
Cristo es la porción de los santos (Col. 1:12). Dios preparó esta porción eterna e ilimitada para que nosotros la disfrutemos. Antes de considerar cómo podemos participar de Él diariamente, contestaremos algunas preguntas.
¿Cómo entramos en el espíritu y cómo permanecemos allí? Muchas veces sentimos que estamos en nuestro espíritu, pero minutos después estamos fuera de él.
A fin de permanecer en su espíritu, usted necesita permanecer en el Señor. El Señor hoy es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17). Si Él simplemente fuera el Salvador (1 Jn. 4:14) y el Cordero de Dios (Jn. 1:29), ¿cómo podría entrar en nosotros? Únicamente podría estar en los cielos (Hch. 2:32-35; Fil. 3:20). La Escritura dice claramente: “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Col. 1:27). Él únicamente puede estar en nosotros como el Espíritu. ¿Cómo podríamos contactarlo y permanecer en Él si únicamente estuviera confinado al cielo? Incluso basándonos en la lógica, el hecho de que el Señor nos pida que permanezcamos en Él ciertamente indica que Su naturaleza es espíritu. La palabra griega traducida “espíritu” es pnéuma, que también es la misma palabra que se traduce “aire”. ¡Cristo hoy es el aire santo! Nosotros no tenemos ningún problema con permanecer en el aire, y ¡el aire obviamente permanece en nosotros!
Por ser el aire, el pnéuma, Él está en nosotros y nosotros estamos en Él. Si usted permanece allí y permite que Cristo permanezca en usted, estará permaneciendo en Él. Según nuestra experiencia, sin embargo, nos damos cuenta de que, pese a nuestros esfuerzos y buenas intenciones, nos salimos de Él sin percatarnos de ello. Es posible que yo esté en Cristo mientras converso a la hora de la cena, y que de repente descubra que estoy fuera de Él. ¿Cuál ha sido la causa? He hablado demasiado. Hablar demasiado puede hacer que dejemos de permanecer en Él.
Una pista que lo ayudará a permanecer en el espíritu se nos da en 1 Tesalonicenses 5:17, que dice: “Orad sin cesar”. Anteriormente yo me preguntaba cómo una persona podría orar las veinticuatro horas del día. Poco a poco fui entendiendo que en la vida espiritual orar equivale a respirar. Ya sea que usted esté comiendo, hablando o durmiendo, no deja de respirar.
Otra clase de oración podemos compararla al beber. ¡Esto no es algo que hacemos incesantemente! Es posible que bebamos mientras comemos, y quizás lo hagamos nuevamente a media mañana, a media tarde y en la noche. Beber tipifica la oración que hacemos a la hora de costumbre. David dijo en Salmos 55:17: “Por la tarde y por la mañana y al mediodía / me quejo y gimo, / y Él oye mi voz”, lo cual indica que él tenía la costumbre de orar al menos tres veces al día. Hechos 10:30 también parece indicar que en la antigüedad las personas tenían ciertos tiempos destinados a la oración. Éste es un hábito que todos necesitamos cultivar. Dedique al menos diez minutos para orar regularmente cada mañana. A veces usted podrá sentir la carga de orar por una hora o más. Esta clase de oración se semejante al beber.
La oración que hacemos sin cesar, la cual puede ser comparada al respirar, es la clave para permanecer en el espíritu. Mientras hablo con ustedes externamente, interiormente estoy orando. Mientras ustedes operan una máquina en su trabajo, pueden orar interiormente. Practiquen decir: “Oh Señor” cada vez que sientan que no están en su espíritu. No es necesario hacer oraciones con frases largas.
Supongamos que usted está a punto de enojarse. Satanás ha llenado su ser de enojo contra su esposo. Si usted ora: “Oh Señor”, el enojo se irá. Si cree que esto es sólo una técnica psicológica, en vez de ello intente decir: “Oh Washington”. Esto no surtirá ningún efecto. “Oh Señor” es una oración que lo trae a usted de regreso a su espíritu. Mientras usted continúe inhalando de esta manera, será lleno del pnéuma. El proceso de respiración es complicado y difícil de entender, pero respirar es muy fácil. Así de sencillo es permanecer en Cristo. Ore sin cesar.
Supongamos que después de quince minutos de estar en la Palabra y en oración, uno siente que no ha recibido nada. ¿Debe uno persistir, o considerar por fe que ha recibido algo?
Aprenda a no vivir conforme a sus sentimientos. Por supuesto, sus sentimientos normales son de ayuda; pero si usted tiene una fiebre muy elevada, es posible que le parezca que hace calor cuando en realidad no hace calor. Si usted desea ser espiritual, no se conduzca conforme a sus sentimientos. No deje que las circunstancias determinen cómo usted se siente. En la vida espiritual tenemos que aprender a dejar de lado nuestros sentimientos y a dejarnos guiar por los hechos.
Es un hecho que usted necesita leer la Palabra. Muchos cristianos jóvenes se emocionan mucho cuando recién empiezan a estudiar la Biblia. Ellos quieren prolongar el tiempo y regresar al día siguiente porque encuentran esto muy divertido. Sin embargo, esta emoción es de corta duración, y al cabo de una semana, se desvanece. Si usted se siente emocionado cuando recién empieza a sumergirse en la Palabra y siente que la luz resplandece, no le dé tanta importancia a ese sentimiento. ¡Prepárese para el día frío que pronto vendrá! Es su deber pasar tiempo en la Palabra y en oración. Cómo usted se sienta cada día es algo que no debe afectarlo. Simplemente cumpla con su deber; déjese regir por el hecho de que tiene que hacer estas dos cosas.
No piense que está perdiendo el tiempo. Una hermana una vez le preguntó al hermano Nee qué sentido tenía que ella continuara leyendo la Biblia cada día, ya que jamás se acordaba de lo que había leído. El hermano Nee entonces le recordó cómo lavaban el arroz allí en el sur de China. Lo ponían en una canasta hecha con ramas de sauce y luego sumergían la canasta repetidas veces en el agua. El agua nunca se quedaba en la canasta, no importa cuántas veces la sumergieran. Entonces el hermano Nee le hizo notar que a pesar de ello, el arroz y la canasta eran lavadas. Al continuar leyendo la Palabra, esta hermana estaba siendo lavada aunque no pudiera acordarse de lo que había leído.
Otro hecho es que usted necesita orar con regularidad. Probablemente muy pronto a usted le parezca que su tiempo de oración es seco y carente de vida. No trate de convencerse de que esto es un legalismo que lo mata y que, por tanto, debe dejar de hacerlo. La verdad es que tener tiempos maravillosos de oración puede conducir al engaño. Puedo darle dos ejemplos.
Un día mientras una hermana oraba, ella pensó que el Señor le decía que Él regresaría en cierta época. Esto hizo que ella descuidara sus deberes cotidianos a fin de prepararse para Su regreso. Son muchas las veces que los santos han sido engañados de esta manera.
En otra ocasión, mientras un hermano oraba, recibió una supuesta revelación de que él ya no estaba más en la carne. Pero lamentablemente, no sólo su carne estaba todavía con él, sino que era más fuerte que nunca. Él cometió muchos errores garrafales como resultado de este sentir equivocado y acabó por cometer fornicación.
Permítame advertirle que debe tener cuidado de emocionarse cuando contacta al Señor. No se deje llevar por sus sentimientos. Ya sea que usted se sienta animado o desanimado, simplemente contacte a su Señor por diez minutos cada mañana. No se deje afectar, dirigir ni engañar por sus sentimientos, los cuales no son dignos de confiar.
A veces cuando los niños no quieren beber su leche, la madre le pone azúcar. De igual manera, cuando somos jóvenes, la Palabra es dulce a nuestro paladar porque Dios le ha añadido un poco de azúcar. También es posible que le parezca que los himnos son sumamente dulces. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, habrá menos azúcar, y finalmente el sabor dulce en la Palabra y en los himnos desaparecerá. Con el tiempo ya no tendremos altibajos, y todos los días serán iguales.
Pero es difícil no dejarnos llevar por nuestros sentimientos. Yo oigo a algunos hermanos y hermanas que oran con mucho denuedo y en voz muy alta en las reuniones. Los tengo en alta estima; sin embargo, cuando veo su vida diaria, me decepciono. Luego siento que no puedo tolerarlo. Amo a los santos, pero no puedo controlar el sentimiento de amargura que siento porque su vida diaria no corresponde a su vida en las reuniones.
La disparidad que usted menciona entre cómo vivimos y cómo nos comportamos cuando nos reunimos es algo que me ha venido preocupando grandemente. Algunas de nuestras reuniones se han convertido en actuaciones teatrales, lo cual ofende a Dios y también a los santos. Si nos sentimos desanimados en casa, simplemente debemos venir a la reunión de esa manera. Eso es ser sinceros. Cuando somos sinceros, Dios vendrá a sanarnos. Después de unos minutos de estar en la reunión, el Dios de misericordia puede visitarnos, tocar nuestro corazón y hacer que fluyan las lágrimas. Entonces podremos decir: “Oh Señor, perdóname. Me siento tan desanimado. Señor, perdóname”. Esto es sincero, porque es el resultado de que el Señor nos visite. Cuando recibimos gracia de esta manera, los demás reciben ayuda y nosotros somos cambiados. Ésta es la vida cristiana genuina y la vida de reuniones genuina. Si usted trata de despertar su entusiasmo y hacer una actuación en la reunión, eso es abominable a los ojos de Dios.
En la Epístola a los Colosenses Cristo es presentado como la Cabeza, mientras que el libro de Efesios trata del Cuerpo. A continuación, consideraremos algunas de las descripciones de este Cristo —quien es la porción que Dios nos ha asignado—, las cuales se dan en Colosenses, y después proseguiremos a hablar sobre cómo podemos participar de Él diariamente.
Cristo es “la imagen del Dios invisible” (1:15). Dios es real y al mismo tiempo es abstracto. Al igual que la electricidad, no podemos verlo. Pero así como la luz es la expresión de la electricidad, de la misma manera este Dios invisible tiene una expresión: Cristo. Este Cristo es nuestra porción, nuestro alimento celestial (cfr. Jn. 6:35, 48-58). Al participar de Él diariamente, quien es la propia imagen de Dios, nosotros también llegamos a ser la imagen de Dios.
En Colosenses 1:15 y 16 se describe a Cristo tanto como “el Primogénito de toda creación” y también como el Creador, en quien “fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean señoríos, sean principados, sean autoridades; todo fue creado por medio de Él y para Él”. No podemos comprender cómo es que Cristo puede ser tanto el primero de la creación como su Creador, Aquel en quien fueron creadas todas las cosas, es algo que no podemos comprender.
“Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él se conservan unidas” (v. 17). El hecho de que todas las cosas se conserven unidas en Él significa que Él las mantiene unidas de la misma manera en que el eje de una rueda mantiene unidos todos los radios. Sin el eje, todos los radios se caerían. Los científicos dicen que hay una fuerza que mantiene todas las cosas del universo en su lugar. Nosotros no sabemos mucho de ciencia, pero sí sabemos quién es esa fuerza; sin Él los planetas se saldrían de su órbita. Si este eje puede hacer que el universo siga su curso, ciertamente Él es capaz de guardar todas nuestras partes internas. ¿Cuál es el centro de nuestro ser? Es Cristo. No importa lo que nos suceda, no nos derrumbamos porque todos nuestros “radios” están firmemente adheridos al eje.
Cristo no es solamente el Primogénito de toda creación, sino también “el Primogénito de entre los muertos” (v. 18). Nuestro Dios es el Dios tanto de la creación como de la resurrección. Esta persona, quien es también “la Cabeza del Cuerpo”, ocupa la posición más elevada por ser el primero en todas las cosas; esto es lo que significa que Él “tenga la preeminencia” (v. 18). En nosotros Él también debe tener la misma preeminencia.
Dios es un misterio, y este misterio es Cristo (1:27; 2:2; 4:3).
“Nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o Sábados, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; mas el cuerpo es de Cristo” (2:16-17). La comida que ingerimos y la bebida que tomamos son simplemente una sombra cuya realidad, cuyo cuerpo, es Cristo mismo. Los días de fiesta son días de gozo y momentos agradables; tener a Cristo es tener un día de fiesta cada día. Una luna nueva en una noche oscura es como tener un comienzo nuevo y fresco. Eso es lo que Cristo es para nosotros cuando estamos en una noche oscura sin esperanza y sin salida. Cristo es también el reposo simbolizado por el Sábado. Él es la realidad de todas estas cosas positivas: la comida, la bebida, los días de fiesta, las lunas nuevas y los Sábados.
“Agradó a toda la plenitud habitar en Él” (1:19). Dios es rico, pleno y completo; toda Su plenitud habita en Cristo corporalmente (2:9).
Este Cristo que nos es presentado en Colosenses es nuestra vida (3:4). Esta persona todo-inclusiva, excelente y maravillosa es nuestra vida. Todos tenemos una vida física; si esta vida se nos va, no tendríamos ninguna vida con la cual vivir. Cristo nos es dado para que vivamos. No debemos vivir conforme a la vida estadounidense ni conforme a la vida china; no debemos vivir como viejos ni como jóvenes; todos debemos vivir a Cristo. Si usted es humilde u orgulloso, si tiene una personalidad agradable o es difícil de tratar, eso no importa. No es solamente cuando odiamos que no vivimos a Cristo sino incluso cuando amamos. La Biblia no es un libro de ética que nos enseña a amar y a no odiar; su mensaje es que nosotros debemos vivir a Cristo. No debemos ser personas morales ni inmorales. Somos llamados cristianos, lo cual significa “Cristo-hombres”. Por lo tanto, debemos vivir a Cristo.
El concepto equivocado de la religión es que Dios quiere que seamos buenos. Si Dios quisiera buenos hombres, podría crear a billones de ellos. Pero Él no puede crear personas que vivan a Cristo. Dios es omnipotente, pero no puede vivir a Cristo por usted. Él necesita que usted viva a Cristo. El mundo tiene muchas personas que son buenas, pero ¿dónde están aquellos que viven a Cristo?
Cuando usted se casó, era un esposo “crudo”, un principiante. Pero ahora su condición cruda y su aspereza se han ido desgastando, y ahora raras veces ofende a su esposa. Sin embargo, le aseguro que Dios no desea su bondad ni su amabilidad como tampoco desea su condición cruda y áspera. Él quiere que usted viva a Cristo.
En 1933, cuando aún era joven, me quedé en Shanghái. Dos o tres veces a la semana yo iba a visitar al hermano Nee y pasaba la tarde con él. Una tarde nos sentamos juntos; él se sentó en una mecedora y yo en el sofá. Después de un silencio largo y prolongado, de repente me preguntó: “Witness, ¿qué es la paciencia?”. Todo el mundo sabe lo que es la paciencia; ¿por qué me hacía esa pregunta? No me atreví a responder, pero él continuó meciéndose y me volvió a preguntar: “¿Qué es la paciencia?”. Yo repetí su pregunta, y él también. Finalmente, después del largo tiempo de espera me obligó a responder: “La paciencia es la capacidad para soportar y sufrir el maltrato”. En chino el carácter que se usa para la palabra paciencia es un cuchillo enterrado en un corazón. Mi respuesta obviamente era correcta, pero el hermano Nee negó con la cabeza. Luego hubo otro largo silencio, y entonces dijo: “La paciencia es Cristo”. Yo me quedé perplejo. “¿Qué quiere decir, hermano Nee?”, le pregunté. Él no me quiso explicar más, pese a que yo le rogué que me dijera. Simplemente siguió meciéndose y repitiendo: “La paciencia es Cristo”. Luego se hizo de noche, y yo tuve que irme a cenar en mi alojamiento. Así que le dije: “Lo siento, hermano Nee, pero tengo que irme ya”. Él respondió: “La paciencia es Cristo”. Yo me despedí, y nuevamente su respuesta fue: “La paciencia es Cristo”. Cuando regresé a la casa de huéspedes de la iglesia no tenía ganas de comer. Me fui a mi cuarto, me arrodillé y con lágrimas en mis ojos, oré diciendo: “Señor, ¿qué es esto? La paciencia es Cristo. ¿Qué significa esto?”. El Señor escuchó mi oración y la del hermano Nee, quien también estaba orando por mí. En pocos días vino la luz. Vi que la paciencia es Cristo porque Cristo es mi vida. Toda virtud humana es Cristo. Debido a que Él es mi vida, Él es mi todo. Yo estaba tan lleno de emoción que me sentía como un pájaro que se eleva por el aire. Ese mismo día empecé a profundizar en el libro de Colosenses. “Cuando Cristo, nuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria” (3:4).
¿Viven ustedes a Cristo? ¡No digan que la gramática usada en esta expresión es muy pobre! Todos los días debemos vivir a Cristo. Él es “la esperanza de gloria” (1:27). Ahora Él es vida para nosotros; y en el futuro Él será gloria para nosotros. Esa gloria es nuestra esperanza. Nuestra esperanza se halla en saber que la gloria está por venir y que esa gloria es también Cristo. Cristo está en mí ahora mismo como mi vida y en el futuro, delante de mí, como mi gloria. Éste es el Cristo verdadero, nuestra porción. No acepte la imagen equivocada que el cristianismo le presenta acerca de Él. No se desanimen porque este Cristo sea mucho más que lo que pueden entender. Las cosas relacionadas con la vida son difíciles de explicar, pero son fáciles de experimentar. Yo no entiendo nada sobre las vitaminas que se encuentran en el trigo ni sobre los beneficios que éstas me brindan, pero sin ninguna dificultad puedo comerme el pan y recibir todo su valor nutritivo. Asimismo, yo puedo participar de este Cristo sin necesidad de entenderlo.
Cristo es nuestra porción, nuestra vida y nuestra gloria. ¿Cómo podemos contactarlo? Colosenses nos dice que permitamos que “la palabra de Cristo more ricamente en vosotros” (3:16). La palabra more mencionada aquí es más enfática en griego que la palabra permanece, pues la raíz de la cual proviene significa “casa”. Debemos permitir que la palabra de Cristo haga su hogar en nosotros; ahí está la clave de disfrutarlo a Él. Cristo es abstracto, misterioso e intangible. Pero la Biblia es tangible, sólida y fácil de recibir. Cristo como Espíritu vivificante está corporificado en la palabra de la Biblia para ser nuestro alimento.
Esto nos permite ver por qué es tan importante pasar tiempo en la Palabra diariamente. Independientemente de cuán ocupado usted esté, debe empezar su día en la Palabra. Cómprese un despertador si no tiene uno para que pueda levantarse temprano y dedicar al menos diez minutos a la Palabra. Además de esto, no la lea simplemente; use la Palabra para orar con su espíritu. Permita que la Palabra de Cristo haga su hogar en usted de este modo. Puesto que Cristo está corporificado en la Palabra y puesto que la Palabra estará corporificada en usted, usted vivirá a Cristo. Si usted no lo ha digerido a Él por medio de Su Palabra, ¿cómo podrá vivirlo? Cuando usted sea saturado de Su Palabra, será saturado de Él.