
Lectura bíblica: Ex. 30:23-33; 2 Co. 1:21-22
Queremos tener más comunión en cuanto a cómo podemos crecer para que la iglesia sea edificada. Lo hacemos por la unción del Espíritu compuesto, tipificado por el ungüento compuesto de Exodo 30.
Hemos visto que todas las partes del tabernáculo y su contenido no eran santos hasta que fueran ungidos (Ex. 30:26-29). La unción fue el factor que hizo santo el tabernáculo entero. Esta unción santificó toda la morada de Dios. La palabra santificar significa unir algo a Dios, hacer que tenga la esencia divina y la naturaleza de Dios.
Ser santificado no significa ser perfecto, sin pecado, ni quiere decir meramente ser separado y cambiado en cuanto a posición. Hablando con propiedad, ser santificado significa ser unido a Dios. Por supuesto, si estamos unidos a Dios, estamos separados. Pero esta unión con Dios no sólo representa un cambio en posición sino también en disposición. Al ser santificados todo nuestro ser es mezclado con la esencia divina y santa y así es transformado.
Romanos 1:4 habla del “Espíritu de santidad”. Se traduce en la Biblia Wuest: “la esencia divina” en vez de “el Espíritu de santidad”. Así que, la santidad es la esencia divina del ser de Dios. Ser santificado es ser unido a la esencia divina, ser adherido a ella. Ser santificado consiste en ser hecho uno con Dios y en que Dios sea uno con nosotros. La santificación es llevada a cabo por el Espíritu ungidor, quien nos unge con la esencia divina de Dios.
Hemos visto de Exodo 30 que el ungüento compuesto tipifica el Espíritu compuesto. El Espíritu hoy es un compuesto. En el capítulo anterior vimos todos los ingredientes del ungüento compuesto, los cuales tipifican los ingredientes del Espíritu compuesto actual, el cual nos unge todo el tiempo. La humanidad y la divinidad de Cristo, Su muerte y la eficacia de ella, Su resurrección y el poder de ella han sido añadidos al Espíritu. La capacidad de llevar responsabilidad y el elemento edificador también son elementos del Espíritu compuesto. En esto consiste el Espíritu abundante de Jesucristo (Fil. 1:19). Todos los elementos de la persona de Cristo y de Su obra han sido puestos en este Espíritu, el Espíritu compuesto.
Todos los sacerdotes y el tabernáculo con todas sus partes estaban bajo la unción del ungüento compuesto. Sin esta unción, no podían ser santos, o sea, ninguno podía ser adherido a Dios, unido con El. La esencia divina de Dios no habría tenido nada que ver con ninguna parte del tabernáculo ni con ningún sacerdote si no hubieran sido ungidos. Esto significa que bajo la unción del Espíritu compuesto está la morada de Dios, la vida de la iglesia, el sacerdocio y el cuerpo de servidores verdaderos.
Tenemos que ver que el Espíritu ya no es el Espíritu de Dios que posee sólo la divinidad; el Espíritu actual es el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu compuesto tipificado por el ungüento compuesto. El ungüento compuesto de Exodo 30 es el aceite de la unción santa. Ser santo significa ser uno con Dios. No importa cuán perfecto sea usted, si no es uno con Dios y si Dios no es uno con usted, no es santo.
Lo que necesitamos hoy en la vida de la iglesia es la unción del aceite de la unción santa, el Espíritu compuesto. Nunca podríamos edificar la vida de iglesia apropiada con las enseñanzas. Hace muchos años cuando las personas venían a mí con sus preguntas y problemas, yo les podía dar una respuesta. Hoy tengo una sola cosa que decir: “Vayan al Señor y pregúntenle a El”. Hace muchos años enseñaba a las personas cómo cuidar de sus niños, pero esa enseñanza no funcionó. La enseñanza no funciona. Aun si usted me enseña una y otra vez a ser humilde, no puedo serlo. Cuanto más enseñanza recibo en cuanto a ser humilde, más orgulloso llego a ser. Les podría dar la mejor enseñanza en cuanto a nuestra necesidad de amarnos, pero con el tiempo discutiremos los unos con los otros. La enseñanza estimula los pensamientos, el ejercicio de la mente. No ministra vida a la gente. Lo que necesitamos hoy no es la enseñanza sino la unción.
Cada parte del tabernáculo tenía que ser ungida. Habría sido una necedad enseñar a las partes del tabernáculo cómo ser santas. No necesitan la enseñanza para ser santas. Necesitaban que algo les hiciera santas. Como morada neotestamentaria de Dios, nosotros también necesitamos que algo nos haga santos: el Espíritu compuesto. No me enseñen; en vez de eso, derramen el Espíritu compuesto sobre mí. Luego aunque no sepa la enseñanza de la santidad, en realidad seré santo. Lo que necesitamos es la realidad, no la enseñanza vacía. Necesitamos la realidad del amor fraternal, no la enseñanza. Necesitamos la esencia de amor, no la mera terminología de amor. Lo que necesitamos hoy es ser ungido con la esencia de Dios por medio de la unción del Espíritu compuesto.
El libro de Romanos habla de la santificación, la transformación, la conformación y la glorificación. Todas éstas se llevan a cabo por la unción del Espíritu, y el Espíritu es Cristo mismo (2 Co. 3:17). Algunos tal vez se pregunten: “¿Dónde está Cristo?” Romanos 10 dice que no hay necesidad de ir a los cielos para traer abajo a Cristo ni de ir al abismo para hacerle subir (vs. 6-7). Cristo como la palabra está en nuestra boca (v. 8). El se hizo la palabra viva, el Espíritu, para estar en nuestra boca como el aire, el aliento, que puede ser recibido en nuestro ser. Cristo hoy es el aire compuesto, el Espíritu vivificante, y tenemos que respirarlo.
Romanos 10 nos da la manera de inhalarlo, a saber, invocando el nombre del Señor. El versículo 12 dice que El es rico para con todos los que le invocan. Tenemos que invocarle día y noche para poder participar de las riquezas del Señor.
Conforme al servicio sacerdotal en el tabernáculo, los sacerdotes tenían que encender la lámpara y luego quemar el incienso (Ex. 30:7). La lámpara representa la Palabra (Sal. 119:105), y el incienso representa la oración (Sal. 141:2). Cuando venimos a encender la lámpara, tenemos que ofrecer el incienso. Esto muestra que cuando tocamos la Palabra, tenemos que orar. La oración nunca debe estar separada de la Palabra. Estar en la Palabra requiere la verdadera oración. Para encender la lámpara, uno necesita quemar el incienso.
La manera más sencilla de orar consiste en invocar el nombre del Señor. Cuando invocamos el nombre del Señor, recibimos Su persona, y Su persona es el Espíritu compuesto al cual fueron añadidos todos los ingredientes del ser de Cristo y de Su obra. Si invocamos el nombre del Señor en oración cuando leamos la Palabra, seremos ungidos con el Espíritu compuesto, y espontáneamente seremos santos.
Hoy lo que necesitamos no son las enseñanzas, sino la unción. Cada parte de la vida de la iglesia necesita ser ungida. Por eso tenemos que invocar el nombre del Señor. Cuanto más invocamos el nombre del Señor, más somos ungidos con El como el Espíritu compuesto. Bajo esta unción tenemos la realidad de la tienda de reunión, el tabernáculo y el sacerdocio.
Tenemos que apartarnos de las enseñanzas doctrinales y adherirnos a la práctica de invocar el nombre del Señor para que seamos ungidos. Tenemos que ser renovados y revolucionados. La unción siempre es fresca, pero las enseñanzas siempre son viejas. Necesitamos ser ungidos constantemente de manera fresca con el Espíritu invocando el nombre del Señor todo el día.
Con esta unción somos sellados con el Espíritu (2 Co. 1:22). De hecho, la unción nos sella. El sello es la marca que indica que somos la herencia de Dios. ¿Cómo se puede notar que somos el pueblo de Dios? Sólo con la unción, el sello, del Espíritu compuesto. Cuando estamos bajo la unción y el sello continuo del Espíritu, damos a otros la impresión de que somos el pueblo de Dios, que pertenecemos a Dios. Si usted tiñe una camisa blanca una y otra vez con tinte azul, con el tiempo todos se darán cuenta de que es una camisa azul. De igual manera, si somos ungidos con el Espíritu constantemente, todos se darán cuenta de que pertenecemos a Dios, porque seremos Su expresión. ¿Cómo sabemos que somos salvos? Cuanto más somos ungidos, más estamos seguros de que somos salvos. Dudamos de nuestra salvación porque no somos ungidos mucho. Cuanto más ungidos somos, más tenemos la marca del Espíritu como el sello vivo, la cual nos hace llevar la imagen de Dios.
Además, cuanto más somos ungidos, más recibimos las arras, la garantía, el disfrute, el anticipo, del Espíritu (2 Co. 1:22). Cuando entremos en la eternidad en la Nueva Jerusalén, disfrutaremos completa y eternamente al Espíritu compuesto. Hoy tenemos las arras, la garantía, el anticipo, de este Espíritu.
Si queremos tener la vida de iglesia apropiada, ser edificados juntos, servir al Señor como sacerdocio, necesitamos la unción. Cada parte de la vida de la iglesia y todos los que están en la vida de la iglesia tienen que ser ungidos. No podemos tener la edificación del sacerdocio si no somos ungidos. Cuando estamos bajo la unción del Espíritu compuesto, tenemos el sacerdocio y el servicio en el Cuerpo. La manera de ser ungido es invocar el nombre del Señor constantemente. El resultado es la edificación de la tienda de reunión, la morada de Dios y el sacerdocio en la vida de la iglesia de hoy.