
Cuando me abro al Señor por la mañana y acudo a la Palabra, por lo general me es fácil orar y decirle que lo amo. Sin embargo, a veces después me vienen dudas y pensamientos superfluos, y parece que no puedo regresar y sumergirme en la Palabra con un espíritu abierto. ¿Qué debo hacer cuando esto sucede?
No haga nada. El salmista nos dice “estad quietos” (Sal. 4:4; 46:10). La fortaleza estriba en estar quietos y tranquilos. Los seres humanos, hasta los más perezosos, son activos, totalmente involucrados con esto y aquello. Incluso la gente perezosa está ocupada siendo perezosa. Antes que fuéramos salvos, estábamos muy ocupados con pasatiempos y entretenimientos mundanos. Pero después nos ocupamos de una manera diferente. Después probablemente retrocedimos y estuvimos ocupados en esa esfera. Pero luego fuimos restaurados y volvimos a estar ocupados en procura de la santidad, la victoria o la espiritualidad.
Estar ocupados de esta manera le cierra todo acceso al Señor para que venga a forjarse en nosotros. Considere cuán ocupado estaba Saulo de Tarso cuando viajaba ese día hacia Damasco. En su deseo por servir al Dios de sus padres y por proteger la ley de Moisés, él tramaba eliminar a todos esos diabólicos seguidores de Jesús de Nazaret. Mientras estaba tan ocupado siguiendo su concepto de lo que es una vida piadosa, el Señor vino y lo detuvo. Más tarde, él pasó cierto tiempo en Arabia. Durante esos tiempos en los que por fuerza tuvo que estar quieto, el Señor le recordó que debía hacer cesar sus actividades y simplemente orar, dejando la obra en manos del Señor.
Todo cristiano que busca al Señor necesita tener ese equilibrio. El Señor le pondrá una señal de alto en su transitada calle. La visión celestial lo detiene a usted, no importa qué esté haciendo. Lo deja sin nada que hacer, porque le hace caer en cuenta de que todo lo que usted hace en sí mismo es rebeldía, incluso cuando usted busca al Señor. Dios desea que Cristo sea forjado completamente en su ser, pero a usted en su búsqueda espiritual no le interesa eso. Esto indica que en su búsqueda espiritual usted va en dirección contraria, pues únicamente tiene en cuenta su propia intención.
En meses recientes he hablado mucho sobre este tema de la intención de Dios, porque siento la carga de que la mayoría de los santos en el recobro del Señor no ha visto esto. Si lo hubieran visto, el recobro no se habría desviado como ocurrió en años recientes. Los santos fueron engañados porque la visión celestial no era prevaleciente ni tampoco clara. La visión no sólo nos saca del mundo, sino que también nos detiene en nuestra búsqueda espiritual. Cuando los hijos de Israel estuvieron en el desierto, ellos fueron separados de todo lo que era de Egipto y fueron restringidos únicamente a lo que era celestial. Después de haber comido los puerros, las cebollas y los ajos de Egipto, ellos ahora no tenían nada que comer, salvo el maná que descendía del cielo. Debemos tener esta misma clase de dieta estricta hoy. Nuestro único alimento debe ser Cristo, y nuestra única obra debe ser edificar el tabernáculo y llevarlo con nosotros día tras día.
¡Por favor, no piensen que les he dado una respuesta muy profunda para una pregunta tan sencilla! Todos necesitamos que esta visión celestial nos detenga, incluso en nuestra búsqueda espiritual.
A veces encuentro que estoy esforzándome por alcanzar un aspecto de Cristo que he escuchado en un mensaje, en lugar de contentarme con seguir alimentándome del maná.
Necesitamos que la iglesia nos sustente. A fin de continuar disfrutando y experimentando a Cristo, necesitamos ser alentados. Si algunos de entre los hijos de Israel hubiesen propuesto otras maneras de comer y de vivir, eso habría sido rebelión. ¿No es ésa la condición del cristianismo actual? Los hombres tal vez consideren que allí se hacen muchas buenas obras; pero esas mismas obras, a los ojos de Dios, son rebelión. ¿Dónde puede Dios encontrar un pueblo que se alimente de Cristo y edifique Su morada? Él necesita encontrar un pueblo así, a fin de cumplir Su propósito y obtener una base que le permita regresar. De lo contrario, no tendrá nada por lo cual regresar.
¿Cómo podemos saber si lo que hacemos para agradar a Dios proviene de nosotros mismos?
Primeramente debemos ver que Dios únicamente desea a Cristo, no nuestras buenas obras, ni nuestro buen comportamiento ni siquiera nuestra espiritualidad. Es necesario que todos los velos de nuestros conceptos nos sean quitados. Entonces debemos orar sin cesar, inhalando a Cristo como el aire, el pnéuma. No importa qué tan bien comamos, si no respiramos suficiente aire de modo que entre a cada parte de nuestro ser, no tendremos buena salud. Cristo es comparado al agua que bebemos, al alimento que comemos y al aire que respiramos. Al recibirlo a Él en nosotros de todas estas maneras, vivimos por Él y Él se forja en nuestra constitución. Entonces lo que hagamos agradará a Dios, puesto que proviene de Su vida en nosotros.
En nuestro vivir diario algunos tenemos trabajos que mantienen nuestra mente ocupada todo el día; otros tienen trabajos que no requieren tanta concentración. Si nuestra mente está libre, ¿debemos ejercitarnos para memorizar versículos y orar?
Debemos aprender a permanecer en el Señor mediante el ejercicio y la práctica. Si pensamos que necesitamos volvernos al Señor, esto implica que no permanecemos en Él. No importa cuán ocupados estemos en nuestro trabajo, o cuán concentrados tengamos que estar, aun así, debemos permanecer en Él. Esto no es fácil, puesto que no somos esa clase de personas por nacimiento. Sin embargo, debemos ver que nacimos de nuevo para ser pámpanos de la vid. La vid hoy es el Espíritu vivificante. Incluso mientras usamos nuestra mente para trabajar, podemos permanecer en el Espíritu vivificante. No piensen que es después que terminen su trabajo que volverán a permanecer. No debiéramos sentir que necesitamos volvernos; practiquemos el permanecer en el Señor. Empiece esto desde por la mañana abriendo la Palabra. Memorizar versículos de la Biblia es bueno; pero es mejor que eso suceda de forma espontánea, mientras usted ora con base en ellos. Mientras usted ora-lee, algunas frases o versículos quedarán grabados en su mente, y éstos vendrán a ser su alimento diario, que lo ayudarán a permanecer. Acudir a la Palabra durante el día es semejante a recargar sus baterías para que no se descarguen completamente. Haga esto a horas específicas durante el día, además de abrirse al Señor constantemente al orar sin cesar, ya sea que se encuentre fuera en el trabajo o en casa ocupado en los quehaceres domésticos.
No es fácil explicar cómo disfrutar a Cristo y cómo tomarlo como nuestra vida. Aunque la humanidad ha estado en la tierra por miles de años, el asunto de la dieta todavía sigue siendo investigado. Algunas de las sustancias presentes en los alimentos todavía son desconocidas o no han sido entendidas. A menudo pienso en cuál es la mejor manera de ayudar a los santos en el asunto de disfrutar a Cristo. Ésta es una expresión que hemos venido usando apenas desde 1958. Ahora “disfrutar a Cristo” y “practicar la vida de iglesia” —otra expresión que creamos— se han convertido en expresiones de uso común. Creo que otros cristianos han empezado también a usar estas expresiones.
¿Cómo podemos saber qué clase de testimonios son apropiados para las reuniones?
En las denominaciones se usan expresiones como adoración o culto en vez de reuniones. Ellos tienen el culto de los domingos por la mañana y también el culto de la noche. Es en el recobro que usamos la palabra reunión. El concepto de reuniones cristianas, según el entendimiento de las denominaciones, está desviado. Si queremos saber cómo debe ser una reunión apropiada, debemos tener en cuenta el tipo hallado en el Antiguo Testamento.
Los israelitas se reunían en los tiempos señalados, siete veces al año. Las reuniones principales tenían lugar tres veces al año: se reunían para la Pascua, para la Fiesta de las Semanas y para la Fiesta de los Tabernáculos. Tres veces al año todos los varones tenían que presentarse delante del Señor en el lugar escogido por Él (Dt. 16:16). Ese lugar era el monte Sion, donde la ciudad de Jerusalén fue edificada.
¿Cómo se reunían ellos? Ellos primero laboraban en la tierra hasta que llegaba el tiempo de la cosecha. Entonces ellos se reunían trayendo el rico producto, no arrodillándose, ni postrándose, ni cantando un himno, ni ofreciendo una oración. En vez de ello, ellos ofrecían el diezmo de sus cosechas a Dios y luego comían juntos lo que habían ofrecido a Dios, delante de Su presencia. ¿Cuál era entonces la naturaleza de su reunión? Ellos se reunían para festejar comiendo del producto de la buena tierra. Su adoración y servicio consistía en comer juntos en la presencia de Dios.
Esto mismo se aplica a nosotros hoy. Nosotros nos reunimos en los tiempos señalados por Dios. Pero antes, debemos laborar en Cristo, nuestra buena tierra, a fin de obtener una cosecha de experiencias de Él. Diariamente lo experimentamos. Estas experiencias entonces se convierten en el excedente de Sus riquezas, las cuales nosotros traemos a las reuniones. Ninguno debía presentarse delante del Señor con las manos vacías (v. 16). Debemos venir llenos de las ricas experiencias que hemos tenido de Cristo. Entonces podremos ofrecer este Cristo a Dios y disfrutarlo juntos.
Los testimonios son parte de nuestro disfrute de Cristo. Ofrecemos estas experiencias a Dios como alimento que lo satisface a Él y también nos satisface unos a otros. Los testimonios deben provenir de nuestro andar diario. Nuestro vivir es lo que determina cuán rica será la reunión.
Yo experimento a Cristo y me gusta estar en las reuniones, pero a veces me canso de tanta predicación.
Permítanme decirles algo más en cuanto al tipo del Antiguo Testamento. Además de comer las ofrendas, también se acostumbraba a enseñar la ley. Las fiestas duraban siete días, y parte de ese tiempo era dedicado a escuchar la enseñanza de la ley, lo cual corresponde al ministerio hoy en día.
Si nos reuniéramos únicamente para orar, alabar y testificar durante todo el año, sin el ministerio de la palabra, no tendríamos el conocimiento apropiado de las normas de Dios y Su intención. Los varones de los hijos de Israel tenían que presentarse delante de Dios tres veces al año no sólo para celebrar la fiesta, sino también para ser educados e infundidos con el conocimiento de Dios.
Si tenemos cinco reuniones a la semana, al menos dos de ellas debieran ser dedicadas al ministerio de la palabra. Esto dejará tres reuniones para que todos los santos compartan la palabra. Cuando una iglesia es fuerte, debe haber allí algunos maestros locales que se dediquen al ministerio de la palabra, tal como lo vemos en Antioquía (cfr. Hch. 13:1). Si la iglesia aquí no tuviera a nadie capaz de enseñar, cuán pobre sería la iglesia. Nuestras reuniones necesitan un equilibrio entre comer en comunión al ofrecer nuestras experiencias, y la enseñanza. Estos dos asuntos van siempre juntos como una pareja de esposos. Sin el compartir, la iglesia sería semejante a un viudo, y sin la enseñanza, ¡sería comparable a una viuda! Es el equilibrio entre estos dos lo que hace que la vida de iglesia sea normal.
Supongamos que en los pasados cinco años la iglesia no hubiera recibido el ministerio de la palabra, y ustedes simplemente se hubieran reunido para cantar algunos himnos y compartir algunos testimonios. ¡Me pregunto en ese caso si la iglesia todavía estaría aquí! Si ustedes dicen que ya han recibido suficientes mensajes sobre la vida y suficiente del ministerio de la palabra, y que todos esos mensajes ya están almacenados en usted y que, al igual que los camellos, usted ha llegado al tope de su capacidad, entonces yo les propondría que suspendiéramos el suministro de vida por unos cuatro años. ¿Qué piensan que le sucedería a la iglesia?
A fin de que la iglesia tenga el equilibrio apropiado, debemos tener el comer de las ofrendas y la comunión, o sea, la esposa, así como el ministerio de la palabra, o sea, el esposo. Esto se incluye en la visión celestial.
He estado separada de mi esposo por dos años, y cuando él viene a visitar a nuestros dos hijos, yo no sé cómo afrontar la situación. A veces su manera mundana de proceder y sus planes mundanos endurecen mi corazón. Pero otras veces me siento triste y quiero orar por él, porque es muy bueno con nuestros hijos.
Es muy triste estar separado y tener dos hijos, pero confío en que usted puede aprender a aceptar sus circunstancias como de parte del Señor. Nunca he estado en una situación como la suya; sin embargo, también tengo mis propios problemas. Probablemente los míos sean más profundos y difíciles de soportar que los suyos. ¡No piense que mi situación es tan excelente y que todos aprecian mi ministerio! Si mis sufrimientos no son mayores que los suyos, al menos son iguales. El Señor tiene una medida para todos nosotros. No obstante, según la Biblia, los sufrimientos no son tan malos como parecen; al contrario, son una gran bendición que se esconde bajo una capa de una apariencia muy pobre. En contraste, un entorno favorable puede ser una capa de buen aspecto que nos engaña. Los sufrimientos son una verdadera disciplina. Romanos 8:28 nos recuerda que, a los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien. Así que no importa cuál sea nuestro entorno, todo está bajo la soberanía del Señor. Tengo la certeza de que el bien consiste en que nosotros ganemos más de Cristo. Nuestras circunstancias abren el camino. En lugar de pensar que usted está sufriendo, cambie su concepto y agradézcale al Señor por su entorno, pues es una buena oportunidad para que usted reciba más de Él.
En cuanto al resultado de su vida matrimonial, simplemente confíe en el Señor. Él es quien sabe. Abandone todas sus expectativas y conténtese con lo que el Señor le ha dado y tenga la certeza de que su situación está en Sus manos. El Señor podría después de algún tiempo recobrar su matrimonio. No lo sé, pero Él sí sabe lo que usted realmente necesita.
Todos necesitamos entender estos principios. Reciba cada circunstancia como de parte del Señor, creyendo que ha sido dispuesta por Él. Día a día reciba la gracia y esté contento con lo que el día le pueda traer. No espere que su situación vaya a mejorar. Con respecto a nosotros, ninguna circunstancia es mala; incluso el peor entorno es bueno, porque Dios hace que todas las cosas cooperen para nuestro bien. Aproveche cada oportunidad para experimentar al Señor, y usted ganará así más de Cristo.
¿Cómo podemos ser guardados de repetir los mismos errores de los dos años pasados?
La principal salvaguardia es que usted no tenga comunión especial con ciertas personas. En su cuerpo cada uno de sus miembros es común a otro miembro. La sangre circula en todo el cuerpo, llevando el suministro a cada célula, y no a un pequeño grupo especial de células. La comunión de las hermanas debe llevarse a cabo en común con todas las hermanas. Los hermanos también deben tener comunión en común unos con otros. Tener preferencias con ciertos hermanos perjudica el Cuerpo. Tenga cuidado de que su comunión no se convierta en una amistad. Usted debe considerar a todos los hermanos y hermanas igualmente preciosos. Eso es lo que Pablo quiso decir cuando escribió a los Filipenses: “Completad mi gozo, tened todos el mismo pensamiento, con el mismo amor” (Fil. 2:2). Tener el mismo amor significa que su amor por todos se encuentra en el mismo nivel; significa que usted no ama de manera especial a unos pocos. No contacte a ciertos hermanos con el propósito de tener comunión especial con ellos. Haga lo posible por mantener un solo nivel de comunión, que incluya a todos los santos por igual.
Puesto que usted nos alentó a comer del maná pasando tiempo con regularidad cada mañana con el Señor y Su Palabra, yo he estado haciendo esto, lo cual ha tenido un efecto muy positivo en mi relación con el Señor, aunque no he sentido nada especial. Pero ¿cómo puedo, de forma práctica, mantener esto durante el día?
Simplemente manténgase en la Palabra. Además de sus diez minutos por la mañana, lea un capítulo al medio día y tres capítulos en la noche. Además de esto, manténgase orando durante el día: “Señor, quita cualquier velo que tenga. Mantén todo mi ser abierto a Ti”. No trate de analizar su situación. Si usted come de la Palabra fielmente tres veces al día y se abre continuamente al Señor al orar sin cesar, al acudir a Él tal como usted es, encontrará que su vida cambiará y que cuando venga a las reuniones no estará con las manos vacías.