
En este mensaje quiero presentar un extracto de la revelación divina básica en las santas Escrituras. Los siete puntos de este extracto pueden considerarse un extracto de nuestra teología. Si usted estudia todos estos puntos, verá que la teología del recobro del Señor es muy diferente de todas las teologías del cristianismo actual.
Primero, debemos conocer al Dios Triuno procesado y consumado (Mt. 28:19).
El Dios Triuno se encarnó, fue hecho carne (Jn. 1:14). Por medio de la encarnación El llegó a ser el primer Dios-hombre, el Señor Jesús, y como tal expresó a Dios en Su humanidad.
Dios se encarnó como Dios-hombre, y este Dios-hombre fue ungido como el Cristo, el Ungido de Dios, para cumplir el plan de Dios en Su economía eterna (Lc. 4:18). En realidad, Dios mismo vino a efectuar lo que había planeado en la eternidad conforme a Su economía eterna.
El Dios Triuno fue consumado como Espíritu vivificante para aplicar lo que Cristo logró (1 Co. 15:45). Dios el Padre planeó; Dios el Hijo cumplió lo que Dios el Padre planeó, y Dios el Espíritu aplica lo que Dios el Hijo logró conforme al plan de Dios.
Ahora debemos conocer al Cristo todo-inclusivo en muchos aspectos diferentes.
Necesitamos conocer al Cristo todo-inclusivo como el misterio de Dios que ha de ser la realidad del Dios Triuno (Col. 2:2). Cristo es tanto el misterio de Dios como la realidad del mismo. Todo lo que Dios es y tiene está corporificado en Cristo. Toda la intención que Dios tiene está relacionada con Cristo. Si no conocemos a este Cristo, no conocemos a Dios. Podemos decir que Cristo es la llave que abre el camino que lleva a Dios. Cuando tenemos a Cristo, Dios está abierto a nosotros. Por medio de El conocemos a Dios y somos introducidos en El.
En Colosenses 2:2 Pablo habla del “misterio de Dios, es decir, Cristo”. El hecho de que Cristo es el misterio de Dios indica que no es sencillo. Al contrario, El es inmensurable y misterioso. Sin duda alguna, Dios no es sencillo. El es ilimitado, infinito, eterno. Entonces, ¿cómo podría ser sencillo Cristo, el misterio de Dios? Cristo, como misterio de Dios, es el Dios inmensurable, infinito y eterno.
Dios es misterioso y necesita que el Verbo lo defina. El Cristo todo-inclusivo es el Verbo de Dios que lo define (Jn. 1:1). El, como Verbo de Dios, habla a Dios, y por tanto es la definición, la explicación y la expresión de Dios. Cristo, como Verbo, es Dios definido, explicado y expresado. Por consiguiente, el Verbo es en realidad Dios mismo, no Dios escondido, ocultado y misterioso sino Dios definido, explicado y expresado.
El Cristo todo-inclusivo es la corporificación de Dios que lo expresa. “En El habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad” (Col. 2:9). Antes de la encarnación de Cristo, la plenitud de la Deidad habitaba en El, quien era el Verbo eterno, pero no habitaba en El corporalmente. Desde el momento en que Cristo se encarnó, se vistió de un cuerpo humano, la plenitud de la Deidad empezó a habitar en El de modo corporal, y en Su cuerpo glorificado (Fil. 3:21) habita ahora y por la eternidad. El Cristo que es la corporificación de Dios no sólo habla a Dios y lo define; también lo expresa. Puesto que El es la corporificación sólida de Dios, nos presenta a Dios, expresándolo.
El Cristo que es el misterio de Dios, la realidad de Dios, la definición de Dios y la expresión de Dios también es la universalidad y la centralidad de la economía eterna de Dios (Col. 1:13-19). En la economía de Dios, Cristo es el centro y la circunferencia.
Se puede comparar la economía de Dios con una rueda grande, que tiene a Cristo como todas sus partes. Cristo es el cubo, el centro de esta rueda. “Todas las cosas en El se conservan unidas” (v. 17). Esto significa que así como los radios de una rueda se juntan en el cubo al centro, así todas las cosas existen juntas por tener a Cristo como el cubo, el centro que las mantiene. En la rueda de la economía de Dios, Cristo también es los radios, el apoyo y la llanta, la circunferencia.
Necesitamos conocer al Cristo todo-inclusivo como la porción que Dios asignó a los creyentes para su disfrute. Colosenses 1:12 habla de Cristo como “la porción de los santos”. Esto se refiere a la porción de la herencia, según se ilustra por la distribución de la buena tierra de Canaán, dada a los hijos de Israel para que la heredaran (Jos. 14:1). La herencia de los creyentes neotestamentarios, la porción que Dios les asignó, es el Cristo todo-inclusivo.
Cristo es la vida para los creyentes a fin de que lo vivan a El. Colosenses 3:4 habla de “Cristo, nuestra vida”. La vida que es Dios está en Cristo (Jn. 1:4). El Señor Jesús mismo dijo que El es la vida (Jn. 11:25) y que El vino para que nosotros tuviéramos vida (Jn. 10:10). Por tanto, el que tiene a Cristo tiene la vida (1 Jn. 5:12), y ahora Cristo mora en los creyentes como su vida. El Cristo todo-inclusivo no sólo es nuestra porción para que la disfrutemos; también es la vida para que lo vivamos a El.
Necesitamos conocer a Cristo como la Cabeza de Su Cuerpo que lo expresa. Colosenses 1:18 dice: “El es la Cabeza del Cuerpo que es la iglesia”. Cristo necesita una expresión. Por una parte, El expresa a Dios, pero por otra, El es expresado por el Cuerpo. La Cabeza expresa a Dios, y el Cuerpo expresa la Cabeza. Puesto que Cristo es la Cabeza del Cuerpo, necesitamos asirnos de la Cabeza para que el Cuerpo crezca con el crecimiento de Dios (2:19). Que el Cuerpo se asga de la Cabeza significa que no se deja separar de la Cabeza. Si verdaderamente nos asimos de Cristo como Cabeza del Cuerpo, nada nos separará de El.
Ahora, necesitamos conocer al Espíritu consumado.
El Espíritu consumado es la transfiguración de Cristo en resurrección (1 Co. 15:45). Cristo es la corporificación de Dios, y el Espíritu es la transfiguración de Cristo. En la resurrección Cristo, el postrer Adán en la carne, se hizo el Espíritu vivificante. La resurrección de Cristo consistió en que se transfiguró en el Espíritu vivificante. El era el Cristo en la carne, pero por medio de la resurrección se transfiguró en el Cristo quien es el Espíritu vivificante.
Al Espíritu compuesto se le añadió la divinidad de Cristo, Su humanidad, la muerte con su eficacia y la resurrección con su poder; esto es tipificado por los elementos del ungüento santo de la unción de Exodo 30:23-25. Según el tipo de Exodo 30, el ungüento de la unción era una entidad principal —un hin de aceite de oliva— a la cual se añadieron cuatro especias: la mirra, la canela, el cálamo y la casia. En tipología, el aceite representa al Espíritu de Dios; la mirra que fluye, la muerte de Cristo; la canela, la dulzura y la eficacia de la muerte de Cristo; el cálamo, la resurrección de Cristo; y la casia, el poder, especialmente el poder repelente, de la resurrección de Cristo. El tipo del ungüento de la unción fue cumplido totalmente en el Espíritu vivificante, que contiene la divinidad de Cristo, Su humanidad, la dulzura y la eficacia de Su muerte, y el poder y la eficacia de Su resurrección. Por consiguiente, el Espíritu vivificante es el Espíritu compuesto.
El Espíritu es no sólo el Espíritu vivificante, sino también el Espíritu de vida (Ro. 8:2). El Espíritu de vida es la realidad de la vida, porque este Espíritu contiene el elemento de la vida divina. En realidad, el Espíritu mismo es la vida. Por tanto, en el Espíritu de vida tenemos las riquezas de la vida divina.
La manera de tener la vida es tener al Espíritu. La vida pertenece al Espíritu, y el Espíritu es de vida. Los dos en realidad son uno. No podemos separar la vida del Espíritu, ni el Espíritu de la vida. Si tenemos el Espíritu, tenemos la vida. Si no tenemos el Espíritu, no tenemos la vida. La manera de experimentar la vida divina, eterna y no creada es el Espíritu de vida.
En Romanos 8:9 Pablo habla del Espíritu de Dios que mora en nosotros, y en el versículo 14, de que los hijos de Dios son guiados por el Espíritu de Dios. No debemos entender que el título Espíritu de Dios signifique que el Espíritu es algo que viene de Dios. En el Nuevo Testamento frases como el amor de Dios y la vida de Dios significan que el amor y la vida son Dios mismo. Según el mismo principio, la expresión el Espíritu de Dios significa que el Espíritu es Dios. Por tanto, que el Espíritu de Dios more en nosotros y nos guíe significa que Dios mismo mora en nosotros y nos guía.
El Espíritu de Jesús (Hch. 16:7) es una expresión específica que está relacionada con el Espíritu de Dios y se refiere al Espíritu del Salvador encarnado que, como Jesús en Su humanidad, pasó por la vida humana y la muerte en la cruz. Esto indica que el Espíritu de Jesús contiene no sólo el elemento divino sino también el elemento humano y los elementos de la vida humana de Jesús y el hecho de que sufrió la muerte.
En Romanos 8:9 Pablo habla del Espíritu de Cristo. El Espíritu de Cristo está relacionado con la muerte del Señor y Su resurrección. El Espíritu de Cristo es el Espíritu de aquel que pasó por la muerte y entró en la resurrección. El Espíritu de Cristo es la totalidad, el conjunto, del Cristo todo-inclusivo y Su muerte y resurrección todo-inclusivas.
El Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19) es “el Espíritu” mencionado en Juan 7:39. Esto no es meramente el Espíritu de Dios antes de la encarnación del Señor sino el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo con la divinidad, después de la resurrección del Señor, al cual se añadieron la humanidad del Señor, Su vida humana bajo la cruz, la crucifixión y la resurrección.
Puesto que el Espíritu de Jesús hace cierta referencia al sufrimiento del Señor, y el Espíritu de Cristo a Su resurrección, el Espíritu de Jesucristo está relacionado tanto con Su sufrimiento como con Su resurrección. El Espíritu de Jesucristo es el Espíritu del Jesús que llevó una vida de sufrimiento en la tierra y del Cristo que ahora está en la resurrección. La realidad de este Jesús y de este Cristo es el Espíritu de Jesucristo.
El Espíritu consumado también es el Espíritu que mora en nosotros. En Romanos 8:9 y 11 Pablo habla del Espíritu que mora en los creyentes. El versículo 9 habla del Espíritu de Dios que mora en nosotros, y el versículo 11 dice: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por Su Espíritu que mora en vosotros”. Puesto que el Espíritu mora en nosotros, está activo y nos imparte vida. El Espíritu que mora en nosotros imparte la vida divina en nuestro ser tripartito (vs. 10, 6, 11). El Espíritu mora en nosotros para impartir la vida, la cual es Dios mismo, en las tres partes de nuestro ser.
Finalmente, necesitamos conocer al Espíritu consumado como el Cristo pneumático (Ro. 8:10). El Cristo pneumático es Cristo el Espíritu vivificante. El Cristo que estuvo en la carne pasó por la muerte y la resurrección para llegar a ser el Espíritu vivificante, el Cristo pneumático. Cristo no sólo se hizo el Espíritu, el Cristo pneumático, sino que cuando viene a nosotros, viene como el Cristo pneumático. Por tanto, cuando recibimos a Cristo hoy, lo recibimos como el Cristo pneumático, como el Espíritu vivificante.
El próximo aspecto que necesitamos conocer es la iglesia.
La iglesia es la casa universal de Dios, la manifestación de Dios en la humanidad (1 Ti. 3:15-16). In 1 Timoteo 3:15 Pablo habla de “la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente”. La iglesia, como morada de Dios, es tanto la casa de Dios como Su familia. En el Antiguo Testamento el templo y el pueblo de Dios eran dos entidades separadas, pero en el cumplimiento, en el Nuevo Testamento, la morada de Dios y Su familia son una sola entidad. Los versículos 15 y 16 indican que la iglesia, como casa de Dios, también es la manifestación de Dios en la carne, el misterio de la piedad. Dios está manifestado en la iglesia, el Cuerpo de Cristo y la casa del Dios viviente, como la expresión agrandada y corporativa en la carne, es decir, en la humanidad.
Es importante que conozcamos la iglesia como las iglesias locales, la expresión de la iglesia de Dios (Ap. 1:11. 1 Co. 10:32). La iglesia tiene tanto un aspecto universal como un aspecto local. En el aspecto local la iglesia está expresada en muchas localidades como muchas iglesias locales. La iglesia universal expresada en muchos lugares en la tierra llega a ser las muchas iglesias locales. La expresión de la iglesia en una localidad es la iglesia local de esa localidad específica.
La iglesia universal como Cuerpo de Cristo está expresada por medio de las iglesias locales. Las iglesias locales, como expresiones del Cuerpo de Cristo, son localmente una sola. Sin las iglesias locales, no existiría la iglesia universal en la práctica y en la realidad. La iglesia universal es hecha real en las iglesias locales.
La iglesia en su aspecto universal es el Cuerpo universal de Cristo, Su plenitud. En Efesios 1:22-23 Pablo habla de “la iglesia, la cual es Su Cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”. Esta es la iglesia en su aspecto universal, porque Cristo tiene un solo Cuerpo, el cual es único en el universo. El Cuerpo universal de Cristo es Su plenitud, Su expresión.
Además de conocer la iglesia, necesitamos conocer el Cuerpo de Cristo.
El Cuerpo de Cristo es el misterio de Cristo (Ef. 3:4). El misterio de Dios en Colosenses 2:2 es Cristo; el misterio de Cristo en Efesios 3:4 es la iglesia. Dios es un misterio, y Cristo, como corporificación de Dios que lo expresa, es el misterio de Dios. Cristo también es un misterio, y la iglesia, como Cuerpo de Cristo, es el misterio de Cristo. Este misterio es la economía de Dios, la cual consiste en impartir a Cristo, la corporificación de Dios, en el pueblo escogido de Dios a fin de producir un Cuerpo, que será el aumento de la corporificación de Dios en Cristo para que Dios tenga una expresión corporativa.
El Cuerpo de Cristo es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (Ef. 1:23). Es la expresión universal del Cristo todo-inclusivo y extensivo. El Cuerpo como plenitud de Cristo es la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Cristo, quien es el Dios infinito sin límite, es tan grande que todo lo llena en todo. Este Cristo grande necesita que el Cuerpo sea Su plenitud para que lo exprese completamente.
El Cuerpo de Cristo es el organismo del Dios Triuno, constituido del Dios Triuno y los creyentes (Ef. 4:4-6). La vida divina es una sustancia, o sea, el Dios Triuno, y el organismo del Dios Triuno es la expresión visible de esta sustancia. Por tanto, el Cuerpo de Cristo, como organismo del Dios Triuno, es totalmente orgánico y completamente relacionado con la vida. Se encuentra una ilustración de este organismo en Juan 15, a saber, la vid con sus pámpanos. La vid es desarrollada y agrandada por medio de sus pámpanos. Esto es un cuadro del Cuerpo de Cristo como organismo del Dios Triuno, un organismo que crece con las riquezas del Dios Triuno y expresa la vida divina.
El organismo del Dios Triuno, el Cuerpo de Cristo, es resultado de la Trinidad Divina; es el resultado del Padre como la fuente, del Hijo como curso y del Espíritu como el fluir. Además, el Cuerpo está constituido del Dios Triuno y los creyentes. En esta constitución el Padre es la fuente, el Hijo es el elemento, el Espíritu es la esencia, y los creyentes, el pueblo que Dios redimió y regeneró, son la estructura exterior. El Padre como fuente, el Hijo como elemento y el Espíritu como esencia están en la estructura exterior.
El Cuerpo de Cristo es el contenido del nuevo hombre. Colosenses 3:10 y 11 nos dicen que en el nuevo hombre “Cristo es el todo, y en todos”. En el nuevo hombre sólo cabe Cristo. El es todos los miembros del nuevo hombre y está en todos los miembros. El lo es todo en el nuevo hombre. En realidad, El es el nuevo hombre, Su Cuerpo (1 Co. 12:12). En el nuevo hombre El es la centralidad y la universalidad. El es el constituyente del nuevo hombre, y El es el todo, y en todos, en el nuevo hombre.
El Cuerpo de Cristo necesita ser edificado por los santos perfeccionados en todas las iglesias locales (Ef. 4:11-12). Efesios 4:11 habla de las personas dotadas, o sea, los apóstoles, los profetas, los evangelistas y los pastores y maestros. Estas personas dotadas tienen un solo ministerio, es decir, ministrar a Cristo para la edificación del Cuerpo de Cristo, la iglesia. Todo lo que las personas dotadas hacen debe dirigirse a la edificación del Cuerpo de Cristo. Sin embargo, esta edificación no se logra directamente por las personas dotadas sino por los santos que han sido perfeccionados por ellas.
El Cuerpo de Cristo no está dividido ni puede dividirse. Esto se indica claramente por lo que Pablo dice en 1 Corintios 1:10-13.
La edificación del Cuerpo de Cristo tiene su consumación en la Nueva Jerusalén. Hoy edificamos el Cuerpo de Cristo para la edificación de la Nueva Jerusalén. Edificamos algo en esta edad, a saber, el Cuerpo de Cristo, que tiene como fin algo en la próxima edad, a saber, la Nueva Jerusalén.
Necesitamos avanzar desde conocer el Cuerpo de Cristo hasta conocer la máxima consumación, la Nueva Jerusalén (Ap. 21).
La Nueva Jerusalén es una entidad mística constituida del Dios Triuno procesado y consumado con Su pueblo escogido, redimido, regenerado, santificado, renovado, transformado, edificado, conformado y glorificado.
La Nueva Jerusalén, como entidad mística y orgánica, es la novia, la esposa, del Cordero (Ap. 21:2, 9). Esto significa que la Nueva Jerusalén será el complemento de Cristo, la corporificación del Dios Triuno procesado y consumado. En el día de la boda que durará mil años (19:7-9) la Nueva Jerusalén será sólo la novia del Cordero, pero en la eternidad la Nueva Jerusalén será Su esposa.
La Nueva Jerusalén también es el tabernáculo, la morada eterna de Dios. Apocalipsis 21:3 dice claramente que la Nueva Jerusalén, la ciudad santa, es el tabernáculo de Dios. Esto indica que la Nueva Jerusalén es la morada de Dios. La morada de Dios tiene como fin que El descanse en Su expresión. En la Nueva Jerusalén Dios tendrá el máximo descanso en expresión por la eternidad.
El tabernáculo hecho por Moisés tipificaba la Nueva Jerusalén como tabernáculo eterno de Dios (Ex. 25:8-9; Lv. 26:11). Este tipo fue cumplido por primera vez en Cristo como tabernáculo de Dios entre los hombres (Jn. 1:14). El mismo era el tabernáculo de Dios. Con el tiempo, el tipo del tabernáculo será cumplido de manera cabal en la Nueva Jerusalén, la cual será el agrandamiento de Cristo como morada de Dios.
La Nueva Jerusalén es el templo, la morada eterna de los santos glorificados. Apocalipsis 21:22b dice: “El Señor Dios Todopoderoso, y el Cordero, es el templo de ella”. Puesto que Dios y el Cordero son el templo, no pueden morar en ella, y ésta no puede ser Su morada. Más bien, es la morada de los santos glorificados, quienes sirven al Dios Triuno morando en El.
Por una parte, la Nueva Jerusalén, la cual está compuesta de todos los santos glorificados, como morada de Dios, es el tabernáculo. Por otra parte, la Nueva Jerusalén, que está constituida del Dios Triuno procesado y consumado, como morada de los santos glorificados, es el templo. Por consiguiente, la Nueva Jerusalén, por ser el tabernáculo y el templo, es la morada mutua del Dios Triuno y los santos glorificados.
La Nueva Jerusalén también es la expansión y expresión eternas del Dios Triuno procesado y consumado en la humanidad regenerada, transformada y glorificada. Es la extensión del Dios Triuno a través de Sus santos glorificados como Su aumento con miras a Su propósito eterno. Esta extensión está ilustrada por la vid con sus pámpanos en Juan 15. La vid que echa brotes es la vid que se extiende. Esta es una ilustración de la Nueva Jerusalén como expansión, extensión, del Dios Triuno a través de Sus santos glorificados.
Además de conocer los seis asuntos anteriores, necesitamos conocer el yo.
En Romanos 6:6 el viejo hombre se refiere a la vida natural que está en nuestra alma. El viejo hombre es nuestro propio ser, el cual fue creado por Dios pero cayó por medio del pecado. Es igual al “yo” de Gálatas 2:20. Nuestro viejo hombre fue crucificado con Cristo en la cruz (Ro. 6:6; Gá. 2:20) y fue sepultado con Cristo en el bautismo (Ro. 6:4). Dios consideró no sólo el alma sino también la vida del alma sin esperanza, y las puso en la cruz y las crucificó con Cristo.
El yo debe ser negado, condenado y rechazado todo el tiempo. En Mateo 16:24 el Señor Jesús dijo: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Nosotros los creyentes de Cristo fuimos crucificados con El, y ahora debemos llevar la cruz. Que nosotros llevemos la cruz significa que permanezcamos bajo la acción asesina de la muerte de Cristo para que sea aniquilado nuestro yo, nuestra vida natural y nuestro viejo hombre. Al hacer esto, negamos el yo para seguir al Señor.
En este mensaje abarcamos, como extracto de la revelación básica de las Santas Escrituras, siete asuntos principales que se encuentran en nuestra teología, a saber: el Dios Triuno, el Cristo todo-inclusivo, el Espíritu consumado, la iglesia, el Cuerpo, la consumación máxima (la Nueva Jerusalén) y el yo. Necesitamos dedicar mucho tiempo para estudiar todos estos asuntos.