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Mensajes del libro «Línea central de la revelación divina, La»
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La línea central de la revelación divina

LA ECONOMÍA DIVINA Y LA IMPARTICIÓN DIVINA

MENSAJE CATORCE

LA TOTALIDAD DE LA BENDICIÓN QUE TODO LO ABARCA, LA BENDICIÓN DEL EVANGELIO COMPLETO DE DIOS EN CRISTO, CON MIRAS A QUE SE REALICE LA IMPARTICIÓN DIVINA CONFORME A LA ECONOMÍA DIVINA

(5)

  Lectura bíblica: Gá. 2:20; 5:16, 25; 4:19; 6:7, 8b, 14-15, 18

  En este mensaje seguiremos teniendo comunión acerca de la manera de recibir, experimentar y disfrutar al Cristo todo-inclusivo en Su calidad de Espíritu vivificante y todo-inclusivo, quien es la totalidad de la bendición que todo lo abarca, la bendición del evangelio completo de Dios.

  Primero, quisiera presentar algo más acerca del asunto que mencionamos en el mensaje anterior, esto es, nuestra identificación con Cristo en Su muerte de modo que ya no vivamos nosotros, sino que Cristo viva en nosotros (Gá. 2:20). Para ser identificados con alguien, primero debemos estar en unión con él. No podemos tener comunión sin primero tener unión. En el Antiguo Testamento, los sacerdotes imponían sus manos a los sacrificios que ofrecían. Esto indicaba su unión con las ofrendas. Sin embargo, en realidad, los sacerdotes seguían siendo los sacerdotes y las ofrendas seguían siendo las ofrendas. La unión no se realiza por medios físicos; la unión se realiza por el Espíritu. Si el Señor no fuera Espíritu o si nosotros no tuviéramos espíritu humano, sería imposible que hubiera unión entre el Señor y nosotros. El libro de 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante” y 1 Corintios 6:17 dice: “Pero el que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Estar identificado con el Señor significa ser un solo espíritu con Él e incluso ser una sola entidad con Él. Ser una sola entidad con el Señor significa que llegamos a ser Él y Él llega a ser nosotros, es decir, que Él y nosotros llegamos a ser uno. Ésta es una unión más profunda que la de esposo y esposa. La unión de una pareja no es absoluta porque todavía pueden divorciarse. Sin embargo, tal como nuestro cuerpo no puede divorciarse de nuestra cabeza, es imposible que nos “divorciemos” del Señor. Somos una sola entidad con Él.

  Llegamos a ser uno con el Señor al creer en Él. En ciertos versículos del Nuevo Testamento, como por ejemplo Juan 3:16, se habla no simplemente de creer en Cristo, sino también de entrar en Cristo creyendo. Entrar en el Señor creyendo en Él es un hecho, y no simplemente un dicho. Gálatas 3:27 dice: “Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. Para comprender que hemos sido bautizados en Cristo y revestidos de Él se requiere que ejercitemos la capacidad de creer. Muchas veces al predicarles el evangelio a los pecadores no les hablamos acerca de lo espiritual y profundo porque no creemos que lo puedan entender. Esto es un error. Debemos decirle a la gente: “Queridos amigos, hoy en día ustedes pueden estar en Cristo, y Cristo espera poder entrar en ustedes. Déjenme decirles cómo puede ser esto. Dios es Espíritu, y un día, hace dos mil años, este Dios vino a ser un hombre llamado Jesús. Este hombre vivió en la tierra treinta y tres años y medio. Luego, fue a la cruz para morir por ustedes y sus pecados. Fue sepultado y resucitó el tercer día. Ahora les diré una cosa maravillosa: en el tercer día, este Jesús en Su resurrección llegó a ser el Espíritu vivificante. En resumen, Jesús llegó a ser el Espíritu. Ustedes probablemente han oído el nombre de Jesús, pero tal vez no sepan quién y qué es Jesús. Jesús es Dios el Espíritu. Él está en mí, y Jesús como Espíritu es lo que yo les traigo. Mientras les hablo, Él les está hablando. Si creen en Él y lo invocan, entrarán en Él y Él entrará en ustedes”.

  Estar identificado con el Señor es ser un solo espíritu con Él. Es un hecho que hoy Jesús es el Espíritu y que está esperando entrar en cualquier persona que crea en Él. Si alguna persona ejercita su ser interior e invoca a Jesús, no importa su linaje, color o cultura, Jesús viene como Espíritu y entra en ella. Después de esto, la persona debe ser bautizada. Ser bautizados es ser puestos en Cristo, lo cual indica lo que hemos recibido al creer. Ser bautizados también es revestirnos de Cristo. En el bautismo se tiene un tráfico de doble dirección. Entramos en Jesús, y nos revestimos de Él. No es un formalismo ni un rito; es un hecho. Cuando bautizamos a otros, debemos decirles que no sólo los ponemos en el agua, sino que también los ponemos en Jesucristo, quien es el Espíritu. Desde el momento en que uno es bautizado, uno está en Cristo, y Cristo está sobre él como un vestido. Éste es un hecho en que debemos creer, y debemos tener la certeza y confianza para decírselo a la gente.

  Mateo 28:19 dice: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Es fácil creer que estamos bautizando a las personas en el agua, porque el agua es visible; pero por falta de entendimiento, tal vez no tengamos la confianza y certeza para decirles que las estamos bautizando en el Dios Triuno. Por causa de nuestra debilidad, el Señor no dijo aquí que bautizáramos a las personas en el Dios Triuno directamente, sino que lo debemos hacer indirectamente al bautizarlas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Sin embargo, el nombre es en realidad la suma total del Ser Divino y equivale a Su persona. Bautizar a alguien en el nombre del Dios Triuno es sumergirlo en todo lo que el Dios Triuno es. Si salimos a contactar a otros sin tener tal certeza y confianza, no tendremos poder. Nosotros mismos necesitamos tener la experiencia de que realmente estamos en Jesús y que Jesús realmente está en nosotros. Entonces, con confianza y plena seguridad podemos ir a predicar lo que hemos experimentado.

  Debemos creer lo que predicamos, y debemos creer que cuando bautizamos a otros, los ponemos en el Dios Triuno. El que es bautizado está en el Dios Triuno; está en Jesús y Jesús está en él. Ahora él y Jesús, Jesús y él, son uno. Son dos personas unidas como una sola. Por lo tanto, la persona bautizada está identificada con Cristo. Si nosotros tenemos tal certeza, no predicaremos el evangelio a otros de una manera pobre y débil. Antes de ir a predicar a otros, primero debemos orar hasta entrar en el Espíritu y en la Palabra de Dios. Debemos orar al menos veinte minutos, no principalmente por la salvación de los pecadores, sino por nosotros mismos. Podemos orar diciendo: “Señor, ten misericordia de nosotros y revístenos de poder. Ponnos en Ti. Cuando salgamos, sal en nosotros y haz que vayamos en Ti. No queremos salir sin estar en Ti”. Después de veinte minutos, estaremos seguros de que Él está en nosotros y de que nosotros estamos en Él. Entonces tendremos el verdadero denuedo y poder. Tal certeza, denuedo y poder, sumados, equivalen al Espíritu.

  Después que alguien ha sido bautizado, debemos volver a visitarlo para decirle que es uno con Jesús. Jesús murió en la cruz, y ya que somos uno con Él, nosotros morimos allí también (2 Co. 5:14). Somos identificados con Él en Su muerte para que ya no vivamos nosotros. Ésta fue la razón por la cual morimos con Él. Necesitábamos llegar a nuestro fin, y ahora hemos sido germinados. Ahora Cristo vive en nosotros. Éste es el evangelio más elevado, el cual necesitamos predicar a los recién bautizados. Debemos creer que la gente puede entender tal evangelio.

  El vivir de Cristo en nosotros debe ser un hecho, no meramente una doctrina o declaración. Cuando nos despertamos por la mañana, debemos invocar al Señor varias veces antes de hacer cualquier otra cosa. Si practicamos esto, al acabar de tender la cama, seremos personas diferentes. Invocar al Señor de esta manera nos ayudará a experimentar al Cristo que vive en nosotros. Copiar dos versículos de la Biblia después del avivamiento matutino e ingerirlos poco a poco a lo largo del día, también nos ayudará a experimentar al Cristo que vive en nosotros. No debemos ocuparnos meramente de la doctrina acerca de que Cristo vive en nosotros. Debemos ocuparnos del hecho mismo.

  Según Gálatas 2:20, la vida que ahora vivimos en la carne, la vivimos en la fe de Cristo. Vivimos una vida en la carne, pero la vivimos en la fe de Cristo. No vivimos tal vida en la fe nuestra, sino en la fe de Cristo, más aún en Cristo como nuestra fe. Cuando vivimos así, disfrutamos a Cristo y lo apreciamos, y Él, dentro de nosotros, viene a ser nuestra fe actual. Esto significa que nos ponemos a nosotros mismos a un lado. En nosotros no queda nada más que Cristo. Cristo lo es todo para nosotros, a tal grado que aun viene a ser nuestra fe. Esto es de gran importancia.

  Todos necesitamos ver que el hecho de que creímos en Jesús y fuimos bautizados en Él significa que Él ha entrado en nosotros y que nosotros hemos sido puestos en Él de tal manera que Él y nosotros hemos llegado a ser uno. Él está en nosotros, y nosotros estamos en Él. Esto sólo es posible debido a los dos espíritus. Él es el Espíritu divino, y nosotros tenemos un espíritu humano. El Espíritu divino está en nuestro espíritu humano. Por lo tanto, en nuestro espíritu somos un solo espíritu con Él. Él murió, y nosotros morimos en Él. Nosotros vivimos, pero Él vive en nosotros. Seguimos viviendo, pero no vivimos esta vida por nada de nosotros mismos, sino por Él como el todo, aun como nuestra fe. Todos necesitamos ver esto. Esto no es meramente doctrina; debe ser nuestra experiencia.

6. Vivimos y andamos por el Espíritu

  La sexta manera de recibir, experimentar y disfrutar al Cristo todo-inclusivo en Su calidad de Espíritu vivificante y todo-inclusivo es vivir y andar por el Espíritu (Gá. 5:16, 25). Vivir y andar por el Espíritu equivale a existir por el Espíritu. El Espíritu está en nuestro espíritu humano (Ro. 8:16). Muchas veces en los escritos de Pablo a los traductores les es difícil determinar si la palabra espíritu debe tener mayúscula o no. En los escritos de Pablo, el espíritu es el espíritu mezclado, el Espíritu que está en nuestro espíritu.

  Después de levantarnos por la mañana, debemos hacerlo todo por nuestro espíritu. Debemos comenzar nuestro día viviendo y andando en nuestro espíritu. Si nos levantamos de una manera negligente, arruinaremos todo el día. Después de levantarnos, lo mejor que debemos hacer es invocar el nombre del Señor. Cuando invocamos, diciendo: “Oh, Señor Jesús”, estamos en el espíritu (1 Co. 12:3). Invocar así nos aparta de todo y nos trae de nuevo a nuestro espíritu. Entonces tendremos un buen comienzo para el día, y tendremos la capacidad de hacer frente a cualquier situación. Podremos hacer frente a cada circunstancia usando nuestro espíritu. Esto es vivir y andar por el Espíritu. Tal experiencia viene después de estar identificados con Cristo en Su muerte para que Él viva en nosotros. Si no experimentamos la identificación con Cristo, no podemos vivir y andar por el Espíritu.

7. Tenemos a Cristo formado en nosotros al sufrir dolores de parto

  La manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo en Su calidad de Espíritu también es tener a Cristo formado en nosotros al sufrir dolores de parto. Gálatas 4:19 dice: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”. En Gálatas 1:16 Cristo es revelado en nosotros; en 2:20 Cristo vive en nosotros; y en 3:27 Cristo está sobre nosotros, cubriéndonos como un vestido. Ahora en 4:19 Cristo es formado en nosotros.

  La segunda estrofa de Himnos, #213 dice:

  ¡Oh, qué confiar! ¡Oh, qué gozar! Se está formando Cristo en mí. Su vida divinal está Forjándose ahora en mí. Lo que soy yo se terminó, Y Cristo es todo para mí.

  Las dos últimas líneas de esta estrofa en chino dicen que todo lo que somos se terminó, llegó a su fin, y que todo lo de Cristo ha llegado a ser nuestro elemento. Ahora Su elemento lo es todo para nosotros. Esto es lo que significa que Cristo sea formado en nosotros. En sus escritos, Pablo también usa las palabras transformados (2 Co. 3:18) y hechos conformes. (Ro. 8:29). Si no somos transformados, Cristo no ha sido formado en nosotros. Que Cristo sea formado en nosotros depende de que nosotros seamos transformados. Nosotros somos transformados en Su imagen, y Él es formado en nosotros. El proceso en que nosotros somos transformados y Él es formado en nosotros nos hace ser conformados a Su imagen. Nuestra conformación a Su imagen es Su formación adicional en nosotros.

  Romanos 12:2a dice: “No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente”. Aquí se relaciona la renovación con la transformación. Esto indica que cuando Cristo es formado en nosotros, nuestra alma —nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad— es renovada. Nuestra mente es la parte principal de nuestra alma. Que nuestra mente sea renovada equivale a que Cristo “invada” nuestra mente. Nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad están llenas de nuestro yo y del mundo. Ser renovados en nuestra mente es quitar el yo y el mundo de nuestra mente, de nuestra parte emotiva y de nuestra voluntad, y reemplazarlos con Cristo. Si somos renovados así, Cristo será formado en nosotros, y nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad serán como Él es. Cada parte de nuestro ser interior tendrá la imagen de Cristo. Esto es lo que significa que Cristo sea formado en nosotros. Al pensar, seremos como Cristo; al amar o aborrecer, al sentir gusto o desagrado, seremos como Él; al escoger o rechazar, seremos como Cristo.

  Sin embargo, muchos de nosotros todavía no somos así. Algunas veces quizás tengamos pensamientos nobles, pero en nuestra vida práctica nuestra mente no es como la de Cristo. Nuestra mente sólo expresa nuestro yo y el mundo. Sucede lo mismo con nuestra parte emotiva. Es posible que amemos, nos riamos y lloremos por el yo y el mundo, y no por Cristo. Esto indica que Cristo no ha sido formado en nosotros, que Cristo no ha invadido nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad para reemplazar el yo y el elemento del mundo con Él mismo. Muchas veces, cuando las personas hablan, lo que dicen está lleno del yo y del mundo. La mente, la parte emotiva y la voluntad de tales personas están llenas del yo y del elemento del mundo. Lo que ha sido formado en ellas es el yo con el mundo, y son la expresión del yo y del mundo. Nunca podremos ser una expresión de Cristo sino hasta que Cristo haya invadido todo nuestro ser interior para hacer que el yo y el mundo sean echados de nuestra mente, de nuestra parte emotiva y de nuestra voluntad, y sean reemplazados con Él mismo. Entonces nuestro ser interior tendrá la forma, la imagen, de Cristo.

  La palabra forma, según el uso que Pablo le da en el Nuevo Testamento, es la expresión exterior del ser interior (véase Fil. 2:6 y la nota 2). Si en nuestro ser interior estamos llenos del yo y amamos el mundo, nuestra forma exterior simplemente será del yo y del mundo. Al escoger un par de zapatos, una corbata o un automóvil, nuestra selección expresará el mundo e indicará que nuestras emociones, las cosas que nos agradan y desagradan, están llenas del yo y del mundo. Pero si Cristo nos ha invadido, vencido y sometido, y ha hecho que el yo y el mundo se vayan de nuestro ser interior y los ha reemplazado con Él mismo, lo expresaremos a Él. Lo que somos se expresa en nuestra forma exterior. Si Cristo reemplaza el yo y el mundo en nuestra mente, en nuestra parte emotiva y en nuestra voluntad, tendremos la forma de Cristo. Los gálatas estaban ocupados con el judaísmo; así que, en su forma exterior expresaban el judaísmo. Por lo tanto, Pablo dijo: “Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros”. Pablo tuvo que sufrir como una madre, sufriendo dolores de parto por los gálatas, hasta que el yo y el mundo en ellos fueran reemplazados por Cristo mismo.

8. Sembramos para el Espíritu teniendo en vista el deseo y el objetivo del Espíritu, a fin de realizar lo que el Espíritu desea

  Otra manera de recibir, experimentar y disfrutar al Cristo todo-inclusivo en calidad de Espíritu vivificante y todo-inclusivo es sembrar para el Espíritu teniendo en vista el deseo y el objetivo del Espíritu, a fin de realizar lo que el Espíritu desea (Gá. 6:7, 8b). Nuestro vivir humano es un sembrar. Al hacer cualquier cosa, sembramos semillas, y lo que sembramos es lo que segaremos. Si sembramos algo noble y bueno, segaremos eso mismo, y si sembramos algo vil e inferior, podemos contar con que segaremos lo mismo. Todo lo que hacemos en nuestra vida diaria es una siembra. No debemos pensar que la manera en que nos peinamos es insignificante. Aun esto es una siembra. Después de cierto tiempo, segaremos lo que hayamos sembrado. Gálatas 6:8 dice: “Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. Debemos procurar sembrar correctamente. Si sembramos según el Espíritu, segaremos según el Espíritu.

  Sembramos para el Espíritu teniendo en vista el deseo y el objetivo del Espíritu. Nuestro deseo y objetivo no es de nosotros, sino del Espíritu. Cristo vive en nosotros, pero puede ser que sembremos según nuestro propio deseo. Puede ser que nuestro peinado se conforme a cierto estilo porque ése es nuestro deseo. Sin embargo, cuando nos peinamos, debemos tener en vista el deseo y el objetivo del Espíritu. Nuestro deseo y objetivo debe ser que el estilo de nuestro peinado exprese al Señor a quien amamos y quien es el Espíritu dentro de nosotros, a fin de que la gente pueda ver a Cristo aun en nuestro peinado. Al sembrar, debemos tener en vista el deseo y el objetivo del Espíritu, para llevar a cabo el objetivo del Espíritu. Todo lo que tenemos y hacemos y la forma en que nos vestimos deben corresponder al propósito, deseo y objetivo del Espíritu. Lo que segamos depende de lo que sembramos.

  Sembrar para el Espíritu de esta manera es recibir, experimentar y disfrutar al Espíritu como la bendición todo-inclusiva del evangelio. Si vivimos una vida sin el Espíritu y sembramos según la carne, no podemos esperar disfrutar a Cristo como la bendición que todo lo abarca. Hace varios años, las principales denominaciones de los Estados Unidos se reunieron para considerar una obra conjunta para evangelizar el mundo. Su conclusión fue que no era posible hacerlo por la falta de personal. Hoy en día en los Estados Unidos hay millones de cristianos, pero ¿cuántos viven a Cristo? ¿Cuántos viven a Cristo en la manera que se peinan o en la manera que compran zapatos? Esto no es cosa insignificante. Cuando compramos una corbata estamos sembrando. La siega vendrá cuando nos paremos con la corbata delante de la gente para predicarles el evangelio. Si la corbata es mundana, nuestra predicación estará vacía. Si no estamos vestidos conforme al Espíritu, la gente no querrá escuchar nuestro mensaje. Sembrar para el Espíritu es vivir a Cristo, y esto es recibir, experimentar y disfrutar a Cristo.

9. Nos gloriamos en la cruz de Cristo y vivir como una nueva creación

  La manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo en Su calidad de Espíritu también es gloriarnos en la cruz de Cristo y vivir como una nueva creación, que no es ni religión ni falta de religión (Gá. 6:14-15). La cruz de Cristo es nuestra gloria. Nos gloriamos en el hecho de que todo ha sido terminado en la cruz. El amor por los automóviles, por las casas grandes y las últimas modas han sido puestos en la cruz. Todo ha sido eliminado por la cruz. Ésta es nuestra gloria. Ahora vivimos como una nueva creación. Debido a que nos gloriamos en la cruz, no podemos vivir en la vieja creación; tenemos que vivir en la nueva creación. Todo debe ser nuevo porque somos una nueva creación en Cristo. Ésta es la manera de disfrutar a Cristo.

10. La gracia de nuestro Señor Jesucristo está con nuestro espíritu

  La manera consumada de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo en Su calidad de Espíritu es que la gracia del Señor Jesucristo esté con nuestro espíritu. El libro de Gálatas concluye con 6:18: “La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu, hermanos. Amén”. El que la gracia del Señor Jesucristo esté con nuestro espíritu es la manera de recibir, experimentar y disfrutar a Cristo.

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