero jamás podría ser el factor de unidad. Tarde o temprano muchos de los que buscan al Señor y le aman comprenderán esto y dirán: “Yo debo estar a favor del Cuerpo del Señor. No debe importarme la espiritualidad, la santidad ni la segunda bendición”. Cuando sus ojos sean abiertos, muchos dejarán sus denominaciones. Una vez que abandonen sus denominaciones, esto incitará a los pastores a luchar contra el recobro del Señor. No obstante, declaramos que no estamos aquí a favor de la santidad, la espiritualidad, la segunda bendición ni el ser bíblicos. En vez de ello, estamos aquí por causa de la unidad genuina sobre el terreno único de la unidad para que el Señor pueda edificarnos a todos conjuntamente.
Es menester que veamos cuáles son la unidad genuina y el terreno único de la unidad. Antes que los hijos de Israel cruzaran el río Jordán, el Señor le mostró a Moisés la buena tierra, y entonces Moisés murió conforme a la palabra de Jehová (Nm. 27:12-14; Dt. 34:1-5). Sin embargo, antes de morir, Moisés estaba profundamente preocupado por los hijos de Israel. Les dijo que ellos no tenían derecho a escoger el lugar donde debían adorar a Dios públicamente. Ellos podían adorar a Dios a solas en cualquier lugar, pero no tenían el derecho de escoger el lugar donde debían reunirse para adorar a Dios corporativamente. Dios escogería el único lugar entre las doce tribus donde Él haría habitar Su nombre y donde establecería Su morada (12:11-14, 17-18). No importa qué tan lejos de ese lugar viviera uno de los hijos de Israel, todos ellos tenían que acudir allí tres veces al año para adorar a Dios públicamente (16:16). Ellos no tenían derecho a ofrecer sus holocaustos, sus votos, sus primicias ni ninguna de las cosas que pertenecían a Dios en ningún otro lugar. Todos ellos tenían que ir al único lugar escogido por Dios donde Su nombre y Su morada serían establecidos.
Muchos lectores de la Biblia desconocen la importancia de este punto, es decir, no saben por qué Dios le mandó a Su pueblo que lo adorara públicamente solamente en el lugar que Él escogiera. Dios mandó esto para que Su pueblo fuese guardado en unidad. Si a los hijos de Israel se les hubiese dado la libertad de establecer centros de adoración donde ellos escogieran, al cabo de poco tiempo después de haber entrado en la buena tierra se habrían establecido muchos centros de adoración, y ellos se habrían dividido inmediatamente. La tribu de Dan podría haber dicho: “Nosotros estamos muy lejos al norte. No es cómodo para nosotros descender a Jerusalén para adorar. Dios es omnipresente. Si Él está con los que están en Jerusalén, ¿por qué no estaría con nosotros aquí en Dan? Erijamos un centro de adoración aquí en Dan”. Sin embargo, Dios tuvo la previsión y la sabiduría de advertirles y mandarles que no establecieran otros centros de adoración, sino que fueran al lugar que Él escogería para poner allí Su nombre y establecer Su habitación. Al hacer esto, la unidad entre ellos espontáneamente sería guardada. Con base en este mandamiento, incluso hasta el día de hoy ningún judío se atreve a edificar un templo, porque ellos saben que Dios escogió el monte Moriah como el único lugar donde Su pueblo puede edificar el templo que lleva Su nombre y que es para Su adoración (2 Cr. 3:1). Ellos pueden establecer sinagogas en cualquier lugar, pero no se atreven a edificar el templo, porque existe un solo terreno sobre el cual la casa de Dios puede ser edificada. Hoy en día ellos siguen esperando que ese terreno les sea devuelto.
El único terreno que Dios escogió en el Antiguo Testamento donde Su pueblo debía reunirse para adorarlo es un lugar físico. Nosotros necesitamos ver la interpretación espiritual, la aplicación espiritual, de este tipo. Por muchos años, fue difícil para nosotros ver esto, pero por la misericordia del Señor y después de muchas experiencias, hemos visto cuál es la Jerusalén actual.
La aplicación de este tipo en el Nuevo Testamento se nos revela en Juan 4. Un día el Señor Jesús habló con una mujer samaritana inmoral (vs. 4-26). En la conversación que tuvieron, salió a la luz que ella había tenido cinco maridos y que vivía con un hombre que no era su esposo. No hay duda de que ella era una mujer pecaminosa. Pero cuando quedó al descubierto su pecaminosidad, ella cambió el tema de la conversación de sus esposos a la adoración a Dios. Ella dijo: “Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (v. 20). El Señor le dijo: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren” (vs. 23-24). Al decir: “La hora viene, y ahora es”, Él quiso dar a entender que la era había cambiado. Eso significa que la verdadera Jerusalén hoy es “en espíritu”. Jerusalén es el lugar donde está el templo de Dios, donde está la morada de Dios. Efesios 2:22 revela que la morada de Dios hoy está en nuestro espíritu.
Todos debemos entender que hoy nuestro espíritu humano es el lugar que Dios ha escogido para que guardemos la unidad. Nuestra experiencia comprueba este hecho. Cada vez que ejercitamos nuestra mente para pensar acerca de las diferentes enseñanzas, inmediatamente nos dividimos. Cuando nos reunimos, no debemos ejercitar nuestra mente para discutir, ni para reflexionar, sobre diferentes asuntos, ni tampoco para examinarlos. Debemos olvidarnos de nuestra mente y volvernos a nuestro espíritu, donde todos somos uno. No podemos ser uno en nuestra interpretación de ningún pasaje bíblico, de ninguna doctrina ni de ninguna práctica. Sólo podemos ser uno en nuestro espíritu humano porque hoy nuestro espíritu es el lugar que Dios ha escogido para que todos le adoremos.
Cuando nos reunimos, no debemos reunirnos conforme a nuestros acuerdos doctrinales ni según ciertas prácticas. No debemos reunirnos porque todos gritamos en las reuniones, porque todos oramos-leemos ni porque todos invocamos el nombre del Señor. En vez de ello, debemos reunirnos en nuestro espíritu. Hoy nuestro espíritu es el único lugar donde podemos guardar la unidad. Debemos considerar qué clase de cristianos somos. No somos bautistas ni presbiterianos; tampoco somos cristianos que oran-leen ni cristianos que invocan; más bien, somos cristianos que están en el espíritu (Ap. 1:10). Nos reunimos en el espíritu. Debido a que estamos en el espíritu, somos uno. No me preocupa qué tan largo es el cabello o las faldas de las hermanas. Tampoco me preocupa si las hermanas se cubren la cabeza. No me importa ninguna de estas cosas. No nos reunimos en torno a la práctica de cubrirse la cabeza; nos reunimos en nuestro espíritu.
Algunos queridos hermanos nuevos entre nosotros que no están acostumbrados a que los hermanos y hermanas griten: “¡Amén! ¡Aleluya!”, quizás se pregunten: “¿Amén a qué? ¿Por qué tantos amenes?”. Hace muchos años algunas denominaciones tenían en su capilla un rincón llamado el rincón de los amenes. Esa época ha terminado. Ahora no sólo tenemos un rincón de los amenes, sino todo un salón lleno de amenes, pues todos dicen amén. Algunos de los hermanos nuevos pueden pensar que esto es una locura y prefieran estar callados. No debemos dejarnos perturbar por los que están callados. Ellos son santos muy preciosos; el que estén callados no tiene nada de malo. Todos sencillamente necesitamos venir a nuestro espíritu. Tengo plena certeza de que si estamos en el espíritu por dos semanas, los que están callados también dirán amén. Yo he visto esto. Si un hermano silencioso viene a su espíritu y permanece en su espíritu por dos semanas, vendrá a ser el que más grita: “¡Alabado sea el Señor! ¡Aleluya! ¡Yo he sido liberado de mi manera de ser callada!”. El lugar donde podemos ser uno, el cual es tipificado por Jerusalén, es nuestro espíritu. Mientras estemos en el espíritu, seremos uno en el lugar que Dios escogió como Su morada. La morada de Dios es simplemente el espíritu humano en el cual mora el Espíritu Santo (Ro. 8:16). Por lo tanto, debemos guardar la unidad del Espíritu (Ef. 4:3). La unidad es del Espíritu y es guardada en nuestro espíritu.
Tal vez usted pregunte: “¿Qué de la Biblia entonces?”. La Biblia es simplemente nuestro alimento; no simplemente la tenemos para entenderla, sino para que la comamos. Cuando acudamos a la Palabra, no debe preocuparnos obtener un entendimiento doctrinal; nuestra principal preocupación debe ser comer. Podemos comer la Palabra al orar-leer cualquier versículo. Al orar-leer la Palabra, seremos alimentados y nutridos. No necesitamos preguntar qué significa algún versículo, frase o palabra de la Biblia. No importa si sabemos o no el significado de cada palabra, la Biblia es buena para comer. El Señor Jesús dijo: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt. 4:4), y el profeta Jeremías dijo: “Fueron halladas Tus palabras, y yo las comí” (Jer. 15:16a).
Nuestra unidad no se basa en nuestro entendimiento de la Biblia, sino en nuestro espíritu. Aunque otro hermano y yo tengamos interpretaciones diferentes de un mismo versículo, puesto que ambos somos salvos y amamos al Señor, somos hermanos y debemos reunirnos en nuestro espíritu. El espíritu es el lugar donde nos reunimos; es donde el Señor ha hecho habitar Su nombre, donde está Su morada, donde podemos ser uno y donde podemos ser liberados y rescatados de todos nuestros conceptos divergentes. Si nos reunimos para discutir sobre doctrinas, pelearemos unos con otros. Sin embargo, en nuestro espíritu somos uno. Pelear nos conduce a la división, no a la unidad del Espíritu. Es en nuestro espíritu que tenemos la unidad del Espíritu. Cuando estamos en nuestro espíritu, no necesitamos tratar de guardar la unidad del Espíritu, sino que espontáneamente tenemos la unidad del Espíritu. Cuando estamos en nuestro espíritu, todos somos uno. La unidad se halla en nuestro espíritu.