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Mensajes del libro «Impartición divina de la Trinidad Divina, La»
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CAPÍTULO TRECE

LA IMPARTICIÓN DEL ESPÍRITU

  Lectura bíblica: 14:16, Jn. 14:17, 14:23, 26; 20:22; 15:26; 16:14-15; Ro. 8:9-11; Jn. 7:38-39

  Los primeros dos versículos del Evangelio de Juan hablan de Dios, pero no hablan del Padre, el Hijo y el Espíritu de manera explícita. Luego, en los siguientes capítulos el misterio del Padre se va revelando gradualmente. ¡El Padre es realmente un misterio! ¿Por qué Dios es llamado el Padre? ¿De quién es Padre? Si dicen que Él es el Padre del Hijo, esto nos conduce a un misterio aún más profundo. En los capítulos 14, 15 y 16, se menciona al Padre repetidas veces. También se menciona al Hijo (14:13), y el Hijo dijo que oraría al Padre y le pediría que les diera otro Consolador, el Espíritu de realidad. Por lo tanto, todos ellos, el Padre, el Hijo y el Espíritu son misteriosos.

  El Señor habló a los discípulos en Juan 14:16-20 y les dio a entender que el Consolador que vendría era nada menos que Él mismo en otra forma. En el versículo 17 el Señor dijo que el Espíritu de realidad permanecía con ellos y que estaría en ellos. Luego en el versículo 18 dijo: “No os dejaré huérfanos; vengo a vosotros”. Esto indica que cuando el Consolador viniera, ello sería la venida del Hijo. En el versículo 17 Él dijo que el Espíritu de realidad estaría en ellos, y en el versículo 20 dijo: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. Según estos versículos, pareciera que en nosotros hay dos personas, el Espíritu de realidad y el Señor Jesús mismo, pero según nuestra experiencia, no son dos sino una sola.

  Juan 14:17 nos dice que el Espíritu está en nosotros. El versículo 20 nos dice que Cristo el Hijo está en nosotros, y el versículo 23 dice que el Hijo y el Padre vendrán a nosotros y harán morada con nosotros. Efesios 4:6 dice que hay “un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos”. Por lo tanto, el Espíritu está en nosotros, el Hijo está en nosotros, y el Padre también está en nosotros. Entonces, ¿cuántos son los que están en nosotros, tres o uno? La manera más sabia de responder es que el Dios Triuno está en nosotros. La palabra triuno simplemente significa “tres-uno”. Por supuesto, en las matemáticas humanas no existe tal número; tenemos el número tres y el número uno, pero no el número tres-uno. Sin embargo, en las matemáticas divinas sí existe este número. En nosotros no moran tres sino tres-uno.

  Este mismo principio lo encontramos en el libro de Apocalipsis. Allí el Espíritu de Dios, quien sin duda es el único Espíritu de Dios, es llamado los siete Espíritus (Ap. 1:4; 3:1). ¿Es el Espíritu de Dios uno o siete? Usted debe responder que el Espíritu de Dios es siete-uno. Por supuesto, nosotros no entendemos estas matemáticas divinas; si las entendiéramos, seríamos Dios. Nuestro Dios es tres-uno, y Su Espíritu es siete-uno.

  El propio Dios en torno al cual gira todo el universo no es un Dios singular, sino triuno. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento usan pronombres plurales para referirse al Dios Triuno. En Génesis 1:26 Dios dijo: “Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza”. Aquí se usan los pronombres plurales, nosotros [implícito en “hagamos”] y nuestra. Luego en Juan 14:23 el Señor Jesús dijo: “Vendremos a él, y haremos morada con él”. ¿A quiénes se refiere la palabra “vendremos”? Al Padre y al Hijo. Por lo tanto, nuestro Dios es triuno. El universo entero gira en torno a Dios, y Él es triuno: Dios el Padre, Dios el Hijo y Dios el Espíritu.

  Algunos maestros del cristianismo, en su enseñanza en cuanto a la Trinidad, separan al Padre del Hijo, y también separan al Padre y al Hijo del Espíritu. En su enseñanza afirman que el Padre, el Hijo y el Espíritu son tres personas, no sólo distintas sino también separadas. Muchos cristianos tienen este entendimiento de la Trinidad: el Padre está sentado en el trono en el cielo y el Hijo está sentado a la diestra del Padre. Por lo tanto, el Padre y el Hijo están en el cielo, y el Espíritu ha descendido a la tierra. Según esto, tienen el concepto de que una tercera parte de la Deidad está en la tierra, y que dos terceras partes están en el cielo. Me temo que también ustedes todavía tengan este concepto. Esta enseñanza errada es una verdad llena de levadura. El Padre, el Hijo y el Espíritu —el Dios Triuno— es una verdad de la Biblia, pero ha sido leudada. La levadura es añadida a la harina de trigo para que el pan sea más suave y comestible. De la misma manera, han añadido levadura a la verdad de la Biblia para hacerla más fácil de entender y recibir. No tengan el pensamiento de que la Trinidad de la Deidad puede ser dividida en tres personas separadas, pues esto es levadura. Aunque Dios es triuno, Él es uno solo. El Padre no está separado del Hijo, ni del Espíritu. El Espíritu no está separado del Hijo, ni del Padre. Los Tres nunca han estado separados, sino que coexisten y tienen una relación de coinherencia continuamente. Cuando Uno de ellos está aquí, los Tres están aquí. Cuando Uno está en el cielo, todos están en el cielo. Los Tres siempre son uno; no hay separación alguna. Esto es un misterio revelado en las Escrituras con miras a que el Dios Triuno sea impartido en nuestro ser.

  Supongamos que la Biblia únicamente revelara a Dios como el Dios único, como Dios el Creador, mas no como el Dios Triuno. Si no tuviéramos al Padre, al Hijo y al Espíritu, ¿cómo podría el Dios Triuno impartirse en nosotros? El hecho de que Dios se imparta en nosotros no es algo insignificante, ni es algo tan sencillo. Nosotros somos personas caídas, y tenemos los problemas del pecado, el mundo y Satanás. ¿Cómo podrían ser quitadas todas estas cosas? Se necesita que alguien condene el pecado, juzgue el pecado y eche fuera a Satanás. En la impartición divina esta persona es el Hijo. El Hijo fue enviado por el Padre para condenar el pecado, juzgar el mundo y echar fuera a Satanás mediante Su muerte en la cruz. A fin de morir en la cruz, Él tenía que vestirse de humanidad. Si Dios no tuviera carne ni sangre, ¿cómo podía ser crucificado y derramar Su sangre para el perdón de los pecados? Sería imposible. Por lo tanto, el Hijo tuvo que vestirse de carne y sangre a fin de ir a la cruz y morir allí físicamente (He. 2:14). Él se vistió de humanidad para poder derramar sangre humana y así lavarnos de nuestros pecados. Asimismo, Él juzgó el mundo y echó fuera a Satanás (Jn. 12:31).

  Además, si Dios fuera solamente Dios, ¿cómo habría podido entrar en nosotros? A fin de entrar en nosotros, Dios tenía que ser el Espíritu vivificante. El Espíritu es el aliento santo que podemos recibir (Jn. 20:22).

  Estos ejemplos pueden ayudarnos a comprender que con respecto al Dios Triuno no se trata simplemente de una enseñanza, sino de la impartición. En términos doctrinales tal vez no entendamos completamente al Dios Triuno, pero en nuestra experiencia podemos testificar que el Padre, el Hijo y el Espíritu están en nosotros, lo cual, de nuestra parte, tiene que ver con nuestra experiencia, y de parte de Dios, tiene que ver con Su impartición.

AQUEL QUE ENTRA EN NOSOTROS, AQUEL QUE LO APLICA TODO

  El Padre es la fuente, el iniciador, el Hijo es la expresión, Aquel que lo realiza todo, y el Espíritu es Aquel que entra en nosotros, Aquel que lo aplica todo (Jn. 14:17). El Padre envió al Hijo (Jn. 8:29), y el Hijo vino con el Padre (Jn. 16:32). El Hijo envió al Espíritu (Jn. 16:7), y el Espíritu vino de y con el Padre (Jn. 15:26) en nombre del Hijo (Jn. 14:26). Esto nos muestra que el Padre por Sí mismo no puede llegar a nosotros, ni el Hijo por Sí mismo puede entrar en nosotros. El Padre es inaccesible (1 Ti. 6:16), pero el Hijo vino para fijar tabernáculo entre nosotros (Jn. 1:14). Sin embargo, puesto que era una persona de sangre y carne, Él aún no podía entrar en nosotros. Como un hombre que tenía un cuerpo físico, Él podía estar entre Sus discípulos, mas no dentro de ellos. Por lo tanto, Él les dijo a Sus discípulos que tenía que morir y ser resucitado. Mediante Su muerte y Su resurrección, Él cambió de forma, de una forma física a una forma espiritual, y llegó a ser el Cristo pneumático que podía entrar en Sus discípulos (Jn. 20:22). Ésta es la manera en que el Dios Triuno llega a nosotros.

  Cuando el Dios Triuno llega a Su pueblo redimido, Él es el Espíritu. Por ejemplo, con respecto a la electricidad, tenemos la central eléctrica y la electricidad instalada en la casa. Simplemente tener la energía en la central eléctrica no resulta práctico. Es sólo cuando la energía eléctrica es instalada en su casa que la electricidad llega a ser práctica en su vida diaria. Asimismo, usted es un edificio y Dios es la fuente, la central eléctrica, en los cielos. El Espíritu, quien es el Dios Triuno que llega a nosotros, ha sido instalado en su ser. Cuando el Espíritu entra en usted, Él no deja al Padre y al Hijo lejos en los cielos. Ése es un concepto errado. Cuando el Espíritu entra en usted, Él viene con el Hijo y con el Padre. De manera que si usted tiene al Espíritu, tiene al Hijo, y si tiene al Hijo, tiene también al Padre. Usted tiene a los Tres. En el Padre usted gusta el amor, en el Hijo disfruta la gracia y en el Espíritu participa de la comunión, el fluir, de la vida divina. El amor es la fuente, la gracia es el disfrute, y el Espíritu es la comunión (2 Co. 13:14). Ésta es la impartición del Dios Triuno.

  De joven yo enseñaba a las personas que ser un cristiano consistía principalmente en temer a Dios. Les decía que debían tener un temor santo hacia Dios. En segundo lugar, debían amar al Señor Jesús; y tercero, que debían esforzarse por ser mejores personas, es decir, que debían procurar ser un buen esposo, una buena esposa, un buen hijo, un buen padre, una buena madre, un buen vecino, un buen estudiante, etc. Pero ahora les digo que un cristiano es alguien que lleva una vida del Padre, del Hijo y del Espíritu; no alguien que manifiesta en su vivir un buen comportamiento. Un cristiano es alguien que lleva una vida del Dios Triuno. Hoy el Dios Triuno que llega a usted es el Espíritu vivificante y todo-inclusivo (1 Co. 15:45). Él es el Espíritu (2 Co. 3:17); y cuando el Espíritu viene, viene en nombre del Hijo, y también viene con el Hijo y con el Padre. Por lo tanto, si usted tiene a este Espíritu que ha llegado a usted, tiene al Hijo. Y cuando el Hijo viene a usted, viene en nombre del Padre, y también viene con el Padre. Por ello, si usted tiene al Hijo, tiene también al Padre. Ahora usted tiene a los Tres viviendo en usted como una sola persona para ser su vida, su suministro de vida y su todo. Como cristiano que usted es, no necesita esforzarse por tener un buen comportamiento. ¡Olvídese de ello! Lo que necesita hacer de manera cabal y absoluta es estar atento al Dios Triuno que reside en su interior. Él es muy real.

  Cuando usted invoca, diciendo: “Señor Jesús”, ¿no tiene una profunda sensación de alivio, luz, felicidad, paz, consuelo y muchos otros sentimientos agradables? Si invocara el nombre de Abraham Lincoln o de George Washington, no sucedería nada. Pero cuando invoca: “¡Señor Jesús! ¡Te amo!”, tiene la profunda sensación de que Él también lo ama y vive en usted. Esto no es una superstición, sino un hecho. El Espíritu es la realidad del Dios Triuno. Cuando este Espíritu llega a usted, la totalidad de Dios está en usted.

  Un cristiano genuino es sencillamente alguien que lleva una vida de esta realidad, una vida del Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu. Llevar una vida del Dios Triuno sencillamente significa ser uno con el Dios Triuno. Cuando Él se mueve, usted se mueve; cuando Él habla, usted habla; cuando Él permanece en un lugar, usted permanece ahí. Esto no tiene que ver con la ética ni con el hecho de tratar de vencer el pecado y el mundo. Usted simplemente necesita estar atento a Él. Simplemente debe llevar una vida del Dios Triuno. Si lleva esta vida, el mundo será juzgado, el diablo huirá, y usted vencerá todas las cosas pecaminosas. El Dios Triuno vendrá a ser su vida, su vivir, su victoria, su santidad, su justicia, su amor, su vida y su luz. Éste es un cristiano genuino que tiene una ética divina mucho más elevada que la ética humana. Usted necesita llevar una vida del Dios Triuno. El Espíritu es Aquel que entra en nosotros y aplica al Dios Triuno a nosotros. Nuestro Dios no es solamente la fuente ni solamente la expresión, sino también Aquel que entra en nosotros. Él ha entrado en nuestro ser.

OTRO PARÁCLITO

  El Espíritu es otro Paráclito (Jn. 14:16). La palabra paráclito es la transliteración de la palabra griega parákletos. Ésta es una palabra con muchas implicaciones. Denota a alguien que le sirve a usted, alguien que es llamado para estar a su lado, asistiéndolo en todo. También denota a alguien que se ocupa de su caso como un abogado, o alguien que intercede por usted como un mediador o intercesor. También denota cierta clase de mecenas o patrocinador. Además, denota consuelo y alivio, que es la razón por la cual se ha traducido en algunas versiones como “consolador”.

  El Espíritu, el Tercero de la Trinidad, es la consumación total del Dios Triuno. Él no es simplemente una tercera parte de la Deidad, sino la totalidad de la Deidad. Esta persona es nuestro ayudador, nuestro mecenas, nuestro consejero, nuestro consolador quien se ocupa de las necesidades que tenemos en nuestra vida diaria. La misma palabra se usa con respecto al Señor Jesús en 1 Juan 2:1 donde se traduce “abogado”. No se trata de dos personas, sino de la misma persona. Como nuestro abogado Él está ante el Padre, y como nuestro paráclito, está en nosotros. Tenemos a una persona tan extensiva en nosotros que se ocupa de todas nuestras necesidades. Si usted necesita un ayudante, Él es ese ayudante; si necesita un abogado, Él es ese abogado; y si necesita a alguien que ore por usted, Él es ese intercesor. Éste es el Paráclito. La primera parte de la palabra, para, es un prefijo que significa al lado de o junto a. Alguien está a su lado o junto a usted todo el tiempo. Él es como una enfermera que cuida de un enfermo. Él es como un abogado que se ocupa de su caso ante los tribunales celestiales. Él lo es todo para usted.

DADO POR EL PADRE EN RESPUESTA A LA PETICIÓN DEL HIJO

  El Espíritu es dado por el Padre en respuesta a la petición del Hijo (Jn. 14:16). Incluso hasta ahora no podemos entender de manera cabal este punto. El Hijo le pidió al Padre que diera al Espíritu. Esta acción involucró a los Tres de la Deidad. El Segundo le pidió al Primero que diera el Tercero. ¿Qué es esto? No lo sabemos, pero sí sé, por Juan 14:16, que los Tres de la Deidad obran juntos para dar al Espíritu a nosotros.

ENVIADO POR EL PADRE EN NOMBRE DEL HIJO

  El Espíritu fue enviado por el Padre en nombre del Hijo (Jn. 14:26). Juan 14:26 no es un versículo fácil de interpretar. ¿Significa esto que el Padre hace algo en nombre del Hijo, o que el Espíritu es enviado en nombre del Hijo? No importa cómo lo interpretemos, el resultado es el mismo. Ya sea que el Padre hubiese enviado al Espíritu en nombre del Hijo, o que el Padre enviara al Espíritu y el Espíritu hubiese venido en nombre del Hijo, es la misma venida. Esto muestra que los Tres nunca han estado separados. Cuando Uno de los Tres se mueve, los otros Dos están junto con Él. Uno es enviado, y los otros Dos vienen junto con Él. Cuando el Hijo viene, viene en nombre del Padre, y viene en calidad de Padre. Cuando el Espíritu es enviado, en nombre del Hijo es enviado. Esto significa que Él es enviado en calidad de Hijo. Por lo tanto, el Hijo viene en calidad de Padre, y el Espíritu es enviado en calidad de Hijo. Esto sencillamente significa que los Tres son uno. Es imposible separarlos. El Primero envió al Segundo, y el Segundo viene en nombre del Primero y en calidad de Primero; luego el Segundo envió al Tercero, y el Tercero viene en nombre del Segundo. ¡Esto es maravilloso! Entre los Tres hay una clara distinción, pero no hay ninguna separación.

PROCEDE DE Y CON EL PADRE

  El Espíritu procede de y con el Padre (Jn. 15:26). El Espíritu no viene solo, sino que viene del Padre y viene con el Padre. En otras palabras, Su venida trae consigo al Padre. Por lo tanto, cuando Él viene, el Padre también viene. Los Dos, Él y el Padre, uno son.

RECIBE TODO LO QUE ES DEL HIJO, Y POR TANTO LLEGA A SER LA TRANSFIGURACIÓN DEL HIJO

  El Espíritu recibe todo lo que es del Hijo (Jn. 16:14-15). Todo lo que el Hijo es y tiene, ha sido dado a conocer, ha sido transmitido, al Espíritu. El Espíritu entonces nos da a conocer todo lo que ha recibido. Por lo tanto, Él es en realidad la transfiguración del Hijo. Todo lo que el Padre tiene es del Hijo, lo cual constituye al Hijo la corporificación misma del Padre (Col. 2:9). Todo lo que el Hijo tiene, ha sido transmitido al Espíritu, lo cual lo constituye la transfiguración del Hijo. Por lo tanto, el Hijo es la corporificación del Padre, y el Espíritu es la transfiguración del Hijo.

  Muchos cristianos hoy no usan estas dos expresiones: corporificación y transfiguración. En vez de ello, usan la palabra representante. Ellos dicen que el Espíritu Santo es el representante de Cristo, quien está en el cielo. La palabra representante es levadura, puesto que leuda la verdad. En el Dios Triuno no existe representación, sino corporificación y transfiguración. El Padre está corporificado en el Hijo, y el Hijo es transfigurado en el Espíritu. No existe el pensamiento de representación. El Hijo no representa al Padre, ni el Espíritu representa al Hijo. ¡No! El Hijo corporifica al Padre, y el Espíritu es la transfiguración del Hijo. La palabra representación indicaría que el Padre está separado del Hijo, y también indicaría que el Hijo está separado del Espíritu. Esto implicaría que existe una separación entre los Tres, entre Aquel que representa y Aquel que es representado. Pero la palabra corporificación nos habla de unión, unidad e identificación; esto mismo se aplica a la transfiguración.

  La mayoría de las verdades en la Biblia han sido leudadas. Ésta es la obra sutil del enemigo. Él ha leudado las verdades, privándolas de sus riquezas y el peso que tienen. Es por ello que necesitamos una obra de recobro. El Señor desea recobrar todas las verdades que han sido leudadas. No usen la palabra representante ni introduzcan el pensamiento de representación en cuanto al Dios Triuno. En vez de ello, debemos usar las palabras corporificado y transfigurado, o corporificación y transfiguración.

PARA PERMANECER CON EL HIJO Y EL PADRE EN LOS CREYENTES

  El Espíritu permanece con el Hijo y con el Padre en los creyentes (Jn. 14:17, 23; Ro. 8:9-11). En Romanos 8:9-11 se usan tres títulos divinos de modo intercambiable: el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo y Cristo. Esto significa que Cristo es el Espíritu de Cristo y que el Espíritu de Cristo es el Espíritu de Dios. Estos tres títulos divinos se usan de modo intercambiable para describir la impartición de la Trinidad realizada en las tres partes de nuestro ser para mezclarse completamente con nuestro ser. La Trinidad está mezclada con las tres partes de nuestro ser. ¡Esto es verdaderamente maravilloso! Así el Dios Triuno permanece en nosotros en Su máxima consumación, que es el Espíritu vivificante.

  ¿Por qué debemos dedicar tanto tiempo a este asunto? Porque la verdad leudada todavía permanece en nuestro concepto. Este elemento de levadura es universalmente común entre los cristianos. Los cristianos tienen un entendimiento subconsciente de que los Tres de la Trinidad están divididos y separados. Ellos creen que hoy únicamente tienen al Espíritu Santo en su interior, mas no al Padre ni al Hijo. Es por ello que en nuestro estudio de la Palabra santa en cuanto a la Trinidad hemos tomado un punto tras otro para ver claramente que, en primer lugar, el Hijo viene en nombre del Padre, y el Espíritu es enviado en nombre del Hijo, y en segundo lugar, que el Hijo viene con el Padre, y el Espíritu viene con el Padre y el Hijo. Estos dos puntos demuestran que el Dios Triuno es uno solo. Aunque el Padre, el Hijo y el Espíritu son distintos, son uno, inseparables, indivisibles e indivisos. Cuando usted tiene a uno, tiene a los Tres.

  Sin embargo, el Padre nunca viene primero a nosotros. El que viene primero a nosotros es siempre el Espíritu. Cuando usted tiene al Espíritu, el Hijo está con usted; y cuando tiene al Hijo, tiene también al Padre. En 1 Juan 2:23 leemos: “El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre”. Por lo tanto, cuando usted tiene al Hijo, tiene tanto al Hijo como al Padre. Además, debido a que el Hijo viene en calidad de Espíritu (2 Co. 3:17), Él es el Cristo pneumático.

  Esto es lo que el Nuevo Testamento llama la vida eterna (1 Jn. 5:20). La vida eterna es el Padre, el Hijo y el Espíritu, quienes vienen a nosotros en la consumación máxima del Dios Triuno, que es el Espíritu vivificante y todo-inclusivo. Este Dios Triuno es la realidad de la vida eterna. Por lo tanto, cuando los cristianos decimos que debemos crecer en vida, queremos decir que debemos crecer con el elemento y esencia del Dios Triuno. Cuando hablamos de la vida, nos estamos refiriendo al Dios Triuno; no nos estamos refiriendo a algo aparte del Dios Triuno. La vida en nuestra experiencia cristiana es simplemente el Padre, el Hijo y el Espíritu. La vida es el Dios Triuno mismo, y esta vida está en nosotros. ¡Cuán maravilloso! ¡Qué bendición más grande! El Dios Triuno está en nosotros como nuestra vida.

  Antes de la muerte y la resurrección de Cristo, aún no había el Espíritu (Jn. 7:39), porque Cristo aún no había terminado el proceso por el cual tenía que pasar. Él se había encarnado, pero todavía no había pasado por la muerte ni entrado en la resurrección. Pero un día entró en la muerte, pasó por ella y entró en la resurrección, y entonces se hizo el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Juan 7:39 dice que aún no había el Espíritu. Esto significa que el proceso por el cual el Espíritu de Dios llegaría a ser el Espíritu vivificante aún no había concluido, porque Jesús no había sido aún glorificado, es decir, todavía no había pasado por la muerte para entrar en la resurrección. Sin embargo, después que pasó por la muerte y entró en la resurrección, Él fue glorificado, y el proceso requerido para producir al Espíritu vivificante fue consumado.

  Fue después de Su resurrección que Él les dio a conocer a los discípulos el título de la Trinidad. En Mateo 28:19, después de Su resurrección y en Su resurrección, Él regresó a Sus discípulos y les mandó que hicieran discípulos a todas las naciones y bautizaran a los creyentes en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. No fue sino hasta después que hubo pasado por todos los procesos necesarios, que la Trinidad Divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— fue claramente revelada en las Escrituras. Después de la resurrección de Cristo y en ella, el hombre ahora puede ser bautizado en la Trinidad plenamente procesada, a fin de experimentar una unión orgánica con el Dios Triuno que se imparte a nuestro ser. Ahora nosotros, los que creemos y somos bautizados, somos uno con el Padre, el Hijo y el Espíritu, y podemos participar del Dios Triuno y disfrutar la impartición de Él mismo a nuestro ser.

PARA DAR TESTIMONIO DEL HIJO Y GLORIFICARLO

  El Espíritu del Cristo resucitado viene a dar testimonio del Hijo y a glorificarlo (Jn. 15:26; 16:14). Por ser la transfiguración del Hijo, el Espíritu hace al Hijo real en la experiencia de los creyentes. Esto es lo que significa dar testimonio del Hijo. Sin el Espíritu, el Hijo sería una persona objetiva para los creyentes y no una persona subjetiva en las experiencias que ellos tienen de Él.

  Luego, cuando el Espíritu da a conocer a los creyentes lo que el Hijo es, y lo hace real para ellos en sus vidas, el Hijo es glorificado. Por medio de esto, el Hijo llega a ser la vida de los creyentes interiormente y su expresión exteriormente. Esto es lo que significa glorificar al Hijo.

PARA DESBORDAR DEL INTERIOR DE LOS CREYENTES

  Finalmente, este Espíritu llenará a los creyentes y desbordará de su interior como ríos de agua viva en muchos aspectos de su vida cristiana (Jn. 7:38-39). Mediante esto, los creyentes en Cristo experimentan y disfrutan al Dios Triuno a lo sumo. Ésta es la máxima consumación de la impartición divina de la Trinidad Divina en el pueblo escogido de Dios.

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