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Mensajes del libro «Ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, El»
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EL EJERCICIO Y LA PRACTICA DE LA MANERA ORDENADA POR DIOS

MENSAJE CUATRO

PUNTOS PARA EL CUMPLIMIENTO DEL SACERDOCIO DEL EVANGELIO

  Lectura bíblica: Mt. 28:19; Jn. 15:16; 1 Co. 15:58; 2 Ti. 4:2

VENIR AL SEÑOR E IR A SALVAR PECADORES

  En nuestro himnario hay un precioso himno que dice:

  “Me iré y...¿las manos vacías?” ¿Me iré a encontrar así a mi Salvador? Ni una sola alma con que saludarle, ¿Me iré acaso con las manos vacías? (Hymns, #930)

  La historia detrás de la escritura de este himno lo toca a uno bastante. Hace varios años, cierto santo estaba a punto de morir, y estaba lleno de remordimiento por no haber traído a nadie al Señor. Un siervo del Señor le dijo a este santo que escribiría un himno que sirviera de ayuda a otros en los años por venir para que se levantaran y aprovecharan el tiempo que tuvieran mientras vivieran, para salvar a los pecadores. El asunto de salvar a los pecadores es algo que todos nosotros debemos considerar. Si fuéramos a encontrarnos con el Señor este mismo día, ¿cuál sería nuestra condición en cuanto a este asunto?

  Durante los últimos cuatro años y medio el Señor me ha guiado a presentar este asunto de predicar el evangelio. No tenía la intención de producir una doctrina o un concepto. Mi carga, que creo proviene del Señor, consiste en que me di cuenta de que hoy en día la mayoría de los cristianos, incluyéndonos, no tienen la carga real y sincera por salvar a los pecadores. Tal vez algunos tengan el deseo, pero no tienen la manera apropiada de ejecutar su carga. Por consiguiente, el resultado ha sido pobre.

  Empecé a estudiar la Palabra para ver la manera que Dios había ordenado para la predicación del evangelio. Como resultado de tal estudio ya hemos visto que la manera que Dios ha ordenado consiste en que los creyentes vayan a la gente. En el Nuevo Testamento la palabra “id” es una gran palabra. Otra gran palabra es “venid”. Di uno o dos mensajes cruciales acerca de estas dos palabras mientras estaba en Shangai, hace más de cuarenta años. Dije que en el Nuevo Testamento hay dos palabras que son cruciales. El Señor dice: “Venid a mí” (Mt. 11:28; Jn. 6:37; 7:37). Después, luego de venir al Señor, El nos dice “id” (Mt. 28:19). El desea que vengamos a El y que luego vayamos a otros. Después de la palabra “venid” está la palabra “id”.

  En realidad, la predicación de la buena nueva es la propagación misma de Cristo en Su persona y en Su maravillosa obra de redención. En tanto que lo prediquemos a El, mediante el poder del Espíritu Santo, no debe haber oposición contra tal propagación ni crítica de la misma. Si no hubiera habido oposición en estos últimos tres años, hoy en día muchos miles de pecadores habrían sido traídos al Señor, y habría habido un gran avivamiento entre nosotros. En lugar de eso, este asunto de visitar a los pecadores para predicarles el evangelio ha venido a ser, para los opositores, una cuestión sobre la cual debatir. ¡Qué vergüenza!

  En el Nuevo Testamento, el asunto primordial es venir al Señor y venir a El continuamente. Necesitamos venir a El. Luego, después de venir a El para tocarle, ¡El nos dirá que vayamos! Cuanto más venimos a El, más nos moverá El a ir. Tal vez suceda que El nos mueva a ir a otro país o a nuestros padres. Mi experiencia ha sido que cada vez que vengo al Señor, siempre me manda a ir.

  El nos manda que vayamos con El mismo. Tenemos que ir con Cristo a nuestros familiares y a toda persona. El reino de Dios se extiende al nosotros ir y al nosotros predicar. Este es el principio neotestamentario ordenado por Dios, pero si no estamos dispuestos a ir, Su principio no puede llevarse a cabo.

  El nunca le ha mandado que Sus ángeles hagan esto porque la predicación del evangelio está plenamente basada en el principio de encarnación. Dios vive con el hombre, y el hombre obra con Dios. Sin la mezcla de Dios con el hombre, sin la encarnación de la persona divina en la persona humana, Dios no puede realizar Su propósito. En Hechos 10 un ángel fue a la casa de Cornelio y le dijo que enviara hombres a Jope para traer a Pedro (Hch. 10:3-6). Esto se hizo con el fin de que Pedro pudiera venir a Cornelio para predicarle el evangelio. Como una persona joven, al leer esta porción, me preguntaba: “¿Por qué el ángel no le predicó a Cornelio?” Más tarde, vi el principio de que nosotros somos salvos por medio de hombres, no de ángeles. Como hombres, debemos no sólo ir a predicar el evangelio, sino también orar por aquellos a quienes les vamos a predicar. Si nosotros no salimos, ni predicamos, ni oramos, los hombres no pueden ser salvos.

  No necesitamos orar para ver si es la voluntad del Señor que prediquemos el evangelio. Si estamos considerando casarnos, entonces sí debemos orar mucho. Sin embargo, tocante a la predicación del evangelio, el Señor simplemente nos dice que vayamos y que hagamos discípulos a todas las naciones (Mt. 28:19). Pablo dijo que debemos predicar el evangelio “a tiempo y fuera de tiempo” (2 Ti. 4:2). Esto quiere decir que nosotros debemos predicar el evangelio sea que la oportunidad sea conveniente o inconveniente, y sea que seamos recibidos o rechazados. Si el tiempo es oportuno o si es inoportuno, tenemos que predicar la palabra. El Señor dijo: “Vé por los caminos y por los vallados y fuérzalos a entrar” (Lc. 14:23). Debemos salir para traer gente para el Señor.

  Una vez que salgamos para predicar el evangelio, seremos avivados, y veremos que la iglesia en nuestra localidad será avivada. Es el diablo el que se opone a la predicación del evangelio. Si él logra impedir por otros cinco años que prediquemos las buenas nuevas, el resultado será muerte. Tal es su meta. En estos últimos años los santos en Taipei se han convencido de que necesitan predicar el evangelio. Todos ellos tienen el mismo sentir de ir a predicar el evangelio. A causa de esto, los tres mil que asistían a la mesa del Señor hace cinco años son ahora cinco mil.

PUNTOS PARA EL CUMPLIMIENTO DEL SACERDOCIO DEL EVANGELIO

No es necesario esperar a otros

  Tengo la carga de que todos seamos movidos a ir y a predicar el evangelio, pero a fin de que prediquemos el evangelio en una forma efectiva, necesitamos adiestrarnos en ciertos puntos prácticos para el cumplimiento del sacerdocio del evangelio. Quizá algunos digan que ellos no saben cómo predicar el evangelio. Si éste es el sentir que tenemos, debemos salir de todos modos a predicar el evangelio. ¡No debemos esperar! Tal vez muchos de nosotros estemos animados con esto. Si hemos visto la necesidad que tenemos de predicar el evangelio y tenemos la carga, debemos orar y tener comunión con algunos a nuestro alrededor. Quizá ellos tengan la misma carga. Entonces podemos ir. No hay nada malo en que vayamos. No tenemos que esperar que los ancianos hagan algo. Es más, los ancianos no tienen que esperar que alguien más haga algo. Todo aquel que tenga la carga debe simplemente ir a predicar el evangelio.

  Un hermano dio un testimonio en cuanto a cómo laboraba su abuelo visitando a la gente por causa de Cristo. Su abuelo trabajaba en una panadería en Alemania. El empezaba a trabajar a las cuatro de la mañana, y trabajaba más de diez horas al día. Al regresar a casa, se bañaba y se arreglaba, tomaba su Biblia y se iba a visitar a la gente. Hacía esto casi todos los días. Iba a los incrédulos y a los creyentes. Tal era su costumbre. Por medio de salir a visitar gente, él ayudaba a un gran número de santos cada año. Yo pienso que sin duda, algunas personas fueron salvas por medio del contacto que él tuvo con ellos.

  Si usted puede ganar una persona cada año, ¡eso sería maravilloso! En la predicación del evangelio, tenemos que ser como los agricultores. Todos los agricultores saben cómo confiar en Dios. Ellos tienen que trabajar paciente y persistentemente, pero no importa qué tanto trabajen, sin la bendición de Dios, una sola tormenta puede destruir toda su labor. Tenemos que salir a visitar a la gente como si furéamos agricultores. Debemos laborar con paciencia y poner toda nuestra confianza en Dios.

  No necesitamos esperar a nadie. Debemos simplemente ir. Puede que algunos santos digan: “Predicar el evangelio es bueno, pero no creo que yo deba ir”. Tal vez no lo digan públicamente, pero en lo profundo de su ser tienen ese sentimiento. De ahí que no debemos esperar a otros. Si decidimos esperar a otros, el cielo y la tierra podrían pasar sin que ellos tomaran la carga de predicar el evangelio. No debemos esperar; más bien, deberíamos unirnos con dos o tres hermanos a nuestro alrededor. Sería bueno tomar a uno joven y a uno viejo para que vayan con nosotros.

  ¿A dónde iremos? ¡Podemos ir a cualquier parte! Podemos ir a visitar a la gente por medio de tocar a sus puertas. Esto de “tocar a las puertas” es salir nosotros por fe. Si ganamos a uno en un período de un año, estaría muy bien. En toda la historia es difícil hallar una iglesia que haya crecido a un ritmo del treinta por ciento anual. Pero si cada uno de nosotros ganáramos uno cada tres años, la iglesia en que estemos tendría un aumento del treinta y tres por ciento anual. Si seguimos yendo a las puertas de la gente por tres años, creo que ganaríamos por lo menos una persona. En vez de razonarlo, deberíamos simplemente ir a predicar el evangelio.

  Sería bueno que le diéramos al Señor dos tardes o dos noches a la semana. Es perfectamente posible hacer eso, especialmente en este país. Muchos de nosotros no tenemos que trabajar el sábado ni el día del Señor. Podemos ofrecer parte de estos dos días al Señor. Además, los otros días de la semana tal vez trabajamos ocho horas diarias, lo cual nos deja tiempo libre en las noches. Si le damos al Señor dos noches de la semana dedicándolas a visitar gente, tendremos todavía cinco noches para otros asuntos. Debemos salir cada semana con regularidad y consistencia. Esta salida nuestra no es para nuestro placer sino para el de El. Puede que sea un sufrimiento para nosotros, pero será un placer para El. Si estamos desesperados por vivir de esta manera, traeremos a algunas personas al Señor. Quizá no ganemos a nadie la primera semana, pero en las siguientes al menos uno será traído al Señor.

  No tenemos que tratar de ganar muchos. Lo mejor es no tratar de bautizar a más personas de las que podemos cuidar adecuadamente. Todos conocemos el principio que Dios puso en la naturaleza. Se requiere nueve meses para engendrar un niño. Una madre sólo puede tener un parto en un año. Por lo tanto, debemos brindar el mejor cuidado a aquel que hemos bautizado. Esto es más provechoso que tener una gran cantidad de bautismos, si no tenemos la manera apropiada de cuidarlos.

  En un cierto período de tiempo, quizá dos o tres semanas, o aun dos meses, veremos dos o tres bautizados. Entonces debemos dedicarles tiempo, cuidándolos como a nuestros niños. Debemos darles de comer, nutrirlos y cuidarlos con ternura. Cuidarlos con ternura los hará felices. Tal vez necesitemos cuidarlos por uno o dos años. Entonces ellos crecerán. Produciremos fruto, y nuestro fruto permanecerá. Llevar fruto que permanezca es una labor a largo plazo. No depende del azar, sino de la diligencia, la paciencia, la persistencia, la fe, la oración y el esfuerzo. Si amamos al Señor y deseamos vivir para Su reino, iremos con persistencia y regularidad a predicar el evangelio y a cuidar de los nuevos que ganemos.

  Desde el mismo comienzo del recobro del Señor en la China continental, el hermano Nee predicaba el evangelio mucho. El era un estudiante en una pequeña universidad que tenía unos quinientos estudiantes. Después de que él empezó a ver el recobro, la primera cosa que hizo fue predicar el evangelio. El le predicaba a todo el mundo, y su predicación llegó a todos los estudiantes. Luego después de que yo vine al recobro nosotros solíamos ir por las noches a las calles a predicar. Mucha gente fue traída. Al comienzo del recobro, la predicación era muy elevada y muy prevaleciente.

  Cuando fuimos a Taipei, imprimimos suficientes folletos para cada ciudadano en Taipei. Después imprimimos carteles evangelísticos con grandes caracteres y los fijamos en la estación del tren, en las paradas de los autobuses, en las esquinas, en fin, en todos los sitios clave. Los carteles tenían frases como “Dios ama al mundo” y “Cree en Cristo”. Formábamos equipos evangelísticos. Cada día del Señor por la tarde, íbamos a un parque en Taipei que tenía un área con unos tres mil asientos. Cada día del Señor por la tarde llenábamos ese lugar y recopilábamos más de cuatrocientos nombres. El siguiente día, el lunes, por la noche los santos nos reuníamos y clasificábamos la información de dichos nombres según la dirección. Luego, distribuíamos esos nombres entre los santos para que éstos pudieran cuidar de ellos. Centenares de personas fueron salvas en este esfuerzo, y muchos de ellos hoy en día son ancianos de las iglesias. Algunos de ellos en la actualidad hasta tienen nietos en la vida de la iglesia. En los últimos años hemos estado demasiado callados. En aquellos días en la vida de la iglesia, sacudimos toda la ciudad con el evangelio. Con el tiempo, todos en Taipei sabían que había un grupo predicando el evangelio.

Yendo por equipos

  Cuando salimos a predicar el evangelio, debemos ir en equipos de tres. Después de muchos años de experiencia y de estudio de la Biblia, hemos encontrado que ésta es la manera más económica y efectiva de predicar el evangelio. Primero necesitamos ser estimulados y luego tomar un par de santos para formar un equipo a fin de salir a visitar a la gente.

  No es necesario esperar que los ancianos anuncien una reunión de oración para orar por esto o que preparen un formato con nombres y reglamentos para los equipos. Debemos olvidar todo esto y simplemente ¡ir! Entonces tal vez los ancianos y los demás nos seguirán y predicarán el evangelio. No debemos tratar de “unificar” la iglesia en la práctica de la predicación del evangelio. Desde 1949 hasta 1955 en la iglesia en Taipei la atmósfera evangelística fue bastante elevada, sin embargo la iglesia completa no estaba “unificada” en la práctica de predicar el evangelio.

  Al salir como equipo, es mejor que haya tanto hermanos como hermanas. Es mejor que haya como mínimo un hermano para que bautice a los que crean, y es mejor tener por lo menos una hermana para que si una mujer es bautizada, la hermana pueda cuidar de ella. Un equipo de tres, dos hermanos y una hermana, un hermano y dos hermanas, sería excelente. Nuestros experimentos y pruebas en Taipei han mostrado que esto producirá resultados. Necesitamos ir en la manera en que hemos sido entrenados. Yo puedo ir a tocar el piano por dos años, sin embargo, si no recibo entrenamiento, pasará el tiempo y todavía no sabré tocar el piano bien. A fin de predicar el evangelio con eficacia, debemos orar y laborar para aprender el secreto de predicar el evangelio.

Nuestra preparación

  Con el fin de prepararnos para predicar el evangelio, primero tenemos que consagrarnos, o entregarnos, al Señor. Debemos decirle al Señor: “Señor, Tú me salvaste. Te pertenezco. Tú me redimiste. Tú me adquiriste. Tú me compraste. Soy propiedad Tuya. Soy un activo Tuyo. Te pertenezco, así que te doy todos Tus derechos. Aquí estoy”. Después debemos orar y prepararnos en el uso de algún material para predicar el evangelio a alguien. Sería bueno que usáramos versículos bíblicos, pero en todo caso necesitamos recibir entrenamiento para poder hablarle a alguien. Es posible que prefiramos usar El misterio de la vida humana. Usar este folleto no es cosa sencilla. Tenemos que compenetrarnos con dicho folleto hasta que podamos casi recitar cada párrafo y cada sección. Podemos practicar en casa con los miembros de nuestra familia. Treinta y ocho mil personas han sido conducidas al Señor por medio del uso de El misterio de la vida humana. Debemos darnos a ser entrenados. Si nos humillamos, podemos ser entrenados.

  Incluso, tenemos que aprender a tocar puertas. Esto significa que nuestro toque debe sonar “dulce”. Cuando las personas que están en la casa abren la puerta, la primera frase que salga de nuestra boca debe hacer que ellos abran la puerta de par en par, y la segunda frase debe abrir el corazón de ellos. La actitud nuestra o el tono de voz que expresemos puede hacer que ellos cierren la puerta. Podemos practicar el tocar puertas en casa. El esposo puede tocar a la puerta, y luego dejar que la esposa critique lo que él hace. No es demasiado practicar esto así. Cuando una jovencita está aprendiendo a tocar el piano, se sienta horas enteras al piano. Ella es constantemente corregida por su instructor. Este está siempre indicándole como poner los dedos, como sentarse al piano, etc. De otro modo, ella no puede aprender a tocar el piano correctamente.

  De la misma manera, nosotros debemos darnos para ser entrenados en cómo hablar con la gente y en cómo traer a la gente al Señor. Debemos aprender cuándo traerlos al Señor y qué palabras decirles. Debemos ejercitarnos y practicar. Tenemos incluso que aprender a recibir instrucción particular de nuestros compañeros. Esto significa que tenemos que aprender a ser corregidos. A medida que practiquemos semana tras semana, mejoraremos. Debemos considerar si la gente será atraída o no por la manera en que les hablamos. Debemos estudiar y ser pacientes, siempre aprendiendo y siempre intentando. Jamás debemos estar decepcionados o desanimados. Más bien, debemos siempre esforzarnos por estar animados.

Tratar de concretar una cita antes de visitar a otros

  Es muy útil hacer todo lo posible por concretar una cita con aquellos a quienes usted va a visitar, por intermedio de otros que los conozcan. Usted puede hacer una cita por intermedio de los familiares, los compañeros de estudio o los colegas de usted. Después de predicar el evangelio a su colega, usted puede pedirle que lo ponga en contacto con los familiares o vecinos de él. Entonces usted puede llamar por teléfono a esta persona antes de ir a visitarla, de modo que pueda conocerla por teléfono. Tenemos que aprender a adoptar muchos modos de ir a la gente para lograr que sean salvos. Esto es exactamente igual que negociar.

Evitar ofender a otros

  La iglesia en nuestra localidad puede no estar entusiasmada por predicar el evangelio, pero tal vez nosotros sí lo estemos. Nosotros los que estemos animados a predicar el evangelio debemos cuidarnos de tener una actitud que ofenda a aquellos que todavía no estén entusiasmados. En la iglesia, tenemos que ser muy generales en nuestra actitud, pero debemos ser muy fieles en nuestra labor. Ni debemos estar en contra de tocar puertas ni estar demasiado a favor. Siempre debemos ser generales en nuestra actitud. No hay ninguna necesidad de vanagloriarnos, más bien, debemos siempre ejercitarnos en no ofender a otros. Todo lo que hagamos, debe ser hecho en una manera sabia y apropiada.

Traer nuevos a las reuniones de la iglesia

  Debemos traer a los nuevos a las reuniones de la iglesia inmediatamente. Al principio en Taipei, fuimos muy cautelosos en cuanto a traer a los nuevos a las reuniones de la iglesia, debido a que éstas se habían envejecido. Esta era una preocupación válida, pero también en cierto modo, una pérdida. Si usted bautiza a alguien y durante unas pocas semanas solamente va a la casa de él, se hace más difícil luego, traerlo a una reunión de la iglesia. Esto puede crear en él un hábito de amar y preferir tener reuniones de hogar. Si usted sale hoy y alguno es bautizado, usted debe decirle, a modo de sugerencia, que al día siguiente usted lo va a llevar a una reunión de la iglesia. Usted debe hacer todo lo posible para ayudarle a llegar a la reunión de la iglesia. La mejor manera es llevarlo personalmente. Este es el cuidado adecuado de un recién bautizado.

Invitar a los incrédulos a las reuniones de la iglesia

  También es bueno invitar a los inconversos a las reuniones de la iglesia. Podemos comunicarles cuándo habrá reuniones de la iglesia en nuestra localidad. Podemos ofrecernos a llevarlos y a asistir a la reunión con ellos. Es bueno dejarles algunos folletos u otra literatura que contenga la dirección del lugar de reunión de la iglesia. Luego, cierto día, el Espíritu Santo obrará en ellos poniendo la carga en ellos de ir a la reunión de la iglesia.

  Pablo dijo que nuestra labor en el Señor no es en vano (1 Co. 15:58). Si laboramos para el Señor en muchas maneras, algunos resultados se verán. Puede usted visitar a alguien esta semana, y tal vez parezca que nada ha sucedido. Después quizá otro equipo evangelístico lo visite y él sea bautizado. Algo así aconteció en Taipei. Un hombre fue finalmente convencido por el quinto equipo que lo visitó. El se bautizó, plenamente convencido de que un sexto equipo vendría si él lo hubiera seguido posponiendo. El fue convencido por la persistencia de los santos. El los rechazó cuatro veces, pero recibió al Señor cuando el quinto equipo vino a visitarlo. Este es un buen ejemplo en cuanto a nuestra necesidad de ir y seguir yendo. Tenemos que ir hasta que los inconversos sean convencidos y sojuzgados. No sólo debemos ir a ellos, sino también invitarlos a venir a las reuniones. Debemos invitar a todo el mundo. Debemos seguir yendo hasta que sean convencidos y sometidos. Tarde o temprano recibirán al Señor y serán bautizados. Debemos estar muy ejercitados para ver esto realizado.

Tener reuniones de hogar con los que sean bautizados, inmediatamente después de su bautismo.

  Después de traer a alguien al Señor y de bautizarle en el Dios Triuno, debemos empezar a tener reuniones de hogar con él inmediatamente. No debemos demorarnos en tener las reuniones de hogar.

Dar testimonio de los casos positivos en las reuniones de la iglesia, sin contar largas historias

  Después de traer algunos al Señor, es bueno que testifiquemos de los casos positivos en las reuniones de la iglesia a fin de animar a otros. Tales testimonios en las reuniones de la iglesia convencerán a los otros. No obstante, estos testimonios no deben ser muy largos, o se volverán aburridos. Si hablamos sólo uno o dos minutos, otros también tendrán tiempo de testificar, y un mayor número de santos será convencido por muchos testimonios.

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