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Mensajes del libro «Ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, El»
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EL EJERCICIO Y LA PRACTICA DE LA MANERA ORDENADA POR DIOS

MENSAJE CINCO

COMO TENER EXITO EN EL CONTACTO CON LOS PECADORES

  Lectura bíblica: Jn. 15:16; Ro. 15:16

  En el Nuevo Testamento el primer llamado que el Señor nos hace es: “Venid” (Jn. 1:39; Mt. 4:19). Después de que comenzamos a seguir al Señor, el primer encargo que El nos hace es: “Id” (Jn. 15:16; Mt. 28:19). El Señor nos manda que vayamos y llevemos fruto. Para poder llevar a cabo esto es necesario que tengamos contacto con los pecadores. No obstante, según mi observación, muy pocos cristianos tienen éxito al tener contacto con los pecadores. En este mensaje vamos a tener comunión en cuanto a la manera de tener éxito en el contacto con los pecadores.

ENTENDER NUESTRA SOLEMNE RESPONSABILIDAD DE IR Y LLEVAR FRUTO

  Para llevar fruto debemos primero tener en claro que si hemos sido salvos por el Señor, también hemos sido comisionados por El. En la Biblia esto es un asunto serio. Nuestro Señor es también nuestro Amo. Un día el Amo vendrá y establecerá un tribunal, y nos llamará a venir a El para ser juzgados (Ro. 14:10; 2 Co. 5:10). En Mateo 25:14-30, nosotros somos Sus esclavos, y El es el Amo. El ha dado a cada uno de nosotros ciertos talentos como capital con el cual negociar para El, y El requiere que produzcamos ganancia. El siervo negligente vino a su señor y le dijo: “Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo” (vs. 24-25). El no perdió nada de lo que le pertenecía a su señor, y aún así, fue reprendido. Su señor le dijo: “Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses” (vs. 26-27).

  Esta parábola en Mateo 25 se aplica a cada uno de nosotros. Nosotros fuimos redimidos; fuimos “comprados por precio”. En consecuencia, somos Sus esclavos y El es nuestro Amo (1 Co. 7:22-23). La primera cosa que el Amo quiere que nosotros, Sus esclavos, hagamos es que invirtamos el talento o capital que El nos ha dado, es decir, que negociemos para El. La ganancia de hacer negocios para el Señor es el fruto. Nosotros no sólo somos esclavos, también somos pámpanos, ministros y sacerdotes. Como esclavos, tenemos que usar lo que el Señor nos ha dado para negociar para El; como pámpanos de la vid, tenemos que llevar fruto; como ministros de Cristo, tenemos que ministrar a Cristo impartiéndolo en otros; y como sacerdotes neotestamentarios del evangelio de Dios, tenemos que ocuparnos diariamente del evangelio. Todos debemos darnos cuenta de nuestra solemne responsabilidad delante del Señor de ser fieles en cada uno de estos aspectos.

  A la gente mundana hoy en día le parece que el Señor está en silencio. Ellos han oído de Cristo; han oído de Jesús; pero eso les trae sin cuidado. Dicen: ¿Dónde está Cristo? ¿Dónde está Jesús? Ustedes predican y hablan de El. Pero, ¿dónde está El?” Quizá los incrédulos hablen en estos términos, y es posible que muchos creyentes tengan sentimientos similares. Interiormente, ellos quizá digan: “Cristo dijo que El vendría pronto, pero ya han pasado casi dos mil años y todavía no está aquí.” Debido a semejante pensamiento, la mayoría de los cristianos hoy día llevan vidas mediocres. Al hacer esto, desobedecen o desatienden el mandato del Señor de salir a salvar a los pecadores.

  A muchos cristianos les encanta Juan 15 porque este capítulo enseña cómo permanecer en la vid, cómo disfrutar las riquezas de Cristo. Sin embargo, en el versículo 16 el Señor dice: “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca”. El Señor no nos escogió sin un propósito. Nos escogió con el propósito de designarnos. El nos ha puesto para tres cosas: primero, debemos ir; segundo, debemos llevar fruto; y tercero, nuestro fruto debe permanecer. En este asunto no tenemos opción; el Señor requiere que aceptemos la designación.

  No importa cuánto hayamos hablado de esto, hay algunos que piensan: “¡Eso está muy bien! No hay nada malo en predicar el evangelio. Si el Señor ha puesto en ese hermano la carga, ese hermano debe ir. Pero yo no tengo la carga de ir. Con seguridad si el Señor quisiera que yo fuera, El me pondría la carga”. Tal vez no digamos eso, pero es posiblemente lo que hay en nuestro corazón. Un día cuando estemos frente al tribunal de Cristo, tendremos que dar cuenta de lo que hayamos hecho. Si no hemos sido fieles, tendremos que decirle al Señor por qué no llevamos fruto, y el Señor nos reprenderá. Posiblemente nos recuerde este mensaje acerca de Juan 15:16 y nos pregunte por qué no tomamos la comisión de llevar fruto.

  Puede ser que algunos digan que están muy ocupados y que no tienen tiempo. Esto no es cierto. Si nuestra casa se estuviera quemando, nosotros no diríamos: “Estoy muy ocupado. No tengo tiempo de ocuparme del incendio”. Tenemos tiempo para lo que a nuestro juicio es más importante. Sin embargo, por encima del hecho de que tengamos tiempo o no, sea a tiempo o fuera de tiempo, no tenemos opción. No nos toca a nosotros decidir. El es el Señor, y nos ha ordenado, y aún lo sigue haciendo, que vayamos y llevemos fruto. El no nos pasará ésta. Esto es muy serio. Si no llevamos fruto, seremos cortados del disfrute de las riquezas de la vid (Jn. 15:2a, 6).

SER SOBRIOS Y ESTAR DESESPERADOS POR IR Y LLEVAR FRUTO

  Si vemos que hemos sido comisionados por el Señor, tendremos un corazón para tener un contacto exitoso con los pecadores. Debemos ser sobrios, personas con empeño. Todos tenemos que trabajar en algo para poder sobrevivir. Las hermanas, como esposas y madres, tienen que ocuparse de sus familias. Pero si ellas ven que han sido comisionadas por el Señor, sus corazones no estarán completamente ocupados con sus familias. Aunque se ocupen de sus responsabilidades apropiadamente, su deseo profundo debe ser ir a visitar a la gente llevándole el evangelio, tener contacto con los pecadores para ganarlos.

  El Señor está hambriento de pecadores. En Juan 4 El dijo a Sus discípulos: “Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis” (v. 32). La comida del Señor es ganar a los pecadores. Cuando El ganó a esa mujer inmoral, ella fue Su comida. Aquello satisfizo Su hambre. Tenemos que entender que el Señor tiene hambre y espera ser satisfecho.

  La carencia de predicación del evangelio hoy día en el cristianismo es una vergüenza. A los cristianos les gusta hablar de muchas cosas bíblicas pero no de llevar fruto. En Juan 15 el objetivo de permanecer no es meramente permanecer. Permanecer tiene como fin llevar fruto. El Señor Jesús dijo: “Todo pámpano que en mí no lleve fruto, lo quitará” (v. 2). Ser quitado es ser cortado de la vid. Muchos cristianos ya han sido cortados; no tienen el disfrute de las riquezas de Cristo. Tal vez algunos digan: “Yo no he traído ni una sola persona al Señor durante seis años, no obstante, disfruto mucho al Señor”. Tal aseveración se basa en sus sentimientos no en los hechos. El hecho es que ellos no han llevado fruto. El llevar fruto es la verdadera evidencia de que disfrutamos genuinamente al Señor. Su Palabra nos dice claramente que si no llevamos fruto, seremos cortados.

  Tenemos que entender que hemos sido comisionados por nuestro Señor, y además tenemos que ser sobrios y estar desesperados por llevar fruto, y por mantener nuestro fruto. Esto depende de que el Señor en Juan 15:16 nos ha designado. Esta designación indica que El ha preparado un medio ambiente para que nuestras necesidades sean satisfechas a fin de que llevemos fruto que permanezca. El Señor ha preparado y ordenado todas nuestras circunstancias para que podamos cumplir aquello para lo que fuimos designados. El versículo 16 es como si una madre estuviera diciéndoles a sus hijos: “He cocinado para que ustedes coman”. Si ellos no comen, pierden la oportunidad. El Señor ha designado; El ha hecho todos los arreglos. Especialmente a quienes vivimos en los Estados Unidos, ¡qué designación tan buena hemos recibido! No hemos sido puestos para vivir solos en una montaña. Hay gente por todas partes. Más aún, El nos ha dado a muchos de nosotros trabajos de sólo ocho horas diarias y de sólo cinco días a la semana. Cada noche tenemos tres o cuatro horas y cada fin de semana tenemos dos días. Todo esto corresponde con lo que el Señor ha preparado y con Su designación. Además, el Señor nos ha dado muchos familiares. Hay un medio ambiente y unas circunstancias que son perfectos para que ganemos a las personas. Cuando estemos frente al Señor no tendremos excusa pues, por Su designación, El ha preparado el medio ambiente y todas las circunstancias necesarias para que llevemos fruto. El único problema es que nosotros no vamos. Tenemos que considerar esto con mucha seriedad. No es cuestión de meramente cumplir nuestra tarea; es un asunto de vida o muerte. Debemos ser sobrios, poner empeño, y estar desesperados por ir a traer a la gente al Señor.

ORAR POR LA SALVACION DE LOS PECADORES

  A fin de tener éxito en nuestro contacto con los pecadores, debemos ser aquellos que oran en todo tiempo (1 Ts. 5:17; Lc. 18:1). Mientras trabajamos debemos estar orando por uno o dos de aquellos con quienes trabajamos. Debemos orar: “Señor, acuérdate de éstos por quienes tengo carga. Tú deseas que todos los hombres sean salvos. Acuérdate de ellos y visítalos con Tu salvación”. Debemos ser personas que oran día y noche sin cesar. El deseo de Dios de que el hombre sea salvo requiere nuestra oración para poderse efectuar (1 Ti. 2:1, 4).

APRENDER A HABLAR CRISTO, A HABLAR POR EL ESPIRITU Y A HABLAR SEGUN LA DIRECCION DEL ESPIRITU

  Al tener contacto con los pecadores, tenemos que aprender a hablar Cristo. Esto no es fácil. Es fácil hablar en cuanto a cosas comunes, pero se requiere mucho ejercicio para hablar Cristo. No sólo tenemos que hablar Cristo en una forma general, sino que también tenemos que aprender a hablar Cristo en una manera particular. El enemigo es muy sutil. En cualquier ocasión que compartamos el evangelio con un pecador, tarde o temprano el pecador tratará de impedir que hablemos. Cuando hablemos Cristo, nuestras bocas nunca deben ser tapadas por los incrédulos. No es posible aprender esto fácilmente, y requiere mucha práctica. Cada vez que salgamos a predicar el evangelio, debemos haber practicado de antemano en nuestra casa el hablar Cristo durante diez minutos como mínimo. Tenemos que practicar el hablar Cristo. Si todo el tiempo practicamos hablar Cristo, será más fácil para nosotros y seremos ricos en hablar Cristo. Entonces, no importa cómo nos respondan los pecadores, podremos hablar Cristo a ellos en una manera particular de modo que ellos sean salvos. Algunas veces puede ser necesario que les contemos una corta historia acerca de Cristo, pero no tiene que ser una larga historia. Si practicamos, podremos aprender a hablar Cristo a los pecadores.

  Tenemos que aprender a hablar por el Espíritu. Si hemos de hablar, tenemos que hablar por el Espíritu. Hablar Cristo y hablar por el Espíritu nos salvará de toda clase de conversación sin sentido. Pero yo no puedo decirles lo que deben decir. El Señor dice: “Mas cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros” (Mt. 10:19-20). Cuando hablamos a la gente, nuestro corazón debe siempre estar mirando al Señor. No debemos hablar otra cosa que Cristo, y sólo debemos hablar por el Espíritu. Estos son los principios que rigen. Si seguimos estos dos principios, el Espíritu nos guiará a hablar las palabras adecuadas.

  Ahora que hemos sido comisionados por nuestro Señor a ir y llevar fruto, necesitamos todos estos aspectos como preparación. Debemos ser sobrios, poner empeño y estar desesperados en nuestro deseo por llevar fruto. Debemos orar continuamente por la salvación de los pecadores, y debemos aprender a hablar Cristo, a hablar por el Espíritu, y a hablar según nos guíe el Espíritu. Podemos practicar estas cosas de dos modos. Primero, podemos hablar Cristo por el Espíritu en nuestro hogar. Podemos hablar Cristo al aire, y podemos hablar al aire por el Espíritu. Mientras hablamos, debemos aprender a acudir a El para recibir la dirección del Espíritu. Todos podemos practicar esto. La otra manera de practicar es ir a los familiares cercanos y hablarles Cristo a ellos por el Espíritu, bajo el guiar del Señor. Practicando esto aprenderemos mucho.

LA MANERA DE IR Y LLEVAR FRUTO

En equipo

  Cuando salimos a tener contacto con pecadores, no debemos ir solos sino siempre en equipo. Según nuestro estudio, sería mejor que el equipo constara de tres personas, dos hermanos y una hermana o un hermano y dos hermanas. Puesto que vamos a bautizar gente, debe haber un hermano para que bautice. Además, el equipo ideal consistiría en un hermano de edad avanzada, un joven y uno de mediana edad. Es muy útil tener estos diferentes niveles en edad. Tal vez sea difícil conformar este equipo ideal, pero debemos hacer lo que esté a nuestro alcance. Una vez que hayamos formado el equipo, cada miembro debe aprender a tomar su propia responsabilidad particular.

Con la coordinación adecuada

  Cuando salimos a predicar el evangelio, tenemos que saber de antemano cómo tocar la puerta o hacer sonar el timbre apropiadamente. Si vamos a donde un pecador y tocamos el timbre de la puerta bruscamente, esto podría ofenderlo, y tal vez no nos abra la puerta. Aun si abre la puerta, él quizá no nos hable porque lo hemos incomodado o perturbado. Tenemos que aprender a hacer las cosas en una forma tal que a la gente le agrade. Nadie nos puede enseñar esto; tenemos que aprenderlo en la práctica.

  Los integrantes del equipo deben ser francos unos con otros para determinar quién es el mejor para cada responsabilidad. ¿Quién es el mejor para tocar el timbre de la puerta? No debemos ser demasiado corteses o demasiado humildes, sino francos y honestos unos con otros, y no debemos ofendernos por lo que digan los otros miembros del equipo. Uno en el equipo es el mejor en tocar el timbre en una forma que no ofende a la gente. Otro puede ser el mejor en saludar a la gente que sale a la puerta. Esto tenemos que aprenderlo como equipo. Todos nacimos con diferentes disposiciones y semblantes. Debemos dejar que uno de nosotros los salude con una sonrisa en el rostro que hará que todos queden contentos. Entre los tres del equipo, uno puede ser el mejor en tocar el timbre, otro puede ser el mejor en saludar a la gente con un gesto amable, y el tercero tal vez sea muy perspicaz para responder a las personas. Esto es un equipo que tiene la coordinación adecuada. En principio debemos practicar de esta forma. Estos pasos pequeños echan los cimientos de nuestro contacto con los pecadores.

Responder de acuerdo con el Espíritu

  Si queremos tener éxito, tenemos que aprender a responder a las personas de la manera apropiada. El modo en que contestamos es muy importante. Si nuestra respuesta es apropiada, el hombre será salvo. Si nuestra respuesta no es adecuada, tal hombre puede perderse. Es un asunto de vida o muerte. Por causa de esto tenemos que orar muchas veces: “Señor, ayúdanos en nuestra respuesta a la gente”. Si oramos mucho y confiamos en el Señor, el Espíritu Santo ciertamente nos dará las mejores palabras en el momento oportuno. Todo depende de cómo nos guíe el Señor. Algunas veces el Espíritu nos guía a decir: “Nosotros no somos mormones ni testigos de Jehová”, porque en ese instante las personas estaban pensando que nosotros posiblemente éramos mormones o testigos de Jehová. Ellos están hartos de ese tipo de personas. Tenemos que aprender a no hablar de una forma común. Al seguir el guiar del Espíritu, podemos contestarle a las personas correctamente. Entonces, lo que hablemos no los ofenderá, sino que estimulará un interés dentro de ellas.

Controlar la situación

  Después de que entremos en la casa de alguien no debemos ser tímidos ni temerosos. No tenemos por qué temer. Si no nos piden que nos sentemos, uno de los miembros del equipo podría decir: “Sentémonos; nos gustaría leer con ustedes este pequeño folleto titulado El misterio de la vida humana”. Cuando entremos en sus casas no debemos dejar la situación en manos de ellos. Tenemos que aprender a tomar control de la situación en una manera agradable. Entonces nos será fácil hablar. Podemos pasar directamente al folleto El misterio de la vida humana. Para usar este pequeño libro, tenemos que familiarizarnos bastante con su contenido, y no debemos seguirlo en una manera legal ni tenemos que leer palabra por palabra. Debemos presentarles los puntos expuestos en este folleto de una manera llena de vida, que impacte y que atraiga. Luego, cuando estén listos, podemos guiarlos a invocar el nombre del Señor. No debemos hablar demasiado y no debemos malgastar ni un segundo.

  Mientras estemos hablando a una persona, debemos discernir qué tipo de persona es. Hace como treinta años en Taipei, clasifiqué a los seres humanos en más de treinta categorías. Algunos nacieron contumaces, y otros nacieron humildes. Algunas personas están de acuerdo con cualquier cosa. Por la forma en que hablan, usted puede percibir que éstos son livianos. Para los tales, si se van al infierno o al cielo, si son bautizados o no, si creen en Buda o en Jesús, es todo la misma cosa. No debemos tener confianza alguna en este tipo de persona. Incluso si está dispuesto a bautizarse, quizá no deberíamos hacerlo. Posiblemente estemos desperdiciando nuestro tiempo con el tal. Tenemos que ejercer mucho discernimiento en este asunto.

Seleccionar a aquellos que son promisorios, para levantarlos

  Cuando vayamos no debemos estar deseosos de hacer que mucha gente sea bautizada. No debemos producir demasiados hijos. Si bautizamos a veintiuno, éstos nos agotarán. No podremos levantar ni uno de ellos apropiadamente. Si cada uno de nosotros bautiza solamente a tres, podemos invertir toda nuestra energía para criar a estos tres hijos en una manera adecuada.

  Cuando hablamos a la gente, debemos ejercitarnos en percatarnos del tipo de personas que son. Entonces el Espíritu nos guiará a saber qué hacer. No debemos estar muy deseosos de hacer que se bauticen. Si nadie es bautizado esta noche, todavía tenemos el día de mañana. Si nadie es bautizado esta semana, todavía tenemos la semana que viene. Si nadie es bautizado este mes, tenemos el mes siguiente. Aun si no bautizamos a nadie este año, tenemos el año entrante. Tenemos que tener esta actitud. Nuestra meta es, primero, hacer que la gente sea salva, y segundo, introducir a los salvos en la vida de la iglesia para la edificación del Cuerpo de Cristo como un testimonio vivo. A través de nuestras experiencias hemos aprendido que traer la gente a Cristo no es tan difícil como traer los salvos a la vida de la iglesia. Si pudiéramos traer a la vida de la iglesia uno de cada veinte bautizados, sería maravilloso. Si saliéramos más o menos una vez cada semana, tal vez sólo cuarenta y cinco semanas en el año, fácilmente podríamos bautizar a veinte o treinta. Entonces, si pudiéramos traer a la vida de la iglesia uno de esos veinte o treinta, sería maravilloso. Esta es una palabra de experiencia. No debemos estar ansiosos, pero aprendamos a ejercitar nuestro discernimiento.

  Si practicamos con ahínco, después de tres o cuatro semanas de estar saliendo, con seguridad podremos lograr bautizar dos o tres. Aunque nuestro discernimiento no es siempre acertado, en principio, tenemos que ejercer discernimiento con respecto a estos dos o tres. Si nos damos cuenta de que ninguno de estos tres es muy promisorio, debemos proseguir a bautizar algunos otros hasta que tengamos dos o tres que consideremos promisorios. Entonces debemos dejar por un tiempo de ir a salvar gente y usar nuestro tiempo para cuidar de estos recién bautizados. Debido a que es difícil traer a alguien a la vida de la iglesia, debemos hacer esto en una manera selectiva. Por supuesto, tenemos que entender que nuestra selección puede no ser muy exacta. Mientras estemos seleccionando tenemos que confiar en que el Señor nos guiará. Luego, podemos concentrar nuestra labor y nuestro tiempo en alimentar y criar a estos cuantos como si fueran nuestros propios hijos, y podemos tener la esperanza de que ellos serán traídos a la vida de la iglesia. Si en un año sólo traemos a la vida de la iglesia dos de treinta bautizados, eso será realmente maravilloso.

  Si recibimos esta comunión y la ponemos en práctica por equipos, cada equipo podrá bautizar como treinta personas en un año. Yo creo que unos dos o cuatro de éstos pueden ser traídos a la vida de la iglesia. No espero que todos los miembros de la iglesia salgan a predicar el evangelio de esta manera. Algunos no tienen muy buena salud o tienen otras razones. Después de mucho estudio, creo que en tanto que un tercio de los miembros de la iglesia practiquen el visitar a la gente para predicarle el evangelio, tendremos éxito. De ciento cincuenta hermanos que se reúnan, cincuenta deben tener la carga y sentir la responsabilidad de salir de esta manera.

La necesidad de instrucción

  Visitar a la gente de esta forma no es fácil. No podemos hacerlo conforme a nuestra forma natural. Es algo que tenemos que aprender. A fin de hacer algo con destreza, debemos ser entrenados. Si deseamos jugar baloncesto, no podemos hacerlo de una forma natural. Necesitamos ser instruidos. Si deseamos tocar el piano, necesitamos ser instruidos y entrenados. De igual manera, para tener éxito en la predicación del evangelio tenemos que ser entrenados. En Filipenses 4 Pablo dice: “Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis de mí, esto haced” (v. 9). Ya que Pablo era una persona dedicada absolutamente a Dios, él no sólo recibió la visión, sino que también puso en práctica lo que vio. Luego, él entrenó a Timoteo, diciendo: “Esto te escribo...para que si tardo, sepas cómo conducirte en la casa de Dios” (1 Ti. 3:14-15). Timoteo no sabía cómo andar, cómo conducirse, en la casa de Dios, así que Pablo tuvo que instruirlo. Todos los capítulos de 1 Timoteo están llenos de instrucciones. Pablo instruyó a Timoteo en forma detallada. Ciertamente Timoteo tenía que ejercitarse. Cuando éste hablaba a una hermana joven, tenía que practicar la manera correcta (5:2). Cuando hablaba a un hermano joven, tenía que hablar de un modo diferente (5:1). Hoy día deseamos aprender del Señor de modo que podamos ser útiles en Su mano. Con el tiempo el Señor ganará un pueblo por medio del cual El pueda consumar Su economía neotestamentaria de edificar Su propio Cuerpo. Entonces El vendrá.

Dedicar tiempo inmediatamente a los nuevos creyentes

  Después de que bautizamos a alguien, debemos quedarnos con él para conversar. Si el tiempo lo permite, debemos conversar con él por dos horas. No debemos irnos de su casa rápidamente. Luego que una madre da a luz un hijo, debe inmediatamente nutrir con leche a este pequeño. Debemos quedarnos el mayor tiempo posible para darles a los nuevos el primer alimento. Después debemos regresar en no más de tres días. Si hacemos esto, de seguro criaremos a algunos de estos nuevos creyentes. Al criarlos debemos procurar traerlos a la vida de la iglesia. Si impartimos el alimento adecuado y el tierno cuidado a los nuevos, habrá una gran probabilidad de que ellos sean traídos a la vida de la iglesia.

  Esta es la manera en la cual tendremos éxito en nuestro contacto con los pecadores. Cuando digo éxito, lo que quiero decir es que no sólo los traemos a Cristo y los bautizamos, sino que también los levantamos como creyentes genuinos que crecen en vida, y los traemos a la vida de la iglesia. Espero que todos procuren tomar este camino y que practiquen lo que hemos compartido en este mensaje.

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