
En esta lección iniciaremos el estudio de los cinco aspectos objetivos de la salvación completa, los cuales resolvieron el problema que el hombre tenía con Dios. El primer aspecto es la redención que Cristo realizó por nosotros mediante Su muerte en la cruz. Leamos Efesios 1:7, que dice: “En quien tenemos redención por Su sangre, el perdón de los delitos según las riquezas de Su gracia”.
La palabra redención es la forma sustantivada del verbo redimir. [Redimir significa volver a comprar algo que originalmente nos pertenecía, pero que se había perdido. Por ejemplo, este himnario me pertenece. Si se me perdiera y luego tuviera que volver a comprarlo, estaría recuperando o redimiendo mi propio himnario. Por lo tanto, la redención es pagar un precio para recuperar o recobrar al hombre, quien se había perdido.
Originalmente le pertenecíamos a Dios y éramos Su posesión, pero lamentablemente nos perdimos. A pesar de esto, Dios no nos abandonó. El pagó un gran precio para recuperarnos, éste es el significado de la redención. A pesar de que nos perdimos completamente, El no renunció a Su deseo de recobrarnos. Pero conseguir esto no era tan fácil para Dios, ya que nos involucramos en el pecado y en muchas otras cosas contrarias a Su justicia, Su santidad y Su gloria. Esto nos ocasionó muchos problemas con Dios, pues quedamos bajo una demanda triple, a saber, la demanda de Su justicia, santidad y de Su gloria. Tal demanda triple nos impuso muchos requisitos que eran imposibles de cumplir. Por consiguiente, Dios tuvo que pagar un precio muy alto a fin de recobrarnos. Cristo murió en la cruz para obtener nuestra redención eterna (Gá. 3:13; 1 P. 2:24; 3:18; 2 Co. 5:21; He. 10:12; 9:28). El tuvo que dar Su propia sangre para lograr esta redención eterna (He. 9:12, 14; 1 P. 1:18-19).]
De acuerdo con la norma de la justicia de Dios, somos injustos. Además, no somos santos como El. Nuestro destino original era la santidad, pero por causa de la caída, fracasamos y recibimos una naturaleza pecaminosa. Como resultado de esto no expresamos a Dios sino a Satanás; por lo tanto, fuimos privados de la gloria de Dios. ¡Qué terrible condición la nuestra!
Por causa del pecado, la transgresión y la iniquidad, nos perdimos y quedamos bajo la demanda de la ley, la cual nos impuso la maldición de la muerte.
Pero, ¡alabado sea el Señor! Jesucristo vino a redimirnos. Por Su muerte justa El nos redimió, es decir, nos recobró para Dios y para Su propósito. Su sangre preciosa fue el precio con el cual El pagó nuestra deuda, ya que nosotros no éramos capaces de pagar un precio tan alto. Nuestro destino era morir en el pecado, pero ahora podemos acudir a Dios, ser perdonados, recibir Su vida, ser llenos de El y expresarlo. ¡Qué redención tan maravillosa!
Compendium of God’s Full Salvation [Compendio de la salvación completa que Dios efectúa] (LSM), capítulo 11.
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