
Lectura bíblica: Jn. 15:12, 17; Mt. 20:25-27; 23:8-11; 1 P. 5:1-3, 5; Ro. 12:4-5; Ap. 1:5b-6a; 5:9b-10a; Jn. 15:5, 8, 16; 21:15b, 16b, 17b; Hch. 8:1; 11:19-22
En los últimos dos capítulos hemos visto que la vida es la cosa fundamental en la práctica de la vida de iglesia. Para la experiencia y el disfrute de la vida necesitamos alimentarnos del Señor Jesús. Cuando comemos, crecemos en vida, y el resultado es la edificación. También hemos visto lo que el Señor Jesús es, dónde el Señor Jesús está, y la manera de comerle. La mejor manera de comerle es invocar Su nombre y orar-leer Su Palabra.
En este capítulo cubriré ocho puntos adicionales. Estos son muy prácticos y estratégicos para la vida de iglesia. No son puntos de nuestra fe cristiana, pero son cosas necesarias en el sentido práctico de la vida de iglesia. Para ser prevaleciente, una iglesia local debe tener estos puntos como partes de su práctica.
Primero, debemos practicar el amor fraternal (Jn. 15:12, 17). El nombre Filadelfia (Ap. 3:7) significa “amor fraternal”. Nosotros tenemos que amarnos unos a otros; pero, nuestro amor no debe ser algo mundano, emocional o carnal. Debe ser en el espíritu, lleno de la vida de Cristo. Sin embargo, no debemos espiritualizar nuestro amor. Tenemos que amar desde nuestro espíritu, pero a veces nuestro amor tiene que ser material. Si vemos una necesidad material y física de un hermano, debemos satisfacer esa necesidad, no de una manera mundana. Debemos orar y buscar la guía del Señor en cuanto a la manera. La manera mundana es hacer una exhibición abierta de nuestro amor, o tener algún propósito de beneficio propio en nuestro amor. Pero el amor fraternal adecuado en la vida de iglesia no tiene el propósito del beneficio propio, y no hace ningún tipo de exhibición.
Supongamos que un hermano está sin trabajo y no tiene nada de dinero. Además, él está enfermo y en necesidad. Nosotros debemos buscar la guía y la sabiduría del Señor en cuanto a la forma de ministrar algo para satisfacer su necesidad. Muchas veces el Señor nos guiará a no dejarle saber que estamos ofreciendo algo para satisfacer su necesidad. Lo hacemos en secreto. En esta forma nuestro amor lo ayuda y también glorifica al Señor.
No amemos en una forma carnal. A veces cuando los jóvenes no aman a alguien, simplemente no se preocupan por aquella persona. Pero cuando empiezan a amar a alguien, aman en una forma que causa daño a los demás. Como un ejemplo, un hermano puede tener veintiuno y el otro veinte. Ellos empiezan a amarse el uno al otro, y como un resultado, la camisa y los zapatos del uno están sobre los hombros y los pies del otro. Esto es un tipo de amor carnal. No hay discernimiento en el espíritu y no hay limitaciones ni restricciones. Por mucho que nos amemos unos a otros, todavía debemos mantener una distancia de discernimiento en el espíritu y estar restringidos.
Si por alguna razón un hermano necesita una camisa o un par de zapatos, tenemos que amarle y hacer algo para satisfacer su necesidad, pero no en una forma carnal. Debe ser en el espíritu. Al mirar al Señor, ejercitando el discernimiento en nuestro espíritu, es posible que El nos guíe a poner cinco dólares en un sobre y designarlo para el hermano. Dentro del sobre también puede que pongamos una nota diciéndole que el dinero adjunto es del Señor para él, para comprarse una camisa. Luego ponemos el sobre en la caja de la ofrenda sin exponer de quién vino la donación. Puede ser que lo escribamos a máquina para que él no pueda discernir quién le dio la donación. El sobre le será dado por la iglesia, y cuando lo abra y lea la designación él será muy tocado por el Señor. Para él los cinco dólares son como el maná que vino de los cielos. En esta forma nunca agitaremos la gratitud carnal de un hermano. El amor genuino fue expresado hacia el hermano, y fue una gloria para el Señor; sin embargo, toda la cosa estuvo escondida de él. Materialmente, no pudo saber quién le dio la donación, pero espiritualmente se dio cuenta del amor del Señor en el dador hacia él. El que recibe la donación siente el amor en el Señor del que da la donación. Este tipo de amor es puro, pero escondido. Hace todo para aprovechar a la iglesia y para aprovechar al querido hermano. También glorifica al Señor y no da al enemigo ningún modo de entrar y dañar nada.
Por otra parte, si yo soy un necesitado, no debo permitir que otros conozcan mi necesidad. En China teníamos una colaboradora que era una hermana anciana, la más anciana entre nosotros. Ella siempre nos dijo que no tuviésemos una fe que demande el amor de otros. Tener tal fe declara que yo tengo fe en Dios para mi vivir, pero yo no te permitiría saber cuánto necesito. Nunca debemos mostrar nuestra pobreza, sino que debemos hacer todo lo posible para trabajar y ganar algún dinero.
Si amamos a los demás, nunca debemos cargar a otros. Algunos santos piensan que ya que tenemos amor fraternal, no es necesario que ellos trabajen mucho. Esto no es el amor fraternal. El amor fraternal siempre cuida de los otros. Nunca carga a otros. Aprendan a cuidar de sus propias necesidades trabajando adecuadamente, trabajando mucho, y ganando algo para otros.
En la iglesia en Taipéi, Taiwán, cada Día del Señor y aun después de algunas reuniones semanales, cuando los responsables abren la caja de la ofrenda, hay muchos sobres y envolturas con dinero incluido. Están designados a una cierta hermana que está enferma en el hospital, o a un hermano que necesita el precio de la enseñanza, o para muchos otros que están en ciertas necesidades. Todos los tipos de envolturas están allí; pero las personas que reciben la ayuda no saben quién la dio. Solamente el Señor sabe. Esto es un amor básico.
Si se practica este tipo de amor, prueba que la iglesia en que estoy ama al Señor, y que los santos allí están resueltos con el Señor. Este tipo de amor edifica. El confirma, fortalece y une. Como uno edificado en una iglesia local así, ¿yo podría ser distraído alguna vez de la iglesia? Es imposible. Esto es el amor real. Nosotros necesitamos un amor así, un amor que no es expresado en una forma mundana, carnal o emocional, sino en la forma que está llena de la vida del Señor, y absolutamente en la sabiduría del Espíritu. Nosotros practicamos el amor fraternal, pero no sabemos quién hace esto o quién hace aquello. Solamente sabemos que el Señor lo hizo a través de los santos en la iglesia.
En la iglesia nadie debe ejercitar el señorío. Mateo 20:25-28, 23:8-11, y 1 Pedro 5:1-3, 5, revelan que los gobernadores de las naciones ejercitan el señorío sobre el pueblo, pero en la iglesia no hay ejercicio del señorío. Nosotros tenemos el señorío, pero es el señorío del Señor mismo. Nadie en la iglesia, a pesar de cuánta responsabilidad lleve, de cuánta vida ministre a los santos, o de cuánto le haya sido proporcionada la gracia del Señor para la edificación de las iglesias locales, jamás debe ejercitar ningún señorío sobre los demás. Todos nosotros somos hermanos (Mt. 23:8). Ejercitemos solamente la “hermandad”; no ejercitemos ningún tipo de señorío.
Los queridos que toman la iniciativa en todas las iglesias locales, y todos los otros hermanos y hermanas, nunca deben considerar que debe haber algo como un tipo de señorío humano ejercido en las iglesias locales. Nosotros no tenemos ningún tipo de clases en la vida de iglesia. Solamente tenemos una clase, los hermanos. No hay clases altas ni bajas. Yo digo otra vez, uno puede ser usado mucho por el Señor y puede estar lleno de la presencia del Señor, la vida del Señor, el poder del Señor, y aun la autoridad del Señor, pero no debe ejercitar ningún señorío sobre los otros. Ejercitar cualquier tipo de señorío sobre alguien es absolutamente incorrecto. El Señor Jesús dijo: “Cualquiera que desee hacerse grande entre vosotros será vuestro siervo” (lit, Mt. 20:26). El más grande en las iglesias locales es el que es siervo para todos los hermanos. Nosotros no ejercemos el señorío, pero sí tenemos la esclavitud voluntaria. No estamos esclavizados por nadie, pero nos gusta ser un esclavo para todos. Esto es maravilloso, y esto es la vida de iglesia. Nosotros no tenemos ningún amo humano (Mt. 23:8). Solamente tenemos un amo divino, el Señor Jesús.
Ni debemos llamar padre a nadie. Hacerlo así contradice absolutamente la enseñanza del Señor en Mateo 23:9. Solamente tenemos un padre, nuestro Padre en el cielo. No hay rangos en la vida de iglesia. No hay altos ni bajos. Todos están en el mismo nivel y son del mismo rango. Todos somos hermanos.
Nosotros no ejercitamos el señorío, pero sí ejercitamos la obediencia. Nos obedecemos unos a otros. En 1 Pedro 5:5 la Biblia dice: “Hombres más jóvenes, sujetaos a los ancianos”. La Biblia también dice: “Someteos unos a otros” (Ef. 5:21). No solamente los más jóvenes están sujetos a los de edad avanzada; aun los de edad avanzada tienen que aprender la sujeción. Todos están sujetos unos a otros. Este es el equilibrio. El tráfico de dirección única siempre va a un extremo. Nosotros necesitamos el tráfico de dos direcciones. Como un ejemplo, a veces en una familia, los pequeños equilibran a los padres. Tal vez los niños digan: “Papá, ¿por qué tú duermes tan tarde? Mamá, ahora es el momento para que te vayas a la cama. Mamá, papá, ¿por qué conversan tanto? Mamá, ¿por qué te amas tanto a ti misma? ¿Por qué no amas a papá? Papá, ¿tú no ves que mi tío necesita algo?”. A veces nuestros niños son usados por el Señor para decirnos algo. Nosotros los padres, todos necesitamos el equilibrio de nuestros niños. Nunca debemos pensar: “Yo soy el papá, así todos en la familia tienen que escucharme a mí”. Todos necesitamos el equilibrio.
En la vida de iglesia los hermanos nunca deben obligar a las hermanas a que se les sujeten. Algunos hermanos en ciertas así llamadas iglesias locales han declarado a las hermanas que basados en 1 Corintios 11:3 ellos son la cabeza de las mujeres y que todas las hermanas deben sujetárseles. Seguramente que este tipo de cabeza necesita ser equilibrada. Los hermanos necesitan el equilibrio de las hermanas. Todos necesitamos aprender algo de los demás. Aprendan a estar sujetos a otros. Sin este tipo de equilibrio habrá solamente tráfico de dirección única, y esto siempre lleva a un extremo.
Puede ser que en la iglesia yo sea uno de los ancianos locales; pero todavía necesito estar sujeto a todos los hermanos, aun a las hermanas, y escucharles. Todos los ancianos deben escuchar los conceptos de los otros, las sensaciones de los demás, los sentimientos de los otros, y las palabras de los demás. Entonces ellos deben llevar toda la comunión al Señor y buscar la guía del Señor. Puede que la decisión se haga, no conforme a lo que los ancianos sentían, sino en parte conforme a lo que los hermanos y las hermanas sienten, y en parte conforme a la revelación del Señor. Entonces la iglesia está guardada en el equilibrio y puede continuar de una manera adecuada.
También debemos practicar que todos los miembros de la iglesia son miembros que funcionan en el Cuerpo (Ro. 12:4-5; 1 Co. 14:24-26, 31-32). No debe ser que solamente unos pocos son los miembros que funcionan y que el resto son pasivos. Todos debemos ser miembros activos. Una degradación seria entre los cristianos es que la mayoría de ellos son pasivos. Por lo tanto, debemos ejercitar el verdadero ministerio del Cuerpo. Hoy, cuando las personas hablan acerca del ministerio del Cuerpo, consideran que cuando dos, tres o cuatro ministran, es el ministerio del Cuerpo. Pero el ministerio del Cuerpo es cuando todos los miembros funcionan. Si trescientos se reúnen, todos los trescientos deben funcionar.
Nuestro cuerpo tiene muchas partes. Cuando caminamos o saltamos, cada parte de nuestro cuerpo funciona; ninguna parte está pasiva. Cada santo debe ser animado a entrar en esta práctica. Si vamos a proclamar un himno, es mejor ayudar a uno más joven o a uno más débil a proclamarlo. Todos debemos ayudar a todos los miembros a pararse y decir algo. Quizás uno solamente diga: “Oh Señor Jesús”; sin embargo, esto puede ser el principio de su funcionar.
Por otra parte, algunos son demasiado activos. Estos necesitan darles la oportunidad a los demás, y llegar a ser activos en ayudar a los otros a funcionar.
También necesitamos practicar el sacerdocio universal (Ap. 1:6; 5:10), lo cual significa que cada creyente es un sacerdote. En la práctica de la vida de iglesia, no debemos tener clérigos ni laicos, sino sacerdotes solamente. En el Cuerpo de Cristo somos miembros, y en el servicio a Dios el Padre somos sacerdotes. Por lo tanto, no solamente debemos funcionar en las reuniones; también debemos servir. En la iglesia hay mucho servicio, y todos deben tomar parte en estos servicios. Sean sacerdotes que sirven, no sólo miembros que funcionan. Todos debemos practicar esto.
En la vida de iglesia todos necesitamos llevar fruto. El Señor Jesús dijo: “Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Jn. 15:16). Esto no es solamente hacer una campaña predicando el evangelio. Tampoco es tener solamente el “ganar almas”. Es impartir la vida a los demás. En Mateo 28:19, Marcos 16:15 y Lucas 24:47, se nos dice que vayamos y prediquemos, pero en el Evangelio de Juan se nos dice que vayamos y llevemos fruto. El Evangelio de Juan es un libro sobre la vida; por lo tanto, la predicación, la extensión en este libro, es el impartir de la vida a los demás, causándoles convertirse en fruto.
Nunca digan que los números no significan nada. En Los Hechos 11:21 el registro divino dice: “Y gran número creyó”. Si los números no significan nada, el Espíritu Santo nunca habría dicho esto. En la vida matrimonial necesitamos hijos. Si después de un largo período de tiempo una pareja casada no tiene hijos, esto indica que algo no está bien. También el producir hijos es simplemente impartir la vida que tenemos dentro de nuestros hijos.
Nosotros también necesitamos algunos hijos espirituales. Necesitamos impartir nuestra vida espiritual dentro de nuestros hijos espirituales. Si la iglesia local en un cierto lugar tiene cincuenta este año, cincuenta y uno el próximo año, cuarenta y nueve el tercer año, y cuarenta y cinco el cuarto año, la iglesia no debe tratar de vindicarse a sí misma diciendo que no se preocupa por los números, sino solamente por la calidad. Una iglesia local necesita los números. Aunque en un sentido espiritual, algunos miembros que se producen sean lisiados, ciegos, sordos o cojos, todavía es bueno. Puede que en la apariencia sea una confusión, pero es mejor que nada, y algo saldrá de ello. Físicamente, algunos padres cojos han producido hijos muy fuertes.
Todas las iglesias locales deben animar a cada hermano y a cada hermana a producir. Todos los santos deben esforzarse por producir fruto, aun fruto que permanezca. No seamos perturbados pensando que si producimos a muchos, la iglesia no puede cuidar de ellos y algunos morirán. Quizás esto es verdadero, pero algunos permanecerán, y esto es mejor que nada. Todo matrimonio que es normal produce hijos. Tenemos que dar mucho énfasis a esto y ponerlo en práctica.
El próximo punto es la alimentación de los corderos (Jn. 21:15-17). Llevar fruto es una cosa; alimentar a los corderos es otra. Si estamos adecuados, por una parte traemos muchos incrédulos a las reuniones, y por otra parte, cuidamos de varios creyentes nuevos. Nosotros tenemos que llevar fruto, y también tenemos que alimentar a los corderos. En estos dos asuntos no debemos ser especiales ni particulares. La iglesia es para todos, incluyendo a los jóvenes, a los de edad media, y a los más viejos. La iglesia es para todos los tipos de personas. No sabemos de qué dirección traerá el Señor a la gente a la iglesia. Mientras Pedro estaba sufriendo la persecución en Jerusalén, él puede haber pensado que Saulo de Tarso seguramente se estaba yendo al infierno. Pero más allá de la expectación de Pedro, el Señor cambió a Saulo a un apóstol.
La iglesia no se edifica con las personas que nosotros queremos tener, sino con las personas que Dios ha escogido antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4). No podemos predecir si nuestros hijos, nuestros padres, nuestros primos, nuestros compañeros de colegio, o nuestros vecinos, serán personas de la iglesia. Solamente el Señor sabe. Sólo vayamos en una forma general de acuerdo con la guía del Señor, y llevamos fruto. No hagamos nada especial, extraño o peculiar, y no clasifiquemos a la gente. Es posible que el Señor aun levante a algunos buenos santos de entre los opositores. Quiénes serán salvos, quiénes serán los ancianos, quiénes serán los espirituales, solamente el Señor sabe. Esto no depende de nosotros; depende de El. Pero todavía tenemos que hacer nuestro deber para llevar fruto y alimentar a los corderos. Esta no es la obra de ustedes, ni mi obra, ni aun nuestra obra; es la obra del Señor.
En Los Hechos 8:1 vemos que la persecución vino contra la iglesia en Jerusalén, esparciendo de este modo a los santos y forzándolos a emigrar. Los Hechos 11:19 muestra que los esparcidos predicaron el evangelio cuando salieron, y algunas iglesias locales fueron levantadas. Los informes volvieron a la iglesia en Jerusalén, y ésta envió a Bernabé para que tuviera comunión con ellos (Hch. 11:22). La extensión del evangelio y de la vida de iglesia en el primer siglo empezó por la migración de los santos. El salir de los apóstoles empezó desde Antioquía (Hch. 13:2-3).
Por lo tanto, un buen número de los santos en las iglesias locales deben ser los que emigran; primero emigrando de ciudad en ciudad, y de estado en estado dentro de este país, y luego emigrando a otros países. Por causa del recobro del Señor, no debemos ser de vista estrecha y poner nuestros ojos solamente en la iglesia local en la ciudad donde residimos. Necesitamos una visión más amplia.
Mientras más una iglesia cede a las personas para la migración, más personas obtiene. Mientras más retiene una iglesia, más pierde. No traten de retener a las personas. Hagan todo lo posible para darlas para la extensión del Señor. No sean estrechos de vista, pensando que perderán algo. Ustedes nunca perderán. Aun si pierden en esta tierra, seguramente ganarán en los cielos. ¡Alabado sea el Señor por el camino de la migración!
Ninguno de los puntos que hemos cubierto en los últimos tres capítulos son aspectos de nuestra fe cristiana. Sin embargo, todos ellos deben ser puestos en práctica; de otro modo, una iglesia local nunca podría ser fuerte ni prevaleciente. Si todos estos puntos son puestos en práctica, una iglesia local llegará a ser fuerte y prevaleciente. Estos no son puntos de nuestra fe cristiana. Pero deben convertirse en parte del sentido práctico de la vida de iglesia.