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Mensajes del libro «Lecciones de vida, tomo 1»
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LECCION CUATRO

LA ORACION

  Lo más importante para un bebé al momento de nacer es respirar. En nuestra vida espiritual la oración es el respirar, y es tan crucial para un creyente nuevo como lo es el respirar para un bebé recién nacido. Por lo tanto, después que creemos en el Señor e invocamos Su nombre para ser salvos, debemos continuar orando e invocando al Señor. Es entonces que podemos recibir el aire espiritual, el cual es el Espíritu de vida del Señor, a fin de que crezcamos y seamos fuertes en la vida espiritual.

I. EL SIGNIFICADO DE LA ORACION

  El verdadero significado de la oración es hacer contacto con Dios en nuestro espíritu y absorber a Dios mismo. La oración es el contacto del espíritu humano con el Espíritu de Dios, durante el cual el hombre inhala a Dios. Por consiguiente, el énfasis de la oración no está en pedirle cosas a Dios, sino en hacer contacto con Dios y absorberle.

II. EL ORGANO DE LA ORACION

  Una persona necesita el órgano apropiado para cualquier cosa que haga. Necesitamos los ojos para ver, los oídos para oír, y nuestro espíritu para orar.

  1) “Dios es Espíritu; y los que le adoran [incluyendo el orar a El], en espíritu ... es necesario que adoren” (Jn. 4:24).

  2) “Orando en todo tiempo ... en el espíritu [es decir, orando con el espíritu]” (Ef. 6:18).

  Los dos versículos citados anteriormente nos dicen que Dios es Espíritu, y para adorarle y orar a El, es necesario estar en nuestro espíritu, es decir, necesitamos usar nuestro espíritu. Nuestro espíritu es la parte más profunda de nuestro ser. El orar en nuestro espíritu, o el orar con nuestro espíritu, es usar nuestra parte más profunda para hacer contacto con Dios. Por tanto, no debemos orar meramente conforme a los pensamientos en nuestra mente, sino conforme al sentir profundo en nuestro espíritu. El órgano de la oración no es la mente sino el espíritu.

III. EL MEDIO DE LA ORACION

  1) “Así que, hermanos, teniendo firme confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús” (He. 10:19).

  Entrar en el Lugar Santísimo es venir ante Dios a fin de hacer contacto con Dios y orar a Dios. Esto es por medio de la sangre redentora que el Señor Jesús derramó en la cruz, la cual quita todos los pecados que impiden nuestra comunión con Dios.

  2) “Para que todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre, El os lo dé” (Jn. 15:16).

  Aquí se nos dice que debemos orar al Padre en el nombre del Señor Jesús. Estar en el nombre del Señor Jesús es estar en el Señor mismo. Cuando oramos, precisamos orar no sólo por medio de la sangre del Señor, sino también por medio del nombre del Señor, es decir, por medio del Señor mismo. No podemos venir ante Dios para orar dependiendo de nuestra conducta. Aunque nuestra conducta sea buena, es como trapos de inmundicia a los ojos de Dios (Is. 64:6). Tampoco podemos depender de lo que somos en nosotros mismos, porque también somos inmundos e inaceptables a Dios. Por lo tanto, cuando venimos ante Dios para orar a El, debemos confiar en la sangre del Señor para que limpie la inmundicia de nuestra conducta, y debemos depender del Señor mismo para que nuestro ser inmundo sea reemplazado, de modo que sea como si el Señor mismo viniera a orar ante Dios. Solamente tales oraciones son aceptables a Dios.

IV. CONFORME A QUE ORAR

  La oración no es conforme a lo que la mente piensa, sino conforme a lo que uno siente en su espíritu. Uno ora con la boca lo que siente en el espíritu. Cuando usted venga ante Dios a orar, no le diga nada a Dios de lo que haya decidido de antemano, sino exprese a Dios lo que sienta en su espíritu en ese momento. Confiese sus pecados si siente en su espíritu confesar, y alabe al Señor si siente en su espíritu alabar. Haga lo que el sentir en su espíritu le conduzca a hacer.

V. ORAR SIN ESTORBOS

  Orar sin estorbos exige una buena conciencia, es decir, una conciencia que no le condene. Una vez que haya ofensa o condenación en la conciencia de usted, sus oraciones serán estorbadas inmediatamente y aun detenidas.

  1) “Acerquémonos [al Lugar Santísimo] ... rociados los corazones de mala conciencia...” (He. 10:22).

  Dado que somos pecaminosos, necesitamos ser rociados por la sangre del Señor Jesucristo de una mala conciencia para entrar en el Lugar Santísimo a fin de acercarnos a Dios y orar a El. Por lo tanto, cada vez que oremos, debemos pedirle al Señor que nos rocíe y nos limpie con Su Sangre, de modo que nuestra conciencia esté sin ofensa. Entonces, podremos venir a Dios con denuedo para orar desde nuestro espíritu.

VI. CONFESAR LOS PECADOS EN LA ORACION

  Cuando usted viene ante Dios, acercándose a El con un corazón sincero y un espíritu abierto, Dios, quien es luz, iluminará su interior para exponer lo que usted es en realidad y su condición verdadera. En ese momento usted tiene que confesar sus pecados. Después de confesar el primer pecado, puede que usted sienta otro, y después que lo confiese, es posible que sienta aún otro. Debe confesar cabalmente todos sus pecados conforme a tales sentimientos en su espíritu. Si no hace caso del sentido de condenación interno, es cierto que su oración no tocará a Dios. Le será difícil orar, porque el obstáculo de pecado existe todavía entre usted y Dios. Por consiguiente, debe confesar y tratar con cada pecado. Después que confiese todos sus pecados uno por uno, usted debe orar conforme al sentir en su espíritu. Entonces ciertamente tocará a Dios y le absorberá.

VII. LOS BENEFICIOS DE LA ORACION

  1) “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mt. 26:41).

  La oración nos capacita para absorber a Dios. Aparte de esto, el beneficio principal de la oración vigilante es que nos guarda de entrar en tentación para que no seamos tentados y seducidos por el diablo a ser desviados del Señor.

  2) “Acerquémonos, pues ... al trono de la gracia, para recibir misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (He. 4:16).

  El beneficio más grande de orar ante Dios y de hacer contacto con Dios es que recibimos misericordia y encontramos gracia para el oportuno socorro que satisface todas nuestras necesidades.

  3) “Por nada estéis afanosos, sino en toda ocasión sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios por medio de oración y súplica, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4:6-7).

  Otro beneficio íntimo que recibimos al venir ante Dios a orar y hacer petición es que tendremos la paz de Dios, la cual sobrepasa todo entendimiento, guardando nuestros corazones y pensamientos de toda ansiedad. ¡Qué bendición tan íntima es ser libres de ansiedades en la vida humana!

  Además, según la Biblia, no es posible describir con palabras los beneficios que recibimos de la oración. Que nosotros los que pertenecemos al Señor no descuidemos jamás la oración, sino oremos en todo momento (Lc. 21:36), aún incesantemente (1 Ts. 5:17). Entonces, ciertamente disfrutaremos a Dios mismo y todas Sus riquezas, y seremos bendecidos abundantemente por El. ¡“Es rico para con todos los que le invocan”! (Ro. 10:12).

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