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Mensajes del libro «Espíritu con nuestro espíritu, El»
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CAPITULO CUATRO

LA DEFINICION DEL ESPIRITU

(3)

  Lectura bíblica: Ex. 30:22-30; 2 Co. 1:21; 1 Jn. 2:20, 27; 11, Ef. 1:13, 14; 4:30b; 2 Co. 1:22; Gá. 3:8, 14; Jn. 3:5-6; He. 2:10; Gá. 4:6; Ro. 8:14-16, 8:26; 15:16; Tit. 3:5b; 2 Co. 5:17

BOSQUEJO

  1. En el Nuevo Testamento el Espíritu es:
    1. El Espíritu compuesto que unge—Éx. 30:22-30:
      1. Compuesto con el único Dios, como la base del compuesto, el cual es la divinidad de Cristo tipificada por el hin de aceite de oliva—v. 24b.
      2. Con la Trinidad Divina, tipificada por las tres unidades de especias, de quinientos siclos cada una—vs. 23-24a.
      3. Con la humanidad de Cristo, tipificada por las cuatro clases de especias.
      4. Con la muerte de Cristo y la eficacia de ésta, tipificadas por la mirra y la canela—v. 23a.
      5. Con la resurrección de Cristo y su poder repelente, tipificados por el cálamo y la casia—vs. 23b-24a.
      6. Como el ungüento para ungir todos los enseres y las personas relacionadas con la adoración a Dios—vs. 25-30; 2 Co. 1:21; 1 Jn. 2:20, 27.
      7. Como el Espíritu Santo para sellar a los creyentes de Cristo—Ef. 1:13; 4:30b; 2 Co. 1:22a:
        1. A fin de impartir el elemento divino del Dios Triuno procesado a los creyentes y saturarlos con este elemento.
        2. Transforma a los creyentes en herencia de Dios—Ef. 1:11.
      8. Como el Espíritu que sella, para ser las arras dadas a los creyentes—v. 14; 2 Co. 1:22b:
        1. Garantizándoles a los creyentes que Dios mismo será su herencia.
        2. Dándoles a los creyentes un anticipo del Dios que disfrutarán como su herencia.
    2. La bendición del evangelio—Gá. 3:8, 14:
      1. Para regenerar a los creyentes, engendrándolos como los muchos hijos de Dios—Jn. 3:5-6; He. 2:10.
      2. Como el Espíritu del Hijo, que clama “Abba, Padre” en el corazón de los creyentes y los conduce a que anden como hijos de Dios—Gá. 4:6; Ro. 8:14-16.
      3. Como el Espíritu para el sacerdocio del evangelio para santificar a los creyentes—15:16.
      4. Para interceder por los creyentes—8:26.
      5. Para renovar a los creyentes, haciendo de ellos la nueva creación de Dios—Tit. 3:5b; 2 Co. 5:17.

  En los dos mensajes anteriores vimos que aunque el Señor Jesús tenía el Espíritu divino para Su encarnación, vivir humano, y ministerio, en aquel momento El todavía no era el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) para fluir como ríos de agua viva del interior de Sus creyentes (Jn. 7:38-39). Para que el Espíritu del Señor pudiera entrar en los creyentes y salir de ellos, el Señor tuvo que dar dos pasos más. Primero, tuvo que morir. En segundo lugar, tuvo que resucitar. En Su muerte, El quitó los obstáculos del pecado, la carne, el mundo y Satanás a fin de que recibiéramos el Espíritu para que fluyera de nosotros. Luego, en Su resurrección, El llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Después de la crucifixión y resurrección, el Espíritu puede entrar en los creyentes para regenerarlos y fluir de ellos como ríos de agua viva.

  Con el tiempo, el Espíritu llegó a ser la consumación del Dios Triuno procesado. En el Antiguo Testamento, el Espíritu era el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jehová y el Espíritu de santidad. El Espíritu Santo es el primer título usado para referirse al Espíritu de Dios en el Nuevo Testamento. El nacimiento de Cristo dependió directamente del Espíritu Santo. Su origen fue el Espíritu Santo y Su elemento fue divino.

  Los treinta y tres años y medio transcurridos desde la encarnación de Cristo hasta Su ascensión fue un tiempo transitorio. Antes de que este tiempo transitorio comenzara, antes de la encarnación de Cristo, Dios era puramente Dios. El era meramente divino. Pero la Biblia nos muestra que Dios tenía la intención de entrar en el hombre. Para que El entrara en el hombre, necesitaba llegar a ser hombre. Antes de ese tiempo, El era eternamente perfecto y completo, pero aún no se había perfeccionado, completado. El estaba sin procesar, “crudo”, “sin cocinar”. En esos treinta y tres años y medio El pasó por el proceso de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Estos fueron los cinco pasos por los cuales el Dios “crudo” pasó para llegar a ser el Dios “cocinado”. Después de esto El se sentó en los cielos y vino a ser el Dios Triuno consumado.

  Antes de Su encarnación El no tenía el elemento humano. No tenía la experiencia del vivir humano o del sufrimiento humano. Después de crear al hombre, permaneció separado del hombre por cuatro mil años. Pero un día El llegó a ser hombre para entrar en la humanidad. Mateo 1:20 dice: “Porque lo engendrado en ella, del Espíritu Santo es”. Esto significa que Dios nació, fue engendrado, en María y permaneció en su vientre por nueve meses. Después salió de aquel vientre para ser un Dios-hombre. Desde entonces, Dios y el hombre vinieron a ser uno. Pero esto no es la consumación; este es el principio del proceso. El creció hasta ser un hombre joven y pasó por el vivir humano. Después, a la edad de treinta años, fue bautizado. El trabajó para Dios y ministró Dios al hombre por tres años y medio. Luego entró en Su crucifixión y fue sepultado en una tumba por tres días. Visitó el Hades y salió en resurrección de esa región de muerte. Después en Su resurrección vino a ser el Espíritu vivificante.

  Además, en Su resurrección El fue engendrado como el Hijo primogénito de Dios (Hch. 13:33; Ro. 8:29). Como el Unigénito de Dios (Jn. 3:16), tenía sólo la divinidad, no la humanidad. Pero como el Hijo primogénito de Dios, El tiene los elementos de la humanidad, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. En resurrección vino a ser el Espíritu vivificante y también fue engendrado para ser el Primogénito de Dios. Que El sea el Primogénito implica que hay otros hijos que le siguen. En resurrección El nos engendró para que seamos los muchos hijos de Dios. En esa condición y posición, El ascendió. Antes de descender desde los cielos mediante la encarnación, El era puramente Dios. Pero entró en la ascensión como Dios-hombre, con los elementos de la humanidad, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección. Ahora el Dios Triuno está completado, consumado, “cocinado”. El ha llegado a ser el Espíritu vivificante, quien es la consumación del Dios Triuno procesado. El Dios Triuno procesado en Su consumación es el Espíritu.

  En el mensaje anterior vimos que este Espíritu consumado que es la consumación del Dios Triuno es cinco cosas para nosotros. El es el Paracletos, la realidad, el alcance, el acceso y la comunión. Como el Paracletos, El siempre está con nosotros, anda con nosotros y vive con nosotros para ser nuestro todo. Esta persona es la realidad. Sin El, ni Dios, ni Cristo, ni la justicia, ni la santidad, ni la vida, ni la luz ni el amor son verdaderos. El Espíritu como la consumación del Dios Triuno procesado es la única realidad en todo el universo. ¿Quién es Dios? El es Dios. ¿Quién es Cristo? El es Cristo. ¿Quién es el Salvador? El es el Salvador. ¿Quién es el Redentor? El es el Redentor. ¿Quién es el Señor? El es el Señor. ¿Quién es el Amo? El es el Amo. ¿Quién es el Padre? El es el Padre. El es la realidad. En 1 Juan 5:6b se afirma: “El Espíritu es la realidad”. Cuando El viene a nosotros, El es el medio por el cual Dios llega a nosotros. Además, El nos conduce de nuevo a Dios, lo cual es nuestro acceso. Entonces, al permanecer en El, El es nuestra comunión.

  Debemos conocer el Espíritu de esta manera tan detallada. Si no conocemos cabalmente al Espíritu, no podemos tener una vida cristiana normal apropiada. La vida cristiana normal depende de que conozcamos y experimentemos el Espíritu.

C. El Espíritu compuesto que unge

  Ahora queremos ver otro aspecto del Espíritu en el Nuevo Testamento. El Espíritu es el Espíritu compuesto que unge, y está tipificado por el ungüento compuesto mencionado en Éxodo 30:22-30. El aceite es sólo un elemento, pero un ungüento es un compuesto. La pintura es un buen ejemplo de lo que es un compuesto de aceite que contiene varios elementos. Hoy día en el Nuevo Testamento, el Espíritu es el Espíritu compuesto para ser el ungüento que unge.

  El hermano Watchman Nee nos enseñó que a fin de que experimentemos la muerte de Cristo según Romanos 6, debemos experimentar el Espíritu según Romanos 8. Solamente en el Espíritu podemos experimentar la muerte de Cristo. Pero al comienzo de su ministerio nos dijo que para experimentar la muerte de Cristo debemos considerarnos muertos. Eso tuvo como base Romanos 6:11. Luego, se dio cuenta de que considerarse muerto no funciona. Considerarse muerto fue recalcado por A. B. Simpson, el fundador de la Alianza Cristiana y Misionera. Sin el Espíritu, sin embargo, considerarse muerto no funciona. Cuanto más se considera uno muerto, más vivo está. La muerte de Cristo está en el Espíritu. El hermano Nee también nos enseñó que la realidad de la resurrección es el Espíritu.

  Más adelante leí el libro de Andrew Murray El Espíritu de Cristo. Dos veces oí decir al hermano Nee que si alguien tradujera al chino aquel libro, él pagaría los gastos de imprenta. Cerca del 1951 algunos de mis ayudantes lo tradujeron, y yo lo revisé. Así que hoy tenemos la traducción china de El Espíritu de Cristo. Uno de los capítulos más impresionantes de este libro es el capítulo 5, titulado: “El Espíritu del Jesús glorificado”. Quisiera que prestásemos atención a las siguientes porciones de este capítulo para que seamos impresionados con la revelación divina del Espíritu en el Nuevo Testamento. Algunas partes del texto fueron subrayadas para dar énfasis.

  Sabemos que el Hijo, quien había estado con el Padre desde la eternidad, entró en una nueva etapa de existenciacuando se hizo carne. Cuando volvió al cielo, El todavía era el mismo Hijo unigénito de Dios, pero no el mismo en todo.Ahora El era también, como Hijo de Hombre, el Primogénito de entre los muertos, vestido de esa humanidad glorificada que había perfeccionado y santificado para Sí. Precisamente por eso el Espíritu de Dios que fue derramado en Pentecostés era sin duda algo nuevo ... Cuando El fue derramado en Pentecostés, vino como el Espíritu del Jesús glorificado, el Espíritu del Cristo encarnado, crucificado y exaltado, el portador y comunicador para nosotros, no de la vida de Dios como tal, sino de esa vida que fue mezclada con la naturaleza humana en la persona de Cristo Jesús. En esta capacidad en especial El lleva el nombre de Espíritu Santo, porque cuando Dios mora en los creyentes El es Santo ... Cristo vino ... para introducir la naturaleza humana misma otra vez en la comunión de la vida divina a fin de hacernos partícipes de la naturaleza divina ... En Su propia persona, habiéndose hecho carne, tuvo que santificar la carne, y hacer de ella un envase adecuado y dispuesto donde el Espíritu de Dios pudiera morar ... Al ser glorificada Su naturaleza en la resurrección y en la ascensión, surgió de ella Su Espíritu como el Espíritu de Su vida humana, glorificada en la unión con lo divino, para hacernos partícipes de todo lo que El personalmente había forjado y adquirido, de Sí mismo y de Su vida glorificada. En virtud de Su expiación, el hombre tiene el derecho y título a la plenitud del Espíritu divino, y a que El morara como nunca antes.Y en virtud de que había perfeccionado en Sí mismo una nueva naturaleza humana santa para nosotros, El ahora puede comunicar lo que anteriormente no existía:una vida tanto humana como divina ... En nuestro lugar y para nuestro bien, como hombre y como Cabeza del hombre, El fue admitido en la plena gloria de lo divino, y Su naturaleza humana constituyó el envase y el dispensador del Espíritu divino. Y el Espíritu Santo podría descender como el Espíritu del Dios-hombre, quien era verdaderamente el Espíritu de Dios, y, al mismo tiempo, verdaderamente el espíritu y del hombre ... Así como en Jesús la unión perfecta entre Dios y el hombre se había efectuado y por fin completado cuando El se sentó en el trono, y El de esta manera entró en una nueva etapa de existencia, una gloria hasta entonces desconocida, así también, ahora una nueva era ha comenzado en la vida y la obra del Espíritu. El ahora puede descender para dar testimonio de la perfecta unión de lo divino con lo humano, y al llegar a ser nuestra vida, hacernos partícipes de ello. Ahora está el Espíritu del Jesús glorificado: El se ha derramado; nosotros lo hemos recibido para que entre en nosotros como un río, para que fluya por nosotros, y para que salga de nosotros en ríos de bendición.

  Lo que Andrew Murray escribió acerca del Espíritu de Cristo es maravilloso. El señaló que el Espíritu del Jesús glorificado tiene la naturaleza humana de Jesús. Sin lugar a dudas, el Espíritu siempre ha tenido la naturaleza divina, pero en la resurrección de Cristo, la naturaleza humana glorificada así como los elementos del vivir humano, la crucifixión y la resurrección fueron añadidos al Espíritu, que ahora es la consumación del Dios Triuno procesado. Cuando estudié lo que Andrew Murray dijo tocante al Espíritu de Cristo, me fortalecí y tuve la confirmación y certeza para hablar acerca del Espíritu todo-inclusivo de Cristo. He hablado de esta maravillosa verdad por casi cuarenta años.

1. Compuesto con el único Dios, como la base

  El mejor tipo del todo-inclusivo Espíritu de Cristo como el Espíritu compuesto que unge es el ungüento compuesto del que se habla en Éxodo 30 (véase Estudio-vida de Éxodo, mensajes 157-166, págs. 1679-1776). Este tipo revela que el Espíritu compuesto que unge está compuesto con el único Dios, como la base, como la divinidad de Cristo, tipificado por el hin de aceite de oliva (v. 24b).

2. Con la Trinidad Divina de Dios

  El Espíritu compuesto que unge está compuesto de la Trinidad Divina de Dios, tipificada por las tres unidades de quinientos siclos de especias, cada una (vs. 23-24a). La unidad intermedia de quinientos siclos era dividida en dos unidades de doscientos cincuenta siclos cada una. Esto significa que el Segundo de la Trinidad Divina fue partido, crucificado, en la cruz.

3. Con la humanidad de Cristo

  El Espíritu compuesto que unge también se compone de la humanidad de Cristo, tipificada por las cuatro clases de especias.

4. Con la muerte de Cristo y la eficacia de ésta

  El Espíritu está compuesto con la muerte de Cristo y la eficacia de ésta, tipificadas por la mirra y la canela (v. 23a).

5. Con la resurrección de Cristo y su poder repelente

  La resurrección de Cristo y su poder repelente, tipificados por el cálamo y la casia (vs. 23b-24a), son también elementos del Espíritu compuesto que unge. El cálamo es un carrizo que brota de un pantano o una ciénaga. Por tanto, simboliza que el Señor Jesús se levantó de la muerte. En tiempos antiguos la casia se usaba como repelente de insectos y serpientes. Así que, representa el poder repelente de la resurrección de Cristo.

6. Como el ungüento para ungir

  Todos los elementos arriba mencionados, al ser mezclados constituyen un ungüento con el cual se ungen todos los enseres y las personas relacionadas con la adoración a Dios (vs. 25-30; 2 Co. 1:21; 1 Jn. 2:20, 27).

7. Como el Espíritu Santo para sellar a los creyentes de Cristo

  En el Nuevo Testamento vemos el Espíritu compuesto que unge que opera como el Espíritu Santo para sellar a los creyentes de Cristo (Ef. 1:13; 4:30b; 2 Co. 1:22a). Sellar es ungir. Cuando alguien pone su sello en algo, esa acción de sellar es el ungir. El Espíritu es un sello vivo que nos satura con el elemento divino. Tenemos que orar así: “Señor, no me selles una sola vez, sino todo el tiempo. Necesito que me selles; necesito que me satures”. Cuando vivimos por el Espíritu, tenemos el sentir de que algo en nuestro interior nos satura, y esta saturación es el sellar continuo. Dicho sellar se lleva a cabo a fin de impartir el elemento divino del Dios Triuno procesado a los creyentes y saturarlos con este elemento. También transforma a los creyentes en la herencia de Dios (Ef. 1:11). Cabe señalar que nosotros los pecadores podemos ser transformados a tal grado que Dios nos llega a considerar Su herencia. ¿Cómo podríamos nosotros, dado que estamos constituidos de pecado, ser la herencia de Dios? Sin duda esto implica transformación.

  Que seamos la herencia de Dios, como se menciona en Efesios 1:11, está relacionado con la redención de Cristo (v. 7). Aunque estábamos perdidos en pecado, la redención de Cristo nos sacó del pecado y nos condujo a Dios. Entonces llegamos a ser personas que están en Cristo. Cristo viene a ser nuestra esfera y nuestro terreno en donde Su elemento siempre nos satura, y esa saturación es el sellar del Espíritu para transformarnos en el tesoro de Dios. Hoy día, en Cristo, Dios nos considera Su tesoro, el cual llegará a ser Su herencia. El Espíritu vivificante nos unge, nos sella, nos satura, con el elemento divino. Esta saturación es el impartir y el impartir nos transforma, haciendo que seamos el tesoro de Dios. Si andamos en el Espíritu cada día y cada momento, entonces estamos bajo este sellar, este saturar, que nos transforma en un tesoro para que seamos la herencia de Dios.

8. Como el Espíritu que sella, para ser las arras dadas a los creyentes

  El Espíritu que sella viene a ser las arras dadas a los creyentes (Ef. 1:14; 2 Co. 1:22b), garantizándoles que Dios mismo será su herencia y dándoles un anticipo de Dios como su herencia. Somos la herencia de Dios, y Dios es nuestra herencia. Para ser la herencia de Dios, necesitamos el sellar. Para tener a Dios como nuestra herencia, necesitamos las arras. En tiempos antiguos, la palabra griega que significa “arras” se usaba en la compra de tierra. El vendedor le daba al comprador un poco de tierra como muestra. Por consiguiente, las arras, según el uso antiguo en griego, también son una muestra. El Espíritu Santo es una muestra de lo que heredaremos de Dios en plenitud.

D. La bendición del evangelio

  En el Nuevo Testamento, el Espíritu también es revelado como la bendición del evangelio (Gá. 3:8, 14). La bendición del evangelio es el Espíritu, la consumación del Dios Triuno. Nada es más excelente que el Dios Triuno consumado.

1. Para regenerar a los creyentes

  El Espíritu regenera a los creyentes, engendrándolos como los muchos hijos de Dios (Jn. 3:5-6; He. 2:10).

2. Como el Espíritu del Hijo

  El Espíritu es el Espíritu del Hijo, que clama “Abba, Padre” en el corazón de los creyentes y los conduce a que anden como hijos de Dios (Gá. 4:6; Ro. 8:14-16). Cada vez que decimos “Abba, Padre”, tocamos al Espíritu. Gálatas 4:6 dice que el Espíritu dentro de nosotros clama “Abba, Padre”, pero Romanos 8 dice que nosotros somos los que clamamos “Abba, Padre” en nuestro espíritu. Esto significa que el Espíritu y nuestro espíritu hacen lo mismo. Que clamemos “Abba, Padre” en nuestro espíritu desde nuestro corazón, constituye el clamar del Espíritu.

3. Como el Espíritu para el sacerdocio del evangelio para santificar a los creyentes

  El Espíritu es para el sacerdocio del evangelio para santificar a los creyentes (Ro. 15:16). Siempre que predicamos el evangelio, llevamos a cabo nuestro sacerdocio del evangelio, y cuando llevamos a cabo nuestro sacerdocio, el Espíritu va junto con nosotros para santificar a los nuevos creyentes.

4. Para interceder por los creyentes

  Según Romanos 8:26, el Espíritu intercede por los creyentes. Este es otro aspecto del Espíritu como la bendición del evangelio.

5. Para renovar a los creyentes

  El Espíritu también tiene la función de renovar a los creyentes, haciendo de ellos la nueva creación de Dios (Tit. 3:5b; 2 Co. 5:17). Por tanto, hemos visto que el Espíritu regenera, clama y guía, y también santifica, intercede y renueva para hacer que seamos no solamente Hijos de Dios sino también una nueva creación. Este Espíritu tan maravilloso es la bendición del evangelio.

  El Espíritu es la realidad del Nuevo Testamento. El excepcional legado del Nuevo Testamento es el Espíritu como el Dios Triuno consumado. El está dentro de nosotros. El nos sella, satura, transforma y nos hace andar como hijos de Dios para que seamos una nueva creación.

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