Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Mensajes de vida, tomo 1 (#1-41)»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPÍTULO TREINTA

COMER EN LAS EPÍSTOLAS Y EN APOCALIPSIS

  Dios no está interesado en darle a usted instrucciones. Tampoco tiene como propósito desarrollar su personalidad. Él no está interesado en su programa de superación personal, ni está queriendo hacer de usted una persona mejor. En vez de ello, ¡Él desea que usted venga a la mesa del banquete y festeje! La mesa del banquete es la Biblia. Usted debe acudir a ella al menos tres veces al día. Al orar-leer este libro, usted se nutrirá del rico Cristo, y Dios podrá entonces cumplir Su propósito.

  En las Epístolas y en Apocalipsis se alude muchas veces al asunto del comer. En estos últimos libros de la Biblia, encontramos el resultado del comer. Creo que en los capítulos anteriores ustedes habrán podido ver que Dios desea que nosotros recibamos a Cristo mismo en nuestro ser como nuestro suministro de vida. Ahora consideraremos lo que nos sucede cuando lo recibimos a Él de esta manera.

EL RESULTADO DE ALIMENTARNOS DE CRISTO

Dios es expresado

  El apóstol Pablo oró pidiendo: “Que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe [...] para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios” (Ef. 3:17, 19). El resultado de disfrutar las riquezas de Cristo es que llegamos a ser Su expresión. Cuando este Cristo ilimitado se forje en nosotros al grado en que haga Su hogar en nuestro corazón, y posea así plenamente nuestra mente, parte emotiva, voluntad y conciencia, nosotros seremos llenos. Ser llenos significa que algo ha sido añadido a nosotros. Cuando seamos llenos de las riquezas de Cristo, el resultado de ello será la expresión de Dios.

  Dios no es expresado por medio de nuestra buena conducta, por medio de nuestro conocimiento doctrinal ni por medio del mejoramiento de nuestro carácter. Su expresión es únicamente el resultado de que nosotros recibamos las riquezas de Su Hijo al comerle. Esta manera orgánica y subjetiva de recibirlo hace que Cristo llegue a ser parte de nosotros, lo cual es semejante a la manera en que el alimento que digerimos y asimilamos llega a ser parte de nosotros.

  Cuando Pablo dijo: “Para mí el vivir es Cristo”, estaba describiendo el resultado de comer a Jesús día a día. Así pues, el resultado de que nos alimentemos de Cristo es que Dios es expresado.

Somos renovados y transformados

  “No os amoldéis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios” (Ro. 12:2). Este versículo nos muestra otro resultado de recibir a Cristo como alimento: somos transformados. Me gusta la palabra transformado. No hay ninguna religión que tenga por objetivo transformarnos. En el mejor de los casos, la meta de la religión es desarrollar o mejorar lo que somos. No sucede así con la salvación de Dios. Dios no tiene interés alguno en ayudarnos a tener un mejor comportamiento. Su deseo es añadir algo a nuestro ser que anteriormente no teníamos. Nosotros nacimos únicamente con la vida humana; cuando la vida divina se añade a nuestro ser, la transformación puede llevarse a cabo.

  La renovación y la transformación pueden ser comparadas al injerto. Pablo en Romanos 11:17-24 usó el injerto como ejemplo de la salvación de Dios. Nosotros éramos el olivo silvestre que fue injertado en el olivo cultivado.

  El injerto es una mezcla orgánica. Eso es lo que es nuestra vida cristiana. Los maestros de la Biblia la han definido como una vida intercambiada, pero ésa es la manera equívoca de describirla. Nosotros no le entregamos nuestra vida deficiente a Cristo para que Él la deseche y nos dé a cambio Su vida para que la tengamos como un tesoro. Si fuera así, no se llevaría a cabo ninguna transformación. En vez de ello, nosotros fuimos injertados en Cristo, y Cristo fue injertado en nosotros. Nosotros estamos siendo transformados no sólo por Cristo, sino también con Él.

“OS DI A BEBER”

  Cuando Pablo escribió sobre cómo había cuidado de los creyentes corintios, dijo: “Os di a beber leche, y no alimento sólido” (1 Co. 3:2). Pablo no cuidó de los corintios impartiéndoles enseñanzas, sino alimentándolos. Es cierto que algunos versículos hablan de enseñanza y aprendizaje; sin embargo, se halla aquí el concepto de que los creyentes necesitan ser alimentados.

  En el versículo 6, Pablo dijo: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios”. Nuestra necesidad es crecer, no tener un mejor comportamiento. ¿De dónde provienen el oro, la plata y las piedras preciosas mencionadas en el versículo 12? Nuestra naturaleza por nacimiento es madera, hierba y hojarasca; el hecho de que ahora tenemos la naturaleza y forma de oro, plata y piedras preciosas indica que hemos sido transformados.

  Tal vez la mayor parte del tiempo sintamos que somos madera, hierba y hojarasca; pero debemos ser fuertes en la fe, pues nos encontramos en el proceso de la transformación. Declárenle a Satanás: “Estoy en el proceso de ser transformado en oro, plata y piedras preciosas. Aunque esto se tarde mucho tiempo, a mi Dios no le preocupa el tiempo. Para Él mil años son como un solo día”. En el recobro del Señor, se está llevando a cabo la obra de plantar y regar. Tengan la certeza de que el crecimiento vendrá. Prepárense para recibirlo.

MIRANDO Y REFLEJANDO

  En 2 Corintios 3:18 se nos muestra otro cuadro de cómo se lleva a cabo esta transformación. “Nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu” (v. 18). ¿Cómo estamos todos siendo transformados en la misma imagen? Debemos primero pedirle al Señor que nos quite todos los velos para que podamos contemplarlo a cara descubierta. El pensamiento en este versículo es que nosotros somos un espejo, puesto delante de Cristo. A medida que nosotros lo miramos y reflejamos, somos transformados a Su imagen. Cuanto más lo contemplamos y reflejamos, más Él entra en nosotros y nos cambia, de un grado de gloria a otro grado de gloria. Al contemplarlo a Él de esta manera, Su elemento se añade a nosotros, así como la rama injertada recibe los jugos vitales del árbol superior, al cual ha sido injertada.

  ¡Permanezca en la vida de iglesia para ser parte del espejo que mira y refleja, y para ser la rama injertada que absorbe el suministro de vida que fluye del árbol superior! Con los años he visto a los santos ser transformados de un grado de gloria a otro grado de gloria como por el Señor Espíritu. Día tras día el Señor ha estado añadiéndose a nosotros y, como resultado, estamos siendo transformados.

SANTIFICADOS POR COMPLETO

  “El mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Ts. 5:23). Dios entra como Espíritu vivificante en el centro de su ser, su espíritu, y empieza a saturarlo a usted. Esta saturación lo santifica. Este proceso doble gradualmente se extiende hacia fuera, hacia el alma que rodea el espíritu, y de allí alcanza incluso su cuerpo. Una vez que su cuerpo es santificado, usted llega a estar maduro y listo para ser arrebatado.

  Ser arrebatado es ser cosechado. Cristo, el Labrador celestial, viene a cosecharnos. Pero para ello primero nosotros tenemos que crecer, para que ya no seamos tan verdes y tiernos. Crecer equivale a ser saturados del elemento de Dios. Cuando seamos santificados por completo, primeramente en nuestro espíritu, luego en nuestra alma y finalmente en nuestro cuerpo, estaremos listos para ser segados, porque para entonces habremos sido transformados por completo a Su imagen. Esta obra de santificación y saturación está ocurriendo incluso ahora mismo en nosotros.

LA LECHE Y EL ALIMENTO SÓLIDO

  El pensamiento hallado en Hebreos 5:12-14 es similar al que se halla en 1 Corintios 3:2. Los creyentes únicamente podían beber leche, aunque ya era tiempo de que estuvieran listos para recibir alimento sólido.

  En 1 Pedro 2:2 se les exhorta a los creyentes a que deseen la Palabra al igual que un niño recién nacido desea la leche, “para que por ella crezcáis para salvación”. Con respecto a ellos, crecer para salvación equivalía a que fueran transformados de barro a piedras vivas. El resultado de que ellos recibieran la leche nutritiva no era solamente la transformación, sino también la edificación. “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual” (v. 5). Así que, el resultado de nuestro comer es que la iglesia es edificada.

LA CULMINACIÓN

Alimento para los vencedores

  Al final de la Biblia, el alimento que se le ofrece al pueblo de Dios es el mismo que le fue presentado al hombre desde el principio. “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios” (Ap. 2:7). Vencer en estas epístolas escritas a las iglesias al final del primer siglo significa que, en medio del entorno degradado del cristianismo y todos sus estorbos, no permitamos que nada nos impida comer. La recompensa dada a los vencedores es comer al Señor como el árbol de la vida que está en el Paraíso de Dios. Éste es un incentivo que nos es dado para que abandonemos el conocimiento y enseñanzas de la religión, y regresemos al disfrute de Él.

  En la epístola dirigida a la iglesia en Pérgamo el Señor les promete a los vencedores comer del “maná escondido” (2:17). Una porción del maná, el alimento de los hijos de Israel en el desierto, fue preservada en una urna de oro oculta en el Arca (Éx. 16:32-34; He. 9:4). El maná escondido, el cual representa al Cristo escondido, es una porción especial reservada para quienes le buscan a Él y vencen la degradación de la iglesia mundana. Mientras la iglesia sigue el camino del mundo, estos vencedores se acercan a la presencia de Dios en el Lugar Santísimo y permanecen allí, donde disfrutan al Cristo escondido como porción especial para su diario suministro. Espero que todos seamos de aquellos que buscan al Señor, vencen la degradación de la iglesia mundana y disfrutan al Señor como una porción especial hoy. Si hacemos esto, en el reino venidero el Señor, como maná escondido, será nuestra recompensa.

  Otra promesa dada a los vencedores en Pérgamo es: “Le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe” (Ap. 2:17). Al comer del maná escondido, somos transformados en una piedrecita blanca útil para el edificio de Dios. Aquí una vez más se relaciona el comer con la transformación y la edificación.

  El llamado que se les hace a los vencedores en Laodicea es: “He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (3:20). Cenar se refiere a tomar una comida completa, no simplemente un pequeño refrigerio. Esta promesa alude al rico producto de la tierra de Canaán que comían los hijos de Israel. Cristo es una rica comida para nosotros.

  El Señor en estas últimas epístolas se presenta en medio de la situación degradada de las iglesias y procura recobrar el que le comamos a Él apropiadamente como nuestra provisión de alimento. Su pueblo ha sido distraído de tomarlo a Él como su alimento para recibir enseñanzas de doctrinas que sólo aumentan el conocimiento. Por este motivo, Él hace que ellos dirijan su atención al asunto del comer.

En la eternidad

  En el último capítulo de la Biblia, vuelve a aparecer el árbol de la vida. “A uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol son para la sanidad de las naciones” (Ap. 22:2). Incluso la última promesa que se hace en la Biblia tiene que ver con el comer. “Bienaventurados los que lavan sus vestiduras, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad” (v. 14). Tener derecho al árbol de la vida significa disfrutar a Cristo por la eternidad. Ésta es la porción de aquellos que mantienen su conducta limpia por medio de la limpieza de la sangre del Cordero.

EL COMER A LO LARGO DE LA BIBLIA

  En estos cinco mensajes hemos hecho un estudio del tema del comer desde Génesis hasta Apocalipsis. En cada etapa de la relación de Dios con el hombre —en el huerto del Edén, en la servidumbre egipcia, en el tiempo en que vagaron en el desierto, en la buena tierra, cuando Cristo estuvo en la tierra, cuando las iglesias fueron establecidas, en el reino milenario y en la Nueva Jerusalén— Él proveyó para que Su pueblo comiera.

  Esta misma preocupación respecto a lo que comemos debe caracterizarnos a nosotros los cristianos. Día tras día debemos acudir a la Palabra y, al orar con base en lo que leemos, recibir a Cristo mismo como nuestro alimento. Él mismo es nuestro árbol de la vida, nuestra Pascua, nuestro maná, nuestra buena tierra, nuestro becerro gordo y nuestro alimento celestial.

  Es sólo recibiéndolo a Él en nuestro ser que el propósito de Dios se puede lograr. Dios es expresado no por medio de nuestra buena conducta, sino como resultado de que nosotros asimilemos las riquezas de Su Hijo. Es al recibir este alimento que somos transformados a Su misma imagen. De este modo, Él nos satura y santifica, nos limpia “por el lavamiento del agua en la palabra, a fin de presentársela a Sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin defecto” (Ef. 5:26-27).

  En los escritos de Pablo, Pedro y Juan encontramos una y otra vez el pensamiento de que el pueblo de Dios necesita alimentarse en vez de recibir conocimiento doctrinal. Ellos primero deben desear la leche y de ahí avanzar al alimento sólido. Al final, vuelve a aparecer el asunto de comer del árbol de la vida, primero como una recompensa para los creyentes vencedores durante el milenio y después como el disfrute de todo el pueblo de Dios por la eternidad.

COMER DURANTE EL DÍA

  Seamos de aquellos que fielmente comen de este banquete tan abundante que Dios ha preparado. La Biblia es el medio por el cual podemos alimentarnos de Cristo. Si acudimos a esta Palabra de forma regular y nos abrimos a Él, Él se extenderá en todo nuestro ser hasta que finalmente nuestro cuerpo también será santificado y seremos arrebatados a Su presencia.

  Comer es la manera en la cual somos “llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”. No debemos permitir que nada nos distraiga de acercarnos rutinariamente a la mesa de la Palabra varias veces al día para recibir su rico alimento. Entonces seremos transformados de vasos de barro a piedras preciosas y seremos edificados para ser Su morada. “Os encomiendo a Dios, y a la palabra de Su gracia, que tiene poder para sobreedificaros” (Hch. 20:32).

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración