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Mensajes del libro «Espíritu con nuestro espíritu, El»
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CAPITULO DOCE

EL ESPIRITU OBRA SOBRE LOS CREYENTES Y EN ELLOS

(4)

LA LINEA SUSTENTANTE EN EL CUMPLIMIENTO DE LA ECONOMIA DIVINA

  Lectura bíblica: Ef. 1:14; 4:30; 1 P. 1:2; Lc. 15:8-10, 17-21; He. 13:12; 2 Co. 5:17; Jn. 1:12-13; Ro. 12:2b; Ef. 4:23; Gá. 6:15; 2 Co. 4:16; 1 Co. 3:12; 2 Co. 3:18; Fil. 3:21; Ro. 8:23

BOSQUEJO

  1. La santificación divina es la línea sustentante en el cumplimiento de la economía divina:
    1. Contiene todas nuestras experiencias espirituales desde nuestro arrepentimiento hasta nuestra glorificación.
    2. Pasa por nuestra regeneración, renovación, transformación y conformación hasta la redención de nuestro cuerpo—Ef. 1:14; 4:30.
    3. Nos hace hijos de manera divina, convirtiéndonos en hijos de Dios para que podamos ser como Dios en Su vida y en Su naturaleza (pero no en Su Deidad), a fin de que seamos la expresión de Dios. Por tanto, la obra santificadora de Dios es la filiación divina.
  2. Los pasos de la santificación divina:
    1. La santificación que nos busca, la santificación inicial—1 P. 1:2:
      1. Para arrepentimiento—Lc. 15:8-10.
      2. Para hacernos volver a Dios—vs. 17-21.
    2. La santificación que nos redime, la santificación en relación a nuestra posición:
      1. Por la sangre de Cristo—He. 13:12.
      2. Para trasladarnos de Adán a Cristo.
    3. La santificación que nos regenera, el principio de la santificación de nuestra manera de ser:
      1. Nos renueva desde nuestro espíritu—2 Co. 5:17.
      2. Hace de nosotros, los pecadores, hijos de Dios—Jn. 1:12-13.
    4. La santificación que nos renueva, la continuación de la santificación de nuestra manera de ser:
      1. Renueva nuestra alma empezando con nuestra mente y pasando por todas las partes de nuestra alma—Ro. 12:2b; Ef. 4:23.
      2. Hace de nuestra alma parte de la nueva creación de Dios—Gá. 6:15.
    5. La santificación que nos transforma, la santificación diaria—2 Co. 4:16:
      1. Nos constituye con el elemento de Cristo de manera metabólica.
      2. Hace que seamos una nueva constitución como parte del Cuerpo orgánico de Cristo—1 Co. 3:12.
    6. La santificación que nos conforma, la santificación que nos forma:
      1. Nos forma a la imagen del Cristo glorioso—2 Co. 3:18.
      2. Hace que seamos la expresión de Cristo.
    7. La santificación que nos glorifica, la santificación que consuma:
      1. Redime nuestro cuerpo transfigurándolo—Fil. 3:21.
      2. Nos hace ser la plena expresión de Cristo en gloria—Ro. 8:23.

  En el capítulo 11 señalamos que la santificación divina tiene tres aspectos. Ahora queremos ver que la santificación divina tiene siete etapas. En este mensaje deseamos ver desde otro ángulo la verdad acerca de la santificación. La santificación, o sea, el ser santificados, ha sido un tema principal en el estudio de la Biblia a lo largo de los siglos. Con la ayuda y el respaldo de muchos que nos han antecedido ahora podemos ver algo más. Ellos fueron, y aún son, los “peldaños” por cuyo conducto muchas cosas que ellos nunca vieron nos han sido reveladas.

I. LA SANTIFICACION DIVINA ES LA LINEA SUSTENTANTE EN EL CUMPLIMIENTO DE LA ECONOMIA DIVINA

  En este mensaje deseamos ver que la santificación divina es la línea sustentante en el cumplimiento de la economía divina. No fue sino hasta los años ochenta que comencé a usar de manera frecuente la palabra economía. Antes usábamos la palabra plan en vez de economía. La economía de Dios es Su plan, pero la palabra plan no tiene tanto significado como la palabra economía. La palabra economía es la forma española de la palabra griega oikonomia.

  La economía de Dios es la intención del deseo de Su corazón, y Dios hizo que esta intención fuera un propósito. Este propósito llegó a ser, y todavía es, la economía de Dios. La santificación constituye un punto principal en la economía de Dios. Es la línea sustentante en el cumplimiento de la economía divina. Debemos ver lo que significa el término línea sustentante. Para ir de pesca se necesita un hilo de pescar. Ese es el hilo que sostiene lo que uno pesque. El hilo sostiene al pez. En otras palabras, el hilo dirige la pesca. Nosotros decimos que la santificación es la línea sustentante debido a que cada etapa de la economía de Dios en la obra que El efectúa en nosotros consiste en hacernos santos.

  Cuando Dios creó el universo, ni una sola parte era santa. Luego Dios creó al hombre. Aún antes de caer, el hombre no era santo. En todo el universo sólo uno es santo, Dios mismo. Sin importar lo perfecto y bueno que alguien pueda ser, la perfección y la bondad no le hacen santo. Los ángeles son perfectos y buenos, pero a decir verdad, ellos no son santos como Dios lo es. Para ser santos es necesario tener la esencia santa. Si decimos que algo es acero, debe tener la esencia del acero. Así que, si alguien es santo, debe tener la esencia santa, y la esencia santa de todo el universo es Dios mismo.

  La Nueva Jerusalén es llamada la ciudad santa (Ap. 21:2). Está edificada con oro, perla y piedras preciosas incrustadas en el oro (vs. 18-21). Las perlas forman las puertas y las piedras preciosas constituyen el muro y sus cimientos, todo ello edificado en oro. Pablo dijo en 1 Corintios 3 que él había puesto a Cristo como único cimiento y que ahora nosotros debemos edificar sobre este cimiento. Si edificamos con madera, heno y hojarasca, sufriremos un castigo. Pero si edificamos con oro, plata y piedras preciosas, recibiremos una recompensa (vs. 11-15). Aquí Pablo dice que el oro es un material.

  En un sentido estricto, sin embargo, el oro no es el material para el edificio. El oro es el sitio de la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén está edificada en oro. Cuando alguien edifica una casa en un terreno, el terreno no es el material para el edificio. La ciudad de la Nueva Jerusalén en sí es de oro. La calle es de oro. En este oro las puertas son edificadas. En este oro los cimientos son puestos y el muro es edificado. El oro representa a Dios en Su naturaleza divina. En todo el universo, sólo Dios es santo en naturaleza.

  Algunos quizá digan que los ángeles son santos y que en el Antiguo Testamento se habla del pueblo santo de Dios y de la ciudad santa. El templo era santo, y el oro era santificado por el templo (Mt. 23:17). Los sacerdotes eran santos, el altar era santo y las ofrendas eran santificadas por el altar (v. 19). En este sentido, algo que pertenezca a Dios también puede ser considerado santo. Hasta las vestiduras de los sacerdotes eran santificadas mediante la unción. Después de ser ungidas llegaban a ser santas porque comenzaban a ser para Dios y le pertenecían a Dios. Sin embargo, eso no es la santidad genuina en naturaleza. El tabernáculo y todo lo relacionado con él no eran Dios mismo, sino algo que le pertenecía a Dios.

  Cuando hablamos de la santificación en su sentido más elevado en el Nuevo Testamento, no hablamos de algo que simplemente pertenezca a Dios, sino de algo que es Dios. Efesios 1:4 y 5 hablan de ser santos para la filiación. Somos escogidos para ser santos a fin de que podamos ser hijos de Dios. Puesto que somos hijos de Dios y nacimos de El, no sólo le pertenecemos. Somos hijos de Dios y tenemos la esencia de Dios, Su vida y Su naturaleza.

  Las vestiduras del sumo sacerdote le pertenecían a Dios, pero no tenían la vida y la naturaleza de Dios. Hoy, sin embargo, somos hijos de Dios y tenemos la naturaleza santa y la vida santa de Dios mismo. Tenemos la esencia santa de Dios, así que somos santos, pero no fuimos creados ni nacimos así. Al ser creados éramos seres humanos comunes, pero llegamos a ser pecadores caídos, hasta enemigos de Dios. Sin embargo, un día nacimos de Dios, y este nuevo nacimiento revolucionó nuestra esencia.

  La regeneración es un reacondicionamiento. La regeneración nos reacondiciona con algo esencial. Esta esencia es Dios mismo. Cuando Dios nos regeneró, El nació en nosotros, así que llegó a ser nuestra esencia, naturaleza y vida. Ahora somos santos tal como El es santo. El es oro, y nosotros somos oro en naturaleza. En este sentido, sólo los que nacen de Dios y son hijos Suyos pueden ser llamados pueblo santo.

  Por un lado, todos nosotros somos santos, pero nuestra santidad se encuentra a varios niveles. Un hermano que ha estado en la vida de la iglesia muchos años es más santo que un hermano nuevo que haya sido regenerado hace poco. Dios como esencia regeneró el espíritu de este hermano nuevo, pero sólo una pequeña parte del hermano es santa. Su alma no ha sido tocada por la esencia de Dios. En cambio, otro hermano quizá tenga la experiencia de haber sido santificado por más de cuarenta años. Su espíritu fue santificado y su alma también ha sido santificada a buen grado.

  Nuestra santificación será consumada cuando se lleve a cabo la redención de nuestro cuerpo, que es la transfiguración de nuestro cuerpo. Por tanto, la obra santificadora del Espíritu primero da por resultado nuestro arrepentimiento y continúa hasta nuestra glorificación. Entre nuestro arrepentimiento y nuestra glorificación, se encuentran la regeneración, la renovación, la transformación, la conformación y la transfiguración de nuestro cuerpo, que es la glorificación de todo nuestro ser. Esta es la línea de la santificación divina para hacernos santos, así que esta línea sostiene el cumplimiento de la economía de Dios.

  Hoy día la línea de la santificación divina nos ha “enganchado”. Estábamos en el “océano” de la humanidad, pero esta línea llegó a nosotros, y fuimos atrapados. El hecho de que hayamos sido atrapados tendrá su consumación cuando seamos transfigurados. Entonces la línea será completada. Algunos de nosotros estábamos en la escuela cuando alguien nos habló de Cristo. En las palabras de esta persona iba escondido un “anzuelo”, y nosotros lo mordimos. Fuimos convencidos y nos arrepentimos y creímos. Luego fuimos regenerados para que continuásemos en la línea sustentante de la santificación divina.

  La santificación divina sostiene todas nuestras experiencias espirituales desde nuestro arrepentimiento hasta nuestra glorificación. Pasa por nuestra regeneración, renovación, transformación y conformación hasta la redención de nuestro cuerpo (Ef. 1:14; 4:30). Hasta significa “dando por resultado”. La redención de nuestro cuerpo es la consumación de la santificación divina.

  Esta santificación nos hace hijos de manera divina, convirtiéndonos en hijos de Dios para que podamos ser como Dios en Su vida y en Su naturaleza (pero no en Su Deidad), a fin de que seamos la expresión de Dios. Por consiguiente, la santificación es la filiación divina. Por el lado humano, somos hijos de nuestros padres, pero por el lado divino, la regeneración nos ha hecho hijos de Dios. Nosotros no tenemos y no podemos tener la Deidad de Dios, pero sí tenemos la vida y la naturaleza de Dios para que podamos ser la expresión de Dios. En principio, un hijo es la expresión del padre. Dios el Padre nos santifica para hacernos hijos Suyos a fin de que seamos Su expresión. En la regeneración fuimos hechos hijos de Dios, pero eso fue sólo un principio, un inicio. Después de ser regenerados necesitamos crecer para llegar a la madurez. Somos maduros cuando en nuestra alma somos hechos hijos de Dios totalmente. Con el tiempo, nuestro cuerpo, que aún tiene mucha debilidad, enfermedad, lujuria y pecaminosidad, será plenamente transfigurada, glorificada.

II. LOS PASOS DE LA SANTIFICACION DIVINA

A. La santificación que nos busca, la santificación inicial

  En la eternidad Dios planeó una economía, y en esa economía El decidió tener muchos hijos. Después de crear al hombre, éste cayó. Luego Dios el Espíritu vino para santificarlo (1 P. 1:2). Estábamos perdidos en Adán, en el pecado y en la muerte. Estábamos en un caos absoluto, llenos de pecado y de muerte. Pero el Espíritu vino a buscarnos, y nos encontró. Luego El nos convenció. Después, reanimó nuestro espíritu para que nos arrepintiésemos. Esta fue nuestra santificación inicial, la cual tenía como fin producir nuestro arrepentimiento (Lc. 15:8-10). Esta santificación que nos busca produjo nuestro arrepentimiento para hacernos volver a Dios (vs. 17-21).

B. La santificación que nos redime, la santificación en relación a nuestra posición

  La santificación que nos redime, la santificación en relación a nuestra posición, fue efectuada por la sangre de Cristo (He. 13:12) y nos trasladó de Adán a Cristo. Esto cambió el lugar donde estábamos. Esta es la santificación en relación a nuestra posición, la cual no tiene nada que ver con nuestra manera de ser.

C. La santificación que nos regenera, el principio de la santificación de nuestra manera de ser

  Nuestra regeneración es una clase de santificación. La regeneración es el principio de la santificación de nuestra manera de ser para renovarnos desde nuestro espíritu (2 Co. 5:17). Dios nos renovó desde el mismo centro de nuestro ser, que es nuestro espíritu. En la salvación, Dios primero toca nuestro espíritu para regenerarlo, es decir, para renovarlo. Esto hace de nosotros, pecadores que antes éramos enemigos de Dios, hijos de Dios (Jn. 1:12-13).

D. La santificación que nos renueva, la continuación de la santificación de nuestra manera de ser

  La santificación que nos renueva continúa la santificación de nuestra manera de ser al renovar nuestra alma empezando desde nuestra mente y pasando por todas las partes de nuestra alma (Ro. 12:2b; Ef. 4:23). Romanos 12:2 dice que seremos transformados por la renovación de nuestra mente, y la mente es la parte dirigente de nuestra alma. El alma tiene tres partes: la mente, la parte emotiva y la voluntad.

  Efesios 4:23 habla de ser renovados en el espíritu de nuestra mente. Esto significa que nuestro espíritu regenerado entró en nuestra mente para renovar totalmente nuestra alma. Esto hace que nuestra alma sea parte de la nueva creación de Dios (Gá. 6:15). Nuestro espíritu ya es parte de la nueva creación de Dios, pero nuestra alma todavía no lo es. Mediante la renovación nuestra alma será hecha parte de la nueva creación de Dios.

E. La santificación que nos transforma, la santificación diaria

  En 2 Corintios 4:16 dice que nuestro hombre exterior, nuestro viejo hombre, se va desgastando y que nuestro hombre interior, nuestro nuevo hombre, se renueva de día en día. Debemos ser renovados no sólo de día en día, sino también de hora en hora y hasta de minuto en minuto, sin interrupción. Todas nuestras circunstancias, incluyendo la gente que nos rodea, constituyen el mejor instrumento que Dios usa para renovarnos. El siempre nos está transformando interna y metabólicamente con el elemento divino.

  La santificación que nos transforma es la santificación diaria, la cual nos constituye de manera metabólica con el elemento de Cristo para hacer de nosotros una nueva constitución como parte del Cuerpo orgánico de Cristo (1 Co. 3:12). Esto es una especie de reconstitución para deshacerse de lo viejo y agregar el nuevo elemento de Cristo. Si queremos ser miembros vivos de Cristo, es necesario que seamos constituidos con el elemento de Cristo, el cual hará de nosotros una nueva constitución para la edificación del Cuerpo de Cristo.

F. La santificación que nos conforma, la santificación que nos forma

  La santificación que nos conforma es la santificación que nos forma a la imagen del Cristo glorioso (2 Co. 3:18). En un árbol frutal se encuentra el principio formador de la vida de ese árbol. Cuando un durazno da fruto, el fruto es formado según la forma particular de un durazno. La ley reguladora de la vida del durazno le da forma al fruto. Cada vida tiene una ley reguladora. Cuando el Espíritu santificador nos santifica, existe un elemento conformador que nos conforma a la imagen del Cristo glorioso. Esta obra de conformación nos hace ser la expresión de Cristo. Por eso podemos manifestar a Cristo. Expresamos a Cristo porque hemos sido conformados por el Espíritu que santifica.

G. La santificación que nos glorifica, la santificación que consuma

  La santificación que glorifica es la santificación que consuma, la santificación final que redime nuestro cuerpo transfigurándolo (Fil. 3:21). Nuestro vil y caído cuerpo será redimido de la enfermedad, la debilidad, la muerte y de la lujuria y el pecado para que seamos la plena expresión de Cristo en gloria (Ro. 8:23). Para entonces la salvación y la santificación que Dios efectúa para cumplir Su economía llegará al nivel más elevado. En esto consiste la revelación de la santificación divina en siete pasos.

  La santificación divina, desde su comienzo hasta su culminación, es obra total del consumado, compuesto y vivificante Espíritu de Cristo, el cual mora en nosotros y es la corporificación del Dios Triuno.

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