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Mensajes del libro «Historia de la iglesia y las iglesias locales, La»
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CAPITULO DIEZ

LA HISTORIA DE LAS IGLESIAS LOCALES

(8)

  Lectura bíblica: Jn. 17:21; Ro. 16:17; 1 Co. 1:10, 12-13a; Tit. 3:10; Ef. 2:22; 4:16; 1 P. 2:5; Ap. 1:11-12; 2:7; 22:17a

  Tenemos que darnos cuenta de que nuestra historia no es la historia de una organización ni de un movimiento; es la historia del recobro del Señor. Recobrar algo es restaurarlo o volverlo a su condición normal después de que se ha degradado, dañado o perdido. El recobro del Señor nos trae de nuevo al principio para que tengamos la vida apropiada de la iglesia. En los primeros días del recobro del Señor en China, el Señor nos mostró las equivocaciones de la cristiandad, por el lado negativo, y por el positivo, nos mostró la iglesia.

EL RECOBRO DEL SEÑOR NOS SACA TOTALMENTE DE BABILONIA Y NOS VUELVE COMPLETAMENTE A QUE ESTEMOS EN EL ESPIRITU Y EN EL CUERPO

  Nos ha sido muy difícil salir totalmente de las prácticas viejas y no bíblicas de la cristiandad y de los conceptos que hay allí. La cristiandad ha estado sobre la tierra por cientos de años. Lleva el nombre de Cristo, tiene las Santas Escrituras y predica al Señor Jesús como Salvador. Estos tres puntos son positivos, pero la cristiandad es una mezcla de estas cosas positivas con cosas que no son Cristo.

  Según el libro de Apocalipsis, la cristiandad es la gran ramera, y se le llama “Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra” (17:5). Esta mujer malvada es vista sosteniendo “un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación’’ (v. 4). En tipología, el oro representa algo divino, algo de Dios. Esto significa que la iglesia apóstata tiene algo de Dios en su apariencia externa, pero dentro de su cáliz de oro hay idolatría, prácticas paganas y cosas satánicas en una relación herética y religiosa. La cristiandad tiene en su mano algo divino, pero hay un elemento diabólico en ella.

  Esto lo predicó el Señor Jesús en Mateo 13. En este capítulo el Señor dijo: “El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer, y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo fue leudado” (v. 33). La harina usada para hacer la ofrenda de harina representa a Cristo como alimento para Dios y para el hombre. La levadura en las Escrituras representa cosas malas (1 Co. 5:6, 8) y doctrinas malignas (Mt. 16:6, 11-12). La cristiandad caída y degradada es una mezcla de levadura con harina fina.

  La cristiandad tiene un elemento diabólico, pero todavía retiene algo divino. Tiene un cáliz de oro, pero en el cáliz hay abominaciones y cosas inmundas relacionadas con la fornicación espiritual. El cáliz de oro es la apariencia exterior, pero la realidad interior es abominable. Es fácil que las personas vean la apariencia externa, pero es difícil percatarse de la realidad interna. La apariencia es divina, pero la realidad es diabólica. Debido a que la cristiandad es una mezcla, cuando uno recibe la harina fina, también recibe la levadura porque estas dos se han hecho una sola cosa. Es por esto que nos ha sido difícil salir totalmente de la cristiandad.

  Aunque yo había tenido contacto con el ministerio del hermano Nee en 1925, no entré al recobro del Señor de una manera plena sino hasta 1932. Desde entonces he visto el recobro del Señor pasar por un proceso de salida de la cristiandad. Aun hoy no hemos salido completamente de la cristiandad. Todavía tenemos algo de la cristiandad dentro de nosotros, aunque sea inconscientemente. Cuando llegamos a una reunión, es posible que todavía esperemos tener un buen orador que nos hable. En naturaleza, éste es el elemento de la cristiandad caída y la razón por ello. Este es el elemento maligno del “nicolaísmo”, el sistema de clérigos y laicos, el cual el Señor aborrece (Ap. 2:6). ¿Por qué no venimos a las reuniones preparados para ministrar algo? Tal vez digamos que somos débiles; pero somos fuertes en esperar oír buenos mensajes. Quizá nos disguste ir a una reunión donde no hay un buen orador. Este es el elemento sutil del sistema de clérigos y laicos que todavía está en nosotros.

  El recobro del Señor tiene como fin sacarnos de ese sistema no bíblico y llevarnos al principio de la práctica pura de la vida de iglesia según la revelación divina. En el comienzo los santos tenían su mira puesta en el Espíritu divino mezclado con su espíritu humano, el espíritu mezclado (Ro. 8:16; 1 Co. 6:17; Ro. 8:4). Los santos, los escogidos, los salvos, estaban en el espíritu disfrutando a Cristo, experimentándole y expresándole corporativamente. Aquello era la vida de iglesia en sus comienzos. En esta vida apropiada de iglesia, no había religión, no había reglas externas, no había ritos ni había doctrinas o enseñanzas vanas. Los santos estaban ejercitados en estar en el espíritu para disfrutar a Cristo, para experimentarle y para expresar a Cristo y hablarlo corporativamente.

  A lo largo de los años de la historia de las iglesias locales, el Señor ha estado recobrándonos poco a poco. No obstante, el progreso de este recobro ha sido estorbado en cierta medida, debido a nuestro aturdimiento. Hoy en día estamos todavía, hasta cierto punto, bajo la influencia de los “somníferos” de la cristiandad. El recobro del Señor tiene como fin sacarnos de nuestra situación caída. Es fácil estar derribados, pero ser levantados es difícil. Ser levantados requiere una lucha. El Señor en Su recobro nos está levantando más y más hasta llevarnos a Su norma divina. Cuanto más somos levantados, más sencillos nos volvemos. Cuanto más somos levantados, más llegamos a ser nada.

  En libros tales como Romanos y Efesios, hay muchas enseñanzas, pero en Apocalipsis, sólo tenemos el espíritu: el Espíritu siete veces intensificado de Dios (1:4; 4:5; 5:6) y el espíritu humano (1:10; 4:2; 17:3; 21:10). Juan estaba en el espíritu y vio los siete candeleros, un candelero por ciudad (1:10-12). El no vio miles de creyentes. El vio solamente un candelero por ciudad. Esto es muy simple. La multitud de creyentes de una ciudad debe ser un solo candelero en unanimidad, sin disputas, sin tener diferentes opiniones ni conceptos, y sin divisiones. Gracias sean dadas al Señor porque estamos hoy aquí firmes en la unidad; pero es posible que en nuestros corazones todavía retengamos algo de nosotros mismos y algo que no sea Cristo. A los ojos de Dios, una iglesia local debe ser simple. Debe ser un candelero de oro puro sin contaminación: algo muy simple, sencillo y puro.

  A cada una de la siete iglesias de Apocalipsis 2 y 3, el Señor le dice: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias” (2:7, 11, 17, 29; 3:6, 13, 22). Esto es muy sencillo: el Espíritu habla a las iglesias. Finalmente, toda la Biblia tiene su consumación en el Espíritu y la novia (Ap. 22:17a). En la obra de Dios a través de las edades, todos los santos y el Espíritu hablan la misma cosa. Todos los santos, siendo muchos, son una sola novia. ¿Somos nosotros la novia hoy? En un sentido lo somos, pero es posible que estemos aferrados a nuestros conceptos y opiniones, los cuales dañan la unanimidad. Todavía estamos en una situación en la cual necesitamos que el Señor nos rescate, que el Señor nos recobre. Me temo que algunos de entre nosotros todavía están bajo la influencia de la cristiandad. Todos tenemos que darnos cuenta de que hoy el Señor sigue más y más adelante para recobrarnos plenamente y para sacarnos totalmente de la cristiandad. El Señor desea algo que esté completamente en el espíritu.

  El libro de Apocalipsis es un libro del Espíritu y la novia. La iglesia es algo que está absolutamente en el Espíritu. Necesitamos volvernos a nuestro espíritu y permanecer en nuestro espíritu. En el espíritu nosotros somos uno. Nada es tan importante ni tan estratégico en el Nuevo Testamento como la unidad de los creyentes. El Señor Jesús oró pidiendo que todos fuéramos uno (Jn. 17:21). Algunos afirman que desean seguir la Escritura, pero en su intento por seguir la Escritura ellos dividen a los santos. No hay nada que esté menos en conformidad con la Escritura que dividir a los santos. Es mejor tener un hombre sucio, que un brazo limpio arrancado de un hombre. Que el brazo esté limpio, puede compararse con ser “bíblico”. Aunque el brazo está limpio, está separado del cuerpo y dividido del mismo. Algunos usan cosas bíblicas con la intención de dividir a los santos, pero la división es la cosa más antibíblica que hay.

  Nuestra necesidad hoy es estar en el espíritu y en el Cuerpo, en el Espíritu y en la unidad. Sólo debemos preocuparnos por estar en el Espíritu y en el Cuerpo. Esto es lo que el Señor ha estado haciendo entre nosotros y con nosotros a lo largo de nuestra historia. Año tras año el Señor ha estado ganando algo, debido a que hemos llegado a ver más claramente que el deseo del Señor es exclusivamente un asunto de que nosotros estemos en el Espíritu y en el Cuerpo.

LA AYUDA QUE RECIBI DEL HERMANO NEE POR MEDIO DE MI CONTACTO PERSONAL CON EL

  En el capítulo anterior compartí que fui llamado por el Señor a servirle de una manera total, el día que fui salvo. Dejé mi trabajo en 1933 para servirle a tiempo completo. El hermano Nee me escribió una corta nota confirmando claramente mi decisión. Después de dejar mi trabajo, fui a Shanghái y estuve con el hermano Nee como su huésped por unos cuatro meses. Durante ese tiempo, pasé muchas horas con él teniendo comunión personal. El habló conmigo y me ayudó principalmente en cuatro cosas.

La ayuda en cuanto a conocer a Cristo como vida

  En primer lugar, él me ayudó a conocer la vida del Señor. Antes de ir a quedarme con él, yo amaba al Señor y había aprendido mucho acerca de la Biblia, pero mi conocimiento se limitaba casi exclusivamente a la letra. Yo no tenía claridad acerca de Cristo como vida. Cuando yo tuve contacto con él, mis ojos fueron abiertos para ver la vida. Cuando nos reuníamos, nuestras conversaciones no eran regidas por formalismos ni reglas. Su conversación conmigo era muy amplia, y él abarcaba muchos temas diferentes. Yo me consideraba un aprendiz, así que siempre le daba todo el tiempo para hablar.

  Un día estábamos juntos, y el hermano Nee estaba sentado en una silla mecedora. Mientras se mecía, me preguntó: “Witness, ¿qué es paciencia?” Su pregunta me dejó perplejo, porque parecía muy simple. Yo sabía que su pregunta tenía más significado que el que aparentaba, así que no supe cómo responder. El me volvió a hacer la misma pregunta. Entonces le dije que la paciencia es una especie de resistencia con la cual podemos soportar los sufrimientos, las persecuciones y el maltrato de otros. El dijo que eso no era paciencia. Entonces le pedí que me dijera qué era paciencia. El respondió: “Paciencia es Cristo”. Aquello me pareció a mí una lengua extraña. Jamás había oído a nadie decir que la paciencia era Cristo.

  Le pedí al hermano Nee que me explicara qué significaba aquello. Pero él sólo seguía repitiendo: “La paciencia es Cristo”. Me quedé perplejo y perturbado porque no sabía lo que él quería decir. El sólo repetía una y otra vez que la paciencia es Cristo. Finalmente, tuve que volver para la cena a la casa en donde estaba hospedado. Al llegar, no comí bien porque no tenía ánimo para comer. Entonces fui a mi cuarto, me arrodillé y le pedí al Señor que me dijera lo que el hermano Nee quería decir con aquello de que la paciencia es Cristo. Finalmente, en esa ocasión, el Señor abrió mis ojos para que viera que Cristo es mi paciencia. La verdadera paciencia no es nuestro comportamiento. La verdadera paciencia es Cristo mismo que expresa Su vida desde nosotros. Esto fue una gran ayuda para mí.

La ayuda en cuanto a la historia inicial del recobro del Señor en China

  El hermano Nee también me ayudó por medio de compartir conmigo acerca de los primeros doce años de historia del recobro del Señor en China. Puesto que yo no estuve en el recobro de una forma absoluta durante ese período de tiempo, él me narró la historia con muchos detalles. En ese entonces yo no sabía por qué él estaba haciendo esto. Más adelante me di cuenta de que él estaba poniendo el cimiento para mí y estaba edificándome para mi servicio al Señor en Su obra.

La ayuda en cuanto a conocer la historia de la iglesia

  El también me ayudó contándome la historia de la iglesia desde el siglo primero hasta el presente siglo. Mi conocimiento de la historia de la iglesia vino principalmente de lo que el hermano Nee compartió conmigo. El me presentó la historia de la iglesia con su dirección hacia la meta del recobro del Señor.

La ayuda en cuanto a conocer la Biblia en el camino de vida

  El hermano Nee también me ayudó a conocer la Biblia en una forma viviente. Los Hermanos me enseñaron a conocer la Biblia según la letra, pero el hermano Nee me enseñó a conocer la Biblia según la vida. Mediante las ocasiones que pasé con él, él me ayudó en los cuatro aspectos mencionados. Yo le debo mucho al hermano Nee por toda la ayuda que él me dio.

INTRODUCIDO POR MEDIO DE LAS PRUEBAS EN LA OBRA EN LA CUAL LABORABA EL HERMANO NEE

  Además de esto, el hermano Nee me puso en función, dándome la manera plena de participar en la obra. Yo tenía mucha responsabilidad en la iglesia en Shanghái, y esto me concedió una buena oportunidad de aprender. Antes de ponerme en tal posición, él me probó, y lo hizo de una manera no muy notoria.

  Un día él me trajo un paquete de cartas, escritas por diferentes personas con preguntas para él. Estas preguntas tenían que ver con temas tales como la iglesia, el terreno de la iglesia, la vida, y la interpretación de la Biblia. Me pidió que contestara todas las preguntas en su lugar, como respuesta a todas esas cartas. Le dije al hermano Nee que era posible que yo no supiera cómo responder algunas de las preguntas. Me dijo que hiciera lo que pudiera. Finalmente me di cuenta de que eso era su manera de ponerme a prueba. Al asignarme esa tarea, él vio cuánto de la verdad estaba en mí.

  Poco después de que yo llegué a Shanghái, los hermanos me pidieron que les hablara a los santos en una conferencia en el segundo salón; en ese entonces la iglesia en Shanghái tenía dos salones de reunión. Nada revela tanto de qué está hecha una persona, como sus propias palabras. Cuando una persona habla, todos saben quién es. Yo hablé durante siete días. El hermano Nee no estaba allí, pero se le informó acerca de lo que yo hablé. También eso fue una prueba para mí.

  Más adelante, se me pidió que hablara en el primer salón, el más grande y el principal. La iglesia había organizado una gran reunión para predicar el evangelio, pero nadie sabía quién iba a compartir. Sin duda, muchos pensaron que el hermano Nee iba a ser el orador. Yo estaba muy complacido y contento de poder oír un mensaje y aprender más acerca de cómo predicar el evangelio. Como una hora antes de la reunión, el hermano Nee me entregó un pedazo de papel en el que me encargaba que diera un mensaje esa noche acerca del evangelio. Yo no podía hacer otra cosa que hablar.

  Aquella noche di un mensaje acerca de Juan 16:8-11. El versículo 8 dice que cuando el Espíritu venga “El convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio”. Les dije a los asistentes que el pecado, la justicia y el juicio están relacionados con tres personas: Adán, Cristo y Satanás. El pecado entró por Adán (Ro. 5:12), la justicia es el Cristo resucitado (Jn. 16:10; 1 Co. 1:30), y el juicio es para Satanás (Jn. 16:11). Todos nosotros nacimos de pecado en Adán. La única manera de ser librados del pecado es creer en Cristo. Cuando creemos en El, El es justicia para nosotros, y nosotros somos justificados en El (Ro. 3:24; 4:25). Si no nos arrepentimos de los pecados que tenemos en Adán y no creemos en Cristo, el Hijo de Dios, permaneceremos en pecado y participaremos del juicio destinado para Satanás, por la eternidad (Mt. 25:41). Estos son los puntos principales del evangelio con los cuales el Espíritu convence al mundo.

  Cuando di ese mensaje, no vi al hermano Nee en la reunión. Mucho después, mientras caminábamos juntos, me dijo que no eran muchos los que podían dar un mensaje sobre Juan 16 acerca de cómo el pecado, la justicia y el juicio están relacionados con Adán, Cristo y Satanás. El me animó a seguir adelante en mi búsqueda de la verdad. Me sorprendió descubrir que él conocía el contenido de mi mensaje. Me dijo que mientras yo hablaba, él estaba parado detrás de mí, detrás de la puerta de atrás, escuchándome. Mi predicación del evangelio esa noche también fue una prueba para mí.

LA PARTICIPACION CON EL HERMANO NEE EN EL FLUIR DE LA OBRA DEL SEÑOR

  Más tarde, el hermano Nee hizo arreglos para que yo redactara El cristiano, una revista para creyentes nuevos, mientras que él redactaría El testimonio actual, una revista más profunda acerca de los principios espirituales de la vida. En ese tiempo, él decidió publicar también un periódico con noticias acerca de la iglesia. Ese periódico se llamó Noticias de la iglesia. El me encargó a mí de ese periódico. También me puso en la posición de responsabilizarme del ministerio en las reuniones regulares de la iglesia en Shanghái. Esto se debió a que su salud no era muy buena, y a que tenía que descansar la mayor parte del tiempo. El hablaba principalmente en las conferencias.

  En 1934, después de haber estado en Shanghái por casi cuatro meses, el hermano Nee me dijo: “Witness, nosotros los colaboradores creemos que debes traer a tu familia a Shanghái para que nosotros podamos estar juntos en la obra. Preséntale este asunto al Señor, y ve cómo el Señor te ha de dirigir”. Yo acepté sus palabras y llevé el asunto al Señor. Entonces vi que en el libro de Hechos hubo un solo fluir, una sola corriente. Empezó en el trono de gracia y descendió a Jerusalén. De Jerusalén salió el fluir y fue a Samaria y luego a Antioquía. De Antioquía siguió hacia el occidente, a Asia Menor y a Europa. El libro de Hechos muestra que sólo había un fluir del mover del Señor sobre la tierra. No hay ningún relato de ninguna obra fuera de esta corriente. Cuando Bernabé se separó de Pablo (Hch. 15:39-41), no se relató nada más de su obra en el libro de Hechos. Después de este incidente, él no aparece más en la narración divina de Hechos acerca del mover del Señor en la economía neotestamentaria de Dios.

  El Señor me mostró claramente que la corriente, el fluir, de la obra del Señor en China debía ser una sola. Si el Señor iba a hacer algo en el norte, yo tendría que meterme al fluir que había en Shanghái al sur. Luego, con el tiempo, ese fluir saldría hacia el norte desde Shanghái. Con base en esta revelación, tomé la decisión de irme a Shanghái a la obra con el hermano Nee.

  Más adelante, él tuvo una conferencia con nosotros sobre la vida vencedora de Cristo, y bajo su liderazgo se tomó la decisión de que los colaboradores tenían que ir a las principales ciudades para extender el recobro del Señor. A mí se me asignó ir al norte a Tientsin y Pekín. Fui allí a trabajar en 1936, mientras el hermano Nee permaneció en Shanghái.

  Mientras yo estaba laborando en el norte de China, recibí un telegrama del hermano Nee, pidiéndome que fuera urgentemente a una serie de conferencias con todos los colaboradores. En estas conferencias en enero de 1937, él dio los mensajes que hoy conforman el libro La vida cristiana normal de la iglesia. Un día durante esta serie de conferencias él se enfermó, así que me encargó que diera el mensaje que él iba a dar acerca de Hechos 13. El me dio todos los puntos y yo los escribí. Hice lo mejor que pude al compartir en esa reunión, pero lo hice de una manera inadecuada.

  Más tarde la obra tomó la decisión de que yo debía viajar por las provincias del norte de China para enseñar, si era posible, en todas las denominaciones. Pensamos que puesto que el Señor nos había dado tanta luz, deberíamos comunicar esa luz a las denominaciones. Yo viajé mucho hasta que el ejército japonés invadió a China. En ese entonces muchos de los colaboradores se fueron al interior de China, y yo me les uní. Fue allí que el hermano Nee dio por segunda vez los mensajes acerca de la vida cristiana normal de la iglesia. La primera conferencia no fue muy adecuada. En esta conferencia él liberó con éxito toda su carga.

  En aquel entonces mi familia todavía estaba en el norte de China, así que yo tenía que regresar. Debido a la invasión del ejército japonés, me era imposible salir de mi pueblo. Así que, el hermano Nee y yo estuvimos separados por un tiempo. Yo me quedé en el norte de China, y la mayoría de los colaboradores permanecieron en el interior. A través de mis experiencias al viajar y al hablar a muchas denominaciones, me di cuenta de que los resultados eran muy pocos. Aquello me llevó a tomar la decisión de no viajar más; más bien, me quedaría en Chefoo para edificar la iglesia allí.

  En 1938 el hermano Nee fue a Inglaterra y se quedó allí un año y medio. También fue invitado a visitar algunos de los países escandinavos. Regresó a Shanghái en 1939. Ese verano él tuvo una conferencia sobre el Cuerpo de Cristo. Yo recibí un telegrama de él en el cual me pedía que asistiera a esa conferencia. Llevé conmigo cuatro colaboradores jóvenes a la conferencia en agosto de 1939. Por medio de esa conferencia recibimos la visión del Cuerpo de Cristo.

  En 1940 él empezó a dar una serie de entrenamientos. Durante ese tiempo él también daba una serie de conferencias en Shanghái cada dos meses, más o menos. Además, él hablaba cada miércoles por la noche acerca del Cuerpo de Cristo y el eterno propósito de Dios. En ese entonces, yo vi los planos de la práctica de la vida de iglesia. Tomé esos planos y los llevé conmigo a Chefoo, y por unos dos años practicamos lo que el hermano Nee había visto. Esto produjo un gran avivamiento.

  Mientras tanto, hubo un gran conflicto en Shanghái en 1942, lo cual forzó al hermano Nee a detener su ministerio. Esta rebelión y la persecución del ejército japonés hizo que la iglesia en Shanghái cerrara sus puertas. Mientras la iglesia en Shanghái estaba pasando por esta tormenta, hubo un gran avivamiento en Chefoo con el aspecto práctico de la vida de iglesia.

  Más tarde, el ejército japonés me encarceló por un mes. Después de que fui liberado de la cárcel, me enfermé de tuberculosis en los pulmones. El Señor me hizo pasar por esa enfermedad por dos años y medio, y después de la guerra fui invitado a Shanghái en 1946. Allí el hermano Nee y yo nos reunimos de nuevo. Habíamos estado separados el uno del otro por más de seis años. Debido a que no habíamos tenido ninguna correspondencia durante ese tiempo, me preocupaba si lo que nosotros habíamos practicado en el norte de China estaba correcto. Presenté al hermano Nee todo lo que habíamos practicado en esos años, y él me alentó a llevar la misma práctica a las otras iglesias.

  Empecé a ministrar otra vez en Shanghái, y hubo un avivamiento allí en 1947. A través de ese avivamiento, como ya lo he señalado, el ministerio del hermano Nee fue recobrado. Cuando su ministerio fue recobrado, hubo un avivamiento aún mayor y más amplio entre nosotros. Con el tiempo, entre ochenta y cien hermanos asistieron al entrenamiento de seis meses que él dio en 1948. Después de ese tiempo de entrenamiento, aquellos que habían recibido el entrenamiento fueron a diferentes ciudades, propagando el avivamiento por toda China.

  En noviembre de 1948, el hermano Nee tuvo una conferencia urgente con nosotros, los colaboradores que lo rodeábamos en Shanghái, para tener comunión acerca de la obra. Necesitábamos la guía del Señor en cuanto a dónde debíamos permanecer en los días porvenir por el bien de la obra del Señor. Al comienzo de esa conferencia, dijo que él y los demás colaboradores tenían que pedirme a mí, el hermano Lee, que saliera del país, y que todos debían presentar este asunto delante del Señor para ver cómo iba a guiar el Señor a cada uno de ellos.

  En febrero de 1949, el hermano Nee tuvo una segunda conferencia con los colaboradores en la cual se decidió que yo, el hermano Lee, tenía que salir del país, y que él y los demás colaboradores se quedarían. Dos meses después, desde ese mismo centro de entrenamiento, él me envió un telegrama en el que me decía que viniera a él y que entregara toda la responsabilidad de la iglesia en Shanghái a los hermanos encargados allí. Yo fui a él y me quedé con él uno cuantos días, y luego fui enviado a Taiwán. Esto fue en 1949 y fue la última vez que salí de la China continental.

  Luego en 1950 el hermano Nee salió de la China continental y fue a Hong Kong, y me pidió que fuera allí para reunirme con él. Fui allí y permanecí con él un mes y medio. Le conté cómo el Señor había bendecido la obra en Taiwán, cómo en cerca de un año nuestro número se había multiplicado casi por treinta. El hermano Nee confirmó que yo debía volver a Taiwán y quedarme allí. Mientras estuve con él en Hong Kong, me dijo que su carga por China era muy pesada, y que había muchas iglesias en la China continental que todavía necesitaban ayuda.

  Mientras el hermano Nee estuvo en Hong Kong, la iglesia allí fue avivada. Esto trajo un nuevo comienzo a la vida de iglesia en Hong Kong. El me encargó que estableciera el fundamento del servicio allí en Hong Kong para la edificación de la iglesia. También hizo algunos arreglos para la obra de publicación. Las publicaciones estaban siempre bajo su supervisión. Cuando él y yo estábamos en Hong Kong, él tomó la decisión de que debía establecerse una casa editora en Taipéi y otra en Hong Kong para que todos sus libros se publicasen. El mismo supervisaría la editorial que había en Shanghái. Me encargó que me ocupara de la casa editora en Taipéi, y también hizo arreglos para que el hermano K. H. Weigh se ocupara de la casa de publicaciones de Hong Kong. El dijo que todos los libros podían ser reimpresos y que las tres casas editoras tendrían derechos de impresión comunes. Así que empezamos a reimprimir todos sus libros para suplir la necesidad de todos los lugares fuera de la China continental.

  El tiempo que pasé en Hong Kong con el hermano Nee fue el último contacto que tuve con él. Desde entonces sólo recibíamos noticias acerca de él en una forma indirecta, por medio de su esposa. Su esposa, Charity, pasó a estar con el Señor en octubre de 1971 en Shanghái. El hermano Nee fue a estar con el Señor el 1º de junio de 1972 estando todavía en la cárcel.

  Esta breve historia muestra cómo el Señor se ha movido entre nosotros. Necesitamos continuar orando por el mover del Señor y por el recobro del Señor sobre la tierra en este tiempo presente.

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