
Lectura bíblica: 1 P. 2:2, 5; 1 Co. 3:2a, 6, 9b, 10, 12a; Col. 2:19; 2 Co. 3:18; Ro. 12:2a, 4-5; Ef. 2:21-22
La mejor manera de recibir al Señor es comiéndole (Jn. 6:57). El comer produce el crecimiento. Todos los niños crecen al comer. Cuanto más comen, más crecen. Por eso, nosotros ponemos énfasis una y otra vez en el asunto de que la iglesia necesita comer. Las enseñanzas nunca pueden producir el crecimiento en las personas. Usted no puede hacer que sus niños crezcan al enseñarlos. La manera más simple, sencilla y mejor de ayudar a sus niños a crecer es alimentándolos. Sin embargo, en este capítulo, el punto básico no es el crecimiento, sino la transformación. Si usted tiene el crecimiento, indudablemente tiene el resultado de éste, que es la transformación.
La transformación no es una clase de cambio exterior o de corrección externa. En el sentido del Nuevo Testamento, la transformación es un cambio metabólico. El metabolismo produce un cambio en vida desde el interior del hombre. Algo nuevo que se agrega a su ser elimina el elemento viejo y lo reemplaza. De esta manera usted tiene la transformación. No es un cambio exterior, sino un cambio orgánico, un cambio en vida, un cambio metabólico, por medio del suministro de un elemento nuevo que reemplaza al elemento viejo.
Una persona que pone maquillaje sobre su rostro obtiene un cambio externo, sin embargo, esto no es transformación. Esto es como el trabajo de la funeraria. El rostro de un cuerpo muerto es muy pálido, pero su apariencia cambia cuando el embalsamador lo cubre con maquillaje. Mucha de la obra en el cristianismo hoy en día, es como la obra de un embalsamador. Los embalsamadores en una funeraria cambian la apariencia de los cadáveres. Hay un cambio en los cadáveres, pero no un cambio orgánico.
No debemos preocuparnos si un hermano joven tiene el cabello largo o corto. Debemos preocuparnos por su transformación interior. Si deseamos que alguien sea transformado, tenemos que alimentarlo ricamente día tras día. Después de un tiempo, estará brillante y viviente debido a la transformación interior. Esta es una clase de cambio metabólico con algo orgánico, con algo que crece, con un elemento nuevo que reemplaza y anula el elemento viejo. La transformación es un cambio metabólico interior.
Jesús no corrige. El no es un embalsamador, y nosotros no somos cadáveres. No estamos en una funeraria sino en un hogar viviente. Somos personas vivientes en la iglesia, la casa del Dios viviente (1 Ti. 3:15). Jesús no es solamente un buen Alimentador, sino también es el alimento rico. Cuando invocamos Su nombre, El entra en nosotros. Es viviente, nutritivo y transformador. Nos suple y reemplaza el elemento viejo consigo mismo como el elemento nuevo. Luego tenemos un cambio orgánico desde nuestro interior.
En 2 Corintios 3:18 dice: “Mas nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”. Me gusta la palabra descubierta. Me preocupa que quizás todavía estemos cubiertos. En 2 Corintios 3 estar cubiertos significa estar cubiertos por los conceptos religiosos, los pensamientos y las enseñanzas y el conocimiento viejos. En otras palabras, estar cubierto es estar cubierto por su propia religión.
Tenemos el concepto del cristianismo que cuando asistimos a los así llamados servicios de la iglesia, tenemos que entrar de una manera piadosa, amable, atenta y religiosa. Pero el resultado de esto es la vaciedad. En lugar de eso, supongamos que entro en una reunión diciendo: “¡Aleluya!, ¡Alabado sea el Señor! ¡Amén! ¡Jesús! ¡Amo a Jesús!” Quizás usted diga que estoy loco, pero ¿qué hay de malo en esto? No debemos preocuparnos por ser piadosos sino por ser nutridos con Cristo. En el cristianismo se nos enseñó a estar quietos, pero no obtuvimos nada. Con el tiempo, yo me di cuenta de que cuando digo: “Señor Jesús”, me nutro por dentro. Todos necesitamos preocuparnos por ser nutridos con Cristo, y no por ninguna forma religiosa. Asistir a las reuniones de una manera silenciosa es asistir vacíos del Espíritu.
Por Su misericordia estoy haciendo algo para ayudar a Su pueblo a ser rescatado de la falsedad de la religión. Muchos todavía están bajo el velo de la religión antigua. Están todavía bajo la cubierta de sus viejos conceptos religiosos. Pablo dijo en 2 Corintios 3:15 con respecto a los israelitas: “Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos”. Cuando leían el Antiguo Testamento, todavía estaban bajo la cubierta, el velo, de sus conceptos antiguos. Pero Pablo dijo en el versículo 14 que “el velo es quitado con Cristo”. En Cristo, el velo es removido. Mientras estemos en Cristo, todo lo que hagamos está bien. Si grito en Cristo, está bien.
El pueblo judío cuidaba tanto el asunto de guardar el sábado que enviaban a algunos policías del día sábado para arrestar a todos los que no lo guardaban. Mateo 12 nos dice que en un día de sábado Jesús fue a los sembrados. Sus discípulos tuvieron hambre y comenzaron a arrancar espigas y a comerlas (v. 1). Comieron en una “manera salvaje” sin cocinar, sin mesa para comer y sin utensilios. Sin embargo, se alimentaron plenamente en los campos. Después, los vigilantes del día de sábado, los fariseos, vinieron a decirle a Jesús que Sus discípulos quebrantaban el sábado (v. 2). Aquellos vigilantes del sábado pensaron que eran muy bíblicos. Pero el Señor Jesús dijo: “¿No habéis leído...?” (vs. 3-4). Podríamos parafrasear lo que el Señor Jesús les dijo a los fariseos de esta manera: “Se supone que ustedes conocen la Biblia y que hacen todo de acuerdo a la Biblia. ¿No han leído en las Escrituras que David y sus seguidores entraron a la casa de Dios y comieron algo ilegalmente? ¿Qué dirían de eso?” A Dios no le interesa guardar ciertas reglas. Dios quiere que el pueblo sea satisfecho.
Usted quizás asista a los así llamados servicios de la iglesia de una manera muy piadosa, quieta y agradable, pero, ¿cómo se siente por dentro? ¿Está usted satisfecho y lleno, o está vacío? Cuando asistimos a las reuniones de una manera silenciosa y muerta, tenemos que admitir que estamos vacíos. Debemos olvidarnos de las regulaciones religiosas. Olvídese del “sábado”. Tiene que cuidar de satisfacer su hambre. Sea satisfecho. Es mejor comer algo crudo en una manera salvaje que quedar hambriento. Solamente nos debe importar la satisfacción del pueblo de Dios, y no las formas y regulaciones religiosas.
Es fácil que los jóvenes digan que odian la religión, porque la religión es una clase de esclavitud. Espero que todos los viejos entre nosotros nos olvidemos de ser religiosos. La persona más religiosa fue Saulo de Tarso. Pero en el camino a Damasco, una luz de los cielos brilló sobre él y él cayó de rodillas. Dijo: “¿Quién eres, Señor?” En ese momento el Señor entró en él, y ya no hubo más religión en él. El velo fue quitado en Cristo. Espero que todos nosotros tengamos las caras descubiertas.
Algunos de los santos tienen muchas preguntas con respecto a ciertas cosas doctrinales. Pero si usted fuera invitado a cenar y le sirvieran pollo, ¿preguntaría acerca de los huesos o la cola del pollo? A nosotros no nos interesan los huesos ni la cola. Nos interesa que la carne del pollo entre en nosotros. Necesita ser simple. Existen muchas cosas que no podemos entender. Yo no entiendo lo que es el aire, sin embargo he estado respirándolo por muchos años. Nunca me he graduado de respirar. Graduarse de respirar es morir. Aunque no entiendo al aire, lo disfruto todos los días cuando lo respiro. El aire es bueno para respirarse. Sé esto y sé que puedo respirar. Dios me hizo de esta manera. De la misma manera, necesitamos respirar a Cristo momento a momento al invocar Su nombre.
Necesitamos regresar a la simplicidad de Cristo (2 Co. 11:3). Necesitamos orar: “Oh Señor, ten misericordia de nosotros. Quita todos los velos. Quita todas las coberturas. Señor, danos un cielo claro”. No nos damos cuenta de qué tanto hemos sido velados por la así llamada religión cristiana, por los conceptos religiosos que recibimos del cristianismo. Tropezamos debido a que estamos bajo la cubierta de la religión, el velo de nuestro concepto religioso. No debe interesarnos nada religioso. ¡Debemos interesarnos solamente por Jesús! Necesitamos que todos los velos sean quitados de nosotros para que podamos reflejar a Jesús (2 Co. 3:18). Mientras estemos mirando y reflejando a Jesús, la imagen de Jesús será impresa sobre nosotros. De esta manera no seremos regulados, corregidos ni mejorados, sino transformados interiormente con el elemento de Jesús. El Jesús viviente, quien está lleno de energía orgánica, nos transformará.
Eramos piezas de barro, pero después de ser transformados por Jesús, llegamos a ser piedras. En Apocalipsis 2:17 el Señor Jesús prometió a los que vencieran que El les daría a comer del maná escondido y que les daría una piedra blanca. Esto significa que al comer a Jesús, llegaremos a ser piedras transformadas para el edificio de Dios.
Esto concuerda con el pensamiento de Pedro en su primera epístola. El dijo que como niños recién nacidos, debemos desear la leche pura de la palabra para que crezcamos y lleguemos a ser piedras vivientes (2:2-5). Todos somos pedazos de barro, pero al beber a Jesús, al comer a Jesús, al recibir a Jesús, tendremos un cambio orgánico metabólico. El barro será cambiado a piedra y llegaremos a ser piedras blancas aceptables y justificados a los ojos de Dios.
Llegamos a ser piedras no por regulación externa, sino por medio de la transformación interna con Jesús. Jesús no solamente es el Transformador sino también el elemento transformador. Cuando El entra en nosotros, Sus riquezas hacen una obra transformadora. Algo se forja en nuestros tejidos y llegamos a ser parte de El. Llegamos a ser las piedras vivas para el edificio de Dios.
La casa de Dios, la iglesia, no puede ser edificada con piezas de barro. Una casa edificada con barro no permanece mucho tiempo. Cuanto viene la tormenta, se hace lodo y se cae. La iglesia solamente puede ser edificada con nosotros como las piedras vivas mediante la transformación. La transformación viene solamente por el crecimiento en vida al alimentarnos de Cristo. Por esta razón todos tenemos que comer a Jesús. De esta manera creceremos y tendremos algo de transformación para llegar a ser piedras vivas. Cuando considero a algunos santos entre nosotros, alabo al Señor por Su obra de gracia. Puedo ver una transformación verdadera en ellos.
Esta transformación nos mantiene en la unidad divina. ¿Usted piensa que podemos ser uno por nosotros mismos? Si somos uno de manera lodosa, habrá una separación entre nosotros cuando venga la tormenta. Pero le doy gracias al Señor y lo alabo por la transformación que he visto en muchos santos. Por medio de la transformación muchas iglesias locales han sido levantadas y edificadas. Es difícil que haya una separación entre nosotros cuando diariamente experimentamos la transformación del Señor. La unidad entre nosotros no es algo formado por ciertas enseñanzas y doctrinas o por cierta organización. La unidad entre nosotros es el resultado de una transformación interior.
Crecemos al comer, beber y digerir a Jesús. Mientras le demos a Jesús la libertad en todo nuestro ser, tenemos el crecimiento, y mediante el crecimiento, tenemos la transformación. La transformación no es un asunto de corrección exterior. El principio principal en cuanto a la transformación es que usted le tiene que dar a Jesús el camino libre dentro de usted. Tiene que orar: “Señor, ten el camino libre en mí para que pueda tener la mejor digestión”. Mientras comemos y digerimos a Jesús, tenemos el crecimiento en vida, y mediante este crecimiento tenemos la transformación.
Por medio de la transformación somos entretejidos juntos, y este entretejimiento equivale a la edificación. Con el tiempo, todos llegamos a ser un solo edificio. No solamente somos una sola iglesia en una sola ciudad, sino también en todas las ciudades, somos un solo Cuerpo. Muchos lugares de reunión en una ciudad son de todas maneras una sola iglesia. Muchas iglesias en muchas ciudades son de todas maneras un solo Cuerpo. Somos uno, no al ser organizados, sino al ser transformados. Las enseñanzas doctrinales no nos unen. Mientras más enseñanzas obtengamos, más divisiones surgirán. Sin embargo, mientras más comemos a Jesús, lo digerimos y lo asimilamos, más transformación tenemos, y el resultado es una unidad espontánea. Cualquier cosa sin Jesús está mal. Cualquier cosa con Jesús está correcta.
Tenemos que creer que la venida del Señor está cerca. El viene, y tenemos que estar preparados. Queremos ser la novia preparada para Su venida. Esto solamente puede suceder si nuestro ser es nutrido y alimentado con Cristo. Tenemos que tomarlo invocando Su nombre. He visto la bendición que trae el invocar el nombre del Señor Jesús. Olvídese de ser religioso. El Señor se está moviendo en una manera nueva. Sin embargo, la intención del Señor no es solamente tener un grupo de gente “loca” por Cristo. La intención del Señor es transformar a los locos. Estar locos por Cristo le da al Señor una oportunidad para transformarnos. El Señor va a transformarlo a usted, y esta transformación es destinada a la edificación.
Finalmente, el Señor tendrá un vaso corporativo, no muchos vasos separados e individuales. Todos los vasos individuales coordinarán, serán entretejidos y edificados para llegar a ser la Nueva Jerusalén. La Nueva Jerusalén será el único vaso corporativo, universal y eterno en todo el universo para contener a nuestro Dios. Hoy día, cada iglesia local es una miniatura, un modelo pequeño de la Nueva Jerusalén. El Señor no tiene la intención de tenerlo a usted como un vaso independiente. El quiere edificarnos juntos para que lleguemos a ser universalmente el gran vaso corporativo. La transformación es la única manera en que esto puede suceder.
Estamos locos por Cristo con un propósito. Este propósito es ser transformados para la edificación. Todas las personas piadosas y religiosas están terminadas en cuanto a la transformación del Señor. Cuando estamos locos en nuestro espíritu, esto le da a Jesús la oportunidad de transformarnos. Al ser transformados, estaremos unidos, coordinados y edificados. El Señor desea un vaso corporativo para que contengamos a Jesús. La consumación máxima de este vaso será la Nueva Jerusalén.