
Lectura bíblica: 1 Co. 4:15; 3:6-12, 16; 6:17, 19; 7:40
En 3:6 Pablo dice: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. Aunque lo que Pablo escribe aquí es breve y sencillo, su pensamiento es profundo. ¿Qué significa plantar y regar? No es fácil contestar estas preguntas. Además ¿qué significa decir que Dios ha dado el crecimiento?
En 3:12 Pablo prosigue a hablar de oro, plata y piedras preciosas. ¿Cómo explicar el significado de estas cosas y cómo aplicarlas a nuestra vida de iglesia práctica? El tema de esta serie de mensajes es “La impartición divina de la Trinidad Divina en 1 Corintios”, y el título de este mensaje en particular se centra en que la impartición “redunda en la vida práctica de la iglesia local”. ¿Cómo hemos de aplicar el oro, la plata y las piedras preciosas a la vida práctica de una iglesia local? Es difícil explicar cómo aplicar estos asuntos a la vida de iglesia.
En 3:16 Pablo dice: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”. Aquí tenemos el pensamiento profundo de que somos el templo de Dios. Pero ¿cómo podemos nosotros ser el templo de Dios? ¿En qué sentido lo somos? ¿Y qué significa la afirmación de que el Espíritu de Dios mora en nosotros? También es difícil contestar estas preguntas.
En 1 Corintios 6:19 se nos dice: “¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?”. El Espíritu Santo está en nuestro espíritu (Ro. 8:16), y nuestro espíritu está dentro de nuestro cuerpo. Por lo tanto, nuestro cuerpo llega a ser un templo, una morada, del Espíritu Santo.
Es posible que apreciemos nuestro espíritu mucho más que nuestro cuerpo. Muchos problemas son causados por nuestro cuerpo. No obstante, en 6:19 Pablo afirma que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Es maravilloso que incluso nuestro cuerpo haya llegado a ser un templo para el Espíritu de Dios. Cuando hablamos de nuestro espíritu, es posible que nos sintamos llenos de emoción; sin embargo, muchas veces somos perturbados por nuestro cuerpo. No obstante, incluso este cuerpo tan problemático es templo de Dios.
En 6:17 encontramos unas palabras maravillosas: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Esto se refiere a la unión orgánica que los creyentes tienen con el Señor al creer en Él (Jn. 3:15-16). Esta unión es ejemplificada por los pámpanos con la vid (Jn. 15:4-5). Esta unión no sólo es de la vida divina, sino también en la vida divina. Tal unión con el Señor resucitado únicamente puede efectuarse en nuestro espíritu.
Las palabras “un solo espíritu” en 6:17 indican que el Señor como Espíritu se mezcla con nuestro espíritu. Nuestro espíritu fue regenerado por el Espíritu de Dios (Jn. 3:6), el cual ahora está en nosotros (1 Co. 6:19) y es uno con nuestro espíritu (Ro. 8:16). Es por este espíritu mezclado que el Señor, quien se hizo el Espíritu vivificante por medio de la resurrección (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17) y quien está ahora con nuestro espíritu (2 Ti. 4:22), es hecho real para nosotros. En las epístolas escritas por Pablo con frecuencia se hace referencia a este espíritu mezclado, como por ejemplo en Romanos 8:4-6.
No soy capaz de explicarles plenamente lo que significa ser un solo espíritu con el Señor. ¿Son ustedes capaces de explicar esto de manera cabal? Aunque no podemos explicarlo adecuadamente, sabemos por experiencia que el que se une al Señor es un solo espíritu con Él. Sin embargo, me preocupa que muchos cristianos tengan tan poca experiencia respecto a ser un solo espíritu con el Señor. Muchos cristianos ni siquiera saben que en las Escrituras existe un versículo que nos dice que somos un solo espíritu con el Señor.
Yo fui cristiano por más de treinta años antes que empezara a prestar la debida atención a 1 Corintios 6:17. Había estudiado el libro de 1 Corintios y había dado muchos mensajes sobre él. Me sentía muy familiarizado con el contenido de esta epístola. Luego, un día, hace unos veinticinco años, empecé a considerar este versículo. Me preguntaba a mí mismo qué significa unirnos al Señor como un solo espíritu. ¿Es el espíritu mencionado en 6:17 el Espíritu divino o el espíritu humano? Al principio, me parecía casi imposible que nosotros y el Señor fuéramos en realidad un solo espíritu. Incluso ahora, después de muchos años de que empecé a ver este versículo, no puedo describirles plenamente lo que significa decir que nosotros y el Señor nos hemos unido para ser un solo espíritu.
Como ya hicimos notar, en 6:17 el Señor como Espíritu se mezcla con nuestro espíritu regenerado. Por lo tanto, el espíritu aquí incluye tanto el Espíritu divino como el espíritu humano. Debido a que hemos hecho hincapié en este versículo, algunos nos han acusado falsamente de enseñar que llegamos a ser parte del Tercero de la Trinidad Divina. Por supuesto, de ninguna manera enseñamos esto. No obstante, en 6:17 Pablo dice que el que se une al Señor es un solo espíritu con Él. ¡Qué maravilloso hecho! Aun si no podemos entender esto o explicarlo adecuadamente, podemos experimentarlo. Sin lugar a dudas uno de los milagros más grandes del universo es el hecho de que los que creemos en Cristo nos hemos unido a Él para ser un solo espíritu con Él.
De joven yo leí un mensaje de D. L. Moody en el cual decía que el nuevo nacimiento era el prodigio de prodigios. En ese mensaje Moody decía que anteriormente nosotros éramos pecadores, enemigos de Dios; pero que por medio del nuevo nacimiento nosotros habíamos nacido de Dios para llegar a ser hijos de Dios. En ese entonces, yo estuve de acuerdo con Moody respecto a que el milagro más grande era el milagro del nacimiento divino. El capítulo 3 del Evangelio de Juan habla de este nuevo nacimiento. En particular, el versículo 6 dice: “Lo que es nacido del Espíritu, espíritu es”. No obstante, el versículo de 1 Corintios 6:17 es aún más elevado que Juan 3:6. No sólo hemos sido regenerados del Espíritu de Dios, sino que incluso ahora somos un solo espíritu con Dios. ¿Qué piensan que es más grande, nacer de Dios o ser un solo espíritu con Él? Si me hicieran esta pregunta, diría confiadamente que aunque es algo muy grande nacer de Dios, es aún más grande el hecho de ser un solo espíritu con el Señor.
Cuando Pablo escribió 1 Corintios 6:17, él se mostró plenamente convencido de lo que escribía. Él estaba muy seguro de ser un solo espíritu con el Señor.
Al final de 1 Corintios 7, un largo capítulo que nos habla sobre la vida matrimonial, Pablo dice: “Pienso que también yo tengo al Espíritu de Dios” (v. 40). En el capítulo anterior Pablo había afirmado ser un solo espíritu con el Señor, pero en 7:40 dijo: “Pienso que también yo tengo al Espíritu de Dios”. Esto nos muestra que él no se sentía tan seguro. En el pasado yo no sabía cómo conciliar estos versículos.
En 7:10 Pablo dice: “Mando, no yo, sino el Señor”; luego, en el versículo 12 dice: “Yo digo, no el Señor”. Después, en el versículo 25 añade: “No tengo mandamiento del Señor; mas doy mi parecer”. Finalmente, en el versículo 40 dice: “Pero a mi juicio, más dichosa será si se queda así; y pienso que también yo tengo al Espíritu de Dios”. Todos estos versículos implican el principio neotestamentario de la encarnación, esto es, el principio según el cual Dios y el hombre, y el hombre y Dios, llegan a ser una sola entidad. Esto difiere drásticamente del principio que rige la profecía antiguotestamentaria, esto es, el principio de hablar por Dios. En el Antiguo Testamento la palabra de Jehová venía a cierto profeta (Jer. 1:2; Ez. 1:3), quien era simplemente el portavoz de Dios. Pero en el Nuevo Testamento el Señor llega a ser uno con Sus apóstoles, y ellos llegan a ser uno con Él. Como resultado, los apóstoles y el Señor hablan conjuntamente. Su palabra llega a ser la palabra de ellos, y lo que ellos expresan es la palabra de Él. Por consiguiente, el mandamiento del apóstol es el mandamiento del Señor (1 Co. 7:10). Lo que el apóstol dice, aunque no es la palabra directa del Señor, llega a ser parte de la revelación divina del Nuevo Testamento (v. 12). El apóstol es uno con el Señor a tal grado que incluso cuando nos da su propia opinión, y no el mandamiento del Señor (v. 25), piensa que también tiene al Espíritu de Dios. No afirma categóricamente que tiene al Espíritu de Dios, sino que dice que piensa que también tiene al Espíritu de Dios. Ésta es la espiritualidad más elevada, la espiritualidad basada en el principio de encarnación.
Puedo recordar que un día en 1948 el hermano Nee en una comunión que tuvo con algunos de nosotros nos hizo notar que 1 Corintios 7 es el capítulo más espiritual de la Biblia. Me preguntaba cómo un capítulo que habla sobre la vida matrimonial podía ser considerado el capítulo más espiritual de las Escrituras. El hermano Watchman Nee decía que en este capítulo no sólo tenemos la vida matrimonial, sino también el asunto del espíritu. Él mostró que según 1 Corintios 7 Pablo escribió ciertas cosas aunque no tenía mandamiento del Señor. ¿Cómo reaccionaría usted si alguien le dijera que no tiene mandamiento del Señor, pero aun así le diera instrucciones de hacer algo? ¿No sería bastante probable que usted se negara a hacerle caso? El hermano Nee nos ayudó a ver que en 1 Corintios 7 tenemos a una persona que no tenía una palabra directa del Señor, sino que habló sus propias palabras e incluso expresó sus propias opiniones. Pero al final, Pablo pudo decir en el versículo 40 que pensaba que también tenía al Espíritu de Dios. El hermano Nee dijo que esto era la experiencia más espiritual.
Con el tiempo llegué a convencerme de que ninguna experiencia es tan profunda como la que se revela en 1 Corintios 7. Aquí tenemos a un hombre que nos dice que no tiene mandamiento del Señor, y luego prosigue a darnos su propia opinión. Pero después de darnos su opinión, nos dice: “Pienso que también yo tengo al Espíritu de Dios”. Pablo aquí pareciera estar diciendo: “Les doy mis palabras, mi opinión, sin haber recibido ningún mandamiento del Señor; sin embargo, pienso que yo tengo al Espíritu de Dios”.
Si nosotros le hubiésemos preguntado a Pablo al respecto, probablemente nos habría dicho: “Hermano, ahora estoy poniendo en práctica lo que escribí en 6:17. Sin duda alguna es correcto decir que el que se une al Señor es un solo espíritu con Él. Ahora, cuando digo que pienso que también yo tengo al Espíritu de Dios, estoy viviendo al Señor. Yo vivo al Señor en este espíritu. Incluso cuando doy mi opinión, aún tengo al Espíritu del Señor, aunque no tengo el denuedo para declarar con certeza de que tengo al Espíritu. Sin embargo, los que son infantiles y superficiales dirían con certeza que tienen al Espíritu de Dios. En realidad, ellos no tienen esa clase de certeza; pero lo que yo les digo es una descripción del hecho de que vivo al Señor”. Si vemos esto, comprenderemos que el capítulo 7 de 1 Corintios describe algo profundo.
En lo que resta de este mensaje y en los dos mensajes siguientes, centraremos nuestra atención en cuatro asuntos que vemos en 1 Corintios, a saber: el nacimiento, el crecimiento, la transformación y la identificación. En primer lugar, tenemos el nacimiento de los miembros de la iglesia y luego el crecimiento y transformación de dichos miembros. También tenemos la identificación de los miembros de la iglesia con el Señor. Estos cuatro asuntos —el nacimiento, el crecimiento, la transformación y la identificación— son muy profundos. El nacimiento se efectúa por medio del evangelio (4:15) y en Cristo Jesús. El crecimiento se logra mediante la labor de plantar y regar que realizan los colaboradores de Dios (3:8-9) y con la esencia de Dios, quien da el crecimiento (3:6-7). La transformación se efectúa por medio de la obra de edificación que realizan los edificadores (3:10-12) y mediante el Espíritu que mora en nosotros, en quien se encuentra la esencia y el elemento divinos (3:16). La identificación consiste en ser un solo espíritu con el Señor, quien es la corporificación del Dios Triuno. Esto se logra por medio del Espíritu que mora en nosotros, quien es el Espíritu que se mezcla con nosotros y nos satura (6:17, 19) y también implica el hecho de que tenemos al Espíritu de Dios (7:40).
Nadie puede explicar de manera cabal en qué consiste el nacimiento humano, mucho menos el nacimiento divino. Aunque es fácil entender el proceso requerido para hacer una mesa de madera, no podemos entender cabalmente todo lo que involucra el nacimiento humano o el nacimiento divino. Todos nosotros nacimos de nuestros padres, pero no podemos explicar adecuadamente este nacimiento.
Aunque no sabemos a fondo lo que es el nacimiento, sí podemos estar seguros de un principio básico relacionado con el nacimiento. Según este principio, el nacimiento es completamente una cuestión de la impartición de la vida. En contraste con esto, adoptar a un hijo no es algo relacionado con la vida. La adopción tiene que ver con cumplir ciertos requisitos legales; pero el nacimiento está relacionado con la vida. En particular, el nacimiento ocurre mediante la impartición de la vida. La vida de un padre se imparte en su hijo. Por consiguiente, la historia de nuestro nacimiento es una historia relacionada con la impartición de la vida.
Pablo habla acerca del nacimiento espiritual en 4:15: “Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tenéis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio”. La palabra griega traducida “ayos” aquí se refiere a una persona encargada del cuidado de los niños. Los ayos dan instrucciones y órdenes a los niños que están bajo su cuidado. Sin embargo, los padres imparten vida a los niños que engendran. Pablo era tal padre; él había engendrado a los creyentes corintios que habían creído en Cristo por medio del evangelio. Él les había impartido la vida divina a fin de que llegaran a ser hijos de Dios y miembros de Cristo.
En 4:15 Pablo pareciera estar diciendo a los corintios: “Vosotros corintios nacisteis de nuevo por medio de mí. Yo soy vuestro padre que os engendró. Fue por intermedio mío que la vida divina os fue impartida”. Mediante esta impartición de vida, los corintios experimentaron el nuevo nacimiento.
Es posible que ustedes nunca se hayan percatado de que cuando fueron regenerados, recibieron una rica impartición de vida. Aparte de la impartición de la vida divina en nuestro ser, jamás podríamos haber experimentado el nacimiento divino, un nacimiento espiritual. El nacimiento espiritual, el nuevo nacimiento, es completamente un asunto de la impartición de la vida divina. Nuestra regeneración fue el comienzo de la impartición de la vida divina en nuestro ser. Desde el día en que nacimos de Dios, esta impartición no ha cesado. Como veremos más adelante, la vida divina en nosotros crecerá, aumentará, a medida que continúa la impartición divina.