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Mensajes del libro «Impartición divina de la Trinidad Divina, La»
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CAPÍTULO SEIS

LA IMPARTICIÓN DE DIOS EN EL MINISTERIO DE CRISTO

(2)

  Lectura bíblica: Jn. 12:24; 3:15; 10:10b; 2:19, 21; 1 P. 1:3; Jn. 3:29; 14:16-20, 14:23, 26; 17:21-23; 20:22; 15:4a, 5a; 7:38-39; Ap. 22:1-2

  El ministerio de Cristo es el principal ministerio en el Nuevo Testamento y consiste en impartir a Dios en nuestro ser. Dicho ministerio se compone claramente de dos partes: la primera parte consiste en que Cristo venga a nosotros, y la segunda parte consiste en que Él regrese a Dios. Éste es un tráfico de doble sentido, un tráfico de venida y de ida. Él vino para traernos a Dios, y luego regresó a Dios para introducirnos en Él. Mediante este venir e ir Dios se impartió en nuestro ser. La venida del Señor Jesús empezó a partir de Su encarnación y concluyó con Su crucifixión. La primera parte del ministerio del Señor va desde Su encarnación hasta Su muerte. La segunda parte de Su ministerio empezó desde Su resurrección y no tendrá fin, puesto que durará por la eternidad.

  En el último mensaje señalamos que el Señor en la primera parte de Su ministerio introdujo a Dios en la humanidad, era el tabernáculo de Dios entre los hombres, nos trajo la gracia y la realidad divinas y expresó a Dios en plenitud. Estos asuntos constituyeron la obra del Señor Jesús mientras estuvo en la tierra. Después de cumplir esta obra, Él fue a la cruz y fue crucificado. Su muerte en la cruz logró muchas cosas para que Dios pudiera impartirse en nosotros. Él murió en la cruz como Cordero de Dios para quitar nuestro pecado; juzgó el mundo satánico; en Su carne destruyó a Satanás, el imperio de la muerte; y puso fin a nuestra naturaleza serpentina. Todas estas cosas negativas fueron anuladas por Cristo en la cruz.

  En el aspecto positivo, la muerte del Señor en la cruz liberó la vida divina que estaba escondida en Su interior. La encarnación lo confinó a Él. Su humanidad era como una cáscara que confinaba la vida divina en Su interior. Él se comparó a Sí mismo a un grano de trigo (Jn. 12:24). Un grano de trigo tiene una cáscara que confina en su interior la vida del trigo. La única manera en que esta vida puede ser liberada es que pase por la muerte. Cuando el grano de trigo cae en la tierra y muere, la vida que está dentro de la cáscara es liberada. Por lo tanto, en el aspecto negativo, la muerte del Señor acabó con todas las cosas negativas, pero en el aspecto positivo, Su muerte liberó Su vida divina. La crucifixión lo liberó a Él, la vida divina, de la cáscara de Su humanidad. Ambos aspectos de Su muerte sirven al propósito de que Dios pueda impartirse en usted y en mí.

  Ésta fue la primera parte del ministerio del Señor. Ésta fue Su venida de parte de Dios a nosotros por medio de la encarnación y la muerte. Si Él no hubiera pasado por la encarnación y la muerte, Dios nunca habría llegado a nosotros. La impartición de Dios llega a nosotros por medio de la encarnación y la muerte de Cristo. Todas las cosas negativas fueron quitadas, y la vida fue liberada. No solamente la vida fue liberada, sino que también nos fue presentada para que pudiéramos recibirla al invocar el nombre del Señor. Esta vida divina es simplemente el Espíritu vivificante (Ro. 8:2), y el Espíritu vivificante es simplemente el propio Señor Jesús (2 Co. 3:17). Por eso, cuando decimos: “Oh, Señor Jesús”, Él entra en nosotros como el aire. Cuando Él entra en nosotros, Dios mismo se imparte en nosotros. ¡Esto es maravilloso!

  Aunque esto es maravilloso, esto es simplemente el tráfico de venida; es decir, es Cristo que viene de parte de Dios a nosotros. El tráfico de ida es Cristo que desde nosotros regresa a Dios para introducirnos en Dios. Esto tuvo inicio desde Su resurrección y continúa en resurrección, no sólo por esta era sino por la eternidad. Debemos entender que puesto que el Señor Jesús pasó por la encarnación y la muerte, Él ahora está en resurrección. En la tipología la resurrección era tipificada por la ofrenda mecida, la cual se mece y se mueve (Lv. 23:10, 11, 15). En Apocalipsis 1:18 el Señor Jesús dijo: Yo soy “el Viviente; estuve muerto, mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades”. Jesucristo hoy es el Viviente, Aquel que está en resurrección.

  Primeramente Él se encarnó para vivir en la carne; después fue muerto, pero hoy está en resurrección. Si ustedes siembran en la tierra un grano de trigo, éste morirá y después brotará de la tierra. ¿Dónde diríamos que está ahora el grano de trigo? Está en resurrección. El Señor Jesús pasó por la muerte, y ahora, en resurrección, ha dado mucho fruto.

PARA IMPARTIR LA VIDA DIVINA EN LOS CREYENTES

  Lo primero que el Señor Jesús hizo en resurrección fue impartir Su vida divina en los creyentes (Jn. 12:24; 3:15; 10:10b). La resurrección lo imparte a Él como vida en Sus creyentes para hacer de ellos Sus miembros. Por medio de Su muerte en calidad de grano de trigo, Su vida fue liberada. Cuando el Señor Jesús anduvo y vivió en la tierra, Él era semejante a un grano de trigo. Su vida no había sido liberada porque la muerte aún no lo había tocado. El Señor Jesús sabía que tendría que pasar por la muerte; es por ello que dijo en Lucas 12:50: “De un bautismo tengo que ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!”. El bautismo mencionado en este versículo se refiere a la muerte por la que Él tenía que pasar. La vida divina que estaba oculta y confinada en Su humanidad no podía ser liberada salvo por medio de Su muerte. Mientras Satanás lograba que el Señor Jesús fuera crucificado, se sentía muy contento, pero no se daba cuenta de que en realidad le estaba ayudando al Señor Jesús a liberar la vida divina que estaba en Él.

  Lo mejor que uno puede hacerle a un grano de trigo es ponerlo en la tierra. Es por eso que el Señor Jesús oró, diciendo: “Glorifica a Tu Hijo, para que Tu Hijo te glorifique a Ti” (Jn. 17:1). Sembrar la semilla en la tierra equivale a glorificarla. Para el Señor Jesús, la muerte era una maravillosa liberación. Cuando un grano de trigo brota de la tierra, produce muchos granos que son su manifestación, su glorificación. Hoy en día nosotros somos los muchos granos de trigo que han sido producidos por la glorificación de Jesús. Nuestro Jesús ha sido glorificado universalmente. Hay muchos granos en toda la tierra que han sido producidos por la glorificación de Jesús.

  La vida que estaba dentro del Señor Jesús, dentro del único grano, fue liberada e impartida en muchos granos. Los muchos granos que son producidos por la glorificación del único grano son exactamente iguales al grano original. Él era un grano, y ahora nosotros hemos llegado a ser granos. Él era el único grano, y nosotros somos los muchos granos. En vida y naturaleza no hay ninguna diferencia entre el único grano y los muchos granos.

  Así como la muerte fue el medio por el cual se liberó la vida que estaba dentro del Señor Jesús, así también la muerte es el medio por el cual nosotros disfrutamos de la vida. Cuanto más experimentemos nosotros la muerte de Cristo, más experimentaremos y disfrutaremos Su vida.

  A lo largo de los siglos diferentes personas han tratado de acabar con los cristianos dándoles muerte. Pero matarlos nunca acaba con los cristianos; al contrario, esto hace germinar a muchos cristianos más. Cuando un cristiano es martirizado, muchos más son germinados. Cuanto más han sido perseguidos, más se han multiplicado. El martirio es una especie de glorificación. En 1949 abandoné la China continental. En aquel entonces sólo había unos tres millones de cristianos incluyendo a los católicos; pero hoy en día hay de treinta a cuarenta millones de cristianos; se han multiplicado más de diez veces.

  A través de los siglos Cristo se ha multiplicado muchas veces por medio de la muerte. Después de Su primera crucifixión, Cristo ha pasado por muchas muertes en Sus creyentes. Él fue inmolado en el primer siglo, en el segundo y en muchos otros siglos subsiguientes. En el siglo XX Él fue inmolado muchas veces en China. Pero cada vez que ha sido inmolado, es decir, cada vez que los creyentes han sufrido el martirio, Cristo ha sido glorificado y multiplicado. No teman a ninguna clase de oposición. Con respecto a nosotros, la oposición es una glorificación. La senda de la vida es maravillosa, pero nos exige pasar por la muerte. Es una senda de vida, pero para andar por ella hay que pasar por la muerte. La senda divina de la vida consiste en pasar por la muerte para que se produzca una multiplicación. Es por medio de la muerte y la resurrección que la vida divina ha sido impartida en nuestro ser.

PARA LEVANTAR EL TEMPLO DESTRUIDO

  Cristo en Su resurrección levantó el templo destruido (Jn. 2:19, 21; 1 P. 1:3). En Juan 2:19 el Señor Jesús les dijo a los judíos: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré”. El templo al cual se refería el Señor Jesús era el templo de Su cuerpo. Cuando Él levantó de los muertos el templo de Su cuerpo, levantó un templo agrandado que lo incluía a Él mismo como Cabeza y a todos Sus miembros como Su Cuerpo. Usted como miembro del Cuerpo fue resucitado al mismo tiempo que el Señor Jesús. Antes de nacer, usted fue resucitado por medio de la resurrección de Cristo. Este mismo principio se aplica a nuestra salvación. Nosotros fuimos regenerados hace casi dos mil años cuando el Señor Jesús fue resucitado de entre los muertos (1 P. 1:3).

  De la misma manera, aunque el libro de Apocalipsis es un libro de profecías, muchos de los verbos se encuentran en tiempo pasado. Juan dijo que vio la Nueva Jerusalén (Ap. 21:2). Para nosotros la Nueva Jerusalén vendrá en el futuro, pero desde la perspectiva de Juan ya estaba allí. A nuestro modo de pensar, la iglesia será edificada; pero en la visión de Juan la iglesia ya había sido edificada y la novia ya se había preparado (Ap. 21:2).

  Los judíos fueron usados por Satanás para destruir el cuerpo de carne del Señor Jesús clavándolo en la cruz. Al hacer esto, ellos pensaron que habían acabado con Él; no se dieron cuenta de que le habían ayudado al Señor Jesús a multiplicarse. Él fue muerto en Su cuerpo físico, pero cuando resucitó no sólo tenía un cuerpo físico, sino también un Cuerpo místico, el cual es universalmente grande. Todos fuimos regenerados en la resurrección de Cristo de entre los muertos. Mediante Su resurrección, Él nos regeneró a nosotros. La vida de resurrección fue impartida en nuestro ser. Este pueblo regenerado es el templo de Dios agrandado, y ésta es la iglesia universal. Hoy en la iglesia estamos disfrutando la impartición de Dios en la resurrección de Jesucristo.

PARA OBTENER LA NOVIA

  Es por medio de la impartición divina que tuvo lugar en la resurrección de Jesucristo que Él obtiene una Novia, una esposa, compuesta de todos los que han sido regenerados. El resultado de la regeneración mencionada en Juan 3 es una novia para Cristo (v. 29). Cristo obtuvo una novia mediante la impartición divina. La regeneración efectuada en la resurrección de Cristo es nada menos que la impartición de Dios mismo en usted, y esta impartición produce como resultado una novia para Cristo. Por medio de la regeneración todos nosotros llegamos a ser parte de esta novia.

PARA INTRODUCIR A SUS CREYENTES EN DIOS

  Luego Cristo en Su resurrección introdujo a todos los creyentes en Dios (Jn. 14:16-20; 17:21). ¿Dónde están ustedes hoy? ¿Se dan cuenta de que, como personas regeneradas, están en Dios? No importa si estoy en los Estados Unidos, en Hong Kong o en Stuttgart, mi hogar está en Dios. Esto no es una superstición; ¡es un hecho! Ésta es una realidad. Cristo en resurrección nos introdujo a todos nosotros en Dios por medio del Espíritu.

PARA ENTRAR EN LOS CREYENTES COMO ESPÍRITU

  Cristo nos introdujo en Dios, y al mismo tiempo entró en nosotros como Espíritu (Jn. 14:16-17; 20:22). Leamos Juan 14:20: “En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros”. En este versículo es difícil saber quién es quién. Todos estamos en el Hijo, y el Hijo está en el Padre, así que nosotros también estamos en el Padre. Esto significa que nosotros estamos en el Hijo y en el Padre, y que el Hijo está en nosotros. Esto está relacionado con la impartición de Dios. Los cristianos de hoy han pasado por alto la impartición de Dios y no le han prestado atención. Ellos primordialmente hacen hincapié en enseñanzas éticas, como por ejemplo, el que los esposos deben amar a sus esposas y las esposas deben someterse a sus esposos. Pero a la postre, ninguna esposa puede someterse como es debido, ni ningún esposo puede amar apropiadamente, a menos que reciba la impartición divina.

  El recobro del Señor no tiene que ver con el amor ni la sumisión humanos; antes bien, tiene que ver con que el Dios viviente se imparta en nosotros. Cuando usted, como esposo, experimenta al Dios viviente impartiéndose en usted, sin lugar a dudas usted amará a su esposa. Asimismo, cuando usted, como esposa, experimenta al Dios viviente impartiéndose en usted, ciertamente usted se someterá a su esposo. Esto sencillamente no será su esfuerzo de amar o de someterse, sino que será el vivir de Cristo en usted. Esto no tiene que ver con la ética ni la religión, sino con el Dios viviente que entra en usted como Espíritu. Esto es lo que significa fusionarnos con Dios y permitir que Dios se fusione con nosotros. Esto es lo que significa mezclarnos con Dios. En esto consiste la impartición de Dios. En esto consiste el ministerio del Señor Jesús, la verdadera salvación.

  Hoy en día, gran parte de lo que se enseña entre los cristianos son enseñanzas éticas. A las personas principalmente se les enseña cómo mejorar su carácter y comportamiento. Esto no es otra cosa que ética; no tiene nada que ver con el Cristo viviente en resurrección. En el recobro del Señor no estamos enseñando simplemente éticas a las personas, sino que estamos ministrando a Cristo en resurrección, quien es el propio Dios que se imparte en todos nosotros. No estamos viviendo simplemente una vida ética; estamos viviendo una vida que es Dios mismo. El cristianismo se ha convertido principalmente en una religión de ética, pero el recobro del Señor consiste en que el Dios viviente se imparta en todo Su pueblo escogido. La ética o moralidad que expresamos en virtud del Dios viviente se encuentra en un plano mucho más elevado porque son simplemente Dios mismo que vive en nosotros y por medio de nosotros y desde nuestro interior.

PARA MORAR EN LOS CREYENTES CON EL PADRE Y POR MEDIO DEL ESPÍRITU

  Después de entrar en Sus discípulos, Cristo mora en ellos con el Padre y por medio del Espíritu (Jn. 14:23, 26; 15:4a, 5a). Él no sólo entra en nosotros, sino que también permanece en nosotros por la eternidad. Usted necesita tener la comprensión de que el Dios viviente ahora permanece en usted. El propio Cristo en resurrección vive en usted. Si usted realmente viera esto, no podría permanecer tan callado. Todo el que comprenda que el Dios vivo permanece en él, se sentirá muy emocionado. Éste no es un Cristo doctrinal ni simplemente un Cristo histórico, sino el Cristo presente, el Cristo en términos prácticos, el Cristo viviente que es la corporificación de Dios y que, como tal, se imparte en todo nuestro ser al permanecer en nosotros con el Padre y por medio del Espíritu.

PARA MEZCLAR A LOS CREYENTES CON EL DIOS TRIUNO

  La impartición de Dios efectuada en el ministerio de Cristo también tiene como fin mezclar a los creyentes con el Dios Triuno (Jn. 17:21-23). Por ejemplo, cuando usted pone una bolsita de té en una taza de agua, a veces la mueve para que se mezcle bien el té con el agua. Esto es mezclar. A veces queremos irnos a casa y dormir bien pero, en lugar de ello el Señor nos envía algo para agitar la situación. Tenemos que comprender que nuestros problemas y dificultades cooperan para que se produzca esta mezcla. Todos podemos testificar que el sufrimiento nos ayuda a mezclarnos con el Dios Triuno. El Señor Jesús no está contento simplemente con permanecer en nosotros. Él quiere que nos mezclemos con Él. Cuando usted pone una bolsita de té en el agua, lo hace con la intención de que el té sature el agua, y así la esencia, aroma y sabor del té se mezclen con el agua. Esto convertirá el agua en té. Cristo en usted continuamente está haciendo algo para mezclarse con usted y hacerlo Cristo. Yo llamaría a esta mezcla “Cristificación”. Usted es una taza de agua, y el té lo está “teificando” para hacerlo té. Esto nos muestra cómo el té se imparte en el agua. Éste es un buen ejemplo de cómo Dios se imparte en nosotros para Cristificarnos.

PARA SER EL DIOS TRIUNO QUE DESBORDA DESDE EL INTERIOR DE LOS CREYENTES COMO RÍOS DE AGUA VIVA

  Esto es maravilloso, pero aún no es todo. Finalmente, este Cristo que en Su impartición se mezcla con nosotros desbordará de nuestro interior como ríos de agua viva por toda la eternidad (Jn. 7:38-39; Ap. 22:1-2). Me siento muy contento porque cada vez que comparto la palabra tengo la profunda sensación de que algo desborda sin cesar. Al final de la Biblia ustedes pueden ver una ciudad con un río que fluye continuamente. Allí el río de vida fluye e incluso desborda con el agua de vida. En esta agua que fluye crece el árbol de la vida, lleno del suministro de vida. Éste será nuestro vivir por la eternidad; éste será nuestro destino eterno. Hoy en día nosotros podemos disfrutar de un anticipo de esto. El Dios que se imparte finalmente desbordará de nuestro interior para regar a otros, para calmarles la sed y para suministrarles el árbol de la vida. Esto vendrá a ser el suministro de vida de ellos. Ésta es la impartición de Dios en el ministerio de Cristo.

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