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Mensajes del libro «Ministerio completador de Pablo, El»
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CAPÍTULO CUATRO

EL CRISTO TODO-INCLUSIVO

(2)

  Lectura bíblica: 2 Co. 3:17-18; 11:2; Col. 1:12, 15, 18, 19, 27; 2:2, 3, 9, 10, 16-17; 3:4, 10, 11

  Cuando era joven me encantaba el Evangelio de Juan de forma especial porque este Evangelio contiene más de diez aspectos que describen lo que es el Señor Jesús. Sin embargo, cuando comencé a estudiar las epístolas de Pablo, encontré muchos más aspectos. Además, lo que Pablo nos dice de Cristo está mucho más relacionado con la vida y con nuestro disfrute.

  Supongamos que los escritos de Pablo no estuvieran en el Nuevo Testamento. Si éste fuera el caso, la revelación divina no estaría completa. Por tanto, no es de extrañar que Pablo nos diga que él recibió la comisión de completar la Palabra de Dios (Col. 1:25). Lo que Pablo ha escrito tiene como fin dicha compleción y nos dice principalmente lo que Cristo es; no sólo nos dice quién es Cristo, sino en especial, qué es Cristo.

  En los escritos de Pablo hay un total de casi cuarenta aspectos que describen lo que Cristo es. En nuestro mensaje anterior hallamos cinco de ellos en Romanos y catorce en 1 Corintios. Ahora consideraremos aquellos que se mencionan en 2 Corintios y Colosenses.

EL CRISTO EN 2 CORINTIOS

El Espíritu

  Si bien en 2 Corintios solamente encontramos dos aspectos de lo que Cristo es, éstos tienen mucho significado. En el pasaje de 3:17-18 se nos dice: “Y el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad. Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu”.

  En 2 Corintios dice que el Señor es el Espíritu. Esta afirmación es muy breve; sin embargo, ha sido ignorada por muchos cristianos, quienes no se han percatado que el Espíritu Santo en Su máxima consumación es el Espíritu.

  En Génesis 1 vemos que el Espíritu de Dios se movía sobre las aguas en las tinieblas (v. 2). A medida que avanzamos en el Antiguo Testamento, encontramos el uso de expresiones tales como Espíritu de Jehová o Espíritu del Señor. Al comienzo del Nuevo Testamento hallamos la expresión Espíritu Santo (Mt. 1:20). Cuando llegamos a la resurrección del Señor, descubrimos que en la resurrección el postrer Adán fue hecho el Espíritu vivificante. ¡Este Espíritu vivificante es el Espíritu! ¡El Espíritu! El Espíritu es la máxima consumación del Espíritu de Dios, el Espíritu de Jehová, el Espíritu Santo y el Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19), quien es el Espíritu de vida (Ro. 8:2) y el Espíritu que da vida (Jn. 6:63)

  “El Espíritu” es un título corto, mas su significado es profundo. Conocemos su significado a través de la tipología del ungüento compuesto descrito en Éxodo 30:23-33. El ungüento de la unción estaba compuesto por aceite de olivas y cuatro especias. Primero sólo había aceite de olivas, pero después que se le mezclaron las especias, se convirtió en un ungüento compuesto.

  El aceite de olivas representa al Espíritu de Dios. Las cuatro especias —mirra, canela, cálamo y casia— representan la muerte de Cristo, la eficacia de aquella muerte, la resurrección de Cristo y el poder de Su resurrección. Los números que se mencionan también tienen su propio significado. Añadir cuatro especias a un hin de aceite de olivas hace referencia a la humanidad (representada por el número cuatro), que es añadida a la divinidad (el número uno). Tenemos cinco dedos en la mano: el pulgar y los otros cuatro dedos. El número cinco denota al Creador (número uno), que se ha añadido a la criatura (número cuatro). El Espíritu es, pues, la adición de la divinidad y la humanidad. El Espíritu está compuesto de Dios y del hombre. En este Espíritu también está incluida la muerte de Cristo, la eficacia de Su muerte, Su resurrección y el poder de la resurrección.

  En 2 Corintios 3:17 se nos dice que el Señor es ahora el Espíritu. Hoy Cristo es el ungüento, el ungüento compuesto. Él es el Espíritu vivificante todo-inclusivo. Quizás ahora entiendan por qué hablamos de que Cristo es todo-inclusivo.

Nuestro Esposo

  “Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Co. 11:2). Es extraño que este Cristo nos es presentado en el capítulo 3 como el Espíritu, pero aquí es llamado nuestro Esposo. Nosotros tenemos un Esposo.

  Hermanos, ¿se han dado cuenta ustedes de que tienen un Esposo? No piensen que las hermanas son las únicas que son mujeres; en el sentido espiritual, ¡ustedes los hermanos también lo son! En el universo existe un solo Hombre y una sola mujer, y Cristo es ese único Hombre. Incluso, este versículo en una traducción en alemán dice “hombre” en vez de esposo. La palabra hombre aquí en realidad significa esposo. Cristo es el Hombre, así que Él es el Esposo único, y la humanidad es la esposa. Como miembros de la iglesia, todos nosotros somos parte de la esposa.

  En la práctica, ¿cómo conocemos a Cristo como Espíritu y también como nuestro Esposo? Cuando invocamos el nombre del Señor recibimos el Espíritu. Antes de que Cristo nos conmoviese y nos hiciese Sus cautivos, nosotros éramos el hombre en esta pareja. Esto es también cierto con las hermanas; algunas esposas desempeñan el papel de esposo. Cuando una hermana se enseñorea de su esposo, esto indica que a ella le falta el Espíritu. Sin embargo, si ella invocase: “¡Oh Señor Jesús!” y sigue invocando, el Espíritu vendrá a conmoverla, la subyugará, y llegará a ser su Esposo.

  Esto no sólo se aplica a las hermanas. ¿Y qué de ustedes hermanos? Es mi impresión que ustedes los alemanes son tan duros como el pan alemán. ¿Quién los puede subyugar? Sin embargo, si invocaran: “¡Oh Señor Jesús!”, ustedes también serán igualmente subyugados. Entonces, el hombre será el Espíritu, Él será el Esposo.

  Al ser llenos del Espíritu, todos llegamos a ser personas sumisas. Entonces, como Espíritu, Cristo llegará a ser nuestro Esposo. Al escribir sus epístolas, Pablo no tenía la intención de darnos algo doctrinal, sino algo muy práctico, ya que dijo: “Os he desposado con un solo esposo”. Pablo ministraba el Espíritu a fin de que pudiéramos disfrutarle como nuestro Esposo de forma práctica.

EL CRISTO EN COLOSENSES

  Ustedes se acordarán del entrenamiento que tuvimos sobre Colosenses, el cual es un libro de sólo cuatro capítulos que menciona catorce aspectos de lo que Cristo es. Confieso que para mi, estos aspectos son mucho más preciosos que los presentados en 1 Corintios. Por supuesto que también aprecio aquellos, pero los de Colosenses son mucho más altos, ricos y profundos.

La porción de los santos

  Colosenses 1:12 nos dice que el Padre hizo que fuéramos aptos “para participar de la porción de los santos en la luz”. Hay una porción para nosotros. En este universo, Dios nos ha dado una porción o un lote. Este lote es Cristo, que es tipificado por la buena tierra. Cuando los hijos de Israel entraron en la buena tierra, recibieron un lote o una porción de la tierra. Todos los israelitas tenían una porción. Hoy Cristo es nuestra buena tierra, y ¡a todos nosotros se nos ha asignado una porción de esta buena tierra, la cual Dios prometió darnos! Tengo la certeza de que vendremos a ver ¡cuán rica es nuestra porción! En esta porción tenemos a Dios, al hombre, la redención, la justificación, la justicia, la santidad, la regeneración y la transformación. Es también nuestra porción las virtudes tales como luz, vida, amor, bondad, misericordia, ternura y mansedumbre. Lo que está incluido en Cristo como nuestra porción es innumerable. ¡Aleluya por tal porción todo-inclusiva!

La imagen de Dios

  Colosenses además nos dice que este Cristo es “la imagen del Dios invisible” (1:15). Ningún ser humano jamás ha visto a Dios; no obstante, Cristo es la plena expresión de Dios. Por eso Él es llamado la imagen de Dios. La palabra imagen aquí no se refiere a cierta figura física, sino a la expresión del ser de Dios en todos Sus atributos y virtudes. Debido a que Cristo es la imagen de Dios, cuando le vemos a Él, vemos a Dios.

El Primogénito de toda creación

  Este mismo versículo, Colosenses 1:15, presenta a este Cristo no sólo como la imagen del Dios invisible, sino también como el “Primogénito de toda creación”. ¿Cómo es posible que Cristo sea la imagen del Dios invisible y también el Primogénito de toda creación? ¿Cómo puede ser Él parte de la creación? El hecho de que Cristo sea el Primogénito de toda creación sobrepasa los límites de nuestro entendimiento. Por tanto, no debiéramos limitarle conforme a las doctrinas tradicionales del cristianismo.

  A mí me acusaron de hereje por decir que Cristo es una criatura. Mis oponentes insistieron en que Cristo era el Creador y que yo estaba en un error al afirmar que Él es una criatura. Les respondí: “¿No era Cristo un hombre? ¿No se convirtió en un hombre de carne y hueso y sangre?¿No es el hombre una criatura? ¿Acaso carne, hueso y sangre no pertenecen a la criatura? Sí; Cristo es el Creador, pero Él también es una criatura. Él es tanto Dios como hombre. Como Creador, Él es Dios; pero como hombre, Él es una criatura”.

  Cristo es sumamente vasto para nuestra mentalidad simplista. Cuanto más consideremos todos estos aspectos de lo que Él es, más nos daremos cuenta de que Él sobrepasa nuestro entendimiento.

EL Primogénito de entre los muertos

  Cristo no sólo es el Primogénito de la vieja creación, sino también el “Primogénito de entre los muertos” (1:18). En la vieja creación Cristo es el primero y en la nueva creación, en resurrección, Cristo también es el primero. Cristo es el primero tanto en la vieja creación como en la nueva. Por tanto, Él debe ocupar el primer lugar en todas las cosas; la preeminencia le pertenece a Él.

La Cabeza del Cuerpo

  Debido que Él es el Primogénito de entre los muertos, “Él es la Cabeza del Cuerpo que es la iglesia” (v. 18). Se nos hace imposible entender cabalmente lo que significa que Cristo sea la Cabeza de la iglesia. Incluso a los médicos no les es fácil tener un conocimiento completo de la cabeza física. Mírenme a mí. Estoy de pie aquí frente a ustedes. ¿Ven cómo mi cuerpo sostiene mi cabeza? A primera vista, parece ser así; pero en realidad, es mi cabeza la que sostiene todo mi cuerpo. Si ustedes dudan de mis palabras, piensen ¿qué me sucedería si me cortasen la cabeza? Sin mi cabeza, todo mi cuerpo se derrumbaría. Por tanto, es nuestra cabeza la que sostiene nuestro cuerpo. Sin una cabeza, ¡ciertamente estaríamos muertos!

  ¡La iglesia también tiene una Cabeza! Esta Cabeza es Cristo. Ciertamente nosotros no estamos aquí para mantenerle, pues no es Él quien necesita de nosotros; más bien, Él es quien nos sostiene a nosotros.

  Es asombroso que disfrutamos de la Cabeza sin percatarnos de ello. Todos los días disfruto de mis alimentos sin ponerme a pensar cuánto necesito a mi cabeza. Si bien podría vivir sin alimento por varios días, sin mi cabeza no podría existir ni por un solo momento. Si estoy vivo es porque tengo mi cabeza. Asimismo, la iglesia está viva gracias a que la Cabeza sostiene Su Cuerpo.

Él es el principio

  Él es el principio (v. 18). Dos veces en Apocalipsis se lo llama por este nombre (21:6; 22:13). El Señor Jesús no sólo es el primero, sino también el principio. Ser el primero significa que no hay otra persona antes que Él, y ser el principio denota que Él es el origen de todas las cosas.

  No es fácil definir las expresiones que aparecen en Colosenses. Es fácil entender cuando el Señor Jesús dijo: “Yo soy la puerta” (Jn. 10:9) y “Yo soy el buen Pastor” (v. 11) Sin embargo, cuando es llamado el Primogénito de entre los muertos, la imagen de Dios o el Primogénito de toda creación, entonces es difícil entender lo que significa. Su significado es profundo; sin embargo, ¡Cristo es todas estas cosas!

La esperanza de gloria

  Aquí tenemos otra expresión misteriosa. ¿Qué quiere decir que Cristo en nosotros sea “la esperanza de gloria” (Col. 1:27)? Esto sobrepasa nuestro entendimiento. Ya no somos un pueblo sin esperanza; al contrario, estamos llenos de esperanza, y esta esperanza es Cristo. Nuestra esperanza no está en la muerte ni tampoco en la vida, sino más bien, nuestra esperanza es de gloria. Esta gloria será manifestada en su plenitud cuando Cristo regrese a glorificar a Sus santos (Ro. 8:30). Incluso ahora mismo este Cristo no está lejos de nosotros; más bien, ¡Cristo en vosotros, la esperanza de gloria!

El misterio de Dios

  En Colosenses 2 Pablo oró para que los corazones de los santos fueran consolados “hasta alcanzar el pleno conocimiento del misterio de Dios, es decir, Cristo” (v. 2). Este Cristo maravilloso es el misterio de Dios. Dios mismo ya es un misterio. Ahora estamos hablando ¡del misterio de los misterios! No podemos sondear a Dios. Y el misterio de este Misterioso es Cristo. Cristo es lo que da significado a todo lo que existe en el universo. Cristo está detrás de todo lo que no podemos explicar. Cristo es el misterio de Dios.

Un almacén de sabiduría y de conocimiento

  “En quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (v. 3). En Cristo se hallan todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. En esta era de ciencia, el hombre está buscando conocimiento. Pero nosotros debemos saber que en Aquel que es el misterio de Dios están todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.

La corporificación de Dios

  El versículo 9 dice: “Porque en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. Dios está corporificado en Cristo. Él es la totalidad de Dios. Todo lo que Dios es, tiene y puede hacer se halla todo corporificado en Cristo. Dios está oculto en Él.

La Cabeza

  “Y vosotros estáis llenos en Él, que es la Cabeza de todo principado y potestad” (v. 10). Vimos en el mensaje anterior que Cristo, en 1 Corintios, es la Cabeza de todo hombre (1 Co. 11:3). Aquí se nos dice que Él es la Cabeza de todo principado y potestad. Cristo está sobre todos los gobernadores terrenales, sobre todos los ángeles y sobre cualquier otro principado y potestad.

El cuerpo de las sombras

  “Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; mas el cuerpo es de Cristo” (Col. 2:16-17). Basados en este versículo vemos que todas las cosas positivas que hay en el universo son sombras. Los alimentos, el agua, la luz del sol, los sábados, los días de fiesta, las vestimentas, las casas donde vivimos, e incluso nuestros medios de transporte son sombras; pero, ¿sombras de qué? Son sombras de Cristo, quien es la realidad. Cristo es nuestra fiesta, nuestra luna nueva, nuestro sábado, nuestra casa y nuestro medio de transporte. Él es nuestro nutrimento, nuestro nuevo comienzo, nuestro reposo, nuestra morada y el medio por el cual nos remontamos hasta el cielo. ¡En un abrir y cerrar de ojos seremos llevados a los cielos!

Nuestra vida

  Este Cristo maravilloso es nuestra vida (3:4).

El elemento constitutivo del nuevo hombre

  En el nuevo hombre Cristo es el todo, y en todos (Col. 3:10-11). Debido a que Cristo vive en nosotros y es también nuestra vida, Él es el elemento constituyente del nuevo hombre. En este nuevo hombre corporativo no existe el hombre natural; hay cabida únicamente para Cristo. Incluso hoy en día vemos, en una escala menor, este nuevo hombre entre nosotros en el recobro del Señor. Hay un nuevo hombre en esta tierra y está constituido solamente de Cristo.

  Todas estas descripciones de Cristo se hallan exclusivamente en Colosenses. Es también en este libro que Pablo nos dice que su ministerio consiste en completar la Palabra de Dios (1:27). ¡Cuánto nos faltaría si no tuviéramos sus escritos!

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