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Mensajes del libro «Esfera divina y mistica, La»
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CAPITULO DOS

ENTRAR EN LA ESFERA MISTICA DEL MINISTERIO CELESTIAL DE CRISTO

BOSQUEJO

  1. Al pasar por la esfera física del ministerio terrenal de Cristo:
    1. Cristo, en la esfera física de Su ministerio terrenal, es Cristo en la carne:
      1. Desde Su encarnación, cuando se hizo carne, hasta Su muerte todo-inclusiva, o sea, treinta y tres años y medio.
      2. Cristo, en Su carne (Col. 1:22), llevó a cabo Su ministerio terrenal efectuando la obra redentora judicial de Dios, lo cual dio por resultado objetivo que Dios:
        1. Perdonara los pecados de los creyentes—Ef. 1:7.
        2. Purificara a los creyentes de sus pecados—He. 1:3.
        3. Justificara a los creyentes—Ro. 3:24.
        4. Reconciliara consigo a los creyentes, quienes antes eran Sus enemigos—Ro. 5:10a.
        5. Santificara para Sí a los creyentes en cuanto a su posición haciéndolos Su pueblo santo—He. 13:12; 10:29.
      3. Como procedimiento de la completa obra salvadora de Dios para que los creyentes puedan participar de la salvación orgánica, la cual es el propósito de la completa obra salvadora de Dios.
    2. Se considera que uno que ha experimentado la redención judicial de Dios es salvo, pero todavía necesita ser más salvo por la obra salvadora orgánica de Dios en el cumplimiento de la economía de Dios.
  2. Entrar en la esfera mística del ministerio celestial de Cristo:
    1. Cristo, en la esfera mística de Su ministerio celestial, es Cristo como Espíritu vivificante:
      1. Desde Su resurrección en la cual fue hecho Espíritu vivificante por la eternidad.
      2. Cristo, como Espíritu vivificante (Ro. 8:9-10; 2 Co. 3:17-18), lleva a cabo Su ministerio celestial efectuando la obra salvadora orgánica de Dios subjetivamente en ocho pasos:
        1. La regeneración: generar a los creyentes redimidos con Su vida divina para que nazcan de Dios y así sean Sus hijos y pertenezcan a Su especie—Jn. 1:12-13; 3:6b.
        2. La alimentación: dar de comer a los recién nacidos por la regeneración al pastorear El a Su rebaño nutriéndolo y cuidándolo con ternura (Ef. 5:29) para que Sus ovejas crezcan en la vida divina hasta alcanzar la madurez—Jn. 10:10-11, 14-16; 21:15-17; He. 13:20; 1 P. 5:4; 2:25.
        3. La santificación disposicional: santificar con la naturaleza santa de Dios la manera de ser de los creyentes que crecen en la vida divina—Ro. 15:16; 6:19, 22; 1 Ts. 5:23.
        4. La renovación: cambiar, por el Espíritu de verdad y las revelaciones de las Escrituras, la mente de los creyentes en cuanto a su religión, su lógica y su filosofía con respecto al universo, al hombre, a Dios, etc., y reemplazar la mente de ellos con la de Cristo por medio de la obra consumidora de la cruz—Tit. 3:5; Ro. 12:2b; Ef. 4:23; Ro. 8:6; Fil. 2:5; 2 Co. 4:16.
        5. La transformación: ser transformados no sólo en la naturaleza interior sino, aún más, en la forma exterior, la expresión. No es una corrección, ni meramente un cambio exterior; es un metabolismo interior que se da al añadirse más del elemento de la vida divina a los creyentes para que sea una expresión exterior—Ro. 12:2b; 2 Co. 3:18.
        6. La edificación: el crecimiento de los creyentes en la vida divina y el hecho de que se unan con otros creyentes en la vida divina (Ef. 4:15-16). La renovación produce la transformación, y ésta da por resultado la edificación. Esto se comprueba contundentemente por el muro de la Nueva Jerusalén y sus cimientos. El muro de la Nueva Jerusalén es de jaspe, y expresa la apariencia de Dios (Ap. 4:3). Al ser transformadas las piedras de jaspe, son unidas y edificadas como muro.
        7. La conformación: ser conformado a la imagen plenamente madura del Hijo primogénito de Dios, quien es el primer Dios-hombre, el prototipo que ha de ser producido en serie. El es Dios mezclado con el hombre y el hombre mezclado con Dios y lleva la vida de un Dios-hombre, que expresa todos los atributos de Dios como virtudes humanas para que la gloria divina sea expresada en la humanidad, cuya consumación máxima y cuya madurez en la vida divina, es la Nueva Jerusalén—Ro. 8:29; 1:4; Ef. 4:14; Ap. 21.
        8. >La glorificación: ser saturado de la gloria divina desde el interior en la madurez de la vida divina y ser glorificado desde el exterior por la gloria divina y con la misma como la finalización de la obra redentora judicial de Dios que El aplica al cuerpo de los creyentes y como la porción cimera de la filiación divina en la obra salvadora orgánica de Dios—Ro. 8:30; He. 2:10; Fil. 3:21; Ef. 4:30; Ro. 8:23.
        9. Debemos recordar siempre que Cristo cumple la obra salvadora orgánica de Dios no como Cristo en la carne sino como el Espíritu.
        10. También debemos recordar que ningún aspecto de la obra salvadora orgánica de Dios se lleva a cabo por el ministerio terrenal de Cristo de modo judicial y objetivo sino por Su ministerio celestial orgánica y subjetivamente.

      Oración: Señor, te adoramos porque nos estableciste como un pueblo especial, como una posesión Tuya. Te damos gracias, Señor, porque nos escogiste y nos diste la comisión de llevar a cabo Tu economía eterna. ¡Qué gran carrera! En nosotros mismos no somos aptos, pero Tú nos comisionaste. ¿Qué diremos? Acudimos a Ti. Señor, ábrenos Tu corazón una vez más y revela lo que hay escondido en las profundidades de Tu beneplácito. Señor, queremos estar abiertos a Ti. No queremos ser cubiertos por nada. Señor, te pedimos que nos quites todos los velos, toda la lógica, las teologías, las filosofías y las enseñanzas tradicionales. Señor, quítanos capa tras capa de velos. Señor, anhelamos ser liberados, estar libres, de todas estas ataduras. No queremos ser detenidos ni escasos al llevar a cabo Tu economía. Gracias, Señor, por tratarnos como los seguidores que te aman. Creemos que estás aquí con nosotros, y que quieres conversar con nosotros cara a cara en cuanto a Tu carrera, según Tu economía eterna. Señor, háblanos. Queremos oír Tu voz y ver Tu visión. Amén, Señor.

      El título de este mensaje es “Entrar en la esfera mística del ministerio celestial de Cristo”. Aquí la palabra esfera tiene mucho significado. En vez de la palabra esfera podemos usar la palabra reino y así hablar del reino místico del ministerio celestial de Cristo. Si queremos entrar en la esfera del ministerio celestial de Cristo, una esfera totalmente mística, necesitamos conocer al Cristo místico.

      Cristo en Su persona es místico. En cuanto a la encarnación de Cristo, existen dos relatos en el Nuevo Testamento: un relato físico y un relato místico. En los evangelios sinópticos, Mateo, Marcos y Lucas, el relato de la encarnación del Señor es totalmente físico. Se nos dice que El nació de una virgen, que fue puesto en un pesebre, que los pastores vinieron a adorarle, que fue llevado de Israel a Egipto y que creció en Nazaret. Todo esto es un relato físico. El relato que está en el Evangelio de Juan es completamente distinto. Por ejemplo, el capítulo uno no es un relato de lo físico sino de lo místico. Los versículos 1 y 14 dicen: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios ... Y el Verbo se hizo carne, y fijó tabernáculo entre nosotros ... lleno de gracia y de realidad”. Hablar así de la encarnación es místico y misterioso. “De Su plenitud recibimos todos, y gracia sobre gracia” (v. 16). Esto también es místico. El relato que Juan dio de la encarnación de Cristo es absolutamente místico.

      De hecho, todo el Evangelio de Juan es místico. “Todas las cosas por medio de El [el Verbo] llegaron a existir ... En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres” (1:3, 4). Esto es místico. El es “el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”, y el Espíritu descendió “del cielo como paloma, y permaneció sobre El” (vs. 29, 32). Esto también es místico. Los que creen en El llegan a ser piedras (v. 42). Hablando de Sí mismo como escalera celestial, Cristo dijo: “Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre” (v. 51). Sin duda, todos estos asuntos son místicos. El hecho de que Cristo sea el templo como casa de Dios (2:16-21) es místico, y la regeneración también es mística. “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es” (3:6b). La regeneración produce como resultado una novia, la cual es el aumento del Novio (vs. 29-30). Una vez más, esto es algo místico. “Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado” (v. 14). Que Cristo como serpiente de bronce estuviera colgado sobre la cruz ciertamente es algo místico. En 4:10 y 14 Cristo nos dice que si bebemos del agua viva que sólo El nos puede dar, esa agua llegará a ser en nosotros “un manantial de agua que salte para vida eterna”. Luego dice: “Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren” (v. 24). Todo esto es místico.

      Todos los santos que están en el recobro del Señor, especialmente los colaboradores y los ancianos, deben ver claramente la esfera física y la esfera mística. Los colaboradores y los ancianos, quienes están al frente en el recobro del Señor, deben saber que el recobro del Señor reposa sobre sus hombros. Lo que el recobro será depende de lo que ellos sean. Tengo una pesada carga en cuanto a esto. Puesto que ésta es mi carga, no les puedo dar enseñanzas ordinarias. Tengo que presentar algo específico. Necesitan conocer esta era y reconocer que es una era de ignorancia, unos tiempos en los cuales los cristianos son cegados e atados por la teología tradicional. Por tanto, tengo la carga de decirles que necesitan entrar en una esfera mucho más elevada que la esfera en la cual están ahora. Esta esfera elevada es la esfera mística del ministerio celestial de Cristo.

I. AL PASAR POR LA ESFERA FISICA DEL MINISTERIO TERRENAL DE CRISTO

  Primero, tenemos que pasar por la esfera física del ministerio terrenal de Cristo. Sin duda, lo que es físico también es terrenal. No debemos permanecer en esta esfera, sino que debemos pasar por ella rápidamente, tal como los que van en tren exprés.

A. Cristo, en la esfera física de Su ministerio terrenal, es Cristo en la carne

  ¿Nunca ha oído usted que cuando Cristo estuvo en la tierra, era Cristo en la carne? En la Biblia la palabra carne es muy negativa. Según Génesis 6:3, cuando el hombre cayó y se convirtió en la carne, Dios decidió destruir al hombre de sobre la faz de la tierra. No obstante, Juan 1:14 no dice que el Verbo se hizo hombre ni que el Verbo se hizo una persona, sino que el Verbo se hizo carne. Puesto que la carne fue condenada por Dios, muchos cristianos no se atreven a enseñar que Cristo era carne. Algunos tal vez digan que Dios se hizo hombre, pero la Biblia dice que Dios se hizo carne. En Romanos 8:3 Pablo nos dice que el Hijo de Dios vino “en semejanza de carne de pecado”. Cristo tenía la semejanza de la carne de pecado, pero no la naturaleza de ella, del mismo modo que la serpiente de bronce tenía la forma de serpiente, pero no la naturaleza venenosa de serpiente (Jn. 3:14; Nm. 21:4-9). El Nuevo Testamento revela claramente que Cristo era carne, pero sin el pecado; nunca pecó (He. 2:14; 4:15). Incluso se nos dice que Dios hizo que Cristo fuera pecado por nosotros: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado” (2 Co. 5:21). Esta es la revelación auténtica, clara y pura de la Palabra de Dios.

1. Desde Su encarnación, cuando se hizo carne, hasta Su muerte todo-inclusiva

  Cristo estuvo en la carne durante treinta y tres años y medio, desde Su encarnación, cuando se hizo carne, hasta Su muerte todo-inclusiva.

2. Cristo, en Su carne, llevó a cabo Su ministerio terrenal efectuando la obra redentora judicial de Dios

  Cristo, en Su carne (Col. 1:22), llevó a cabo Su ministerio terrenal efectuando la obra redentora judicial de Dios. Esta redención dio por resultado objetivo que Dios perdonara los pecados de los creyentes (Ef. 1:7), los purificara de sus pecados (He. 1:3), justificara a los creyentes (Ro. 3:24), reconciliara consigo a los creyentes, quienes antes eran Sus enemigos (Ro. 5:10a), y santificara para Sí a los creyentes en cuanto a su posición haciéndolos Su pueblo santo (He. 13:12; 10:29). Todos estos aspectos son muy buenos, pero son físicos, terrenales, judiciales y objetivos.

3. Como procedimiento de la completa obra salvadora de Dios

  Lo que Cristo llevó a cabo en Su ministerio terrenal era un procedimiento de la completa obra salvadora de Dios para que los creyentes pudieran participar de la salvación orgánica, la cual es el propósito de la completa obra salvadora de Dios. Este procedimiento se puede comparar con una escalera mecánica que nos lleva de un nivel a otro. Una escalera mecánica es útil, pero uno no debe permanecer en ella por mucho tiempo. No obstante, la mayoría de los cristianos se quedan en la “escalera mecánica” del procedimiento de la obra salvadora completa de Dios. Algunos ni siquiera están en la escalera mecánica sino en la “planta baja”; todavía no han empezado a experimentar el procedimiento.

  Es de suma importancia que diferenciemos entre el procedimiento de la obra salvadora completa de Dios y el propósito de la misma. El procedimiento es judicial, y el propósito es orgánico. Además, el procedimiento está en la esfera física, y el propósito está en la esfera mística.

B. Se considera que uno que ha experimentado la redención judicial de Dios es salvo

  Se considera que uno que ha experimentado la redención judicial de Dios es salvo, pero todavía necesita ser más salvo por la obra salvadora orgánica de Dios en el cumplimiento de la economía de Dios.

II. ENTRAR EN LA ESFERA MISTICA DEL MINISTERIO CELESTIAL DE CRISTO

  Debemos pasar por la esfera física del ministerio terrenal de Cristo y entrar en algo más elevado, que es la esfera mística del ministerio celestial de Cristo.

A. Cristo, en la esfera mística de Su ministerio celestial, es Cristo como Espíritu vivificante

  Lo más importante que le permite a Cristo llevar a cabo Su ministerio celestial es el hecho de que sea el Espíritu vivificante. Cuando El estaba en la carne, no podía entrar en nosotros como vida. A mí, como cristiano joven, me molestó cuando oí que, según la Biblia, Cristo está en nosotros. Me preguntaba cómo era posible que Cristo estuviera en mí. En aquel entonces, no sabía que en la resurrección y por medio de ella, el Cristo que estuvo en la carne llegó a ser el Espíritu vivificante. Después vi que el Nuevo Testamento revela el hecho de que Aquel que murió en la cruz como nuestro Salvador resucitó, y en la resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante. Ahora es apto para llevar a cabo Su ministerio celestial en la esfera mística.

1. Desde Su resurrección y por la eternidad

  Cristo, en la esfera mística de Su ministerio celestial, es el Espíritu vivificante desde Su resurrección en la cual fue hecho Espíritu vivificante por la eternidad.

2. Efectúa la obra salvadora orgánica de Dios en ocho pasos

  Cristo, como Espíritu vivificante (Ro. 8:9-10; 2 Co. 3:17-18), lleva a cabo Su ministerio celestial efectuando la obra salvadora orgánica de Dios subjetivamente en ocho pasos. Aquí vemos un contraste marcado: lo terrenal con lo celestial, lo físico con lo místico, lo judicial con lo orgánico y lo objetivo con lo subjetivo. Los ocho aspectos de la obra salvadora orgánica de Dios son subjetivos.

a. La regeneración

  La regeneración consiste en generar a los creyentes redimidos con la vida divina para que nazcan de Dios y así sean Sus hijos y pertenezcan a Su especie (Jn. 1:12-13; 3:6b). Nosotros, como hijos de Dios, pertenecemos a Su género, a Su especie. Por tanto, somos dioses, pues tenemos la vida y la naturaleza de Dios pero no Su deidad.

b. La alimentación

  La alimentación consiste en dar de comer a los recién nacidos por la regeneración al pastorear Cristo a Su rebaño nutriéndolo y cuidándolo con ternura (Ef. 5:29) para que Sus ovejas crezcan en la vida divina hasta alcanzar la madurez (Jn. 10:10-11, 14-16; 21:15-17; He. 13:20; 1 P. 5:4; 2:25). Sin duda, la alimentación es orgánica.

c. La santificación disposicional

  La santificación disposicional consiste en santificar con la naturaleza santa de Dios la manera de ser de los creyentes que crecen en la vida divina (Ro. 15:16; 6:19, 22; 1 Ts. 5:23). Nuestro modo de ser natural es torcido, pervertido y distorsionado, pero puede ser santificado y corregido, no con la enseñanza sino con la naturaleza santa de Dios.

d. La renovación

  La renovación consiste en cambiar, por el Espíritu de verdad y las revelaciones de las Escrituras, nuestra mente en cuanto a nuestra religión, nuestra lógica y nuestra filosofía con respecto al universo, al hombre, a Dios, etc., y reemplazar nuestra mente con la de Cristo por medio de la obra consumidora de la cruz (Tit. 3:5; Ro. 12:2b; Ef. 4:23; Ro. 8:6; Fil. 2:5; 2 Co. 4:16).

  Los misioneros que fueron a China hablaban mucho en cuanto al amor, diciéndonos que teníamos que amar a los demás. Después de ser salvo, fui iluminado y vi que todas las virtudes cristianas, incluyendo el amor, eran diferentes de las virtudes naturales humanas. Cada virtud cristiana debe satisfacer un requisito cuádruple: tiene que pasar por la cruz, debe expresarse por el Espíritu, debe tener como fin ministrar a Cristo y producir la iglesia. El amor enseñado en el Nuevo Testamento es un amor que pasa por la cruz, elimina el yo, se expresa por el Espíritu y ministra a Cristo para producir la iglesia. Después de ver esto claramente, me di cuenta de que los misioneros estaban equivocados en cuanto a su enseñanza, porque enseñaban erróneamente del amor mientras afirmaban que su enseñanza concordaba con la Biblia. El amor revelado en la Biblia no es un amor natural humano (amor a los hombres sin egoísmo) como lo enseña Confucio.

  El principio de la sumisión es igual. La sumisión que una hermana muestra a su esposo debe ser una sumisión que pasa por la cruz, que se expresa por el Espíritu, que ministra o imparte a Cristo, y que tiene como fin producir y edificar la iglesia. Esta clase de sumisión es totalmente distinta de la enseñada por Confucio. La clase de sumisión que él enseña se expresa por la vida natural, y no tiene nada que ver con la cruz ni con el Espíritu, y no imparte a Cristo ni tiene el fin de producir la iglesia.

  Necesitamos recibir una profunda impresión del hecho de que todas las virtudes enseñadas por la Biblia pasan por la cruz, se expresan por el Espíritu y ministran a Cristo para producir las iglesias con miras a la edificación del Cuerpo. Nuestra mente necesita ser renovada en cuanto a esto.

e. La transformación

  La transformación es el resultado de la renovación (Ro. 12:2). Significa ser transformado no sólo en la naturaleza interior sino, aún más, en la forma exterior, la expresión. No es una corrección, ni meramente un cambio exterior; es un metabolismo interior que se da al añadirse más del elemento de la vida divina a los creyentes para que sea una expresión exterior (Ro. 12:2b; 2 Co. 3:18). Recuerde que la transformación no es sólo un cambio exterior sino un cambio metabólico al añadirse más de la vida divina, la cual nos transforma en la imagen de Cristo.

f. La edificación

  La edificación es el crecimiento de los creyentes en la vida divina y el hecho de que se unan con otros creyentes en la vida divina (Ef. 4:15-16). La renovación produce la transformación, y ésta da por resultado la edificación. Esto se comprueba contundentemente por el muro de la Nueva Jerusalén y sus cimientos. El muro de la Nueva Jerusalén es de jaspe, y expresa la apariencia de Dios (Ap. 4:3). Al ser transformadas las piedras de jaspe, son unidas y edificadas como muro.

  No debemos pensar que ser edificados es tener una relación íntima con otros creyentes de forma natural. Esto no es ser edificados. La manera apropiada de ser edificados es crecer juntos en la vida divina. Al crecer, este crecimiento nos une a todos haciéndonos uno.

g. La conformación

  La conformación consiste en ser conformado a la imagen plenamente madura del Hijo primogénito de Dios, quien es el primer Dios-hombre, el prototipo que ha de ser producido en serie. El es Dios mezclado con el hombre y el hombre mezclado con Dios y lleva la vida de un Dios-hombre, que expresa todos los atributos de Dios como virtudes humanas para que la gloria divina sea expresada en la humanidad, cuya consumación máxima, cuya madurez en la vida divina, es la Nueva Jerusalén (Ro. 8:29; 1:4; Ef. 4:14; Ap. 21).

h. La glorificación

  La glorificación consiste en ser saturado de la gloria divina desde el interior en la madurez de la vida divina y en ser glorificado desde el exterior por la gloria divina y con la misma como la finalización de la obra redentora judicial que Dios aplica al cuerpo de los creyentes y como la porción cimera de la filiación divina en la obra salvadora orgánica de Dios (Ro. 8:30; He. 2:10; Fil. 3:21; Ef. 4:30; Ro. 8:23).

  Efesios 4:30 dice que fuimos sellados con el Espíritu Santo “para el día de la redención”. Aquí redención se refiere a la redención de nuestro cuerpo. El Espíritu Santo como el sello que está en nosotros nos sella constantemente con el elemento de Dios hasta que nuestro cuerpo sea redimido, es decir, transfigurado y glorificado. Esto significa que la glorificación se relaciona con la saturación. Podemos comparar al Espíritu Santo con la tinta que penetra y satura las páginas de un libro. El Espíritu Santo nos aplicó a todos la “tinta”, y año tras año y día tras día cuando nos aplica la “tinta”, o sea, cuando nos imparte la vida divina, gradualmente nos satura hasta glorificarnos. Todos hemos recibido la “tinta” del Espíritu Santo, quien es la gloria de Dios. Así que la gloria de Dios nos ha aplicado la “tinta”, y esto hace que Su gloria nos penetre hasta saturar todo nuestro ser. Si vemos esto, nos daremos cuenta de que la glorificación no es meramente objetiva sino muy subjetiva.

  Seremos completamente saturados cuando nuestro cuerpo sea redimido. Fuimos regenerados en nuestro espíritu y ahora estamos siendo transformados en nuestra alma, pero nuestro cuerpo todavía es la vieja creación. Por esta razón nuestro viejo cuerpo necesita ser redimido. La última etapa de la redención, la redención de nuestro cuerpo, será la porción máxima de nuestra filiación.

  Si no controlamos nuestro cuerpo adecuadamente según los atributos divinos expresados por medio de las virtudes humanas llegará a ser desagradable. Yo, como persona mayor, soy muy débil físicamente, y esta debilidad del cuerpo me molesta. Todavía puedo moverme y trabajar, pero diariamente sufro por mi debilidad física. Interiormente digo: “Señor Jesús, un día seré glorificado. Entonces seré liberado de este viejo cuerpo, el cual no tiene parte en la filiación divina”.

  La filiación está relacionada con el Espíritu, y el Espíritu, a Su vez, nos llena de la filiación hasta que nuestro cuerpo sea saturado con la filiación. Luego experimentaremos la plena filiación, la redención de nuestro cuerpo. Todavía tenemos una parte —nuestro cuerpo físico— que no ha sido hecho hijo, así que esperamos el día en el cual incluso nuestro cuerpo sea parte de la filiación divina.

B. Debemos recordar siempre que Cristo como Espíritu cumple la obra salvadora orgánica de Dios

  Debemos recordar siempre que Cristo cumple la obra salvadora orgánica de Dios no como Cristo en la carne sino como el Espíritu.

C. También debemos recordar que todos los aspectos de la obra salvadora orgánica de Dios se llevan a cabo por el ministerio celestial de Cristo

  También debemos recordar que ningún aspecto de la obra salvadora orgánica de Dios se lleva a cabo por el ministerio terrenal de Cristo de modo judicial y objetivo sino por Su ministerio celestial de manera orgánica y subjetiva. Hay una gran diferencia entre el ministerio terrenal de Cristo y Su ministerio celestial. Hoy no somos salvos judicialmente y objetivamente por el ministerio terrenal de Cristo en la carne. Somos salvos orgánica y subjetivamente por el ministerio celestial de Cristo, quien es el Espíritu vivificante. Para experimentar esta salvación orgánica, necesitamos entrar en la esfera mística del ministerio celestial de Cristo.

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