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Mensajes del libro «Entrenamiento para ancianos, libro 06: Los puntos cruciales de la verdad contenida en las Epístolas de Pablo»
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CAPÍTULO CUATRO

LOS PUNTOS CRUCIALES DE LA VERDAD EN 2 CORINTIOS

  Oración: Señor, introdúcenos en Ti mismo. Señor, estamos aquí contigo, esperándote. Tenemos la convicción de que verdaderamente estás con nosotros. ¡Oh Señor Jesús! Ábrenos Tu ser y ábrenos Tu palabra. Señor, ayúdanos a abrir todo nuestro ser a Ti, a Tu palabra y a Tu revelación actualizada. Confiamos en que Tú nos hablarás. Señor, cúbrenos y lávanos. Una vez más, te tomamos como nuestra ofrenda por el pecado y nuestra ofrenda por las transgresiones a fin de que, en Ti, podamos ser aceptados por Dios el Padre. Señor, úngenos. Amén.

  Tengo la firme convicción de que todos los santos pueden conformarse al estándar de las verdades presentadas aquí. No sé cuánto hará el Señor ni cuán lejos podrá llegar entre nosotros, pero sí tengo la convicción de que un número significativo de nuevos creyentes y jóvenes surgirán entre nosotros, y que éstos nos superarán en cuanto al conocimiento de la verdad. Aquellos que vengan después de nosotros serán excelentes creyentes. Estoy convencido que esto propiciará el advenimiento de una nueva época entre los cristianos, una era en la que se hable de temas más elevados y de mayor profundidad. Si somos fieles, después de unos cuantos años todas las verdades que ahora presentamos llegarán a ser la común posesión de muchos hijos del Señor. Será común que todos los santos hablen sobre estas verdades, las cuales ya no volverán a estar tan escondidas ni serán tan difíciles de entender.

ADHERIDOS AL UNGIDO

  Ahora debemos considerar los puntos cruciales de la verdad contenida en 2 Corintios. Esta segunda epístola es mucho más profunda que 1 Corintios. Por este motivo, en este capítulo únicamente podremos considerar los puntos más cruciales contenidos en dicha epístola. El primer punto crucial es presentado al final del capítulo 1, en los versículos 21 y 22. Estos versículos dicen: “Y el que nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado en arras el Espíritu en nuestros corazones”. Este punto crucial constituye el fundamento de todas las verdades halladas en este libro. El fundamento de todas las verdades que trataremos a continuación es que nosotros fuimos adheridos a Cristo, el Ungido de Dios. Los apóstoles —los cuales predicaban a Cristo de acuerdo con las promesas de Dios y vivieron a Cristo en concordancia con lo que ellos predicaban— así como los creyentes —los cuales recibieron a Cristo de acuerdo con la predicación de los apóstoles— fueron adheridos, unidos a Cristo, con lo cual llegaron a ser uno con Él. En Cristo, el Ungido, abunda la unción. ¡Aleluya! ¡Dios adhiere a los apóstoles y a todos los creyentes a este Ungido! Debido a que fuimos adheridos a Él, ¡ahora esta unción fluye en nuestro ser! Este punto de la verdad, así como los otros puntos de la verdad presentados aquí, han sido debidamente tomados en cuenta tanto en la Versión Recobro con sus notas como en los mensajes del Estudio-vida.

CAUTIVOS Y PORTADORES DE INCIENSO

  Otro punto crucial es presentado en 2 Corintios 2:14-16. El versículo 14 dice: “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en el Cristo, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de Su conocimiento”. El versículo 15 dice: “Porque para Dios somos grato olor de Cristo en los que se salvan, y en los que perecen”. Aquí se usan dos figuras retóricas: una hace referencia a la celebración de un triunfo, y la otra hace referencia a la propagación del incienso en dicha celebración. En la primera figura retórica, nosotros somos prisioneros cautivos que toman parte en una procesión triunfal. En tiempos antiguos, las victorias bélicas eran celebradas con procesiones, las cuales consistían en hacer desfilar principalmente a los prisioneros de guerra que habían sido capturados. Pues bien, nosotros somos aquellos prisioneros. Mientras Pablo viajaba ejerciendo su ministerio, él era un ministro. Pero al realizar tales viajes, él se consideraba a sí mismo como un prisionero de guerra, un cautivo, y que su ministerio era una procesión que celebraba la victoria de Cristo. Los equipos que salen a predicar el evangelio deben considerarse a sí mismos como cautivos en una procesión con la cual se celebra la victoria de Cristo. Toda vez que vayan a una universidad a predicar el evangelio, ustedes van a ella como cautivos que participan en una procesión. Incluso, ustedes podrían dar un mensaje para presentar este asunto a las personas. Ustedes podrían decirles a su oyentes: “Amigos, nosotros no somos predicadores; somos cautivos. No solamente tenemos parte en el ministerio, sino que tomamos parte como cautivos en una procesión que celebra la victoria de Cristo. Esperamos que ustedes también se unan a nosotros en esta procesión”.

  A la postre, todos los prisioneros se convierten en portadores de incienso. Primero, somos cautivos en la procesión de celebración de la victoria de Cristo; después, nos convertimos en portadores de incienso que propagan el incienso o la fragancia, el sabor del conocimiento de Cristo en Su ministerio victorioso. Los apóstoles, habiéndose saturado de Cristo, llegan a ser una fragancia de Cristo. Ellos no son meramente un grato olor producido por Cristo, sino que Cristo mismo es el grato olor que ellos despiden en su vida y obra para Dios, tanto en aquellos que se salvan, para quienes ellos tienen olor de vida para vida, como en aquellos que perecen, para quienes ellos tienen olor de muerte para muerte. Las expresiones para muerte y para vida, usadas en 2 Corintios 2:16, hacen referencia a los diferentes efectos que tiene el ministerio de los apóstoles en las diferentes personas.

CARTAS DE CRISTO

  En 2 Corintios 3:3 dice: “Siendo manifiesto que sois carta de Cristo redactada por ministerio nuestro, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de corazones de carne”. Nosotros, los creyentes neotestamentarios, somos cartas vivas de Cristo. Los creyentes son fruto de la labor de los apóstoles, que sirven de recomendación para los apóstoles en su ministerio a otros. Así, ellos llegan a ser las cartas de recomendación vivas de los apóstoles, las cuales han sido escritas por los apóstoles con el Cristo que mora en ellos como contenido mismo de cada parte del ser interior de los creyentes. Una carta de Cristo es aquella que está redactada con Cristo mismo como el contenido, a fin de comunicar Cristo a los demás y expresarlo ante ellos. Todos los creyentes de Cristo deben ser tales cartas vivas de Cristo, a fin de que los demás puedan leer y conocer a Cristo en el ser de ellos. En estas cartas vivas, Cristo es todas las letras del alfabeto. Él es cada una de las letras que componen todas las palabras y las oraciones que conforman dicha carta. El Espíritu del Dios viviente, el cual es el propio Dios viviente, no es un instrumento para escribir tales cartas, o sea, no es la pluma, sino que es el elemento mismo, la tinta, con que los apóstoles ministran a Cristo como el contenido a fin de escribir cartas vivas que comuniquen a Cristo a los demás. El Espíritu del Dios viviente es Dios mismo como “la tinta”, el elemento, la esencia, de tal acción de escribir mediante la cual Cristo es comunicado como el alfabeto, las oraciones y las palabras que componen dicha carta.

EL MINISTERIO DEL NUEVO TESTAMENTO

  Otro punto crucial es hallado en 2 Corintios 3:7-11. Éste concierne al ministerio del Nuevo Testamento. Aquí, el ministerio del Nuevo Testamento es llamado el ministerio del Espíritu (v. 8), el ministerio que está en gloria (v. 8) y el ministerio de la justicia (v. 9). Este ministerio es el ministerio apostólico del nuevo pacto, un pacto del Espíritu viviente, el cual da vida. La gloria aquí es la gloria de Dios manifestada en la faz de Cristo, la cual es Dios mismo que resplandece por siempre en los corazones de los apóstoles (4:6), la misma que supera la gloria del ministerio mosaico del antiguo pacto (3:10). El ministerio del antiguo pacto se convirtió en un ministerio de muerte debido a que dicho pacto trajo la condenación que resulta en muerte (Ro. 5:13, 18, 20-21) y la muerte que resulta en condenación. Por tanto, tal ministerio era también un ministerio de condenación. El ministerio del nuevo pacto es un ministerio del Espíritu que da vida (6, 2 Co. 3:8), debido a que el nuevo pacto trae la justicia de Dios que es para vida (Ro. 5:17, 21) y vida que produce la justicia. Por tanto, este ministerio es también el ministerio de la justicia.

LA TRANSFORMACIÓN QUE PROVIENE DEL SEÑOR ESPÍRITU

  En el versículo 18 del capítulo 3 dice: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Cuando miramos y reflejamos a cara descubierta la gloria del Señor, Él nos infunde el elemento de lo que Él es y de lo que Él ha realizado. Por tanto, nosotros somos transformados metabólicamente para poseer la forma que es propia de Su vida con el poder que es propio de Su vida juntamente con la esencia que es propia de Su vida, siendo así transfigurados a Su imagen principalmente mediante la renovación de nuestra mente (Ro. 12:2). Ser transformados indica que participamos del proceso de transformación. Ser transformados en la misma imagen significa ser conformados a la imagen del Cristo glorificado y resucitado, con lo cual somos hechos iguales a Él (8:29).

EL TESORO EN VASOS DE BARRO

  Hasta ahora, hemos utilizado cuatro figuras retóricas: cautivos, portadores de incienso, cartas y espejos. Una cuarta figura es usada en 4:7, donde dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. El resplandor de Dios en nuestros corazones trae a nuestro ser un tesoro, el Cristo de gloria, el cual es la corporificación de Dios a fin de ser nuestra vida y nuestro todo. Pero nosotros mismos —los que tenemos como nuestro contenido este tesoro— somos vasos de barro, sin valor y frágiles. Así pues, un tesoro de incalculable valor está contenido en estos vasos sin valor. Esto ha hecho de tales vasos sin valor ministros del nuevo pacto, los cuales tienen un ministerio de incalculable valor.

HABLAR POR EL ESPÍRITU DE FE

  En 2 Corintios 4:13 dice: “Y teniendo el mismo espíritu de fe conforme a lo que está escrito: ‘Creí, por lo cual hablé’, nosotros también creemos, por lo cual también hablamos”. Hablar por el espíritu de fe en nuestra vida diaria es un punto crucial de gran importancia. Esta expresión tan particular es usada únicamente una sola vez en la Biblia. El espíritu de fe es una mezcla del Espíritu Santo con nuestro espíritu. La frase espíritu de fe coloca “espíritu” y “fe” en aposición. La fe es propia del espíritu. Por tanto, el espíritu de fe es fe. Nuestra fe es simplemente el espíritu mezclado. Más aún, la fe proviene del oír, y el oír, por medio de la predicación de la palabra (Ro. 10:14). La fuente misma de la fe es la palabra (v. 17). Ésta es la razón por la cual tenemos que profundizar en la Palabra. Cuanto más profundicemos en la Palabra, más fe tendremos, y esta fe es el espíritu. Ahora, por tal espíritu, podremos proclamar la Palabra, la cual es la fuente de nuestra fe. Éste es un ciclo. La Palabra produce fe, la fe es el espíritu, y por el espíritu uno proclama la Palabra. Así, al proclamar la Palabra, nuestro hablar llegará a ser la fuente de la fe de otros. Entonces, la fe en ellos se convertirá en el espíritu en virtud del cual hablarán.

  De acuerdo con el contexto, el hecho de que los apóstoles hablaran por el espíritu de fe en ellos guarda relación con la muerte y resurrección de Cristo. Los versículos 11 y 12 dicen: “Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, mas en vosotros la vida”. Pablo nos habló sobre su experiencia de la muerte y la resurrección de Cristo.

EL MINISTERIO DE RECONCILIACIÓN

  Un punto muy crucial, el ministerio de reconciliación, es presentado en 2 Corintios 5:16-21. La reconciliación ocurre en dos pasos. Estos dos pasos de la reconciliación están claramente representados por los dos velos del tabernáculo. El primer velo es también llamado una cortina (Éx. 26:36). Un pecador era traído a Dios por medio de la reconciliación efectuada por la sangre expiatoria a fin de entrar en el Lugar Santísimo pasando por esta cortina. Esto tipifica el primer paso de la reconciliación. El segundo velo (Éx. 26:31-35; He. 9:3) todavía separa al pecador de Dios, quien está en el Lugar Santísimo. El velo tenía que ser rasgado para que el pecador pudiese ser traído a Dios, quien está en el Lugar Santísimo. En esto consiste el segundo paso de la reconciliación. Primero, éramos pecadores que estaban en el atrio. Después de haber sido reconciliados, al pasar por el primer velo, fuimos salvos. A partir de ese momento fuimos hechos una nueva creación (2 Co. 5:17). Sin embargo, es posible que todavía hayamos seguido viviendo según nuestra vida natural. En el mejor de los casos, es posible que solamente hayamos entrado en el Lugar Santo. Todavía estábamos separados del Lugar Santísimo por nuestra vida natural en la carne. Por tanto, es imprescindible que demos un segundo paso, para ser reconciliados al salir de nuestra vida natural y ser introducidos en Dios mismo.

  En el primer paso de la reconciliación, fuimos reconciliados con Dios al ser separados de nuestros pecados. Fue con este propósito que Cristo murió por nuestros pecados (1 Co. 15:3), haciendo posible que éstos fuesen perdonados por Dios. Éste es el aspecto objetivo de la muerte de Cristo. En este aspecto, Él llevó sobre Sí nuestros pecados en la cruz y recibió el juicio de Dios que estaba destinado para nosotros. En el segundo paso de la reconciliación, los creyentes que llevaban una vida natural fueron reconciliados con Dios al ser separados de la carne de pecado. Fue con este propósito que Dios murió por nosotros, las personas, haciendo que podamos vivirle a Él en la vida de resurrección (2 Co. 5:14-15). Éste es el aspecto de la muerte de Cristo experimentada subjetivamente por nosotros. Es en este aspecto que Él fue hecho pecado por nosotros a fin de ser juzgado y rechazado por Dios, para que nosotros lleguemos a ser justicia de Dios en Él. En virtud de estos dos aspectos de Su muerte, Él reconcilió plenamente al pueblo de Dios con Dios mismo. Esto no es simplemente ser justificados por Dios, sino ser hechos justicia de Dios en Cristo. El hecho de que Cristo fue hecho pecado es más elevado que el hecho de que Él haya llevado sobre Sí nuestros pecados. Asimismo, ser hechos justicia de Dios reviste mayor profundidad que ser justificados.

DESPOSADOS CON CRISTO COMO UNA VIRGEN PURA

  Se abordan diversos asuntos del capítulo 6 al 10 de 2 Corintios, pero no debiéramos considerar tales asuntos como cruciales. El estándar que usamos para seleccionar los puntos cruciales tratados en las epístolas de Pablo es un estándar muy elevado. Incluso cuando nos valemos de los mensajes del Estudio-vida, no es necesario usar todos los mensajes y todas las partes de cada mensaje. Cuando se dieron los mensajes a fin de estudiar un libro en particular, se cubrieron todos los versículos de dicho libro. Sin embargo, debemos enfocarnos en los puntos cruciales que conforman la línea central desarrollada en dicho libro. Precisamente éstos son los temas que muchos santos pasan por alto y no estudian con la debida diligencia.

  En 2 Corintios 11:2, Pablo dice: “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo”. El versículo 4 dice: “Porque si viene alguno predicando a otro Jesús que el que os hemos predicado, o si recibís otro espíritu que el que habéis recibido, u otro evangelio que el que habéis aceptado, bien lo toleráis”. En el versículo 5 Pablo se refirió a los “superapóstoles”. La palabra superapóstoles es una expresión irónica. Además de Pablo y sus colaboradores, habían otros que enseñaban cosas diferentes. Pablo consideró que todas esas enseñanzas divergentes eran sustitutos del único Esposo. El único Esposo es Cristo en Su revelación única. Otros maestros se introdujeron entre los corintios pretendiendo ser mayores que los apóstoles. Sin embargo, Pablo dijo que ellos eran superapóstoles, no mayores, y que lo enseñado por ellos podía convertirse en un esposo diferente al que tenían los corintios. Adoptar sus enseñanzas equivale a tomar otro esposo.

  El enemigo es muy sutil. A lo largo de los siglos, muchas enseñanzas fundamentales y bíblicas han sido utilizadas por el enemigo para reemplazar a Cristo mismo así como a la revelación concerniente a Cristo. Estas enseñanzas son más sutiles que las enseñanzas de los judaizantes en tiempos de Pablo. Las enseñanzas judaicas correspondientes a la ley del Antiguo Testamento y a la genealogía del mismo no son tan fundamentales como muchas de las enseñanzas impartidas en los últimos siglos, especialmente desde la Reforma. Muchas enseñanzas fundamentales y espirituales se han convertido en sustitutos de la revelación apropiada de Cristo. Según Pablo, éstos son otros esposos. Cuando los superapóstoles enseñaban, ellos también se referían a Jesús y al evangelio. De otro modo, Pablo no se hubiera referido a otro Jesús y a otro evangelio. Tal ataque fue muy sutil. Éste es un asunto de crucial importancia y nos comunica un principio muy importante: todo cuanto distrae a las personas de la línea central y del enfoque que representa la economía neotestamentaria de Dios, independientemente de cuán fundamental y bíblico pudiera ser este tema, es un sustituto de Cristo y de la revelación de Cristo. Si este asunto se convierte en tal sustituto, entonces ello se convierte en otro esposo para nosotros, las vírgenes puras.

UN HOMBRE EN CRISTO Y LA GRACIA DE CRISTO QUE ES SUFICIENTE

  En el capítulo 12 se abordan dos puntos de crucial importancia. En el versículo 2, Pablo dice: “Conozco a un hombre en Cristo”, y en el versículo 9: “Y me ha dicho: Bástate mi gracia”. Por lo menos en cierto grado, al escribir este capítulo Pablo consideró conjuntamente estos puntos. Aquel hombre en Cristo manifiesta una característica particular, esto es, que él siempre da a conocer su debilidad. Aun cuando su debilidad no era verdaderamente importante, aquel hombre elegía exhibirla. A este respecto, él tomó al Señor Jesús como su modelo. Sabemos que el Señor Jesús no era débil; más bien, era poderoso. No obstante, cuando fue arrestado, llevado a la cruz y clavado allí, Cristo parecía ser débil. Cuando Judas vino del templo trayendo consigo hombres armados a fin de que ellos arrestaran a Cristo, Cristo no se defendió ni luchó. A los ojos de aquellos que lo arrestaron, Cristo era muy débil. Según ellos, si él no fuese débil, se habría defendido y no habría tolerado su arresto. Pero Él no peleó, ni mostró reacción alguna. Al hacer esto, Él exhibió Su debilidad. Al ser obligado a recorrer un trayecto tan largo como el que va desde el huerto de Getsemaní hasta el Gólgota, Él no opuso resistencia alguna. Ese fue un signo de debilidad. No es fácil clavar a una persona viva a una cruz. Incluso un animal opone resistencia cuando está a punto de morir. Sin embargo, el Señor Jesús aparentemente carecía de la fuerza necesaria para defenderse. En esto, Él quiso mostrar Su debilidad.

  Pablo, por ser un hombre en Cristo, era exactamente como Cristo. En los capítulos anteriores de esta epístola, Pablo había recordado a los corintios de las diversas maneras en que ellos habían sido injustos con él. Sin embargo, Pablo jamás reaccionó en contra de ello; él siempre optó por mostrarse débil. Incluso cuando ellos le acusaron de manipularlos con fines lucrativos, él no se defendió ni reaccionó negativamente (vs. 16-19). En lugar de ello, él exhibió su debilidad. En el versículo 5 Pablo dijo: “De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades”. En realidad, cuando aquí se habla de debilidad no se hace referencia a una verdadera debilidad de Pablo; más bien, es como aquella debilidad exhibida por el Señor Jesús, quien cuando fue arrestado, llevado al Gólgota y crucificado, no hizo nada para oponer resistencia. Aparentemente Él era débil, pues no hizo nada. Si alguno, al sufrir persecución, reacciona y lucha contra ello, no está bajo la operación de la cruz; más bien, se manifiesta como una persona fuerte. Ninguna persona fuerte podría ser crucificada. Toda persona que ha sido crucificada, primero ha tenido que ser subyugada. Únicamente cuando uno ha sido subyugado puede ser puesto en la cruz. Ser subyugado es un signo de debilidad. A lo largo de toda Su vida, Cristo fue subyugado. Él fue subyugado por Sus opositores, y fue subyugado por Su entorno. Puesto que Pablo seguía al Señor, él también fue subyugado. Los corintios cometieron muchas injusticias contra Pablo y le agraviaron, pero él se mantuvo como una persona que ha sido subyugada y que pone de manifiesto su debilidad. Así pues, el signo de un hombre en Cristo es tal debilidad. Esto es contrario a nuestro sentir natural. Según nuestra manera de pensar, probablemente nos parezca que el signo de un hombre en Cristo debería ser su poder y fortaleza. Nos parece que tal clase de persona deberá ser una persona importante. Pero Pablo, como hombre en Cristo, parecía ser tan insignificante.

  En el versículo 9, Pablo habla sobre la gracia del Señor la cual le era suficiente. Sin embargo, al tratar este tema, lo hace como uno que es débil. En los versículos 7 y 8 él nos cuenta que tiene un aguijón en su carne. Aunque él le rogó al Señor tres veces que ese aguijón le fuera quitado, el Señor no lo hizo. Aquel aguijón permaneció allí, y a la postre, Pablo fue subyugado por dicho aguijón.

  Casi todos los grandes maestros de la Biblia están de acuerdo en que aquel aguijón en la carne de Pablo era una enfermedad que aquejaba su cuerpo. En Hechos vemos que Pablo realizó grandes milagros, al grado en que al llevarse a los enfermos los pañuelos que habían tocado el cuerpo de Pablo, éstos eran sanados (Hch. 19:12). Sin embargo, él no pudo obtener sanidad para sí mismo. Esta enfermedad era una señal para él. Un aguijón no es una daga destinada a matarlo a uno. Un aguijón es algo que penetra en la carne de uno y le causa molestias. Hay ciertas enfermedades que no son mortales, pero que constituyen una molestia continua. Puesto que ya soy anciano, estoy familiarizado con ciertos achaques que pueden ser considerados aguijones en la carne. Por ello, ¡cuánto me alegraría que no hubiesen tales aguijones! Sin embargo, he sido subyugado por el aguijón. El Señor designó un aguijón para Pablo a fin de subyugarlo continuamente. Pablo oró hasta tres veces, lo cual indica que él quiso argüir este asunto delante del Señor. Tal vez él le haya dicho: “Señor, ¿por qué no me quitas este aguijón? Me usaste poderosamente para realizar milagros. En Hechos 19 yo podía realizar milagros de sanidad, pero ahora no puedo”. Aparentemente, el autor de tantos milagros poderosos ahora no podía hacer nada. Pablo no solamente no podía sanarse a sí mismo, sino que incluso no podía sanar a un hijo espiritual tan íntimo para él como Timoteo (1 Ti. 5:23). Algunos de los pentecostales de hoy tal vez oren sosteniendo un pañuelo para luego enviárselo a uno de sus colaboradores que esté enfermo. Esto se ha hecho muchas veces en este país. Pero en lugar de ello, Pablo recurrió a las prácticas medicinales de antaño. En aquel entonces, una persona con problemas estomacales bebía menos agua y tomaba un poco de vino. Tal parece que Pablo se había olvidado de sus milagros de sanidad y que ahora recurría a los métodos antiguos y naturales. En 2 Timoteo 4:20 Pablo dijo: “A Trófimo dejé en Mileto enfermo”. Aun cuando él se preocupaba por su colaborador, no podía sanarlo. Estas palabras serán bien recibidas sólo por aquellos que buscan al Señor a fin de ser subyugados, a fin de aprender a ser débiles, de tal modo que puedan disfrutar de la gracia de Cristo, la cual es suficiente en toda ocasión.

  En el versículo 5 Pablo mencionó su debilidad, y en el versículo 9 volvió a declarar que prefería gloriarse en sus debilidades. Esto indica que ambos pasajes guardan relación entre sí y que debieran ser considerados conjuntamente, pues conforman un solo punto de crucial importancia. Sin embargo, pocas veces consideramos la suficiencia de la gracia en relación con el hecho de que una persona se halle en Cristo. Una persona que verdaderamente está en Cristo no es tan fuerte físicamente, en un sentido natural; más bien, siempre está sujeta a ciertas dificultades. Esto quiere decir que dicha persona ha sido subyugada y no se siente capaz de enfrentar la situación en la que se encuentra. Esta clase de debilidad representa una buena oportunidad para que en esta persona opere la gracia de Cristo, la cual le bastará. Si no somos débiles sino que en todo aspecto somos fuertes, no necesitaremos de la gracia de Cristo, la cual nos basta. Si soy millonario, no necesitaré de ayuda; pero si soy pobre en todo aspecto, necesitaré de ayuda que sea eficaz. Si fuese fuerte y rico de tal modo que tuviese todos los medios requeridos para andar, actuar y hacer todas las cosas, no necesitaré de ayuda, pues seré fuerte, no seré débil en nada ni tampoco padeceré pobreza en ningún sentido. En tal caso, ¿cómo podría ser un hombre en Cristo? Si somos tan fuertes, ricos y perfectos en todo, no solamente no habremos de necesitar de la gracia de Cristo, sino que podríamos prescindir de Cristo mismo. Nos bastaríamos a nosotros mismos.

  El Señor, a fin de adiestrarnos para que lleguemos a ser personas que están en Cristo y que le disfrutan como el Cristo todo-inclusivo, ciertamente deberá subyugarnos. En el pasado, he conocido algunos hermanos muy fuertes, que eran sabios y capaces en todo aspecto, a los que prácticamente no les faltaba nada. He visto cómo tales personas seleccionan a su esposa con sumo cuidado de entre las hermanas. Pero a la postre, tal selección se convirtió en un aguijón para tal hermano. Antes de su matrimonio, nadie sabía que tal hermana sería tal aguijón. Pero después de su matrimonio, ella se convirtió en un aguijón típico, no un aguijón para los demás, pero sí para su esposo. A lo largo de los años que siguieron, tal hermano llegó a ser completamente subyugado por tal aguijón. En cierto sentido, era una situación lamentable; pero en otro sentido, era una situación gloriosa, pues bajo el efecto de tal aguijón aquel hermano experimentó la gracia de Cristo, la cual es suficiente en toda ocasión.

CRUCIFICADO EN DEBILIDAD

  El siguiente punto crucial se halla en 2 Corintios 13:4, donde dice: “Porque ciertamente fue crucificado en debilidad, pero vive por el poder de Dios”. Aparentemente este pasaje de la Palabra es fácil de entender. Sin embargo, este versículo encierra un elemento de cierta dificultad. Cristo fue crucificado en debilidad, por causa de tal debilidad. Es decir, si Cristo no estuviese en debilidad, jamás habría sido arrestado. Aquí, la debilidad es la debilidad del cuerpo, al igual que en 2 Corintios 10:10. Por causa de Sí mismo, Cristo no necesitaba ser débil en ningún sentido. Pero a fin de efectuar la redención en beneficio nuestro, Él estuvo dispuesto a ser débil en Su cuerpo para poder ser crucificado. Si Él no hubiese estado dispuesto a ser débil, ¿cómo entonces podría haber sido crucificado? Él fue crucificado en debilidad, pero vive por el poder de Dios. Pablo le dijo a los corintios que él seguía a Cristo al ser débil en Él por causa de ellos. En la segunda parte del versículo 4 Pablo continúa diciendo: “Pues en verdad nosotros somos débiles en Él, pero viviremos con Él por el poder de Dios para con vosotros”.

EXAMINAOS A VOSOTROS MISMOS SI ESTÁIS EN LA FE

  El punto crucial en 2 Corintios 13:5 guarda estrecha relación con el punto previo. El versículo 5 dice: “Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?”. El punto crucial y que encierra cierta dificultad aquí es la fe. ¿Qué quiere decir examinarse uno mismo para ver si uno está en la fe? En los versículos 6 y 7 dice: “Mas espero que reconoceréis que nosotros no estamos reprobados. Y oramos a Dios que ninguna cosa mala hagáis; no para que nosotros aparezcamos aprobados, sino para que vosotros hagáis lo bueno, aunque nosotros seamos como reprobados”. Éste es uno de los pasajes del Nuevo Testamento que resulta difícil de entender para los lectores del Nuevo Testamento. Los corintios vivían completamente inmersos no solamente en su vida natural, sino en su carne. A ellos les parecía que Pablo no era lo suficientemente fuerte, que no era un apóstol lo suficientemente excelente, e incluso lo consideraban carente de educación. La mayoría de los maestros de la Biblia están de acuerdo en que Pablo era de corta estatura. Probablemente Pedro era más alto que él. En este sentido, Pedro podría haber parecido preferible a Pablo. Por otro lado, Apolos parecía tener más educación que Pablo. Entre los corintios, probablemente algunos admiraban a Pedro como un gigante, mientras que otros admiraban a Apolos por su educación. Sin embargo, es posible que entre ellos no se admirara a Pablo.

  Ciertamente Pablo no carecía de educación, pero él no hacía gala de dicha educación. En estas dos epístolas a los corintios él nos dijo que cuando vino a los corintios, no lo hizo con excelencia de palabras (1 Co. 2:1; 2 Co. 11:6). Si bien él poseía el conocimiento necesario para ello, él no hacía uso del mismo al hablarles a los corintios. Si bien él poseía la educación apropiada, tal parecía que no hacía uso de ella. Por esta razón, los corintios lo consideraban débil. Pablo, en base a ello, les dijo que ciertamente él era débil. Sin embargo, instó a los corintios a probarse a sí mismos y considerar si estaban en la fe. Al hacer esto, Pablo fue muy sabio. Cuando él dijo esto, en realidad estaba pidiéndoles que se examinaran a sí mismos para ver si estaban en la fe en relación con su manera de conocer a los apóstoles. Aparentemente en el versículo 5 él no les pedía a los corintios que se probaran a sí mismos con respecto a su manera de conocer a los apóstoles, sino con respecto al conocimiento que ellos tenían de ellos mismos. Sin embargo, si uno está en la fe, no considerará a nadie, incluyéndose a sí mismo, de acuerdo con su apariencia. En el capítulo 5 Pablo declara que a nadie conocemos según la carne (v. 16). Nosotros conocemos a las personas no por lo que podemos ver, sino por lo que no podemos ver.

  La fe es lo que da sustantividad a lo que no se ve. Pablo pidió a los corintios que se probaran a sí mismos con respecto a si estaban en la fe. Si ellos estaban en la fe, no se considerarían a sí mismos por lo que veían ni por lo que sentían; más bien, se considerarían a sí mismos por medio de la fe. Era necesario que ellos estuvieran en la fe. Si ellos se consideraran a sí mismos no por la fe ni en la fe, entonces tal vez podrían haber dicho que Cristo no estaba en ellos. Era probable que ellos no sentían ser tal clase de persona y, más aún, que tampoco vieran que eran tal clase de persona. Así pues, era necesario que ellos fuesen personas que están en la fe. De la misma manera que ellos debían considerarse en la fe, también debían hacer lo mismo con respecto a los apóstoles. Los apóstoles debían ser considerados no de acuerdo con lo que se veía ni con las apariencias, sino en la fe. Un hermano como Pablo parecía ser débil, pero si uno lo consideraba en la fe, se daría cuenta de que él era poderoso, no en sí mismo, sino en Aquel que estaba en él. Para considerar a los demás de este modo, uno tiene que probarse a sí mismo primero, al considerarse a sí mismo en la fe.

  Los corintios examinaban a Pablo con respecto a su apariencia. Ellos examinaban a los demás de este modo debido a que se consideraban a sí mismos por vista y jamás se habían considerado ellos mismos por la fe. A esto se debe que Pablo les dijo que debían probarse a sí mismos no conforme a las apariencias, sino por medio de la fe. Si ellos no se examinaran a sí mismos conforme a la fe, podrían llegar a la conclusión de que estaban en la carne. Les habría parecido a ellos que no estaban en Cristo, que no había relación alguna entre ellos y Cristo y que Cristo no estaba en ellos. Ellos hubieran considerado que únicamente la carne y la vida natural estaba en ellos. Sin embargo, los corintios no se consideraban a sí mismos de este modo. Ellos consideraban que Cristo estaba en ellos, aun cuando ellos parecían ser hombres naturales que estaban en su carne. Pero aun cuando ellos preferían considerarse no de acuerdo a las apariencias, ellos seguían considerando a los apóstoles de acuerdo con sus apariencias.

  Éste es un punto crucial. Siempre debemos considerarnos a nosotros mismos no por lo que vemos ni sentimos, sino en la fe. Cuando nos consideremos en la fe, nos podremos percatar de que somos personas en debilidades así como personas en el disfrute de la gracia de Cristo, la cual es suficiente. El capítulo 13 de 2 Corintios debiera ser considerado como la continuación del capítulo 12. Al poner estos dos capítulos juntos podemos ver que tenemos que ser personas que siempre se consideran a sí mismas y siempre consideran a los demás no por vista, ni apariencia, sino en la fe. En tal estado, pareceremos ser débiles, pero disfrutaremos continuamente de la gracia de Cristo, la cual es suficiente. Siempre que sentimos que somos fuertes y vemos las señales de nuestra fortaleza, dejamos de disfrutar de la gracia de Cristo. Ésta es una gran lección. Si yo les hablara de las elevadas visiones que he recibido, ustedes me admirarían; pero si les doy a entender que mi visión es algo pequeño, ustedes me desdeñarían. Casi todos los corintios desdeñaban a Pablo. Para ellos, él era débil e insignificante. Por tanto, Pablo les instó a probarse ellos mismos para ver si estaban en la fe. Si ellos se probaran según la fe, aprenderían la lección. Si ellos no se probaran según la fe, aparentemente ellos mismos no serían nada.

DISFRUTAR DEL DIOS TRIUNO PROCESADO Y CONSUMADO

  El último punto crucial de este libro es la llamada bendición que aparece en 2 Corintios 13:14. En la conclusión de la primera epístola a los corintios se mencionó el espíritu humano. En 1 Corintios 16:18 dice: “Porque confortaron mi espíritu y el vuestro”. La segunda epístola concluye de manera excelente y maravillosa. El versículo 14 de 2 Corintios 13 dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. Ciertamente éste es un punto crucial y de gran importancia. Ésta es la conclusión de todos los puntos cruciales abarcados en los capítulos precedentes. En el capítulo 1, somos adheridos al Ungido. Al ser adheridos al Ungido, disfrutamos de la unción, de ser sellados y de las arras. Somos adheridos al Ungido completamente debido a la gracia de Cristo, al amor de Dios y a la comunión del Espíritu Santo. No solamente ser adheridos a Cristo es debido a esta bendición, sino que también ser adheridos resulta en esta bendición. Ser adheridos a Cristo llega a ser la causa para tal bendición. En el capítulo 2 vemos a los cautivos y a los portadores de incienso que participan de una procesión que celebra la victoria de Cristo. Para ser tales cautivos y portadores de incienso, tenemos que ser partícipes de esta bendición divina. Si la gracia de Cristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo están con nosotros, entonces podremos ser tales cautivos y portadores de incienso. En el capítulo 3 vemos las cartas y los espejos que miran y reflejan la imagen gloriosa de Cristo a fin de ser transformados a Su imagen. Para ser tales cartas que continuamente hablan de Cristo a los demás y para ser tales espejos que tienen la mirada fija en Cristo, tenemos que ser partícipes de esta bendición divina. El tesoro que vemos en el capítulo 4, el segundo paso de la reconciliación mencionado en el capítulo 5, así como los otros puntos cruciales, también están estrechamente relacionados con esta bendición. Es imprescindible que seamos partícipes del disfrute del Dios Triuno procesado y consumado que se describe en 2 Corintios 13:14.

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