
Lectura bíblica: 1 Ts. 5:19-20; 1 Ti. 3:16; 2 Ti. 1:14; Tit. 3:5b; He. 6:4b; 9:14; 10:29c; Jac. 4:4-5; 1 P. 1:10-12a; 4:14; 1 Jn. 3:24; 6, 4:13; 5:6-9; Ap. 2:7; 14:12-13; 22:17
En este mensaje proseguiremos a estudiar las funciones del Espíritu registradas en las Epístolas del Nuevo Testamento.
El Espíritu tiene la función de predicar el evangelio. Cuando predicamos el evangelio, el Espíritu predica juntamente en nuestra predicación (1 Ts. 1:5; 1 P. 1:12b).
Otra función del Espíritu es la de darnos gozo en medio de nuestra tribulación (1 Ts. 1:6b). Aun cuando padecemos sufrimientos, podemos disfrutar el gozo del Espíritu.
El Espíritu tiene la función de inspirarnos a profetizar. En 1 Tesalonicenses 5:19 y 20 dice: “No apaguéis al Espíritu. No menospreciéis las profecías”. Apagamos al Espíritu cuando rehusamos hablar. Todos tenemos que admitir que son muchas las veces que hemos apagado al Espíritu. Cuando estamos en las reuniones de la iglesia, tal vez hayamos tenido el sentir de que debemos pararnos para hablar mas no lo hacemos. Tenemos que decidirnos firmemente a hablar en las reuniones.
Nosotros los cristianos tenemos una función maravillosa: cuando hablamos, el Espíritu sale de nosotros. En 2 Tesalonicenses 3:1 Pablo pidió a los santos a que oraran por él para que la palabra del Señor corriera y fuera glorificada. Que la palabra del Señor corra equivale a que Su palabra sea difundida libremente. La libre difusión de la palabra es nuestro hablar. Si nadie hablara la palabra de Dios, eso significaría que Su palabra ha sido completamente bloqueada. Si queremos que la palabra de Dios corra, es indispensable que hablemos. Por tanto, no deberíamos menospreciar profetizar, lo cual significa que no debemos menospreciar el hablar. Las profecías que se mencionan en 1 Tesalonicenses 5 son aquellas descritas en 1 Corintios 14. En el versículo 19 de 1 Tesalonicenses 5 se nos dice que no apaguemos al Espíritu y en el versículo 20, que no menospreciemos las profecías. Estas dos cosas van juntas. Si apagamos el Espíritu, ciertamente menospreciamos la profecías.
Lo dicho en 1 Tesalonicenses 5:19 y 20 lleva implícito que el Espíritu nos inspira a hablar. Debemos hablar independientemente de si sentimos que sea el tiempo apropiado o no (2 Ti. 4:2). En realidad, toda ocasión es siempre el momento oportuno para hablar. Las consideraciones que surgen en nuestra mente que nos desaniman a hablar por el Señor son diabólicas y tenemos que rechazarlas. Tal vez tenemos la carga de hablar, mas no sabemos cómo comenzar. Yo he aprendido a no considerar que palabras puedo usar al comienzo, sino que simplemente debemos ponernos de pie y hablar. Frecuentemente, ni yo estoy claro de lo que voy a decir, mas el Señor es fiel al darme un hablar vivo por el Espíritu. Por supuesto esto no quiere decir que debemos hablar a la ligera o disparatadamente; más bien, tenemos que acudir al Señor como Espíritu confiando que Él hablará en nuestro hablar. De cualquier manera, con tal de que hablemos es mucho mejor hablar que quedarse callado.
No deberíamos preocuparnos demasiado por los errores que pudiéramos cometer cuando hablamos. Cuando hacemos algo mal, aprenderemos a hacerlo bien. Si una persona quiere aprender a tocar el piano, debe practicar y cometer errores a fin de aprenderlo a tocar correctamente. Su maestro lo corregirá. El Espíritu es nuestro maestro que nos enseña a hablar por el Señor. Si hablamos incorrectamente en la reunión, el Espíritu que mora en nosotros nos corregirá. El hecho de que hablemos equivale a que la palabra de Dios es difundida libremente.
Conforme a 1 Timoteo 3:16, el Espíritu cumplió la función de vindicar a Cristo, quien fue manifestado en la carne. El Cristo encarnado en su vivir humano no solamente fue vindicado por el Espíritu como el Hijo de Dios (Mt. 3:16-17; Ro. 1:3-4), sino que también fue justificado, probado y aprobado, como recto y justo por el Espíritu (Mt. 3:15-16; 4:1). Él fue manifestado en la carne, pero fue vindicado y justificado en el Espíritu. Él estaba en la carne manifestando a Dios y Él vivió en el Espíritu (Lc. 4:1, 14; Mt. 12:28). Este Espíritu vindicó que Él era Dios manifestado en la carne.
El Espíritu también tiene la función de hablar en las profecías. En 1 Timoteo 4:1 leemos: “El Espíritu dice claramente que en los tiempos venideros algunos apostatarán en la fe”. Este versículo no dice que el Espíritu habla directamente prescindiendo de un instrumento o vaso humano. Al contrario, el Espíritu habla por medio del profetizar de los creyentes. Cuando los creyentes profetizan, el Espíritu habla en sus profecías.
El Espíritu mora en nosotros y guarda el depósito de la verdad que se halla en nosotros (2 Ti. 1:14). El Espíritu Santo mora en nuestro espíritu (Ro. 8:16). Por tanto, para guardar el buen depósito por el Espíritu Santo se requiere que ejercitemos nuestro espíritu.
Tito 3:5 habla de la renovación del Espíritu Santo. Recibimos incesantemente el nuevo suministro del Espíritu que nos renueva de forma metabólica. El Espíritu Santo es la persona divina, y como tal, nos lava y nos renueva en el elemento divino para hacernos una nueva creación que posee la naturaleza divina a fin de que seamos los herederos de Dios en Su vida eterna, heredando todas las riquezas del Dios Triuno. El Espíritu comenzó a renovarnos desde el día que fuimos regenerados y sigue renovándonos constantemente, todo el tiempo y día tras día, a fin de hacernos una nueva creación con la vida divina.
Hebreos 3:7 y 8 dice: “Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oís hoy Su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la prueba en el desierto”. Este versículo también muestra que el Espíritu tiene la función de exhortar o advertir.
Hebreos 6:4 dice que somos partícipes del Espíritu Santo. Por tanto, el Espíritu Santo es nuestra porción para que lo disfrutemos y seamos partícipes de Él. En el momento en que fuimos salvos, no participamos del Espíritu de una vez y para siempre, sino que somos partícipes de este Espíritu día tras día porque dicho Espíritu se halla dentro de nosotros para que lo disfrutemos.
En Hebreos 9:6-8 Pablo habla sobre el tipo del tabernáculo con el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Por medio de este cuadro tipológico el Espíritu nos habla de algo relacionado al Nuevo Testamento y nos lo muestra por medio de los tipos del Antiguo Testamento.
Hebreos 9:14 dice que fue mediante el Espíritu eterno que Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios. Esto muestra que el Espíritu era el medio por el cual Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios.
El Espíritu atestigua la palabra del Señor. Hebreos 10:15-17 muestra como el Espíritu hace mención de algo a fin de testificar lo que el Señor ya había dicho en la Biblia. La Biblia es la palabra escrita. Cuando la leemos, el Espíritu viviente que mora en nosotros atestigua lo que está escrito en la Biblia.
Hebreos 10:29c hace referencia al Espíritu de gracia, lo cual quiere decir que la gracia de Dios está corporificada en el Espíritu. Si usted posee el Espíritu, entonces usted también tendrá la gracia de Dios. Si usted recibe al Espíritu, también recibirá Su gracia.
Jacobo 4:4 y 5 muestra que el Espíritu anhela celosamente a los creyentes por Dios. Dios y Cristo son nuestro Esposo (Is. 54:5; 2 Co. 11:2). Debiéramos ser puros y amarlo sólo a Él con todo nuestro ser (Mr. 12:30). Si nuestro corazón está dividido al amar al mundo, llegamos a ser adúlteros. Nuestro Dios es un Dios celoso, y Su Espíritu nos cela con un celo de Dios (2 Co. 11:2).
El Espíritu tiene la función de santificar a los pecadores a fin de que ellos crean en Cristo. En 1 Pedro 1:2 el Espíritu no santifica a las personas que ya fueron salvas, sino a los pecadores que serán creyentes. Ésta es la santificación que el Espíritu efectúa en nosotros antes de que creyéramos en Cristo. La santificación que realiza el Espíritu se efectúa en diferentes etapas. En la primera etapa somos santificados antes de que nos arrepintiéramos y creyéramos; y en la segunda etapa, después de creer, somos santificados posicionalmente.
La mujer que busca la moneda perdida en Lucas 15 representa al Espíritu que busca al pecador (vs. 8-10). La mujer enciende la lámpara y barre la casa para encontrar la moneda perdida. Ésta es la obra que el Espíritu realiza al iluminar y poner en descubierto la situación y condición deplorable del pecador, a fin de que se arrepienta y regrese al Padre tal como lo hizo el hijo pródigo (vs. 17-20). (Ésta es la primera etapa de la obra santificadora del Espíritu.) Una vez que el pecador regresa al Padre y recibe a Cristo, el Espíritu toma un segundo paso al santificarlo en cuanto a su manera de ser.
En 1 Pedro 1:10-12a se nos presenta al Espíritu como el Espíritu de Cristo que testificaba de antemano la muerte y glorificación de Cristo como una revelación que les fue dada a los profetas del Antiguo Testamento. Estos versículos muestran que el Espíritu de Cristo estaba ya presente en el Antiguo Testamento. Cuando los profetas antiguotestamentarios profetizaron acerca de Cristo, el Espíritu de Cristo que estaba en ellos les dio testimonio en cuanto a cómo y cuándo Cristo habría de morir, y cómo y cuándo Cristo sería glorificado, primero en Su resurrección y después en Su ascensión. Quizás nos preguntemos cómo pudo haber estado el Espíritu de Cristo en el Antiguo Testamento. Nosotros siempre consideramos el elemento del tiempo, pero no hay elemento de tiempo con Cristo ni con Dios. Cuando los profetas en el Antiguo Testamento predijeron la muerte de Cristo, Su resurrección y Su ascensión, el Espíritu de Cristo que estaba dentro de ellos les daba testimonio. El hecho de que el Espíritu diese testimonio indica que el Espíritu que estaba en ellos decía: “Lo que están diciendo con respecto al Cristo que vendrá es correcto”. Los profetas del Antiguo Testamento no fueron simplemente motivados por el Espíritu Santo para profetizar, sino que mientras profetizaban, el Espíritu de Cristo les atestiguaba a ellos.
En 1 Pedro 4:14 se nos dice que el Espíritu de gloria reposa sobre los creyentes perseguidos que son vituperados por causa de Cristo. Cuando los creyentes sufren persecución y son vituperados por causa de Cristo, el Espíritu Santo reposa sobre ellos. A este Espíritu se le llama el Espíritu de gloria. La nota 2 de 1 Pedro 4:14 de la Versión Recobro hace mención tanto del Espíritu de gloria como de Dios: el Espíritu de gloria es el Espíritu de Dios. El Espíritu de gloria es Aquel mediante el cual Cristo fue glorificado en Su resurrección (Ro. 1:4). Este Espíritu de gloria, por ser el Espíritu de Dios mismo, reposa sobre los creyentes que sufren al ser perseguidos, con miras a la glorificación del Cristo resucitado y exaltado, quien ahora está en la gloria.
En 2 Pedro 1:21 leemos: “Porque ninguna profecía jamás fue traída por voluntad humana, sino que los hombres hablaron de parte de Dios siendo movidos por el Espíritu Santo”. Conforme al contexto de este versículo, aquí la palabra profetizar significa predecir. Este pasaje bíblico habla de la profecía, la predicción, que los profetas del Antiguo Testamento dieron acerca de las cosas en cuanto a Cristo. Ninguna profecía fue traída por voluntad humana. Tanto la voluntad así como el deseo, anhelo, pensamiento y soluciones que pudiera tener el hombre no son la fuente de la cual surge profecía alguna; más bien, la fuente es Dios, por cuyo Espíritu Santo los hombres fueron movidos, tal como un barco es empujado por el viento, para proclamar la voluntad, el deseo y el anhelo de Dios.
El Espíritu también nos confirma que Dios permanece en nosotros. Sabemos que Dios permanece en nosotros por el Espíritu que Él mismo nos ha dado (1 Jn. 3:24; 4:13). El Espíritu dentro de nosotros confirma que Dios mora en nosotros, que Dios permanece en nosotros. De hecho, el Espíritu que mora en nosotros es Dios mismo; así pues, el Espíritu confirma lo que Dios realiza.
El Espíritu tiene la función de confesar que Jesucristo ha venido en la carne (1 Jn. 4:2). Siempre que declaramos de una manera apropiada que Jesús vino en la carne, eso indica que tenemos al Espíritu Santo dentro de nosotros. En los tiempos del apóstol Juan, se extendió cierta herejía que decía que Cristo no era un hombre. Dicha herejía no sólo menoscababa la encarnación de Jesús sino también Su redención y resurrección. Ya que Cristo fue concebido por el Espíritu (Mt. 1:18) para nacer en la carne (Jn. 1:14), el Espíritu jamás negaría que Cristo vino en la carne por medio de la concepción divina.
En 1 Juan 4:6 dice que el Espíritu es el Espíritu de verdad. Aquí la palabra verdad significa realidad. En Juan 14:17; 15:26; y 16:13, también se hace mención del Espíritu de verdad. El Espíritu de verdad es un título divino especial que Juan le atribuyó. Este título no fue usado ni por Pablo ni por Pedro. Este título denota que el Espíritu mismo es la realidad de las doctrinas acerca de la Trinidad. Ésta es una de las funciones que desempeña el Espíritu. Él hace que todas las enseñanzas en cuanto a Cristo, a Dios y a la Trinidad sean reales para nosotros.
El Espíritu es la realidad, da testimonio de las cosas en cuanto a Jesucristo, el Hijo de Dios (1 Jn. 5:6-9). Cristo es un misterio, pues el Hijo de Dios se halla totalmente oculto del mundo. Las personas del mundo, carentes del Espíritu no pueden entender las cosas en cuanto a Cristo. Sin embargo, tenemos al Espíritu dentro de nosotros, y este Espíritu que mora en nuestro ser hace que toda enseñanza relacionada con Cristo en el Nuevo Testamento sea real para nosotros.
El Espíritu es también para la oración de los creyentes (Jud. 20). La función del Espíritu es hacer que oremos. Nosotros oramos en el Espíritu Santo. Toda la Trinidad Bendita es empleada y disfrutada por nosotros, los creyentes, al orar en el Espíritu Santo, conservándonos a nosotros mismos en el amor de Dios y esperando la misericordia de nuestro Señor para vida eterna.
En el libro de Apocalipsis el Espíritu funciona como los siete Espíritus, el Espíritu de Dios siete veces intensificado, que abastece la necesidad de las siete iglesias, las cuales representan a todas las iglesias en las siete etapas de degradación a lo largo de los siglos (Ap. 1:4; 3:1; 4:5; 5:6). ¿Cómo puede un solo Espíritu ser a la vez siete Espíritus? En tipología tenemos el candelero con sus siete lámparas. En términos de su existencia, el candelero es uno solo; pero en cuanto a la función que desempeña, es siete lámparas. Sin bien la base es una sola, las lámparas son siete. Esto indica que el único Espíritu de Dios desempeña una función siete veces intensificada.
Puesto que hay siete iglesias, el Espíritu de Dios tiene que ser séptuple. Esto indica que Él es apto y suficiente para abastecer la necesidad de todas las iglesias. La palabra séptuple implica todo-inclusivo. Las siete iglesias representan a todas las iglesias en sus siete etapas de degradación a lo largo de los siglos. El Espíritu de Dios siete veces intensificado abastece la necesidad de las iglesias en su estado de degradación. Los siete Espíritus están delante del trono de Dios con el objetivo de llevar a cabo la administración de Dios particularmente en las iglesias locales (Ap. 1:4). El trono es para gobernar.
Los siete Espíritus son el medio mediante el cual Cristo, quien al cuidar de las iglesias locales como el Sumo Sacerdote que despabila las siete lámparas que se encuentran en el Lugar Santo, habla a la iglesia en Sardis, una iglesia a punto de morir. Apocalipsis 3:1 habla de Aquel “que tiene los siete Espíritus de Dios, y las siete estrellas”. Éste es Cristo como Aquel que cuida de la iglesia. Cristo se dirigió a la iglesia en Sardis, una iglesia moribunda y que como tal, necesitaba a Cristo para vivificarla mediante los siete Espíritus. Lo que dice este versículo también implica que los siete Espíritus son para las siete estrellas, que representan a los que toman la delantera en las iglesias. Para ser una estrella que toma la delantera en la iglesia se necesita al Espíritu séptuple.
Los siete Espíritus también tienen la función de ser las siete lámparas de fuego que arden delante del trono de Dios ejecutando la administración de Dios al iluminar y quemar a fin de juzgar y motivar a las iglesias (Ap. 4:5; Zac. 4:2, 6). Tal vez andemos en tinieblas, y por tanto, necesitamos ser iluminados. Al estar en tinieblas, también estamos muertos, y como consecuencia, necesitamos ser juzgados con el propósito de quemar toda nuestra escoria. Al mismo tiempo, también necesitamos ser motivados y animados. En las iglesias en degradación se necesita tal iluminación y juicio.
Los siete Espíritus también ejercen la función de ser los siete ojos del Cordero (de Jehová, Zac. 4:10) enviados por toda la tierra a fin de mirar, observar y escudriñar todas las iglesias con el poder de Cristo: los siete cuernos del Cordero (Ap. 5:6). En Apocalipsis se hace referencia a los siete ojos del Cordero, mientras que en Zacarías 4 se habla de los siete ojos de Jehová. Los siete Espíritus son los siete ojos del Cordero, los ojos de Jehová, enviados por toda la tierra. Estos siete ojos sirven para mirar y observar. Hoy en día siete ojos nos observan. Tal vez no nos percatemos de ello y al contrario nos conducimos de manera descuidada y ligera. Sin embargo, necesitamos darnos cuenta de que Cristo nos mira con siete ojos; Él nos está observando. Los siete Espíritus como los siete ojos del Cordero tienen el objetivo de observar y escudriñar a las iglesias con el poder de Cristo. Los siete ojos van juntos con los siete cuernos del Cordero. Los ojos de Cristo nos miran, observan y escudriñan con Su poder.
En los capítulos del 2 al 3 de Apocalipsis se repite siete veces que el Espíritu habla a todas las iglesias (2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22). El Espíritu como el Espíritu siete veces intensificado ahora habla a todas las iglesias.
Apocalipsis 14:12 y 13 dice: “Aquí está la perseverancia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados los muertos que mueren en el Señor de aquí en adelante. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen”. Aquí la expresión los muertos se refiere a los mártires que fueron perseguidos por el anticristo durante la gran tribulación. Por consiguiente, el Espíritu tiene la función de testificar los trabajos y las obras de los mártires.
Otra de las funciones que tiene el Espíritu es la de hablar junto con la novia como la pareja universal a fin de expresar al Dios Triuno consumando en el hombre tripartito transformado en la economía de Dios (22:17). Al final de toda la Biblia, el Espíritu siete veces intensificado, quien ha sido procesado y consumado para ser el Dios Triuno procesado y consumado, es el Esposo. Él es el Esposo porque habla con Su novia, la esposa. Sin duda alguna, Aquel que habla con la novia ha de ser el Esposo. La esposa es la novia, y el Esposo, o sea, el Espíritu, es Aquel que habla con ella. El Dios Triuno consumando habla en calidad de el Espíritu. El Espíritu habla en calidad de Esposo con Su esposa, la novia.
La novia que conforma esta pareja es el hombre tripartito transformado. Tal pareja constituye la consumación de todas las obras que Dios llevó a cabo en la vieja creación, así como en la nueva creación, y también es la consumación de toda la Biblia. El Dios que opera finalmente llega a ser el Dios Triuno consumado, y el hombre redimido finalmente llega a ser el hombre tripartito transformado. El Dios Triuno consumado es el Esposo, y el hombre tripartito transformado es la novia. Esta pareja constituye la compleción y la consumación de la economía eterna de Dios. Nosotros formamos parte de esta pareja universal. Estamos en esta novia, porque formamos parte de esta novia. No estamos solos, porque ¡tenemos a nuestro Novio! No somos parte de una viuda, ¡formamos parte de la novia que tiene al Novio!