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Mensajes del libro «Ejercicio y la práctica de la manera ordenada por Dios, El»
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EL EJERCICIO Y LA PRACTICA DE LA MANERA ORDENADA POR DIOS

MENSAJE SIETE

FLEXIBLES EN LA MANERA DE PONERNOS EN CONTACTO CON LA GENTE EN LA PREDICACION DEL EVANGELIO

  Lectura bíblica: Lc. 14:15-23; 1 Co. 9:19-23

LOS CUATRO PUNTOS PRINCIPALES DE NUESTRO SERVICIO NEOTESTAMENTARIO

  Nuestro servicio al Señor en el Nuevo Testamento incluye la predicación del evangelio y las reuniones regulares, para la realización del propósito de Dios. Después de mucho estudio he descubierto que hay cuatro pasos en este servicio neotestamentario.

  El primer paso es la predicación del evangelio por los sacerdotes neotestamentarios a fin de salvar a los pecadores para la satisfacción de Dios (Ro. 15:16). El segundo es alimentar a los nuevos creyentes. Inmediatamente después de su bautismo, debemos comenzar a alimentar, a nutrir, a los nuevos. Juan 21:15 dice: “Jesús dijo a Simón Pedro: Simón...¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos”. Aquí el Señor específicamente nos dice que alimentemos Sus corderos, los nuevos creyentes. Apenas una madre da a luz un hijo, ella empieza a nutrir, a alimentar, a su pequeño. Sin la nutrición adecuada, el niño recién nacido morirá.

  El tercer paso en nuestro servicio neotestamentario es perfeccionar a los santos. No es suficiente sólo alimentar a los santos que acaban de nacer de nuevo; también tenemos que perfeccionarlos. Después de que alcanzan cierta medida de crecimiento, ellos deben ser perfeccionados para que puedan edificar el Cuerpo de Cristo de la misma manera que lo hacen las personas dotadas. El Señor ha dado dones a Su Cuerpo —apóstoles, profetas, evangelistas y pastores y maestros— “a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”. Esto se revela claramente en Efesios 4:11-12.

  El cuarto paso consiste en que todos los santos deben ser entrenados a fin de que sean introducidos en la práctica de profetizar de parte del Señor en las reuniones de la iglesia. Este punto se revela claramente en 1 Corintios 14. Según dicho capítulo, profetizar no significa predecir ni pronosticar, sino hablar de parte del Señor, proclamar al Señor y hablar el Señor mismo de modo que podamos ministrarlo o dispensarlo en otros. Al tenerse el verdadero profetizar, la gente no recibirá meras doctrinas o enseñanzas, sino que lo que hablemos ministrará en otros a Cristo, el suministro de vida.

  Así que hay cuatro pasos en nuestro servicio neotestamentario, que se revelan en la Biblia: predicar el evangelio, alimentar los corderos, perfeccionar a los santos y profetizar para la edificación de la iglesia.

REEMPLAZAR LA REUNION DE PREDICACION DEL DIA DEL SEÑOR POR EL PROFETIZAR ORGANICO DE LOS SANTOS

  En 1 Corintios 14:26 revela que cuando la iglesia se reúne, cada uno de los asistentes tiene algo del Señor que compartir con otros. Esto es muy distinto a una reunión en la que un predicador o ministro presenta un mensaje a una congregación. Después de cierto tiempo este tipo de reunión, en donde un hombre habla y todos los demás escuchan, matará el desarrollo de las funciones espirituales dentro de cada miembro. En consecuencia, tenemos que seguir, desear con celo, y procurar el don sobresaliente de profetizar (vs. 1, 12, 39).

  Hoy día, entre los cristianos, no vemos la práctica del profetizar orgánico para la edificación de la iglesia, y no existe constancia alguna de semejante práctica corporativa en la historia cristiana. El hermano Nee, hace más de cincuenta años, vio la necesidad de que se tuvieran reuniones de la iglesia en mutualidad. En 1937 él compartió los mensajes que se publicaron en The Normal Christian Church Life [La vida cristiana normal de la iglesia]. En dicho libro, el hermano Nee dice que las reuniones grandes del día del Señor por la mañana, en las cuales un hombre habla y los demás escuchan, no tienen cabida en las reuniones de la iglesia. En 1948 el hermano Nee dio los mensajes contenidos en el libro Church Affairs [Los asuntos de la iglesia]. En aquel entonces él era más radical. El decía que la reunión de predicación del día del Señor, en la cual una persona habla y los demás escuchan, es conforme a “las costumbres de las naciones” (2 R. 17:8, Reina Valera, 1977). El nos exhortó a todos a que con persistencia resistiéramos esta tradición que no está en la Biblia, y a que laboráramos para derribarla.

  Por un lado, tener un orador edifica a los santos; pero por otro, tener sólo un orador anula y aniquila la función, habilidad y capacidad espirituales de todos los creyentes. Debido a esta práctica, muchos cristianos han sido completamente anulados en su función y capacidad espirituales. Son muy pocos los que saben hablar por el Señor. Esta es la situación en el cristianismo hoy en día, y nuestro caso es muy similar.

  Empecé un estudio exhaustivo del servicio neotestamentario en octubre de 1984. En mi estudio recordé las palabras del hermano Nee. En 1948 él firmemente repudió la reunión grande del día del Señor en la cual se escucha un mensaje, y nos pidió que hiciéramos un gran esfuerzo por derrocar esta dañina tradición. Yo había oído todas estas cosas, y con todo, en 1949, cuando salí de la China continental y fui a Taiwan, no puse estas cosas en práctica. Más adelante, sentí mucho no haberlo hecho y le pedí al Señor que me perdonara. Entonces comencé a hacer sonar la trompeta, diciendo que la reunión matutina del día del Señor, en la cual uno habla y los demás escuchan debía ser anulada.

  Aunque toqué la trompeta de este modo en Taiwan en 1984, durante más de tres años no sugerí que la iglesia en Taipei abandonara las reuniones del día del Señor en las cuales se daba un mensaje. Todos ellos fueron afectados y profundamente impresionados que las mejores reuniones eran: primero, la mesa del Señor, y luego, la reunión del día del Señor para escuchar mensajes. En todos ellos se había dejado una profunda impresión de que las mejores reuniones tenían lugar el día del Señor y eran: primero, la mesa del Señor y, luego, la reunión matutina en la cual se daba un mensaje. A ellos les gustaban estas reuniones porque cada día del Señor los mensajes que se daban durante dichas reuniones siempre los nutrían. Haber detenido este tipo de reunión habría causado daño a la iglesia. Más bien, dediqué más de tres años para entrenar a los hermanos y hermanas. Luego en noviembre de 1987, los ancianos en Taipei decidieron que ya era tiempo de suspender la reunión de predicación del día del Señor, y comenzaron a practicar el profetizar orgánico según se revela en 1 Corintios 14.

PONERNOS EN CONTACTO CON OTROS POR MEDIO DE IR HASTA DONDE ESTAN

  En este mensaje no es mi intención promover un avivamiento. En más de sesenta años de experiencia cristiana, me he dado cuenta de que tomar el camino de grandes avivamientos no sirve de nada. Lo que sí sirve es la manera ordenada por Dios según se revela en el Nuevo Testamento. La manera ordenada por Dios de predicar el evangelio consiste en que cada creyente sale a visitar a la gente para predicarle el evangelio directa y personalmente. El Nuevo Testamento nos ordena “¡ir!” (Mt. 28:19; Mr. 16:15). Tenemos que acercarnos a la gente, visitándola donde esté. Visitar a las personas para predicarles el evangelio no es sólo tocar a sus puertas; es llegar hasta ellas dondequiera que estén. El Señor Jesús mismo salía para acercarse a las personas (Mt. 4:18-22; 9:9; Jn. 4:1-42), y a los doce también los envió a hacer lo mismo (Lc. 9:1-6). Luego El envió setenta a toda ciudad y lugar para hallar los hogares de los hijos de paz (Lc. 10:1, 4-5). Físicamente, como una sola persona, el Señor no podía ir a muchas aldeas a visitar a tanta gente, así que mandó los setenta a hacer esta labor de visitación.

  El principio básico al predicar el evangelio es que uno vaya a la gente; no le pida a la gente que venga a usted. Si usted va a ellos, verá que esto hará una gran diferencia. Vaya a la casa de un pecador a visitarlo. Siéntese con él y converse con él. Tome la iniciativa de orar con él, sugiriéndole que ore con usted. Entonces, usted podría decirle: “Puesto que usted ha orado al Señor Jesús y ha creído en El, usted está ahora en posición de ser bautizado, ahora podemos bautizarlo en su bañera”. Esto es completamente diferente de invitar a la gente a venir a usted. Muchos santos han tenido bastante éxito en la predicación del evangelio siguiendo esta manera ordenada por Dios.

FLEXIBLES EN NUESTRA PREDICACION DEL EVANGELIO

  Tenemos que ser flexibles en nuestra forma de ponernos en contacto con la gente en la predicación del evangelio. ¿Qué significa ser flexible? Los seres humanos son muy legalistas. Muy fácilmente convertimos todo en un legalismo. En el entrenamiento de tiempo completo en Taipei, debido a que hay tantos enormes edificios de apartamentos, les dimos instrucciones a los entrenandos de que siempre siguieran hacia el lado izquierdo después de tocar una puerta o de salir de una. En ese tipo de edificio puede haber más de ochenta unidades en cada piso; así que ese tipo de instrucción ayudó a los entrenandos a ser eficientes con el uso de su tiempo. Pero en los Estados Unidos no tenemos tantos edificios de apartamentos de ese tipo. Mucha gente vive en casas unifamiliares. Practicar rígidamente este “voltear siempre a la izquierda” tal vez no ayude mucho en los Estados Unidos puesto que la situación es muy diferente.

  La mejor manera en que los santos pueden visitar hogares es formando equipos. Lo ideal sería que un equipo estuviera compuesto de tres personas, uno de edad avanzada, uno joven y uno de mediana edad, donde se tuviera una hermana y dos hermanos, o bien un hermano y dos hermanas. Pero en los Estados Unidos muchos han tomado esto como un legalismo. Debido a que no pueden conseguir un hermano de edad o uno joven, no forman un equipo. En consecuencia, nada se hace debido al legalismo. Todos tenemos que aprender a ser flexibles. Esto no significa que estoy invalidando lo que compartí antes. Si ustedes practican estas cosas, ellas serán de ayuda; pero todo depende de la situación.

DIFERENTES FORMAS DE LLEVAR EL EVANGELIO A LA GENTE

  No piensen que la única manera de visitar a la gente llevándole el evangelio es ir en equipos de tres. Hay muchas maneras de visitar a la gente. En este mensaje voy a presentar varias maneras de llevar el evangelio a la gente.

Visitar a nuestros familiares más cercanos

  La primera y la mejor manera es visitar a nuestros familiares más cercanos. Supongamos que usted va a visitar a su abuelo. Aunque su abuelo lo quiere a usted, quizá no esté dispuesto a escucharle. Debe llevar con usted algunos hermanos de edad. De esta manera cuando usted va a visitar a su abuelo, él escuchará a los hermanos y será salvo y bautizado. Lo que usted no logré en veinticinco años de predicarle, lo consiguieron estos hermanos en una corta visita.

  Usted también tiene muchos otros familiares a los cuales debe llevar el evangelio. Usted debe hacer una lista de sus familiares e ir a visitarlos uno por uno. Usted no tiene que tocar a la puerta de los extraños. Un extraño quizá le dé con la puerta en la nariz. Estas serían “puertas frías”. Más le vale que vaya a las “puertas cálidas”. Sus familiares no le cerrarían la puerta en su cara. Usted tiene derecho a visitarlos. Hay muchísimas “puertas cálidas”, muchos familiares que visitar con el evangelio.

Visitar a nuestros vecinos

  El segundo grupo de personas que tenemos que visitar es nuestros vecinos. Todos tenemos vecinos junto a los cuales quizá hayamos vivido por muchos años. Somos cristianos que amamos al Señor y que estamos en Su recobro. Somos buscadores de Cristo y deseamos vivir, permanecer en, disfrutar y experimentar a Cristo; con todo y eso, después de muchos años, nuestros vecinos de al lado tal vez todavía no sean salvos.

  ¿Es ésta una situación correcta? El Señor dice: “El que permanece en mí...éste lleva mucho fruto, [pero] todo pámpano que en mí no lleva fruto, [el Padre] lo quitará. No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (2, Jn. 15:5, 16). El Señor dijo: “Os he puesto”. Ya que somos pámpanos de la vid, hemos sido escogidos y también hemos sido puestos. Nuestra designación, nuestro futuro y nuestro destino es llevar fruto. Es por esto que Pablo dijo: “Porque me es impuesta necesidad; y ¡Ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Co. 9:16). Todos necesitamos este tipo de entendimiento.

  Tal vez algunos digan: “Siempre y cuando yo sea salvo, sé que iré al cielo con el Señor”. Ciertamente ellos irán al cielo, pero allí el Señor les preguntará: “¿Cuánto fruto me produjiste?” Si no llevamos fruto, existe el peligro de que perdamos el disfrute de Cristo en esta edad. Entonces, en el futuro en la venida del Señor, El nos pedirá cuentas (Ro. 14:10, 12). Si no le hemos producido ganancias al Señor, El dirá de nosotros: “Al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera” (Mt. 25:26-30). Esta palabra en Mateo 25 es muy seria.

  El Señor me ha puesto la carga de advertirles a todos los hermanos y hermanas de lo solemne que es esta responsabilidad nuestra de llevar fruto, y de la seriedad de las consecuencias de no hacerlo. Si no les advirtiera, sería responsable delante del Señor, y la sangre de ustedes estaría en mi mano (Ez. 3:18-19; Hch. 20:26-27). Si no llevan fruto, serán cortados del disfrute de las riquezas de Cristo hoy en día, y en el futuro serán declarados culpables de ser siervos malos, negligentes e inútiles, y serán echados en las tinieblas de afuera. Esta es la necesidad que ha sido impuesta sobre ustedes de predicar el evangelio.

  No debemos desanimarnos; el Señor todavía nos permite vivir. Aun como un hombre viejo que soy, creo que el Señor me va a dar más años para vivir a fin de que lleve más fruto. Todo lo que necesitamos es traer una persona al Señor y a la iglesia en un año. Algunos creen que es muy difícil producir un fruto por año. A éstos yo les respondería que trataran de salir, durante cincuenta y dos semanas, solamente una vez por semana. Si en cincuenta y dos semanas no logran traer ni uno, no deben preocuparse; el Señor les está enseñando a ser pacientes. Deben continuar saliendo durante otras cincuenta y dos semanas sin estar preocupados por no ganar a ninguno. Simplemente deben cumplir su obligación una vez en la semana. Si después del segundo año no han traído a nadie, todavía tienen un tercer año. Si en tres años sólo producen un fruto, no deben considerarlo algo insignificante.

  Según lo que he estudiado de la historia, nunca ha habido una iglesia sobre esta tierra que haya tenido un incremento anual del treinta y tres por ciento. Si cada santo, cada tres años consiguiera que una persona fuera salva, esto producirá un aumento anual del treinta y tres por ciento. Nunca ha habido en la historia una iglesia con un aumento semejante, de ahí que no menospreciaríamos el ganar solamente uno en tres años. Si todos pudiéramos hacer tal cosa, esto sería maravilloso.

  Muchas hermanas no tienen un trabajo, sino que permanecen en casa para cuidar de sus niños. Una hermana puede desarrollar una muy buena relación con sus vecinos de modo que éstos sepan que ella es una persona buena y correcta, y que ella está educando muy bien a sus hijos. Tal vez les guste que sus niños vayan a la casa de esta hermana, y quizá ella pueda comenzar una pequeña reunión, a manera de clase, con unos cinco niños. El mejor tiempo es por la tarde, cuando los niños regresan de la escuela. A muchas madres les gustaría tener una buena vecina que cuidara de sus niños, y sus niños necesitan a los otros pequeños como amigos. Con el tiempo, ella podría tener más niños, quizá unos quince. Por medio de esos niños, las puertas de esos hogares se abrirán a ella.

  Hay muchas maneras de ponerse en contacto con otros. Si a usted no se le ocurre alguna manera, ore: “Señor, quisiera que me dijeras qué debo hacer. Estoy desesperado. Tengo que traer alguien a Ti. Tienes que proporcionarme la manera”. Es posible que el Señor le diga que salga al frente de su casa y se pare allí todas las tardes de cinco a seis. Usted no hace nada allí excepto observar a los vecinos cuando regresan del trabajo. Esto puede parecer extraño, pero después de una semana probablemente alguien se detenga a conversar con usted. Esta es su oportunidad.

  En una gran denominación en Seúl, Corea del Sur, entrenaron a las hermanas para que tuvieran contacto con sus vecinos. Seúl es una gran ciudad de unos diez millones de habitantes. Ellos tienen grandes y altos edificios de apartamentos. Muchas señoras van a la tienda de abarrotes con sus niños. Ellas tienen que comprar sus artículos y traerlos a casa mientras tratan de cuidar a sus niños. Esa denominación descubrió que había tal necesidad, así que enviaron algunas hermanas a esperar, junto a los ascensores de los edificios, a las madres que regresaban de la tienda de abarrotes. Al tomar una de éstas el ascensor, las hermanas le dirían: “¿Puedo ayudarle? Permítame llevarle este paquete. Yo me encargo de este niño”. Aquello abrió muchas puertas a esas hermanas.

Visitar a nuestros amigos, colegas y compañeros de estudio

  Podemos también visitar a nuestros amigos, a nuestros colegas y a nuestros compañeros de clase. Todos nosotros tenemos amigos, colegas y compañeros de clase. Si usted enseña en una escuela, los demás maestros y el personal en administrativo son sus colegas. Si es un estudiante, usted tiene muchos compañeros de clase. Primeramente, debemos tratar de establecer una buena atmósfera entre nosotros y nuestros colegas o compañeros. Luego, podemos hablarles de Cristo y hacer una cita para visitarlos. Podemos pedirles que nos concedan tiempo para hablarles. Es probable que ellos traten de evadir el asunto, pero si somos persistentes, a la larga, ellos nos concederán el tiempo para que los visitemos. Entonces, cuando los visite, sería bueno llevar un hermano con usted.

Usar el teléfono para concertar citas

  Todos nosotros tenemos que aprender a usar el teléfono sabiamente. El teléfono puede ser muy útil. Hoy en día hay algunos vendedores que usan el teléfono para vender, y ganan más de un millón de dólares al año. Ellos están constantemente llamando a la gente, persona tras persona. Podemos usar el teléfono para concertar citas con las personas para hablarles de Cristo. Podemos usar el directorio telefónico para llamar por teléfono a las personas. Simplemente escoja un nombre y al recibir respuesta diga: “Amigo, encontré su nombre en el directorio telefónico. Yo soy un cristiano y amo al Señor Jesús; me gustaría conversar con usted unos minutos”. La mayoría lo va a rechazar, pero quizá tres de cien lo escuchen. Entonces usted puede visitar a esos tres.

  Casi todos los días mi buzón de correo está lleno de propaganda. Esto me es una molestía, y yo tiro toda esa propaganda. Un día pregunté: “¿Por qué estas empresas gastan su dinero en imprimir y enviar todas esas cosas?” Entonces descubrí que si ellos reciben una respuesta del uno por ciento solamente, no perderán ni un centavo. Por lo general, ellos obtienen una respuesta del tres por ciento, y así ganan dinero. No debemos esperar que en cada casa haya un hijo de paz. De hecho, en la mayoría de las puertas nos esperan lobos (Lc. 10:3). En una noche podemos tocar en veinticinco puertas y no encontrar más que lobos que nos rechazan. Esto le ha sucedido a muchos santos, pero cuando llegan a la última puerta logran entrar y hallan un hijo de paz. No sabemos cuándo vamos a encontrar un hijo de paz. Tal vez no logremos encontrar ni uno en ciento cuatro semanas. Sin embargo, quizá después de esto, un día después, hallemos un hijo de paz. Simplemente tenemos que ejercitar nuestra persistencia, nuestra paciencia y nuestra fe. No creo que se pueda dar el caso de que una persona salga con continuidad y regularidad una vez por semana, cincuenta y dos veces, y que aún así, no consiga ni un sólo pez. Si usted es persistente, con seguridad logrará atrapar un pez. Los testigos de Jehová y los mormones no tienen manera de concertar muchas citas debido a su mala reputación. No muchos estarían dispuestos a concederles una cita. Pero nosotros somos diferentes; nosotros somos cristianos. Podemos llamar a la gente por teléfono y decirle: “No soy mormón ni testigo de Jehová; soy cristiano y amo al Señor”. Con seguridad algunos responderán de una forma positiva, y esto abrirá algunas puertas.

Concertar citas comprando algún artículo

  Si un hermano va a una papelería, y no hay más clientes en ese momento, él compra algo y, por supuesto, el dependiente estará contento. Usted no debe derrochar una oportunidad semejante para hablarle a la gente. Tal vez sea conveniente tener una tarjeta personal con su nombre, dirección y teléfono impresos y con algo que indique que usted es un verdadero cristiano. Entonces, en casos como ése, puede darle al dependiente su tarjeta personal y decirle: “Me gustaría hablar con usted por unos minutos acerca de Cristo”. No hable mucho porque ese es tiempo de trabajo de esa persona. Dos minutos serían suficiente. Luego dígale: “¿Puedo ir a visitarlo?” Esta es la manera de fijar una cita comprando algo. Si usted va a comprar tres artículos, no los compre todos en una sola tienda. Compre algo en una tienda, luego vaya a otra tienda y procure concertar otra cita. La compra que usted hace es el anzuelo. Las hermanas tienen que considerar cuántas cosas compran en un mes. Tenemos muchas oportunidades de hablar Cristo a otros.

  Todas esas personas están ahí esperándonos. Quizá usted no tenga la intención de comprar nada, pero cuando usted ve un dependiente parado ahí sin nada que hacer, usted tal vez compre un par de calcetines por poco dinero. Usted puede hacer esto para que él abra su corazón. De cierto, esto vale la pena; estamos aquí para Cristo. Además, usted puede comprar los calcetines en una talla que le sirva a ese vendedor. Luego de haber comprado dicho artículo, usted puede decir: “Amigo, mi intención no es comprar calcetines; es predicar a Cristo. Me gustaría darle este par de calcetines como regalo”. Tal vez esto parezca una cosa extraña, pero puede despertar el interés de la gente de tal modo que podemos tocarle con el evangelio.

  Debemos reservar parte de nuestro tiempo para ir a la gente. Cualquiera que sea la forma en que vayamos, debemos orar: “Señor, envíame el mejor hijo de paz”. Tenemos que creer que el Señor escuchará esta oración. Además, si oramos, el Señor nos dará muchas diferentes maneras de comunicarnos con la gente. No debemos ser legalistas. Tenemos que ejercitar nuestra sabiduría. Cuando las hermanas van al salón de belleza, deben ir con un propósito. Deberían ir más frecuentemente, con la intención de hablarle a alguien. Entonces, todos aquellos que trabajan en el salón de belleza abrirían sus puertas a estas hermanas. De este modo, podemos conseguir que muchas puertas se nos abran calurosamente. Los seres humanos fueron hechos por Dios con este propósito. En tanto que nosotros podamos tocarlos, ellos podrán ser salvos, pero no crean que esto va a ocurrir de la noche a la mañana. Tenemos que ir a la gente con paciencia, poco a poco. Si somos fieles al Señor cada semana, tenemos que creer que vamos a traer por lo menos dos personas al Señor cada año. Cada uno de nosotros puede hacer esto. Todo depende de nuestra labor, persistencia, longanimidad y paciencia.

Concertar citas vendiendo algo

  Algunos de ustedes pueden conseguir los mejores productos que se puedan vender puerta a puerta. Luego, ustedes salen, no a predicar a Cristo, sino como un vendedor. La mayoría de las personas abriría la puerta a un vendedor. Deben vender el producto bien barato. Puede mostrarle a las personas que usted sólo obtiene un descuento del cinco por ciento, y luego descuénteles este porcentaje. Después de cerrar el trato, usted puede decir: “Le vendí este articulo así de barato porque no estoy interesado en vender; lo que me interesa es predicar a Cristo”. Dele una de sus tarjetas personales y pídale unos cuantos minutos para conversar. La mayoría de los compradores le concederán unos minutos. Luego de hablarle un poco concerte una cita para volver. Esta es otra manera de llevar el evangelio a la gente.

Lograr la entrada a las áreas cerradas

  Ninguna puerta está cerrada por siempre. La gente abre la puerta de su casa casi todos los días, pero nosotros tenemos que encontrar la forma de mantener esas puertas abiertas. Un hermano nos contó que él visitó una zona de clase media alta, y que nadie le abrió la puerta porque nadie lo conocía. Así que él empezó a visitar ese vecindario con regularidad, no para tocar a las puertas, sino simplemente para caminar por allí. Muchos de los residentes lo veían con frecuencia por ese vecindario, y con el tiempo, alguien le comenzó a hablar y le abrió la puerta. Si usted logra que una persona lo invite a su casa, en una o dos semanas muchos de sus vecinos tal vez estén dispuestos a recibirlo.

  Otra manera de predicar el evangelio es formar un equipo de unos seis hermanos que canten, e ir a una zona de clase alta. Canten canciones navideñas por todo el vecindario por ahí a las siete de la noche. Posiblemente los residentes estén cenando o terminando de comer. Luego, vayan la segunda noche y canten otra vez. Vayan durante una semana entera para ver qué sucede. Quizá no haya necesidad de tocar en ninguna puerta. Es posible que alguien salga y diga: “Ustedes cantan muy bien. Qué canto tan maravilloso. A todos nos gusta. Nos gustaría saber quiénes son ustedes”. De esta forma, algunas puertas se les abrirán.

El camino de la fidelidad y la oración

  No debemos estar limitados a ninguna forma particular en nuestra predicación del evangelio. El Señor no nos guiará en una sola manera. En Lucas 14, primero el Señor mandó a sus siervos que fueran por las plazas y las calles de la ciudad (v. 21). El siervo regresó diciendo: “Se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar” (v. 22). Entonces su señor le dijo: “Vé por los caminos y por los vallados” (v. 23). El Señor es flexible, y cambia Su dirección. Visitar y hablar a la gente es mucho más fácil en las plazas y en las calles de la ciudad que por los caminos y por los vallados. ¿A quién le podemos hablar en los vallados? Podemos esperar que a alguien se le acabe la gasolina y que se detenga justo en frente de nosotros. Esa sería una buena oportunidad para hablarle a esa persona. Si somos sabios, podemos preparar de antemano algo de agua, así que podemos decirle: “Amigo, ¿tiene usted sed? Beba un poco de agua.

  Tal vez pensemos: “¿Cómo puedo yo encontrar una persona en semejante circunstancia cada semana?” En cincuenta y dos semanas podemos encontrar uno. Si salimos una vez por semana a pararnos junto a la carretera, durante cincuenta y dos semanas, esperando que a alguien se le acabe la gasolina, podemos estar seguros de que encontraremos a alguien. Aun si no encontramos a ninguna persona, el Señor ciertamente nos considerará siervos fieles. Tenemos también que orar: “Señor, envíame alguien”. El Señor nos responderá; El nos enviará uno. Esta querida persona que está conduciendo su auto tal vez tenga a su primo consigo, así que también conoceremos a su primo.

Predicar por necesidad

  Una cosa es segura: Si nos quedamos en casa, no ganaremos nada. Hemos estado en casa por años. ¿A cuántos llevamos el evangelio? Vale la pena procurar cualquier forma por medio de la cual podamos ministrar a Cristo a otros. Sin embargo, nuestra necesidad crucial no es una forma, sino una desesperación por ganar a alguien para Cristo. Tenemos que estar desesperados. No debemos tolerar nuestra esterilidad. Si no llevamos fruto, en Su venida el Señor nos cortará de Su disfrute, nos juzgará y nos castigará. Nos es impuesta la necesidad de predicar el evangelio, y ¡ay de nosotros si no lo hacemos! (1 Co. 9:16). Si estamos desesperados, ciertamente el Señor nos dará un pecador salvo para que lo ofrezcamos como sacrificio a Dios.

  Si todos los santos hubieran practicado esto de tocar puertas desde que fue presentado en 1986, creo que todas las iglesias habrían doblado en número al presente; pero el diablo ha estado obrando para dañar a los santos y destruir su fe, poniendo dudas en sus corazones. Tenemos que decirle al diablo que no tenemos tiempo ni oídos para escuchar toda esa palabrería sin sentido. Preferimos estar desesperados y salir para ponernos en contacto con la gente. Yo le creo que nuestro Señor, el Señor a quien servimos, se alegrará al ver esto.

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