
En los mensajes anteriores hemos visto que nuestra disposición es nuestro ser interior, es decir, lo que somos interiormente, y que nuestro carácter es la expresión exterior de lo que somos interiormente. En una conferencia reciente, vimos cuatro asuntos intrínsecos de la iglesia: su esencia intrínseca, su crecimiento intrínseco, su edificación intrínseca y su comunión intrínseca (véase La edificación orgánica de la iglesia como el Cuerpo de Cristo para ser el organismo del Dios Triuno procesado y dispensador, publicado por el Living Stream Ministry). Estos cuatro asuntos intrínsecos están en contra de nuestra disposición y carácter. Están en contra de nuestro ser interior y nuestra expresión exterior. Sin nuestro ser interior y nuestra expresión exterior, no queda nada en la iglesia excepto Dios como el elemento intrínseco.
Los cuatro asuntos intrínsecos de la iglesia son Dios mismo. La esencia intrínseca de la iglesia es la vida divina, y la vida divina es Dios mismo. Dios es la esencia, crecimiento, edificación y comunión intrínsecos de la iglesia. El elemento intrínseco de la iglesia sencillamente es Dios. Este Dios no es el Dios “crudo”, sino el Dios Triuno procesado que ahora se dispensa, el cual está incorporado en Jesucristo (Col. 2:9). Dios, quien es el elemento intrínseco de la iglesia, es Cristo. Cristo es la Cabeza de la iglesia (Ef. 1:22), el nuevo hombre universal, y Cristo también es el Cuerpo (1 Co. 12:12; Col. 3:11). En 1 Corintios 12:12 dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo”. Cristo no sólo es la Cabeza sino también el Cuerpo. Por lo tanto, Cristo; quien es la incorporación del Dios Triuno procesado que ahora se dispensa, es la totalidad de la iglesia.
Colosenses 3:11 dice: “Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos”. Todo lo que está en el nuevo hombre es Cristo. En el nuevo hombre no hay griego, ni judío, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo. Cristo es usted y yo. Cristo es todo. En el nuevo hombre Cristo es todo y también está en todos. En Colosenses 3:11 la palabra “todos” se refiere a todos los miembros que constituyen al nuevo hombre. Todos los miembros son Cristo. Ninguno de los miembros es chino, ninguno es británico, ninguno es negro o blanco, y ninguno es hombre o mujer. Si el versículo 11 terminara diciendo “Cristo es todo”, tal vez nos parecería que Cristo ha reemplazado a los miembros de la iglesia. Sin embargo, Pablo añadió: “y en todos”. Todos los miembros todavía están en la iglesia, pero Cristo está en todos los miembros, y Cristo incluso es todos los miembros. El Cristo todo-inclusivo es la iglesia como una entidad corporativa porque la esencia intrínseca, el crecimiento intrínseco, la edificación intrínseca y la comunión intrínseca de la iglesia son el Dios Triuno que se dispensa, el cual está incorporado en Cristo.
Cristo es la incorporación de Dios. El es el Dios completo en Su Trinidad divina, y también es un hombre perfecto. Por medio de Su muerte y resurrección, Cristo, quien es el Dios completo y el Hombre perfecto, llegó a ser el Espíritu (1 Co. 15:45b; 2 Co. 3:17). Este mismo Espíritu todo-inclusivo es la consumación del Dios Triuno. En la eternidad pasada el Dios Triuno no estaba consumado, pero por medio de pasar por los procesos de la encarnación, el vivir humano, la muerte todo-inclusiva y la resurrección, El fue consumado para ser el Espíritu todo-inclusivo. Apocalipsis 22:17 dice: “Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven”. La Biblia termina en el título divino y todo-inclusivo: “el Espíritu”.
Cristo es la incorporación del Dios Triuno, y el Espíritu es Cristo hecho real. Efesios 4:4 dice que hay “un cuerpo, y un Espíritu”. Este versículo indica que el Espíritu y el Cuerpo no son dos entidades sino una sola. La esencia, el crecimiento, la edificación y la comunión de la iglesia son el Dios Triuno procesado que ahora se dispensa, el cual está incorporado en Cristo, quien es hecho real como el Espíritu todo-inclusivo, la consumación del Dios Triuno procesado.
Originalmente, en la creación de Dios había un solo hombre, Adán. Eva no estaba presente en la creación original de Dios. Dios tomó una de las costillas de Adán y de la costilla edificó una mujer como ayuda idónea (Gn. 2:21-22). Como ayuda idónea de Adán, Eva era su complemento que correspondía a él. Ninguna otra criatura pudo complementar al hombre como ayuda idónea. Dios sólo necesitaba un tiempo corto para edificar a Eva de la costilla de Adán, pero para edificar a los creyentes para que sean la iglesia, El ha necesitado casi dos mil años. Dios ha estado edificando y todavía está edificando; la edificación de la iglesia ha requerido un largo período de tiempo.
Debido a que la edificación de la iglesia ha tomado tanto tiempo, en el curso de este proceso los creyentes, quienes son las materiales, han tenido lugar para pelear entre si y para causar problemas. Todos estos problemas sirven para edificar la iglesia. La edificación de la mujer formada de la costilla de Adán fue un tipo. El cumplimiento del tipo es la edificación de la iglesia, y la edificación de la iglesia ha pasado por muchos problemas. Los problemas en la iglesia han sido una clase de “tamizar”. En los tiempos de Pablo hubo un “tamizar”. Pablo dijo: “Me abandonaron todos los que están en Asia” (2 Ti. 1:15). Las iglesias en Asia abandonaron su ministerio. Sin embargo, esto no significa que ninguna persona en Asia permanecía fiel al ministerio del Señor. En Apocalipsis 1 y 2, las siete iglesias en Asia todavía estaban bajo el ministerio del Señor. Los problemas descritos en Números 16 también fueron un “tamizar”. En Números 16 Coré con toda su casa fue tragado por la tierra (v. 32). No obstante, ciertos salmos fueron escritos por los descendientes de la familia de Coré (Sal. 42, 44—49; 84—85; 87—88). Todavía quedaron algunos de la familia de Coré que llegaron a ser personas santas y que eran salmistas.
Las personas que causan problemas tal vez no quieran hacerlo. No obstante, su disposición los hace hacerlo. Puede ser que no les guste causar problemas, pero no pueden evitarlo. De igual manera, tal vez no nos guste enojarnos con nuestro esposo o esposa. Cuando nos enojamos, con el tiempo nos lamentamos y tal vez nos resolvamos a no volver a hacerlo jamás. No obstante, es posible que después de media hora nos enojemos otra vez porque es nuestra disposición hacerlo. Por otra parte, tal vez seamos aquellos nacidos con otra clase de disposición. Tal vez seamos de la clase de personas que pueden estar muy enojados interiormente, pero que pueden “tragar” el enojo y no expresarlo. Tal vez se habla bien de nosotros por nuestro comportamiento, pero interiormente somos igual que los que se enojan. Además, debido a nuestra disposición, nos es difícil enojarnos de manera apropiada, como lo hizo el Señor Jesús con los cambistas en el templo (Jn. 2:14-17). En la vida de la iglesia vivimos mucho conforme a nuestra disposición. Por lo tanto, la iglesia no está constituida única y absolutamente de Dios, Cristo y el Espíritu.
A nadie le gusta tener problemas. A nuestro parecer, no son buenos. Sin embargo, los problemas son necesarios para tratar con nuestra disposición. Aparentemente, nuestra disposición es una parte de nosotros que nada puede quebrantar ni cambiar. Cambiar la disposición es como cambiar la propia estructura de nuestros huesos. Por lo tanto debido a nuestra disposición los problemas, en cierto sentido, son necesarios para la edificación de la iglesia. En el pasado, ciertos santos estaban firmemente arraigados en su disposición. Sin embargo, han sufrido mucho debido a los problemas y han clamado al Señor. Sus lágrimas han sido el mejor “detergente” para quitar su disposición. Hoy en día no están tan arraigados en su disposición como antes.
Al principio, cuando llegamos al recobro, pensamos que la iglesia era maravillosa. Ese fue el tiempo de nuestra “luna de miel”. Tal vez esperábamos que la luna de miel duraría toda la vida. No obstante, con el tiempo la luna de miel se convirtió en una luna de “vinagre”. Puede ser que nos hayamos preguntado: “¿Esta es la maravillosa vida de la iglesia?” Muy frecuentemente los problemas en la vida de la iglesia son como vinagre para nosotros. La maravillosa vida de la iglesia es una vida donde no sólo se encuentra “miel”, sino también y aun más frecuentemente “vinagre”. Muchas veces parece que este “vinagre” está por todos lados en la vida de la iglesia. Sin embargo, en otras ocasiones hay dulzura en la vida de la iglesia. El Señor es el mejor Médico. El sabe cuánta “miel” y cuánto “vinagre” recetar para nosotros. Recientemente tuve un problema cutáneo, y el dermatólogo me dijo que lavara el área afectada dos veces al día usando agua con vinagre. El vinagre fue eficaz para matar todos los gérmenes. Finalmente, debido a que hemos sido limpiados por medio de los problemas en la vida de la iglesia, los cuales son como el vinagre, el Señor declarará que los “gérmenes” en la iglesia han sido quitados.
Queremos ver a continuación que la edificación de la iglesia como el Cuerpo de Cristo se lleva a cabo por medio de nuestro crecimiento en vida, y que nuestro crecimiento en vida es producido por el crecimiento de Dios en nosotros. Colosenses 2:19 dice que todo el Cuerpo crece con el crecimiento de Dios (gr.). Esto significa que nuestro crecimiento en la vida divina requiere que Dios crezca en nosotros. Cuando Dios crece en nosotros, nosotros crecemos con el crecimiento de Dios.
Esto es muy profundo y misterioso. Tal vez nos preguntemos cómo es posible que Dios crezca, pero Colosenses 2:19 nos dice que si nosotros vamos a crecer, tenemos que crecer con algún crecimiento. Crecemos con el crecimiento de Dios. Sólo podemos crecer con el crecimiento de Dios. Dios es perfecto y completo, así que ¿cómo es posible que una Persona que es perfecta y completa crezca? El crecimiento es para la madurez, pero sabemos que Dios es “anciano”. El no es viejo, pero sí ha existido desde siempre. El Antiguo Testamento lo llama el “Anciano de días” (Dn. 7:9, 13, 22). ¿Necesita tal Anciano crecer? La respuesta es ésta: En Sí, Dios no crece, pero en usted y en mí, El necesita crecer.
Dios está en nosotros, pero ¿cuánto de Dios está en nosotros? Nosotros los cristianos somos hijos de Dios, y tenemos a Dios en nosotros. Dios y nosotros estamos mezclados como una sola persona, pero tenemos que examinar nuestra situación verdadera. ¿Hay más de nosotros y menos de Dios, o más de Dios y menos de nosotros? Tal vez declaremos que tenemos a Dios y que Dios y nosotros somos uno, pero ¿qué de los hechos de nuestro caso en la actualidad? Muchos de nosotros tenemos que admitir que en nosotros hay más de nosotros y menos de Dios.
Nosotros somos “más” y Dios es “menos” porque no le damos lugar en nosotros. No cooperamos con El. Darle lugar en nosotros es dejar que El crezca. Cualquier cosa orgánica requiere espacio para crecer adecuadamente. En Mateo 13 la semilla tipifica la palabra que tiene en sí la vida divina (vs. 2-23). Esta semilla ha sido sembrada en nuestro corazón. Necesita suficiente espacio para crecer adecuada y completamente. Conforme a Mateo 13, en algunos casos la semilla casi no puede crecer porque muchas cosas que tenemos en nuestros corazones no dejan ningún lugar para que crezca. Hay muchas cosas aparte de Dios que ocupan nuestro corazón. El Señor nos dice que las espinas son las preocupaciones de este siglo y el engaño de las riquezas, los cuales ahogan la palabra (v. 22). Cualquier cosa que no sea Dios es una cosa que ahoga; tales cosas ahogan la vida divina, la cual es Dios, dentro de nosotros. Debido a las cosas que ocupan nuestro corazón, la semilla de vida en nosotros no tiene lugar; no tiene la posibilidad de crecer. Para que nosotros crezcamos con el crecimiento de Dios, tenemos que dar lugar a Dios en nuestro interior.
En todas las reuniones a las cuales asistimos, debemos dar lugar a Dios dentro de nosotros. Debemos cooperar con El. La reunión cristiana es una esfera donde Dios habla. Si Dios no puede hablar, El no puede ganar nada. La mayor parte de la raza humana no permite que Dios hable. Dios salva a la gente y los junta en reuniones para que El pueda hablar en el hablar de ellos. ¿Quién permitirá que Dios hable en esta tierra? Dios nos salva, nos rescata, nos separa del mundo y nos reúne para que El pueda hablar, pero El no puede hablar por Sí solo. En la época neotestamentaria, Dios lo hace todo conforme al principio de la encarnación. No hace nada por Sí solo. Siempre hace las cosas juntamente con el hombre, en el hombre y mediante el hombre, por medio de ser uno con el hombre y por medio de que el hombre sea uno con El. El no puede hablar por Sí solo; para que El pueda hablar hoy, El tiene que hablar mediante nosotros.
Dios quiere hablar, pero ¿hablamos nosotros? La práctica del cristianismo es que un solo hombre habla y los demás escuchan. Debido a que muy pocos de los hijos del Señor quieren hablar, algunos profesionales son entrenados a hablar en lugar de la congregación. Ciertamente a Dios no le gusta esto, así que estamos haciendo todo lo posible por hacer esta práctica a un lado y dar a Dios la oportunidad de hablar. Dios está en nosotros, y El quiere hablar. El quiere que nosotros hablemos para que El pueda hablar en nuestro hablar. Pero, ¿porqué no hablamos nosotros? No hablamos porque en nosotros hay demasiado de nosotros y muy poco del Dios Triuno. Si cooperamos con Dios para hablar, El ganará el lugar que necesita en nosotros para crecer.
Muchas veces y en muchas cosas no damos lugar a Dios en nosotros. Dentro de nosotros El está esperando la oportunidad de crecer. El quiere crecer en nosotros. Siempre necesitamos darle el lugar en nosotros. Cuando le damos lugar en nuestro interior, El crece y Su crecimiento dentro de nosotros llega a ser nuestro crecimiento. Hoy en día, dentro de muchos cristianos, no hay casi ningún lugar donde el Dios que mora en ellos pueda crecer. Por la mañana en el día del Señor, muchos de nosotros venimos a la reunión pero no hablamos. Dios está en nosotros, pero no queremos darle lugar para crecer. Podemos darle un poco de lugar por medio de hablar. Necesitamos hablar de parte del Señor y proclamar al Señor. Cuanto más hablemos, más tendremos para hablar. Cuanto más hablemos, tanto más podremos hablar. Cuanto más hablemos, más aprenderemos cómo hablar. Y mientras más hablamos, más recibimos el suministro de Dios. Mientras más hablamos, más lugar damos a Dios en nuestro interior. Entonces El crece en nosotros.
La razón por la cual nos hemos esforzado y hemos pagado un precio tan alto por cambiar nuestra manera, es decir, dejar de tener reuniones donde un solo hombre habla para tener reuniones donde todos hablen, es para que Dios crezca en nosotros. El principio de dejar que Dios crezca no sólo tiene que ver con el hablar en las reuniones, sino con todas las cosas en nuestra vida diaria. En Juan 3:30, Juan el Bautista dijo: “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe”. Esta es la manera de Dios. El crece y nosotros menguamos. La palabra griega que se traduce crecer en este versículo también puede traducirse aumentar. Crecer es aumentar. Debemos dejar que Dios crezca, lo cual significa que debemos darle lugar dentro de nosotros para aumentar. Entonces, El tendrá la manera de crecer en nosotros en todo.