
Lectura bíblica: Lc. 24:47-49; Hch. 1:8, 14; 4:8; 13:9; 6:4, 7; 12:24; 19:20; Ro. 1:16
En los últimos dos capítulos, vimos la comisión del evangelio. En este capítulo pasamos a ver el poder del evangelio. Dios no sólo nos ha dado una comisión de predicar Su evangelio; Él también nos ha dado poder para llevar a cabo la comisión que Él nos ha dado. El Nuevo Testamento revela que el Señor nos envía a predicar el evangelio en calidad de aquellos que salen para hacer negocios. Ya que éste es el caso, el Señor tiene que darnos el capital, y este capital es nuestro poder. Por ende, el Señor no sólo nos ha comisionado con el evangelio al mandarnos que lo prediquemos; Él también nos ha dado el poder que nos capacita para predicar el evangelio.
En Lucas 24:47 el Señor les encomendó a los discípulos que fuesen para “que se proclamase en Su nombre el arrepentimiento para el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando desde Jerusalén”. Esto es muy similar a lo dicho en los Evangelios de Mateo y Marcos. Mateo 28:19 dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones”. Esto indica que la autoridad que el Señor recibió tenía como meta que los discípulos fuesen e hicieran discípulos a todas las naciones. Marcos 16:15 dice: “Id por todo el mundo y proclamad el evangelio a toda la creación”. Estos tres versículos indican que los creyentes han sido enviados a predicar el evangelio del Señor. Sin embargo, si no leemos cuidadosamente, no veremos que dentro de este encargo tenemos un soporte, el cual es el poder del Señor.
Mateo 28:18 dice: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra”. La autoridad del Señor se menciona aquí, pero no se menciona cómo esta autoridad se relaciona con los discípulos. Es en Lucas 24:49 que el Señor mandó a los discípulos, diciendo: “He aquí, Yo envío la promesa de Mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto”. Esto quiere decir que los discípulos aún no habían recibido el poder como su capital. Por ende, tenían que quedarse y esperar en Jerusalén, y no ir a ningún otro lugar. El Señor envió a los discípulos para que fuesen e hiciesen negocios, así que ellos tenían que esperar a que el Señor les diese su capital, es decir, que derramase lo que había sido prometido por el Padre. Esto iba a ser el poder del evangelio.
Este poder incluye al Dios Triuno: el Hijo, Aquel que derrama, derramó el Espíritu que fue prometido por el Padre. El Padre prometió, el Hijo derramó y el Espíritu fue derramado. Esta promesa que se hallaba en el Antiguo Testamento en Joel (2:28-32) se cumplió en Hechos 2. En Hechos 1 el Señor dijo que en Su ascensión Él cumpliría lo que el Padre prometió al derramar el Espíritu de poder. Cuando los discípulos recibiesen este poder, comenzarían a partir de Jerusalén, irían a Judea y Samaria y luego irían hasta lo último de la tierra (vs. 4-5, 8).
Cuando el Espíritu Santo descendió, los discípulos fueron llenos del Espíritu exteriormente. Ellos eran como quienes estaban llenos de vino nuevo, y todos se volvieron “locos”. Cuando otros los vieron y dijeron: “Están llenos de mosto” (2:13), Pedro y los once discípulos se pusieron de pie y dijeron que no estaban borrachos, sino que tenían al Espíritu que había sido derramado sobre ellos. Luego, ellos comenzaron a predicar el evangelio y, como resultado, tres mil fueron salvos.
Hace dos siglos, la verdad acerca del derramamiento del Espíritu Santo era ignorada por el cristianismo organizado y formal, el cual estaba en degradación. El resultado de esto fue una falta de atención a esta verdad por parte de los cristianos. Por esta razón, hace doscientos años casi nadie hablaba del derramamiento del Espíritu Santo. No obstante, en la historia de la iglesia siempre ha habido creyentes que experimentaron el poder del derramamiento del Espíritu Santo.
En mi estudio de la historia de la iglesia y de las biografías de los santos precedentes, descubrí que después de la Reforma con Martín Lutero, la Iglesia Católica permaneció en un estado de apostasía y muerte, mientras que las iglesias protestantes con el tiempo se volvieron secas y débiles. Fue en tal situación de sequedad y muerte que Dios levantó a los místicos, los que se conocieron como buscadores de la vida interior. Madame de Guyón fue una de éstos. Lo único que enfatizaban era cómo experimentar al Señor interiormente y cómo tomarle como vida. Sin embargo, puesto que descuidaron la obra del Espíritu Santo, no hubo propagación del evangelio.
Durante el mismo periodo de tiempo que los buscadores de la vida interior, Dios levantó la “hermandad” en Bohemia. (Los puritanos, que son bien conocidos en la historia, fueron influenciados por ellos). Los Hermanos se dedicaron exclusivamente a estudiar las Escrituras, y ni seguían el dogma católico ni se preocupaban por las prácticas establecidas. Por consiguiente, debido a que fueron oprimidos por la Iglesia Católica y rechazados por otras iglesias establecidas, ellos huyeron a Moravia. Más adelante, en el siglo dieciocho, el Conde Zinzendorf de Sajonia, al norte de Alemania, fue conmovido por la situación de los descendientes de estos hermanos, y los recibió, proveyéndoles un lugar de refugio en su propiedad. Estos creyentes estaban resueltos a recobrar el testimonio de la iglesia que sus antiguas familias tuvieron anteriormente en Bohemia. Este último grupo fue llamado los Hermanos Moravos.
Más adelante, aquellos que de corazón puro amaban al Señor vinieron gradualmente de distintos lugares para unirse a ellos. Luego, comenzaron a tener desacuerdos entre ellos y constantemente estaban involucrados en debates acerca de doctrinas y prácticas. Un día Zinzendorf les pidió a los líderes de los distintos grupos que se congregaran, y les exhortó que terminaran sus altercados acerca de asuntos triviales y que volvieran su atención a los asuntos cruciales tales como experimentar al Señor y recibir al Espíritu. Estos hermanos fueron conmovidos y estuvieron de acuerdo con todo lo que dijo Zinzendorf. Ellos firmaron un acuerdo para detener inmediatamente cualquier discusión innecesaria y poner en práctica estar en unanimidad. Cuando llegó el siguiente día del Señor, mientras partían el pan en unanimidad para recordar al Señor, experimentaron el derramamiento del Espíritu Santo y todos se volvieron “locos”. Sin embargo, no hay registro alguno en la historia que nos diga que ellos hablaron en lenguas, echaron fuera demonios y sanaron enfermos. Más bien, hay registros claros que nos dicen que ellos estaban llenos del Espíritu Santo exteriormente, es decir, que recibieron el derramamiento del Espíritu Santo, y como consecuencia consagraron su ser y todo lo que tenían al Señor y también se prepararon para emigrar a otros países para predicar el evangelio.
Eso ocurrió hace doscientos años después del descubrimiento del nuevo continente. Muchos de los puritanos habían emigrado de Europa al nuevo continente para escapar la persecución. Un buen número de los hermanos moravos también se mudaron allí, y afectaron enormemente la condición espiritual de los puritanos en los Estados Unidos. Además, John Wesley, quien fue levantado cerca de esa época en Inglaterra, fue invitado a predicar en los Estados Unidos y estaba en el mismo barco que un grupo de hermanos moravos. Cuando el barco fue azotado por una tormenta en alta mar, casi todos los que estaban a bordo estaban sumamente aterrados. Wesley vio un grupo de personas que no tenían temor alguno, sino que cantaban y oraban tranquilamente en una esquina. Esto le impresionó enormemente, por lo que se acercó a ellos y se unió a su comunión. En ese momento descubrió que ellos eran Hermanos Moravos.
Después que John Wesley regresó a Inglaterra, llegó a ser un evangelista poderoso. Él rechazó todo lo de la Iglesia Católica y también renunció a las prácticas de la iglesia estatal de Inglaterra. Él no predicaba en edificios eclesiásticos ni en los santuarios de la Iglesia de Inglaterra. Más bien, él predicaba el evangelio en las calles a los mineros. En cierta ocasión vi una foto de personas que tenían las caras negras, pero con dos líneas blancas que bajaban desde sus ojos. Eran mineros que acababan de salir de las minas de carbón. Ellos oyeron la predicación de John Wesley y no pudieron evitar derramar lágrimas, lo cual produjo dos líneas blancas en sus caras negras. Era verdaderamente conmovedor.
De ese momento en adelante, los cristianos en Inglaterra ya no estaban atados por la vieja religión. Mientras John Wesley predicaba, algunos lloraban mientras que otros se reían. Sus gritos de “¡Amén!” resonaban por el firmamento. Más adelante, esta práctica se extendió a los Estados Unidos. Sin embargo, algunas personas no podían tolerar esto, así que se reservó una “esquina del amén” en las capillas wesleyanas para “los que gritaban amén”. Los cuáqueros fueron influenciados por ellos. El fundador, el señor George Fox, temblaba siempre que daba un sermón. En Taiwán hay un grupo que sacude sus asientos. Esto comprueba la gran influencia que John Wesley tuvo sobre Inglaterra y el cristianismo.
No sólo eso, sino que la agitación causada por la Revolución francesa de 1789 se extendió por toda la Europa continental. Inglaterra también fue afectada por esta tormenta revolucionaria. Sin embargo, debido al gran poder evangelista de John Wesley, la tormenta se tranquilizó, y el efecto que la Revolución francesa tuvo en Inglaterra fue anulado. Puesto que la familia real estaba muy agradecida por esto, Wesley es conmemorado en la Abadía de Westminster, afirmando así su contribución a Inglaterra.
Debido a la influencia de John Wesley y George Fox, el movimiento pentecostal surgió rápidamente. Este movimiento tenía como meta principalmente romper con las viejas reglas y utilizar el medio de gritar para ser liberados. Comparado con los primeros días, el movimiento pentecostal actual es más ordenado. En cierta ocasión el hermano Nee y yo fuimos a una reunión pentecostal. Vimos que algunos de ellos saltaban, algunos gritaban, algunos vociferaban, algunos se reían y algunos rodaban. Cada uno de ellos hacía lo que prefería sin importarle los demás. Cuando el pastor estaba por hablar, nadie le prestaba atención. No fue sino hasta que el pastor golpeó un gong varias veces que la congregación se tranquilizó. Después de la reunión, yo caminaba a casa junto con el hermano Nee y le pregunté: “¿Qué manera de reunirse fue ésa, con gritos, saltos y el rodarse en el piso?”. La respuesta del hermano Nee me impactó. Él dijo que el Nuevo Testamento no tiene reglas que nos digan cómo tener una reunión.
Ahora han pasado cincuenta años. Estos movimientos, desde los místicos hasta los pentecostales, fueron originalmente reacciones por parte de Dios. Puesto que la iglesia no prestó atención al Espíritu Santo, estas reacciones surgieron. Sin embargo, estas reacciones se excedieron, lo que con el tiempo produjo el movimiento pentecostal con gritos, lenguas, interpretación de lenguas, predicciones, sanaciones y el echar fuera demonios. He visto todas estas cosas. Debido a que muchas de estas prácticas eran falsas, las personas gradualmente dejaron de creer en ellas. No obstante, ésta fue originalmente la reacción de Dios con la intención de que Sus hijos se levantaran y prestaran atención al poder del Espíritu Santo.
¿Qué es el poder del evangelio? El poder del evangelio es el Espíritu Santo. Me preocupa que incluso los santos que están en el recobro del Señor no hayan prestado suficiente atención al Espíritu Santo. En un sentido doctrinal, el Espíritu Santo es un misterio, así como el Dios Triuno es un misterio. Hablando de forma sencilla, el Espíritu Santo es el tercero de la Trinidad Divina y la máxima expresión del Dios Triuno. No podemos explicar cabalmente al Dios Triuno. Él no es el Padre aparte del Hijo; tampoco es el Hijo aparte del Padre y del Espíritu. Ésta es la errónea doctrina tradicional que se enseña en el cristianismo. Según la Biblia, los tres del Dios Triuno siempre están juntos.
Lo dicho por el Señor en Lucas 24:49 indica que el Hijo había de derramar el Espíritu Santo, quien es la promesa del Padre. Cuando leemos la Biblia, muchas veces aceptamos todo por norma y, debido a esto, no estudiamos para hallar las razones detrás de ello. Este versículo revela que el Padre prometió y que el Hijo derramó. Puesto que el Padre pudo hacer la promesa, ¿acaso no podía Él llevar a cabo el derramamiento también? Puesto que el Hijo pudo hacer el derramamiento, ¿acaso no podía Él hacer también la promesa? Por supuesto, Ellos podían hacerlo. Esto sencillamente nos muestra que Aquel que prometió y Aquel que derramó realmente son la misma persona, pero con una distinción. El Padre prometió, y el Hijo derramó lo que había sido prometido. Según Hechos 1:8, lo que el Hijo derramó fue el Espíritu. Sin embargo, Lucas 24:49 nos dice que lo que había de ser enviado, o derramado, era poder y que los discípulos serían investidos de este poder como manto. Según esa afirmación, parece que hay tres: el Padre que prometió, el Hijo que derramó y el Espíritu que descendió. Realmente, no son meramente tres, sino triuno: Aquel que prometió era Aquel que derramó, y Aquel que derramó era Aquel que descendió. Los tres son uno solo. Por ende, el Espíritu, Aquel que desciende, es el Dios Triuno.
Antes de la encarnación, el Dios Triuno no pasó por proceso alguno. En la eternidad pasada, Él creó el universo sin pasar por un proceso. Él habló, y fue hecho; Él mandó, y subsistió (Sal. 33:9). Él dijo: “Haya luz; y hubo luz” (Gn. 1:3). Él dijo que había de existir los cielos y la tierra, y los cielos y la tierra fueron producidos. No fue sino hasta hace dos mil años, cuando Él se hizo carne, que el Dios Triuno comenzó a pasar por varios procesos. Primero, Él entró en el vientre de la virgen María, donde fue concebido, y luego, Él nació como “lo santo” (Lc. 1:35). En el pasado quizás pensamos que Aquel que se hizo carne era solamente el Hijo. Sin embargo, Isaías 9:6 dice claramente que el niño nacido en el pesebre era el “Dios Fuerte”, el Dios Triuno. Éste es el primer proceso por el cual pasó el Dios Triuno.
Puesto que Dios es todopoderoso, y todo lo que Él dice llega a existir, ¿por qué no se hizo hombre instantáneamente? Más bien, Él vino y permaneció en el vientre de una virgen por nueve meses y luego nació. Después, Él creció pasando de infante a adulto, así como cualquier ser humano normal. Además, el proceso de Su crecimiento no fue sencillo. Por treinta años Él practicó la carpintería en la casa de un carpintero pobre. Los judíos necios pensaban que Dios estaba en el templo, así que iban allí para adorar y servir a Dios al quemar incienso y ofrecer sacrificios. En realidad, Dios no estaba en el templo; Él era un carpintero en Nazaret. El Dios todopoderoso se hizo un humilde carpintero llamado Jesús. Esto era difícil de creer para los judíos y tropezaron por causa de ello.
A la edad de treinta años, mientras el Señor Jesús comenzaba a ministrar, en el sentido económico el Espíritu de Dios descendió sobre Él para ser Su poder. En calidad de Dios Triuno, Él ya tenía el Espíritu Santo en Su interior. Sin embargo, para Su ministerio, Su obra, aún necesitaba que el Espíritu descendiera sobre Él como Su poder. En Sus tres años y medio de ministerio, el Señor Jesús llevó una vida extraordinaria en la cual Dios fue expresado. Luego, fue crucificado en la cruz, entró al sepulcro y descendió al Hades. Él permaneció allí por tres días y logró algo adicional, y luego Él salió en resurrección. La Biblia nos dice que en Su resurrección, el postrer Adán, el carpintero humilde, llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Por ende, en la noche de Su resurrección, cuando Él fue a donde los discípulos, en realidad Él era el Espíritu. En griego Espíritu y aliento son la misma palabra: pnéuma. Cuando el Señor sopló en los discípulos, Él realmente infundía en ellos Su mismo ser como Espíritu de realidad.
Luego, Él pasó cuarenta días para adiestrar a los discípulos a vivir por Aquel que es maravilloso y misterioso, y a poner en práctica Su presencia invisible. Era difícil para los discípulos verle ir y venir, y no saber lo que estaba sucediendo. En realidad, Su ida era Su venida, y Su venida era Su ida. Él estaba con los discípulos de manera escondida. Cuando surgía la necesidad, Él se revelaba a ellos. Esto tenía como meta adiestrarlos para que ellos aprehendieran Su presencia invisible. Después de cuarenta días, les dijo a los discípulos “que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de Mí” (Hch. 1:4). Luego, ascendió a los cielos desde el monte de los Olivos delante de ellos.
Conforme a lo que dijo el Señor, los discípulos esperaron y oraron por diez días, después de los cuales el Espíritu Santo fue derramado sobre ellos. ¿Quién era este Espíritu Santo? Él era la máxima consumación del Dios Triuno. En este punto el Dios Triuno ya no era sencillo. Treinta años antes, Él era solamente Dios; no tenía humanidad. Él no había entrado al vientre de una virgen y no se había hecho carne. Además, no había pasado por el proceso de muerte, resurrección y ascensión. Sin embargo, ahora el Dios Triuno es diferente. Él tiene divinidad con humanidad, y ha pasado por muerte y resurrección, entró en la ascensión y descendió. Él pasó por un proceso completo para llegar a ser la máxima expresión del Dios Triuno.
Lo que recibimos cuando fuimos salvos fue este Espíritu. Él es el Espíritu de vida en nuestro interior con miras a nuestro vivir. Él también es el Espíritu de poder que está sobre nosotros con miras a nuestra obra. Según la verdad, en la noche de la resurrección del Señor, el Espíritu de vida fue soplado en los creyentes como aliento (Jn. 20:22). Cincuenta días después, en el día de Pentecostés, el Espíritu de poder descendió como un gran viento sobre los creyentes. Para aquel entonces ambos asuntos se habían cumplido y llegado a ser historia. Es en esta coyuntura que Pedro habló con referencia a Joel, diciendo que todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo (Hch. 2:21). Por ende, Dios tuvo que pasar por los procesos necesarios a fin de derramar Su mismo ser, de modo que cuando los hombres invoquen el nombre del Señor, puedan ser salvos. Si Dios no hubiese sido procesado a tal grado, sería imposible que el hombre fuese salvo.
Ahora queremos ver lo que significa ser salvos. En última instancia ser salvos es recibir al Espíritu. En el día de Pentecostés, aquellos que fueron conmovidos por la predicación de Pedro preguntaron: “¿Qué haremos?”. Pedro les dijo: “Arrepentíos, y bautícese cada uno [...] para perdón de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hch. 2:37-38). Arrepentirse, ser bautizados y recibir al Espíritu Santo es lo que significa ser salvos. El Espíritu Santo que recibimos por medio de la salvación es el Dios Triuno. Él no solamente ha de ser nuestra vida, sino también nuestro poder.
En un sentido doctrinal, recibir al Espíritu conlleva dos aspectos. Sin embargo, hablando en términos de experiencia, los dos aspectos no están en secuencia. Que una persona sea salva no significa que primero tiene la experiencia de Juan 20 en la cual recibe al Espíritu de vida como aliento soplado en su interior y luego tiene que esperar hasta otro día para que el Espíritu de poder descienda sobre él. En doctrina ésta es una secuencia de dos pasos, pero hoy en día en nuestra experiencia no es tan complicado. Esto se debe a que el Espíritu es un Espíritu completo, es decir, Él es el Espíritu de vida y también el Espíritu de poder. Cuando creemos en el Señor e invocamos Su nombre, somos salvos de inmediato, y el Señor como Espíritu entra en nosotros para ser nuestra vida y también desciende sobre nosotros para ser nuestro poder.
El coro del himno #212 del himnario chino dice:
¡Sopla! ¡Sopla! ¡El Espíritu Santo, el gran viento, sopla! ¡Cubre! ¡Cubre! ¡El Espíritu, la gran nube, cubre! ¡Arde! ¡Arde! ¡El fuego santo arde! ¡Brilla! ¡Brilla! ¡El electro de Dios brilla!
El viento, la nube, el fuego y el electro son el contenido del capítulo 1 de Ezequiel. En 1961 tuve un estudio con la iglesia en Taipéi acerca del libro de Ezequiel. Di muchos mensajes acerca de un solo capítulo. Ezequiel comienza con un viento tempestuoso que viene del norte (la morada de Dios). El viento trae una gran nube, y mientras la nube cubre, el fuego comienza a arder. Luego, en cuanto el fuego arde, el electro comienza a aparecer. Esta sección del Antiguo Testamento es una profecía con un tipo. El Espíritu que hemos recibido hoy es un gran viento, una gran nube y un gran fuego, y dentro de ese fuego también está el electro. Él es el viento, la nube, el fuego y el electro.
Por lo tanto, cuando recibimos al Espíritu hoy, llegamos a ser personas de esta índole: somos de viento, nube y fuego. Estas tres cosas —el viento, la nube y el fuego— constantemente crean eventos en el universo. Siempre que el viento y las nubes son suscitados en la situación política mundial, surge la guerra y el fuego comienza a arder. Sin embargo, el ardor del fuego siempre trae consigo algo bueno, que es el electro. Por ende, no le teman a la guerra. La historia comprueba que siempre que hay guerra, el electro es producido. Esto es obra del Señor Jesús. Cuando la situación sea conveniente y la oportunidad surja, Él soplará el viento desde el trono. Cuando el viento sopla, la nube le sigue. Luego, la situación mundial es sacudida: brota la guerra y el fuego arde por todas partes. Después del ardor, el electro es producido. Esto es lo que significa el proverbio chino que dice: “Cuando la agachadiza y la almeja luchan, ambas se vuelven cautivas del pescador”. El Señor Jesús es el “pescador” que “captura” mucho electro como resultado de las guerras.
En 1950 la iglesia en Hong Kong consideraba comprar un pedazo de terreno en Tsim Sha Tsui para construir un salón de reunión. En aquel entonces el hermano Watchman Nee ayudó a formar un grupo para llevar a cabo la adquisición y construcción, y luego exhortó a los hermanos, diciendo: “Hagan caso a todo lo que el hermano Witness les diga acerca del terreno, y cómprenlo rápidamente”. Los hermanos luego me llevaron para ver las tierras. En aquel entonces todavía era un huerto de verduras. Cuando lo vi, dije que Tsim Sha Tsui llegaría a ser el centro de Hong Kong y Kowloon porque está ubicado convenientemente cerca del transbordador. Por ende, compramos el terreno en un corto periodo de tiempo. Fue tal y como lo predije. Cuando los hermanos me preguntaron cuánto terreno ellos debían comprar, dije que debían comprar al menos mil ciento quince metros cuadrados. Los hermanos perdieron la confianza cuando oyeron esto, pues el costo total del terreno era aproximadamente cincuenta mil dólares estadounidenses. Esa cantidad es insignificante en la actualidad, pero en aquel entonces era extremadamente grande. Por causa de esto, me preguntaron si ellos podían reducir la compra a la mitad. Me reí y dije: “Esto es asunto de ustedes; no me pidan que lo reduzca. De todos modos, tengo que decirles que si no lo compran ahora, más adelante se arrepentirán, y cuando sí lo quieran comprar, no podrán hacerlo”. Ellos pensaron que tenían mi consentimiento, así que compraron quinientos cincuenta y siete metros cuadrados. No obstante, cuando comenzaron a construir, se dieron cuenta de que habían comprado una porción muy pequeña de tierra. Por lo tanto, ellos regresaron para comprar más, pero sólo pudieron adquirir otros doscientos setenta y ocho metros cuadrados.
Narro esta historia para ilustrar que la situación mundial siempre está cambiando para producir el electro. Sin embargo, el Señor no recogerá el electro por Su propia cuenta. Él desea que nosotros lo hagamos. Si titubeamos y nos demoramos, sufriremos pérdida. Hemos sido “soplados” a los Estados Unidos por el gran viento. Algunos quizás hayan pensado que ellos vinieron para sencillamente estudiar con miras a obtener un título o para hacer una inversión de negocios. Nunca se les ocurrió que ellos habrían de establecerse aquí permanentemente. Ésta era su perspectiva; no era la perspectiva del Señor. Él nos envió aquí por medio del viento y nos trajo hasta aquí por medio de la nube. ¡Él hizo esto para que pudiésemos predicar el evangelio aquí a fin de ganar el electro!
No escuchemos lo que el cristianismo enseña ni nos preocupemos por lo que practica el pentecostalismo. Necesitamos regresar a la Biblia misma. El Nuevo Testamento revela claramente que Aquel que se hizo carne, pasó por el vivir humano, entró en la muerte, fue sepultado, resucitó, ascendió, descendió y llegó a ser el Espíritu vivificante es Aquel que es misterioso y maravilloso. Él es nuestro Señor, nuestro Dios, nuestro Redentor y nuestro Salvador. Además, Él es el Espíritu de vida y el Espíritu de poder. Él es Aquel que es maravilloso.
Hoy en día el electro está en el Espíritu y el Señor es este Espíritu. Este Espíritu pasó por el soplo de la exhalación del Señor en Juan 20 y el soplo en Hechos 2 para ser el Espíritu completo que tiene tanto divinidad como humanidad. Actualmente, usted y yo somos salvos; hemos recibido al Espíritu completo. No hay necesidad alguna de que experimentemos el proceso de la exhalación y del soplo. Sin embargo, el problema yace en que, aunque tenemos al Espíritu, es posible que no le disfrutemos ni experimentemos. Los niños que son necios y perezosos no comen alimento bueno cuando está disponible y no se ponen los zapatos buenos cuando los tienen. Lo que hemos recibido hoy es el Espíritu todo-inclusivo. Él tiene riquezas inconmensurables, así que tenemos que disfrutarle.
El poder que recibimos para la predicación del evangelio depende del disfrute que tenemos de este Espíritu todo-inclusivo. Todos sabemos que antes de predicar el evangelio, deberíamos orar para contactar a Dios y disfrutarle. Esto equivale a “esperar”. Al orar y esperar, disfrutamos a Dios. Luego, cuando salimos, tenemos el poder del evangelio. Por otra parte, también necesitamos aprender y entender las verdades. Pedro dijo en Hechos 6:4: “Nosotros perseveraremos en la oración y en el ministerio de la palabra”. Orar es contactar a Dios, y estar en el ministerio de la palabra equivale a liberar el evangelio del Señor a otros. Cuando los apóstoles hicieron esto, el resultado fue que la palabra del Señor creció, se multiplicó y prevaleció (v. 7; 12:24; 19:20).
A fin de recibir el poder del evangelio, tenemos que disfrutar al Señor. En cuanto disfrutamos al Señor, Él llega a ser el aliento y el viento tempestuoso para nosotros. El viento tempestuoso trae la gran nube, y la gran nube trae el fuego consumidor. Esto es poder. El viento, la nube y el fuego son el poder en el universo, y el resultado es el electro. No sólo eso, sino que también necesitamos hablar la verdad del evangelio. Cuando abramos nuestros hogares e invitemos a las personas a visitarnos, no podemos permanecer en silencio. Más bien, tenemos que hablar audazmente. Es posible que no entendamos la tecnología, la astronomía o la geografía, pero conocemos el evangelio y estamos claros en cuanto a las verdades bíblicas. Esto es suficiente; necesitamos difundir la palabra del Señor a otros.
Por ende, queridos santos, el poder del evangelio está en estas tres cosas: Dios mismo como Espíritu consumado, nuestra oración y nuestra predicación de Su palabra. Dios es el Espíritu de vida y de poder, y el Espíritu está en nosotros como nuestra vida y sobre nosotros como nuestro poder. Cuando le disfrutamos, esperamos en Él, oramos a Él y aprendemos Su palabra, recibimos poder. El resultado es que el electro es producido.
Sin embargo, no deberíamos olvidar que el evangelio es el “poder de Dios para salvación a todo aquel que cree” (Ro. 1:16). El evangelio es la palabra de Dios con Dios mismo que llega a ser nuestro poder cuando le disfrutamos y oramos. Antes de abrir nuestros hogares para recibir invitados, tenemos que disfrutar a Dios en Su palabra y recibir poder. Necesitamos tener el capital antes de hacer negocios. Cuando le oremos y esperemos en Él, el viento comenzará a soplar, la nube con el fuego vendrá y el electro será producido.
Cuando llegamos a Anaheim hace diez años, no había muchos chinos aquí. Hasta hace unos dos o tres años, la población china aumentó a más de diez mil. Ahora incluso se ha duplicado. Recientemente, el periódico informó que la mayor población de chinos en California se halla en San Francisco; la segunda mayor se encuentra en Los Ángeles y la tercera está en el condado de Orange. Entre estos tres el condado de Orange es el área que ha recibido el mayor desarrollo en reciente construcción, y la iglesia en Anaheim se encuentra en el centro del condado de Orange. Damos gracias al Señor por darnos este terreno para que edificásemos el salón de reunión grande. Ahora tenemos que recibir la carga de llevar a cabo la obra de habla china de manera activa y llenar este gran salón de reunión.
Queridos hermanos y hermanas, nuestro Señor es Señor de señores y Rey de reyes. Él cambió la situación mundial y reorganizó todo no por causa de los Estados Unidos ni por causa de China, sino por causa de Su propio evangelio. Muchas personas que no creen en el Señor han sido llevadas por el viento hasta llegar a los Estados Unidos sin entender por qué. Ellos no se dan cuenta de que si hubiesen permanecido en su tierra natal, estarían adorando ídolos y no serían capaces de creer en el Señor por cualquier medio, y que por causa de esto el Señor los trajo aquí mediante este soplo para darles la oportunidad de recibir al Señor. Cuando el viento sopla, el corazón es conmovido. Ellos no sólo vinieron a los Estados Unidos, sino que muchos de ellos aun han estado dispuestos a venir a nuestro salón de reunión. Ahora tenemos candidatos para el evangelio y también tenemos el salón de reunión. La pregunta es si estamos dispuestos o no a recibir la carga de abrir nuestros hogares para la obra del evangelio.
En Corinto, dos o tres años antes que Pablo fuese a Roma, él escribió el libro de Romanos a la iglesia en Roma. Esto tiene que haber conmovido y beneficiado a los santos que estaban en Roma. Por lo tanto, en Hechos 28, cuando él y sus compañeros llegaron al Foro de Apio y las Tres Tabernas, los hermanos en Roma salieron a recibirlos (v. 15). Roma se encuentra como a sesenta y cuatro kilómetros del Foro de Apio y a cuarenta y ocho kilómetros de las Tres Tabernas. El transporte en los tiempos antiguos no era conveniente, pero los santos de todos modos pagaron el precio para alojarlos. Actualmente, el Señor no nos pide que paguemos un precio enorme. Él ya ha soplado sobre los chinos llevándolos a nuestra puerta principal y ha preparado el salón de reunión. Deberíamos cooperar al consagrar nuestros hogares y nuestro tiempo de modo que cada uno de nuestros hogares llegue a ser el Foro de Apio y las Tres Tabernas. Para el tiempo de Pablo sólo había “Tres Tabernas”; hoy en día deberíamos tener “Cien Tabernas”.
Espero que ustedes hoy tomen una decisión solemne delante del Señor para consagrarse nuevamente al mover de Su evangelio, y consagrar su tiempo lo más posible por causa de Su evangelio. Luego, abran su casa para convertirla en una estación del evangelio. Todos somos débiles y necesitamos la ayuda que proporciona una consagración vinculante. Aun cuando las personas del mundo hablan acerca de negocios, nada se logra si al final no se toma una decisión. Hoy en día no podemos meramente escuchar el evangelio y estar emocionados por un rato. Tenemos que hacer un acuerdo delante del Señor al consagrarnos a Él de modo práctico.
Ésta es nuestra responsabilidad y también es nuestra oportunidad. Nuestro avance en esta tierra y todas las riquezas materiales que hemos recibido se harán vanidad al fin y al cabo. Sólo las almas que hemos ganado para nuestro Señor tendrán verdadero valor y durarán hasta la eternidad. Por ende, santos, no tengan temor de no tener alimento para comer. Cuanto más ustedes vivan para el Señor y para Su evangelio, mejor será su alimento. Yo mismo tengo innumerables testimonios en cuanto a este asunto. Hace cincuenta años había un dicho en chino que decía que si una persona llega a ser predicador, llevará una vida sencilla en pobreza. El día que fui salvo, estaba claro que había sido llamado por el Señor. Estaba decidido de que si iba a ser pobre, que así fuese, pero de todos modos predicaría el evangelio para Él. A la postre, en estos cincuenta años el Señor no me ha hecho pobre. Por el contrario, el alimento que Él provee ha sido cada vez mejor. Mis antiguos compañeros de clase todos pensaban que yo era supersticioso, pero más adelante, fueron convencidos uno por uno de que cuanto más yo servía al Señor, más era bendecido.
Quisiera decirles a los jóvenes que no deberían tener temor. Ahora mismo parece que no es fácil, pero a la postre ustedes serán bendecidos por el Señor. Si una persona no vive para el Señor y para Su evangelio, tendrá muchas desgracias. No estoy pronunciando una maldición, ni les estoy recomendando que no estudien y trabajen. Sencillamente quiero que estén claros que el Señor no nos ha llevado aquí mediante este soplo para que podamos vivir en paz, tener un buen trabajo y dormir bien. Su meta consiste en que salvemos almas que podemos ofrecer a Él para Su edificio. Espero que todos ustedes vean esto claramente y verdaderamente consagren su ser y su tiempo para el evangelio del Señor.
Oración: Señor, gracias que has abierto nuestros ojos. Verdaderamente entendemos la situación mundial. Hemos visto lo que estás haciendo, hemos reconocido el camino claramente y hemos hallado la dirección. Señor, Tú eres quien nos ha traído aquí para Tu evangelio. Tú has preparado todo para nosotros de modo que en nada tengamos carencia; somos abundantemente ricos. No deseamos ser necios, no deseamos ser ciegos y no queremos fallarte. Nos consagramos enteramente a Ti, y consagramos a Ti nuestro tiempo, nuestros hogares y los miembros de nuestra familia. Señor, queremos que aceptes y bendigas nuestra consagración. Glorifícate y utilízanos en gran medida de modo que cada uno de nosotros pueda ser lleno del Espíritu Santo, tenga el poder del Espíritu Santo y tenga la palabra para contactar a otros. Señor, oramos que Tú abras la puerta del evangelio para que aquellos a quienes hemos contactado puedan llegar a creer en Ti y recibirte. Esperamos que respondas a nuestra oración. Amén.