
Lectura bíblica: Gn. 1:26a; Ef. 1:11b; Mt. 28:19; 2 Co. 4:4b; Col. 1:15a; Fil. 2:6; He. 1:3; 1 Ts. 5:23; He. 4:12b; Gn. 2:7; Zac. 12:1; Pr. 20:27; Gn. 2:8-9
Oración: Señor, confiamos en Ti para el estudio de esta palabra tan profunda. Señor, revélanos Tus secretos y muéstranos los misterios escondidos. Señor, queremos conocer Tu corazón y Tu deseo. Queremos abrir nuestro ser a Ti. Señor, abre Tu ser a nosotros para que tengamos una comunión cabal contigo. Señor, cúbrenos con Tu sangre preciosa y úngenos con el ungüento de la unción. Necesitamos esto. Gracias, Señor. Amén.
En los mensajes anteriores abarcamos cuatro asuntos principales: Dios en Sus títulos; Dios en Su persona; la economía divina, la cual es el plan eterno de Dios; y la impartición divina. Estos cuatro asuntos sirven de prólogo al tema de esta serie de mensajes, que es “La línea central de la revelación divina”.
Yo he estado en el ministerio del Señor más de sesenta y cinco años. Durante todos estos años, por medio del estudio que he realizado sobre la palabra de Dios en la Biblia y los escritos de otros, he descubierto que la Biblia contiene una línea central que el cristianismo ha pasado por alto. En la mayoría de las librerías cristianas es difícil encontrar una publicación que trate de la impartición de Dios o de la economía de Dios. Hasta donde sé, aquéllos de la vida interior hablaban mucho acerca del plan de Dios, y uno de sus escritores, la señora de Charles A. McDonough, publicó un libro titulado God’s Plan of Redemption. Pero allí la palabra economía no se usó con respecto al plan de Dios. Esto tal vez se deba a que en Efesios 1:10, 3:9 y 1 Timoteo 1:4, que son los versículos principales donde se usa la palabra griega oikonomía, algunas versiones de la Biblia la tradujeron “dispensación”. La palabra dispensación no es una traducción equivocada, pero su denotación ha sido arruinada. Una mejor traducción de la palabra oikonomía es administración o economía. La palabra oikonomía conlleva el pensamiento de una administración familiar. Así que, la economía de Dios es Su administración familiar.
En la economía de Dios el punto principal es que Dios se imparte en Su pueblo escogido. Este pensamiento es nuevo. La palabra economía está en la Biblia, pero no la palabra impartir. No obstante, el hecho del impartir puede encontrarse en la Biblia. La economía divina y la impartición divina son la línea central de toda la Biblia.
Durante los últimos treinta años, casi he terminado el estudio-vida de toda la Biblia. Hoy día, estoy comenzando un nuevo estudio de la Biblia. El tema, los puntos y los hechos son los mismos, pero el punto de vista es diferente. Llamo a este estudio: “La perspectiva de la impartición divina conforme a la economía divina”. El título de este mensaje es: “La creación del hombre de parte de Dios con la perspectiva de la impartición divina conforme a la economía divina”. La frase con la perspectiva de se usa en el título para mostrar que la creación del hombre se llevó a cabo teniendo la perspectiva de la impartición divina. Tener cierta perspectiva de algo es diferente de tener un propósito. Al hacer cualquier cosa, debemos tener cierta perspectiva de ello. Al establecer una escuela o un negocio, no debemos hacerlo sin tener la debida perspectiva. Al crear al hombre, Dios tenía cierta perspectiva definida. Dios creó al hombre con la perspectiva de Su impartición.
En la eternidad el Dios Triuno debe haber celebrado un concilio y determinado en Su consejo crear al hombre (Gn. 1:26a; Ef. 1:11b). Un concilio, o una conferencia, debe de haberse celebrado entre los tres de la Trinidad Divina. Un concilio indica que más de una persona está involucrada. Un concilio o conferencia es celebrado por un grupo de personas. En Génesis 1:26 Dios dijo: “Hagamos al hombre a Nuestra imagen, conforme a Nuestra semejanza”. Este versículo indica que antes de crear al hombre, el Dios Triuno tuvo un concilio en que los tres de la Trinidad Divina determinaron en Su consejo cómo hacer al hombre. Este consejo fue lo que Dios tenía en la mira. Dios creó al hombre con miras a Su impartición divina. ¿Por qué creó Dios al hombre a Su propia imagen y conforme a Su semejanza? La razón es que esto era según la perspectiva de Dios. ¿Por qué creó Dios al hombre formándole un cuerpo hecho de barro? Y, ¿por qué formó Dios un espíritu para el hombre con el aliento de vida que salió de Él mismo? ¿Por qué, después de crear al hombre, Dios lo puso en el huerto de Edén frente a los dos árboles? ¿Por qué había un río que fluía junto al árbol, con tres diferentes clases de materiales preciosos producidos en el fluir de tal río? La respuesta a todas estas preguntas es que Dios tenía cierta perspectiva, y esto provenía de Su consejo.
La obra creadora de Dios se mencionó muy brevemente en Génesis 1, pero los detalles de la misma, especialmente la manera en que creó al hombre, sólo se definieron y se revelaron en el capítulo 2. El capítulo 1 sólo nos dice que Dios creó al hombre a Su imagen y conforme a Su semejanza (vs. 26-27). Pero el capítulo 2 nos dice que Dios formó dos partes del hombre: su cuerpo hecho del barro y su espíritu proveniente del aliento de vida exhalado por Dios (v. 7). Cuando estas dos partes se combinaron, se produjo el alma. En otras palabras, la combinación del cuerpo y espíritu del hombre produjo un hombre completo.
El hombre creado en Génesis 1 es tanto hombre como mujer. El hombre es una pareja. En el capítulo 1 se mencionan tanto el varón como la hembra (v. 27), pero en el capítulo 2 se dan los detalles de la creación de ellos. En el versículo 18 Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo”. Esto indica que no es bueno que el hombre sea soltero. En sí mismo el hombre no está completo. El hombre necesita un complemento; necesita otra parte que esté a la par de él. Un hombre es completado, consumado, por su esposa. Por lo tanto, Dios tuvo que hacer una mujer para que complementara al varón. Al hacer este complemento, Dios utilizó una parte pequeña del hombre, una costilla, con la cual edificó a la mujer (vs. 21-22). Así que, la mujer era algo que procedió del hombre y que era parte de él. Todas las mujeres son simplemente parte de los hombres. Por esta razón, no pueden permanecer solas.
Después de la creación de la mujer, Dios la trajo al hombre y, cuando el hombre la vio, se alegró mucho. Adán dijo: “Esta vez sí que es hueso de mis huesos / y carne de mi carne” (v. 23). El hombre y la mujer llegaron a ser una sola carne (v. 24). Eva procedió de Adán, y regresó a Adán. Adán y Eva formaron una pareja, una persona corporativa. De esta manera Dios consumó la creación del hombre.
Dios creó al hombre teniendo cierta perspectiva, conforme a cierto diseño. Esto que Dios tenía en cuenta era los planos de Dios. Cuando una persona edifica una casa, lo primero que debe tener es los planos. Después, hace el edificio conforme a dichos planos. Lo edifica según la perspectiva del diseño que aparece en los planos. Dios hizo un diseño en Su consejo divino. Ese consejo era la perspectiva según la cual Dios creó al hombre. Cuando Dios creó al hombre, Él tenía los planos. Estos planos eran Su consejo, y ese consejo era la perspectiva según la cual Él hizo al hombre.
Dios creó al hombre con miras a la impartición divina conforme a la economía divina. En la eternidad el Dios Triuno celebró un concilio y determinó un consejo con respecto a la creación del hombre. Efesios 1:11 dice que Dios hace todas las cosas según el consejo de Su voluntad. Al crear los cielos y la tierra y al crear al hombre, Dios determinó un consejo. Este consejo se determinó en el concilio de Dios. Nuestra elección y predestinación para ser la iglesia, el Cuerpo de Cristo, se efectuó conforme al consejo que los tres del Dios Triuno determinaron entre Sí.
El hombre fue creado por el Dios Triuno: el Padre, el Hijo y el Espíritu (Mt. 28:19). Génesis 1:26 dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre”. La palabra hebrea Elohim, que se traduce “Dios” en este versículo, es un sustantivo plural en el hebreo, lo cual alude a la Trinidad Divina.
El hombre fue creado por el Dios Triuno a Su imagen (interno). Esta imagen es Cristo el Hijo como expresión del Dios invisible en la esencia de Sus atributos, tales como el amor, la luz, la santidad y la justicia (2 Co. 4:4b; Col. 1:15a).
La imagen de Dios se refiere a la imagen interna de la esencia de Dios. Cristo, el Hijo, es la imagen del Dios Triuno. Él es la expresión del Dios invisible. Dios es invisible; sin embargo, tiene una imagen, y esta imagen es Cristo, el Hijo, quien es la expresión del Dios invisible en la esencia de Sus atributos. Los atributos de Dios son Sus características. Dios es amor (1 Jn. 4:16), Dios es luz (1:5), Dios es santo y Dios es justo. Finalmente, Dios también es santidad y justicia. Dios tiene muchos otros atributos, incluyendo misericordia y bondad, así como poder, fortaleza y fuerza.
Al hablar de este asunto, necesitamos ser diligentes en distinguir entre atributos y virtudes. Si no tenemos cuidado, es posible que usemos estos términos incorrectamente. Un atributo denota el propio elemento o esencia de alguna cosa que todavía no se ha expresado. Cuando un atributo se expresa, viene a ser una virtud. Hablando con propiedad, como hombres nosotros no tenemos los atributos de amor, luz, santidad ni justicia. Los verdaderos atributos de amor, luz, santidad y justicia proceden de Dios y le pertenecen a Él. Pero cuando Dios se hizo hombre para vivir en la tierra, los atributos de Dios fueron expresados en virtudes humanas. Los atributos pertenecen a la divinidad, pero las virtudes se expresan a través de la humanidad. Por lo tanto, los atributos expresados son las virtudes, y la esencia y elemento escondido de las virtudes son los atributos.
El Dios Triuno es una constitución de todos Sus atributos. La totalidad de los atributos divinos es la esencia interna de Dios. Esta esencia interna necesita una expresión. La expresión de la esencia interna de Dios es Su imagen, y esta imagen está corporificada en Cristo. Toda la plenitud de la Deidad habita corporalmente en Cristo (Col. 2:9). Cristo como imagen de Dios es la expresión de la esencia de los atributos de Dios, los cuales son Su mismo ser. El Dios Triuno hizo al hombre en Cristo a esta imagen y conforme a la misma.
Todos los seres humanos llevan en sí la expresión, la imagen, de Dios. Dios es amor, y nosotros también tenemos cierta clase de amor. Nuestro amor es una copia del amor de Dios. El amor de Dios es el amor verdadero, y nuestro amor es una fotografía del amor de Dios. Los seres humanos son cuadros, figuras o fotografías de Dios en Sus atributos. Dios también es luz. Como seres humanos que somos también tenemos cierta cantidad de luz. También nos gusta la luz y aborrecemos estar en tinieblas. Cuando hacemos algo en las tinieblas, no queremos que la gente lo sepa. Pero cuando hacemos algo en la luz, ciertamente nos gusta que la gente vea que estamos brillando y que pertenecemos a la luz. También nos gusta ser santos, es decir, no nos gusta ser comunes. Nos gusta estar separados de las cosas comunes. También nos gusta ser justos y hacer lo correcto. No nos gusta engañar a nadie, aunque a veces tal vez robemos a otros debido a nuestra naturaleza caída. Aun antes de ser salvos, nos gustaba ser amables, resplandecientes, santos y justos. En nuestra naturaleza queríamos amar a nuestros padres, pero muchas veces no lo hicimos. Nos dimos cuenta de que aquello no estaba bien. Esto prueba que tenemos una copia de los atributos de Dios. Así que, tenemos la imagen de Dios.
El hombre no sólo fue creado a la imagen interna del Dios Triuno, sino también conforme a Su semejanza (externo). Esta semejanza es la forma del ser de Dios (Fil. 2:6), la expresión de la esencia y naturaleza de la persona de Dios (He. 1:3). Cristo existió en la forma de Dios, es decir, en la semejanza de Dios. Cuando se hizo hombre, puso a un lado la semejanza de Dios y tomó forma de esclavo (Fil. 2:7). Se despojó de la forma de Dios, pero no se despojó de la esencia de Dios. Cristo puso a un lado la semejanza externa, la forma del ser de Dios. La forma del ser de Dios es la expresión de la esencia y naturaleza de la persona de Dios. Hebreos 1:3 dice: “El cual [Cristo], siendo el resplandor de Su gloria, y la impronta de Su sustancia”. La esencia de Dios es algo que está dentro de Dios mismo. Esta esencia necesita una expresión exterior, una impronta, como la impresión de un sello. Cristo es la impronta, la forma externa, del ser de Dios.
El hombre fue creado como lo más elevado de la vida creada. La obra creadora de Dios se lleva a cabo en vida. Según Génesis 1, la vida que Dios creó incluía tres categorías: la vida vegetal, la vida animal y la vida humana. Lo primero que Dios creó en la tierra por medio de Su Espíritu fue la vida vegetal, la cual incluye la hierba, los árboles y las flores. Ésta es la vida que no tiene conciencia de sí misma, la más inferior de las vidas creadas. Después de la vida vegetal, Dios creó la vida animal. Esta vida está en un nivel más alto y es más fuerte que la vida vegetal. La vida animal tiene conciencia de sí misma, pero la vida vegetal no la tiene. Incluso los animales más pequeños, tales como las hormigas, son seres conscientes. Finalmente, con la creación de la vida humana, la obra creadora de Dios llegó al nivel más alto. La vida humana es la que tiene mayor conciencia de sí misma. Aunque muchos de los animales son muy astutos y hábiles, ninguno de ellos puede hablar un idioma humano. Sin embargo, los seres humanos sí tienen la capacidad de aprender a hablar cualquier idioma humano. Si un animal tal como el asna de Balaam (Nm. 22:27-30) habla una lengua humana, tal cosa es un milagro. Sin embargo, el hombre puede hablar muchos idiomas distintos. Esto es un indicio de que la vida del hombre es la más elevada entre las vidas creadas.
El hombre, como la vida creada más elevada, fue creado según la especie divina (Gn. 1:26-27). Génesis 1 nos dice que todas las plantas fueron creadas según su propia especie (vs. 11-12). Hoy día, si plantamos un duraznero, producirá duraznos. De la misma manera, si plantamos un almendro, producirá almendras y no bananas. Es lo mismo en la vida animal (vs. 21, 24-25). Los cangrejos en el agua producen más cangrejos según su especie. Los cangrejos no pueden producir tortugas. Los cangrejos pertenecen a un reino, y las plantas están en otro. Sin embargo, los hombres pertenecen a la especie divina.
Cuando dos árboles se injertan, deben ser muy semejantes o no podrán crecer juntos. Por ejemplo, una rama de un duraznero no puede injertarse en un manzano. Sin embargo, una rama de un duraznero de cierta variedad puede crecer con un duraznero de otra variedad. Los dos pueden crecer juntos porque son de la misma especie. De igual manera, nosotros podemos ser injertados en Dios (Ro. 11:17-24) y crecer juntamente con Él (6:5) porque nosotros y Dios somos de la misma especie.
El hombre fue creado como ser tripartito (1 Ts. 5:23; He. 4:12b). La primera de las tres partes del hombre es su cuerpo. El cuerpo fue formado del polvo de la tierra para ser el órgano externo del hombre, estando consciente de lo físico para tener contacto con el mundo material (Gn. 2:7a). Todos nuestros miembros físicos, tales como las piernas, la boca, las manos y los brazos, son partes de este órgano externo.
La segunda de las tres partes del hombre, la cual fue creada en Génesis 2, es el espíritu del hombre (v. 7b). El espíritu del hombre fue formado con el aliento de Dios para que fuera el órgano interno del hombre y, como tal, recibir a Dios, estando espiritualmente consciente para tener contacto con el mundo espiritual (Zac. 12:1; Pr. 20:27). Proverbios 20:27 dice: “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre”. Jehová nos ilumina por medio de nuestro espíritu. Si no tuviéramos espíritu, no tendríamos luz ni nada que nos iluminara interiormente. En el Antiguo Testamento la palabra hebrea que se usaba más frecuentemente para denotar el espíritu era rúaj. En hebreo esta palabra significa “espíritu”, “aliento” o “viento”. Pero la palabra que se traduce “espíritu” aquí en Proverbios 20:27 no es la palabra hebrea rúaj, sino neshamah, la misma palabra que se usa en Génesis 2:7 para indicar “aliento”. Así que, según Proverbios 20:27, el aliento de vida de Génesis 2:7 es el mismo espíritu del hombre. Dios formó un espíritu con el aliento de vida. Neshamah, el aliento de vida, es la fuente del espíritu y el elemento con el cual se formó el espíritu humano. El cuerpo fue formado del polvo, y el espíritu fue formado del aliento de vida que provino de Dios. Este aliento de vida que provenía de Dios no era el Espíritu de Dios. No era el Espíritu de Dios, sino algo muy parecido. El origen de nuestro cuerpo es el polvo, pero el origen de nuestro espíritu es Dios. Nuestro aliento es casi idéntico a nuestro ser. Sin aliento, moriríamos. Aun así, hay una gran diferencia entre nuestro aliento y nuestro yo. El aliento de vida de Dios no era Su Espíritu, sino el mismo elemento con el cual Dios formó el espíritu del hombre.
Dios creó al hombre al formar dos cosas. Primero, formó el cuerpo con el polvo. Segundo, formó el espíritu del hombre con Su aliento de vida. Por lo tanto, nuestro espíritu es muy precioso porque nuestro espíritu es muy parecido a Dios. El polvo no tiene mucho que ver con Dios, pero nuestro espíritu es muy parecido a Dios. Ésta es la razón por la cual en los momentos tranquilos aun los ateos tienen algo por dentro que les dice: “¿Y qué tal si hay un Dios? ¿Qué me pasará?”. Tal vez algunos digan que son ateos y quizás enseñen eso mismo a otros. Pero en la noche, algo dentro de ellos les dice: “Si hay un Dios, ¿qué debo hacer?”. Este algo dentro de ellos es el espíritu del hombre.
Hace unos cuantos días, los hermanos distribuyeron ciento setenta mil porciones de literatura en Moscú y en San Petersburgo (anteriormente llamado Leningrado) en la Unión Soviética, y obtuvieron veinticuatro mil nombres de personas que querían recibir libros y publicaciones. Los hermanos nos informaron que entre los rusos incrédulos había una sed ardiente de la verdad del evangelio y de Dios. Han estado bajo el ateísmo más de setenta años, pero esa enseñanza no pudo cambiar su naturaleza. Nadie puede cambiar su naturaleza. Tienen una parte en su interior que fue formada a partir del aliento de Dios. Este elemento permanece en todos los seres humanos. Así que, es muy fácil que un ateo se convierta a Dios. La razón de esto es que dentro del hombre existe un órgano —el espíritu— que puede reconocer a Dios.
El alma fue la tercera parte del ser del hombre producida en la creación hecha por Dios. En contraste con el cuerpo y el espíritu, el alma no fue formada de cierto elemento. El alma se produjo al combinarse el espíritu humano con el cuerpo humano. El alma, que consta de la mente, la parte emotiva y el libre albedrío, es el yo del hombre y es consciente de lo psicológico para tener contacto con el mundo psicológico (Gn. 2:7c). Un hombre es un alma. Cuando Jacob y su familia descendieron a Egipto, el Antiguo Testamento dice que setenta almas descendieron a Egipto (Éx. 1:5). De la misma manera, Hechos 2:41 narra que tres mil almas fueron salvas el día de Pentecostés. El hombre es una alma, y el alma es la totalidad del cuerpo del hombre más su espíritu. Cuando el cuerpo y el espíritu están combinados, la suma es un alma. Esta alma es el hombre mismo, la cual consta de su mente, su parte emotiva y su libre albedrío. Así que, el hombre perfecto creado por Dios es un alma con dos órganos: el cuerpo como órgano exterior y el espíritu como órgano interior.
Los primeros dos capítulos del Antiguo Testamento nos presentan un diseño de cómo Dios creó los cielos y la tierra y cómo creó al hombre. La creación del hombre es la preparación preliminar que Dios realizó para impartirse a Sí mismo como Dios Triuno en el hombre tripartito conforme a Su economía. Ésta es la nueva manera de estudiar Génesis 1 y 2.