
En los mensajes anteriores recibimos una visión. Nuestro Dios tiene una economía divina, la cual consiste en que Él mismo se imparta en Cristo a Sus escogidos, a aquellos que creen en Él. Desde el momento en que fuimos salvos y regenerados, el Cristo que es la corporificación de Dios ha sido impartido en nosotros para ser nuestra vida, nuestro suministro y nuestro todo, a fin de que seamos justos, santificados y redimidos. Esto no es mera ética, filosofía ni religión humanas; más bien, es el Dios Triuno que ha pasado por un proceso y se ha impartido a nosotros y luego se expresa en nuestro vivir. Ahora somos hijos de Dios y miembros de Cristo. Diariamente recibimos la transfusión de Cristo, y a cada momento recibimos el alimento de vida. Como resultado, crecemos en la vida de Dios, y somos coordinados y edificados juntamente para ser un vaso corporativo, el cual es la iglesia, el Cuerpo de Cristo y la morada de Dios. Ésta es la meta de la economía de Dios.
Por esta razón, después que somos regenerados, tenemos que aprender a no vivir por nosotros mismos, sino por Cristo, llevando a diario una vida de muerte y resurrección. De este modo, el elemento de Dios puede ser añadido a nosotros día tras día, y podemos ser gradualmente liberados de nuestro ser natural. Cuando vivamos a Cristo de esta manera, la iglesia se hará manifiesta.
Ahora escogeremos algunos versículos importantes de 1 y 2 Corintios a fin de demostrar que Cristo llega a ser nuestra vida interiormente y nuestro vivir exteriormente con miras a que la iglesia sea edificada.
En 1 Corintios 3:11 se nos dice: “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo”. Cristo es el único fundamento que Dios tiene para la edificación de la iglesia. Él es la piedra viva de fundamento que sostiene la iglesia. Mientras Él sostiene la iglesia, al mismo tiempo le imparte un suministro (vs. 6-7). Él suple la necesidad de nuestra vida interior a fin de que crezcamos por Él. Por medio de esto nosotros también somos juntamente sostenidos.
En 1 Corintios 3 podemos ver el crecimiento y la edificación de la iglesia. Por un lado, la iglesia es la labranza de Dios. En esta labranza se produce la vida vegetal cuando se planta, se riega y hay crecimiento. Por otro lado, la iglesia es el edificio de Dios, cuyos materiales apropiados para la edificación son minerales preciosos, tales como el oro, la plata y las piedras preciosas. Al pasar del crecimiento de las plantas a la edificación de los minerales, hay un proceso de transformación. Por consiguiente, Cristo no es solamente el fundamento para que los creyentes sean edificados (v. 12a), sino que también es la impartición divina mediante la cual los creyentes son transformados, en la vida divina, para ser los materiales preciosos de la iglesia (v. 12b). Cuanto más recibamos la impartición de Cristo y más crezcamos en la vida de Dios, más transformada será nuestra naturaleza interna mediante el elemento de Dios para llegar a ser el material apto para la edificación de la iglesia.
En 1 Corintios 12:4 leemos: “Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo”. Esto nos permite ver que los dones espirituales son repartidos por el Espíritu. Es por ello que tenemos que aprender a vivir en el espíritu y no en nosotros mismos, a fin de que el Espíritu tenga una base para propagarse en nuestro interior. Este Espíritu que se propaga llega a ser nuestro don. Por esta razón, cuando vengan a la reunión, los exhortaría encarecidamente a todos ustedes a que primero aprendan a orar. Esto es lo más sencillo de hacer. En segundo lugar, deben aprender a testificar. En tercer lugar, deben aprender a profetizar por el Señor. Si ponen esto en práctica y aprovechan la oportunidad para orar, testificar o profetizar en la reunión, el don del Espíritu Santo podrá propagarse en ustedes, y espontáneamente su función se hará manifiesta.
Por muchos años, entre nosotros hemos hablado acerca de los servicios de la iglesia, y hemos animado a los santos a participar en ellos. Pero los servicios de la iglesia de los cuales hemos hablado son principalmente servicios prácticos, como la limpieza, el arreglo del salón, el servicio de los ujieres y la hospitalidad. Estas cosas ciertamente tienen su importancia; pero el verdadero servicio de la iglesia no tiene que ver tanto con asuntos prácticos, sino con asuntos espirituales. Mientras ustedes se ocupan de esta conferencia especial, está bien que hagan lo posible por atender las necesidades tocantes a los servicios prácticos. Pero cuando vengan a las reuniones, deben liberar su espíritu y orar de manera prevaleciente, uno por uno. Sus testimonios deben ser concisos y su profetizar debe tener mucho contenido. Si practican esto repetidas veces, ejercitando su espíritu, su mente, su capacidad de expresión y su denuedo, las reuniones serán ricas. Sólo entonces toda la iglesia entrará a participar en el servicio espiritual. Lo principal con relación al servicio espiritual es la predicación del evangelio para salvar a los pecadores, la labor de apacentar a los corderos, el pastoreo y perfeccionamiento mutuos y el profetizar por el Señor. Cuando todos los santos hayan sido equipados con los dones espirituales que reparte el Espíritu, el evangelio se propagará de manera más prevaleciente, y más santos serán nutridos, cuidados y perfeccionados, y las reuniones se volverán más vivientes y ricas.
En 1 Corintios 12 se nos muestra que Cristo es la Cabeza de Su Cuerpo, quien equipa a cada uno de Sus miembros con el Espíritu que reparte los dones espirituales y les suministra dicho Espíritu, a fin de que ellos, mediante el don y capacidad del Espíritu que reparte, no sólo sean capaces de participar en el ministerio del Señor de edificar el Cuerpo de Cristo (1 Co. 12:5), sino que también mediante dicho don y función, puedan participar en la operación que tiene como fin llevar a cabo Su economía eterna (v. 6), con miras a la edificación del Cuerpo de Cristo. Por esta razón, tenemos que recibir continuamente la impartición del Espíritu en nosotros y cooperar con Su operación, a fin de que el don del Espíritu se propague continuamente en nosotros. De este modo, nuestra función espiritual se hará manifiesta, y tendremos parte en el ministerio de la edificación de la iglesia.
Por lo tanto, podemos ver que hoy en día no se trata de que nosotros esperemos que Dios o el Espíritu se muevan, sino de que Cristo, el Espíritu, quien reparte los dones espirituales, está esperando que nosotros tomemos la iniciativa. Por consiguiente, en las reuniones, o fuera de las reuniones, tenemos que actuar junto con el Espíritu cuando Él fluya en nuestro interior. De este modo, no sólo todos podremos servir en las reuniones, sino que aun fuera de las reuniones abundaremos en el servicio espiritual.
En 2 Corintios 3:18 se nos dice: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Si miramos la gloria del Señor a cara descubierta, el Señor también se hará manifiesto y nos transfundirá lo que Él es. Todos hemos tenido esta clase de experiencia. Especialmente en la mañana, si nos abrimos al Señor y tenemos comunión con Él cara a cara, las riquezas del Señor se impartirán a nosotros, y seremos transformados gradualmente en Su gloriosa imagen. De este modo, seremos constituidos ministros del Nuevo Testamento con miras a la edificación del Cuerpo de Cristo (2 Co. 3:6). Así podremos ayudar a otros a ser salvos, y también a crecer y ser perfeccionados. Asimismo podremos tener el ministerio neotestamentario que porta la gloriosa imagen de Cristo y lo imparte (4:1).
A medida que seamos constituidos poco a poco para ser los ministros del Nuevo Testamento, podremos asumir la responsabilidad del ministerio neotestamentario. Sólo entonces podremos conducir a nuestros amigos a creer en el Señor y ser salvos. Asimismo podremos nutrir a los creyentes recién salvos y enseñar y perfeccionar a los santos uno a uno. De este modo, llegaremos a ser una persona que porta el ministerio neotestamentario. Si tenemos más hermanos así entre nosotros, la condición de la iglesia cambiará notablemente. No sólo tendremos un servicio espiritual en las reuniones, sino que tendremos el servicio espiritual en cualquier lugar y en todo lugar en nuestra vida diaria, fuera de las reuniones. Con relación a nosotros, tener un trabajo es simplemente ganarnos la vida; pero nuestra verdadera profesión es servir al Señor. La oportunidad para servir en las reuniones es muy limitada; pero en la vida diaria, tenemos muchas oportunidades para impartir a Cristo en las personas.
En 2 Corintios 4:7 se nos dice: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros”. El tesoro aquí es el glorioso Cristo, quien es la corporificación de Dios que llega a ser nuestra vida y nuestro todo. Él vive dentro de nosotros, los creyentes, y sigue operando de modo multiforme. Él continuamente nos suministra el supereminente poder por medio de Su impartición, constituyéndonos a nosotros, vasos frágiles y sin valor, ministros del Nuevo Testamento (2 Co. 3:6), a fin de que podamos cumplir nuestro ministerio neotestamentario, que consiste en predicar el evangelio con miras a la edificación de la iglesia (vs. 7b, 2-4).
En 2 Corintios 12:9a leemos: “Y me ha dicho: Bástate Mi gracia; porque Mi poder se perfecciona en la debilidad”. La gracia aquí es Cristo mismo que pasó por la muerte y la resurrección y ha sido impartido a nosotros en resurrección y que ha llegado a ser nuestro suministro y disfrute. Es por medio de esta gracia que Pablo laboró más que los demás apóstoles. Aunque él laboró mucho para Dios, declaró que no era él, sino la gracia de Dios que estaba con él (1 Co. 15:10). Por consiguiente, a fin de vivir la vida de iglesia y llevar a cabo el servicio de la iglesia, necesitamos diariamente tener contacto y comunión con el Cristo que es la gracia de Dios, a fin de que Sus riquezas se impartan a nosotros como la gracia que disfrutamos. De este modo, el poder de Cristo extenderá tabernáculo sobre nosotros, y así podremos laborar más para Dios y hacer lo que el Señor desea que hagamos. Al final, el Cristo todo-inclusivo llegará a ser nuestro rico disfrute en la labor que realizamos para Dios, y recogeremos una abundante cosecha (v. 58), que es el perfeccionamiento de los santos y la edificación de la iglesia.
(Mensaje dado por el hermano Witness Lee en Kuching, Malasia el 2 de noviembre de 1990).