
Este libro se compone de los mensajes dados por el hermano Witness Lee en Anaheim, California, del 28 de agosto al 17 de diciembre de 1993.
En Ezequiel 37 la palabra hebrea ruach se usa para referirse al Espíritu (v. 1), al aliento (v. 5), y al viento (v. 9). La manera en la cual ruach es traducida depende del contexto de la oración o del párrafo.
En el Nuevo Testamento, la palabra griega pneuma también puede traducirse Espíritu (Jn. 3:5-6), aliento (Ap. 11:11) o viento (Jn. 3:8). Sabemos que pneuma es el viento en Juan 3:8 porque “el viento sopla”. Apocalipsis 11:11 también usa pneuma al hablar de la resurrección de los dos testigos martirizados. Ahí dice: “Entró en ellos el espíritu [pneuma] de vida enviado por Dios”. Algunas versiones traducen “el aliento de vida”. En Tesalonicenses 2:8 se afirma que el Señor matará al anticristo, el inicuo, “con el aliento de Su boca”. La palabra aliento aquí usada también es la palabra griega pneuma.
La Biblia es un libro cuyo tema es Dios y el hombre. Tenemos que ver cuál es la revelación básica con respecto a Dios y al hombre en las Santas Escrituras.
Juan 4:24 dice que “Dios es Espíritu”. Decir que Dios es Espíritu es similar a decir que una silla es madera. La madera se refiere a la esencia, la sustancia, de la silla. Así que, la frase Dios es Espíritu no se refiere a la persona de Dios sino que denota la esencia o la sustancia de Dios. El Señor le dijo esto a la mujer samaritana en Juan 4 con respecto a la adoración a Dios. Para adorar a Dios, debemos comprender que Aquel a quien adoramos es Espíritu en esencia, en sustancia.
El Espíritu de Dios denota que el Espíritu es Dios (Gn. 1:2b). Frases tales como el Espíritu de Dios, la luz de Dios, y la vida de Dios están en aposición. Esto significa que el Espíritu es Dios, que la luz es Dios y que la vida es Dios. En la creación de Dios, el Dios creador era el Espíritu que se movía. Sin ser el Espíritu, Dios no podría hacer nada y no haría nada. El lo hace todo como el Espíritu. En la Biblia, el mover de Dios en cada paso es el mover del Espíritu.
Mateo 28:19 dice que debemos ir y bautizar a las personas “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. El nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo denota la Trinidad Divina e indica que Dios es triuno. El es un solo Dios, y también tres: el Padre, el Hijo y el Espíritu.
Los tres de la Trinidad Divina coexisten y son coinherentes como un solo Dios desde la eternidad hasta la eternidad (Jn. 14:10-11, 26; 15:26; 10:30). Por tanto, El es el Dios eterno (Sal. 90:1-2). Coexistir significa existir juntos al mismo tiempo. Ser coinherentes significa morar mutuamente el uno en el otro. El Padre existe en el Hijo y en el Espíritu; el Hijo existe en el Padre y el Espíritu; y el Espíritu existe en el Padre y en el Hijo. En esto consiste la coinherencia. En Juan 14, el Señor Jesús mismo nos dijo que El está en el Padre y que el Padre está en El (vs. 10-11). El Señor también dijo que cuando El vino del Padre, vino con el Padre (Jn. 8:16, 29; 16:32b). Esto quiere decir que cuando El viene, el Padre viene en El. Cristo viene con el Padre, y el Espíritu viene con Cristo (Jn. 14:26; 15:26). Los tres son coinherentes. El Señor Jesús también reveló que lo que El habla es la obra del Padre (Jn. 14:10). Así que, lo que el Hijo habla es la obra del Padre, y el mover del Espíritu es el mover del Hijo y el mover del Padre. Los tres no sólo coexisten sino que también son coinherentes.
Los tres de la Deidad son distintos entre sí, pero no están separados el uno del otro (16, Jn. 8:29b; 16:32b; Hch. 10:38; Lc. 4:1a, 18a). Puesto que son coinherentes, no pueden estar separados. Ellos coexisten siendo coinherentes. Pero de todos modos existe una distinción entre ellos. El Padre es el Padre, el Hijo es el Hijo, y el Espíritu es el Espíritu. Estos tres títulos denotan que son distintos. Sin embargo, lo que el Hijo habla es la obra del Padre. Cuando el Espíritu viene, en realidad el Padre y el Hijo vienen. Así que, Ellos son uno, siendo distintos, pero no estando separados.
Lo que he presentado aquí es la manera más sencilla y breve de hablar de la Trinidad Divina. ¿Qué es nuestro Dios? El es Espíritu. ¿Quién es el Espíritu? El Espíritu es Dios. ¿Quiénes son el Padre, el Hijo y el Espíritu? El Padre, el Hijo y el Espíritu son la Trinidad Divina. Son distintivamente tres, pero no están separados. Son solamente uno. No sólo coexisten sino que también son coinherentes como uno solo, pero siendo tres.
Según el aspecto económico de la Trinidad, el Padre planeó, el Hijo efectuó, y el Espíritu nos aplica lo que el Hijo efectuó conforme al plan del Padre. El Padre llevó a cabo el primer paso de Su plan, Su economía, obrando en cuanto a escogernos y predestinarnos, pero lo hizo en Cristo el Hijo y con el Espíritu (Ef. 1:3-5). Después de que este plan fue hecho, el Hijo efectuó el plan, pero lo hizo con el Padre (Jn. 8:29; 16:32) y por el Espíritu (Lc. 1:35; Mt. 1:18, 20; 12:28). Después de que el Hijo efectuó todo lo que el Padre había planeado, el Espíritu aplica en el tercer paso todo lo que El logró, pero lo hace como el Hijo y con el Padre (Jn. 14:26; 15:26; 1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17). De esta manera, mientras la economía divina de la Trinidad Divina es llevada a cabo, la existencia divina de la Trinidad Divina, Su eterna coexistencia y coinherencia, permanece intacta y sin menoscabo. En la economía divina, los tres obran y se manifiestan respectivamente en tres etapas consecutivas. Con todo, aún en Sus obras y manifestaciones económicas, los tres permanecen todavía esencialmente en Su coexistencia y coinherencia.
Tiene mucho significado que Dios sea triuno y el hombre sea tripartito. Dios existe en tres personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu, y los hombres somos tripartitos, hechos de tres partes: el espíritu, el alma y el cuerpo. Dios creó al hombre como un hombre tripartito (Gn. 2:7).
Génesis 2:7 dice que el Señor formó al hombre del polvo de la tierra. Nuestro cuerpo es nuestra estructura exterior y fue formado del polvo de la tierra.
El hombre fue creado por Dios con un espíritu producido del aliento de Dios, como el órgano más interior del hombre. Empleo aquí la palabra producido porque el origen de nuestro espíritu es el aliento de vida. La palabra hebrea traducida “aliento” en Génesis 2:7 y “espíritu” en Proverbios 20:27 no es ruach sino neshamah. Proverbios 20:27 dice: “Lámpara de Jehová es el espíritu [neshamah] del hombre”. Nuestro cuerpo es la estructura externa y esta estructura tiene un órgano, nuestro espíritu. Este es el órgano más elevado de nuestro interior y sirve principalmente para que tengamos contacto con Dios. Juan 4:24 dice que Dios es Espíritu y que los que le adoran deben adorarlo en espíritu. Debemos adorar a Dios en nuestro espíritu, un órgano para tener contacto con El.
Cuando el aliento de Dios entró en las narices del cuerpo del hombre formado del polvo, algo fue producido. Este producto fue el alma del hombre, la cual es el ser interior (la persona) del hombre. Sólo tenemos una persona, y nuestra persona es el alma. En varias ocasiones la Biblia dice “almas” al hablar de personas. Éxodo 1:5 dice que a Jacob le nacieron setenta personas. Estas fueron las setenta personas de la casa de Jacob que subieron a Egipto. El Nuevo Testamento también llama almas a las personas (Hch. 27:37). Nuestra alma es nuestra persona. La estructura exterior es nuestro cuerpo, el ser interior es nuestra alma, y el órgano más interno es nuestro espíritu. Usted tiene una estructura externa, usted es una persona y esa persona que está en la estructura tiene un órgano cuya función principal es tener contacto con Dios.
El espíritu del hombre fue creado por Dios en cierto sentido para cumplir el propósito de Dios en la creación de los cielos y de la tierra (Zac. 12:1; Is. 42:5; Job 32:8). Zacarías 12:1 dice que Jehová extendió los cielos, fundó la tierra, y formó el espíritu del hombre dentro de él. Zacarías pone estas tres cosas juntas: los cielos, la tierra y el espíritu del hombre. Los cielos son para la tierra, la tierra es para el hombre, y el hombre tiene un espíritu para Dios. Así que, el hombre es el centro de la creación de Dios, y el centro del hombre es su espíritu.
Si los cielos no dieran luz, aire y lluvia, la tierra no produciría nada y nosotros no podríamos vivir. Todos los seres vivientes —las plantas, los animales y el hombre— necesitan luz, aire y lluvia. De otro modo, perecerían. Así que, los cielos son para la tierra. Además, la tierra fue creada para la existencia del hombre, y el hombre tiene un espíritu dentro de él para contener a Dios. Nosotros vivimos en la tierra con la suministración que proviene de los cielos para el propósito de que seamos uno con Dios. Dios creó un órgano dentro de nosotros con este propósito.
En Génesis 1 y 2 tenemos una descripción de la obra creadora de Dios. Ahí dice que Dios creó los cielos y luego creó la tierra con la vida vegetal y la vida animal. Sin embargo, cuando el relato llega a la creación del hombre, nos da un punto particular. Tal punto es que dentro del hombre Dios creó un espíritu que surgió de Su aliento de vida. Este es un punto particular en el cumplimiento del propósito de Dios en la creación de los cielos y de la tierra. Dios creó los cielos y la tierra porque El quiere que el hombre sea Su expresión. Para que el hombre sea la expresión de Dios, es necesario que tal hombre tenga un espíritu para tener contacto con Dios y contener a Dios. Dios creó los cielos para la tierra, Dios creó la tierra para el hombre y Dios creó un espíritu para el hombre a fin de que el hombre pueda tener contacto con El y ser uno con El orgánicamente.
La Biblia revela que el espíritu del hombre es distinto de su alma (He. 4:12; 1 Ts. 5:23a). Nuestra experiencia también nos dice esto. Según nuestra mente, tal vez queramos comprar cierto artículo. Conforme a nuestra emoción, quizá de verdad anhelamos y deseamos tenerlo. Luego es posible que decidamos comprarlo conforme a nuestra voluntad. Así que, nuestra mente considera este artículo con agrado, a nuestra parte emotiva le gusta, y nuestra voluntad decide obtenerlo. En este punto, sin embargo, hay algo muy dentro de nosotros que nos dice que no lo compremos. Este es nuestro espíritu, la más profunda y más interna parte de nuestro ser. Esta es la distinción entre el alma y el espíritu.
La parte más elevada, la cima, lo más notable del hombre es el espíritu. La parte más baja, la parte más miserable, es el cuerpo. En medio, entre estas dos partes, está el alma. Si alguien vive mediante el cuerpo, llega a ser una persona muy baja. Si alguien vive por su espíritu, viene a ser una persona muy elevada, una persona del grado más elevado. O quizá alguien esté en el medio. Es posible que alguien sea muy lógico, muy conocedor y razonador. Esto significa vivir según el alma. Alguien así no es ni bajo ni elevado, sino que está a la mitad.
Alguien que viva por el cuerpo, vive como una bestia. Alguien que viva por el espíritu es un verdadero santo. Cada creyente debería ser un santo que vive por el espíritu. Sin embargo, si vivimos por el alma, somos solamente unos caballeros, como los discípulos de Confucio. Somos muy lógicos, razonadores y conocedores. Un caballero es alguien que actúa con lógica y que razona. Alguien que se deja llevar sin limitación por el deseo y la lujuria de la carne, del cuerpo, es como una bestia. Cuando alguien que está a punto de perder la cordura se restringe mediante la lógica y la razón, es un caballero que vive en el alma. Si tal persona se restringe mediante el ejercicio del espíritu, es un santo.
Dios es Espíritu a fin de que el hombre tenga contacto con El y le reciba, y el hombre tiene un espíritu a fin de que pueda tener contacto con Dios y le contenga para que Dios y el hombre tengan una unión orgánica (Jn. 4:24; 1 Jn. 4:13; 2 Ti. 4:22a; 1 Co. 6:17). Si Dios no fuera el Espíritu, no podría tener contacto con nosotros y nosotros no podríamos tener contacto con El. Dios el Padre es la fuente; Dios el Hijo es el canal; y Dios el Espíritu es el fluir que llega a nosotros (2 Co. 13:14). Por tanto, el Espíritu es el medio por el cual la Trinidad Divina llega al hombre. Dios llega a nosotros en el Hijo como el Espíritu. Efesios 2:18 dice: “Porque por medio de El los unos y los otros tenemos acceso en un mismo Espíritu al Padre”. El Espíritu es el acceso por el cual tenemos contacto con Dios, recibimos a Dios y contenemos a Dios.
El fin de esto es que nosotros y Dios tengamos una unión orgánica. Nuestra unión con Dios no es como la unión de los sindicatos actuales en Estados Unidos. Tales uniones existen como organizaciones y coexistencias, pero nuestra unión con Dios es orgánica. Es una unión no sólo de coexistencia sino también de coinherencia. Hoy en día nosotros y Dios somos coinherentes. El mora en nosotros y nosotros moramos en El. En Juan 15 el Señor Jesús dijo: “Permaneced en mí, y yo en vosotros” (v. 4a). En 1 Juan 4:15 y 16 se habla de que Dios permanece en nosotros y nosotros en Dios. Esta es una permanencia mutua y tal permanencia mutua es coinherencia. Sólo después de ser regenerados para tener la vida de Dios en nosotros como nuestra vida y naturaleza llegamos a estar en unión con Dios orgánicamente. Esta unión es coinherencia, una permanencia mutua. Esta es la revelación de la Biblia con respecto a Dios y el hombre. Todos tenemos que conocerlo a El y conocernos a nosotros mismos hasta este grado.