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Mensajes del libro «Edificación orgánica de la iglesia como Cuerpo de Cristo para ser el organismo del Dios Triuno procesado y dispensador, La»
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CAPITULO TRES

LA EDIFICACION INTRINSECA DE LA IGLESIA PARA SU FUNCION ORGANICA

  Lectura bíblica: Ef. 4:8-16; 1 Co. 12:28; Hch. 13:1; Ro. 12:4-8; 1 Co. 12:4-11; 14:4b, 12; Ef. 1:23b

BOSQUEJO

  1. La edificación intrínseca de la iglesia:
    1. Por medio de que la Cabeza ascendida dé los
    2. dones—Ef. 4:8-11.
    3. Por medio de que los dones dados por la Cabeza —los apóstoles, profetas, evangelistas y pastores y maestros— perfeccionen a los santos—Ef. 4:11-12:
      1. En las iglesias locales—1 Co. 12:28; Hch. 13:1.
      2. Para la obra del ministerio—la edificación del Cuerpo orgánico de Cristo—Ef. 4:12.
      3. Hasta que todos los miembros de Cristo lleguen a:
        1. La unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios.
        2. Un varón perfecto.
        3. La medida de la estatura de la plenitud de Cristo —la iglesia como el Cuerpo orgánico de Cristo— Ef. 4:13.
    4. Por medio de todos los miembros perfeccionados del Cuerpo de Cristo—Ef. 4:14-16:
      1. Dejando de ser niños sacudidos por las olas y zarandeados por cualquier viento de enseñanza, en las artimañas de los hombres, en astucia, con miras a un sistema de error—v. 14.
      2. Sino que asidos a la verdad en amor, crezcamos en todo hacia aquel que es la Cabeza, Cristo— v. 15.
      3. De quien todo el Cuerpo—v. 16a.
      4. Todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la operación en la medida de cada parte, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de Sí mismo en amor—v. 16b.
  2. La función orgánica de la iglesia:
    1. En el Cuerpo orgánico de Cristo—Ro. 12:4-8.
    2. En las expresiones locales del Cuerpo orgánico de Cristo—1 Co. 12:28.
    3. Por medio del mover del Dios Triuno:
      1. En las operaciones de Dios.
      2. Mediante los ministerios del Señor.
      3. Con los dones del Espíritu en Sus manifestaciones a los miembros del Cuerpo orgánico de Cristo—1 Co. 12:4-11.
    4. Para la edificación de la iglesia como el Cuerpo orgánico de Cristo, la plenitud de aquel que todo lo llena en todo—1 Co. 14:4b, 12; Ef. 1:23b.

LA EDIFICACION INTRINSECA DE LA IGLESIA

  En el capítulo uno, vimos la esencia intrínseca de la iglesia para su existencia orgánica. En el capítulo dos vimos el crecimiento intrínseco de la iglesia para su incremento orgánico. En este capitulo, queremos ver la edificación intrínseca de la iglesia para su función orgánica.

  Un edificio físico es construido por medio de juntar y acomodar varios materiales. Sin embargo, tal edificio no tiene vida; no es orgánico. El edificio de Dios es orgánico. El mejor ejemplo de semejante edificio orgánico es una persona viviente. Una persona viviente es un verdadero edificio. Dios tomó una costilla de Adán y de esa costilla edificó una mujer (Gn. 2:21-23). Esta mujer era una edificación. Dios creó a Adán, el esposo, pero Dios no creó una esposa. Dios edificó una esposa para Adán. El hombre fue creado por Dios y la mujer fue edificada por Dios. La obra de edificación de Dios es más fina que Su obra de creación. El hombre, como ser creado por Dios, es más tosco que la mujer, quien fue edificada por Dios. Los varones son toscos y las mujeres son refinadas. La cara, las manos, la voz y las acciones de la mujer son más refinadas que las de los varones. La mujer es mucho más refinada porque ella fue edificada por Dios. Dios edificó a la mujer.

  En la vieja creación todos los hermanos son varones, pero en la nueva creación todos somos mujeres. En la nueva creación somos la novia de Cristo; somos el edificio de Dios. El Cuerpo de Cristo, la iglesia, es una novia que no fue creada, sino que fue edificada. El edificio de Dios, por supuesto, es mucho más fino que un edificio físico. La edificación de la iglesia es orgánica por el crecimiento en vida. Debido a que es orgánica, es intrínseca. Todo lo que es intrínseco, es refinado. La edificación de la iglesia está tipificada por el trabajo fino de Dios de edificar una mujer para el hombre.

  La edificación de la iglesia es realmente el crecimiento de la iglesia. Cada persona que ha llegado a su plena madurez comenzó siendo un pequeño bebé. La edificación de aquella persona a través de los años fue llevada a cabo por su crecimiento; cuando comía, crecía; este crecimiento fue su edificación orgánica. Si verdaderamente deseamos la edificación de la iglesia, debemos cuidar de nuestro crecimiento en la vida divina. Esto significa que necesitamos ser aquellos que comen y beben a Cristo. Crecemos con lo que comemos, y lo que comemos llega a ser nuestra misma constitución. Somos lo que comemos.

  Crecemos por medio de lo que comemos, y con el tiempo, lo que comemos llega a ser nosotros mismos. Necesitamos comer más de Cristo. Algunos cantoneses comen seis o siete veces al día. ¿Cuántas veces comemos a Cristo? Necesitamos aprender de los cantoneses en cuanto a comer la comida espiritual. Cuantas más veces comamos a Cristo, mejor. Cuanto más comemos a Cristo, más crecemos en Cristo, y cuanto más comemos a Cristo, más llegamos a ser Cristo. Cuando comemos a Cristo, crecemos por El. Este crecimiento es la edificación. Por lo tanto, lo que es edificado, es Cristo. Finalmente, la iglesia edificada es simplemente Cristo.

Por medio de que la Cabeza ascendida dé los dones

  La edificación intrínseca de la iglesia se realiza por medio de que la Cabeza ascendida dé los dones (Ef. 4:8-11). Efesios 4:8 dice: “Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres”. Puede ser que nosotros apreciemos la venida del Señor desde los cielos, pero también necesitamos apreciar aún más Su ascensión. En Efesios 4:8, Pablo señala que el Cristo ascendido es quien puede dar los dones.

  Cuando Pablo dijo que Cristo “subió a lo alto”, él citó el Salmo 68:18. “Alto”, en este versículo, se refiere al monte de Sion (Sal. 68:15-16) que simboliza el tercer cielo donde habita Dios (1 R. 8:30). El Salmo 68 implica que fue en el arca que Dios ascendió al monte de Sion después de que el arca hubo obtenido la victoria. El versículo 1 del Salmo 68, es una cita de Números 10:35. El versículo indica que el trasfondo del Salmo 68 es el mover de Dios en el tabernáculo con el arca como su centro. Adondequiera que el arca, un tipo de Cristo, iba, se obtenía la victoria. Finalmente, esta arca ascendió triunfalmente a la cima del monte de Sion. Esto muestra cómo Cristo ha obtenido la victoria y ha ascendido triunfalmente a los cielos.

  En Su ascensión, Cristo “llevó cautiva la cautividad”. Los santos redimidos habían sido tomados cautivos por Satanás antes de ser salvos por la muerte y resurrección de Cristo. Estábamos cautivos bajo la mano de Satanás por medio del pecado y de la muerte. Pero Cristo derrotó a Satanás, resolvió el problema del pecado y de la muerte, y nos rescató de la mano de Satanás. Luego, nos llevó a los cielos como Sus cautivos. El tomó a estos cautivos e hizo de ellos dones para los hombres.

  Uno de estos dones fue Saulo de Tarso, quien más tarde llegó a ser el apóstol Pablo. El había sido un cautivo de Satanás y un gran pecador. En 1 Timoteo 1:15 Pablo dijo que él era el peor pecador. El era un gran cautivo de Satanás bajo el pecado y la muerte, pero un día Cristo lo rescató. El iba en camino a Damasco para arrestar a aquellos que invocaban el nombre del Señor (Hch. 9:1-2, 14). Luego el Señor Jesús lo tomó y lo rescató de las manos de Satanás. Saulo era un cautivo de Satanás, pero llegó a ser un cautivo de Cristo.

  Saulo de Tarso había estado oponiéndose a Cristo y devastando a la iglesia. De repente él llegó a ser un don. Cristo lo tomó y lo hizo un don llamado Pablo. El llegó a ser un don que pudo ahondar y explicar el Antiguo Testamento, predicar el evangelio, enseñar a los santos y profetizar. ¿Cómo pudo Pablo llegar a ser tal don? El mismo nos dice en una sección parentética, en Efesios 4:9-10: “Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo”.

  Pablo fue un escritor maravilloso. El escribió esta porción describiendo la muerte y la resurrección de Cristo para efectuar Su plena redención e impartir vida a nosotros. Cristo primeramente descendió a la tierra desde el trono celestial en el tercer cielo. El hizo esto mediante el proceso de la encarnación. El vivió en la tierra por treinta y tres años y medio. Luego entró en muerte, y en muerte descendió aún más. En el segundo paso de Su descenso, El descendió a las partes más bajas de la tierra. Esto se refiere al Hades, debajo de la tierra, adonde Cristo fue después de Su muerte (Hch. 2:27). El primer paso del descenso de Cristo fue para Su encarnación. El segundo paso fue para Su redención. Su descenso fue el medio para realizar la redención plena y todo-inclusiva, la cual nos ha salvado del pecado, de la muerte, de Satanás y del lago de fuego. En el primer paso de Su ascensión, El ascendió en resurrección del Hades a la superficie de la tierra. En Su resurrección, El nos impartió vida. Su descenso efectuó la redención, y Su ascensión realizó la impartición de vida. En el segundo paso de Su ascensión, El nos llevó al Padre al tercer cielo.

  Cuando El ascendió a los cielos a la vista de Sus discípulos (Lc. 24:51; Hch. 1:9-11), ellos no entendieron completamente lo que estaba sucediendo. Ellos simplemente vieron ascender a Jesús, pero las Escrituras revelan que cuando Jesús estaba ascendiendo, El estaba ascendiendo con un tren de enemigos conquistados. La versión amplificada del Nuevo Testamento traduce “El condujo un tren de enemigos conquistados” en vez de “llevó cautiva a la cautividad”. Cuando El ascendió, El era el General que regresaba; El era quien había obtenido la victoria sobre Satanás, el pecado y la muerte. El derrotó a todos Sus enemigos, y aprehendió muchos cautivos. El llevó consigo a estos cautivos en una procesión para celebrar Su victoria.

  Ni Pedro ni Juan vieron esto cuando el Señor ascendió frente a ellos, sin embargo los ángeles si vieron un maravilloso e inmenso tren de enemigos derrotados llevados en procesión para celebrar la victoria de Cristo. Nosotros estuvimos en esa procesión; Satanás estuvo allí, y la muerte también estuvo allí. ¡Que procesión fue esa! Luego El Señor nos presentó a nosotros, los santos redimidos, Sus enemigos derrotados y conquistados, como un regalo para el Padre. Es como si El hubiera dicho: “Padre, aquí están los que Tú me has dado. Ellos eran cautivos muertos de Satanás. Ahora Yo los he capturado; Yo los he rescatado de las manos de Satanás, del pecado y de la muerte. También les he impartido Mi vida en Mi resurrección, o sea, el primer paso de Mi ascensión del Hades a la tierra. Ahora ya no son regalos muertos, sino regalos vivos. Te entrego a Ti este gran regalo corporativo”.

  Este regalo incluía a todos los santos redimidos. Incluyó a Pedro, a Pablo, a Martín Lutero, a John Nelson Darby y a Watchman Nee. Me siento honrado por estar incluido en este regalo. Todos fuimos incluidos en la ascensión de Cristo como un gran regalo viviente para el Padre. El Padre, sin duda estaba muy feliz. El pudo haber dicho: “Estoy tan feliz por Mi pueblo redimido. Estaban muertos y eran cautivos de Satanás. Pero Mi Hijo, mediante Su muerte y Su resurrección, los rescató y les impartió vida, haciéndolos vivos”.

  Todos necesitamos darnos cuenta de que ya hemos estado en los cielos. Estuvimos allí con Cristo, porque El nos llevó, como Su regalo, al Padre. No fue con las manos vacías. El fue al Padre con todos Sus redimidos, incluyéndonos a usted y a mí, como un regalo corporativo para el Padre. Después el Padre nos devolvió como dones al Hijo para Su Cuerpo (Sal. 68:18). De esta manera, mediante Su descenso y Su ascensión, Cristo nos rescató, nos vivificó y nos hizo dones con Su vida de resurrección.

  Pablo fue un don de éstos. Algunas veces me he preguntado cómo recibió Pablo revelaciones tan grandes, como por ejemplo la revelación de Efesios 4. Indudablemente, Cristo estuvo cierto tiempo especial con Pablo. Después de que Pablo fue salvo, fue a Arabia y permaneció allí un lapso de tiempo (Gá. 1:17). Nadie sabe qué hizo él allí, pero sin duda, durante ese tiempo hubo mucho contacto entre él y Cristo. Yo estoy seguro de que el Señor usó este tiempo para constituir a Pablo en un gran don para Su Cuerpo. Cuando Pablo regresó de Arabia, él pudo predicar y hablar cosas maravillosas. Esto quiere decir que él llegó a ser un gran don para la iglesia dentro de la categoría de las personas dotadas mencionadas en Efesios 4:11. Esta es la razón por la cual él pudo describir la muerte y la resurrección de Cristo de la manera tan maravillosa que se menciona en los versículos 8 al 10.

  Todos nosotros debemos aprender a predicar el evangelio en una manera tan rica, como la que se ve en Efesios 4. Tal vez hablemos de esta manera a los incrédulos con quienes tengamos contacto: “Me gustaría decirle que nuestro Salvador descendió en dos pasos. El descendió de los cielos a la tierra y luego de la tierra al Hades. En el primer paso de Su descenso El se encarnó; El se hizo hombre. En el segundo paso de Su descenso El entró en muerte e incluso fue al Hades, muriendo por nosotros para salvarnos del pecado, de la muerte y de Satanás. Como pecadores, éramos cautivos de Satanás, pero mediante la muerte de Cristo fuimos perdonados, y aun fuimos rescatados de Satanás. Después el Señor ascendió del Hades a la tierra, en resurrección. En Su resurrección, El se impartió a Sí mismo como vida en nosotros. Por medio de Su muerte El efectuó la redención, y mediante Su resurrección El se impartió como vida. Luego, fuimos vivificados. En el segundo paso de Su ascensión, nos llevó al tercer cielo como un tren de enemigos conquistados para darnos como regalo a Su Padre”. De vez en cuando, al salir a visitar a otros, podríamos predicar el evangelio de esta manera.

  Durante el tiempo del Imperio Romano, cuando un general obtenía la victoria, todos sus cautivos se convertían en una procesión en la celebración de tal victoria. Finalmente algunos de estos cautivos eran ejecutados, y a algunos se les dejaba con vida (2 Co. 2:15-16). En la procesión mencionada en Efesios aquellos que fueron ejecutados fueron Satanás y sus ángeles caídos, y aquellos que fueron vivificados fuimos nosotros, los santos redimidos. Después de que fuimos presentados al Padre como un regalo y el Padre nos devolvió al Hijo como dones, el Hijo nos dio a todos nosotros a Su Cuerpo como dones para la edificación del mismo.

  Cada santo, grande o pequeño, es un don para la iglesia. Cada miembro del Cuerpo es un don para el Cuerpo. Tal vez solamente seamos un pequeño miembro, tal como el dedo meñique, con todo y eso, somos muy necesarios. Cuando tengo comezón en mi oído, mi dedo meñique trabaja perfectamente para confortar mi oído. Nunca debemos pensar que somos demasiado pequeños para ser dones útiles para el Cuerpo. La práctica del cristianismo, donde un hombre habla y los demás escuchan, daña a los dones y mata la función de los santos. Algunos cristianos de las denominaciones ni siquiera saben cómo orar, porque su función ha sido anulada por el sistema de clero y laicado. En este sistema, únicamente los “profesionales” entrenados aprenden a funcionar, mientras que los demás son laicos. Hay un proverbio chino que dice: “Si estás enfermo, ve al doctor. Si tienes una demanda, ve al abogado. Si quieres orar, ve al pastor”. Sin embargo, según la revelación bíblica todos los creyentes deben ser miembros vivientes y activos del Cuerpo de Cristo.

  Me alegro mucho de que muchos nuevos creyentes en el recobro del Señor pueden orar por otros. No somos ni clérigos ni laicos, sino sacerdotes del Nuevo Testamento. Cristo nos ha hecho tales personas por Su descenso y Su ascensión. El, como Cabeza del Cuerpo, nos dio como dones al Cuerpo. Si alguien nos pregunta si somos dones, cada uno de nosotros debe decir: “¡Amén! ¡Aleluya! ¡Soy un don!” Eramos cautivos, pecadores y enemigos de Dios, pero mediante el descenso de Cristo, fuimos redimidos y rescatados de Satanás, del pecado y de la muerte. Por medio de Su ascensión, El se impartió a Si mismo como vida en nosotros, así que ahora vivimos. En Su ascensión El nos hizo dones para Su Cuerpo.

  Muchos de los santos pueden testificar que yo soy un don para ellos. De igual manera, muchos de los santos son dones para mí. Muchas veces necesito que los dones pequeños me conforten de la misma manera que mi dedo meñique conforta mi oído de la comezón. No deberíamos considerar a los recién bautizados como “cargas” para nosotros. Ellos son nuevos dones para el Cuerpo. Cuando salgamos como sacerdotes neotestamentarios del evangelio a visitar a la gente, debemos tener la certeza de que vamos a conseguir más dones. Estos dones no son solamente para Cristo, sino también para nosotros.

  En 1977 animé a todos nuestros jóvenes a que hicieran todo lo posible por obtener una educación superior. Un hermano joven entre nosotros tomó mi palabra y regresó a la escuela. Con el tiempo se graduó y obtuvo doctorado en lingüística y se especializó en el idioma griego. En los últimos años, él me ha proporcionado mucha ayuda para mejorar y revisar y actualizar la Versión Recobro del Nuevo Testamento. Tenía mucha carga por revisar esta versión, pero mi conocimiento del idioma griego es inadecuado para llevar a cabo esta labor. Este hermano joven, que tomó mi palabra hace doce años con respecto a regresar a la escuela, ha llegado a ser un gran don para mí. El ha sido como un brazo o un hombro para mí. Todos podemos ser tales dones. Gracias al Señor por los dones dados por la Cabeza ascendida a Su Cuerpo para la edificación intrínseca del mismo.

Por medio de que los dones dados por la Cabeza —los apóstoles, profetas, evangelistas y pastores y maestros— perfeccionen a los santos

  La edificación intrínseca de la iglesia se lleva a cabo por medio de los dones dados por la Cabeza —los apóstoles, los profetas, los evangelistas y los pastores y maestros— los cuales perfeccionan a los santos (Ef. 4:11-12). Estos son dones especiales tales como Pablo, Pedro, Martín Lutero, John Nelson Darby, y así sucesivamente. Estos dones dados por la Cabeza perfeccionan a los santos en las iglesias locales (1 Co. 12:28; Hch. 13:1). Cuando ellos llevan a cabo el perfeccionamiento en las reuniones, rocían a los miembros del Cuerpo de Cristo (1 Co. 3:6b). Si venimos a estas reuniones, recibiremos mucho riego.

  El perfeccionamiento de los santos por medio de los dones tiene por objeto la obra del ministerio, es decir, la edificación del Cuerpo orgánico de Cristo (Ef. 4:12). Este perfeccionamiento debe continuar hasta que todos los miembros de Cristo lleguen a tres cosas: a la unidad de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, y a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Ef. 4:13). La unidad de la fe no se refiere a nuestra acción de creer, sino a lo que creemos, es decir, a la fe objetiva la cual es el contenido total del Nuevo Testamento. Toda la enseñanza del Nuevo Testamento es aquello que creemos, así que la enseñanza del Nuevo Testamento es nuestra fe cristiana, es decir nuestra creencia cristiana.

  Si todavía somos infantiles, puede ser que todavía mantengamos de nuestro historial diferentes opiniones, las cuales hacen que perdamos la unidad de la fe (Ef. 4:14). Si nuestro trasfondo es la religión musulmana, tal vez sea muy difícil que nosotros dejemos la filosofía musulmana. Es posible que los chinos quieran conservar algunos conceptos de las enseñanzas de Confucio. A aquellos que tienen un trasfondo católico tal vez les sea muy difícil ser liberados de sus estatuas e imágenes de idolatría. Un hermano que recién había sido salvo fue a ayudar a su madre para que ésta recibiera a Cristo. Ella, señalando hacia la pared a lo que comúnmente llaman retrato de Jesús, replicó: “Yo he tenido a Cristo en mi pared por muchos años”. Esto no es nada más que una superstición católica. Sin embargo, si uno es infantil, quizá no sea capaz de abandonar las cosas de su trasfondo para poder guardar la unidad de la fe. Las diferentes opiniones que los cristianos retienen pueden hacer que incluso peleen entre ellos.

  A fin de llegar a la unidad de la fe, todos necesitamos crecer. Nuestras opiniones y enseñanzas diferentes, los vientos de enseñanza (Ef. 4:14), son como juguetes. Al ir creciendo, dejaremos todos los juguetes. Cuanto más jóvenes somos, más nos gustan los juguetes. Como una persona de más de ochenta años de edad, no tengo interés en ningún juguete. Los juguetes que retenemos hace que seamos contenciosos unos con otros. Necesitamos crecer para llegar a la unidad de la fe y al pleno conocimiento del Hijo de Dios. Necesitamos la comprensión apropiada de la fe neotestamentaria. También necesitamos el debido y adecuado conocimiento de Cristo. El pleno conocimiento de Cristo, el Hijo de Dios, nos salvará de los juguetes.

  También necesitamos llegar a la estatura de un varón perfecto. Tal vez sintamos que estamos lejos de este punto, pero gracias al Señor que estamos creciendo. Estamos andando por el camino para llegar a la estatura del varón perfecto. También estamos en camino a llegar a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. La plenitud de Cristo es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23). Crecemos hasta llegar a la medida de la estatura del Cuerpo orgánico de Cristo, el cual es la iglesia. El Cuerpo viviente de Cristo tiene una estatura, y esta estatura tiene una medida. Cuando crecemos, la medida se incrementa, y así estamos en camino para llegar a la estatura del Cuerpo de Cristo.

Por medio de todos los miembros perfeccionados del Cuerpo de Cristo

  A fin de que la iglesia sea intrínsecamente edificada, la Cabeza ascendida primeramente debe dar los dones. En segundo lugar, los dones dados por la Cabeza —los apóstoles, los profetas, los evangelistas y los pastores y maestros— perfeccionan a los santos. Luego, los santos perfeccionados edifican directamente el Cuerpo. Algunos han tomado la promesa del Señor en Mateo 16: “Edificaré mi iglesia”, para decir que no somos nosotros quienes edificamos la iglesia, sino Cristo. Ellos dicen que no estamos calificados para edificar la iglesia. Este concepto y enseñanza es absolutamente incorrecto.

  Mateo 16 no es el único capítulo de la Biblia. La Biblia también incluye Efesios 4. Efesios 4 revela que la Cabeza, Cristo, edifica la iglesia haciendo de los santos dones, y dando estos dones a la iglesia para la edificación del Cuerpo de Cristo. Esto muestra que la Cabeza no edifica la iglesia directamente. Es más, las personas dotadas, quienes son usadas por la Cabeza para perfeccionar a otros, tampoco edifican la iglesia directamente. Ellos perfeccionan a los santos y los santos directamente llevan a cabo la edificación. Muchos de nosotros en el recobro del Señor que hemos estado bajo el riego, o el perfeccionamiento, por algunos años, hemos sido capacitados para edificar la iglesia en nuestra localidad directamente. Los santos perfeccionados son los edificadores directos de la iglesia.

  En Efesios 4:14 Pablo expresa su deseo diciendo que los santos ya no deberían ser niños sacudidos por olas y llevados por todo viento de enseñanza. Si permanecemos como niños, no podremos tomar ninguna responsabilidad, en cambio, lo único que podremos hacer es ser una carga para otros. Seremos probados, seamos niños o no. Las pruebas vendrán en forma de tormentas. Las tormentas tienen olas y vientos. ¿Estamos siendo sacudidos por olas y llevados por vientos de enseñanza? Si estamos siendo sacudidos y zarandeados, somos niños. Si no somos sacudidos ni zarandeados, ya no somos niños.

  Los niños son llevados por todo viento de enseñanza “en las artimañas de los hombres, en astucia, con miras a un sistema de error”. Realmente, la astucia es igual a las artimañas. En griego la palabra traducida “artimañas” se refiere al engaño que hacen los jugadores de dados. Esta astucia es con miras a un sistema de error. Las artimañas y la astucia están relacionadas con el hombre, pero el sistema de error está relacionado con Satanás. Este sistema no es un sistema humano, sino un sistema satánico. Satanás ha hecho un sistema de todos los vientos de enseñanza para capturar a los niños espirituales, es decir, para distraer a los creyentes jóvenes, de la unidad práctica del Cuerpo y de la edificación del Cuerpo.

  En vez de ser niños, debemos ser aquellos que estén asidos a la verdad en amor para crecer hacia la Cabeza, Cristo, en todas las cosas (Ef. 4:15). Asirse a la verdad significa asirse a lo que es verdadero. Según el libro de Efesios, las cosas verdaderas en el universo son Cristo como la Cabeza y la iglesia como Su Cuerpo. Necesitamos asirnos a estas dos cosas en amor para que crezcamos hacia la Cabeza, Cristo, en todas las cosas. Crecer hacia Cristo en todas las cosas es edificar. El crecimiento es la edificación.

  Nosotros crecemos hacia Cristo, la Cabeza, luego algo proviene de Cristo, la Cabeza. “Hacia Cristo” tiene que ver con nuestro crecimiento y “de quien”, con nuestra función, con ser útiles. Por un lado, estamos creciendo hacia Cristo. Por otro, lo que hacemos proviene de El como la fuente para nuestra función, es decir, para que seamos útiles.

  Efesios 4:16 dice: “De quien todo el Cuerpo, bien unido y entrelazado por todas las coyunturas del rico suministro y por la operación en la medida de cada parte, causa el crecimiento del Cuerpo para la edificación de sí mismo en amor”. El Cuerpo está íntimamente unido por medio de cada coyuntura del rico suministro. Estas son las personas dotadas tales como los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros. Nuestro cuerpo físico tiene muchas coyunturas. Necesitamos muchas coyunturas en las iglesias locales. Si no crecemos hacia Cristo, El no tiene manera de hacernos una coyuntura. Para llegar a ser una coyuntura, necesitamos orar más, buscar más al Señor, leer más la Biblia, alimentarnos más de Cristo, y así sucesivamente. Todo lo que nos relaciona con Cristo y la iglesia debe ser “más”. Nuestras vigilias matutinas deben ser más. Puede ser que algunos tengan cinco minutos de vigilia matutina, pero nosotros queremos tener quince minutos de vigilia matutina. Con esta clase de ejercicio después de un lapso de tiempo, podremos llegar a ser una coyuntura del Cuerpo.

  En el Cuerpo, algunos son coyunturas, así como los apóstoles, los profetas, los evangelistas y los pastores y maestros. Otros son partes que operan según su medida. Por medio de estas dos categorías de miembros, el Cuerpo crece, y la finalidad de este crecimiento es la edificación del Cuerpo mismo en amor. Si no somos una coyuntura, entonces tenemos que ser una parte. Ninguno de nosotros puede escapar de ser una coyuntura o una parte. No debemos pensar que solamente las coyunturas son útiles. También cada parte del Cuerpo es útil. Las piernas de nuestro cuerpo físico no son coyunturas, pero son partes importantes. Necesitamos nuestras piernas para pararnos, porque ellas soportan todo nuestro peso. Ningún miembro del Cuerpo de Cristo debe menospreciarse a sí mismo. Todos debemos alabar al Señor porque somos coyunturas o partes en el Cuerpo orgánico de Cristo.

  Si usted es una coyuntura, debe suministrar al Cuerpo las riquezas de Cristo. Por medio de tener contacto con el Señor, usted llega a ser una coyuntura, y así usted tiene las riquezas de Cristo las cuales puede suministrar al Cuerpo. Si usted es una parte, debe funcionar. El Cuerpo recibe el suministro de las coyunturas y disfruta la operación en la medida de cada parte para su crecimiento. Por medio del suministro de las coyunturas y de la operación de las partes, todo el Cuerpo produce el crecimiento del Cuerpo, y el crecimiento del Cuerpo resulta en la edificación de sí mismo en amor.

LA FUNCION ORGANICA DE LA IGLESIA

En el Cuerpo orgánico de Cristo

  En el Cuerpo orgánico de Cristo, hay funciones orgánicas (Ro. 12:4-8). Puesto que estamos en este Cuerpo orgánico, debemos ser orgánicos. ¿Funcionamos todos orgánicamente en la vida de la iglesia? Es posible que en lugar de funcionar orgánicamente en la vida de la iglesia, hagamos las cosas de una manera mecánica. Debemos funcionar ya sea como coyunturas que suministran o como partes que operan. Debemos tener algo que suministrar a otros o debemos operar conforme a nuestra medida. Debemos funcionar orgánicamente para la edificación del Cuerpo orgánico. Cuando todo el Cuerpo opera, el Cuerpo produce el crecimiento de sí mismo, y esto resulta en su propia edificación en amor.

En las expresiones locales del Cuerpo orgánico de Cristo por medio del mover del Dios Triuno

  La función orgánica de la iglesia está en las expresiones locales del Cuerpo orgánico de Cristo (1 Co. 12:28), y por el mover del Dios Triuno en las operaciones de Dios, mediante los ministerios del Señor, y con los dones del Espíritu en Sus manifestaciones a los miembros del Cuerpo orgánico de Cristo (1 Co. 12:4-11). Mientras funcionamos, ya sea como coyunturas que suministran o como partes que operan, el Dios Triuno, quien está dentro de nosotros, se mueve juntamente con nosotros. En 1 Corintios 12:4-6 se menciona al Dios Triuno. Existen las operaciones de Dios el Padre, los ministerios de Dios el Hijo, y los dones de Dios el Espíritu. Los dones del Espíritu son para llevar a cabo los ministerios del Señor, y los ministerios del Señor son para realizar las operaciones de Dios el Padre. El Dios Triuno no se mueve si nosotros no nos movemos, El nos espera. Cuando nosotros nos movemos, El se mueve. Cuando hablamos, El habla. Si no hablamos en una reunión, Dios no puede hablar. El Espíritu ejerce Sus dones, el Señor lleva a cabo Sus ministerios, y Dios opera mientras nosotros funcionamos. La función orgánica de la iglesia por medio del mover del Dios Triuno tiene como propósito la edificación de la iglesia como el Cuerpo orgánico de Cristo, la plenitud de Aquel que es todo-inclusivo, Aquel que todo lo llena en todo.

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