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Mensajes del libro «Entrenamiento para ancianos, libro 11: El ancianato y la manera ordenada por Dios (3)»
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CAPÍTULO ONCE

PERFECCIONAR A LOS SANTOS PARA QUE PROFETICEN EN LAS REUNIONES DE LA IGLESIA CON MIRAS A LA EDIFICACIÓN DEL CUERPO DE CRISTO

  Lectura bíblica: 1 Co. 14:1, 31; Ef. 4:12

  Nuestra responsabilidad es cumplir con las tareas que corresponden al sacerdocio neotestamentario del evangelio. Por ser sacerdotes del evangelio, tenemos que llevar a los pecadores a la salvación a fin de poder ofrecerlos a Dios como sacrificios (Ro. 15:16). También tenemos que alimentar a los nuevos creyentes en las reuniones de hogar y perfeccionar a los santos en las reuniones de grupo, de tal modo que los santos puedan realizar la obra del ministerio neotestamentario (Ef. 4:12).

LAS REUNIONES DE GRUPO EN MUTUALIDAD

  La reunión de grupo revelada en Hebreos 10:24-25, estrictamente hablando, no es una reunión para predicar el evangelio, alimentar a los nuevos creyentes ni profetizar. La reunión de grupo es una reunión regida por el principio de mutualidad. La razón por la cual no uso la palabra pequeño para referirme a estas reuniones es porque las reuniones de hogar son las reuniones pequeñas. Es posible que la reunión de grupo no sea pequeña; su tamaño podría ser de unos veinte a cuarenta miembros.

  Algunos de nosotros todavía no nos percatamos plenamente de lo que es una reunión de grupo y tampoco hemos implementado tales reuniones en la práctica. Pero según el Nuevo Testamento, las reuniones de grupo implican mutualidad en el pastoreo, en el cuidado personal, en las intercesiones, en la impartición de enseñanzas mediante sesiones de preguntas y respuestas, y en el perfeccionamiento y capacitación de los santos. La reunión de grupo constituye el ochenta por ciento de la vida de iglesia en su aspecto práctico. La vida de iglesia no sería la adecuada si careciera de las reuniones de grupo. Hoy somos débiles y estamos muy carentes en nuestra práctica de la vida de iglesia debido a que no existen entre nosotros las reuniones de grupo realizadas en mutualidad.

  Las reuniones de la iglesia deben llevarse a cabo en mutualidad. La mutualidad es diferente del principio de pluralidad. La responsabilidad que corresponde al ancianato en la iglesia deberá ser realizada en pluralidad; la responsabilidad que corresponde al ancianato en la iglesia deberá ser realizada por un mínimo de tres personas. En una iglesia local, no debiera haber menos de tres ancianos. De hecho, cuanto más ancianos hayan, mejor. El ancianato se desempeña en pluralidad.

  La mutualidad es el principio que se aplica en las reuniones de la iglesia. Antiguamente, nuestra práctica era tener uno o dos oradores en las reuniones. Hoy, tal vez algunos crean que si disponemos que hayan ocho o diez oradores en cada reunión, habrá mutualidad; pero en realidad, esto no es mutualidad, sino pluralidad. Los diez oradores designados se convertirán en el clero, y el resto de los santos serán los laicos. En las reuniones de la iglesia, sin embargo, todos pueden hablar para edificar la iglesia. Esto es la mutualidad.

  Según el sistema de clérigos y laicos, si en una reunión de grupo alguien hace una pregunta, únicamente el líder de la reunión será apto para responderla. Pero en una reunión de grupo, todo se hace en mutualidad. Si hacemos una pregunta, es posible que alguien que fue bautizado hace tres días pueda responderla. Quizás no pueda responder a mi pregunta adecuadamente, pero el hecho de que la respuesta sea adecuada o no es algo relativo. Cuando hago una pregunta en una reunión de grupo, es posible que la respuesta que alguien me dé esté absolutamente equivocada. La respuesta puede no ser la correcta, pero la actividad según la cual todos los miembros del grupo responden, es la correcta. Sentarse en silencio en la reunión sin decir nada es absolutamente erróneo. Es mejor participar equivocadamente que no participar del todo.

  Lo correcto es hablar en las reuniones de grupo, mientras que guardar silencio es un error. En una reunión que tuvimos en Elden Hall en 1966, yo declaré que todos podíamos hablar por lo menos cuatro palabras en una reunión. Mientras hacía tal declaración, me preguntaba cuáles eran esas cuatro palabras que todos podían hablar; entonces les dije que todos podían decir: “¡Oh Señor, amén, aleluya!”. Las Escrituras están llenas de la exclamación: “¡Oh Señor!”; y Apocalipsis 19:4 dice que los ancianos y los seres vivientes adoraban a Dios diciendo: “¡Amén! ¡Aleluya!”. Todos podemos hablar y cantar estas cuatro palabras en cualquier clase de reunión. De este modo, nuestras reuniones nunca serán llevadas a cabo en silencio. Para permanecer sentados y en silencio en una reunión no es necesario ejercitar nuestro espíritu, pero para hablar en la reunión sí. Si hablamos en el espíritu en la reunión, esto es muy grato para el Señor. Hoy en día, si en nuestras reuniones abunda el hablar de los santos, más personas vendrán a dichas reuniones. Pero si permanecemos callados, esto matará nuestras reuniones y serán menos los que asistan a las mismas.

  Toda clase de reunión cristiana, incluyendo las reuniones de grupo, tiene como propósito la adoración. Hacer genuflexiones o arrodillarse no es lo que verdaderamente significa adorar. Adorar a Dios es disfrutarle. Según Juan 4, la verdadera adoración consiste en beber de Él quien es el agua viva (vs. 14, 24). Beber del agua viva es disfrutar de Dios mismo.

APRENDER A PROFETIZAR

  En 1 Corintios 14:1 dice: “Seguid el amor; y anhelad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis”. Este versículo nos habla de manera muy categórica y enfatiza claramente la práctica de profetizar. Tal énfasis está denotado por la expresión pero sobre todo que profeticéis. Aquí la expresión sobre todo significa “especialmente”. Pablo alentó a los santos a seguir el amor y a anhelar los dones espirituales, pero especialmente les exhortaba a profetizar. El énfasis aquí recae por completo en el profetizar.

  En 1 Corintios 14:31 dice: “Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan y todos sean alentados”. Las expresiones aprendan y sean alentados se colocan juntas en este versículo para mostrarnos que al aprender nos sentiremos alentados. A fin de profetizar, es necesario que nosotros aprendamos primero. “Para que todos aprendan” se refiere a los oyentes. Puesto que los oyentes tienen que aprender lo que dice el que habla, aquel que hable también tendrá que haber aprendido mucho. Profetizar requiere mucho aprendizaje. Una vez que hayamos aprendido algo, seremos capaces de profetizar al respecto. Entonces, a medida que profeticemos, otros aprenderán de nosotros.

  Según 1 Corintios 14:31, profetizar no es una práctica repentina que se le ocurra a uno durante una reunión. De ser así, esto no requeriría mucho aprendizaje. Pero el profetizar auténtico requiere de mucho aprendizaje. A fin de ayudar a los santos a aprender a profetizar publicamos los libros titulados La palabra santa para el avivamiento matutino. En estos libros se provee a los santos unos cuantos versículos para cada día de la semana y se alienta a los santos a digerir esos versículos al orar-leerlos una y otra vez. Al final de cada día se provee un espacio en blanco para que los lectores escriban algo en base a la inspiración recibida cada mañana. Después de seis mañanas, uno podrá tener seis anotaciones con base en la inspiración recibida. Así, uno podría usar estas seis anotaciones a fin de componer una profecía para la reunión de la iglesia el día del Señor. Ésta es una muy buena manera de aprender a profetizar.

  Hoy en día, en las iglesias, todavía estamos aprendiendo cómo se debe profetizar. Una de las cosas que yo practico a fin de enriquecer mi profetizar es leer con toda diligencia. Las riquezas que he obtenido tienen su origen en mi diligente lectura. A lo largo de los últimos sesenta y seis años, he leído con toda diligencia tanto la Biblia como los mejores escritos en torno a la Biblia. Las notas en la Versión Recobro y los mensajes del Estudio-vida pueden ayudarnos a profundizar en la revelación divina contenida en la Palabra santa. Aprender a profetizar requiere de parte nuestra que laboremos en el estudio de la Palabra con la ayuda de la exposición apropiada que nos abre las Escrituras.

  Los ancianos tienen que dedicar tiempo considerable a despertar el ánimo de los hermanos y hermanas a fin de suscitar en ellos el anhelo por aprender a profetizar. Los ancianos también tienen que aprender a profetizar. Si usted jamás aprendió a profetizar, ¿cómo podría enseñar a otros? En una localidad, algunas de las hermanas que participan de las reuniones en el idioma chino han tomado la responsabilidad de enseñar a otras hermanas a profetizar. Ellas alientan a las hermanas a componer sus profecías en base a las inspiraciones que recibieron cada día de la semana. Una vez que ellas componen sus profecías, se las presentan a las hermanas para que ellas se las corrijan y les enseñen. A veces, las profecías que ellas componen son demasiado largas; otras veces, no logran comunicar claramente su tema principal. Una hermana que tiene más de ochenta y ocho años de edad le pidió a otra hermana que tiene poco más de treinta años que corrija su profecía. Una vez que su profecía ha sido corregida, aquella hermana viene a la reunión y ansiosamente espera su oportunidad para hablar. A ella le gusta ser una de las primeras en hablar. No me importa tanto si su profecía es buena o rica, sino que principalmente me atrae el espíritu de esta hermana. Si todos los hermanos y hermanas en las diversas localidades tuvieran tal espíritu, las reuniones serían muy elevadas.

  Hoy en día, sin embargo, la mayoría de los santos no tiene el sentir prevaleciente de que es necesario profetizar en las reuniones de la iglesia. Ellos tal vez asistan a la reunión de la mesa del Señor el día domingo y después a la reunión dedicada a profetizar, pero asisten muy relajados y ejercitan muy poco su espíritu. ¿No creen ustedes que tal situación desagrada al Señor? Si alguien viene a reunirse con el Señor sin ejercitar su espíritu, tal persona está equivocada. La responsabilidad de los ancianos es despertar el ánimo de los santos explicándoles cuán desagradable es para el Señor que vengamos a la reunión de manera descuidada y sin ejercitar nuestro espíritu.

  Rara vez he visto una localidad en la que los ancianos supieran promover, corregir y preparar el espíritu, la actitud y la manera en que los santos vienen a las reuniones. Para hacer esto, los ancianos tienen que ser los primeros en prepararse para las reuniones. Su espíritu tiene que ser elevado y estar listo. Entonces ellos tendrán tanto la posición como la aptitud necesarias para edificar a los demás. Los ancianos deben llegar temprano a las reuniones. La manera en que ellos se sientan durante la reunión, sus gestos y expresiones, deben ser los correctos. Debido a que estamos reunidos con el Señor, no debiéramos ser tan descuidados.

  Los ancianos también tienen que tomar la responsabilidad con respecto a la asistencia en las reuniones de oración. En algunos lugares, cien personas asisten a la reunión del día domingo, pero menos de treinta asisten a la reunión de oración. Este porcentaje es típico en todas las iglesias. Los ancianos tienen que decir algo al respecto. Los ancianos tienen que luchar y esforzarse. No hay mies que crezca sin arar, sembrar y regar. La tarea de los agricultores es laborar con toda diligencia. Los ancianos tienen que laborar diligentemente del mismo modo.

LOS QUE SIRVEN A TIEMPO COMPLETO NO DEBEN REEMPLAZAR A LOS SANTOS

  Recientemente, varios hermanos que llevan la delantera en sus localidades me dijeron que su unidad había sido recobrada y su fervor despertado. Ellos me pidieron que asignara un pequeño número de servidores a tiempo completo a su área. Al tener comunión con ellos, les dije que no debieran esperar que los que sirven a tiempo completo realicen la obra en lugar de ellos. Los que sirven a tiempo completo no debieran hacer nada que reemplace a otros ni la labor de otros. La obra que los que sirven a tiempo completo deberán realizar, si son verdaderamente personas capaces, deberá consistir en ser un modelo para los demás y ayudar a que los demás crezcan y se desarrollen a fin de poder hacer más. Los que sirven a tiempo completo han sido adiestrados para laborar directamente y no hacer nada que reemplace la labor de otros. Pero me preocupa que los que sirven a tiempo completo puedan estar realizando una labor que reemplace la que otros deben realizar. La razón por la cual tengo tal preocupación es que los hermanos frecuentemente han venido a decirme: “Hermano Lee, damos gracias al Señor por los servidores de tiempo completo que han venido a ayudarnos”. Cuando ellos hacen uso de la palabra ayuda, me doy cuenta entonces de que tal vez aquellos servidores de tiempo completo reemplazan a otros. Los que sirven a tiempo completo deberían desaprobarse a sí mismos si ellos realizan algo que los haga reemplazar a los santos de una localidad. Esto es caer nuevamente en el sistema de clérigos y laicos, lo cual el Señor condena.

  Los que sirven a tiempo completo no son clérigos ni laicos. Ellos simplemente son miembros ordinarios del Cuerpo de Cristo. Aquellos que no están dedicados a servir a tiempo completo deberían hacer lo mismo que hacen los que sirven a tiempo completo. La única diferencia entre los que sirven a tiempo completo y el resto de los santos es simplemente la cantidad de tiempo que uno puede dedicar a la obra. Los santos que no sirven a tiempo completo tienen un trabajo y probablemente tengan una familia, así que ellos no tienen mucho tiempo para dedicarlo directamente a la obra del Señor. Los que sirven a tiempo completo han dejado sus trabajos a fin de dedicar todo su tiempo al recobro del Señor. En principio, los santos y los servidores de tiempo completo son iguales. La diferencia entre ellos es únicamente la cantidad de tiempo que cada uno dedica a la obra del Señor. Esto no quiere decir que quienes sirven a tiempo completo deben dedicar su tiempo a la obra del Señor y que los demás no tienen que hacerlo. Esto sería el sistema de clérigos y laicos que impera en el cristianismo.

RECOBRAR EL EJERCICIO DE LAS FUNCIONES DE TODOS LOS SANTOS EN LA MANERA ORDENADA POR DIOS

  La manera de proceder que corresponde al cristianismo consiste en valerse de grandes oradores para atraer a las personas. Ésta es su fachada. Las personas pueden asistir a tales reuniones y relajarse después de haber laborado toda la semana. Pero en las iglesias, no contamos con tal clase de atractivo. Nuestro atractivo es que todos desempeñan la función que les corresponde. Cuando los otros cristianos vienen a nuestras reuniones, se sorprenden al ver que tantos ejercen su función.

  Los ancianos tienen que tomar la responsabilidad de motivar a cada uno de los miembros en su iglesia a ejercer su función. Para lograr esto, ellos deberán relacionarse personalmente con los santos. Esto requiere de su tiempo y energía y representa un verdadero sacrificio. En un mensaje anterior, yo dije que un buen anciano debiera tener contacto personalmente con por lo menos veinte personas cada semana. Esto podría parecer un número demasiado grande, pero no lo es. Ustedes podrían conversar con otros por teléfono por lo menos tres veces al día. Ustedes podrían llamar a alguien en la mañana, a otra persona al mediodía y a otra más al anochecer. Si hicieran esto siete veces a la semana, habrán conversado con veintiún personas esa semana.

  Al conversar con estas personas, no deberían limitarse a preguntar sobre el bienestar personal de ellos; aprovechen también para tener comunión con ellos con respecto a los intereses del Señor sobre la tierra y dediquen algún tiempo para orar brevemente con ellos. Si ustedes se relacionaran con veinte santos de este modo, un mes tras otro, verían producirse una situación nueva y fresca en su localidad. Tener contacto con los santos tiene muchas repercusiones. Para ser un anciano hoy, lo más importante es relacionarse con la gente, pero uno tiene que hacerlo según la nueva manera.

EXPERIMENTAR UN CAMBIO Y ADOPTAR LA NUEVA MANERA

  Tenemos que cambiar nuestra filosofía y lógica y abandonar todo cuanto pertenece a la vieja manera. Tenemos que estar dispuestos a experimentar un cambio y adoptar la nueva manera. El hombre no puede cambiar el globo terráqueo, pero ciertamente ha podido mejorar los medios de comunicación mediante los cuales viaja por todo el globo. El hombre descubrió la rueda hace miles de años; hoy en día, toda clase de transporte depende de la rueda, incluso el avión. Pero han habido muchos cambios y avances a lo largo de los años desde que se descubrió la rueda. Asimismo, nosotros tenemos que experimentar un cambio. He venido hablando sobre la nueva manera, la manera ordenada por Dios, durante los últimos siete años y medio; pero no he visto mucho de la verdadera práctica. Hoy todos le dan la bienvenida a la nueva manera. Agradecemos al Señor por esto. Pero todavía quisiera rogarles que experimenten un cambio.

  La manera de reunirse y servir ordenada por Dios constituye la marea actual del mover de Dios. Cuando se produce una marea que afecta la cultura humana, no hay nada que la pueda resistir. La marea y tendencia que prevalezca en la cultura humana sacudirá a todo aquel que le ofrezca alguna resistencia. Hoy, en la cultura humana, la democracia representa una poderosa marea. El comunismo fue practicado por unos setenta años, y las personas han descubierto su ineficacia. El comunismo ha acarreado sufrimientos a mucha gente. Ahora, las personas que han vivido bajo el comunismo están cansadas del mismo. Ellas ya no quieren ni comunismo ni ateísmo. Ellas quieren democracia junto con la cultura occidental y la Biblia. A esto se debe que hayamos recibido el encargo de ir a Europa Oriental y a la Unión Soviética. Debemos ir, no llevándoles el elemento del viejo cristianismo, sino la nueva manera.

LA NECESIDAD DE UNANIMIDAD EN EL ANCIANATO

  Quisiera compartir algo más con respecto al servicio como ancianos. Para cuidar de la iglesia, es necesario que haya unanimidad entre los ancianos; si no hay unanimidad, tampoco habrá bendición. En el Nuevo Testamento, lo que dio cabida a la bendición del derramamiento del Espíritu, el cual es Cristo mismo (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17), fue la unanimidad manifestada por los ciento veinte (Hch. 1:14; 2:1-4). En el libro de Hechos, se menciona la unanimidad cinco veces (1:14; 2:46; 4:24; 5:12; 15:25). Si entre nosotros no hay unanimidad, no seremos partícipes de la unidad del Cuerpo, y no experimentaremos bendición en la iglesia ni en la obra. Esto debiera servirnos de seria advertencia.

TRES COSAS QUE DEBEN SER EVITADAS EN EL ANCIANATO

  A fin de mantener un orden bueno, excelente y hermoso en la iglesia, los ancianos no deben olvidar que es necesario evitar tres cosas. En primer lugar, cada uno de los ancianos no debe considerarse superior, más experimentado, ni mejor que los otros ancianos. Esto fue plenamente enseñado por Pablo en Filipenses 2. Considerarse superior o mayor que otros terminará por perjudicarlo a usted y dañar a otros.

  En segundo lugar, los ancianos no debieran ejercer ninguna clase de control. Los ancianos deben hacer caso a lo dicho por Pedro en 1 Pedro 5:5 y a lo dicho por Pablo en Efesios 5:21. En 1 Pedro 5:5 dice: “Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, ceñíos de humildad en el trato mutuo; porque Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da gracia”. Efesios 5:21 dice: “Sujetos unos a otros en el temor de Cristo”. No solamente los más jóvenes deben estar sujetos a los mayores, sino que también los mayores deben estar sujetos a los más jóvenes. El Señor Jesús nos dijo que Él es nuestro único Líder o Preceptor (Mt. 23:10). Los ancianos no deben enseñorearse de los santos (1 P. 5:3). Entre nosotros el único Señor es el Señor Jesús. No piensen que ustedes pueden ejercer señorío sobre toda la congregación. Ello está absolutamente equivocado. Tal actitud, manera de pensar y práctica es por completo detestable. Tenemos que evitar esto. Los ancianos deben establecer un modelo al tomar la iniciativa de servir y cuidar de la iglesia de tal manera que los creyentes sigan el ejemplo (v. 3).

  En tercer lugar, no debemos intentar corregir a las personas. Puede ser que yo me equivoque en alguna reunión y usted se dé cuenta de que me he equivocado, pero no debe corregirme en la reunión. Si usted verdaderamente ha recibido tal encargo, podría venir a mí y tener una comunión muy agradable conmigo. Tal vez pensemos que son los demás los que están equivocados, pero quizás seamos nosotros los que estamos equivocados. Es posible que nosotros hayamos malinterpretado a alguien y no hayamos percibido el verdadero contexto en que algo fue dicho. Lo mejor es no corregir a nadie durante la reunión. Tales correcciones aniquilarán la función que ejercen los santos, y también afectará negativamente su estado de ánimo. Tienen que ser muy cuidadosos al corregir y regular a otros. Si alguien les dice algo que está mal, será mejor pasarlo por alto; con el tiempo, las personas aprenderán. Al poner en práctica el ejercicio de sus respectivas funciones en las reuniones, ellos aprenderán a ejercer su función de tal manera que sea de edificación para el Cuerpo de Cristo.

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