
Lectura bíblica: Jn. 6:57b, 63; 7:37-39a; Is. 55:1, 6; 1 Co. 12:13b; Ap. 2:7, 17b; 3:20; 22:1-2a, 14a, 17
Hasta ahora, hemos visto que somos vasos de Dios y que Dios como el Espíritu todo-inclusivo es nuestro contenido. La manera en que nosotros lo tomamos es invocando Su nombre. Ahora queremos ver que invocar Su nombre, en la Biblia, es comparado a comer y beber. Isaías 55:1 y 6 nos muestran que la manera de beber y de comer es invocando Su nombre.
Isaías 55:1 dice: “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche”. Este versículo es algo complicado por decir que venimos a las aguas y que comemos. ¿Viene usted a las aguas a comer o a beber? Las madres alimentan a sus niños recién nacidos con leche. Cuando los pequeños están bebiendo leche, también están comiendo. Comer está incluido en beber. Venimos a las aguas y compramos y comemos. Después este versículo dice que compramos vino y leche. Tanto el vino como la leche son líquidos, pero el nutrimento de la comida está incluido en ellos. Por lo tanto, beber vino y leche realmente significa comer algo para nutrimento.
El versículo 6 dice: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano”. Este versículo nos aconseja a buscar al Señor. Buscar al Señor significa venir a las aguas. El Señor es las aguas, y buscarle es venir. Beber y comer significa invocar Su nombre mientras El está cercano. Por lo tanto, buscar al Señor equivale a venir a las aguas. Invocar Su nombre equivale a beber y comer. Esta es la manera en que recibimos al Señor. Las cosas espirituales a menudo son difíciles de definir. Pero existen las sombras dadas por el Señor por medio de las cosas materiales, las cosas físicas, para ilustrar las cosas espirituales.
Hemos señalado que somos vasos para contener al Señor, y que el Señor es el contenido. Los vasos necesitan ser llenados de este contenido. Somos llenos del Señor como nuestro contenido, mientras comemos y bebemos de El. Esto es un llenar orgánico, que causa el crecimiento en vida y la transformación en vida. Cuando recibimos la bebida y la comida apropiadas, algo orgánico entra en nosotros que hace que crezcamos y seamos transformados.
Poner agua dentro de una taza es simplemente llenarla. No es algo orgánico. Pero cuando tomamos algo dentro de nuestro estómago comiendo y bebiendo, no estamos meramente llenándonos. Mediante la digestión todo lo que comemos es asimilado dentro de nuestro ser. Así que, después de comer necesitamos la digestión y la asimilación. Mediante la digestión y la asimilación de lo que comemos y bebemos, absorbemos en nuestra sangre todo el nutrimento. Este nutrimento, después de entrar en nuestra sangre, llega a ser nuestras células. Después de cierto tiempo, todas las células llegan a ser nuestros tejidos orgánicos, nuestro mismo ser.
Si pongo agua en una taza, simplemente se llena. No hay digestión, asimilación, crecimiento ni transformación. El agua nunca puede llegar a ser el elemento y la esencia de la taza. Es diferente con los seres humanos. ¿Cómo puede un pavo ser puesto dentro de un vaso humano? La única manera es que esta persona coma el pavo. Entonces el pavo llega a ser la esencia y el elemento de la persona. Jesús dijo: “El que me come, él también vivirá por Mí” (Jn. 6:57b). Una persona es llena de energía por lo que ha comido. Vivimos por lo que comemos. Comemos a Jesús, y así vivimos por Jesús.
Lo que comemos obviamente entra en nosotros y llega a ser nuestro contenido. Después es digerido por nosotros. Al ser digerido, el nutrimento y las riquezas de lo que comemos es asimilado dentro de nuestro sistema para llegar a ser nuestras células. Después, las células crecen dentro de nuestros tejidos orgánicos para llegar a ser nosotros. Así que, somos lo que comemos. Un hombre vive por lo que come y con el tiempo él es lo que él come. Si comemos a Jesús, con el tiempo somos Jesús. Por eso Pablo dijo: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20a); “Porque para mí el vivir es Cristo” (Fil. 1:21a). Si usted come pavo todo el tiempo, podría decir: “Para mí, el vivir es el pavo”. Usted come pavo, así que usted vive por el pavo y para usted el vivir es el pavo. Cuando comemos a Jesús, vivimos por Jesús y somos Jesús. ¡Para nosotros el vivir es Jesús!
Necesitamos comer a Jesús invocando Su nombre. Pero después de que comemos, también necesitamos una buena digestión. No queremos tener una indigestión. La indigestión primeramente causa un problema gástrico y después puede causar una úlcera gástrica. Esto podría incluso producir un cáncer gástrico, resultando en la muerte. Comer sin tener una buena digestión causará problemas. Cuando comemos Cristo, también necesitamos digerirlo espiritualmente de una manera apropiada. Si usted tiene una digestión apropiada, la comida que come puede entrar en todas las partes de su ser físico. Existe una vía libre para que la comida pase. La indigestión significa que no hay vía libre para la comida. La comida no puede pasar, por lo tanto usted tendrá problemas.
Ahora necesitamos considerar cómo se aplica esto a nosotros en el sentido espiritual. Algunos santos queridos quizás disfruten invocar el nombre del Señor y orar-leer la Palabra al principio. Pero, después de cierto tiempo, pierden el gusto y el apetito por esto. Esto se debe a que después de ingerir al Señor Jesús, algo sucedió dentro de ellos. Eso fue una indigestión. No hubo vía libre para que el Señor Jesús pasara. Después de invocar el nombre del Señor Jesús y de orar-leer Su Palabra, tenemos que decir: “Señor, ten misericordia de mí. Mantén todo mi ser con todas mis partes abiertas hacia Ti”.
No estoy hablando de algo doctrinal, sino de algo que es muy práctico para nosotros en nuestra vida cristiana. Después de que invoca el nombre del Señor, tengo la seguridad plena de que El entra en usted. Pero el problema de esto es que después de invocar Su nombre, después de que el Señor entra en usted, probablemente usted no esté tan abierto a El. Quizá usted se abra a El en una pequeña parte de su ser, pero la mayor parte de su ser está cerrada para El.
El Señor Jesús es real, viviente y práctico. Cuando usted dice: “Señor Jesús”, El entra en usted y lo llena. Mientras usted está diciendo: “Señor Jesús”, este Jesús práctico y viviente tocará su ser natural. Pero muchos de ustedes quizás digan: “No, Señor, no me toques aquí. Permanece donde estás. Eres mi invitado y debes permanecer en la sala. No entres en mi recámara privada. Esto es para mí no para Ti”. Esto significa indigestión. No hay manera de que el Señor como la comida espiritual entre completamente en usted. No hay camino libre para que la comida entre en sus partes internas y por lo tanto usted tiene indigestión.
El cristianismo de hoy tiene muchas enseñanzas, pero no necesitamos esas enseñanzas doctrinales. Necesitamos comer al Señor y disfrutarlo. Supongamos que yo lo invito a usted a cenar, y en lugar de permitirle que coma y disfrute la comida, le enseño cosas referentes a la comida. Esto sería terrible. No necesitamos las enseñanzas; necesitamos el nutrimento verdadero. Necesitamos que las riquezas de Cristo entren en nuestro ser. Podemos obtener estas riquezas de Cristo dentro de nuestro ser simplemente invocando Su nombre, “Oh Señor Jesús”. Pero después de invocarlo, el Señor obra y se mueve dentro de nosotros para tocar nuestro ser interno.
Después de invocar al Señor, un hermano joven con el tiempo tendrá el sentir dentro de él de que necesita tratar con la manera en que corta su cabello. Si es lento para responder a este sentir, esto significa que no está permitiendo que el Señor Jesús entre completamente. Así que, usted tiene que estar alerta. Después de invocar Su nombre, si tiene algún sentir dentro de usted, cualquier sentimiento, eso significa que el Señor Jesús se está moviendo, y significa que la digestión dentro de usted está llevándose a cabo. Tiene que responder a este sentir interior. Si usted responde a este sentimiento, estará gozoso y tendrá un apetito por Cristo más grande y más profundo. Esto se debe a que la buena digestión trae un mejor apetito. Si argumenta con el sentir interior, resultará en una indigestión. No deseará tanto orar-leer la Palabra, e invocar Su nombre no será tan dulce para usted.
Pero cuando responde al sentir interior y lo sigue, su apetito por el Señor Jesús regresa y su digestión espiritual es apropiada. Entonces las riquezas del Señor Jesús llegan a ser sus células, y estas células crecen dentro de sus tejidos orgánicos. Esto hace que usted crezca en la vida divina y lo hace fuerte en el Señor. Debido a que está creciendo en el Señor, es fácil que permanezca firme y es difícil que resbale. Es difícil que los que son maduros caigan. Esto es porque tienen una buena digestión para asimilar todo el nutrimento de la comida espiritual que comen.
Al comer tenemos la digestión; al digerir tenemos la asimilación; y por esta asimilación obtenemos el nutrimento práctico de las riquezas de Jesús dentro de nuestro ser. Todas las riquezas de Cristo finalmente crecerán en nuestros tejidos orgánicos. Después llegamos a ser Cristo. Ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí. Para mí el vivir es Cristo. La vida cristiana no es un asunto de imitar a Jesús. No debemos tratar de aprender a ser humildes tal como lo fue Jesús. Esto es como tratar de enseñar a un mono a imitar al hombre. El mono puede ser capaz de hacerlo por un momento, pero finalmente regresará a ser lo que es. El Señor no toma la manera de enseñarnos a imitarlo. La manera del Señor es la manera de la vida, y la manera de la vida es comer.
Algunos hermanos estadounidenses llegan a ser grandes no por las enseñanzas, sino por la alimentación. Debido a que comieron ellos crecieron hasta ser hombres grandes. Sin duda, en otro sentido, necesitamos alguna educación, pero lo básico es el crecimiento, y este crecimiento depende absolutamente de la comida. Comer es recibir dentro de usted el nutrimento para la digestión y la asimilación. Con esto usted obtendrá el nutrimento dentro de sus células, y este nutrimento incluso llegará a ser sus tejidos orgánicos, su mismo ser.
El cristianismo le ha dado a usted la impresión equivocada de que necesita enseñanzas doctrinales. Todos tenemos que decir: “No necesitamos enseñanzas doctrinales. Necesitamos nutrimento”. Necesitamos a Jesús, no de una manera objetiva, sino de una manera muy subjetiva. Necesitamos que Jesús entre en nosotros. Necesitamos asimilar a Jesús para que El pueda ser nuestras células y nuestros tejidos orgánicos, para que llegue a ser nuestra misma esencia y elemento. Entonces podemos decir: “Para mí el vivir es Cristo”. De esta manera el contenido y el contenedor llegan a ser uno. Jesús, después de entrar en nosotros, llega a ser nosotros. Cuando usted diga: “Para mí el vivir es Cristo”, el Señor Jesús dirá: “Para Mí el vivir eres tú”. Usted quizás diga que es Jesús, pero El dirá que El es usted. Entonces, ¿quién es quién? Finalmente, el contenido llega a ser el contenedor. Todos tenemos que ver esto. Todos los velos religiosos tienen que ser removidos. Necesitamos un cielo claro.
Desde Génesis 2 hasta Apocalipsis 22, a través de toda la Biblia, se encuentra el hilo de comer y beber. El árbol de la vida y el río de agua se ven en Génesis 2 (vs. 9-10). Después, Jesús vino y dijo que El es el pan de vida que debemos comer (Jn. 6:35, 57). También dijo que El es el agua viva que debemos beber (Jn. 4:14; 7:37-39). Incluso en las epístolas, Pablo dijo: “Os di a beber...” (1 Co. 3:2). También dijo que todos fuimos hechos para beber de un mismo Espíritu (1 Co. 12:13). Fuimos hechos para beber, no para pensar. Todos fuimos hechos, no para pensar en una teología sino para beber de un solo Espíritu. Luego, al final de la Biblia, vemos el río de agua de vida y el árbol de la vida (Ap. 22:1-2). La última promesa dada por el Señor es: “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida” (v. 14a). El último llamado dado por el Señor es el de venir y tomar del agua de vida gratuitamente (v. 17). Nuestro destino por la eternidad será comer y beber a Jesús. Hoy día, debemos dedicarnos a comerle y a beberle.
Pero también necesita estar alerta. Después de invocar el nombre del Señor, después de comerle y beberle, tiene que decir: “Señor, ten misericordia de mí. Haz que cada parte de mi ser se abra a Ti. Que tengas un vía libre en todo mi ser”. Entonces, usted tendrá una buena digestión para una buena asimilación, y disfrutará y absorberá todo el nutrimento de las riquezas de Cristo. Luego, Cristo llegará a ser el mismo ser de usted. Somos los contenedores vivientes, y El es el Espíritu vivificante. Finalmente, el Espíritu vivificante que es el contenedor será su elemento y su esencia. Seremos uno con El, y El será uno con nosotros de una manera orgánica.