
Lectura bíblica: 1 Co. 15:45; Ro. 8:2; Jn. 14:16-17; 15:26; 16:13; 1 Jn. 5:6; Hch. 16:7; Ro. 8:9; Fil. 1:19; 2 Co. 3:17-18; Éx. 30:22-31; 1 Jn. 2:20, 27; 2 Co. 1:21; Ro. 8:4-6, 16; 1 Co. 6:17; Ap. 1:4; 4:5; 5:6; Éx. 25:31, 37; Zac. 4:2, 10; 3:9; Jn. 7:39; 1 P. 1:2; Ap. 22:17a
En el mensaje anterior hemos visto cinco aspectos del Espíritu; y en este mensaje, deseamos avanzar a fin de ver otros once aspectos más. Siempre y cuando hablemos del Espíritu, ello implica un estudio de la Trinidad Divina, y para estudiar la Trinidad Divina, les recomiendo leer los capítulos 7 y 8 del libro Entrenamiento para los ancianos, libro 3: La manera de llevar a cabo la visión. Con respecto al estudio de la Trinidad Divina hay dos puntos principales: uno consiste en que hay un solo Dios y el otro hace referencia a los Tres de la Deidad. La palabra triuno significa tres-uno. Por un lado, Dios es uno pero tres, y por otro, Dios es tres pero uno. Podemos decir que Dios es tres en persona pero uno en esencia.
En el mensaje anterior hemos hablado de las palabras elemento, sustancia, naturaleza y esencia. Con relación al Dios Triuno se usa otra palabra hipóstasis. La palabra griega traducida en español “hipóstasis” se compone de hupó que significa “debajo de” y stasis que significa “soporte sustancial”. Esta palabra hace referencia a las tres sustancias de la Trinidad Divina. El Padre, el Hijo y el Espíritu constituyen las tres hipóstasis, o sustancias, de la Trinidad Divina.
Una palabra en latín equivalente a hipóstasis usada en los estudios teológicos sobre la Trinidad es la palabra persona. Al estudiar la Trinidad Divina, los maestros de la Biblia enseñan que Dios es tres personas en una sola esencia. Con respecto a los Tres del Dios Triuno, los teólogos han usado tanto la palabra griega traducida “hipóstasis” como la palabra en latín traducida “persona” para referirse al hecho de que Dios es tres.
El Dios Triuno es también uno en esencia. La palabra griega ousía se refiere a la esencia de una sustancia. Por ejemplo, la sustancia de una mesa de madera es madera y dentro de esta sustancia está la esencia. La palabra esencia en latín es essentia. El Dios Triuno es tres hipóstasis en una ousía. En otras palabras, Dios es tres Personas en una sola esencia. No debe haber confusión con respecto a las Personas ni tampoco división en cuanto a la esencia. Los Tres son una en esencia. Por esta razón, decimos que cuando el Hijo viene a nosotros, el Padre también viene a nosotros, y si el Hijo y el Padre están presentes, el Espíritu también lo está. Al estar uno aquí, los Tres también están aquí debido a que Ellos son uno en esencia.
Sin embargo, debemos tener sumo cuidado con el uso de la palabra persona al describir a los Tres de la Deidad. Cierto erudito llamado W. Griffith Thomas, fundador del Seminario de Teología en Dallas, dijo que si bien, debido a lo inadecuado del lenguaje humano, podríamos tomar prestada una palabra como “persona” para describir la Trinidad, pero si abusamos de dicho término, nos podría llevar al triteísmo. Por tanto, es más seguro decir que Dios tiene tres sustancias pero una sola esencia. Espero que la definición de estos términos nos ayude a entender debidamente la Trinidad Divina. Ahora deseamos tener comunión sobre más aspectos del Espíritu.
El Espíritu que se menciona en 1 Corintios 15:45 es el Espíritu vivificante, y en Su resurrección Cristo fue hecho Espíritu vivificante, el cual tiene la capacidad de darnos vida. El Espíritu se mueve, trabaja y vive en nuestro ser a fin de impartirnos vida. Así pues, ahora este Espíritu opera y obra en el ser mismo de todos los creyentes; como tal, el Espíritu es el que imparte vida y opera para darle vida a todo nuestro ser.
El Espíritu de vida es el Cristo pneumático en resurrección quien ahora es el Espíritu de la vida divina para Sus creyentes. La expresión el Espíritu de vida, en Romanos 8:2, se menciona una sola vez en el Nuevo Testamento. El Espíritu no sólo es el Espíritu vivificante, sino también el Espíritu de vida. El Espíritu de vida es la realidad de la vida divina, porque tal Espíritu contiene el elemento de la vida divina. De hecho, el Espíritu mismo es vida. Por tanto, cuando experimentamos al Espíritu de vida somos partícipes de las riquezas de la vida divina.
En Juan 14:6 el Señor dijo que Él era el camino, la realidad y la vida, lo cual nos muestra la estrecha relación que hay entre vida y realidad. Es decir, la realidad es vida y la vida es realidad. La realidad de nuestra persona, de nuestro ser, es nuestra vida humana. Asimismo, la realidad de Dios es la vida divina. El Espíritu de vida es el Espíritu de realidad.
Como el Espíritu de realidad, el Espíritu es el Espíritu de lo que Dios es, de todo lo que Él posee y de todo cuanto Él realiza. En otras palabras, el Espíritu de realidad es el Espíritu del ser mismo de Dios, de lo que es Suyo y de todo Sus actos. En Juan 14:16 y 17 el Señor dijo: “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque permanece con vosotros, y estará en vosotros”. Al referirse al “otro Consolador”, el Señor decía que este otro Consolador era Él mismo en otra forma. En la carne Él fue el primer Consolador; mas en resurrección Él fue hecho el Espíritu y, como tal, Él sería el otro Consolador. Este Espíritu es el Espíritu de realidad, quien es la realidad de Cristo y, como tal, es el Cristo real, el Jesús real.
Juan 15:26 y 16:13 también hacen referencia al Espíritu de realidad. En Juan 16:13 el Señor dijo que el Espíritu de realidad nos guiará a toda la realidad y luego, en 16:15 Él nos dice que “todo lo que tiene el Padre es Mío; por eso dije que recibirá de lo Mío, y os hará saber”. Todo lo que el Padre es y todo lo que es Suyo le pertenecen al Hijo; y todo lo que el Hijo es y tiene es recibido por el Espíritu, el cual nos hace saber todo a fin de ser nuestra porción. El Espíritu de realidad hace que todo lo que el Dios Triuno es sea nuestro.
Como Aquel que recibe nuestra adoración, Dios es tres en uno; pero en cuanto a nuestras experiencias cotidianas como creyente que disfrutan del Señor, el Dios que es tres en uno llega, además, a ser uno con los creyentes. Así pues, estos Tres no solamente son uno entre Sí, sino que además son uno con los creyentes, incluyéndonos a usted y a mí. Esto se debe a que estamos en Cristo, quien es la corporificación del Dios Triuno, y Cristo también está en nosotros. Cuando adoramos a Dios, adoramos al Dios que es tres en uno, pues adoramos al Padre, al Hijo y al Espíritu como un solo Dios. Si bien el Dios que adoramos es tres en uno, en términos de nuestra experiencia cristiana, el Dios que es tres en uno también es uno con nosotros porque somos uno con el Padre, uno con el Hijo y uno con el Espíritu. Así pues, somos uno en el Dios Triuno al compartir una misma esencia. Todos somos partícipes de la misma esencia, porque todos hemos recibido la naturaleza divina, ya que 2 Pedro 1:4 nos dice que todos fuimos hechos partícipes de la naturaleza divina. Inherente a la naturaleza divina es la esencia divina. Tal como hemos visto, la esencia es algo más intrínseco que la naturaleza que le es propia.
Podemos ser uno con el Dios Triuno, porque el Espíritu de realidad hace que Dios sea real para nosotros. Debido a que Cristo es uno con nosotros en todo lo que Él es, en todo lo que es Suyo y en todo cuanto Él realiza, Sus experiencias han llegado a ser nuestra historia. Por ejemplo, fuimos crucificados con Cristo (Gá. 2:20), y por tanto, Su crucifixión ha llegado a ser nuestra historia. Además también fuimos resucitados juntamente con Él (Ef. 2:6). Así pues, todo lo que Él es, todo cuanto es Suyo y todo lo que Él ha realizado, nos pertenecen a nosotros. Todos los procesos por los cuales el Dios Triuno ha pasado son también nuestras porque estamos en Él. Incluso, en términos humanos, podríamos afirmar que todas las experiencias de nuestros antepasados constituyen nuestra historia. Podemos decir que cuando el bisabuelo de una persona vino a los Estados Unidos, esa persona también ha venido con él y en él. En Hebreos 7 se nos cuenta que cuando Abraham pagó los diezmos a Melquisedec, Leví también los pagó porque él estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro (vs. 9-10). Leví, por ser el bisnieto de Abraham, también le ofreció algo a Melquisedec antes de haber nacido porque estaba en Abraham. Así pues, podemos afirmar también que antes de nacer, fuimos crucificados, sepultados y resucitados juntamente con Cristo mediante el Espíritu. Si no fuera por el Espíritu, no existiría ningún vínculo entre nosotros y el Dios Triuno. El Espíritu de realidad es quien nos une al Dios Triuno y hace que seamos uno con Él en términos de nuestra experiencia.
Hechos 16:7 dice: “Y cuando llegaron a Misia, intentaron entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió”. El Espíritu de Jesús es una expresión muy particular que guarda estrecha relación con el Espíritu de Dios y hace referencia al Espíritu del Salvador que se encarnó, Jesús en Su humanidad, y experimentó la existencia humana y la muerte en la cruz. Esto implica que en el Espíritu de Jesús no sólo se halla el elemento divino de Dios, sino también el elemento humano de Jesús junto con los elementos que componen Su existencia humana y el padecimiento de Su muerte. Para ejercer su ministerio, un ministerio de sufrimientos entre sus semejantes y en beneficio de ellos, Pablo tenía la necesidad de tal Espíritu, un Espíritu todo-inclusivo, que le capacitara para llevar tal existencia humana. El Espíritu de Jesús es la realidad de Jesús como hombre que padeció entre los hombres. Si no conocemos a tal Espíritu, el Espíritu de Jesús, Jesús no será real para nosotros. Sin embargo, hoy Jesús es real para nosotros porque hemos experimentado al Espíritu de Jesús como la realidad de Jesús, como Aquel que hace real a Jesús en nuestro ser.
En Romanos 8:9 Pablo habla del Espíritu de Cristo. La expresión el Espíritu de Jesús recalca el hecho de que Jesús era hombre y que, como tal, padeció sufrimientos. Sin embargo, la expresión el Espíritu de Cristo recalca que Él resucitó, y en resurrección nos impartió la vida divina. El Espíritu de Cristo es el Espíritu del Cristo que resucitó y que da vida. Es en virtud de este Espíritu, el Espíritu de Cristo, que somos partícipes del poder de Su resurrección, de Su ascensión que todo lo transciende y de la autoridad que se le dio en Su entronización. Al disfrutar del Espíritu de Cristo somos hechos partícipes de Su vida de resurrección, del poder de Su resurrección, del poder para trascenderlo todo implícito en Su ascensión y de Su autoridad para reinar.
Filipenses 1:19 se nos habla sobre la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo. Debido a que el Espíritu de Jesús hace especial referencia al sufrimiento del Señor y el Espíritu de Cristo a Su resurrección, el Espíritu de Jesucristo guarda estrecha relación con Su sufrimiento y también Su resurrección. El Espíritu de Jesucristo no sólo es el Espíritu de Jesús que llevó una vida de sufrimiento en la tierra, sino también el Espíritu de Cristo que se halla en resurrección. En su sufrimiento Pablo no sólo experimentó los sufrimientos que el Señor padeció en Su humanidad, sino que también experimentó la resurrección de Cristo. Por tanto, según las experiencias de Pablo, este Espíritu era el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu vivificante, compuesto y todo-inclusivo del Dios Triuno. Para Pablo, quien experimentaba y disfrutaba al Cristo que llevó una existencia humana y resucitó, tal Espíritu no sólo poseía la abundante suministración, sino que además era la abundante suministración.
El Señor Espíritu hace referencia al Señor que es Espíritu y al Espíritu que es el Señor (2 Co. 3:17-18). En 2 Corintios 3:18 se menciona al Señor Espíritu, y basado en el contexto de este mismo capítulo, el Señor es Jehová, Dios mismo. Conforme al Nuevo Testamento, la totalidad de la persona de Jehová Dios está corporificada en Jesucristo. En Mateo 1 se le atribuyó al Señor Jesús dos nombres: Jesús, el nombre dado por Dios, y Emanuel, el nombre dado por los hombres. Jesús significa Jehová el Salvador, y Emanuel significa Dios con nosotros. “Je-” en Jesús es la forma abreviada del nombre Jehová, mientras que “-el” en Emanuel es Dios en hebreo. Por tanto, Jehová y Dios son los dos nombres que se le atribuyeron al Señor. En la persona de Jesús está Jehová, y en Emanuel está Dios. Así pues, Jesús es Jehová Dios. Este Jehová Dios es el Señor tanto en el Antiguo Testamento como en Nuevo Testamento.
En 2 Corintios 3 se revela que este Señor, que es la corporificación de Jehová Dios, es ahora el Espíritu. Por tanto, a Él se le ha atribuido un nombre compuesto, “el Señor Espíritu”. El Señor Espíritu es semejante al título compuesto “el Padre Dios” y “el Señor Cristo”. Este título significa que Jehová Dios, quien es el Señor, es ahora el Espíritu, y nosotros somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu.
El Señor Espíritu tiene como objetivo transformarnos. Siempre que invocamos “¡Oh Señor!” experimentamos al Espíritu. Además, si invocamos incesantemente Su nombre a lo largo del día, somos transformados, ya que el Espíritu viene a nosotros cuando invocamos “¡Oh Señor!”. En el universo hay un solo Señor. Ninguno de los fundadores de las religiones más importantes que se practican en este mundo es llamado el Señor. El único que ha sido llamado Señor es Jesús. Al invocar “¡Oh Señor!” somos partícipes del Espíritu, el Señor Espíritu, y este Espíritu es el Espíritu que nos transforma. Por ejemplo, por medio de invocar: “¡Oh Señor Espíritu!”, podemos cooperar con Dios para que nos erradique nuestro mal genio. Si somos personas impacientes, ¿cómo podremos cambiar? Tenemos que invocar “¡Oh Señor Espíritu!”. Si una persona impaciente invocase incesantemente “¡Oh Señor Espíritu!” por dos semanas, ella llegará a ser más paciente. El Señor Espíritu nos cambia, al transformanos de gloria en gloria en la imagen del Cristo que resucitó y que fue glorificado.
El Espíritu compuesto es el Espíritu tipificado por el ungüento compuesto (Éx. 30:22-31). El ungüento está compuesto de ciertos elementos mezclados con aceite. En una versión antigua de la Biblia en inglés (Newberry Bible) publicado por los Hermanos se nos dice en una nota de pie de página en Éxodo 30 que el aceite de la unción hace referencia al Espíritu Santo. Sin embargo, el Señor nos reveló progresivamente que el Espíritu tipificado por el ungüento es un Espíritu compuesto. Si bien los Hermanos vieron que el ungüento de la unción en Éxodo 30 es el Espíritu Santo, ellos no se percataron de que este Espíritu Santo, tal como lo tipifica en Éxodo 30, es un Espíritu compuesto que se compone de varios elementos.
El primer ingrediente del ungüento compuesto es un hin de aceite de olivas al cual se le añadieron cuatro especias, o elementos, que son mirra, canela, cálamo y casia. Estos cuatro elementos al mezclarse con el aceite de olivas producen un ungüento compuesto. Así pues, a un hin de aceite de olivas se le agregan cuatro elementos. El número uno representa al Dios único y el número cuatro tipifica a los seres creados por Dios. Entre todos los seres creados por Dios, el hombre es la criatura principal; por lo que podemos decir que el número cuatro representa al hombre. Así que estas cuatro especias procedentes del reino vegetal tipifican al hombre. Que estas cuatro especias formen un compuesto con el aceite significa que el hombre y Dios forman un compuesto.
La mirra que fluye tipifica la dulzura de la muerte de Cristo, la cual es una muerte con resultados positivos. La única muerte positiva que ha habido en el universo es la muerte de Cristo, ya que Su muerte es una muerte llena de dulzura.
La canela dulce tipifica la dulzura y eficacia de la muerte de Cristo. La muerte positiva de Cristo tipificada por la mirra es sumamente fragante y rica en canela. Por ejemplo, la canela le da un aroma y sabor dulce a los alimentos. Si no experimentamos la muerte de Cristo, no habrá dulzura en nuestra existencia humana. Por ejemplo, no es nada agradable cuando una pareja argumenta. ¿Cómo ellos resuelven tal situación? Esta pareja tiene necesidad de experimentar en su vida conyugal la muerte de Cristo. De esta manera, su vida matrimonial rebosará de dulzura. Igualmente, si una persona no experimenta la cruz en su vida diaria, no será fácil convivir con ella. Tenemos que experimentar en nuestra vida cotidiana la dulzura de muerte de Cristo.
El tercer elemento agregado al aceite es el cálamo dulce y representa el poder de la resurrección de Cristo. El cálamo es un junco que crece en pantanos o en fangos. Si bien crece en tales lugares, el cálamo tiene la capacidad de crecer hacia arriba, hacia el aire. Conforme a la secuencia de las especias, el cálamo tipifica la resurrección del Señor Jesús de la muerte. El Señor fue puesto en un pantano, o sea, en una situación de muerte, pero en resurrección Él se levantó y se puso en pie.
La casia representa el poder aromático de la resurrección de Cristo. En la antigüedad la casia era un repelente usado para ahuyentar los insectos y serpientes. Únicamente el poder de la resurrección de Cristo puede repeler todos los “insectos” malignos, especialmente la antigua serpiente, el diablo.
El ungüento compuesto contiene quinientos siclos de mirra, doscientos cincuenta siclos de canela, doscientos cincuenta siclos de cálamo y quinientos siclos de casia. Entre la primera unidad de quinientos siclos de mirra y la segunda unidad de quinientos siclos de casia, hay dos unidades de doscientos cincuenta siclos cada una, las cuales se suman a otra unidad de quinientos siclos. Diríamos entonces que en el ungüento compuesto hay un total de tres unidades compuestas por quinientos siclos cada una. Es muy significativo que la segunda unidad está dividida en dos. En los Tres de la Trinidad, el Hijo, tipificado por la segunda unidad de quinientos siclos, fue “dividido”, o sea, crucificado en la cruz. Las tres unidades de quinientos siclos tipifican al Dios Triuno, y este Dios Triuno fue crucificado en la cruz en la segunda persona de Su Trinidad, en el Hijo.
Las cuatro especias agregadas al aceite constituyen un total de cinco elementos. El número cinco en la cantidad de los quinientos siclos y de los dos doscientos siclos denota responsabilidad y significa que como el Espíritu compuesto, el Espíritu es Aquel que lleva todas las responsabilidades. Sin esta unción que nos ungen, no seríamos aptos para realizar obra alguna por Dios, pues no sabríamos cómo asumir la responsabilidad necesaria en cuanto a las cosas de Dios. Sin embargo, al ser ungido por este Espíritu de la unción, somos hechos aptos para asumir cualquier responsabilidad en cuanto a los servicios que rendimos a Dios.
El Espíritu compuesto es la consumación del Dios Triuno procesado y compuesto, y su función es ungirnos con la santa unción. Todo lo relacionado con nuestra adoración de Dios, al servicio que le rendimos a Él, ha de ser ungido por este Espíritu compuesto. En el Antiguo Testamento se usaba el ungüento compuesto para ungir el tabernáculo junto con todos sus muebles, el altar con todos sus utensilios, la fuente con su base y también a los sacerdotes (Éx. 30:26-30). La función del aceite de la santa unción como ungüento compuesto consiste en santificar las cosas de Dios así como al hombre de Dios al separarlos de todo aquello que es común y hacerlos santos para el servicio de Dios.
El Nuevo Testamento usa la palabra unción. En 1 Juan 2:20 se nos dice que hemos recibido la unción y en el versículo 27 dice que esta unción nos enseña todas las cosas. En 2 Corintios 1:21 Pablo nos dijo que Dios es el que nos unge y el que nos adhiere a Cristo, el Ungido. Debido a que nos hemos adherido a Él, la unción de Cristo nos pertenece a nosotros y estamos bajo esta unción.
La unción es la operación que realiza el Espíritu compuesto en Su máxima consumación. El Espíritu compuesto obra en nuestro ser al ungirnos. Cuando somos ungidos con esta unción, todos los elementos de esta unción llegan a ser nuestra porción. Por ejemplo, podemos comparar la unción del ungüento con pintar. La pintura es un compuesto al igual que un ungüento. Al pintar un objeto, éste recibe todos los elementos que componen la pintura. Cuando somos ungidos, pintados, con el ungüento compuesto, todos los elementos de este ungüento son infundidos en nuestras partes internas. Esta unción nos unge diariamente.
El espíritu mezclado es el Espíritu divino que se mezcla con nuestro espíritu humano (Ro. 8:4-6, 16; 1 Co. 6:17). A los maestros de la Biblia les resulta difícil saber si en Romanos 8 Pablo hablaba del Espíritu divino o del espíritu humano. En realidad, Pablo se refiere al espíritu mezclado. Al instarnos a andar conforme al espíritu en Romanos 8:4 y a tener la mente puesta en el espíritu en el versículo 6, Pablo estaba refiriéndose al espíritu mezclado. Para representar el espíritu mezclado, escribiremos una “e” minúscula dentro de una “E” mayúscula. Romanos 8:16 declara que el Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu; estos dos espíritus operan como uno solo. En 1 Corintios 6:17 se nos dice que el que se une al Señor, es un solo espíritu. ¡Cuán maravilloso es que podemos ser un solo espíritu con el Señor! Nos hemos unido al Señor, quien es el Espíritu, y somos un solo espíritu con Él.
Los siete Espíritus, que son el Espíritu siete veces intensificados, está tipificado por las siete lámparas del candelero (Ap. 1:4; 4:5; 5:6; Éx. 25:31; Zac. 4:2, 10; 3:9). Mateo 28:19 nos dice que debemos bautizar a las naciones en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Sin embargo, al referirse a la Trinidad Divina en Apocalipsis 1:4 y 5, se hace referencia al Espíritu como “los siete Espíritus que están delante de Su trono”. Si comparamos Apocalipsis 1:4 y 5 con Mateo 28:19 nos percataremos que los siete Espíritus son el Espíritu Santo mismo. Los siete Espíritus son el Espíritu de Dios, ya que son mencionados juntamente con el Dios Triuno en Apocalipsis 1:4 y 5.
Los siete Espíritus están delante del trono de Dios, y el trono de Dios tiene como objetivo la operación que Dios realiza en Su administración, en Su gobierno. Podemos decir también que Su trono tiene como meta que la operación que Dios lleva a cabo en Su economía. La palabra economía denota arreglo, administración familiar o administración gubernamental. En realidad, los siete Espíritus son el Espíritu de Dios que ha sido intensificado siete veces con el propósito de que Dios lleve a cabo Su administración. Así como el número siete denota la ejecución completa de la operación que Dios realiza, los siete Espíritus tienen como meta la ejecución de lo que Dios desea realizar en la tierra. En cuanto a Su esencia y existencia, el Espíritu de Dios es uno; sin embargo, con respecto a la función y obra que Dios realiza, el Espíritu de Dios es siete veces intensificado.
Apocalipsis 4:5 dice que las siete lámparas de fuego que ardían delante del trono son los siete Espíritus de Dios. Estas lámparas conforman las siete lámparas del candelero. En el Antiguo Testamento había un solo candelero en el tabernáculo. Si bien en existencia el candelero era uno, en función éste era siete lámparas. Basado en lo dicho en Apocalipsis, que las siete lámparas son los siete Espíritus, podemos afirmar que el candelero tipifica al Dios Triuno. El oro, que es la naturaleza del candelero, tipifica al Padre; la forma que tiene el candelero se refiere al Hijo como forma, y las siete lámparas representan al Espíritu Santo como expresión.
Apocalipsis 5:6 nos dice que los siete Espíritus de Dios son los siete ojos del Cordero. Cristo, como el Cordero de Dios que efectúa nuestra redención, tiene siete ojos. Algunos afirman que el Padre, el Hijo y el Espíritu están separados el uno del otro. Tal afirmación es completamente errónea. ¿Cómo puede los ojos de una persona estar separados de la misma? El Espíritu Santo es los ojos de Cristo. Zacarías 4:10 declara que estas siete lámparas son los siete ojos del Señor y estos ojos, según Zacarías 3:9, son los siete ojos de la piedra, el cual es Cristo.
Con los ojos uno puede observar y escudriñar. Cristo como el Cordero que nos redimió tiene siete ojos que observan e escudriñan con el objetivo de ejecutar el juicio de Dios en el universo y cumplir el propósito eterno de Dios, el cual tendrá Su consumación en la edificación de la Nueva Jerusalén. Por tanto, Zacarías 3:9 da profecía de Él como la piedra, la cual es la primera piedra (4:7) con siete ojos con miras al edificio de Dios. Estos siete ojos son los “siete Espíritu de Dios enviados por toda la tierra” (Ap. 5:6), los cuales “recorren toda la tierra” (Zac. 4:10).
El Espíritu es el Espíritu consumado, la consumación del Dios Triuno procesado (Jn. 7:39; 1 P. 1:2; Ap. 22:17a). Génesis 1:2 nos dice que el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas, y al final, la Biblia concluye en Apocalipsis 22:17 hablándonos de “el Espíritu” y la novia. El Espíritu es la consumación del Dios Triuno que pasó por un proceso, y la novia es la consumación del hombre tripartito que fue transformado. El Dios que fue procesado se casa con el hombre que fue transformado. El Esposo es triuno y Su esposa es tripartita; los dos se corresponden el uno al otro. El Dios Triuno fue procesado, y el hombre tripartido habrá de ser transformado completamente. Por un lado, Dios pasó por un proceso en el cual se vistió de la naturaleza humana, y por otro, el hombre fue transformado al ser partícipe de la naturaleza divina. Dios tomó la naturaleza humana con la finalidad de pasar por un proceso, y el hombre recibió la naturaleza divina con el objetivo de ser transformado. De esta forma, la naturaleza de Dios se convierte en la naturaleza del hombre, y la naturaleza del hombre llega a ser la naturaleza de Dios. Los sesenta y seis libros de la Biblia concluyen con la boda de esta pareja, la cual es el Dios Triuno quien pasó por un proceso y el hombre tripartito quien fue transformado.
Juan 7:39 nos dice que “pues aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado”. Jesús fue glorificado en Su resurrección (Lc. 24:26). Después de Su crucifixión y resurrección, Jesús fue glorificado, y el Dios Triuno llegó a Su consumación. Al resucitar y en resurrección, el Señor Jesús regresó y les dijo a los discípulos que bautizasen a las naciones en el Dios Triuno: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. No fue hasta el cumplimiento de la resurrección de Cristo que tenemos un entendimiento cabal con respecto al nombre del Dios Triuno. Fue en virtud de Su resurrección que Cristo fue hecho Espíritu vivificante, o sea, “el Espíritu”.
En 1 Pedro 1:2 también se menciona a “el Espíritu”. En este versículo se nos dice que fuimos elegidos “según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo”. La santificación del Espíritu lleva a cabo la elección del Padre a fin de que recibamos la redención efectuada por Dios el Hijo. La santificación del Espíritu nos separa del mundo a fin de que disfrutemos la salvación completa de Dios. El Espíritu es el Espíritu consumado como la consumación del Dios Triuno procesado.