
Lectura bíblica: Ef. 1:5, 9-11; 3:8-11; Hch. 2:23; 1 Ti. 1:4b; Ef. 3:2; 1 Co. 9:17
En estos mensajes tenemos la carga de presentar la línea central de la revelación divina. Si preguntáramos a varios estudiantes y maestros de la Biblia acerca de lo que es la línea central de la Biblia, tendrían diferentes opiniones. Nuestro parecer con respecto a la línea central depende de nuestro entendimiento de la Biblia, el cual, a su vez, depende de quiénes somos. Muchos cristianos del Lejano Oriente prefieren el libro de Proverbios, mientras que aquéllos del Occidente prefieren el libro de Salmos. Frecuentemente el Nuevo Testamento en chino tiene el libro de Proverbios adjunto, mientras que muchas veces el Nuevo Testamento en inglés va acompañado de Salmos. Es posible que lo que uno ve en la Biblia sea conforme a su preferencia y esté basado en su cultura y su temperamento natural. Para poder ver la línea central de la revelación divina, necesitamos vaciarnos. Necesitamos olvidar lo que queda atrás, incluso lo que hemos oído anteriormente en la vida de iglesia. En esta serie de mensajes, queremos presentar de una manera nueva la verdad acerca de la línea central de la revelación divina.
Lo primero que se menciona en la Biblia es el relato de la creación efectuada por Dios. Génesis 1:1 dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Sin embargo, en realidad, lo primero no fue la creación de Dios. El principio que se menciona en Génesis es el comienzo del tiempo. El tiempo tiene un comienzo, pero no la eternidad. La eternidad no tiene principio ni fin. Sólo Dios sabe realmente qué es la eternidad, porque Él es el Dios eterno. El Evangelio de Juan también usa la frase en el principio. Juan 1:1 dice: “En el principio era la Palabra”. En Juan 1:1 “en el principio” se refiere a la eternidad pasada. En el principio del tiempo, Dios creó, pero en la eternidad pasada la Palabra estaba con Dios y era Dios.
Necesitamos considerar lo que Dios hacía en la eternidad pasada. Los capítulos 1 y 3 de Efesios nos dan un indicio de lo que Dios hacía antes del principio del tiempo. Quisiera que leamos Efesios 1:9-11 y 3:9-11. Efesios 1:9-11 dice: “Dándonos a conocer el misterio de Su voluntad, según Su beneplácito, el cual se había propuesto en Sí mismo, para la economía de la plenitud de los tiempos, de hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra. En Él asimismo fuimos designados como herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad”. Efesios 3:9-11 dice: “Y de alumbrar a todos para que vean cuál es la economía del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; a fin de que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y autoridades en los lugares celestiales, conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor”. En estos versículos Pablo usa varios términos cruciales: la voluntad de Dios, el propósito de Dios, el beneplácito de Dios, el consejo de Dios y la economía de Dios.
Hemos visto que la línea central de la revelación divina comienza con Dios. Luego, la revelación divina nos muestra la economía divina y la impartición divina. Dios mismo, la economía de Dios y la impartición de Dios pueden verse por toda la Biblia. Estos tres asuntos constituyen la línea central de la revelación divina. La revelación divina nos presenta tres entidades principales: Dios mismo, la economía de Dios y la impartición de Dios.
La economía divina es algo que procede de la voluntad, el propósito, el beneplácito y el consejo de Dios.
La voluntad de Dios es lo que Dios quiere, Su deseo. La voluntad de Dios es lo que Él desea y quiere hacer. El beneplácito de Dios pertenece a Su voluntad. Efesios 1:5 habla acerca del “beneplácito de Su voluntad”. Su beneplácito está incorporado en Su voluntad, así que Su voluntad lo precede. La voluntad de Dios estaba escondida como misterio en Dios, por lo cual Efesios 1:9 habla del misterio de Su voluntad. En la eternidad Dios planeó una voluntad. Esta voluntad estaba escondida en Él; por eso era un misterio. La voluntad de Dios como un misterio escondido en Él produce la economía, la impartición, de Dios (3:9). De la voluntad de Dios procede la economía de Dios a través de Su propósito, Su beneplácito y Su consejo.
El propósito de Dios es la intención de Dios que fue determinada de antemano. El beneplácito de Dios lo propuso Dios en Sí mismo (1:9b). Esto muestra que el beneplácito de Dios no sólo está incorporado en la voluntad de Dios, sino también en el propósito de Dios. Hemos sido predestinados conforme al propósito de Dios de todas las eras, el cual es Su propósito eterno (v. 11a; 3:11). El propósito de Dios es eterno. Es el plan eterno que Dios hizo en la eternidad pasada antes del principio del tiempo.
El beneplácito de Dios es lo que alegra a Dios. Es lo que le gusta, lo que le agrada a Dios. Tenemos un himno en nuestro himnario que habla de la intención y el placer de Dios (véase Himnos, #46). Dios nos ha predestinado para filiación según el beneplácito de Su voluntad (1:5). Esto significa que a Dios le gusta tener hijos. Él nos predestinó para filiación. La palabra para significa “resultando en” o “con miras a”. Dios nos predestinó para hacernos Sus hijos, o sea, con miras a la filiación. A Dios le alegra y le agrada obtener hijos. Es Su beneplácito tenernos como Sus hijos.
Dios nos ha dado a conocer el misterio de Su voluntad según Su beneplácito, el cual se había propuesto en Sí mismo (v. 9). Primero, tenemos la voluntad de Dios, luego, el propósito de Dios y, tercero, el beneplácito de Dios.
El consejo de Dios es la resolución de Dios consumada en el concilio de la Trinidad Divina. Un concilio requiere más de una persona. Un consejo es la decisión de un concilio. Un concilio es una reunión, y el consejo es la resolución hecha por el concilio, la reunión. Si Dios es uno solo, ¿cómo podría tener un concilio? ¿Cómo podría tener una reunión para entablar discusiones a fin de tomar una resolución? Esto indica que Dios no sólo es uno, sino también tres. Él es la Trinidad Divina.
Hechos 2:23 dice que Cristo fue entregado y crucificado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios. Esto indica que en la eternidad pasada el Dios Triuno tuvo una reunión; hubo un concilio entre los tres de la Deidad. El determinado consejo fue decidido en un concilio celebrado por la Trinidad antes de la fundación del mundo (1 P. 1:20; Ap. 13:8), lo cual indica que la crucifixión del Señor no fue un accidente en la historia humana, sino un cumplimiento intencional del consejo divino determinado por el Dios Triuno. No debemos pensar que Cristo fue crucificado, muerto, quitado de en medio, simplemente conforme al juicio de Pilato. Su muerte fue determinada en un concilio hecho por la Trinidad en la eternidad pasada.
Los tres de la Deidad tuvieron un concilio entre sí, y tomaron una decisión llamada un consejo. Dios tenía una voluntad con un propósito conforme a Su beneplácito. Luego, la misma Trinidad Divina tuvo un concilio, una reunión, para tomar una decisión, una resolución. Esta resolución es el consejo. En Génesis 1:26 Dios dijo: “Hagamos al hombre”. Esto muestra que la creación del hombre también se hizo conforme al concilio entre los tres de la divina Deidad. Tal concilio puede compararse con el Congreso de hoy en el gobierno de los Estados Unidos. El Presidente no puede actuar sin un consejo determinado por el Congreso en un concilio.
Después de la voluntad, el propósito, el beneplácito y el consejo de Dios, tenemos la economía de Dios. La economía de Dios es la administración familiar de Dios, es decir, el plan y arreglo de Dios. Para tener una administración, se necesita un plan, y para realizar un plan, se necesita ciertos arreglos. Con base en la voluntad de Dios, Él hizo un propósito. En Su voluntad y propósito, está Su beneplácito. Luego, la Trinidad Divina tuvo un concilio para tomar una decisión, la cual es el consejo divino. Basado en ese consejo, Dios hizo un plan con cierto arreglo, y este plan con su arreglo es Su administración familiar, Su economía.
La economía (es decir, la dispensación, el plan) de Dios consiste en hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas (Ef. 1:10). Es hacer que todas las cosas del universo estén sujetas a Cristo, la Cabeza. La economía de Dios es la dispensación de Dios, Su plan, lo que Él ha dispuesto con respecto al misterio de Su voluntad (3:9; 1:9a). Lo que Dios quería en la eternidad pasada era un misterio. Basado en aquel misterio, Dios hizo un arreglo, y ese arreglo es Su economía.
La economía de Dios es la distribución que Dios hace de Sí mismo en Cristo, distribución que se funda en la fe (1 Ti. 1:4b). En los días del apóstol, había enseñanzas diferentes. Por lo tanto, el apóstol rogó a Timoteo que se quedara en Éfeso para exhortar a algunos que no enseñaran cosas diferentes, sino que se ocuparan de la economía de Dios que se funda en la fe (vs. 3-4). Cualquier cosa que esté fuera de la economía de Dios se basa en las obras humanas, pero la economía de Dios se basa totalmente en nuestra fe en Cristo. No se basa en obrar sino en creer. Toda la Biblia nos revela la economía de Dios, la cual es lo que Dios quiere hacer, lo que Dios quiere darnos y lo que Dios quiere forjar en nosotros.
La intención de Dios en Su economía es impartirse a Sí mismo en Su pueblo escogido, haciéndose uno con ellos. La Biblia revela que Dios mora en Su pueblo escogido y que desea hacerse completamente uno con ellos.
La intención de Dios en Su economía también es impartir a Cristo, con todas Sus riquezas, en los creyentes de Cristo, los cuales han sido escogidos por Dios para constituir el Cuerpo de Cristo, la iglesia, a fin de expresar al Dios Triuno procesado (Ef. 3:8-10). Esto es la línea central de la revelación divina.
Finalmente, la intención de Dios en Su economía es hacer que en Cristo sean reunidas bajo una cabeza todas las cosas (1:10). Hoy en día todo el universo está en desorden, pero cuando vengan el cielo nuevo y la tierra nueva, todo estará sometido a Cristo, bajo Su autoridad como Cabeza. En la iglesia nosotros estamos sujetos a Cristo, la Cabeza, para que finalmente en Cristo todas las cosas sean reunidas bajo una cabeza, en el cielo nuevo y en la tierra nueva.
En el capítulo 3 de Efesios, Pablo usó la palabra griega oikonomía con dos denotaciones. Primero, esta palabra se refiere a la economía de Dios. Segundo, se refiere a la mayordomía del apóstol. Finalmente, la economía de Dios llega a ser la mayordomía del apóstol. La economía de Dios fue hecha en la eternidad (vs. 9-11). La mayordomía (gr., economía) de la gracia de Dios, la cual tenía el apóstol, le fue dada en la esfera del tiempo para llevar a cabo la economía eterna de Dios en la gracia (v. 2; 1 Co. 9:17). La economía de Dios está con Dios mismo, pero la mayordomía del apóstol no fue dada meramente a Pablo como individuo. La mayordomía ha sido dada a todos los creyentes.
Pablo revela en Efesios 3 que la economía de Dios le fue dada en forma de mayordomía; pero dijo que, como aquel que recibió la mayordomía, era menos que el más pequeño de todos los santos (v. 8). Si el más pequeño de los santos está calificado para recibir la mayordomía, entonces todos nosotros estamos calificados. Hoy en día un electricista sabe más que Thomas Edison, porque ha heredado todo el conocimiento desde los tiempos de Edison. Debido a que vivimos en tiempos posteriores a los de Pablo, hemos heredado todo lo que él y otros nos han transmitido desde aquel entonces. En este sentido somos mayores que Pablo porque él declaró que era menos que el más pequeño de todos los santos. En cierto sentido Pablo fue nuestro comienzo y nosotros somos su consumación.
La economía de Dios ha llegado a ser nuestra mayordomía por la cual repartimos la gracia de Dios. Las riquezas de Cristo son la gracia. La mayordomía de la gracia se menciona en 3:2, y las inescrutables riquezas de Cristo se mencionan en el versículo 8; así pues, la mayordomía de la gracia es el ministerio que tiene como fin distribuir o impartir a los creyentes las inescrutables riquezas de Cristo como gracia para el disfrute de ellos.
Necesitamos adentrarnos en todos estos puntos con respecto a lo que Dios hizo en la eternidad pasada. En la eternidad pasada Dios ejercía Su voluntad para Su propósito, en el cual está Su beneplácito y para el cual tuvo que determinar un consejo. Basado en esto hizo una economía eterna para impartir las riquezas de Cristo en el pueblo escogido de Dios, los creyentes, a fin de tener una iglesia, un Cuerpo, un organismo para Su expresión. Finalmente, por medio de esta impartición, reunirá en Cristo todas las cosas bajo una cabeza. Para el cumplimiento de Su economía, Dios se imparte a Sí mismo en nosotros de una manera muy detallada. La impartición de Dios en nosotros, Su pueblo escogido y redimido, tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén.