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Mensajes del libro «En cuanto al recobro del Señor»
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CAPITULO CUATRO

EL CONTENIDO DE LA EXPRESION DE DIOS EN CUANTO A SU REALIDAD

(1)

  Lectura bíblica: He. 1:3a; Jn. 1:18; 14:8-11, 16-20, 23; 15:4a, 5a, 7a; 16:13-15; 17:21; Mt. 28:18-19; Gá. 3:27-28; 2:20a; 4:19; Ro. 8:9-10; Ef. 4:6

  Oración: Señor, cuánto te agradecemos por Tu Persona. Te adoramos por lo que Tú eres. Señor, gracias por Tu palabra, la palabra viviente que nos has hablado en las Santas Escrituras. Señor, te damos gracias por la reunión de esta noche. Confiamos en Tu sangre que nos limpia. Te agradecemos por Tu preciosa sangre que siempre nos limpia. Cubiertos bajo esta sangre reclamamos Tu plena unción, y creemos que ahora mismo nos estás ungiendo. Gracias por Tu rica unción. Señor, danos un espíritu abierto; concédenos un cielo claro; disipa toda nube; quita todos los velos; elimina todos los conceptos tradicionales. Señor, oramos que ates al enemigo y expulses de este salón las tinieblas. Llena este salón con Tu gloria, con Tu presencia, con Tu amor y gracia. Señor, te damos gracias. Tenemos la certeza de que estás con nosotros y que somos un espíritu contigo. Señor, habla en nuestro hablar. Sé uno con nosotros en nuestro hablar. Unge a cada persona aquí presente. ¡Oh, visítanos e impresiona a cada uno de nosotros! Cuánto te agradecemos por esta reunión en torno a Tu palabra. En Tu precioso nombre, amén.

  En este mensaje veremos el contenido de la expresión de Dios en cuanto a Su realidad. En mensajes recientes sobre el Evangelio de Juan indicamos que los escritos de Juan presentan el cumplimiento del tabernáculo y de todas las ofrendas, y señalamos el aspecto crucial de que todo el universo fue creado para expresar a Dios. El Dios invisible desea expresarse a Sí mismo, y para esto necesita vasos. Primeramente, El creó el universo, creó los cielos para la tierra y la tierra para el hombre. Después de crear los cielos, la tierra y todo lo que hay en ella, Dios creó al hombre. Dios hizo al hombre a Su imagen con el fin de que un día entraría en él. Romanos 9:23 indica que nosotros somos vasos de barro preparados para gloria. Ciertamente, dichos vasos de barro fueron hechos para contener a Dios. Dios nos hizo a Su imagen, tal como un guante es hecho a la imagen de la mano con el propósito de que el guante contenga la mano.

  Cuando Dios creó al hombre, creó un espíritu en él. Tenemos un cuerpo, el cual es visible, y un espíritu, el cual no vemos. En medio de estos dos se halla nuestro ser, nuestra alma. Por medio de nuestro órgano externo, nuestro cuerpo, tenemos contacto con el mundo físico, y por medio de nuestro órgano interior, o sea nuestro espíritu, tenemos contacto con Dios y con las cosas espirituales. No podemos tener contacto con Dios usando nuestro cuerpo, pues estaríamos usando el órgano equivocado. Dios nos hizo a Su imagen y creó un espíritu en nosotros para que le recibiéramos, con el fin de que El entre en nosotros y sea nuestra vida y nuestro contenido. De este modo llegamos a ser Su expresión.

LA EXPRESION DE DIOS EN GENESIS

  La expresión de Dios comenzó con ciertos individuos del Antiguo Testamento. Dicha expresión se inició con Adán, pero éste cayó en el pecado; luego, Abel expresó a Dios, y hasta cierto grado, tuvo éxito. Después, vemos a Enós, quien invocó el nombre del Dios eterno que era, que es y que será, el gran Yo Soy. Más tarde vino Enoc, quien caminó con Dios. Seguido a éste tenemos a Noé, que no sólo caminó con Dios sino que también laboró con El y compartió Su mismo interés. Posteriormente, Abraham, Isaac y Jacob formaron una persona completa, siendo José una extensión de Jacob. En estas cuatro personas, que conformaron una persona completa, Dios se manifestó notablemente; sin embargo, todos ellos expresaron a Dios de forma individual, y Dios desea obtener una expresión corporativa.

LA EXPRESION DE DIOS MEDIANTE UN PUEBLO

  En Exodo, Dios intervino para salvar a Su pueblo escogido, el cual era una entidad colectiva. El no salvó a una o dos personas, sino a varios millones de personas. Dios liberó a este pueblo de la tiranía de Faraón en Egipto y lo trajo primero al monte Sinaí. Estando allí, recibieron la revelación en cuanto a la edificación del tabernáculo, con miras a que el propio Dios de los cielos descendiera para habitar y obtener Su expresión en una morada física. La historia de dicha morada de Dios se presenta desde el libro de Exodo hasta Malaquías. A primera vista podríamos decir que ésta es la historia del pueblo de Israel; pero, en realidad, es la historia de la morada de Dios. El Antiguo Testamento es muy simple y claro: consta de nueve personajes notables que se destacaron en el linaje humano y de un pueblo que fue edificado para ser la morada de Dios en la tierra, con miras a Su expresión. El Dios eterno creó el universo con el propósito de que el hombre, como figura central, lo expresara. No obstante, lo que el Antiguo Testamento revela es sólo un modelo, y no la verdadera estructura.

  La realidad de ese modelo se manifestó en el Nuevo Testamento, aunque siguió el mismo principio que el Antiguo Testamento. Primero, vino un individuo que era único. Este era Dios mismo quien se hizo hombre, Jesucristo. Por una parte, El es Dios, nuestro Creador; pero por otra, El es un hombre, pues participó de la naturaleza humana con sangre y carne. El se encarnó para ser un hombre real. Así que, Jesús es Dios y hombre.

  Esta Persona maravillosa vivió en la tierra por treinta y tres años y medio. ¿Qué hizo El durante ese tiempo? Podría decirse que realizó muchos milagros y dio una gran cantidad de enseñanzas. Es correcto decir esto, pero es un entendimiento muy superficial. Si ahondamos en este asunto, veremos que El expresó a Dios; es decir, Su vida entera y todo Su vivir en la tierra expresó a Dios. Nadie jamás ha visto a Dios, pero El ciertamente lo dio a conocer (Jn. 1:18). El es el resplandor de la gloria divina y la impronta de la substancia divina (He. 1:3). ¡Qué maravilloso!

  En cierta ocasión, tres de los discípulos de Jesús subieron al monte con El, y allí vieron Su gloria (Lc. 9:28-32). Más tarde uno de ellos, Juan, escribió en su evangelio: “Y contemplamos Su gloria” (Jn. 1:14). Jesús era la expresión del Dios invisible en toda circunstancia, ya sea haciendo algún milagro o enseñando.

  Por tanto, la Biblia proclama que Cristo es la imagen del Dios invisible (Col. 1:15). Cuando lo vemos a El, vemos a Dios. El no es otro que Dios mismo, o sea la expresión misma de Dios. Juan declaró que cuando Jesús vino en la carne y moró entre los hombres, El era un tabernáculo (1:14). Por supuesto, Juan estaba escribiendo al pueblo judío, y ellos sabían perfectamente lo que significaba un tabernáculo. Ellos sabían que el tabernáculo era la morada de Dios en la tierra, y que el Dios de los cielos descendió para habitar en ella a fin de obtener Su expresión.

  Sin embargo, los judíos, cegados por su religión tradicional, aborrecieron a Jesús e hicieron todo lo posible para matarlo. Mientras trataban de matarle, esta Persona maravillosa les dijo que destruyeran el templo y que en tres días El lo levantaría (Jn. 2:19). El Nuevo Testamento relata que Jesucristo fue destruido en la cruz, pero que cuando resucitó, no estaba solo sino que resucitó con todos Sus creyentes; todos Sus creyentes fueron resucitados juntamente con El. ¿Se da cuenta usted de que fuimos resucitados aún antes de que naciéramos? Estas son unas matemáticas divinas y misteriosas. Según Efesios 2:5-6 fuimos resucitados antes de que naciéramos. El hecho espiritual y divino radica en que, cuando Jesucristo resucitó de entre los muertos, El nos incluyó a todos nosotros. En la resurrección de Cristo, un templo mayor fue levantado. Este templo mayor es el Cristo agrandado, el aumento de Cristo. El Cristo agrandado es simplemente Cristo mismo como Cabeza, junto con la iglesia como Su Cuerpo. Efesios 1 declara que después de Su resurrección El ascendió a los cielos, donde fue hecho Cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es Su Cuerpo. El Cuerpo es la plenitud de este Cristo ilimitado, todo-inclusivo, extenso, quien todo lo llena en todo. ¡La iglesia es el Cuerpo de esta Persona maravillosa! ¡Que iglesia tan inmensa es ésta! Este es el Cristo agrandado y aumentado.

  En el Nuevo Testamento sólo se presenta a una persona notable: Cristo como la Cabeza y la iglesia como el Cuerpo. Mediante Su muerte y Su resurrección, Cristo nos introdujo en Sí mismo. Los judíos mataron a una persona, pero no se imaginaron que por medio de esa muerte Jesús sería agrandado. La expresión de Dios, que se había manifestado solamente en una Persona, fue agrandada y llegó a ser la expresión corporativa de Dios, una expresión colectiva y universal. En el mundo entero hay muchos cristianos, muchos miembros de Cristo. El conjunto de todos estos miembros es el Cuerpo de Cristo, la iglesia. Esta es la expresión corporativa de Dios. Por la misericordia de Dios y Su gracia, nosotros formamos parte de Su expresión.

LO QUE SE OPONE A LA EXPRESION DE DIOS

  En la actualidad hay cuatro cosas que se oponen a la expresión de Dios: la cultura, la religión, la ética y la tradición. Dios creó al hombre para que éste le disfrutara. En un principio Dios era la porción del hombre, pero cuando el hombre cayó en el pecado, se alejó de Dios y lo perdió; por tanto, el hombre se dedicó a su propia invención, la cultura. Según la perspectiva humana, la cultura no es mala; no obstante, reemplaza a Dios. Dios debería ser el todo para el hombre: su placer, su satisfacción y su protección. Pero el hombre perdió a Dios y se alejó de El para dedicarse a la cultura.

  Luego, en la cultura, el hombre descubrió que necesitaba a Dios; por consiguiente, inventó la religión. En toda cultura el hombre ciertamente se ha inventado maneras de adorar a Dios. Todo aquel que pertenece al linaje humano, adora algo. El hombre fue creado para adorar a Dios. El ser humano tiene una urgencia innata por adorar algo, ya sea bueno o malo. La cultura descubrió este hecho, por tanto, inventó la religión.

  Además, al hombre le agrada ser correcto y bueno, porque Dios creó algo bueno en la naturaleza humana. Por supuesto, conforme a nuestra naturaleza caída, tenemos la tendencia de hacer el mal, pero según la naturaleza creada por Dios, tenemos la tendencia de hacer el bien. Así que, a través de las generaciones, se ha promovido la ética y la moralidad. En China, Confucio fue el promotor más destacado de la ética.

  Como resultado, muchas tradiciones surgieron de la cultura, de la religión y de la ética. Muchas de estas tradiciones no son malas. Sin embargo, estas cuatro cosas —la cultura, la religión, la ética y las tradiciones— son velos o capas que nos impiden ver a Cristo como la expresión de Dios. Es difícil convencer a los chinos de que crean en Cristo, debido a que las enseñanzas éticas de Confucio son un grueso velo que les impide ver. Del mismo modo, la religión judía se ha convertido en un espeso velo que les impide a los judíos creer en el Señor Jesús. Ellos consideran que poseen la religión verdadera, la religión creada por Moisés conforme a las Sagradas Escrituras. Cuando el Señor Jesús estuvo sobre la tierra, El se enfrentó con la oposición de los judíos durante los tres años y medio de Su ministerio, debido principalmente al judaísmo. Al leer Juan 9 podemos darnos cuenta de que los fariseos se consideraban los discípulos de Moisés. Aunque ellos heredaron su religión, la cual era tan verdadera, tan correcta y tan santa, el Señor Jesús declaró que estaban ciegos (vs. 39-41). Ciertamente el judaísmo llegó a ser un grueso velo que les impidió ver.

  Hoy en día, cuando hablamos con personas que están en la Iglesia Católica, podemos darnos cuenta de que el catolicismo es un grueso velo que cubre sus ojos. Un hermano, que era monaguillo en la Iglesia Católica, fue salvo cuando estaba en la escuela secundaria. Se puso tan contento que fue a decirles a sus padres y a sus abuelos que ahora tenía al Señor Jesús. Ellos le mostraron los cuadros de Jesús que estaban colgados en la pared y le dijeron que por generaciones ellos habían tenido a Jesús. Jesús estaba en la cocina, en las habitaciones y por todas partes, ¡pero no en ellos! Ciertamente, al Señor Jesús no le gusta estar colgado en la pared ni que le hagan una escultura o un retrato, sino que desea estar en usted, en su espíritu. El Señor Jesús no es un ídolo ni una imagen. El Señor Jesús hoy se encuentra en el trono en los cielos como Señor de todo y Cabeza sobre todas las cosas; pero al mismo tiempo, El es un Espíritu viviente que puede entrar en nuestro espíritu.

OTRO CONSOLADOR

  Mientras el Señor Jesús vivió en la tierra, El mantuvo unos lazos estrechos con los doce discípulos; no sólo vivieron y comieron juntos, sino que también caminaron y laboraron juntos durante tres años y medio. La noche en que El fue traicionado, los discípulos se sorprendieron cuando les dijo que los iba a dejar. El les dijo que si no se iba, no podría estar en ellos. El se había encarnado y ahora estaba con ellos; no obstante, Su meta y Su objetivo era entrar en ellos. Su objetivo no era solamente estar con ellos, sino estar en ellos. El les dijo que moriría en la cruz, pero que pediría al Padre que les diera otro Consolador, el Espíritu de realidad (Jn. 14:16-17). Ellos tenían temporalmente la presencia física de Jesús entre ellos y fuera de ellos, pero no le tuvieron a El como la realidad en ellos hasta que fue crucificado y resucitado. El les dijo que al irse, vendría otro Consolador, el Espíritu de realidad, quien no sólo estaría con ellos sino también en ellos. El Señor Jesús, el primer Consolador, sólo podía estar entre ellos; pero lo que ellos necesitaban era un segundo Consolador, el cual era El mismo como Espíritu de realidad quien vendría y entraría en ellos. El les dijo que Su partida era en realidad Su venida, y al venir podría estar en ellos. El dijo: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros” (Jn. 14:18), y prosiguió diciendo: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros” (v. 20). Los versículos 16 y 17 dicen que el Consolador, el Espíritu de realidad, estaría en nosotros, y el versículo 20 dice que el Señor Jesús mismo estaría en nosotros. ¿Son éstos dos o uno? Nadie puede explicarlo. En la Biblia tenemos estas matemáticas divinas.

  Todos sabemos que Dios el Espíritu es uno y únicamente uno, pero en el libro de Apocalipsis, Dios el Espíritu es los siete Espíritus (Ap. 4:5). ¿Es Dios el Espíritu siete o uno? El es uno-siete y siete-uno. Estas son unas matemáticas divinas; no trate de entenderlo. Esta es la razón por la cual Martín Lutero proclamó que si uno conoce plenamente las cosas de Dios, esa persona debe ser Dios. Debemos confesar que no conocemos estas cosas cabalmente, pues ciertamente son muy misteriosas.

  Juan 14:16-20 dice que el segundo Consolador, el Espíritu de realidad, vendría para estar con los discípulos y en ellos. Y el Señor mismo les dijo que la venida del Espíritu de realidad sería Su propia venida. Por tanto, esto significa que el Señor mismo vendría y estaría en ellos comenzando desde el día de la resurrección. En aquel día, los discípulos conocerían que el Hijo estaba en el Padre, y que ellos estaban en el Hijo, y que el Hijo estaba en ellos. Entonces, ¿quién está en quién? El Hijo estaba en el Padre. Ellos no debían pensar que El estaba allí sin el Padre. Mientras El estaba con ellos, también estaba en el Padre; sin embargo, ellos aún no estaban en El. En el día de la resurrección los discípulos conocerían que el Hijo estaba en el Padre, que ellos estaban en el Hijo, y que el Hijo estaba en ellos (v. 20). Es decir, a la vez que ellos están en El, también están en el Padre, y El en ellos. Y a la vez que El está en ellos, el Padre también está en ellos. Los tres de la Deidad no sólo coexisten, sino también moran el Uno en el Otro. Puedo testificar que diaria y continuamente experimento esta realidad: yo vivo en mi Señor, y El está en el Padre, y a la vez El también vive en mí. Mientras El vive en mí, el Padre también vive en mí. ¡Aleluya! Todos participamos en este misterio. Esta experiencia nos conduce a que expresemos a Dios.

  Debemos desechar nuestra cultura, religión, conceptos éticos y tradiciones. Debemos quitarnos todas estas capas de velos. Algunos cristianos, cegados por sus velos religiosos, condenan el hecho de que el hombre y Dios moran el uno en el otro. A pesar de que su ceguera los mantiene en tinieblas, ellos siguen hablando de religión, de teología y de la Biblia.

  ¿Qué podemos decir acerca de la cultura? Gálatas 3:27 y 28 dicen: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. No hay judío ni griego, esclavo ni libre, varón ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. Los que hemos sido bautizados en Cristo, de Cristo estamos revestidos, y todos somos uno. En dicha unidad no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, lo cual quiere decir que ya no hay más cultura.

  ¿Y qué podemos decir respecto a la ética? En Filipenses 3 vemos que Pablo perseguía únicamente a Cristo, lo cual nada tenía que ver con su propia justicia que era conforme a la ley (Fil. 3:9), o sea la ética. Cuando guardamos los mandamientos de la ley procurando ser buenos, eso es practicar la ética. Pablo había buscado esto en el pasado, pero después de ser salvo, él persiguió exclusivamente a la Persona viviente de Cristo. El no estaba persiguiendo la justicia conforme a la ley, que es la ética, sino que iba en pos de la justicia viviente, la justicia de Dios por fe, la cual es la persona misma de Cristo.

  En Gálatas 1:14 Pablo también dijo que él era excesivamente celoso de las tradiciones de sus padres, o sea, era celoso por la tradición judía que había heredado. Pero un día, mientras Pablo iba a Damasco, el Señor se interpuso en su camino y lo derribó. Desde ese día Pablo empezó a conocer, ya no las tradiciones, sino a una Persona viviente. No persiguió más la cultura, sino al Cristo vivo. Ya no se interesó por la religión, sino por el viviente Hijo de Dios. No mantuvo su celo por la ética, sino por Cristo como su justicia. Cristo llegó a ser la justicia, la justificación, la santificación y el todo de Pablo. Pablo desechó la ética, pero se llenó de Cristo; ya no preservaba las tradiciones de sus padres, sino que experimentaba diariamente al Cristo viviente, presente y actual.

  Amados santos, ésta es la expresión de Dios, la cual hasta cierto grado se ha perdido, descuidado e ignorado en el cristianismo actual; de hecho, la cristiandad incluso se ha opuesto a dicha expresión. Yo sé que vine de China, pero mi enseñanza no es china ni tampoco proviene de hombres, sino que simplemente cito lo que está en las Santas Escrituras. Si usted honra la Palabra del Señor, sin duda apreciará esta enseñanza. A mí no me interesan los placeres americanos, los deportes, el entretenimiento ni los fines de semana característicos de este país. Sólo me interesa el Dios Triuno, el Cristo viviente y la Palabra Santa. No me interesa la teología ni ningún credo; únicamente me interesa el Dios viviente, Su Hijo viviente y Su Palabra viviente.

UNA MORADA MUTUA

  En Juan 14:23 el Señor Jesús prosiguió diciendo: “El que Me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él”. Este versículo dice que el Padre y el Hijo de la Trinidad Divina morarán en aquel que ama al Señor Jesús. ¿Qué harán el Padre y el Hijo? ¿Le llenarán de poder y energía? ¡No! Más bien, harán morada en él. La palabra “morada” en esta frase es el sustantivo del verbo “habitar”. Esta es una morada mutua. En otras palabras, el creyente que ama al Señor llega a ser la morada del Hijo y del Padre, y a la vez, el Hijo y el Padre son la morada de dicho creyente.

  En el capítulo 15 se menciona la morada mutua: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (15:4). Allí vemos un vivir mutuo en una morada mutua. ¡Cuán maravilloso es esto! ¿Se ha dado usted cuenta de que en la economía de Dios El desea que nosotros permanezcamos en El, tomándole como nuestra morada, a fin de que El more en nosotros, siendo nosotros Su morada? Esto no es simplemente vivir conforme a ciertos preceptos bíblicos, tales como: “maridos, amad a vuestras esposas”, “las casadas estén sujetas a sus propios maridos”, o “amémonos unos a otros”. Para llevar todo esto a la práctica, es necesario que moremos en Cristo y que El more en nosotros. Permita que Cristo, quien mora en usted, ame a su esposa. Permita que El, quien está en usted, se someta a su esposo. Dejen que El haga todo en ustedes, por medio de ustedes, con ustedes y para ustedes; ésta es la vida cristiana. Si amo a mi esposa por mi propia cuenta, sólo me expresaría a mí mismo. Y si una esposa se somete a su esposo valiéndose de sus propios esfuerzos, sólo se expresaría a sí misma. Y si usted ama a su prójimo por sí mismo, eso es simplemente usted. Todo esto sería sólo una conducta ética, y no la expresión de Dios. Sin embargo, si usted dijera: “Yo he sido crucificado y sepultado. Y ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí. Ya no soy yo, sino Cristo quien ama a mi esposa. Ya no soy yo, sino Cristo quien se somete a mi esposo. Ya no soy yo, sino Cristo quien ama al prójimo por medio de mí, en mí, conmigo y para mí”. Esto no es meramente la verdadera conducta ética, sino la expresión de Dios; ésta es la realidad que expresa a Dios. Dicha realidad ha sido perdida en el cristianismo actual, pero el Señor desea recobrarla. El recobro del Señor no consiste en recobrar simples doctrinas y prácticas, sino en recobrar la experiencia de que el Dios Triuno se forje en nuestro ser para que lo expresemos en nuestro diario andar y en la vida de iglesia.

  Cuando se reúnen estas personas, quienes viven a Cristo en su vida cotidiana, se produce un agregado. Este agregado o conjunto es la vida de iglesia, y dicha vida colectiva de iglesia es la realidad de la expresión de Dios.

EN EL HIJO Y EN EL PADRE

  Leamos Juan 17:1: “Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti”. Y en el versículo 21, El oró: “Para que todos sean uno; cómo Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros; para que el mundo crea que Tú me enviaste”. En esta oración el Señor no pidió por salud o prosperidad, sino que oró que todos Sus discípulos fueran uno, así como El y el Padre son uno. Esta oración aún no ha sido contestada plenamente.

  Hay muchos cristianos que verdaderamente han sido regenerados en su espíritu y han sido lavados con la sangre de Cristo, pero no saben que el Señor oró para que ellos estuvieran en el Hijo y en el Padre. ¡Esto es un hecho profundo y misterioso! Así como el Padre está en el Hijo, y el Hijo está en el Padre, así todos los que creen en el Hijo pueden estar en el Hijo y en el Padre. Esto es profundo; sin embargo, debe ser un hecho real en nuestra experiencia, y este hecho es simplemente la expresión de Dios. Cuando llevamos una vida en el Hijo y en el Padre, permitiéndoles que vivan en nosotros, dicha vida expresa a Dios. El Señor oró por esto, y es lo que El está recobrando hoy.

UNA UNION ESPIRITUAL CON EL

  En Juan 20:22 el Señor sopló en los discípulos y les dijo que recibieran el Espíritu Santo. Cuarenta días después, les dijo que le había sido dada a El toda potestad en el cielo y en la tierra, y que ellos debían ir en Su nombre a discipular a las naciones. Luego, debían bautizarlos “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Mt. 28:18-19). En su libro Word Studies in the New Testament [Estudio de palabras halladas en el Nuevo Testamento], M.R. Vincent dice claramente que la preposición “en”, usada en la expresión “bautizándolos en el nombre”, implica una unión espiritual y mística. Estábamos fuera del Dios Triuno, pero por medio del bautismo fuimos introducidos en el Dios Triuno, en una unión espiritual y mística con El.

BAUTIZADOS EN UNA PERSONA

  El nombre que se menciona en Mateo 28:19 no es un nombre vano. El señor Vincent explica que ese nombre equivale a la Persona misma. Si la Persona no existiera, el nombre no tendría ningún valor. Bautizar a un creyente en el nombre del Dios Triuno, significa introducirlo en Su Persona. Gálatas 3:27 confirma este hecho, pues dice: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Esto demuestra que ser bautizados en el nombre del Dios Triuno implica ser introducidos en la Persona misma del Dios Triuno. Hemos sido bautizados en Cristo, así que ahora estamos revestidos de Cristo. Esto quiere decir que nosotros y Cristo hemos llegado a ser uno. En esta unidad solamente hay Cristo; no hay más judíos ni griegos, esclavos ni libres. No hay diferentes culturas ni razas, pues todos son uno en Cristo Jesús.

CRISTO SE FORMA EN NOSOTROS

  Gálatas 2:20 dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Además, Pablo sufría dolores de parto hasta que Cristo fuera formado en los creyentes (Gá. 4:19). No sólo es necesario que Cristo viva en nosotros, sino que también se forme en nuestro ser. Que Cristo sea formado en nosotros equivale a que El sature cada parte de nuestro ser: nuestra mente, parte emotiva, voluntad, e incluso nuestro modo de pensar. Aunque Cristo esté en nosotros, aún no se ha formado en nosotros. Es menester que Cristo se forme en nosotros a fin de que podamos expresar a Dios.

EL DIOS TRIUNO EN NOSOTROS

  Romanos 8 dice que en nosotros está el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo y el Espíritu de Aquel que levantó a Jesús de los muertos. Colosenses 1:27 afirma que Cristo el Hijo está en nosotros, y Efesios 4:6 dice que el Padre también está en nosotros. Así que, el Hijo está en nosotros, el Espíritu está en nosotros y también el Padre está en nosotros. El Padre no sólo está en nosotros, sino también sobre nosotros y por nosotros. ¡Cuán maravilloso es esto! El Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— está en nosotros con la finalidad de que seamos Su expresión. Cuando amamos, debe ser el Dios Triuno quien ama en nosotros, con nosotros y por medio de nosotros. Cuando hablamos, debe ser el Dios Triuno quien habla en nosotros, por medio de nosotros y con nosotros. La vida de iglesia es simplemente el Dios Triuno que hace todo en nosotros, por medio de nosotros y con nosotros. Tal vida de iglesia es la expresión de Dios, lo cual es lo principal que el Señor desea recobrar. El no tiene la intención de recobrar lo trivial. El Señor está laborando para recobrar la experiencia de que el Dios Triuno se forje en nuestro ser y que viva en nosotros, con nosotros y por medio de nosotros, con miras a obtener Su expresión. Esta expresión es la vida de iglesia.

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