
Lectura bíblica: Jn. 3:5-6, 3:6, 8; 1:12-13; 1 P. 1:3; Tit. 3:5
En el mensaje anterior vimos la obra del Espíritu al santificar a los escogidos de Dios antes de que se arrepintieran y creyeran. En este mensaje queremos ver la obra del Espíritu al regenerar a los creyentes después de que éstos fueron convencidos y tuvieron fe (Jn. 3:5-6, 8).
Espero que aprendamos a conocer el pensamiento de la Biblia. Cuando una persona escribe algo, su pensamiento queda plasmado en sus escritos. Debemos conocer el pensamiento del Señor contenido en las Escrituras. Al leer 1 Pedro 1:2 y 3, no sólo podemos ver el pensamiento de Pedro, sino también el pensamiento del Espíritu que lo inspiró. Esos versículos dicen: “Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Cristo: Gracia y paz os sean multiplicadas. Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según Su gran misericordia nos ha regenerado para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”.
El pensamiento principal de estos dos versículos es expresado en tres palabras cruciales: elegidos, santificación y regenerados. Dios nos escogió en la eternidad pasada. Luego, en la esfera del tiempo, el Espíritu nos santificó. Dios nos eligió en la santificación del Espíritu. Ahora debemos considerar el propósito de la elección de Dios y de la santificación del Espíritu. La elección de Dios y la santificación del Espíritu no tienen dos metas distintas, sino una sola. Están en el mismo carril, en la misma senda. No debemos pensar que Dios toma un camino y el Espíritu toma otro. Ellos toman el mismo camino. Dios comenzó el camino de escogernos, y el Espíritu siguió el mismo camino, la misma senda, para santificarnos. Dios nos escogió y santificó con el propósito de hacernos Sus hijos. Dios quiere tener muchos hijos.
Dios puede tener muchos hijos, no por adopción, sino por nacimiento. Juan 3:3 dice que necesitamos “nacer de nuevo”. Esto se refiere no sólo a ser generados, sino a ser regenerados. En la economía de Dios, primero era necesario que El creara al hombre. Esta creación fue una especie de producción o nacimiento. ¿Cómo podemos comprobar que la obra creadora de Dios equivale a una especie de nacimiento? Lucas 3:38 dice: “Adán, hijo de Dios”. Este versículo prueba claramente que la creación fue una clase de nacimiento. Adán fue creado por Dios (Gn. 5:1-2), y Dios fue su origen. Dios no sopló Su aliento de vida en las plantas, los peces, las aves o el ganado. En la creación, Dios sopló el aliento de vida sólo en Adán (Gn. 2:7). Lucas consideraba que esto equivalía a nacer de Dios. Ese fue el primer nacimiento de la humanidad.
El himno de Charles Wesley titulado: “Escuchad en alta esfera” (Himnos, #49) es muy elevado. Me gustaría que viéramos la tercera estrofa de ese himno, la cual dice: “Tú naciste para dar / Vida eterna al mortal”. En la economía divina es necesario que el hombre pase por dos nacimientos. En el primer nacimiento el hombre recibe la vida humana. Luego pasa por el segundo nacimiento, en el cual recibe la vida divina. Dios desea que el hombre tenga dos vidas: la vida humana y la divina. Para este fin, Dios necesitaba un prototipo, un modelo, así que El mismo se encarnó para ser el prototipo.
En otro tiempo Dios sólo tenía la vida divina, pero no la vida humana. Sin embargo, el tenía la intención de que la humanidad tuviera dos vidas, la humana y la divina. Por consiguiente, El mismo tenía que ser un prototipo. El estableció un modelo por medio de la encarnación. Dios entró en la humanidad con la vida divina para así tener la vida humana. Por lo tanto, en la tierra hubo un modelo único, el Dios-hombre. Hoy día este prototipo ha pasado por un proceso de producción masiva porque en la resurrección llegó a ser el Primogénito entre muchos hermanos (Ro. 8:29).
Después de que Dios hizo al hombre, vio lo que había creado y lo describió con estas palabras: “bueno en gran manera” (Gn. 1:31). Sin embargo, este hombre que era bueno en gran manera, cayó. Muchos piensan que si Adán no hubiera caído, ni él ni nosotros habríamos necesitado la regeneración, lo cual es absolutamente erróneo. Aunque el hombre no hubiera caído, de todos modos habría necesitado nacer de nuevo. El hombre creado por Dios necesitaba nacer de Dios, no sólo para tener el aliento divino de vida, sino para tener la vida divina misma. El hombre necesitaba la regeneración aunque nunca hubiera caído. Dios lo planeó así en Su economía.
El Antiguo Testamento dice que Saúl fue ungido por Dios y obtuvo otro corazón (1 S. 10:9). Un corazón nuevo obviamente es algo nuevo, pero otro corazón puede todavía ser un corazón viejo. Saúl no recibió algo nuevo. Dios creó un hombre viejo, y ese hombre viejo debía pasar por una transformación, un cambio de lo viejo a lo nuevo. El viejo hombre era humano; el nuevo hombre es divino. Todos debemos ver esto. Nosotros hoy día somos maravillosos porque hemos sido regenerados con la vida divina. Ahora somos tanto divinos como humanos. Cuando Dios se encarnó, pudo decir: “Soy un Dios-hombre”. Ahora que nosotros hemos sido regenerados, podemos decir: “Soy un hombre-Dios”. La única diferencia es ésta: El tenía primero la vida divina y después recibió la vida humana; nosotros teníamos primero la vida humana y luego recibimos la vida divina. Al final, Dios llegó a tener dos vidas y dos naturalezas, y lo mismo se puede decir de nosotros.
Cristo nació para darnos un segundo nacimiento, es decir, para hacernos Dios según Su vida y naturaleza, pero no según Su Deidad. Dios fue hecho hombre y los hombres estamos en el proceso de ser hechos Dios, pero sin la Deidad. Es un tráfico en doble sentido. El viene con la divinidad para entrar en la humanidad, y nosotros vamos con la humanidad para entrar en la divinidad. Este es el significado de la regeneración conforme al diseño o plan de Dios. Dios, por Su misericordia, nos ha mostrado verdaderamente Su plan, Su economía. La línea principal que hemos visto en el plan de Dios consiste en que Dios tenía la intención de hacerse hombre. Este es Su pasatiempo, Su deseo. ¿Qué desea Dios? Dios desea ser uno con el hombre, para lo cual necesita al hombre. Por eso ama al hombre. Así que, Dios primero creó al hombre, y esta creación puede ser considerada como un nacimiento del hombre. Cuatro mil años después Dios se hizo hombre. No estaba ya separado del hombre, sino que llegó a ser un hombre unido con el hombre. El entró en el hombre.
Dios se hizo hombre para darnos un segundo nacimiento. Dios puede hacerlo todo, pero si no se hubiera hecho hombre, no habría podido regenerar al hombre. A El le hacía falta ser Dios y hombre. Se hizo hombre en la encarnación para vestirse de la humanidad, y esa parte suya, la parte humana, no era divina. Los treinta y tres años y medio que estuvo en la tierra, El era en parte divino y en parte humano. En la encarnación El se vistió de la humanidad y luego dio el segundo paso de morir y resucitar. En resurrección El “hijificó” su parte humana, haciéndola divina.
Obviamente somos humanos por nacimiento. Luego Dios, el prototipo, entró en nosotros como el Ser divino. Ahora se necesita toda nuestra vida para transformar nuestra humanidad en algo divino. Esta transformación es el proceso por el cual nos hace hijos suyos. En cierto sentido, ahora somos hijos de Dios porque hemos nacido de Dios y tenemos Su vida. Sin embargo, en nuestra actitud, modo de actuar y conducta parecemos hijos de limosneros. Esto muestra que en otro sentido, no parecemos hijos de Dios. Deberíamos decir: “Soy hijo de Dios en vida y naturaleza, aunque no lo sea todavía en cuanto a la constitución y la apariencia. Estoy siendo transformado cada día”. Ahora estamos bajo la obra transformadora de Dios. Ser transformados consiste en ser hechos hijos de Dios. Esta es la obra que El efectúa en nosotros cada día.
Dios creó al hombre de modo que éste necesita una esposa como ayudante y compañera. Sin embargo, al darle esposa a un hermano, Dios tiene el propósito principal de causarle problemas para que sea transformado. Muchas veces es la mujer la que molesta más al marido y viceversa. Dios usa esta situación para transformar al marido y a la mujer. La mujer perfecciona al marido y el marido perfecciona a la mujer. Hasta nuestros hijos son necesarios en el proceso de nuestra transformación. También necesitamos un trabajo para ganarnos la vida, el cual el Señor usa para transformarnos. Todos los artículos de primera necesidad causan problemas. Algunos quieren tener un automóvil, pero el automóvil se convierte en un problema. Otros quieren tener una computadora, pero las computadoras también llegan a ser un problema. Dios dispone esos problemas para que seamos transformados.
Al comienzo de mi ministerio les decía a los demás que Dios disponía nuestras circunstancias y situaciones para que fuésemos transformados. Sin embargo, entonces no lo comprendía tanto como ahora. Todo lo que necesitamos llega a ser un problema. Dios lo dispuso así para que seamos hechos hijos suyos y seamos transformados.
La transformación es una continuación de la regeneración. Fuimos regenerados y somos un nuevo hombre, pero el proceso no acaba allí. La mariposa no sale del capullo de un día para otro, sino poco a poco. La santificación, la renovación y la transformación son continuación de la regeneración y tienen como fin hacernos un nuevo hombre que posea la naturaleza humana y la divina. Por último, 1 Juan 3 dice que cuando El se manifieste nosotros le veremos y seremos semejantes a El (v. 2).
Dios sólo tiene una manera de avanzar en el universo. Esta manera es Su economía, la cual consiste en ganar muchos hijos para que sean Su expresión. Primero Dios nos escogió. Efesios 1 dice que Dios nos escogió para que fuésemos santificados, para que fuésemos santos (v. 4). Dios nos escogió en la eternidad, y nos predestinó para la filiación (v. 5). Al escogernos, El quería tener hijos. Después de escogernos, El vino como el Espíritu a santificarnos, a separarnos, de la gente común. El Espíritu vino a buscarnos, a iluminarnos, a encontrarnos y a tomarnos (Lc. 15:8-9). El laboró para convencernos (Jn. 16:8), haciendo que nos arrepintiéramos y alentando nuestro corazón a fin de que tuviéramos el deseo de acudir a Dios. Entonces llegamos a ser creyentes.
Dios como el Espíritu primero nos santificó y luego nos regeneró. En 1 Pedro 1:2 se nos dice que Dios nos escogió y el Espíritu nos santificó. Luego, el versículo 3 dice que después de la santificación Dios nos regeneró por medio de la resurrección de Cristo. La regeneración es el paso que sigue a la santificación del Espíritu. Primero, Dios nos escogió, y luego el Espíritu nos santificó; la santificación tiene como fin que seamos hechos hijos de Dios, lo cual comienza cuando el Espíritu nos regenera.
Estudiar la obra que el Espíritu efectúa en los creyentes significa estudiar la verdadera vida cristiana. Al poco tiempo de haber sido regenerado, yo quería saber el verdadero significado de la regeneración. Fue muy difícil encontrar alguien que enseñara este asunto. Más adelante leí un libro de T. Austin-Sparks que verdaderamente me ayudó. En ese libro él escribió algo muy precioso. El dice en su libro que ser regenerado consiste en recibir la vida de Dios, una vida distinta, además de la vida humana. Esta es la verdadera definición y el verdadero significado de la regeneración. El hecho de que el Señor nos dé un segundo nacimiento significa que nos da otra vida, una segunda vida, la vida divina.
El Espíritu regenera a los creyentes que hayan sido convencidos y que hayan creído (Jn. 3:5-6, 8).
Según Juan 1:12 y 13, quienes reciben a Cristo al creer en El, nacerán de Dios y serán hijos Suyos. Por supuesto, este es el segundo nacimiento.
Juan 3:6 dice: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. La regeneración es efectuada en nuestro espíritu. Es llevada a cabo en el espíritu humano por el Espíritu Santo de Dios con la vida de Dios, la vida eterna e increada.
En 1 Pedro 1:3 se nos dice que Dios nos regeneró por la resurrección de Jesucristo de los muertos. Debemos considerar por qué la regeneración debe ser efectuada por medio de la resurrección de Cristo. Dios creó al hombre, pero éste cayó. Por medio de la caída Satanás se unió al hombre, y éste se convirtió en un verdadero problema para Dios. Cuando Dios creó al hombre, éste no tenía pecado, es decir, no tenía ninguna relación con Satanás. Pero mediante la caída, el hombre llegó a ser pecaminoso. Romanos 5:12 dice que el pecado entró en el hombre por medio de una persona, Adán. Así que, el hombre quedó unido a Satanás.
¿Cómo se puede regenerar a una persona de pecado y de Satanás? Es necesario que esa persona sea muerta y sepultada. Luego se necesita que la vida divina levante a esa persona. ¿Quién podría darnos muerte, sepultarnos y luego resucitarnos? Sólo Aquel que pasó por la muerte, fue sepultado y resucitó. El tiene todo lo necesario. Su muerte y Su resurrección constituyen el proceso, los medios, mediante los cuales podemos ser muertos, sepultados y resucitados para recibir otra vida. En esto consiste el procedimiento de nuestra regeneración. Por tanto, Cristo tuvo que vestirse de la humanidad y llevar Su humanidad a la cruz. Luego nos sepultó juntamente con El en Su muerte (Ro. 6:3-4) y nos resucitó con El en Su resurrección (Ef. 2:6).
La resurrección de Cristo fue un gran nacimiento, un gran parto. En ese nacimiento no solamente Cristo fue resucitado y engendrado (Hch. 13:33) sino también millares de personas (Ro. 8:29; 1 P. 1:3). En resurrección, Cristo como el postrer Adán fue hecho el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Después, mediante Su resurrección, muchos pecadores que estaban en manos de Satanás fueron regenerados. Necesitamos esta clase de revelación. Necesitamos una revelación para poder ver que después de ser creados por Dios caímos, nos relacionamos con el pecado y nos unimos a Satanás. De ese modo llegamos a ser una clase de trinidad: el hombre caído con el pecado y Satanás. Sin embargo, Dios nos escogió. Luego nos regeneró, para lo cual nos hizo morir, nos dio sepultura y nos resucitó en la resurrección de Cristo. Por medio de la resurrección de Cristo nosotros nacimos de nuevo. Experimentamos un segundo nacimiento y recibimos otra vida con otra naturaleza, ambas divinas.
Según el punto de vista divino, nuestra regeneración ocurrió hace casi dos mil años en la resurrección de Cristo. Se llevó a cabo antes de nuestro primer nacimiento. Para Dios no existe el tiempo. Dios primero creó al hombre y luego se unió a él. Más adelante el Espíritu puso en nosotros al mismo que había pasado por la muerte, la sepultura y la resurrección para que Su historia sea nuestra experiencia y así seamos uno con El, totalmente idénticos a El. Por lo tanto, nosotros morimos, fuimos sepultados y resucitamos para ser un hombre nuevo y regenerado, un nuevo hombre con un segundo nacimiento.
El Señor Jesús dijo que sin nacer de nuevo no es posible entrar en el reino de Dios (Jn. 3:5). El hombre no puede entrar en el reino animal y tener comunión con los animales debido a que el hombre no nació con la vida animal. Los animales nacieron en el reino animal. Dios también tiene un reino. No podemos entender las cosas de Dios si no estamos en Su reino. Sólo se puede entrar en el reino de Dios por nacimiento. Con nuestro primer nacimiento nacimos en el reino humano. Sólo el hombre conoce los asuntos del hombre en el reino humano. Los animales no pueden conocernos ni entendernos. Del mismo modo, ¿cómo podemos entender las cosas de Dios en el reino de Dios? Sólo podemos entender eso si nacemos en Su reino y recibimos Su vida. Una vez que nacemos en el reino de Dios, podemos conocer a Dios. Según Génesis 1, todos los animales fueron creados según su género, pero el hombre fue creado según el género de Dios. Un “género” es un reino. Después nacimos de nuevo en el reino de Dios, según Su género.
Tito 3:5 habla del lavamiento de la regeneración. Regenerar es lavar. Ser regenerados consiste en ser lavados de la contaminación de la naturaleza de nuestro viejo hombre. Este lavamiento consiste en despojarse del viejo hombre y vestirse del nuevo. También es una clase de reacondicionamiento. Todos hemos sido regenerados o reacondicionados con la vida divina. La regeneración es muy profunda. Me gusta la palabra reacondicionar. Charles Wesley usa la palabra reinstalar en la estrofa 4 del himno #49: “Nos reinstales en Tu plan”. Perdimos nuestra condición, nuestra posición, así que necesitamos ser reinstalados. Sin embargo, también necesitábamos ser reacondicionados. Nuestra naturaleza, nuestra esencia y todo nuestro ser necesitaban ser reacondicionados. Sólo la regeneración puede hacer eso. Ser regenerados consiste en nacer de nuevo, en ser reacondicionado con la vida divina.