
Lectura bíblica: 1 Co. 1:2, 10-13; 2:14-16; 3:1-4, 16, 21-23; 6:13b, 15a, 17, 19-20; 12:12; 14:5, 12, 37; 16:18
En 1 Corintios se encuentran muchas cosas especiales que no se pueden encontrar en ningún otro libro de la Biblia. El capítulo uno nos dice que Cristo es el poder y la sabiduría de Dios (vs. 24, 30). La sabiduría tiene como fin planear, proponer; el poder tiene como fin llevar a cabo, cumplir, lo que fue planeado y propuesto. El dinero de una persona rica es su poder. Pero aunque usted sea rico, poderoso, de todos modos necesita la sabiduría para hacer cosas con su dinero. Si un automóvil no tiene gasolina, no tiene poder. Pero si una persona no tiene la suficiente sabiduría, no puede manejar el automóvil. Tanto el poder como la sabiduría son necesarios para manejar el automóvil. En la economía de Dios Cristo es el poder y la sabiduría de Dios.
En la sabiduría de Dios se incluyen tres cosas principales: la justicia, la santificación y la redención (v. 30). La justicia se aplica al pasado. En el pasado éramos un desastre, pero Cristo es nuestra justicia para el pasado. La santificación se aplica al presente. Debemos ser santos, santificados, pero no por nuestra propia cuenta. Cristo mismo es nuestra santificación. El es la vida que nos santifica en el presente. En el futuro El será nuestra redención para redimir nuestro cuerpo.
En el capítulo dos se encuentran muchos asuntos maravillosos. Aquí, Pablo habla del misterio de Dios y de lo que Dios ordenó de antemano y las cosas que preparó para nosotros que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre (v. 9). Pero Dios nos las reveló por el Espíritu, y nos las dio por Su gracia (vs. 10-12). Dios ordenó de antemano a Cristo, lo preparó, lo reveló y nos lo dio como el Señor de gloria (vs. 7-8) y como las profundidades de Dios (v. 10). En 1 Corintios 2 también dice que tenemos la mente de Cristo (v. 16).
Espero que recordemos los cinco puntos del capítulo uno: el poder, la sabiduría, la justicia, la santificación y la redención. Todos estos puntos son Cristo mismo dado por Dios a nosotros como nuestra porción divina. En el capítulo dos debemos recordar tres cosas: el Señor de la gloria (v. 8), las profundidades de Dios y la mente de Cristo.
En 1 Corintios 3 vimos el asunto de plantar, regar, crecer, transformar y edificar (vs. 6-14). Somos la labranza de Dios y Su edificio, y crecemos en vida en la labranza de Dios para ser producidos como material precioso para el edificio de Dios.
En el capítulo tres Pablo también habla del templo de Dios (vs. 16-17). El templo aquí es colectivo y corporativo, no individual. Somos muchos, pero el templo es uno solo. Podemos ser hechos uno al recibir el alimento y el agua y al ser edificados y transformados. Al crecer y ser transformados, llegamos a ser oro, plata y piedras preciosas, y somos edificados para ser el templo de Dios. Somos el templo de Dios, y el Espíritu Santo mora en nosotros.
Al final del capítulo tres, Pablo dice: “Todo es vuestro: sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo por venir, todo es vuestro, pero vosotros sois de Cristo, y Cristo de Dios” (vs. 21-23). Debemos darnos cuenta de que todas las cosas son nuestras, así que son del templo, de la iglesia. Todas las cosas, incluyendo el cielo y la tierra con todas las plantas, animales y seres humanos, son de la iglesia. Incluso Satanás y los demonios son de la iglesia. Sin duda odiamos a Satanás y a los demonios, pero Dios, en Su soberanía, los utiliza para la edificación de la iglesia.
Todo lo presente, lo por venir, la vida y la muerte son de la iglesia. Todo es de la iglesia. Este es el punto fundamental del propósito de Dios. Dios creó el cielo, la tierra, los ángeles y todos los seres humanos para la iglesia. Dios incluso dejó que un ángel fuera Su adversario, Satanás, para la iglesia. Dios también dejó que muchos de Sus ángeles se rebelaran para la iglesia. Todo es para la iglesia.
Los creyentes de Corinto en su necedad dijeron que eran de Pablo y de Apolos, pero Pablo dijo que tanto él como Apolos eran de ellos. La iglesia no es de Pablo; Pablo es de la iglesia. Todas las cosas y las personas son de la iglesia. Todas las cosas son de usted, usted es de Cristo, y Cristo es de Dios. Esto significa que todas las cosas son de la iglesia, la iglesia es de Cristo, y Cristo es de Dios. Toda la plenitud de la Deidad mora en Cristo (Col. 2:9), Cristo está en la iglesia, y la iglesia es el centro de todo el universo.
Ahora consideremos el capítulo cuatro de 1 Corintios. En el versículo 15 Pablo dijo: “Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tenéis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio”. Los corintios no eran estudiantes de Pablo; eran sus hijos. El fue el padre que los engendró.
En el capítulo cinco hay un punto sobresaliente. Pablo nos dijo que podía estar lejos de Corinto y al mismo tiempo asistir a la reunión que tenían allí, en su espíritu. El versículo 4 dice: “En el nombre de nuestro Señor Jesús, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesús”. Pablo dijo que cuando se reunían, él estaba allí en su espíritu. Esto muestra que podemos estar lejos de un lugar y al mismo tiempo estar allí en nuestro espíritu. Pablo no sólo asistió a su reunión, sino que también ejerció la autoridad del Señor para entregar a un pecador a Satanás (v. 5). El espíritu del apóstol fue tan fuerte que se reunía con ellos para ejecutar este juicio sobre la persona maligna.
Ahora venimos al capítulo seis. El versículo 17 dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con El”. Este es un versículo maravilloso que muestra la unión orgánica que los creyentes tienen con el Señor al creer en El (Jn. 3:15-16).
En 1 Corintios 6 también dice que nuestro cuerpo físico es para el Señor, y el Señor es para nuestro cuerpo físico (v. 13). ¿Tiene usted algún problema en el cuerpo? Si lo tiene, debe orar diciendo: “Señor, mi cuerpo es para Ti, y Tú eres para mi cuerpo. Tienes que cuidar de mi cuerpo”. El capítulo seis es muy profundo. Revela que nuestro espíritu y nuestro cuerpo son la morada de Dios. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (v. 19).
Esto corresponde con Romanos 12, el cual dice que si queremos tener la vida del Cuerpo, la vida de la iglesia, debemos presentar nuestro cuerpo físico al Señor (v. 1). Tal vez digamos que amamos al Señor con nuestro corazón y que servimos al Señor en nuestro espíritu pero, ¿qué pasa con nuestro cuerpo? No podemos decir que amamos al Señor y dejar nuestro cuerpo en la casa fuera de las reuniones de la iglesia. También debemos entender que nuestro cuerpo es para la iglesia en el aspecto de cómo nos vestimos. Si nos diéramos cuenta de que nuestro cuerpo es para la iglesia, el Cuerpo de Cristo, diríamos: “Señor, ¿cómo podría usar mal mi cuerpo? ¿Cómo podría usurpar mi cuerpo y usarlo para otras cosas? Mi cuerpo es únicamente para Tu Cuerpo. Mi cuerpo no debe ser un anuncio de la carne ni del mundo. Mi cuerpo debe ser un anuncio del Cuerpo del Señor”.
Debemos recordar estos tres puntos: 1) el que se une al Señor, es un solo espíritu con El; 2) nuestro cuerpo es para el Señor, y el Señor es para nuestro cuerpo; 3) cuando usamos nuestro cuerpo adecuadamente, tenemos la vida del Cuerpo. Si usamos mal nuestro cuerpo, el Cuerpo de Cristo no puede estar entre nosotros.
Ahora consideremos 1 Corintios 7. Pablo nos dice aquí que no tenía el mandamiento del Señor, pero dio su parecer (v. 25). Debemos tomar lo que expresó en su parecer como palabra de Dios. El expresó su parecer, pero también dijo: “Pienso que también yo tengo el Espíritu de Dios” (v. 40). Cuando pensamos que no tenemos el mandamiento del Señor, pero expresamos nuestro parecer y esto viene del Señor, hemos alcanzado el nivel espiritual más elevado.
El capítulo ocho habla de la conciencia de los creyentes. Pablo habla aquí de cuidar a los débiles y de no herir su débil conciencia (vs. 11-12). La conciencia es la parte principal de nuestro espíritu (Ro. 8:16 cfr. 9:1). Cuando la conciencia es dañada, el fluir, la comunión, del Espíritu es cortado. En otros libros se trata la conciencia, pero no de la misma manera que Pablo la toca en 1 Corintios 8. Esto se debe a que 1 Corintios revela que Cristo es el Espíritu vivificante que mora en nuestro espíritu (15:45; 6:17), y la parte principal del espíritu es la conciencia. Si nuestra conciencia es dañada, el fluir que tenemos entre nosotros y el Dios Triuno será cortado. Habrá algo entre nosotros y el Señor, y nos sentiremos muertos.
En el capítulo nueve Pablo dice que sembró entre los corintios lo espiritual (v. 11). Luego en el capítulo diez habla de que Cristo es nuestro alimento espiritual, nuestra bebida espiritual y nuestra roca espiritual (vs. 3-4).
El capítulo once toca la verdad acerca de cubrirse la cabeza (vs. 2-16) y la mesa del Señor (vs. 17-34). Cubrirse la cabeza está relacionado con Cristo como Cabeza, y la mesa del Señor está relacionada con el Cuerpo de Cristo. Así que, el capítulo once cuida de la Cabeza y del Cuerpo. También habla de que los santos se congregaban para lo peor, y no para lo mejor (v. 17). Los cristianos siempre piensan que con tal que se reúnan, todo está bien. Pero Pablo dice que es posible que nos congreguemos no para lo mejor, sino para lo peor.
El punto principal del capítulo doce consiste en el hecho de que el Cuerpo, la iglesia, es Cristo. El versículo 12 dice: “Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también el Cristo”. Este versículo es único en la Biblia, porque nos dice que Cristo no sólo es la Cabeza, sino también el Cuerpo.
El capítulo trece nos muestra que Cristo es amor. Las lenguas cesarán, y las profecías y el conocimiento se volverán inútiles, pero Cristo como amor nunca deja de ser (v. 8). El nunca falla, nunca se desvanece, ni llega al fin.
El capítulo catorce principalmente revela que profetizar edifica la iglesia (v. 4b).
En el versículo 31 Pablo dice: “Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan y todos sean alentados”. Pero en 12:29 dice: “¿Son todos profetas?” Así que, el capítulo doce indica que no todos somos profetas, pero el capítulo catorce dice que todos podemos profetizar. También, el capítulo once dice que las mujeres pueden orar y profetizar (v. 5), pero el capítulo catorce dice que las mujeres deben callarse (v. 34). Estos pasajes de la Palabra muestran que no debemos ser legalistas. Hoy estamos en la edad del Espíritu. No debemos hacer de ninguna práctica un legalismo. El hermano Watchman Nee, en el prefacio de La vida cristiana normal de la iglesia, dice que tenía miedo de que las personas tomarían su libro como un manual para hacer de algo un asunto legal.
Hoy no es la edad de la ley. En la ley todo se menciona de manera clara y definida, y no hay lugar para discusiones. Pero en 1 Corintios 11:34 Pablo dice: “Las demás cosas las pondré en orden cuando yo vaya”. Esto indica que el apóstol no dio instrucciones en cuanto a todo lo relacionado con la vida de la iglesia. En cuanto a “las demás cosas” debemos buscar al Señor para ser guiados por El, basándonos en los principios establecidos en el Nuevo Testamento y siendo gobernados por los mismos. Pablo habla a los corintios de la división en los capítulos uno y tres, de un hermano pecador en el capítulo cinco, de un pleito en el capítulo seis, de la adoración a los ídolos en el capítulo ocho y de cubrirse la cabeza y de la mesa del Señor en el capítulo once. Pero Pablo no les dijo todo. Si el apóstol Pablo no puede venir a nosotros, ¿qué debemos hacer? Pablo no puede venir, pero el Señor está aquí.
Si alguien dice que todos tenemos que orar-leer, vuelve esta práctica en un legalismo. Si otro dice que no debemos orar-leer, hace de esto un legalismo. Algo no es correcto si es un legalismo. Cuando algo se convierte en legalismo, eso trae muerte. Debemos decir: “Señor, te damos gracias porque no nos has dicho todo. Te damos gracias porque tenemos que abrir nuestro ser a Ti todo el tiempo”. ¿Debemos usar un piano o un órgano? ¿Debemos usar un himnario? No debemos convertir nada en un formalismo. Que el Señor tenga misericordia de nosotros para que nunca seamos legalistas. Si somos legalistas en algo, estamos terminados.
En 1 Timoteo 2 Pablo les dice a las hermanas que deben vestirse de manera modesta (v. 9). No podemos definir la norma de la modestia. ¿Cuán modesto es modesto? ¿Podemos tomar una decisión para establecer la norma? Por un lado, la revelación de la Biblia es completa. Por otro, necesitamos que el Espíritu viviente nos guíe a la realidad de todas las cosas. En la ley no hay lugar para debates. Pero en el Nuevo Testamento muchos detalles se dejan a la dirección interior del Espíritu. Por supuesto, en cuanto a la adoración a los ídolos, la herejía y la inmoralidad no se puede discutir, pero las formas y las prácticas no deben ser cosas legales.
¿Qué tan largas deben ser nuestras reuniones, y a qué hora deben empezar? La Biblia no nos cuenta de estas cosas. Entonces, ¿qué haremos? Por eso Pablo dice: “Las demás cosas las pondré en orden cuando yo vaya”. Puesto que hay muchas preguntas y muchos problemas, debemos acudir a la presencia del Señor. Debemos decir: “Señor, no podemos encontrar ninguna regla en Tu Palabra, pero Tú eres la Palabra viva”. Necesitamos tener un contacto vivo con el Señor. Debemos recibir todas las reglas e instrucciones del Nuevo Testamento en el espíritu. La letra del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento mata. El Espíritu da vida (2 Co. 3:6).
Pablo dice en 1 Corintios 15 que el postrer Adán se hizo Espíritu vivificante (v. 45). En la encarnación Cristo se hizo carne para la redención (Jn. 1:14, 29). Luego en la resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante con el fin de impartir vida (Jn. 10:10b).
En 1 Corintios 16 Pablo indica que ciertos hermanos fieles habían confortado su espíritu y el espíritu de todos los santos (vs. 17-18). Pablo no dijo que habían confortado su mente, su parte emotiva ni su corazón amoroso. Dijo que confortaron su espíritu. No se puede encontrar este punto en otra parte de la Biblia. Esto se debe a que en este libro la intención del apóstol es decirnos que siempre debemos estar en el espíritu. Si no estamos en el espíritu, nos es imposible experimentar a Cristo y tener la vida de la iglesia.
En 1 Corintios Pablo no dice mucho de sí mismo como lo hizo en 2 Corintios. El hermano Watchman Nee dijo que 2 Corintios puede considerarse una autobiografía de Pablo. Pero en su primera epístola de todos modos se puede ver que él es una persona que vive, actúa, obra y se conduce en el espíritu. Los capítulos cuatro, cinco y siete muestran que Pablo era esta clase de persona, una persona que estaba totalmente en el espíritu. Luego en el último capítulo dice que los hermanos que vinieron a él confortaron su espíritu. Pablo cuidaba de su espíritu primero. El era una persona completamente en el espíritu.
Tenemos que recordar que 1 Corintios no es un libro para los creyentes como individuos, sino para la iglesia. Debemos prestar atención al segundo versículo de este libro, en el cual Pablo se dirige a la iglesia de Dios que está en Corinto con todos los que invocan el nombre del Señor Jesucristo en todo lugar. No dice y sino con todos los que invocan el nombre del Señor. Si Pablo hubiera usado la palabra y, habría querido decir que todos los santos estaban en el mismo nivel que la iglesia. Pero Pablo usó la palabra con, lo cual indica que los santos pertenecen a la iglesia. Si decimos: “Los padres vinieron con los niños”, esto quiere decir que los niños pertenecen a los padres. Este libro fue escrito a la iglesia con todos los santos. Esto quiere decir que todos los santos necesitan una iglesia con la cual pueden identificarse.
Este libro está lleno del concepto de iglesia. Todo lo que está escrito allí está relacionado con la iglesia. No fue escrito a una persona individualmente, sino a una iglesia local con muchos santos. Si queremos conocer este libro, tenemos que estar en la iglesia. Si no estamos en una iglesia local, no tenemos la posición ni la autoridad apropiadas para entenderlo. Si queremos ver algo, tenemos que estar en la posición correcta con la perspectiva apropiada, y la perspectiva apropiada de este libro es la iglesia local.
En 1:10 Pablo dice: “Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer”. Es posible estar perfectamente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer y hablar una misma cosa sólo cuando estamos en el espíritu. Cuando estamos en el alma, no estamos unidos en un mismo sentir. La única manera es ser transformados al permanecer en el espíritu.
En el versículo 13 Pablo dice: “¿Está dividido Cristo?” Pablo dice esto porque Cristo está en usted, en mí y en todos los santos. Esto implica que tenemos que olvidarnos de nosotros mismos y simplemente tomar a Cristo. Entonces seremos uno. Si no tomamos a Cristo de manera práctica en nuestra vida diaria, ¿cómo podemos ser uno los unos con los otros? Es imposible. Somos muchos individuos, pero Cristo es uno solo. Cuando estamos en nosotros mismos, somos muchos, pero cuando tenemos a Cristo y estamos en El, somos uno.
En el capítulo dos Pablo revela que para tener a Cristo, para que El sea real a nosotros, para experimentarle y participar de El, tenemos que ser espirituales y no anímicos. El hombre anímico, el hombre que está en el alma, nunca puede entender las cosas de Cristo (v. 14). Esto es parecido a tratar de percibir un sonido con los ojos. El sonido sólo puede percibirse con el órgano auditivo. Cristo es el Espíritu vivificante y sólo puede entenderse con el órgano espiritual, es decir, el espíritu. Sólo el hombre espiritual discierne las profundidades de Dios, las cuales son Cristo mismo (vs. 10-11, 15).
Esto no es mera doctrina. Tenemos que estar en el espíritu para que el Espíritu pueda saturar nuestra alma y tomar posesión de todo nuestro ser. Luego podemos decir, como lo dice Pablo en 2:16, que tenemos la mente de Cristo. La palabra nosotros de este versículo no se refiere a los creyentes carnales o entregados al alma que estaban en Corinto sino a los del versículo 6 que predicaban la sabiduría de Dios y ministraban las cosas espirituales a las personas espirituales (v. 13). Estos son los apóstoles y todos los que andan en el espíritu. Los creyentes carnales que se han entregado al alma no pueden decir que tienen la mente de Cristo.
Romanos 12:2 dice que seamos transformados por la renovación de la mente. Sólo los cristianos regenerados y transformados pueden decir que tienen la mente de Cristo. Una persona como Pablo tiene la capacidad de decir que tiene la mente de Cristo porque es una persona espiritual y ha sido transformada al ser renovada su mente con la saturación del Espíritu Santo. Tal persona puede expresar su opinión porque tiene la mente de Cristo. Su opinión tiene algo de Cristo.
Un hombre anímico es un hombre natural, uno que deja que su alma (incluyendo la mente, la parte emotiva y la voluntad) tome posesión de todo su ser y que vive por su alma, ignorando su espíritu, no utilizando su espíritu y aun conduciéndose como si no tuviera espíritu (Jud. 19). A los cristianos anímicos les gusta discutir y debatir en cuanto a doctrinas.
Algunos cristianos son aún peores que los anímicos. Pablo dijo que los creyentes de Corinto eran carnales y aun hombres de carne (3:3, 1). Esto quiere decir que eran entregados completamente a la carne. En 1 Corintios 5 y 6 se describe lo que significa ser un hombre de carne. Hay cosas inmorales tales como la fornicación y el adulterio en el capítulo cinco y en el capítulo seis hay cosas como agravios, envidia y peleas que llegan a pleitos entre los creyentes.
Por supuesto, Pablo no era un hombre de carne ni era anímico. El era un hombre espiritual. Pablo demostraba el Espíritu ejercitando su espíritu (2:4). Su espíritu era tan fuerte que asistió a la reunión de los corintios en su espíritu aunque no podía estar allí físicamente. Es imposible tener la vida de la iglesia con personas de la carne y personas anímicas. Sólo las personas espirituales pueden tener la vida de la iglesia.
Hoy entre los cristianos que buscan al Señor hay un concepto erróneo. Los cristianos fundamentales piensan que la iglesia puede ser edificada con las enseñanzas. Los cristianos pentecostales piensan que la iglesia puede ser edificada con los dones. Pero la historia muestra que las doctrinas y los dones han dividido a los hijos del Señor. La iglesia puede ser edificada sólo si somos cristianos espirituales, cristianos que vivimos conforme a nuestro espíritu que está mezclado con el Espíritu de Dios.
Debemos cuidar sólo del disfrute del Señor. Luego tendremos un solo sentir, seremos de un solo parecer y hablaremos la misma cosa. Cuando nos volvemos al espíritu, somos iguales. Mientras vivimos en el espíritu, la iglesia como labranza de Dios cultiva a Cristo. Cristo fue sembrado en nosotros, y ahora necesita brotar de nosotros. Lo que necesitamos actualmente es volvernos al espíritu. Luego cultivaremos a Cristo y seremos transformados. Si permanecemos en el espíritu, no importa nuestro entorno ni nuestras circunstancias, el Espíritu tomará posesión de nosotros, y seremos personas diferentes. Luego habrá la verdadera posibilidad de que tengamos la vida de la iglesia. Podemos ser edificados en el templo de Dios sólo si estamos en el espíritu. Somos uno en el espíritu porque allí sólo existe Cristo, y Cristo lo es todo. Cuando tenemos a Cristo, tenemos amor y paciencia. Cuando tenemos a Cristo, lo tenemos todo.
Si estamos en el espíritu, usaremos nuestro cuerpo físico de manera apropiada. Necesitamos dejar que el Espíritu tome posesión de todo nuestro ser; luego sabremos cómo usar nuestro cuerpo. La capacidad para tener la vida de la iglesia está en nuestro espíritu, pero lo práctico de la vida de la iglesia está con nuestro cuerpo. En 1 Corintios 2 y 3 Pablo habla del espíritu, del alma y de la carne, y en el capítulo seis habla de nuestro cuerpo físico. Si queremos tener la vida de iglesia adecuada, tenemos que usar nuestro cuerpo de manera correcta.
Si se descuida en la manera de vestirse, está usando mal su cuerpo. Su cuerpo es para Cristo, y Cristo es para su cuerpo (v. 13). A las personas del mundo les gusta trasnochar, haciendo del día noche y de la noche día. Si somos así, nos será difícil pasar tiempo con el Señor en la mañana. En este asunto, usamos mal nuestro cuerpo. Tenemos que estar en el espíritu para controlar nuestro cuerpo y usarlo de manera apropiada.
El capítulo seis habla de los pecados de fornicación y de comer en exceso (v. 13). Si comemos en restaurantes a menudo, usamos mal nuestro cuerpo, porque esto no es sano. Debemos ser liberados de muchos hábitos viejos por los cuales usamos mal nuestro cuerpo. Todo lo relacionado con la manera en que comemos, nos vestimos y vivimos para nuestra existencia física tiene que ser apropiado. Nuestro cuerpo debe ser entregado absoluta y exclusivamente al Señor.
Necesitamos aprender la lección de ser fortalecidos en nuestro espíritu por el Señor, de ser saturados con el Señor en nuestra alma y de ser controlados por el Señor en nuestro cuerpo. Luego habrá la posibilidad y la manera práctica de que tengamos la vida de la iglesia. Entonces la iglesia podrá ser edificada como el templo de Dios, y podremos glorificar a Dios en nuestro cuerpo de manera corporativa (v. 20). Seremos miembros vivos del Cuerpo de Cristo en nuestros cuerpos con nuestro espíritu fortalecido y todas las partes de nuestra alma saturadas con el Espíritu.