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Mensajes del libro «Línea central de la revelación divina, La»
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La línea central de la revelación divina

LA ECONOMÍA DIVINA Y LA IMPARTICIÓN DIVINA

MENSAJE VEINTITRÉS

EN EL CUMPLIMIENTO DE LA PLENA REDENCIÓN Y SALVACIÓN QUE DIOS EFECTÚA EN CRISTO

(3)

  Lectura bíblica: Tit. 3:5b; Ro. 12:2b; Ef. 4:23; Ro. 6:4; 7:6b; 2 Co. 4:16; 5:17; Gá. 6:15; Ap. 21:2; 2 Co. 3:18; Ro. 8:29-30; Fil. 3:21; Ro. 8:23; Ef. 1:14; 4:30; He. 2:10; 1 P. 5:10a

CINCO GRANDES REVELACIONES DEL NUEVO TESTAMENTO

  El Nuevo Testamento contiene algunas grandes revelaciones, dadas principalmente mediante el apóstol Pablo. Éstas incluyen la economía de Dios, Cristo, el Espíritu, la transformación de los creyentes y el Cuerpo de Cristo. La impartición de Dios está incluida en cada una de estas revelaciones importantes. Sin conocerlas, es imposible conocer la impartición del Dios Triuno.

La economía de Dios

  La primera de las cinco grandes revelaciones del Nuevo Testamento es la economía de Dios (1 Ti. 1:4; Ef. 1:10; 3:9). La palabra griega oikonomía, que se traduce “economía”, significa “administración doméstica” o “economía doméstica”. En toda la Biblia sólo el apóstol Pablo usa esta palabra con referencia a la economía de Dios. Ni siquiera el Señor Jesús la usó en los cuatro Evangelios. La palabra oikonomía reviste gran importancia porque se refiere al propósito eterno de Dios conforme al deseo de Su corazón.

  Algunas personas han dicho que la enseñanza de los apóstoles, que se menciona en Hechos 2:42, sólo incluye las enseñanzas que el Señor Jesús impartió a los doce apóstoles mientras estaba en la tierra. Sin embargo, en Juan 16 el Señor les dijo claramente a Sus discípulos que tenía muchas cosas que decirles, pero que no las podían sobrellevar (v. 12). Luego, les dijo que esperaran la venida del Consolador, el Espíritu de realidad, quien recibiría de las cosas del Señor Jesús y se las declararía a los discípulos (vs. 13-15). Según mi estudio de la Biblia, la palabra del Señor aquí se cumplió principalmente con el apóstol Pablo. Él fue casi el único que recibió la revelación adicional del Señor con respecto a la economía de Dios. En las catorce epístolas escritas por Pablo, la primera gran revelación no sólo tiene que ver con Dios, sino también con Su economía. La economía de Dios, es decir, el plan eterno de Dios, se revela especialmente en los cuatro libros de Gálatas, Efesios, Filipenses y Colosenses. En los años recientes del ministerio, hemos dado atención especial al asunto de la economía de Dios.

Cristo es todo-inclusivo

  La segunda gran revelación del Nuevo Testamento es que Cristo es todo-inclusivo. En los escritos de Pablo, el conocimiento acerca de Cristo y lo que se aprehende de Cristo se liberaron en un grado sobresaliente. El apóstol Pablo usó las dimensiones del universo —la anchura, la longitud, la altura y la profundidad— para mostrar las dimensiones de Cristo (Ef. 3:18). La anchura, la longitud, la altura y la profundidad son Cristo. Solamente Cristo sabe cuán ancha es la anchura, cuán larga es la longitud, cuán alta es la altura y cuán profunda es la profundidad del universo. Cristo mismo es la anchura, la longitud, la altura y la profundidad de todo el universo. Él es todo-inclusivo y todo lo abarca. Este Cristo primero descendió de los cielos a la tierra; luego, descendió al Hades, a las partes más bajas de la tierra. Después, subió a la tierra y posteriormente ascendió por encima de todos los cielos para llenarlo todo (4:8-10).

El Espíritu

  La tercera gran revelación del Nuevo Testamento es el Espíritu. El Espíritu es la llegada del Dios Triuno a nosotros. Además de esto, Él también es la consumación del Dios Triuno procesado. El Dios Triuno, después de ser procesado por medio de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión, llegó a ser el Espíritu. Finalmente, la Biblia termina en el título divino el Espíritu. Apocalipsis 22:17 dice: “El Espíritu y la novia dicen: Ven”. El Espíritu como consumación del Dios Triuno y la novia como consumación de la humanidad escogida, redimida, regenerada, transformada y glorificada, llegan a ser una pareja universal. Esta pareja es la Nueva Jerusalén.

  La revelación acerca del Espíritu fue dada principalmente al apóstol Pablo. Juan en su evangelio tuvo cierta revelación acerca del Espíritu, pero sus escritos sólo narran lo que vio; él no enseñaba esto. Sin embargo, lo que Pablo escribió en sus epístolas es lo que enseñaba.

La transformación de los creyentes

  La cuarta gran revelación del Nuevo Testamento es la transformación de los creyentes. La regeneración, la santificación subjetiva, la renovación, la conformación y la glorificación también están incluidas en esta revelación. Cuando joven, yo buscaba una definición adecuada de la regeneración hasta que un día leí una frase en uno de los libros de T. Austin-Sparks, la cual decía que ser regenerado significa recibir otra vida además de la vida natural. Cuando leí esa oración, me emocioné bastante. Ésta es una definición maravillosa de la regeneración. Además de entender la regeneración, también necesitamos entender lo que es la santificación, la renovación, la transformación, la conformación y la glorificación. La Biblia dice que en la glorificación seremos exactamente como Cristo en todo aspecto (1 Jn. 3:2). Ésta es una gran revelación acerca de la transformación de los creyentes.

El Cuerpo de Cristo

  La quinta gran revelación del Nuevo Testamento es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23). El Cuerpo no se menciona en los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento. La primera mención del Cuerpo en el Nuevo Testamento se encuentra en Romanos 12:5. Según Romanos 12, debemos presentar nuestros cuerpos físicos (v. 1) para el Cuerpo místico de Cristo (v. 5). Cuando presentamos nuestros cuerpos y somos renovados en nuestra mente, vemos, discernimos y comprobamos que la voluntad de Dios es obtener un Cuerpo para Cristo que ha de ser Su plenitud y expresión (v. 2).

  La economía de Dios y Su impartición están íntimamente relacionadas con estas cinco grandes revelaciones. Si deseamos conocer la impartición del Dios Triuno, debemos conocer a Dios en Su economía, a Cristo en Su inclusividad, al Espíritu como consumación del Dios Triuno, la transformación espiritual y divina de los creyentes, y el Cuerpo de Cristo.

LA RENOVACIÓN REVELADA EN EL NUEVO TESTAMENTO

  En este mensaje consideraremos los versículos principales del Nuevo Testamento que tratan el asunto de la renovación.

La novedad de vida y la novedad de espíritu

  Romanos 6:4 dice: “Hemos sido, pues, sepultados juntamente con Él en Su muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida”. Luego, Romanos 7:6 dice: “Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto a aquella en que estábamos sujetos, de modo que sirvamos en la novedad del espíritu y no en la vejez de la letra”. El espíritu que se menciona aquí es nuestro espíritu regenerado, donde mora el Señor como Espíritu (2 Ti. 4:22). La novedad de vida es para nuestro andar diario, y la novedad del espíritu, para nuestro servicio. Tal vez conozcamos el término novedad de vida, pero es posible que sepamos muy poco de su realidad. En nuestro servicio evangélico, necesitamos predicar el evangelio en la novedad del espíritu, y no en la vejez de cierta manera o de cierta fórmula.

La nueva creación

  En el Nuevo Testamento los creyentes son una nueva creación. En 2 Corintios 5:17 leemos: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva creación es; las cosas viejas pasaron; he aquí son hechas nuevas”. En la Biblia la palabra creación se refiere a algo que es creado de la nada. En Génesis 1 Dios no tenía necesidad de ningún material para poder crear. Él dijo: “Haya luz; y hubo luz” (v. 3). Él es Aquel que llama las cosas que no son, como existentes (Ro. 4:17). No obstante, la formación de Adán fue diferente; no fue llamada un acto de creación. Génesis 2:7 dice que “Dios formó al hombre...”. Dios usó el polvo de la tierra como material para formar al primer hombre, Adán.

  Dios creó Su nueva creación sin ningún material físico. La nueva creación fue creada por Dios con Cristo, la corporificación de la vida divina. Así pues, el material para la nueva creación es la vida divina. Toda persona que está en Cristo es una nueva creación porque la vida de Dios ha entrado en dicha persona. Antes de nuestra regeneración, no teníamos la vida divina; pero, por medio de la regeneración, Dios se impartió en nosotros y llegó a ser nuestra vida. Por lo tanto, llegamos a ser la corporificación de Cristo. Él ha nacido en nosotros como nuestra vida. De esta manera hemos llegado a ser una nueva creación.

Ni la circuncisión ni la incircuncisión, sino una nueva creación

  Gálatas 6:15 dice: “Porque ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación”. El término circuncisión se refiere a lo religioso, y el término incircuncisión se refiere a lo secular. Ninguno de éstos tiene valor en cuanto a la nueva creación. Sólo importa la nueva creación. La intención de Dios no es tener un grupo de personas circuncidadas ni un grupo de personas incircuncisas. Él desea obtener un grupo de personas regeneradas como Su nueva creación, creadas por Él con Su vida divina corporificada en Cristo.

  Éramos parte de la vieja creación, pero mediante la regeneración llegamos a ser una nueva creación. Aunque somos una nueva creación, seguimos llenos de vejez en nuestra mente, en nuestra parte emotiva y en nuestra voluntad. Todavía amamos y aborrecemos en la vieja creación. Por lo tanto, necesitamos ser renovados. Todo nuestro ser, incluyendo nuestro cuerpo físico, necesita ser renovado. La redención de nuestro cuerpo (1 Co. 1:30; Ro. 8:23) es la renovación de todas las partes de nuestro cuerpo. Tal será la consumación de la renovación de todo nuestro ser.

  Somos hombres tripartitos compuestos de espíritu, alma y cuerpo (1 Ts. 5:23). En el momento de nuestra regeneración, Dios entró en nuestro espíritu, e inmediatamente nuestro espíritu fue renovado. Ahora nuestra alma también necesita ser renovada en cada parte. Tito 3:5 dice: “Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino conforme a Su misericordia, mediante el lavamiento de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo”. Mediante la regeneración nuestro espíritu fue renovado, pero nuestra alma no fue renovada por la regeneración. Por lo tanto, después de la regeneración, el Espíritu sigue renovándonos al saturar nuestra alma.

  Según Efesios 1:13, fuimos sellados por el Espíritu Santo como tinta selladora. Cuando un sello empapado de tinta es puesto en una hoja de papel, la tinta húmeda satura el papel. De la misma manera el Espíritu Santo como tinta que sella, satura e impregna nuestra alma. Saturar es llenar o empapar profundamente, e impregnar es extenderse por todas partes de cierta cosa. La saturación es vertical, y la impregnación es horizontal. Desde el día que fuimos regenerados, Dios, corporificado en Cristo, se nos impartió como vida. Al mismo tiempo, Él puso Su Espíritu en nosotros como un sello vivo. Desde aquel día el Espíritu que sella nos ha saturado e impregnado. Primero, el Espíritu satura e impregna nuestra alma, incluyendo nuestra mente, nuestra parte emotiva y nuestra voluntad. Con el tiempo, este Espíritu de vida que nos satura llegará hasta nuestro cuerpo mortal para que nuestro cuerpo tenga vida (Ro. 8:11). Esta saturación e impregnación continuará en nosotros “hasta la redención de la posesión adquirida” (Ef. 1:14), es decir, hasta la redención de nuestro cuerpo (Ro. 8:23).

  El sello del Espíritu entra en nosotros primeramente en nuestro espíritu. De allí se extiende saturándonos verticalmente e impregnándonos horizontalmente en todas las partes de nuestra alma para llegar a nuestro cuerpo. Luego, sigue saturando e impregnando nuestro cuerpo hasta que un día nuestro cuerpo esté totalmente saturado e impregnado, es decir, completamente redimido. Nuestro cuerpo será redimido no por la sangre de Cristo, sino por el Cristo que mora en nosotros como nuestra vida. Así que, Pablo dijo que Cristo en nosotros es nuestra vida hoy (Col. 3:4) y nuestra esperanza de gloria para el futuro (1:27). La redención de nuestro cuerpo es la glorificación de nuestro cuerpo (Ro. 8:30; Fil. 3:21). Cuando nuestro cuerpo sea redimido, estaremos total, entera y completamente en la gloria. En aquel entonces, estaremos completamente impregnados y saturados del Dios Triuno que se extiende e impregna.

  Los aspectos de la regeneración, santificación, transformación, conformación y glorificación, anteriormente mencionados, constituyen la totalidad del proceso de renovación. Una bola de algodón blanco que es saturada de tinta roja es un ejemplo del proceso de renovación. Si inyecto tinta roja al centro del algodón por cierto período de tiempo, todo el algodón se volverá rojo. Si la inyección es lenta, tal vez se requiera más tiempo para que la bola llegue a ser roja. Pero, con el tiempo, la bola de algodón será totalmente roja. Ésa es la “glorificación” del algodón.

  Actualmente estamos en el proceso de ser renovados. A través de muchos años de experiencia, he aprendido que todo lo que me sucede es parte del proceso de renovación. Al principio no entendía por qué ciertas cosas me pasaban; pero después de considerarlas mucho tiempo, mis ojos fueron abiertos para ver que todas eran parte del proceso de renovación. En 2 Corintios 4:16 se nos dice: “Aunque nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. Otra traducción de este versículo es: “Aunque nuestro hombre exterior está siendo consumido...”. De día en día somos renovados al ser consumidos. La razón por la cual ciertas cosas nos pasan es que necesitamos ser consumidos. Cuando somos consumidos, somos renovados. Al ser consumidos por medio de nuestro entorno, somos renovados. Nuestros parientes son parte de este entorno consumidor. Estar casado o soltero también es parte del entorno que Dios ha dispuesto para consumirnos.

  Si fuéramos tan suaves como algodón, fácilmente podríamos recibir la inyección del Espíritu. Pero debido a que tal vez seamos tan duros como el mármol, es posible que la “tinta” del Espíritu no nos pueda penetrar. Por lo tanto, necesitamos que nuestro entorno nos martille y nos muela a fin de suavizarnos. Tal vez Dios primero nos martille y luego nos reduzca a polvo. Una vez hechos polvo, fácilmente podemos recibir la inyección del Espíritu. En realidad, todos somos un poco duros. Algunos de nosotros somos como piedras suaves, mientras que otros son más duros que el acero. Ya sea que seamos duros o suaves, el Señor tiene una manera de obrar en nosotros. Él puede usar martillos, piedras de molino, agua o fuego para tratar con nosotros. El Señor emplea varios medios en nuestro ambiente para consumirnos a fin de que seamos renovados. No importa quiénes seamos, el Señor tiene la manera de renovarnos a través del medio ambiente que nos consume.

La Nueva Jerusalén es la consumación de la novedad

  En la Biblia la Nueva Jerusalén es la consumación de la novedad (Ap. 21:2). La Nueva Jerusalén es una composición viviente de todos los creyentes renovados. Ninguna persona que no haya sido renovada está capacitada para estar allí. Adán fue hecho de barro, del polvo de la tierra (Gn. 2:7). Pero la Nueva Jerusalén no es una entidad compuesta de barro; está compuesta de oro, perla y piedras preciosas (Ap. 21:18-21). Cada parte de la Nueva Jerusalén está transformada y renovada. Hoy en día no tengo la seguridad de que yo haya sido renovado completamente. Pero cuando entremos en la Nueva Jerusalén, todo nuestro barro y polvo se habrá desvanecido. Sólo el oro, la perla y las piedras preciosas permanecerán. Todo habrá sido renovado; por eso, la ciudad es llamada la Nueva Jerusalén.

La renovación por medio de la impartición del Dios Triuno procesado

  La renovación es un asunto de la impartición del Dios Triuno procesado. El Dios a quien hemos recibido es el Dios que ha pasado por un proceso. En la eternidad Él era únicamente Dios, pero mediante la encarnación llegó a ser un hombre llamado Jesús. Este Jesús es Dios con la naturaleza humana. No podemos recibir al Dios que existía antes de la encarnación, pero sí podemos recibir al Dios que se hizo hombre, quien pasó por el vivir humano en la tierra, entró en la muerte por la crucifixión y entró en resurrección. Él ya no es simplemente Dios; es Dios con la humanidad, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección.

Experimentar la renovación

  El Dios Triuno procesado que pasó por la encarnación, el vivir humano, la muerte y la resurrección se nos da para que le experimentemos. Mientras le experimentamos, somos renovados. Él nos renueva al tocarnos en todos los detalles de nuestro vivir humano. A Él le importa la clase de zapatos o la corbata que usemos. También le importa la manera en que nos peinemos e incluso la clase de botones que tengamos en nuestra ropa. Si usted usa cierta clase de botón en su ropa, tal vez no tenga paz para comer o dormir. Quizás diga: “Señor Jesús, no creo que te importen tales detalles de mi vivir humano”. Pero cuanto más diga esto, más le perturbará el Señor Jesús, hasta que usted pierda su libertad y paz para hacer muchas cosas. Cuanto más joven es una persona, más libre puede ser. Pero cuanto más los jóvenes crezcan en el Señor, más el Señor los perturbará. Con el tiempo, su libertad será muy reducida.

  Una vez me compré una corbata. No tenía nada mal, pero cada vez que yo la usaba, no tenía paz y no podía orar con libertad. Cuando me quité la corbata, experimenté paz y pude orar sin estorbo. Ésta es la experiencia de la renovación.

LA TRANSFORMACIÓN POR MEDIO DE LA RENOVACIÓN

  Cristo como corporificación de Dios es muy real; Él es la realidad (Jn. 14:6). El Espíritu también es real y es llamado el Espíritu de realidad (v. 17; 16:13). Él es invisible, pero es real. Cuando le tocamos, tocamos algo real. Todo lo real tiene sustancia, y toda sustancia tiene un elemento. Dentro del elemento está su esencia. Cuando comemos alimentos, recibimos alguna sustancia. En esa sustancia hay un elemento y dentro del elemento existe una esencia. Al entrar en nuestro cuerpo, la esencia renueva y transforma nuestro cuerpo en otra forma. Esta renovación es la transformación.

  En los primeros días de mi ministerio en este país, usaba términos tales como metabólico y orgánico, prestados de la biología y la química, para describir la obra de transformación en nuestra vida cristiana. Les decía a los santos que la transformación no sólo es orgánica, sino también orgánicamente metabólica. Nunca he estudiado química, pero entiendo que la química es un estudio de elementos y compuestos. Para tener un compuesto químico, debe haber más de un elemento. Cuando se combinan varios elementos diferentes, cierta transformación tiene lugar.

  El agente de una funeraria puede embellecer la cara de un muerto poniéndole color exteriormente. Sin embargo, eso no es transformación. La transformación es metabólica. En contraste, mi aspecto puede cambiar de pálido a rosado si como alimentos ricos y nutritivos por un período de tiempo. Este cambio es transformación. Tal transformación se lleva a cabo por la renovación. Esta renovación es un cambio metabólico; así que, está relacionado con la vida.

  La transformación no se lleva a cabo por medio de enseñanza. Si simplemente escuchamos una palabra de enseñanza, nada sucederá en nuestro interior. Sin embargo, si estamos abiertos a la palabra que escuchamos y oramos, algo sucede. Tal vez oremos, diciendo: “Señor, recibo lo que me has dicho. Lo aprecio y lo recibo. Quiero gustarlo y disfrutarlo. Señor, quiero seguir considerándolo”. Mientras se ofrece tal oración, el elemento divino con la esencia divina es impartido en nuestro ser. Tal elemento y esencia divina es invisible y, sin embargo, muy real. Esta impartición nos renueva y nos cambia. La renovación no es simplemente un asunto de enseñanza. Es posible entender la enseñanza acerca del Cuerpo de Cristo y, sin embargo, no tener el elemento ni la esencia del Cuerpo. Para tener el elemento y la esencia, debemos abrir nuestro ser una y otra vez y constantemente a lo que hemos oído, y orar. Si estamos abiertos al Señor y oramos así cada mañana, tal vez nuestra oración parezca ser la misma todos los días. No obstante, esto puede compararse al hecho de que tomamos el mismo desayuno nutritivo todas las mañanas. No es necesario cambiar nuestra “dieta” de día en día. Así como los hijos de Israel comieron maná todos los días por cuarenta años en el desierto, sin cambiar su dieta, nosotros debemos comer a Cristo de la misma manera, sin cambiar nuestra dieta espiritual. Esa práctica producirá un cambio en nuestra constitución intrínseca, y tal cambio es la renovación.

  El significado verdadero de ser renovados no consiste en meramente leer mensajes. Usted puede leer acerca del secreto de la renovación en este mensaje; pero la verdadera renovación no tiene lugar sino hasta que aplique en su experiencia lo que ha leído, acercándose al Señor, tocándolo a Él y permaneciendo en Su presencia cierto período de tiempo. De esta manera recibirá Su elemento, el cual lo renovará y lo transformará metabólicamente. Esto no sólo lo hará orgánico, sino que también producirá un cambio metabólico en su interior, un cambio de una forma a otra. Su vida cristiana crecerá, y usted experimentará el sello, lo cual dará por resultado la glorificación de su cuerpo. Por Su lado, Dios se imparte, y por nuestro lado, lo recibimos. Mientras recibimos la impartición de Dios, tiene lugar la transformación por la renovación.

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