
Lectura bíblica: Jn. 1:1, 14; 1 Co. 15:45; 2 Ti. 3:16-17; Jn. 6:63; 2 Co. 3:6
Veamos juntos paso a paso la historia de la Palabra de Dios.
El Antiguo Testamento se compone de treinta y nueve libros. Como ya sabemos, los primeros cinco libros, llamados el Pentateuco, fueron escritos por Moisés. Poco a poco fueron añadidos otros libros. Luego, después del cautiverio babilónico, fueron escritos otros libros como Daniel, Nehemías, Esdras, Hageo, Zacarías y Malaquías. Aunque no se conoce la fecha exacta, ya para el siglo IV o III a. C. todos los treinta y nueve libros eran reconocidos por los judíos en general como sus escritos sagrados. Sin embargo, algunas veces los libros fueron agrupados de tal manera que en total eran veintidós libros. En los tiempos de Cristo, el Antiguo Testamento era llamado la ley (Jn. 12:34) y la Escritura (10:35).
El Antiguo Testamento gira en torno a las profecías y los tipos de Cristo. Luego vino Cristo mismo y vivió en la tierra por treinta y tres años y medio. Su vida en realidad consistió en proclamar y expresar a Dios mismo como realidad a la humanidad. Su vivir fue más que un modelo o un patrón, pues les fue a los hombres una proclamación de Dios mismo. En un sentido, Él estuvo en la carne durante esos años, en espera del proceso que lo trasladaría de la carne a otra forma. Luego, después de experimentar la muerte por medio de la crucifixión, Él pasó por el proceso que lo introdujo en la resurrección. Como Dios, Él había dado el paso de la encarnación para llegar a ser carne y quedó confinado en esa forma hasta que fue liberado por medio de la crucifixión. Luego, después que entró en la resurrección, dio un paso adicional y se hizo el Espíritu vivificante. Por lo tanto, el Señor Jesucristo, como Espíritu vivificante, incluye a Dios y la divinidad, al hombre y la humanidad, la mezcla de estos dos en la encarnación, el modelo de un vivir humano elevado que puede satisfacer el propósito eterno de Dios, Su preciosa muerte todo-inclusiva, y Su resurrección y ascensión misteriosa que lo trasciende todo. Esta persona representa a Dios, al hombre y todos Sus logros.
A pesar de que Él es tan grande, está tan disponible como el aire que respiramos. Cuando usted lo recibe a Él, recibe a Dios, la humanidad apropiada, el vivir humano apropiado, la encarnación, la muerte todo-inclusiva, la maravillosa resurrección y la ascensión trascendente. Al inhalarlo a Él, todos Sus logros llegan a ser su realidad.
El Nuevo Testamento nos revela todo esto, aunque en todos estos siglos la visión nunca había sido tan clara como hoy.
¿Cómo podríamos conocer estas verdades tan maravillosas si los cuatro Evangelios no hubieran sido escritos e impresos? Mateo, Marcos, Lucas y Juan nos presentan un retrato de esta persona maravillosa, siendo cada libro escrito desde un ángulo diferente. Sin los cuatro Evangelios, la imagen que tenemos de Él sería incompleta.
El Nuevo Testamento continúa con el libro de Hechos. En este libro encontramos el relato de cómo Cristo fue predicado, propagado y reproducido. Sin Hechos, ¿cómo podríamos nosotros saber que esta maravillosa persona fue propagada en la humanidad y así llegó a ser las iglesias?
Sin las Epístolas, de Romanos a Judas, ¿cómo podríamos saber que las iglesias son Su Cuerpo, Su expresión? ¿Y cómo podríamos saber nosotros cómo debe ser la vida cristiana y la vida de iglesia?
En Apocalipsis se completa la revelación de Cristo y de la iglesia. Sin este último libro, no sabríamos que las iglesias hoy en día son los candeleros y que el día de mañana serán la Nueva Jerusalén, que lo expresará a Él en plenitud.
Sin la Palabra, todas estas cosas existirían, pero nosotros no podríamos entenderlas con nuestras facultades y ni siquiera estarían disponibles para entenderlos. Dios no sólo nos hizo beber del Espíritu, sino que también nos creó con una mente maravillosa para que pudiéramos captar y entender, y luego comunicar a nuestro espíritu lo que entendemos con nuestra mente, a fin de poder beberlo. Él asimismo nos dio dos ojos para poder leer y una voz para poder hablar. Por la soberanía de Dios, el hombre inventó el lenguaje escrito y la imprenta, lo cual tenía como propósito que Dios pudiera alcanzarnos. Dios es abstracto e invisible. A fin de que le conociéramos, Él dispuso todo para que el lenguaje fuera inventado y nos diseñó de modo que pudiéramos comprenderlo. Lo que Dios ha hablado a través de los siglos ha sido puesto por escrito en la Biblia. Este libro es la corporificación de Dios mismo, de todo lo que Él es y de todo lo que ha logrado. Nosotros ahora podemos leerlo, entenderlo y aceptarlo.
Cada día, cuando acudimos a esta Palabra, usamos nuestros ojos para leerla, nuestra mente para entenderla, nuestro corazón para apreciarla y nuestro espíritu para recibirla y asimilar su realidad. El resultado es que recibimos a Dios, a Jesús, a Cristo, al Espíritu, la vida, la luz, el amor, la bondad, la humildad, la paciencia (es decir, todas las virtudes divinas y humanas que se hallan en Él). Finalmente nosotros mismos llegamos a ser la corporificación de Dios, así como la Biblia.
Poco después que los libros del Nuevo Testamento se terminaron de escribir y los apóstoles pasaron a la historia, surgió un nuevo grupo de personas, conocidas como los padres de la iglesia. Ellos iniciaron el estudio de la cristología y se enredaron en muchos debates. La Persona de Cristo rebasa el entendimiento de nuestra mente, que es tan limitada. Las discusiones insolubles fueron resultado de estos esfuerzos mentales por definir a Cristo.
El debate sobre la Persona de Cristo continuó desde las postrimerías del primer siglo hasta comienzos del siglo IV. Finalmente el emperador Constantino intervino en el asunto. En su ambición por unir las diferentes facciones que formaban parte del Imperio romano, él convocó una convención en Nicea para resolver estos debates teológicos. Este César romano reafirmó su autoridad para poner fin a las disputas y para asegurarse que fuese formulado un credo. En el año 325 d. C. fue creado el Credo de Nicea por este consejo presidido por Constantino.
No obstante, no fue sino hasta el año 397 d. C. que los veintisiete libros del Nuevo Testamento fueron formalmente reconocidos. El concilio que decidió esto se reunió en Cartago, en el norte de África. Antes de esta fecha, siete libros del Nuevo Testamento, incluyendo el libro de Hebreos y de Apocalipsis, todavía se hallaban en tela de juicio. Ustedes pueden imaginarse cuán incompleto podía estar un credo que aún no tomaba en cuenta la autoridad de siete libros del Nuevo Testamento. Por ejemplo, los siete Espíritus de Apocalipsis (4:5) no se mencionan en el Credo de Nicea.
Fue aproximadamente en ese tiempo que se formó el catolicismo. Ya para finales del siglo VI imperaban la Iglesia Católica Romana y el papado. Éstos ejercieron su autoridad para prohibir que el común de la gente leyera la Biblia, argumentando que los laicos no podían entenderla acertadamente. El resultado de ello fue que el común de las personas perdiera el acceso a la Biblia, pues únicamente se le permitió al clero estudiarla, y sólo conforme a la interpretación oficial.
Estos diez siglos, en los que la Biblia permaneció oculta, son llamados la Edad de las tinieblas. Sin el resplandor de la Palabra de Dios, la humanidad quedó sumida en las tinieblas.
Cuando vino la época de la Reforma, bajo Martín Lutero, fue recobrada la justificación por la fe. La Biblia también fue liberada de su encierro. Fue en esa época que se inventó la imprenta, la cual permitió que la Biblia fuese aún más asequible a la gente, pues ya no tenía que ser copiada a mano. Miles de copias pudieron llegar a manos de los laicos.
Sin embargo, a pesar de ello, la Biblia no fue abierta. Las personas podían leerla con libertad, pero no podían entender mucho de lo que leían.
La Biblia fue abierta unos tres siglos más tarde en manos de los Hermanos de Plymouth, bajo el liderazgo de J. N. Darby y otros. Fueron los Hermanos quienes llegaron a entender la tipología y las profecías del Antiguo Testamento. Ellos estudiaron, por ejemplo, la imagen de Daniel 2, y al compararla con la historia, descubrieron que después de la cabeza de oro, representada por Nabucodonosor y Babilonia, vinieron los hombros de Media y Persia. Además, reconocieron que el abdomen de bronce era Grecia bajo el mando de Alejandro Magno, y vieron que las dos piernas de hierro representaban a la sección oriental y la sección occidental del Imperio romano. Asimismo comprendieron que los diez dedos correspondían a los diez cuernos de la bestia.
Sin embargo, lamentablemente los Hermanos cayeron en la trampa del sutil enemigo. Ellos ciertamente nos abrieron la Biblia; pero cayeron en la trampa del conocimiento según la letra, preocupándose más por las doctrinas que por la verdad. Por ejemplo, ¿cómo debe celebrarse la mesa del Señor? ¿Con pan leudado o con pan sin levadura? ¿Con jugo de uva o con vino? ¿Con una sola copa o con muchas copas? ¿Con pequeños fragmentos de pan o con un solo pan? ¿Debe celebrarse por la mañana o por la noche? ¿Quién puede participar de ella? ¿Quiénes deben distribuir el pan y la copa?
Todas estas consideraciones son interminables y se hallan en la esfera de la doctrina. Son un desperdicio de tiempo, dividen a los santos y crean conceptos. Éste definitivamente no es el propósito de la mesa del Señor. ¿Cuál es la verdad tocante a la mesa del Señor? Es la Cabeza y el Cuerpo, la muerte y la resurrección de Cristo. Preocupémonos por esto, no por las doctrinas en cuanto a la práctica.
La misma trampa acompañaba el asunto del bautismo. ¿Debe usarse agua caliente o fría? ¿Agua dulce o agua salada? ¿Debe hacerse por aspersión o por inmersión? ¿Cuántas veces se debe sumergir a las personas? ¿En nombre de quién se debe bautizar a la gente? Todos estos argumentos, basados en los estudios de las doctrinas, sólo servían para causar división. Debemos preocuparnos más bien por la verdad en cuanto al bautismo, cuyo significado es que nosotros somos sepultados y aniquilados, y que después somos resucitados y puestos en el Dios Triuno.
¿Pueden ver ustedes la sutil estratagema del enemigo? Primeramente la Biblia fue sellada. Luego fue liberada de su encierro, pero no fue abierta. Después fue abierta, pero mayormente de manera doctrinal. Los eruditos que estudiaban la Biblia cayeron en la trampa del sutil enemigo, alejándose inadvertidamente de la esfera de la verdad y pasando a la esfera de las doctrinas.
El Señor se vio obligado a dejar el suelo mancillado del mundo occidental e ir a una tierra pagana: a China. A partir de 1922 Él levantó un grupo de jóvenes. Nosotros estudiamos los escritos de los padres de la iglesia y los escritos espirituales desde el siglo II hasta el siglo presente. Leímos las historias y también las biografías. El Señor nos dio entendimiento y discernimiento; la revelación nos vino. Comprendimos que estábamos apoyados sobre los hombros de todos aquellos que nos habían precedido. El Señor nos mostró lo que era correcto e incorrecto, así como también lo que tenía carencias o era superfluo.
Ahora estamos aquí. Lo que nosotros ministramos es fruto de los pasados dos mil años de historia de la iglesia. Damos el reconocimiento a todos los que nos han precedido. Pero por Su misericordia, el Señor nos ha mostrado la manera apropiada de abrir la Palabra, sin ninguna deficiencia y sin ningún exceso. He estado estudiando este libro todos los días desde 1925, hace más de cincuenta años. Yo recibí la ayuda del hermano Nee, y asimismo nosotros recibimos la ayuda de muchos maestros y expositores del pasado. Creo sin lugar a dudas que lo que hemos publicado es la manera apropiada de entender la Palabra. No tiene deficiencias ni ningún exceso.
El Señor está ahora moviéndose en las iglesias para llevarnos a todos de regreso a Su Palabra. Estudiar la Palabra no es cosa sencilla; pues nuestro estudio estará incompleto o el enemigo nos empujará para hacernos caer en excesos. Entonces podríamos repetir la historia de los Hermanos, con sus doctrinas que agotan, dividen y generan opiniones.
Ustedes pueden ser salvos de todas estas trampas por medio de los libros que hemos puesto a su disposición. Si usan la Versión Recobro con las notas a pie de página y los mensajes del Estudio-vida, se ahorrarán mucho tiempo e irán por buen camino. No necesitan usar estas herramientas durante su tiempo diario en el que leen tres capítulos del Antiguo Testamento y uno del Nuevo. Pero cuando lean con el propósito de nutrirse o estudiar, les recomiendo que usen la Versión Recobro.
¡Nosotros ya hemos estudiado por usted! Muchas veces he pasado todo un día estudiando una sola palabra. A pesar de todos los años de estudio que llevo, todavía hay casos en los que tengo que detenerme para estudiar el significado de cierta palabra. Consulto en la concordancia, en los léxicos y en los comentarios bíblicos. Averiguo cómo se traduce dicha palabra en las cuarenta o más versiones de la Biblia que tengo en inglés. Hay muchas interpretaciones de la misma palabra y, por tanto, se requiere mucha oración y mucho discernimiento para tomar la decisión final en cuanto a cómo traducir esa palabra en nuestra Versión Recobro. Esto les permite ver cuánta labor hemos tenido que invertir.
Por ejemplo, cuando ustedes quieran estudiar el libro de Romanos, simplemente usen la Versión Recobro junto con las notas a pie de página y los mensajes del Estudio-vida. Esto les ahorrará tiempo y los guardará de distraerse. Quizás nos tardemos cinco años más para terminar todos los libros del Nuevo Testamento. Mientras tanto, estudien los libros que ya hemos publicado.
Me sentí muy contento de escuchar que algunos de ustedes ya tienen un plan de estudio. Además de leer la Biblia de principio a fin cada año, y de estudiarla con la ayuda de traducciones y de los mensajes del Estudio-vida que tenemos disponibles, quisiera animarlos a que lean los libros escritos por el hermano Nee; lean las pasadas ediciones de la revista El manantial, y también los otros libros que hemos publicado. Éste es un buen programa que los jóvenes pueden seguir.
Cultiven el hábito de leer. Asegúrense de tener todos los libros del recobro en su casa. Cada vez que dispongan de unos minutos, tomen uno de los libros y lean un poco. El nivel de inglés es muy sencillo, por lo que podrán leer bastantes páginas en poco tiempo. No es necesario que estudien estos libros; el simple hecho de leerlos rápidamente les beneficiará. Esto mismo se aplica a los mensajes del Estudio-vida. Simplemente léanlos de manera ligera y sin detenerse mucho; si los estudian, esto podría convertirse incluso en un estorbo. Si durante el día ustedes apartan unos pocos minutos de su tiempo libre para leer rápidamente unas cuantas páginas, la luz vendrá. Esta lectura es su entretenimiento; ¡es mucho mejor para ustedes que ver televisión!
Todos debemos ser enseñados y adiestrados para ser portavoces de Dios. Entonces todos seremos Sus enviados, quienes profetizan, evangelizan, pastorean y enseñan. El recobro del Señor tiene como fin liberarnos del sistema clerical, de la jerarquía y de los rangos, así como también de todas las demás tradiciones del cristianismo de hoy. Oren con respecto a esto, y pónganse como meta mantener fresca esta visión celestial.