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Mensajes del libro «Ministerio celestial de Cristo, El»
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CAPÍTULO DOS

CRISTO EN LA ADMINISTRACIÓN DE DIOS

  Lectura bíblica: Ap. 4:1-5; 5:1-10; Mt. 28:18-19; Mr. 16:19-20; Hch. 1:8; 2:33

LA ESCENA DE LA ASCENSIÓN

  Apocalipsis 4 y 5 solían ser para mí un gran rompecabezas. Que yo recuerde, nunca escuché un mensaje sobre estos capítulos, y pasó mucho tiempo antes de que pudiera comprender su verdadero significado. Estos dos capítulos muestran la escena que se ve cuando los cielos se abren. Allí vemos un trono, en el cual está sentado Dios, y alrededor del trono hay veinticuatro tronos. Además, hay veinticuatro ángeles, que fungen como ancianos en el universo, y cuatro seres vivientes. También se hallan presentes miríadas de ángeles y otras criaturas. Este cuadro muestra que el Dios que está sentado en el trono, es el centro mismo del universo.

  Juan vio un libro en la mano del que estaba sentado en el trono. Cuando surgió la pregunta respecto a quién era digno de abrir el libro, Juan lloró mucho porque no había nadie digno de abrirlo. “No llores”, le dijo uno de los ancianos: “He aquí que el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y sus siete sellos” (Ap. 5:5). Cuando Juan miró, vio un Cordero que tenía siete ojos. Este León- Cordero estaba en pie, no estaba sentado, y Sus siete ojos eran como llamas de fuego. En este cuadro vemos claramente que la obra de Cristo todavía no ha concluido. Lo que se consumó en Juan 19 fue la redención, pero Él sigue de pie, y Sus siete ojos como llamas de fuego indican que sigue muy activo.

  “Y vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono” (Ap. 5:7). Este es el comienzo del ministerio celestial de Cristo. Si no existieran estos dos capítulos, no sabríamos lo que aconteció después de que Cristo ascendió a los cielos. Basándonos en Apocalipsis 4 y 5, sabemos que cuando Cristo ascendió, Él fue directamente al trono, el cual se halla en el centro del universo. Delante del trono, delante de los veinticuatro ancianos y rodeado por todos los seres creados, Cristo recibió la comisión de llevar a cabo la economía de Dios, la cual es representada por “el libro”.

  Disfrutamos muchos el himno basado en Apocalipsis 5:12-13, que dice:

  Bendición, honra y gloria sea a Ti, Y gloria sea a Ti, Y gloria sea a Ti. Bendición, honra y gloria sea a Ti, Ahora y por siempre.

  Himnos, #110

  La bendición, el honor y la gloria son para el Cordero, no el que está en la cruz, sino ¡el Cordero que está de pie ante el trono en el centro mismo del universo, recibiendo una comisión universal! No debemos ser superficiales y alabar a Cristo sólo por la redención. Nuestra visión debe elevarse para ver que el Cordero realiza una obra de dimensiones vastas y eternas.

  Consideremos el cuadro que nos presenta Juan. El Cordero redentor está de pie en el centro del universo, delante del trono de Dios. Esto indica que el Redentor está ejecutando la administración divina. Él es el Administrador del universo, quien lleva a cabo la economía de Dios. Él no está sentado ni dormido, sino que está de pie. Sus siete ojos refulgentes observan, escudriñan e incluso arden. Todo el universo observa esta escena. Los cuatro seres vivientes, los veinticuatro ancianos, las miríadas de ángeles y las demás criaturas, todos están despiertos y alertas, observando. Este es el entorno en el que ellos proclaman: “Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la bendición, la honra, la gloria y el imperio, por los siglos de los siglos” (Ap. 5:13).

  ¿Cómo sabemos que esta escena ocurrió cuando Cristo ascendió? Lo sabemos por Apocalipsis 5:6, donde se describe al Cordero como “recién inmolado”. El griego original implica que el Cordero recién había sido inmolado. Inmediatamente después del sacrificio de Su muerte, Él recibió de la mano de Dios la comisión eterna y universal.

LOS DOS ASPECTOS DE LA OBRA DE CRISTO

  En Su ministerio terrenal, Cristo efectuó la redención; ahora, en Su ministerio celestial, Él está erigiendo el edificio de Dios. La redención tiene por objetivo el edificio de Dios. El centro de este edificio es la iglesia, y su consumación máxima es la Nueva Jerusalén. Hoy en día, la iglesia es una casa (1 Ti. 3:15), pero dicha casa consumará en una ciudad. Cuando esto suceda, el edificio de Dios será completado. Ciertamente la obra redentora concluyó en Juan 19, pero en Hechos 2 comenzó la obra de edificación, y esta obra aún sigue vigente.

  La mayoría de los cristianos desconoce estos dos aspectos de la obra de Cristo. Muchos conocen la obra redentora, pero si les dice a ellos que Cristo hoy está laborando a fin de erigir el edificio de Dios, posiblemente piensen que esa doctrina es extraña. ¡Qué maravilloso es estar bajo la luz y recibir esta visión celestial, la cual está oculta para la mayoría de los cristianos! ¡Hay un León-Cordero de pie en el centro del universo, que tiene siete ojos como llamas de fuego! ¡Él nos salva de estar callados y de ser indiferentes y perezosos!

LA COOPERACIÓN ENTRE EL CIELO Y LA TIERRA

  ¿Quién puede detener a este León-Cordero? ¿Quién puede detener el recobro del Señor? El recobro no es parte del cristianismo tradicional. Creo firmemente que lo que el Señor está haciendo en los cielos, armoniza con nosotros en Su recobro. En el día de Pentecostés, el mover de Cristo en los cielos halló eco en la tierra. Sólo ciento veinte personas estuvieron presentes en dicho comienzo, la mayoría de los cuales eran personas sencillas de Galilea y no eruditos. Hoy participamos de la obra que comenzó en aquel momento. ¡La obra no comenzó en China, sino en Jerusalén! Hoy estamos reflejando aquí lo que Cristo está haciendo en los cielos.

  Dondequiera que estemos, somos un problema para el cristianismo. Este es un país con una gran tradición cristiana, y ahora, ¡un joven ha venido a causar problemas! Él ha estado en Europa desde 1971, perturbando y trastornando la religión tradicional.

  Conocí a este hermano en Manila en 1950, cuando él era niño. Diez años más tarde, él asistió a un retiro para jóvenes que tuvimos en las montañas de Baguio, en las Filipinas. En esa conferencia estuvieron presentes más de cien personas, y todos fueron avivados, incluyéndolo a él. Ocho años más tarde, después que yo había venido a los Estados Unidos, recibí una carta de él. Me decía que estaba estudiando medicina en Alemania, pero que sentía la carga de abandonar sus estudios a fin de servir de tiempo completo al Señor, así que quería mi consejo. Él ya había contactado a un predicador famoso, quien le aconsejó que debía continuar estudiando medicina. Después de mucha oración, le respondí que si él sentía que el Señor lo guiaba, podía venir a Los Ángeles ese verano para asistir a un entrenamiento y a una conferencia que se celebrarían allí. Después, un grupo de cerca de ciento treinta santos viajarían para visitar las iglesias en el Lejano Oriente, incluyendo Manila. Él vino a la conferencia en Los Ángeles, y luego se unió al grupo que visitaría el Lejano Oriente.

  En Manila, sus padres me invitaron a un banquete y me pidieron que lo convenciera para que regresara a Alemania y terminara sus estudios de medicina. Ellos no se oponían a que él sirviera al Señor, pero pensaban que primero debía terminar sus estudios. Mi respuesta fue que yo no lo había animado a que abandonara sus estudios, pues no nos habíamos visto por ocho años; fue él quien sintió que debía abandonar sus estudios para servir al Señor. Ellos me suplicaron nuevamente, diciendo que yo era el único que podía lograr que él cambiara de idea. No dije ni sí ni no, pero les expliqué que no podía hacer lo que me proponían, pues ése no era mi trabajo ni era algo que me concernía a mí, sino que era algo relacionado con la obra que el Señor realizaba.

  Este joven no fue convencido por su familia. Él regresó a Los Ángeles y permaneció allí por tres años. Más tarde, en 1971, sintió la carga de regresar a Alemania, no para continuar sus estudios sino para laborar a favor del recobro del Señor. A pesar de la oposición, los siete ojos han sido como un motor dentro de él. ¡Nada ha podido detenerlo!

POTESTAD Y SOBERANÍA

  Cuando Cristo estaba por ascender a los cielos, se reunió con Sus discípulos en un monte y les dijo: “Toda potestad me ha sido dada en los cielos y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt. 28:16-19). Lo que el Señor mandó a los discípulos respecto a predicar el evangelio, fue un reflejo de la potestad que le había sido dada tanto en el cielo como en la tierra (compárese con Marcos 16:19-20).

  Con tal potestad, Él nos ha mandado que discipulemos a las naciones. La primera comisión que el Señor dio a los discípulos fue la de ir, siendo revestidos de Su autoridad. Puedo testificar que cuando vi claramente que debía comenzar la obra en los Estados Unidos, tuve la convicción profunda de que iría allí revestido de la autoridad de Cristo. Yo era un pequeño hombre proveniente de China, sin prestigio alguno y sin respaldo financiero; no obstante, fui a los Estados Unidos con la convicción de que la potestad de Cristo estaba conmigo.

  A fin de que el evangelio de Cristo sea predicado hasta las partes más remotas de la tierra, se requiere de Su liderazgo. Como Soberano de los reyes de la tierra, toda la tierra está bajo Su señorío. Él ordena los eventos mundiales, así como los asuntos cotidianos de los hombres, con miras a la expansión del evangelio.

UN EJEMPLO DE LA SOBERANÍA DE CRISTO

  Permítanme ilustrarles esto de una manera subjetiva. Hace más de cincuenta años, el Señor levantó un grupo de jóvenes en China. Éramos la generación joven, que luchaba por obtener una educación moderna a fin de rescatar nuestro país y fomentar su desarrollo. Tanto los líderes nacionalistas como los comunistas eran de nuestra misma edad. Todos asistíamos a la universidad, pues estábamos seriamente interesados en adquirir conocimiento respecto a la ciencia, la política y la economía. Por ejemplo, yo empecé a estudiar inglés inmediatamente después de la primera guerra mundial, la cual terminó en 1918. Algunos de esa generación fueron capturados por el comunismo; pero nosotros fuimos capturados por Cristo.

  Nosotros llegamos a amar al Señor y Su Palabra. Estudiamos asiduamente la Biblia, así como los escritos espirituales clásicos, la historia de la iglesia y las biografías de gigantes espirituales, abarcando un periodo desde el segundo siglo hasta nuestros días. Mediante nuestras investigaciones llegamos a conocer lo que era el cristianismo, y el Señor abrió nuestros ojos y vimos luz en Su Palabra. La primera reunión de la iglesia, muy pequeña, fue establecida en 1922. No fue fácil, pero el Señor nos llevó adelante y esparció Su recobro.

  Después de la segunda guerra mundial, el recobro llegó a ser prevaleciente en China. Había de cuatrocientas a seiscientas iglesias a lo largo de treinta y tres provincias. Nunca pensamos venir al mundo occidental. Teníamos ante nosotros una obra de grandes dimensiones: una nación de setecientos millones de personas que hablaban la misma lengua. Nuestra única carga eran estas personas; no obstante, sabíamos que lo que el Señor nos había enseñado, un día sería llevado al mundo occidental.

  Siempre hemos pensado que el mover del Señor se asemeja a la circulación de la sangre en el cuerpo. El Señor primero envió el evangelio a China por medio de algunas personas del mundo occidental. Más tarde, allí, en ese país pagano, el Señor nos levantó y nos abrió la Biblia. Comprendimos que lo que vimos era mucho más vasto de lo que los misioneros habían traído. Algún día, pensábamos, la circulación en el Cuerpo —que había comenzado en el occidente— fluiría de regreso llevando consigo algo del oriente. Por supuesto, pensábamos que esto se llevaría a cabo por medio de otros, y no por medio de nosotros, ya que nuestras manos estaban llenas.

  Sin embargo, poco tiempo después, entre 1948 y 1949, la situación en China cambió. Lo que acontecía nos tenía desconcertados y alarmados. Se tomó la decisión de que yo abandonara la China continental; no sabía dónde debía ir, pero decidí ir a Taiwan.

  Aquella isla pequeña, que era primitiva en todo sentido, me desanimó y desilusionó completamente. Anteriormente yo había estado laborando en Shangai, la ciudad más grande del Lejano Oriente, la cual tenía seis millones de habitantes. Taiwan me parecía un país insignificante y subdesarrollado. Pero un día, mientras viajaba por tren a lo largo de toda la isla, el Señor me dio la carga y me dijo: “No menosprecies este lugar, pues Yo usaré esta isla. Así que, empieza a laborar”. En los seis años siguientes, entre 1949 y 1955, nuestro número aumentó de menos de quinientos, a veinte mil. Durante ese tiempo yo pasaba cerca de cuatro meses del año en las Filipinas y ocho meses en Taiwan.

  Más tarde, en 1958, fui invitado a visitar Inglaterra y Dinamarca. En ese viaje pasé por los Estados Unidos. Dos años más tarde, el Señor me envió de nuevo a los Estados Unidos. Luego, en 1962, Él me condujo de nuevo allí, esta vez para quedarme. Gradualmente, empecé a recibir una firme impresión. Después de un tiempo, tuve la certeza de que en vez de regresar al Lejano Oriente, debía comenzar el ministerio en los Estados Unidos. Iniciamos a fines de 1962. No teníamos ninguna organización ni respaldo financiero, pero comenzamos.

  Esta historia nos muestra la soberanía del Señor. Él dispuso los eventos internacionales para que tuviésemos que venir a los Estados Unidos, aun cuando esa no era mi intención.

  Yo tenía otra idea. Antes de que finalizara la segunda guerra mundial, supe que Japón sería derrotado y que China y los Estados Unidos ganarían la guerra. Recibí la carga de evangelizar el interior de Mongolia e hice un plan para laborar en esa región del noroeste. Yo vivía en el norte de China, donde teníamos un buen número de santos que podían proveer la mano de obra para realizar tal empresa. Había entre nosotros enfermeras, médicos, maestros y comerciantes. Las necesidades financieras serían suplidas por algunos hermanos ricos que vivían en el nordeste de China, en Manchuria. Mis planes habían sido bien trazados. ¡Los colaboradores me llamaban el director general de la Compañía de los Tres Nortes! Esto se refería al área que estaba al norte de China, al nordeste y al noroeste. China ganó la guerra, pero contrario a nuestras expectativas, quienes obtuvieron el control del país fueron los comunistas. Mis sueños sobre la Compañía de los Tres Nortes se desvanecieron; no obstante, cerca de setenta santos emigraron al interior de Mongolia.

  ¡Recientemente escuché noticias acerca de estos setenta santos! Un colaborador, uno de los ancianos en la iglesia que estaba en mi pueblo natal, tomó la delantera en esa migración de 1943. Ahora, treinta y siete años más tarde, él aún vive, a pesar de que ha sido puesto en prisión quince veces. En la actualidad, ellos gozan de más libertad, y cuentan con un sinnúmero de iglesias en ese distrito. Me alegró mucho escuchar esa noticia, aun cuando nunca tuve la oportunidad de ir allá personalmente.

  Mi intención era ir al noroeste, ¡pero el Señor me envió al sudeste! Yo me estaba preparando para ir al interior de Mongolia, cerca de Siberia, pero el Señor me envió a Taiwan, luego a Manila, después a los Estados Unidos, y ahora a Europa. ¿Cómo pudo ocurrir esto? Jesús, que está en los cielos, es el Soberano de todos los reyes de la tierra. Él gobierna sobre todas las naciones. La manera en que Él administra es óptima. Él nos envió a esparcir Su recobro, a ganar más personas para Sí mismo. Hace quince años, ¿se hubiera usted imaginado que el Señor podría moverse en Alemania? Entre nosotros hay italianos, españoles, franceses, ingleses y alemanes. ¡Hace treinta y un años yo hubiera dado mi vida por laborar en los Tres Nortes! Pero el Señor no me permitió ir allá, así que, ¡no necesité morir! Ahora estoy aquí en Europa, disfrutando de las voces de las nacionalidades aquí representadas.

  ¿Quién lo dispuso así? El Cristo celestial. Esto no depende de lo que usted haga ni de lo que yo haga. Yo soy demasiado insignificante como para haber realizado estas cosas. ¡Alabamos al Señor por este reflejo de Su ministerio celestial!

  Dentro de pocos años el recobro llenará toda Europa. Creo que el recobro invadirá todas las principales ciudades, e incluso, muy pronto irá de regreso a Jerusalén. Desde Stuttgart irá al sur de Atenas, y después, al otro lado del mar, a Jerusalén. Es allí donde comenzó la iglesia, y en esta era, ¡regresará allá de nuevo! Este es el mover del Señor, efectuado desde los cielos y reflejado en la tierra.

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