Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Evangelio de Dios, El (folleto)»
1
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

EL EVANGELIO DE DIOS

  El tema del libro de Romanos es el evangelio de Dios (1:1). Los creyentes suelen decir que hay cuatro Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Sin embargo, Pablo también considera como evangelio la epístola que él escribió a los romanos. En los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento el evangelio trata de Cristo en la carne tal como Él vivió entre Sus discípulos antes de Su muerte y resurrección. Después de Su encarnación y antes de Su muerte y resurrección, Él andaba entre Sus discípulos, pero aún no estaba en ellos. En el libro de Romanos el evangelio se relaciona con Cristo como Espíritu, y no con el Cristo en la carne. En el capítulo 8 de Romanos vemos que el Espíritu de vida que mora en nosotros es Cristo mismo. Cristo vive ahora en nosotros. El Cristo presentado en los cuatro Evangelios andaba entre los discípulos, pero el Cristo descrito en el libro de Romanos se halla dentro de nosotros (vs. 9-10). El Cristo de los cuatro Evangelios es el Cristo después de Su encarnación y antes de Su muerte y resurrección. Como tal, Él es el Cristo que está fuera de nosotros. Pero en Romanos, Él es el Cristo después de Su resurrección; como tal, Él es el Cristo que mora en nosotros. Esto es algo más profundo y subjetivo que el Cristo en los Evangelios. Debemos tener presente que el evangelio que se presenta en Romanos alude a que Cristo como el Espíritu vive en nosotros después de Su resurrección.

  Si únicamente tenemos el evangelio que presenta a Cristo en el aspecto que se describe en los primeros cuatro libros del Nuevo Testamento, nuestro evangelio es muy objetivo. Necesitamos el quinto evangelio, el libro de Romanos, a fin de que nos revele el evangelio subjetivo de Cristo. Nuestro Cristo no es simplemente el Cristo en la carne después de la encarnación y antes de la resurrección, el Cristo que estaba entre los discípulos. Nuestro Cristo es más elevado y subjetivo. Él es el Espíritu de vida que está dentro de nosotros. Este Cristo es muy subjetivo para nosotros. Los capítulos 14 y 15 de Juan revelan que Cristo moraría en Sus creyentes, pero esto no se cumplió antes de Su resurrección. El libro de Romanos es el evangelio del Cristo después de Su resurrección, lo cual muestra que Él es ahora el Salvador subjetivo en Sus creyentes. Así que, este evangelio es más profundo y más subjetivo.

PROMETIDO EN LAS ESCRITURAS

  Este evangelio fue prometido por Dios mediante los profetas en las Escrituras, lo cual indica que el evangelio de Dios no fue algo accidental, sino que fue planeado y preparado por Dios. La Biblia nos muestra que este evangelio fue planeado por Dios en la eternidad pasada. Antes de la fundación del mundo, Dios planeó tener este evangelio. Así que, en muchas ocasiones en las Santas Escrituras, desde Génesis hasta Malaquías, Dios habló en forma de promesa mediante los profetas con respecto a este evangelio.

ACERCA DE CRISTO

  Este evangelio de Dios trata de una Persona, Cristo. Sin duda, el evangelio incluye el perdón, la salvación, etc., pero estos elementos no constituyen el punto central. El evangelio de Dios se centra en la Persona del Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor. Esta maravillosa Persona tiene dos naturalezas: la naturaleza divina y la naturaleza humana, es decir, la divinidad y la humanidad.

Del linaje de David

  Pablo menciona primero la humanidad de Cristo, no Su divinidad, al decir que provenía del linaje de David según la carne (Ro. 1:3). Esto alude a Su naturaleza humana, a Su humanidad.

Designado Hijo de Dios por la resurrección

  Después, Pablo dice que Cristo “fue designado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (v. 4). Esto es una clara referencia a la divinidad de Cristo. ¿Por qué Su humanidad se menciona primero y Su divinidad al final?

  Pablo menciona primero la humanidad de Cristo, porque con esto se preserva la secuencia del proceso de Cristo. Primero, Cristo pasó por el proceso de la encarnación a fin de llegar a ser carne. Luego, Él pasó por el proceso de la muerte y resurrección. Por medio de este segundo paso de Su proceso, Él llegó a ser el Hijo de Dios por Su resurrección. Cristo pasó por dos pasos, el primero fue la encarnación, y el segundo fue la muerte y resurrección. Por medio de estos dos pasos, Cristo llegó a ser dos cosas diferentes. Primero, llegó a ser carne mediante la encarnación, y segundo, llegó a ser el Hijo de Dios, por medio de la muerte y resurrección. El primer paso introdujo a Dios en la humanidad, y el segundo introdujo al hombre en la divinidad. Cristo como Persona divina, antes de Su encarnación, ya era el Hijo de Dios (Jn. 1:18); incluso Romanos 8:3 dice: “Dios, enviando a Su propio Hijo”. Ya que Cristo era el Hijo de Dios antes de Su encarnación, ¿por qué necesitaba ser designado Hijo de Dios por la resurrección? Esto es debido a que por medio de la encarnación Él se vistió con un elemento nuevo, la carne, es decir, la naturaleza humana, y dicho elemento no tenía nada que ver con la divinidad. Antes de Su encarnación, Cristo, una persona divina, era el Hijo de Dios, pero la parte humana de Él, el Jesús hecho carne con la naturaleza humana que había nacido de María, no era el Hijo de Dios. Esa parte de Él era únicamente humana. Cristo, por Su resurrección, santificó y elevó Su naturaleza humana, de Su humanidad, y fue designado el Hijo de Dios en Su naturaleza humana por Su resurrección. Así que, en este sentido, la Biblia dice que Él fue engendrado como Hijo de Dios en Su resurrección (Hch. 13:33; He. 1:5).

  Usemos el ejemplo de una pequeña semilla de clavel. Cuando esta semilla es sembrada en la tierra, crece y florece mediante un proceso que podríamos llamar su designación. Cuando contemplamos la pequeña semilla de clavel antes de que ésta sea sembrada en tierra, es difícil determinar qué clase de semilla es. Sin embargo, una vez que se siembra, crece y florece, entonces es designada. Al florecer, ella es designada. Tanto la semilla como la flor son el clavel, pero la forma de la flor es muy diferente a la forma de la semilla. Si la semilla permaneciera sin echar flores, para la mayoría de la gente sería muy difícil determinar si es un clavel o no. Pero una vez que crece y florece es designada como clavel para que todos la vean.

  Cuando Cristo estuvo en la carne, durante los treinta y tres años y medio que vivió en la tierra, Él era exactamente como una semilla de clavel. Aunque el Hijo de Dios estaba en Él, nadie podía reconocerlo fácilmente. Pero al ser sembrado en la muerte y al crecer en resurrección, Él floreció. Mediante este proceso, Cristo fue designado Hijo de Dios y mediante este proceso elevó la carne, la naturaleza humana. Él no se quitó la carne, la humanidad, sino que la santificó, la elevó y la transformó, siendo designado, junto con Su humanidad transformada, como Hijo de Dios con poder divino. Como Hijo de Dios antes de Su encarnación, no poseía naturaleza humana. Después de Su resurrección, Él es el Hijo de Dios con humanidad elevada, santificada y transformada que procede de la resurrección. Él ahora es tanto de la humanidad como de la divinidad. Él es tanto el linaje de David como el Hijo de Dios. ¡Él es una persona maravillosa!

  Cristo se hizo carne para llevar a cabo la obra de redención, la cual requiere el derramamiento de sangre. Es verdad que la divinidad no tiene sangre; sólo la humanidad la tiene. No obstante, la redención exige el derramamiento de sangre, porque sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados (He. 9:22). Así que, Cristo se hizo carne para poder efectuar la obra de redención. Sin embargo, la redención no es la meta de Dios; es sólo el medio que abre el camino para obtener la vida. En el Evangelio de Juan, Cristo fue presentado primero como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (1:29) con el fin de redimir al hombre. Luego, Juan lo presentó con la paloma que da vida (vs. 32-33). Primero, Cristo realizó la obra de redención por nosotros, y después llegó a ser nuestra vida. Cristo se hizo carne para llevar a cabo la obra de redención por nosotros, y fue designado el Hijo de Dios por la resurrección, con el fin de impartirse a Sí mismo en nosotros como vida. El primer paso de este proceso fue para efectuar la redención, y el segundo fue para impartir vida. Ahora tenemos al Cristo resucitado dentro de nosotros como nuestra vida (Col. 3:4). El Cristo resucitado como Hijo de Dios es vida para nosotros. El que tiene al Hijo de Dios, tiene la vida (1 Jn. 5:12).

  La primera sección del libro de Romanos habla de la redención realizada por el Cristo en la carne. Romanos 8:3 dice que Dios envió a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y condenó al pecado en la carne. La segunda parte de Romanos trata de la impartición de vida. Romanos primero revela a Cristo como el Redentor en la carne, y luego lo revela como el Espíritu vivificante. En Romanos 8:2 encontramos el término el Espíritu de vida. Éste es el Espíritu que mora en nosotros. El Espíritu que mora en nosotros es el Espíritu de Cristo, y el Espíritu de Cristo es Cristo mismo dentro de nosotros (vs. 9-10).

  ¿Por qué el libro de Romanos empieza de esta manera? Cada libro de la Biblia comienza de una manera particular que difiere de los demás. La manera en que Pablo empieza el libro de Romanos de la manera que lo hace, se debe a que Romanos tiene una meta, la cual vemos en 8:29 y 30. Esta meta es producir muchos hijos para Dios. Y esta meta de producir muchos hijos para Dios requiere redención, impartición de vida y el vivir por medio de esta vida. Como hombres caídos y como pecadores, necesitamos redención, necesitamos la vida divina y necesitamos vivir por la vida divina para ser regenerados, transformados y plenamente glorificados como hijos de Dios. Finalmente, todos seremos hijos de Dios en plenitud.

  Dios tenía un solo Hijo, Su Hijo unigénito. Sin embargo, no estaba satisfecho con tener un solo Hijo; Él deseaba engendrar muchos hijos e introducirlos en la gloria (He. 2:10). Por esta razón, usó a Su Hijo unigénito como modelo, o patrón, con el cual producir muchos hijos. ¿Se da cuenta de que Cristo pasó por un proceso para ser designado Hijo de Dios, y que nosotros también estamos pasando por este mismo proceso con el fin de ser designados como los muchos hijos de Dios? Originalmente, Cristo era el único Hijo de Dios. Pero en cierto momento este Hijo de Dios entró en la carne y llegó a ser un hombre llamado Jesús. Después de treinta y tres años y medio, Jesús fue designado por la resurrección para ser el Hijo de Dios. En ese momento, Dios obtuvo un Hijo que tenía tanto divinidad como humanidad. Antes de Su encarnación, el Hijo de Dios solamente poseía divinidad, pero después de Su resurrección, este Hijo de Dios poseía tanto divinidad como humanidad. Ahora la humanidad tiene parte en el Hijo de Dios. En la actualidad, el Hijo de Dios tiene tanto humanidad como divinidad.

  ¿Qué de nosotros? Nosotros nacimos como hijos de hombre, pero nacimos de nuevo como hijos de Dios. Seamos hombres o mujeres, todos somos hijos de Dios. Somos hijos de Dios porque el Espíritu del Hijo de Dios entró en nosotros (Gá. 4:6). Tal como el Hijo de Dios entró en la carne mediante la encarnación, así también el Espíritu del Hijo de Dios entró en nosotros, quienes somos carne. Por lo tanto, en cierto sentido, cada uno de nosotros es igual a Jesús. Jesús era un hombre en la carne con el Hijo de Dios en Él, y nosotros también somos de carne con el Hijo de Dios en nosotros. ¿No es usted un hombre de carne con el Hijo de Dios en usted? Ciertamente, sí lo es. Pero no debemos permanecer como somos. Estamos esperando ser designados. Seremos designados por la santificación, transformación y glorificación. Como hombres de carne que tenemos al Hijo de Dios en nosotros, estamos bajo el proceso de santificación, transformación y glorificación. El tiempo vendrá en que declararemos: “¡Somos designados para ser hijos de Dios por la resurrección!”. Cuando Él confesó que era el Hijo de Dios, lo mataron. Pero por medio de la muerte y la resurrección, Él fue designado el Hijo de Dios. Después que Jesús resucitó, ya no fue necesario que Él declarara ser el Hijo de Dios, pues ya había sido designado. Hoy en día si decimos a otros que somos hijos de Dios, ellos pensarán que estamos mentalmente perturbados. Sin embargo, según nos dice el libro de Romanos, pronto llegará el día de la revelación, o sea, la manifestación, de la gloria de los hijos de Dios, cuando seremos designados en gloria como los hijos de Dios (Ro. 8:19, 21). No será necesario hacer ninguna proclamación, espontáneamente seremos designados hijos de Dios.

  Romanos 1:3-4 presenta a Jesús como el prototipo. En Romanos 8:29-30 los muchos hijos de Dios son presentados como la producción masiva. Con el prototipo está el Espíritu de santidad, la carne y la designación como el Hijo de Dios. ¡Alabado sea el Señor! Nosotros también tenemos al Espíritu de santidad interiormente y la carne humana exteriormente, y seremos designados plenamente como hijos de Dios. Éste es el evangelio de Dios.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración