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Mensajes del libro «Lecciones de vida, tomo 4»
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LECCION CUARENTA Y CINCO

LA TRANSFORMACION

  En el aspecto de vida de la plena salvación de Dios, cada paso, desde la regeneración hasta la glorificación, progresa gradualmente hacia adelante y hacia arriba. La regeneración nos lleva a la renovación; la renovación nos lleva a la consumada santificación máxima; la consumada santificación nos lleva a la transformación; y después de la transformación vienen la madurez, la conformación y la glorificación. Ahora consideraremos el asunto de la transformación.

I. EL SIGNIFICADO DE LA TRANSFORMACION

  1) “Somos transformados ... en la misma imagen [la del Señor]” (2 Co. 3:18).

  En el griego, la lengua original, la palabra “transformación” se compone de dos partes. La primera parte significa “cambio”, mientras que la segunda significa “la forma interior”, que implica “elemento” y “esencia”. Así que, en el Nuevo Testamento, la transformación se refiere a un cambio de esencia en nuestra forma interior. Esto revela que la transformación en vida que disfrutamos en nuestra experiencia de la plena salvación de Dios es la transformación de nuestra esencia interior. Esta transformación es la adición del elemento de la vida divina de Cristo a nuestro elemento humano, la cual produce un efecto metabólico que causa un cambio de esencia, una transformación de nuestro ser interior en la imagen del Señor.

II. EL PROCESO DE LA TRANSFORMACION

A. Quitar el velo

  1) “Pero cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado” (2 Co. 3:16).

  El velo se refiere a la cubierta sobre los que están bajo la ley e intentan guardar la ley. Estar bajo la ley y desear guardarla hace que el hombre se aparte del Señor y tome la ley como su meta. Estas cosas lo cubren a él como un velo de modo que es incapaz de ver al Señor cara a cara. El auto-mejoramiento y el tratar de hacer el bien separados del Señor, tienen el mismo efecto. Estas cosas hacen que el hombre se aparte del Señor y aspire a buenas obras; por lo tanto, cubierto por buenas obras, así como una persona con un velo, él no puede ver al Señor cara a cara. Puesto que creímos en el Señor y nos volvimos al Señor de cosas tales como la ley y las buenas obras, nuestro corazón debe volverse de nuestros objetivos anteriores al Señor, para que sean quitados los velos que nos cubren y podamos ver al Señor cara a cara.

B. Somos libertados

  1) “El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Co. 3:17).

  Cuando nos volvemos al Señor de todas las otras metas, tales como la ley y buenas obras, el Señor, quien es el Espíritu, inmediatamente nos libera. Si aspiramos a cualquier cosa además del Señor, estaremos ocupados y atados por ella, de modo que el Señor Espíritu será incapaz de hacer nada por nosotros. Una vez que nos volvemos al Señor de esa meta, el Señor inmediatamente tiene la base en nosotros para liberarnos.

C. Miramos y reflejamos al Señor como un espejo

  1) “Nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor” (2 Co. 3:18).

  Puesto que nos hemos vuelto al Señor para tomarle a El como nuestra meta, el velo ha sido quitado de nuestra cara, y a cara descubierta podemos mirar y reflejar como en un espejo la gloria del Señor. En ese momento, nuestra cara está descubierta para el Señor, y como un espejo sin velo podemos, por un lado, mirar Su gloria, y por otro, reflejarla.

D. Somos transformados en la imagen del Señor

  1) “...mirando y reflejando ... la gloria del Señor, somos transformados ... en la misma imagen” (2 Co. 3:18).

  Cuando miramos y reflejamos la gloria del Señor a cara descubierta y sin velo, somos gradualmente transformados en la imagen del Señor, y como un espejo reflejamos al Señor para que otros lo vean. Este es el resultado glorioso de mirar al Señor cara a cara sin ningún velo.

E. De gloria en gloria

  1) “...transformados de gloria en gloria en la misma imagen [la del Señor]” (2 Co. 3:18).

  Mirar al Señor cara a cara para reflejarle y ser transformado en la misma imagen del Señor son asuntos progresivos, avanzan de un grado de gloria a otro grado más alto de gloria.

F. Somos transformados como por el Espíritu del Señor

  1) “...transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu” (2. Co. 3:18).

  En el proceso de la muerte y resurrección, Cristo, quien murió, resucitó y realizó la redención por nosotros, fue transfigurado para hacerse el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). El Señor Espíritu aquí mencionado es Cristo mismo como Espíritu vivificante. Después que recibimos la redención realizada por medio de la muerte y resurrección de Cristo y somos regenerados, este Espíritu vivificante obra en nosotros, desde nuestro espíritu hasta nuestra alma, transformándonos continuamente en la imagen del Señor de gloria en gloria, progresando de un grado de gloria a otro grado más alto de gloria. Esta es la transformación metabólica que el Señor, quien es el Espíritu de vida, realiza en nosotros, infundiendo a nosotros continuamente la esencia de Su vida, hasta que seamos arrebatados y nuestro cuerpo sea transfigurado para ser igual a Su glorioso cuerpo.

G. Somos transformados por medio de la renovación de la mente

  1) “...transformaos por medio de la renovación de vuestra mente” (Ro. 12:2).

  La gloriosa transformación anteriormente mencionada también se realiza por medio de la renovación de nuestra mente. Nuestra mente es la entrada a nuestro corazón. Cualquier cosa que entra en nosotros primero tiene que pasar por nuestra mente antes de entrar a nuestro corazón. El Señor Espíritu nos transforma interiormente pasando por esta entrada de la mente, y trayendo la esencia divina de la vida del Señor a nosotros por medio del entendimiento y comprensión de la mente en nuestro corazón, el deseo de la emoción en nuestro corazón y la aprobación de la voluntad en nuestro corazón, a fin de transformar por dentro todo nuestro ser en la imagen del Señor.

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