
Lectura bíblica: Ap. 1:12-18; 2:1, 7, 8, 10-12, 17, 18, 26-29; 3:1, 5-7, 12-14, 20-22
Siempre que leamos Apocalipsis debemos considerar los tres primeros capítulos como una sola unidad. El primer capítulo hace una clara descripción de Cristo como nuestro Sumo Sacerdote, vestido con ropa sacerdotal, lo cual significa que Él actualmente ministra de Sí mismo y de Su naturaleza y vida a nuestro ser. Si ustedes separan el primer capítulo de los siguientes dos, les sería difícil darse cuenta que los capítulos 2 y 3 tratan sobre el verdadero servicio sacerdotal. Podrían pensar que en los capítulos 2 y 3 el Señor apenas está disciplinando a las siete iglesias y no asociarían esta disciplina con Su servicio sacerdotal. Al pensar de este modo, habrían errado el blanco. Los capítulos 2 y 3 en realidad nos muestran la manera en que Él nos ministra Su servicio sacerdotal.
Este ministerio del servicio sacerdotal es logrado, principalmente, por medio de Su hablar. El sacerdocio celestial de Cristo es un ministerio que habla. En los primeros años de mi vida cristiana, yo pensaba que Cristo estaba en los cielos dedicado únicamente a interceder por nosotros como nuestro Sumo Sacerdote. En aquellos años no comprendía que además de Su hablar intercesor dirigido a Dios, Él también tiene otro hablar, el cual está dirigido a nosotros. Él le habla a Dios a fin de interceder por nosotros, y Él nos habla a nosotros a fin de ministrarnos el servicio sacerdotal.
Ciertamente Cristo nos habla después de haberle hablado al Padre; en otras palabras, Su intercesión ocurre primero y, después, por medio de hablarnos a nosotros, Él continúa llevando a cabo aquello por lo cual intercedió.
¡Cuán ocupado está Cristo! Él no solamente anda en medio de las iglesias, sino que además está dedicado a hablar en dos direcciones: le habla a Dios y nos habla a nosotros. Él es un Sumo Sacerdote que anda y habla. Yo solía pensar que Cristo estaba sentado en los cielos, pero en realidad Él también está dedicado tanto a hablar como a andar. Mientras les hablo, también al mismo tiempo estoy ocupado andando entre ustedes. De hecho, yo también tengo que hablar en dos direcciones; por un lado, me dirijo a ustedes, por otro lado, mi hombre interior está hablando a aquella Persona celestial. Las cosas por las cuales Cristo intercede, Él después nos las infunde a nosotros por medio de Su hablar. Luego, después que nos habla, Él nuevamente le habla al Padre. En Apocalipsis 2 y 3 vemos que Él tenía mucho que decirle a las siete iglesias; pero también, de manera correspondiente, Él tenía mucho que decirle al Padre con miras a que se lleve a cabo lo que Él anunció en las siete epístolas. Este hablar, por ende, va de aquí para allá todo el tiempo, pues Él primero se dirige al Padre, después a nosotros, después nuevamente al Padre. ¡Aleluya por nuestro Sumo Sacerdote que habla!
Un abogado que se presenta ante un tribunal tiene el trabajo de hablar. ¡Nuestro Abogado es el mejor! ¡Él es nuestro Sumo Sacerdote, el Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor! Él habla en los cielos y también habla aquí. Mientras anda entre nosotros, Él está ocupado hablando. Incluso al dar estos mensajes, si nuestro hablar es auténtico y verdadero, también esto forma parte de Su hablar. Ciertamente antes de hablar estos mensajes, se hicieron ciertas intercesiones delante del trono. Después del hablar, la intercesión continúa de nuevo. Todo esto forma parte del hablar apropiado.
Ahora ustedes deben tener muy en claro que el servicio sacerdotal de Cristo no consiste solamente de andar como se describe en Apocalipsis 1, sino también de Su hablar tal como consta en los capítulos 2 y 3. Por medio de andar en medio de las iglesias, Él se entera de la condición en la que se encuentra cada una de ellas. ¿Cómo pudo escribir las siete epístolas con tal exactitud? Debido a que visitó esas iglesias. Él viajó por las localidades de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. Esta gira le permitió estar completamente familiarizado con cada situación. Entonces, después que Él observó la situación, Él habló.
Aún hoy sucede lo mismo. Nuestro Sumo Sacerdote, al ejercer Su ministerio celestial, actualmente anda entre las iglesias a fin de observar atentamente la condición en que se encuentra cada una de ellas. Y después, según lo que Él observó, nos habla. En esto consiste el verdadero servicio sacerdotal. No piensen que lo que Él nos comunica son ciertas doctrinas. Al hablarnos, Él nos sirve, nos ministra, Su ministerio. Si ustedes vuelven a leer estas siete epístolas con este entendimiento, descubrirán que son completamente nuevas para ustedes. Muchos maestros de la Biblia usan estas epístolas para exponer doctrinas, lo que Cristo habla aquí no es algo doctrinal. Es un hablar sacerdotal.
¿Cuál es la naturaleza de este hablar sacerdotal? En el Antiguo Testamento vemos que en el tabernáculo estaba el candelero, y todas las mañanas las lámparas de este candelero tenían que ser despabiladas, es decir, las pavesas o parte ya quemada del pabilo tenían que ser podadas (Éx. 30:7). Además, estas lámparas tenían que recibir su suministro de aceite constantemente (27:20). Despabilar es podar los extremos quemados de las mechas que ya no resplandecen lo suficiente; mientras que añadir más aceite es suministrar todo lo necesario. En Apocalipsis 2 y 3 nuestro Sumo Sacerdote despabila los siete candeleros, pues Él poda todo lo que sea innecesario y lo que impide que dichos candeleros resplandezcan apropiadamente. Al mismo tiempo, Él les suministra el aceite necesario, el cual haría que los candeleros se mantuvieran encendidos y resplandecientes. Los siete candeleros eran los beneficiarios tanto de Su despabilar como de Su llenar.
De todas las cosas que Él podó, me parece que la más notable es la sinagoga de Satanás (Ap. 2:9). ¿Están familiarizados con este término? Que el Señor hable así del judaísmo indica que para el tiempo que corresponde a la era de la iglesia, el judaísmo se había vuelto satánico. Si usted es un creyente judío, es posible que, subconscientemente usted todavía esté a favor del judaísmo. Al oír que el judaísmo se ha vuelto satánico, tal vez quiera protestar. Sin embargo, esto es lo dicho por nuestro Sumo Sacerdote celestial. De hecho, Él repite esto en Apocalipsis 3:9.
Una sinagoga es el símbolo del judaísmo, del mismo modo que un edificio con su campanario se ha convertido en el símbolo del cristianismo. En cualquier pueblo moderno, tanto aquí como en otros países, en cuanto vemos un edificio con su torre y su campanario, lo reconoceremos como un símbolo de la cristiandad; de la misma manera, si vemos una sinagoga, la reconoceremos como un símbolo del judaísmo. Durante la dispensación de la iglesia este símbolo del judaísmo se convirtió en la sinagoga de Satanás, y esta sinagoga es utilizada por Satanás en su rebelión contra la economía neotestamentaria de Dios.
Ciertamente amo a los judíos porque ellos son el pueblo elegido de Dios; pero la verdad es que el judaísmo hoy en día está en rebelión contra Dios. ¿Quién sentenció a muerte al Hijo de Dios? No fue Pilato, ni tampoco Herodes. La responsabilidad recae sobre el judaísmo. El sumo sacerdote primero, y después el resto de los judíos pidieron Su muerte (Jn. 18:13-14; 19:14-15; Mt. 27:20).
¿Qué podemos aprender de esto? Que nuestros conceptos religiosos viejos son contrarios a la economía de Dios y tienen que ser podados. Estos conceptos son negros, quemados y oscuros. Estos conceptos pertenecen a la categoría de cosas que impiden que las iglesias locales brillen esplendorosamente. Por tanto, es necesario que nuestro Sumo Sacerdote intervenga y los quite.
Otra de las cosas que hace que la mecha sea ennegrecida es la mundanalidad. Esto es algo que nuestro Sumo Sacerdote no puede tolerar. El nombre Pérgamo (Ap. 2:12-17) nos habla del matrimonio entre la iglesia y el mundo. El Señor nuevamente tiene que intervenir para podar la mecha quemada. Ustedes, que viven en Nueva York, ciertamente viven en una ciudad muy mundana. Si no fuera por la iglesia, no me gustaría vivir aquí. Escuchamos el testimonio de un hermano de Texas que en cuanto se subió al tren subterráneo dijo: “Señor, llévame de regreso a Texas, allá no es tan mundano como acá”. La verdad es que Texas tiene su propia mundanalidad. Podríamos pensar que quienes viven en el campo son libres de la mundanalidad, pero no es así. El campo también tiene su propia mundanalidad. Toda esta mundanalidad, simbolizada por Pérgamo, tiene que ser podada.
Al venir a la iglesia en Tiatira, el Señor condena dicha iglesia por tolerar a Jezabel, una mujer (Ap. 2:20). ¿Quién es esta mujer mala que el Señor llama Jezabel? Es la Iglesia Católica Romana. Ella “dice ser profetisa, y enseña y seduce a Mis esclavos a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos”. La Iglesia Católica está llena de maldad. Aquella mujer, Jezabel, está en la iglesia; todo cuanto ella representa tiene que ser podado.
En la última de las siete epístolas, dirigida a Laodicea, se nos habla de la tibieza (Ap. 3:15-16). “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Así que, por cuanto eres tibio, y no caliente ni frío, estoy por vomitarte de Mi boca”. La tibieza también tiene que ser podada.
Es posible que algunos de ustedes sean tibios. Ustedes se mantienen un tanto indiferentes, si bien todavía asisten a las reuniones. Es posible que incluso se enorgullezcan de ser personas moderadas y piensen: “Soy una persona equilibrada. No es bueno ser demasiado ardiente ni estar demasiado comprometido. No soy frío, pero tampoco soy ardiente. Demasiado ardor quema a las personas, no me parece que eso sea bueno”.
En 1948, en Shanghái, una hermana anciana vino a decirme: “Lo que ustedes hacen es muy bueno, pero son demasiado ardientes”. Ella quería decir que éramos demasiado celosos. Tal vez a ella no le guste esto, pero a nuestro Sumo Sacerdote celestial sí le gusta que seamos ardientes. Esta hermana continuó diciendo: “Si ustedes le sirven a la gente agua hirviendo, ellos se quemarán. Sería mejor servirles agua que no esté demasiado caliente ni demasiado fría”.
Muchas reuniones cristianas están en esta categoría. El servicio que ellas prestan no es ni muy caliente ni muy frío. Es simplemente el más apropiado para la audiencia. ¡Pero tenemos que ser ardientes! ¡Tenemos que hacer que otros ardan!
A veces me aconsejan que le baje un poco el tono de mis mensajes. “Hermano Lee”, me dicen, “Usted es demasiado fuerte. Sería mejor ser más moderado. No tiene que hacer declaraciones tan extremadas. ¿Qué beneficio hay en decir que el judaísmo es satánico, que el catolicismo es demoníaco, y que el protestantismo no tiene a Cristo?”. Pero aceptar tales consejos sería transigir. Yo no soy un político, no soy alguien que les dice a ustedes lo que les gusta oír.
La tibieza tiene que ser podada, junto con la religión, la mundanalidad y las maldades de Jezabel. Mañana tras mañana los sacerdotes realizaban esta labor que consistía en despabilar el candelero.
Los sacerdotes también tenían que llenar de aceite las lámparas del candelero. ¿Qué representa esto?
El Señor Jesús le dijo a la iglesia en Éfeso: “Al que venza, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en el Paraíso de Dios” (Ap. 2:7). ¡Comer del árbol de la vida es la mejor manera de ser llenos interiormente! ¡Este aceite es superior a cualquier aceite crudo que puedan proveer los países árabes!
Después, en Apocalipsis 2:17 el Señor le promete a los que venzan en Pérgamo: “Al que venza, daré a comer del maná escondido”. Comer del maná escondido es ser llenos y suplidos.
A la iglesia en Laodicea, el Señor le dice: “He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye Mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (3:20). Al sentarnos a cenar con el Señor, ciertamente seremos interiormente llenos.
Así pues, ser llenos interiormente consiste en comer del árbol de la vida, en comer del maná escondido y en sentarse a cenar con el Señor.
Incluso mientras escuchan este mensaje, tal vez el hablar los despabile y también los llene interiormente, o sea que los reabastezca. En esto consiste el servicio sumo sacerdotal de Cristo. Mediante este servicio, toda cosa negra y oscura de la religión, la mundanalidad, el mal y la tibieza, será eliminada, será podada. Además, mediante este servicio, el elemento divino y celestial propio del árbol de la vida, del maná escondido y del banquete celestial, será ministrado a ustedes.
El efecto que tiene este ministerio celestial es la transformación que ocurrirá de manera metabólica. Así, las cosas viejas serán eliminadas y reemplazadas con algo nuevo, celestial y divino. Seremos transformados en piedras preciosas, útiles para la edificación de la morada de Dios. Incluso, mientras ustedes escuchan este mensaje, esta transformación viene ocurriendo debido a que este ministerio está directamente bajo el sacerdocio celestial de Cristo, y procura despabilar las iglesias y suministrarlas con el llenar interior a fin de que todos los santos en las iglesias puedan ser transformados de una manera metabólica y orgánica.
Puedo ver que, desde la ultima vez que vine aquí, han habido cambios, especialmente entre los jóvenes. Ha habido cierta transformación en ustedes. Esto no es un motivo para que se sientan orgullosos. Probablemente, no se habían percatado de lo que estaba sucediendo en ustedes. No obstante, han sido transformados, al menos parcialmente. ¿Cómo sucedió esto? No fue por medio de enseñanzas. Esto sucedió debido a que en los cielos vuestro Sumo Sacerdote viene realizando Su servicio sacerdotal y anda entre ustedes, les habla a ustedes, e intercede por ustedes. Estoy persuadido de que sus nombres han sido frecuentemente mencionados por Él en los cielos. De otro modo, ninguno de ustedes habría permanecido aquí. Que ustedes, los jóvenes, hayan permanecido aquí, es de gran transcendencia. ¡Ciertamente es el Sumo Sacerdote celestial quien los ha guardado! Día y noche, Él ha cuidado de todo lo que a ustedes les concierne.
Todo Su servicio y cuidado tienen como objetivo hacer que ustedes sean vencedores. La religión, la mundanalidad, las cosas malignas y la tibieza no forman parte del candelero de oro. Pero cuando ustedes comen del árbol de la vida, cuando participan del maná escondido, y cuando disfrutan del banquete celestial, este nutrimento llegará a ser en ustedes el elemento divino del cual se compone el candelero.
Así, cada iglesia local será un candelero, y en todas las iglesias locales habrá vencedores. Estos vencedores conformarán el candelero. En ellos, la religión, la mundanalidad, el mal y la tibieza, han sido podados y eliminados. El elemento divino les será suministrado a ustedes en la forma del árbol de la vida, del maná escondido y del banquete celestial. Lo que ustedes obtendrán será el Dios Triuno mismo. Él llegará a ser vuestro elemento constitutivo. Al tener tal constitución de oro, se producirá un candelero. Finalmente, un candelero no es otra cosa que los vencedores que están en una iglesia local.