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Mensajes del libro «Expresión práctica de la iglesia, La»
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CAPITULO DIECISEIS

FUNCIONAR LIBERANDO EL ESPIRITU

  Lectura bíblica: 2 Co. 3:6, 17; Ro. 1:9; 8:4-5; 12:11; 1 Co. 5:3-4

  En la iglesia, la verdadera función es la liberación del espíritu. Nuestra función en la iglesia local depende completamente de que liberemos el espíritu. “El Espíritu vivifica” (2 Co. 3:6). Este es otro principio básico.

“LA LETRA MATA”

  En nuestra función, debemos liberar el espíritu. “La letra mata, más el Espíritu vivifica”. La letra se refiere a las doctrinas, formalismos, preceptos e incluso los métodos. Estas cosas son de la letra. Todo lo que no es el Espíritu pertenece a la letra, y la letra mata.

  Lo que hagamos al funcionar en la iglesia debe ser algo que proceda del Espíritu y debe liberar el espíritu. Si oramos en las reuniones, tenemos que hacerlo liberando el espíritu; si damos un testimonio, tenemos que hacerlo liberando el espíritu. Todo debe hacerse no solamente en el espíritu, sino con la liberación del espíritu. Aun cuando visitamos a alguien para tener comunión con él, tenemos que hacerlo con la liberación del espíritu. Es necesario que el espíritu sea liberado, porque el Espíritu vivifica.

  Todo lo que no es del Espíritu pertenece a la letra. No digamos que debido al hecho de que oramos anoche de cierta manera, debemos orar de esa manera todo el tiempo. Esta actitud es algo de la letra. Quizá la oración estuvo viviente anoche, pero hoy estará muerta. Anoche se oró en el Espíritu pero hoy esa oración se convierte en letra, porque sólo se guardó la forma pero no se liberó el espíritu. Incluso preservar la vieja manera es de la letra. El principio básico consiste en que siempre que funcionemos en la iglesia, necesitamos la liberación del espíritu.

  Quizá usted pregunte si se debe orar en voz alta o en silencio, pero no le puedo contestar. Si puede liberar el espíritu orando en voz alta, hágalo en voz alta; si puede liberar el espíritu orando en silencio, entonces hágalo. No hay reglas. Quizá ayer tuve que orar en voz alta, pero esta mañana tengo que orar en silencio. El Espíritu a veces sopla muy fuerte y en otras ocasiones, muy silenciosamente. No debemos tener ninguna regla conforme a cierto método. Todo depende de la liberación del espíritu.

  Otros quizá pregunten si al principio de nuestras reuniones debemos primero pedir un himno u orar. Pero no es necesario que hablemos de lo primero o lo segundo, porque si convertimos estas prácticas en formalismos, inmediatamente estamos en la letra. Todo depende de la liberación del espíritu. Si uno tiene el sentir de orar al principio de la reunión, debe hacerlo; así la liberación del espíritu será muy prevaleciente. No es necesario esperar a que se pida un himno. Si alguien piensa que no debe orar porque no se ha pedido un himno, entonces se mata a sí mismo y matará a los demás. La letra mata. Por eso estamos peleando en contra del cristianismo formalizado. La levadura del cristianismo formalizado se ha introducido furtivamente en las reuniones de las iglesias locales.

  En algunas de las iglesias locales, las personas están acostumbradas a un determinado procedimiento. Por ejemplo, entran, se sientan, aguardan la hora del comienzo de la reunión, y luego, esperan que alguien pida un himno. Por supuesto, aunque esto no está escrito en un libro, sí está escrito muy dentro de sus mentes. Si alguien se comporta o funciona en las reuniones de alguna manera que no concuerda con el patrón establecido, entonces dicen que eso está mal. Tal actitud pertenece a la letra. No sólo debemos rechazar esto, sino también luchar en contra de ello. Debemos luchar contra tales formalismos.

  Alabamos al Señor porque la iglesia en Los Angeles es algo peculiar; sin embargo, creo que todavía no somos lo suficientemente peculiares. Es necesario que seamos más peculiares, aun hasta el punto que algún día espero ver a los hermanos y hermanas cantando himnos por las calles cuando vayan de camino a las reuniones. Empezarán a cantar himnos y a invocar el nombre del Señor mientras manejan sus autos yendo a las reuniones, e incluso entrarán al salón de reunión marchando y cantando un himno. Todos estarán muy alegres, fervientes en espíritu y ardiendo; no habrá procedimientos ni formalismos, pero tampoco ningún desorden. Todo estará en buen orden, pero en el espíritu, sin regla alguna.

  Algunos dicen que la iglesia en Los Angeles es “horrible”. Pero aún ¡no es lo suficiente “horrible!” Necesitamos ser más “horribles”. Queremos estremecer al cristianismo hasta el grado que todo el universo sea sacudido.

  Veamos lo que sucedió el día de Pentecostés. Algo inusual ocurrió aquel día en el judaísmo, lo cual no estaba de acuerdo con los preceptos del templo. Y creo que el Señor hará lo mismo hoy en día. ¡Alabado sea el Señor! Algo nuevo y diferente, algo peculiar y raro, está sucediendo hoy al cristianismo, lo cual al mismo tiempo es muy espiritual, viviente y lleno de vida.

EL PRINCIPIO DE LA ENCARNACION

  Debemos coordinar debidamente con el Señor, ya que en la dispensación del Nuevo Testamento, el Señor necesita nuestra coordinación. Si no colaboramos con el Señor, El no puede hacer nada. En la era del Nuevo Testamento, Dios opera mediante el principio de la encarnación, el cual consiste en que El se mezcla con el hombre y el hombre se mezcla con Dios en todo. El hombre debe cooperar con Dios para que el Señor pueda obrar. Creo que el Señor ha esperado mucho para tener una coordinación apropiada con el hombre: ¡casi veinte siglos!

  ¿No cree usted que el Espíritu Santo desea obtener un grupo de personas que cante por las calles? ¿Cree usted que el Espíritu Santo está contento cuando tantos cristianos están mudos todo el tiempo? Yo sí creo que el Señor desea que los cristianos anden cantando por las calles camino a las reuniones. Y creo que por siglos El ha tenido ese deseo, aunque nunca ha ocurrido. ¿Por qué no ha sucedido? Simplemente porque hace falta la coordinación humana. Si el Señor necesitara alguna clase de coordinación angélica, esto ya hubiera sucedido desde hace mucho tiempo, porque los ángeles estarían muy prestos para proporcionarle al Señor la debida coordinación. Pero nosotros somos muy lentos, torpes y flojos, y la religión formalizada ha influido demasiado en nosotros. Incluso pensamos que sólo un “grupo de tontos” cantaría por las calles yendo a las reuniones.

  Necesitamos aprender a cooperar con el Señor, y para ello, debemos aprender a andar en el espíritu. La palabra “andar” en el idioma griego significa actuar, hablar, comportarse y existir, lo cual incluye todos los aspectos de nuestra vida diaria. Es necesario andar en el espíritu, lo cual significa que debemos existir en el espíritu. Continuamente debemos comportarnos en el espíritu; aun cuando hablemos con nuestra esposa, debemos hablar en el espíritu. No sólo en las reuniones debemos orar en el espíritu, sino que también debemos hablar con nuestras esposas en el espíritu. Entonces nuestro espíritu estará ejercitado y fortalecido.

  Cualquier parte del cuerpo físico necesita el debido ejercicio. Aun nuestra mentalidad, hablando psicológicamente, necesita ejercicio. Los que tienen un doctorado han usado sus mentes por muchos años; por eso, son muy ágiles en el pensamiento. Pero ahora nosotros necesitamos ejercitar el espíritu para que nuestro espíritu sea reforzado y fortalecido. Tenemos un espíritu, así que debemos ejercitarlo y usarlo. Entonces no sólo nuestro espíritu será fortalecido, sino que nos acostumbraremos a usarlo; luego, todo lo que hagamos o digamos originará en el espíritu.

  No necesitamos esperar a que el Espíritu Santo nos inspire, sino que debemos ejercitar nuestro espíritu. El Espíritu Santo está esperando a que nosotros ejercitemos nuestro espíritu. Esto es semejante a abrir una ventana: cuando lo hacemos, inmediatamente entra una corriente de aire. Si cerramos las ventanas y las puertas, y nos arrodillamos a orar por una corriente de aire, somos insensatos: “Señor, te estoy pidiendo por una corriente de aire; te estoy esperando, Señor. No puedo hacer nada Señor, a menos que envíes una corriente de aire”. Este es un ejemplo de la enseñanza equivocada que encontramos en el cristianismo de hoy. He visto a personas que han esperado por treinta años, pero ninguna corriente les ha llegado.

  La corriente de aire está presente, pero El está esperando a que abramos la ventana. Tenemos que darle a la brisa la debida coordinación. Si simplemente abrimos todas las ventanas, ¡aleluya, la corriente entrará! Si ejercitamos nuestro espíritu, el Espíritu Santo se moverá de inmediato; El está en nosotros, esperando. Por tanto, tenemos que usar y ejercitar nuestro espíritu todo el tiempo.

  Creo que el tema está claro, pero necesitamos mucha práctica. Algunas veces los santos me preguntan cómo vencer su mal genio. Anteriormente, yo les daba una forma de hacerlo, pero hoy simplemente les digo que ejerciten el espíritu. Si usted se va a enojar, ejercite su espíritu al enojarse. Todos sabemos que con sólo ejercitar nuestro espíritu, no nos enojaremos. Esta es la manera de vencer nuestro mal genio; si queremos vencerlo, debemos ejercitar nuestro espíritu. Aun debemos ejercitar nuestro espíritu al reír o al llorar. Es necesaria la práctica de ejercitar nuestro espíritu todo el tiempo para que éste sea fortalecido, lo cual nos preparará para coordinar con el Espíritu Santo.

EL QUEBRANTAMIENTO DEL HOMBRE EXTERIOR

  El hermano Watchman Nee escribió un libro titulado The Release of the Spirit [La liberación del espíritu]. El título original del libro era The Breaking of the Outer Man for the Release of the Spirit [El quebrantamiento del hombre exterior para la liberación del espíritu]. Temo que muchos de los cristianos que leen este libro piensan que la liberación del espíritu se refiere al Espíritu Santo. Esto es erróneo. El hermano Nee se refiere a que nuestro espíritu necesita ser liberado. El Señor mismo es el Espíritu vivificante en nuestro espíritu; nuestro espíritu es simplemente el recipiente del Señor, del Espíritu vivificante. Si nuestro espíritu es liberado, entonces el Señor, quien está dentro de nuestro espíritu, espontáneamente será liberado. Pero si nuestro espíritu está cerrado, encarcelamos al Señor y El queda limitado a nuestro espíritu.

  Es un hecho que, cuanto más culta es una persona, más consciente está de sí misma. Los que no son muy cultos, simplemente no están muy conscientes de sí mismos. Si somos cultos, ponemos mucha diligencia en guardar cierta norma de conducta cuando hablamos o hacemos algo. ¡Esto simplemente mata al espíritu y edifica al hombre exterior! Aquellos que son cultos tienen un hombre exterior fuerte. Todos necesitamos el quebrantamiento de nuestro hombre exterior; nuestro hombre natural tiene que ser quebrantado. Cuando estamos en las reuniones, debemos funcionar sin estar conscientes de nosotros mismos.

  Yo fui salvo por medio de la predicación de una hermana joven de aproximadamente 25 años de edad que habló en una reunión grande a la que asistieron más de 1,000 personas. Conforme a su disposición natural, era sumamente tímida y cohibida. Pero cuando se paraba a hablar, simplemente se olvidaba de sí misma y uno podía sentir la liberación de su espíritu. No era una buena cantante, pero frecuentemente en su predicación cantaba algunos cantos. Cuando cantaba, toda la audiencia estaba convencida y aun cautivada por la liberación de su espíritu.

  Necesitamos olvidarnos de nosotros mismos. Cuando asistimos a las reuniones, aun debemos olvidarnos de si somos estadounidenses o chinos. Simplemente debemos estar en el espíritu. En algunos lugares he conocido a hermanas que eran altamente capacitadas académica, espiritual y mentalmente. Ellas tenían un nivel elevado, y cuando asistían a las reuniones, conservaban dicha norma de conducta. ¡Oh, cuánto necesitan olvidarse de su nivel para así aprender a liberar su espíritu!

  El hombre natural es el castillo que encarcela a nuestro espíritu. Si el Señor Jesús, quien es el Espíritu vivificante, está confinado en nuestro espíritu, debemos ser quebrantados. El hermano Watchman Nee dijo que en la predicación del evangelio, la primera lección es “perder nuestra cara”. Esto simplemente significa abandonar nuestra preocupación por nosotros mismos. Entonces el espíritu saldrá y llegará a lo más recóndito de las personas. El principio es el mismo en cuanto a funcionar en las reuniones. Todos necesitamos olvidarnos de nosotros mismos; así el espíritu será liberado.

  Todavía tenemos muchos conceptos que nos atan. “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. Así que, donde no hay libertad, allí hay esclavitud de espíritu. Nuestra manera de ser debe ser quebrantada. Algunos hermanos son muy rápidos, pero tal conducta rápida conforme a su carácter natural es una esclavitud del espíritu; por consiguiente, su temperamento rápido necesita ser quebrantado. Otros hermanos y hermanas son muy lentos, y ese temperamento lento también debe ser quebrantado. Todos necesitamos aprender la lección del quebrantamiento.

DESHACERNOS DE LAS ATADURAS

  Sabemos cuán fácil es que nuestro espíritu esté atado por cosas pecaminosas. Cualquier cosa pecaminosa, mundana, del yo y de la carne inmediatamente ata nuestro espíritu. Muchos hermanos y hermanas no pueden decir nada cuando vienen a las reuniones y su espíritu no está liberado en lo más mínimo, debido a que son pecaminosos y mundanos, y están en el yo y en la carne. Ser pecaminosos, mundanos y estar en la vida natural ata al espíritu. Al confesar todos nuestros pecados, rechazar el mundo, y negar el yo y la carne, nuestro espíritu se libera de inmediato.

  Recientemente estuve de viaje, y oí que los hermanos y hermanas de Los Angeles tuvieron una gran fogata en la playa a la cual asistieron más de cien personas para quemar muchas cosas pecaminosas y mundanas. Aunque nadie me lo dijo, creo que esto ocasionó una verdadera liberación. En tal caso, cuando se canta “Aleluya”, el tono es diferente. Sin ser liberados, el canto no es tan bueno; pero al ser liberados, el canto es maravilloso, ¡porque todas las ataduras se han roto! ¡Jesús rompe todas las ataduras! Entonces experimentamos la liberación del espíritu.

  Esto no es sólo un asunto de andar en el espíritu y dejar que el hombre natural sea quebrantado, sino también de deshacernos de todas las cosas pecaminosas, mundanas y carnales de la vida natural. Todas estas cosas son ataduras, y mediante la gracia del Señor necesitamos desecharlas. Si somos una iglesia mundana, tendremos “miembros espectadores”, porque muchos estarán fuertemente atados y así es imposible liberar el espíritu. Necesitamos vencer todo lo pecaminoso, lo mundano, lo de la carne y todo lo de la vida natural. Cuanto más nos deshagamos de todo eso, más seremos liberados.

  Por supuesto, esto provocará que se desate una batalla con el enemigo. Oí que después de la fogata aquí en Los Angeles hubo una batalla donde el enemigo, el insidioso, el maligno, empezó a acusarnos diciendo que se había hecho algo extremo. Pero, ¿es demasiado deshacernos de todas las ataduras? ¡No! Cuanto más se quitan, mejor, y el enemigo lo sabe. El utiliza las cosas mundanas, lo carnal y lo de la vida natural para atar, perjudicar y dañar nuestro espíritu. Cuando somos mundanos, nuestro espíritu permanece atado, y si nuestro espíritu está atado, no importa cuánto amemos al Señor, ¡estamos acabados! Muchos queridos hermanos y hermanas han sido arruinados por la sutileza del enemigo, de modo que se volvieron inútiles. Necesitamos buscar la misericordia del Señor para que mediante Su gracia nos despojemos de todo lo pecaminoso, lo mundano, lo carnal, lo que satisfaga al yo, y todo lo de la vida natural. Nunca podríamos hacer demasiado al respecto; mientras más seamos depurados, más seremos purificados y liberados.

APLICAR LA SANGRE

  Uno de los principios fundamentales en cuanto a nuestra función consiste en que nunca debemos olvidarnos de aplicar la sangre de Cristo, que es la sangre limpiadora, prevaleciente y victoriosa. No importa cuánto confesemos las cosas pecaminosas y rechacemos las cosas mundanas, aún así necesitamos la limpieza de la sangre. Cuando estamos por funcionar, inmediatamente debemos aplicar la sangre: “Señor, límpiame una vez más, no importa si siento que soy pecaminoso o no. Límpiame con Tu preciosa sangre. Te alabo porque donde está rociada la sangre, allí está la unción del Espíritu”.

  Miremos la tipología del Antiguo Testamento. En cualquier clase de servicio que el sacerdote brindaba al Señor, siempre se rociaba la sangre. Cada vez que asistimos a las reuniones debemos estar bajo la aplicación de la sangre limpiadora y prevaleciente. Necesitamos proclamar a todo el universo que estamos liberados, no porque seamos puros, sino porque somos limpiados por la sangre. Podemos decir: “Estoy plenamente liberado; soy poderoso y osado en el espíritu, no porque yo esté bien, sino porque estoy bajo la sangre prevaleciente”. Si hacemos esto, veremos que incluso esta declaración libera nuestro espíritu.

  Conocemos demasiado bien al insidioso. ¡Ha sido nuestro mal amigo por años! Muchas veces cuando tenemos la carga de hablar algo en la reunión, Satanás viene para hacernos daño. Precisamente antes de la reunión, a la hora de comer, nuestra amada esposa nos ofende un poco y le decimos algo. Aun si no le decimos nada, interiormente nos ofendemos. Luego, de camino a la reunión, Satanás nos señala cuán derrotados estamos y nos dice: “¿Vas a hablar algo? ¿Una persona como tú?”. Debemos darnos cuenta de que ésta es la acusación maligna y sutil del enemigo, la cual él usa para atar nuestro espíritu. Si la aceptamos, no hablaremos en la reunión, y si lo hacemos, lo haremos sin liberar nuestro espíritu. En lugar de esto, debemos proclamarle al enemigo Satanás que conocemos su sutileza y decirle: “¡Sí, soy un fracaso, pero alabo al Señor porque tengo la sangre prevaleciente! ¡No voy a la reunión por causa de mi victoria, sino por la sangre de Cristo!”. Esta declaración avergonzará a Satanás.

  Cuando asistimos a las reuniones, debemos aplicar la sangre. Satanás es muy sutil y siempre trata de perjudicar, dañar y atar nuestro espíritu. Por eso necesitamos la limpieza de la sangre todo el tiempo.

ORAR-LEER LA PALABRA

  La mejor manera de liberar nuestro espíritu consiste en orar-leer la Palabra, porque al orar-leer la Palabra ejercitamos nuestro espíritu y no tenemos tiempo para ser analíticos. Los principios de orar-leer son los siguientes: ore-lea la Palabra de manera rápida y con frases cortas, orando algo nuevo y fresco. Esto nos guarda de ser analíticos y nos permite ejercitar nuestro espíritu. Sabemos que las palabras de la Biblia son vivientes y están llenas de alimento. Cuando oramos-leemos la Palabra de esta manera, nuestro espíritu se nutre, se aviva y se refresca. Así que, al orar-leer la Palabra, ejercitamos y fortalecemos nuestro espíritu.

  Todos los que hemos orado-leído la Palabra podemos dar testimonio de que ésta es la mejor manera de practicar la liberación del espíritu. No podemos obligar a nadie, pero sí queremos ayudarles a liberar su espíritu. Según nuestra experiencia, orar-leer la Palabra es la mejor manera de liberar y ejercitar nuestro espíritu.

  Ya que se requiere un espíritu fuerte para funcionar en la iglesia, orar-leer la Palabra es muy provechoso porque es el mejor modo de fortalecer nuestro espíritu. Al orar-leer la Palabra, podemos llevar a cabo muchas cosas; con esta piedra podemos matar a muchos pájaros. Así pues, animamos a otros a que oren-lean la Palabra.

  Es menester practicar todas estas cosas para que nuestro espíritu sea liberado en la vida de iglesia. Si queremos practicar la vida apropiada y viviente de iglesia, tenemos que funcionar con la liberación de nuestro espíritu.

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