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Mensajes del libro «Entrenamiento para ancianos, libro 11: El ancianato y la manera ordenada por Dios (3)»
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Entrenamiento para ancianos, libro 11: El ancianato y la manera ordenada por Dios (3)

PREFACIO

  Los mensajes contenidos en este libro fueron dados por el hermano Witness Lee en Anaheim, California. Los primeros once capítulos fueron publicados previamente como mensajes individuales en una serie titulada Entrenamiento para ancianos y fueron dados entre el 23 de febrero y el 15 de junio de 1991. Los capítulos 12 y 13 también fueron publicados anteriormente en un pequeño libro titulado Further Consideration of the Eldership, the Region of the Work, and the Care for the Body of Christ [Consideraciones adicionales con respecto al ancianato, la región de la obra y el cuidado que se debe brindar al Cuerpo de Cristo], y son mensajes que fueron dados el 6 y 7 de julio de 1991.

La iglesia es las primicias de la nueva creación de Dios

  La iglesia es también las primicias de la nueva creación de Dios (Jac. 1:18). Dios obtiene una nueva creación al transformar la vieja creación en algo que posee una naturaleza nueva. La iglesia es las primicias de esta nueva creación. La vieja creación no posee la vida y naturaleza divinas, pero la nueva creación —conformada por los creyentes que han nacido de nuevo al nacer de Dios— sí posee tanto la vida como la naturaleza de Dios (Jn. 1:13; 3:15; 2 P. 1:4).

La iglesia, la cual fue adquirida (redimida) por Dios con Su propia sangre, es objeto del amor de Dios

  En cuarto lugar, la iglesia, por ser objeto del amor de Dios, fue adquirida, es decir, redimida, por Dios con Su propia sangre (Hch. 20:28). La sangre derramada por Jesús en la cruz fue la misma sangre de Dios. Dios derramó Su propia sangre a fin de pagar el precio requerido para redimir la iglesia. La iglesia fue y es objeto del amor de Dios. El amor de Dios necesita de un objeto. La esposa es objeto del amor del esposo. En la Biblia, el romance entre hombre y mujer se usa para ilustrar el romance divino de Dios. La iglesia es la mujer de este romance, es decir, ella es objeto del amor divino.

La iglesia es el rebaño de Dios, Su posesión, la cual ha sido confiada al cuidado de los ancianos

  Además, la iglesia es el rebaño de Dios, Su posesión, la cual Él ha confiado al cuidado de los ancianos (1 P. 5:2-3). Las iglesias locales son el rebaño de Dios, Su posesión, Su herencia. Esta herencia le ha sido confiada a los ancianos, quienes son los fiduciarios de la misma. Aquello que es propiedad de Dios fue confiado a los ancianos para su respectivo cuidado.

La iglesia como el Cuerpo de Cristo y como la novia de Cristo, es objeto del amor de Cristo

  La iglesia como el Cuerpo de Cristo y como la novia de Cristo, es objeto del amor de Cristo (Ef. 5:2, 25-29). Efesios 5:29 dice: “Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida con ternura, como también Cristo a la iglesia”. La iglesia es el Cuerpo de Cristo y, como tal, ella llega a ser Su complemento, Su novia.

La iglesia es el misterio de Cristo, así como Cristo es el misterio de Dios; ambos constituyen el gran misterio

  La iglesia es también el misterio de Cristo, así como Cristo es el misterio de Dios (Ef. 3:4-6; Col. 2:2b). Ambos misterios constituyen el gran misterio (Ef. 5:32). Cristo es un misterio, y a su vez, Su misterio es la iglesia. Si hemos de conocer el misterio de Cristo, tenemos que conocer la iglesia. La iglesia es el misterio de Cristo, así como Cristo es el misterio de Dios.

Las iglesias locales son los candeleros (el testimonio local) de Cristo

  Las iglesias locales son los candeleros, el testimonio local, de Cristo (Ap. 1:11-12, 20). Cada iglesia local es un testimonio de Cristo en su localidad. Cristo es el testimonio, la expresión de Dios, y la iglesia es el testimonio, la expresión de Cristo. Una iglesia local es un testimonio, una “fotografía”, de Cristo. Esta “fotografía”, este retrato, es mejor que mil palabras.

La iglesia como el Cuerpo de Cristo es una sola y única, tanto en el ámbito universal como en el ámbito local

  La iglesia como el Cuerpo de Cristo es una sola y única, tanto en el ámbito universal como en el ámbito local (Ef. 4:3-6). En el ámbito universal, la iglesia —en su condición de Cuerpo de Cristo— es una sola, y en el ámbito local, la iglesia —en su condición de testimonio local, de expresión de Cristo— también es una sola. Las iglesias, como testimonios locales, son numerosas, pero en cada ciudad debe haber únicamente una sola iglesia local como expresión única de Cristo en esa localidad. La iglesia, tanto en el ámbito universal como en el ámbito local, posee únicamente una sola Cabeza. Además, la iglesia posee únicamente un solo Espíritu (v. 4), esto es, una vida, un solo Señor (v. 5), así como un solo Dios y Padre de todos (v. 6).

  Cristo es uno solo y único, y no está dividido (1 Co. 1:13a). Este único Cristo, que no está dividido, al ser tomado como único centro por todos los creyentes, debería significar el fin de toda división. Es imprescindible que todos los ancianos vean esto. Algunas personas dicen que siempre y cuando amemos al Señor y le vivamos, podremos servirle apropiadamente, independientemente de cuál sea el terreno en el cual estamos afirmados. A estas personas no les importa que haya una sola iglesia o treinta “iglesias” en su localidad. Ellas dicen que tenemos que esforzarnos por ser amplios al respecto y ensanchar nuestro corazón. Para ellos, siempre y cuando las personas amen al Señor, le sirvan e, incluso, le expresen en Su vivir, está bien que ellas se reúnan a su manera. ¿Qué les diríamos a tales personas? Pablo dice: “¿Está dividido Cristo?” (v. 13a). En realidad, no es necesario discutir con respecto a este asunto. A tales personas debiéramos simplemente preguntarles: “¿Está dividido Cristo? Si no es así, ¿por qué están divididos ustedes?”. Es necesario que adquiramos tal comprensión y entendimiento básico de lo que es la iglesia. Los ancianos, especialmente aquellos que de alguna manera son nuevos en el ancianato, deberían profundizar en todos estos puntos a fin de conocer la iglesia. Así, ellos conocerían la verdad, y entonces su entendimiento, su actitud y la postura, el terreno, que adopten será correcto. Para ser ancianos encargados del cuidado de la posesión de Dios, es imprescindible conocer la verdad.

LA ACTITUD DE LOS ANCIANOS HACIA LAS IGLESIAS

Es necesario tener una visión concerniente a la iglesia

  Es necesario que los ancianos tengan una visión apropiada con respecto a la iglesia (Mt. 16:16-18; Ef. 5:32). Ellos necesitan recibir una visión que les permita ver todos los asuntos anteriormente mencionados. Durante más de cincuenta y ocho años este ministerio jamás cambió de tono debido a la visión que hemos recibido. Pese a todos los disturbios producidos en la iglesia, nosotros jamás cambiamos nuestro mensaje. En lugar de ello, todos los disturbios han servido para fortalecer nuestra fe.

Es necesario amar a la iglesia como rebaño de Dios

  También es necesario que los ancianos amen a la iglesia, el rebaño de Dios (Hch. 20:29). La iglesia es el rebaño de Dios, y los ancianos son aquellos que Dios ha nombrado para que cuiden del rebaño. Al ejercer esta función, los ancianos tienen que amar a la iglesia. Debemos amar a la iglesia tal como una madre ama a sus propios hijos (1 Ts. 2:7). Al cuidar de la iglesia, jamás debiéramos hacerlo de manera legalista, pues de hacerlo así, acarrearíamos problemas para nosotros mismos. La única manera de edificar la iglesia es por medio del amor.

Ellos son los que vigilan en la vida de iglesia

  Los ancianos son los que vigilan en la vida de iglesia (Hch. 20:17, 28a; Fil. 1:1; 1 Ti. 3:1-2, 6-7). La palabra anciano hace referencia a una persona que ha alcanzado cierta madurez, mientras que la expresión uno que vigila hace referencia a la función que cumple un anciano. La responsabilidad y la función que compete a un anciano es la de velar por la iglesia.

Ellos no son los gobernadores de la iglesia, no se enseñorean de la iglesia, sino que son ejemplos del rebaño, que toman la delantera en la vida de iglesia

  Los ancianos no son los gobernadores de la iglesia, no se enseñorean de la iglesia, sino que son ejemplos del rebaño, que toman la delantera en la vida de iglesia (1 P. 5:3; 1 Ti. 5:17; Ro. 12:8; 1 Ts. 5:12). Los ancianos son aquellos que vigilan, pero no son gobernadores. Si hay algo que no ha sido hecho de la manera apropiada, los ancianos no debieran corregir con excesiva severidad a los santos reprendiéndolos, sino que simplemente deben encargarse del asunto de una manera apropiada. De este modo, todos verán cuál es la manera apropiada de encargarse de tales asuntos. Es menester que ellos no se enseñoreen ni ejerzan control sobre la situación. Si, por ejemplo, un baño no ha sido bien limpiado, un anciano no debería quejarse ni buscar culpables; más bien, puesto que él es uno que vigila y se ha dado cuenta de tal situación, entonces puede, en silencio, limpiar el baño de mejor manera. Ésta es la manera apropiada de proceder. Uno que vigila no es un gobernador, sino un ejemplo. Si antes no se había dado un buen ejemplo, aquel que vigila deberá establecer dicho ejemplo.

Deben servir no por fuerza sino voluntariamente, según Dios; no por viles ganancias, sino con toda solicitud

  Los ancianos deben servir no por fuerza sino voluntariamente, según Dios; no por viles ganancias, sino con toda solicitud (1 P. 5:2b). Debido a que la iglesia es heredad de Dios y objeto del amor de los ancianos, todo cuanto éstos dicen y hacen por la iglesia y en la iglesia no es algo que ellos hagan por fuerza. Es así como proceden los padres, especialmente las madres. Las mejores madres jamás se quejan. Ellas siempre están dispuestas a cumplir sus tareas de madre. Los ancianos sirven voluntariamente y con toda solicitud, según Dios. Ellos no debieran servir como quien procura viles ganancias. A los ancianos no debiera interesarles el dinero. Ellos simplemente deben vivir en pro de la iglesia.

Es necesario que ellos sean los mensajeros del Señor, como estrellas resplandecientes

  Los ancianos deben ser los mensajeros del Señor, como estrellas resplandecientes (Ap. 2:1, 8, 12, 18; 3:1, 7, 14). Un mensajero es aquel que recibe un mensaje de parte del Señor y lo comunica a Su pueblo. Los ancianos deben ser personas que siempre hablan por el Señor, que comunican alguna palabra o mensaje de parte de Él. Además, también deben ser estrellas resplandecientes. Afirmar que no debieran haber ancianos en la iglesia equivale a promover la anarquía. Sin embargo, también es incorrecto que algunos sean ancianos de una manera legalista, meramente conforme a lo que está escrito. Algunos ancianos quizás no posean un conocimiento adecuado del corazón del Señor y tal vez no hayan recibido un mensaje, una palabra, de parte del Señor para la iglesia. Tal clase de anciano no es el adecuado. Un anciano debe ser apto para enseñar (1 Ti. 3:2), lo cual consiste en llevar una palabra, un mensaje, del Señor a Su pueblo. La persona que hace esto es un mensajero, uno que no simplemente comunica ciertas palabras sino que resplandece por lo que hace y lo que es. El mensajero es una estrella, y una estrella sencillamente resplandece. Por un lado, debemos ser mensajeros, y por otro, estrellas resplandecientes.

La recompensa otorgada a los ancianos

  La recompensa que se otorgue a los ancianos será la corona inmarcesible de gloria, la cual ellos recibirán en la manifestación del Príncipe de los pastores (1 P. 5:4). En 1 Pedro 5 hay una gran promesa concerniente a la recompensa que se otorgará a los ancianos. En tiempos de los apóstoles, se entregaban coronas a quienes salían victoriosos en juegos atléticos o en la guerra (1 Co. 9:25; 2 Ti. 4:8). Aquellas coronas eran coronas corruptibles, cuya gloria pronto se desvanecía. La corona dada por el Señor a los ancianos fieles será una recompensa por su fiel servicio. La gloria de tal corona jamás se desvanecerá, y ella será una porción de la gloria destinada a ser disfrutada por los vencedores en la manifestación del reino de Dios y de Cristo (2 P. 1:11).

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