
Lectura bíblica: 1 Co. 1:1-2, 9, 10-13; 3:3-4; Ef. 4:3-6
Oración: Señor, te damos gracias porque has conducido por la comunión que acabamos de tener. Creemos que nos darás una conclusión gloriosa. Tú eres el Alfa y la Omega. Confiamos en Ti. Señor, te damos gracias porque todo el tiempo dependemos de Tu misericordia, Tu bendición, Tus provisiones, la Palabra y el Espíritu y Tu presencia. Señor, sin éstos somos como un perro muerto. No podemos hacer nada, ni tener nada ni ser nada. Señor, esto es lo que somos. Pero confiamos en Ti. Tú lo eres todo para nosotros a fin de hacernos iguales a Ti en vida y en naturaleza pero no en deidad. Te damos gracias por esto. Te adoramos. El punto principal que nos revelaste en estos días es que quieres tener un grupo de personas que hayan sido hechas de nuevo por medio de la regeneración, la santificación, la renovación, la transformación, la conformación y la glorificación hasta ser semejantes a Ti. Te damos gracias por Ti mismo. Amén.
La base de la iglesia y la unidad del Cuerpo de Cristo son temas viejos para nosotros. He hablado de ellos durante más de sesenta y cinco años, pero estos temas son cruciales. En los últimos quince meses, el Señor ha levantado más de trescientas iglesias nuevas en la tierra, y éstas deben ver claramente la base local y la unidad universal. La base está relacionada con las iglesias de Dios, y la unidad está relacionada con el Cuerpo de Cristo. La base y la unidad son únicas, lo cual significa que la base de la iglesia y la unidad del Cuerpo son una sola.
Primero, queremos ver la base única de las iglesias locales de Dios (1 Co. 1:1-2, 9, 10-13; 3:3-4).
En 1 Corintios 1:2a se habla de la iglesia de Dios. La iglesia tiene que ser de Dios. No debe ser de nada más. Esto se refiere al contenido de la iglesia en su esencia. Toda entidad substancial tiene una fuente. También tiene su elemento. Intrínsecamente en el elemento está la esencia. El contenido de la iglesia en su esencia es Dios mismo.
En 1 Corintios 1:2b se habla de la iglesia en Corinto. Esto muestra la localidad de Corinto, lo cual denota la existencia, la expresión y la práctica de la iglesia; la localidad llega a ser la base local de las iglesias locales sobre la cual son edificadas respectivamente (Hch. 8:1; 13:1; Ap. 1:11). La iglesia ciertamente necesita un lugar donde existir, una expresión y una práctica, y ese lugar, según el Nuevo Testamento, es la localidad. La iglesia en Corinto fue edificada en Corinto. La iglesia en Atenas está edificada sobre la base de la ciudad de Atenas. La iglesia en Nueva York está edificada sobre la base de la ciudad de Nueva York. Por consiguiente, la localidad espontáneamente llega a ser la base de la iglesia.
El hermano Watchman Nee hizo notar que Dios fue muy sabio en la manera en que edificó la iglesia en la base local. Dios escogió a muchas personas. En todas partes del globo terrestre se encuentran creyentes de Cristo, y ellos no deben estar esparcidos sino reunidos para ser una iglesia. Si no existiera el límite apropiado de la base, no habría límite en cuanto a establecer iglesias. Hoy en el sur de California existe una iglesia llamada Iglesia Evangélica de Taiwán. Estos creyentes usan Taiwán como su base. Yo crecí en China en la ciudad de Chefoo, y en Chefoo existía la Iglesia de Inglaterra. Las personas establecen iglesias muy fácilmente. Hoy día es más fácil establecer una iglesia que abrir un restaurante. Todas las denominaciones tienen bases de división, incluyendo a los bautistas del sur, los presbiterianos y los luteranos.
Si nosotros los creyentes mantenemos el patrón establecido por Dios en la Biblia, el de tener una sola iglesia en una sola ciudad, podemos mantener la unidad. Cualquier creyente que venga a una ciudad debe estar en la iglesia que está en dicha ciudad. Si voy a Tokio, debo unirme a la iglesia en Tokio. Si voy a Londres, debo reunirme con la iglesia en Londres. Si voy a Dallas, tengo que reunirme con la iglesia en Dallas. Así espontáneamente no habrá división. La Biblia estableció un patrón según el cual los creyentes deben reunirse. La primera reunión de los cristianos estaba en Jerusalén, y Hechos 8:1 llama esa congregación la iglesia en Jerusalén. Jerusalén era una ciudad grande, pero había una sola iglesia en esa ciudad. Aunque exista sólo una iglesia en una ciudad, la iglesia no necesariamente tiene que reunirse en un solo lugar. Pero sí debemos tener presente que la ciudad en la cual estemos debe ser la única base local de la iglesia.
Los santificados en Cristo Jesús, los santos llamados, constituyen la estructura de la iglesia (1 Co. 1:2c). El Dios Triuno es el contenido de la iglesia, el Espíritu es la esencia; el Señor es el elemento, y el Padre es la fuente. Los creyentes auténticos, los santos verdaderos, los santificados en Cristo Jesús, son la estructura de la iglesia. La iglesia tiene que ser de Dios, tiene que estar en la base local y debe estar constituida de los santos.
El libro de 1 Corintios fue escrito a los santos en Corinto junto con los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo: los que reciban esta epístola en cualquier lugar además de los santos en Corinto (1:2d). Incluso hoy nosotros somos recipientes de este libro. Esta epístola fue escrita a la iglesia en Corinto, el conjunto de los santos de esa ciudad, pero ha sido leída y será leída por las personas en miles de lugares a través de las generaciones.
El hecho de que Cristo sea “de ellos y nuestro” significa que Cristo es la porción de los santos locales de Corinto y de todos los santos de cualquier lugar, los cuales participan en la comunión (el disfrute) de Cristo, a la cual todos los creyentes fueron llamados por el Dios fiel (1:2e, 9). El mismo Cristo es la porción no sólo de una iglesia local sino también de todas las iglesias de la tierra. El es la porción común que Dios nos repartió. Cada iglesia local tiene una porción de Cristo. También fuimos llamados por el Dios fiel a la comunión de Cristo. Puesto que somos santos llamados, Cristo es nuestra porción, y nosotros fuimos llamados al disfrute, a la comunión, de Cristo como centro.
Las divisiones entre los santos son condenadas por el apóstol, quien es la autoridad delegada de Cristo, la Cabeza (1:10-13). Pablo escribió a la iglesia en Corinto porque oyó que había divisiones entre ellos. Algunos decían que eran de Pablo, otros, que eran de Apolos, otros, que eran de Cefas y otros, que eran de Cristo. Se habían dividido en cuatro grupos, pero Pablo les preguntó: “¿Está dividido Cristo?” Era como si Pablo dijera: “¿Cuántos Cristos tienen? ¿Tienen un Cristo para Cefas, uno para Apolos, uno para Pablo e incluso uno para Cristo? No importa si se trata de Cefas, Apolos, Pablo o Cristo, lo que tienen es un solo Cristo. La comunión en que ustedes están es la comunión del Cristo único. Cristo no está dividido”. Las divisiones entre los santos fueron condenadas por el apóstol, la autoridad delegada de Cristo.
Cristo es único, no es divisible ni está dividido (1:13). Qué lástima que aun cuando Cristo no está dividido haya tantas divisiones entre los cristianos de hoy.
Pablo dijo que la división proviene de la carne y concuerda con el hombre (3:3-4). Los taiwaneses quieren tener la Iglesia Evangélica de Taiwán porque a ellos les gusta el sabor de Taiwán. A algunos hermanos chinos no les gusta asistir a las reuniones en inglés, porque echan de menos el sabor chino. Incluso en los Estados Unidos existen los tejanos, los neoyorquinos, los negros y los blancos, cuyo orgullo cultural y preferencias naturales causan divisiones. No debemos tener nuestro propio sabor. Ser divididos por un sabor racial, nacional o cultural es carnal, concuerda con el hombre y no con los santos.
En cuanto a lo espiritual y lo divino de la iglesia, debemos tener presente cuatro puntos cruciales. Primero, debemos pasar por la cruz. Cristo debe aplicar la cruz a nuestro sabor natural. Se debe aplicar la cruz tanto a los estadounidenses como a los chinos. En la iglesia no hay lugar para ninguna persona natural, sino que Cristo es el todo, y en todos (Col. 3:11). En la cruz tanto los judíos como los gentiles fueron crucificados. En segundo lugar, todo debe hacerse por el Espíritu. En tercer lugar, esto significa impartir a Cristo en los demás. En cuarto lugar, todo tiene como fin edificar la iglesia. En otras palabras, todo lo que hacemos se debe hacer por medio de la cruz por el Espíritu para impartir a Cristo en los demás a fin de edificar la iglesia, el Cuerpo de Cristo.
Pero hoy las personas no quieren aceptar la cruz ni vivir por el Espíritu. Al contrario, quieren vivir por la carne. No les importa impartir a Cristo. En vez de eso, se preocupan por su vida social. Después de nuestras reuniones, nos gusta estar con los que corresponden a nuestro trasfondo natural. Los chinos se van con los chinos, y los estadounidenses van con los estadounidenses. Esto muestra que necesitamos recibir la aplicación de la cruz. El sabor japonés, el sabor chino, el sabor taiwanés y el sabor estadounidense deben ser crucificados. No debemos actuar conforme a nuestros sentimientos sino conforme al Espíritu. No debemos disfrutar a Cristo meramente por nuestro propio bien sino para impartir a Cristo en los demás. El sabor de nuestro hombre natural con nuestra cultura es el sabor del hombre, el sabor de la carne. El Espíritu tiene que aplicar la cruz a esto para que podamos impartir a Cristo por el bien de la iglesia.
Debemos saber cuál es nuestra práctica bajo la degradación actual del cristianismo, la cual causa división y confusión. No participamos en la herejía católica, ni en las denominaciones protestantes, ni en ningún grupo libre de cristianos, ni debemos hacerlo. Participar en uno de estos es participar en una división. Pero reconocemos y recibimos a los creyentes individuales que creen en el Señor Jesucristo, son redimidos por Su sangre y regenerados por el Espíritu Santo, no son facciosos (Tit. 3:10), ni causan divisiones (Ro. 16:17), ni adoran ídolos ni viven en pecado (1 Co. 5:11), aunque todavía tengan relaciones con alguna división. Romanos 16:17 dice que debemos señalar a los que fomentan o crean divisiones. Hay cuatro clases de personas que no podemos tolerar: los que causan divisiones, los facciosos, los que adoran ídolos y los que viven en pecado. Recibimos a cualquier persona que no pertenezca a estas categorías, porque no causamos divisiones, pero no podemos asistir a las reuniones de ellos, porque sus reuniones causan divisiones.
Somos uno con todos los creyentes que están en el recobro del Señor por todo el mundo. Además, no tenemos credo; tenemos sólo la Biblia única traducida e interpretada adecuadamente por sí misma y conforme a ella. La Palabra de Dios es inspirada. Debemos interpretar la Biblia sólo conforme a ella. Por ejemplo, los discípulos de Confucio tienen su concepto en cuanto a la renovación, pero difiere de la enseñanza de la Biblia. La renovación que se encuentra en la Biblia consiste en que la cruz se aplique a nuestro viejo hombre y éste sea consumido, para que el nuevo hombre que está en nosotros pueda ser renovado.
Todas las virtudes de la vida cristiana deben expresarse mediante la cruz y por el Espíritu para impartir a Cristo por el bien de la iglesia. Muchos hablan del amor, pero la enseñanza de la Biblia en cuanto al amor es única. El amor se debe expresar mediante la cruz por el Espíritu para impartir a Cristo por el bien de la iglesia. Cuando amamos a alguien, debemos percibir si la cruz se aplica a nuestro yo y si nuestro amor se expresa por el Espíritu. Además, no amamos a las personas por nuestro propio bien sino para impartir a Cristo y para edificar el Cuerpo. Esta es la virtud humana del amor enseñada por la Biblia, la cual es absolutamente diferente del amor mundano. Esto es un ejemplo de la manera de interpretar la Biblia conforme a ella.
Efesios 4:3-6 muestra la unidad única del Cuerpo universal de Cristo.
La unidad única del Cuerpo universal de Cristo proviene del Espíritu. Efesios 4:3 dice que debemos guardar diligentemente la unidad del Espíritu. Esta es una exhortación firme para nosotros. Nosotras las personas carnales debemos guardar la unidad del Espíritu. Para esto se nos debe aplicar la cruz. La cruz de Cristo se debe aplicar a nuestra carne, nuestra naturaleza, nuestro yo. Luego debemos seguir al Espíritu. Entonces podremos tener la unidad del Espíritu para que se imparta Cristo y para que se edifique Su Cuerpo. No debemos quebrantar esta unidad, sino que la debemos guardar diligentemente en el vínculo de la paz.
En todo el universo existe un solo Cuerpo, el de Cristo. No hay un Cuerpo de Cristo en los Estados Unidos y otro en Japón. En todos los lugares existe el único Cuerpo de Cristo, cuyo contenido es el Dios Triuno (Ef. 4:4-6). La esencia de su contenido es un solo Espíritu. El elemento de su contenido es un solo Señor. Además, la fuente de su contenido es Dios el Padre, quien es sobre todos y por todos y en todos, de modo triuno. La esencia pertenece al elemento, y el elemento viene de la fuente. Incluso Dios el Padre mismo, en cierto sentido, es triuno porque es sobre nosotros, por nosotros y en nosotros, en tres direcciones. En el Cuerpo de Cristo el Dios Triuno es el contenido: el Padre es la fuente, el Hijo es el elemento, y el Espíritu es la esencia.
Dios concertó el Cuerpo (1 Co. 12:24). La palabra concertó también significa enmendó, armonizó, templó y mezcló. Dios concertó el Cuerpo, lo enmendó, lo armonizó, lo templó y lo mezcló. La palabra griega traducida concertó implica que se perdieron distinciones. La distinción de cierto hermano tal vez sea su rapidez, y la de otro quizás sea su lentitud. Pero en la vida del Cuerpo la lentitud desaparece, y se elimina la rapidez. Todas estas distinciones desaparecen. Dios concertó a todos los creyentes de todas las diferentes razas y colores. ¿Quién puede hacer que los negros y los blancos pierdan sus distinciones? Sólo Dios puede hacer esto. Un esposo y una esposa pueden tener armonía en su vida matrimonial sólo al perder sus distinciones.
Para ser armonizados, concertados, enmendados, mezclados y templados en la vida del Cuerpo, tenemos que pasar por la cruz y expresarnos por el Espíritu, impartiendo a Cristo en los demás por el bien del Cuerpo de Cristo. Los colaboradores y los ancianos deben aprender a aplicarse la cruz. Todo lo que hacemos lo debemos hacer por el Espíritu para impartir a Cristo. Además, lo que hacemos no lo debemos hacer por nuestros propios intereses ni conforme a nuestras preferencias, sino por el bien de la iglesia. Si ponemos en práctica estos puntos, tendremos la debida compenetración.
Todos estos puntos significan que debemos tener comunión. Cuando un colaborador hace algo, debe tener comunión con los demás colaboradores. Un anciano debe tener comunión con los demás ancianos. La comunión nos templa, nos corrige, nos armoniza y nos mezcla. Debemos olvidarnos de nuestra lentitud o rapidez y simplemente tener comunión con los demás. No debemos hacer nada sin tener comunión con los otros santos que coordinan con nosotros. La comunión requiere que nos detengamos cuando estamos a punto de hacer algo. En nuestra coordinación en la vida de iglesia, en la obra del Señor, todos debemos aprender a no hacer nada sin tener comunión.
Entre nosotros debemos tener la compenetración de todos los miembros del Cuerpo de Cristo, la compenetración de todas las iglesias en los distritos, la compenetración de todos los colaboradores y la compenetración de todos los ancianos. La compenetración significa que siempre debemos detenernos para tener comunión con los demás. Entonces recibiremos muchos beneficios. Si nos aislamos y nos apartamos, perderemos mucho provecho espiritual. Aprendan a tener comunión. Aprendan a compenetrarse. De ahora en adelante, las iglesias se deben reunir frecuentemente para compenetrarse. Tal vez no estemos acostumbrados a esto, pero después de empezar a practicar la compenetración unas cuantas veces, nos gustará. Esto es lo que más ayuda para guardar la unidad del Cuerpo universal de Cristo. Hoy es muy fácil compenetrarse por esta era moderna con sus comodidades modernas.
Cuando nos compenetramos, tenemos la cruz y el Espíritu. Sin la cruz y sin el Espíritu, sólo tenemos la carne y las divisiones. No es fácil ser crucificados ni actuar por el Espíritu en nosotros mismos. Por eso debemos aprender a compenetrarnos. La compenetración requiere la aplicación de la cruz. La compenetración requiere que nos expresemos por el Espíritu para impartir a Cristo y para hacerlo todo por el bien de Su Cuerpo.
Tal vez nos reunamos sin mucha compenetración porque todos se quedan en sí mismos. Tienen miedo de ofender a los demás y de equivocarse, así que se quedan callados. Esto es actuar conforme al hombre, conforme a la carne. Cuando nos reunimos, debemos experimentar la obra aniquiladora de la cruz. Luego debemos aprender a seguir al Espíritu, a impartir a Cristo y a expresar algo y actuar por el bien del Cuerpo. Esto cambiará todo el ambiente de la reunión, y templará el ambiente. La compenetración no consiste en estar en silencio ni en hablar mucho sino en ser equilibrados. Podemos estar en armonía, porque hemos sido templados. Con el tiempo, todas las distinciones desaparecerán. Todos tenemos que pagar un precio para poner en práctica la compenetración.
Un grupo de ancianos tal vez se reúna a menudo sin compenetrarse. Compenetrarse significa que usted es afectado por otros y que otros le afectan a usted. Pero debe tocar a los demás de modo compenetrado. Pase por la cruz, actúe por el Espíritu, y hágalo todo para impartir a Cristo por el bien de Su Cuerpo. No debemos asistir a una reunión de compenetración para estar en silencio. Debemos prepararnos para hablar por el Señor. El Señor tal vez lo use a usted, pero usted necesita ser equilibrado y recibir la aplicación de la cruz, y aprender a seguir al Espíritu para impartir a Cristo por el bien del Cuerpo.
Cuando yo apenas tenía veintisiete años de edad, se levantó una iglesia en mi pueblo natal. Aprendí a hacerlo todo por medio de la cruz y por el Espíritu para ministrar a Cristo por el bien de Su Cuerpo. Puesto que estaba joven, hice la oración de Salomón: “Señor, dame la sabiduría para que pueda salir y entrar entre Tu pueblo” (2 Cr. 1:10), y el Señor me respondió. A través de los años, he aprendido a compenetrarme con los santos.
Esta compenetración no es algo social, sino la compenetración del propio Cristo a quien los miembros, las iglesias en los distritos, los colaboradores y los ancianos disfrutan, experimentan y de quien participan.
La compenetración tiene como fin que sea edificado el Cuerpo universal de Cristo (Ef. 1:23), el cual tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén (Ap. 21:2), la meta final de la economía de Dios conforme a Su beneplácito (Ef. 3:8-10; 1:9-10).