Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Misterio de Dios y el misterio de Cristo, El»
1 2 3 4 5 6 7 8 9
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

CAPÍTULO CUATRO

EXPERIMENTAR A CRISTO COMO EL MISTERIO DE DIOS SEGÚN COLOSENSES

(3)

  Lectura bíblica: Col. 2:6-12

  En este mensaje consideraremos lo que significa experimentar a Cristo como el misterio de Dios según Colosenses 2:6-7: “Por tanto, de la manera que habéis recibido al Cristo, a Jesús el Señor, andad en El; arraigados y sobreedificados en El, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias”. Estos dos versículos contienen cuatro expresiones muy importantes: recibido al Cristo, andad en El, arraigados y sobreedificados.

RECIBIR A CRISTO

  Aun después de haber sido salvo por muchos años, no conocía la expresión recibir a Cristo. Sin embargo, un día leí un libro escrito por el hermano Watchman Nee, el cual decía que creer en Cristo equivale a recibirlo (Jn. 1:12). Esto era un nuevo concepto para mí. A partir de aquel momento comprendí que creer en Jesús no significaba simplemente asentir a creer que existió una persona llamada Jesucristo quien murió en la cruz, llevó los pecados del mundo, resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo. Vi que creer en Cristo equivalía a recibir a Cristo como el Espíritu en nuestro espíritu. Hoy el Señor está en el Espíritu, e incluso es el Espíritu mismo (1 Co. 15:45b; 2 Co. 3:17). Así que, cuando creemos en Él, lo recibimos como el Espíritu en nuestro espíritu (Ro. 8:16; 1 Co. 6:17; cfr. Jn. 4:24).

ANDAR EN CRISTO

  Después de recibir a Cristo, debemos andar en Él. La palabra andar es muy común, pero la frase andar en Él es muy particular. ¿Habría podido Confucio decirles a sus discípulos que anduvieran en él? ¿Puede un profesor decirles a sus estudiantes que anden en él? Ninguna persona meramente humana puede decirles a otros que anden en él. Sólo Cristo puede decir tales palabras.

  ¿Qué significa entonces esta frase? ¿Qué significa andar en Cristo? Andar en Cristo puede compararse con vivir en un país específico. Al igual que yo vivo en Estados Unidos, según el mismo principio, también vivo en Cristo. Soy un ciudadano del reino de Cristo. Todo lo que no es Cristo sencillamente es ajeno a mí. No entiendo nada que no sea Cristo. La filosofía es ajena a mí; cometer pecados es ajeno a mí; incluso hacer el bien es algo que no entiendo. No soy regido por el concepto de tratar de hacer el bien. Lo único que entiendo es Cristo. Cristo es mi reino. Cristo lo es todo para mí. Esto es lo que significa andar en Cristo, y éste era el pensamiento del apóstol cuando escribió dicha epístola.

  Cuando Pablo escribió la Epístola a los Colosenses, los creyentes en Colosas estaban siendo distraídos de Cristo por muchas cosas buenas. Como resultado, ellos no andaban en Cristo, es decir, no estaban “viviendo en su propio país”, sino que habían sido conducidos a “reinos extranjeros”. Algunos de ellos habían sido llevados al reino de la filosofía y, por tanto, eran gobernados por la filosofía; otros habían sido arrastrados al reino del conocimiento mundano y eran gobernados por dicho conocimiento. Como respuesta a esta situación, el apóstol parecía decirles: “No deben apartarse de Cristo y ser llevados cautivos. Debido a que han recibido a Cristo como su vida y su reino, deben vivir por Él y andar en Él”.

  Cuando llegué a este país, oí que las personas se decían: “¡Hi!” unos a otros al saludarse. Cuando escuché esto por primera vez, me sorprendí. Sin embargo, ahora que he vivido en los Estados Unidos por un tiempo, me he acostumbrado a esta expresión e incluso la uso cuando saludo a otros. “Hi” es un término estadounidense. Se dice con un tono estadounidense y en una atmósfera estadounidense. Esta expresión es apropiada para los Estados Unidos, pero si usted la usara en Taiwán o Hong Kong, la gente pensaría que usted es una persona extraña. Dicha expresión no es apropiada para esos lugares. De igual manera, muchas veces al oír un mensaje dado por un predicador, nos damos cuenta de que ciertas palabras que él dice no deben ser usadas en la predicación del evangelio. Recientemente, mientras traducía algunos himnos, tuve este mismo sentir. En un himno en particular me di cuenta que se usaba la palabra mansión. Esta palabra no es apropiada para referirse al reino de Dios; más bien, deberíamos usar palabras tales como habitación, casa, templo o morada. Ciertas palabras no son adecuadas para referirnos al reino de Dios y de Cristo.

  El hermano Nee estaba muy consciente de este principio. Hace aproximadamente treinta años, pasé mucho tiempo con él. Durante ese tiempo estaba con él casi todos los días, y siempre que estábamos juntos teníamos mucha comunión acerca de la obra del Señor, de las Escrituras y de diversos asuntos espirituales. También tuvimos mucha comunión acerca de qué términos, expresiones, palabras o frases debíamos usar en los mensajes. En tal comunión, el hermano Nee decía con frecuencia: “Hermano, esa palabra no es la correcta para referirnos al reino de Dios”. Usar las palabras apropiadas para referirnos al reino de Dios es tan sólo un pequeño ejemplo de lo que significa andar en Cristo. Como ciudadanos del reino de Dios, cuyo reino es simplemente Cristo mismo, debemos llevar una vida que concuerde con Cristo. Cristo es nuestra vida, y también es nuestro reino. Por tanto, debemos aprender a andar en Él.

ARRAIGADOS EN CRISTO

  Colosenses 2:6 dice que hemos recibido a Cristo y que debemos andar en Él; el versículo 7 revela que, además, hemos sido arraigados en Él. El hecho de que hemos sido arraigados en Cristo revela que tenemos una clase particular de unidad y de identificación con Él. Hemos sido sembrados en Él conforme a la vida divina, y como tales, absorbemos todo nuestro alimento y suministro de Él, al igual que una planta absorbe todo su alimento y suministro de la tierra. ¿Nos damos cuenta de que hemos sido arraigados en Cristo? ¿Tenemos el concepto de que Cristo es nuestra tierra? Tenemos que ver que somos como pequeñas plantas que han sido arraigadas en Cristo, de modo que crecemos por la alimentación y el suministro que Él nos da.

  Todas estas expresiones mencionadas en Colosenses —recibir a Cristo, andar en Cristo y ser arraigados en Cristo— nos revelan a Cristo. Todas estas expresiones son aspectos del pleno conocimiento que tenemos de Cristo. Así que, debemos estudiar y considerar todos estos aspectos en la medida en que se relacionan con Cristo y lo revelan a Él. ¿Qué significa que hayamos recibido a Cristo? ¿Cómo lo recibimos y dónde lo recibimos? Además, ¿qué significa andar en Cristo, y cómo es que hemos sido arraigados en Él? ¿Qué nos dicen estos asuntos acerca de Cristo? El hecho de que hemos recibido a Cristo revela que Cristo es nuestra vida; el hecho de que debemos andar en Cristo revela que Cristo también es nuestro reino, o sea, Él es la esfera en la cual vivimos y andamos; además, el hecho de que hemos sido arraigados en Cristo indica que Cristo es nuestra tierra, nuestro suelo, es decir, la fuente de la cual absorbemos todo nuestro alimento y suministro. Si Cristo no fuera vida, ¿cómo podríamos recibirlo? Si Cristo no fuera el reino, ¿cómo podríamos andar en Él? Y si Cristo no fuera nuestra tierra, ¿cómo podríamos ser arraigados en Él? Si dedicáramos tiempo a considerar estos asuntos, el Espíritu nos concedería revelación. Como resultado, conoceríamos más y más a Cristo y tendríamos una revelación más completa de Cristo. Esto nos haría saltar y alabar al Señor. ¡Alabado sea el Señor que Él significa tanto para nosotros!

SOBREEDIFICADOS EN CRISTO

La edificación depende del crecimiento

  El desarrollo del pensamiento que vemos en Colosenses 2:6-7 es muy particular. Una vez que Colosenses dice que hemos recibido a Cristo, podríamos pensar que la siguiente frase debiera decir que debemos guardarlo. En cambio, el siguiente versículo dice que ya que hemos recibido a Cristo, debemos andar en Él. Habiendo recibido a Cristo, debemos andar en Cristo. Luego, el versículo 7 dice que habiendo sido arraigados en Cristo, somos sobreedificados en Él. Parecería más lógico decir que habiendo sido arraigados en Cristo, crecemos en Él, pero en lugar de decir crecemos, este versículo dice sobreedificados. Habiendo sido arraigados en Cristo, somos sobreedificados en Él.

  ¿Qué significa ser edificados en Cristo? ¿Cuál es la relación que existe entre ser arraigados en Cristo y ser edificados en Él? Cuando yo era un creyente joven, no entendía lo que significaba ser edificados. Sabía cómo se usaban las piedras para edificar una casa, pero me preguntaba: “¿Cómo puedo yo ser edificado?”. Finalmente me di cuenta de que para entender este pasaje de las Escrituras se requiere que uno pase mucho tiempo escudriñando la mente del Señor. Se requiere que uno considere otros versículos de las Escrituras que hablan de estos asuntos.

  Un versículo de estos es 1 Corintios 3:9, que dice: “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”. Este versículo corresponde con Colosenses 2:7, pues ser la labranza de Dios se relaciona con ser arraigados en Cristo, y ser el edificio de Dios se relaciona con ser edificados. En calidad de labranza de Dios, debemos ser arraigados en Cristo como nuestra tierra a fin de crecer, y en calidad de edificio de Dios, tenemos que ser sobreedificados. Estos dos versículos revelan que somos plantas de Dios y también el edificio de Dios. ¿Cuál es entonces la relación que existe entre el crecimiento y la edificación, y cómo se fusionan las experiencias de que seamos arraigados y también edificados? Podemos encontrar la respuesta a estas preguntas en dos versículos de 1 Pedro 2. El versículo 2 habla de nuestro crecimiento, donde dice: “Desead, como niños recién nacidos, la leche de la palabra dada sin engaño, para que por ella crezcáis para salvación”. Y el versículo 5 continúa diciendo: “Vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual hasta ser un sacerdocio santo”. Este versículo une, fusiona, el crecimiento con la edificación. Somos piedras que están siendo juntamente edificadas, pero somos piedras vivas, es decir, piedras que crecen. Como piedras vivas, crecemos, y a medida que crecemos, somos juntamente edificados. Por una parte, crecemos, y por otra, somos edificados juntamente. Como aquellos que han recibido a Cristo, debemos andar en Él como nuestro reino; y como aquellos que han sido arraigados en Cristo, debemos crecer a fin de ser edificados. Éste es el pensamiento de Pablo en Colosenses 2:6-7.

  A partir de los versículos que hemos considerado, vemos que el crecimiento tiene como fin la edificación, y que la edificación es el resultado del crecimiento. Al crecer en Cristo, somos edificados juntamente con otros. Sin crecimiento, no hay edificación. Cuando hablamos acerca de la edificación de la iglesia, debemos recordar que la verdadera edificación de la iglesia es el crecimiento de todos los hermanos y hermanas. Somos edificados juntamente mediante nuestro crecimiento. Así que, sin el crecimiento nunca podríamos ser juntamente edificados.

  Recientemente, al tener comunión con algunos hermanos, me di cuenta del entendimiento que ellos tenían respecto a la edificación. Según su entendimiento, los creyentes, que son los materiales usados en la edificación, son edificados juntamente cuando el Espíritu Santo usa a alguien para reunirlos y “amontonarlos”. Esto es completamente incorrecto. La edificación de la iglesia no es el resultado de cierta clase de obra; más bien, es el resultado del crecimiento de la vida de Cristo en todos nosotros. Estos pasajes de Colosenses recalcan mucho la vida de Cristo (cfr. 3:4). Si la vida de Cristo no crece en nosotros, no hay posibilidad de que la iglesia sea edificada entre nosotros.

La edificación depende de la transformación

  En nuestro estado natural no somos el material con el cual se edifica la iglesia. En nuestro estado natural no somos piedras, sino simplemente barro. Fuimos hecho del polvo de la tierra y, por tanto, en nuestro estado natural somos simplemente arcilla (Gn. 2:7; 2 Co. 4:7). Entonces, ¿cómo cambiamos de ser barro a ser piedras aptas para la edificación de la iglesia? El camino es la transformación, es decir, que nuestra naturaleza cambie al recibir otro elemento en nosotros. Con frecuencia, en la química, cuando se añade un elemento a otro, se produce un cambio en la naturaleza de dicho elemento. Originalmente éramos barro, pero un día recibimos a Cristo. Cuando Cristo entró en nosotros, nuestra naturaleza empezó a cambiar. No cambiamos instantáneamente de barro a piedra, sino que al recibir a Cristo se inició un proceso de transformación mediante el cual cambiamos de naturaleza progresivamente. La clave de este proceso es que vivamos a Cristo. Cuanto más vivimos a Cristo y le experimentamos, más Él crece dentro de nosotros; y cuanto más crece Cristo en nosotros, más somos transformados de barro en piedra. Únicamente cuando somos piedras, podemos ser edificados juntamente con otros para la edificación de la iglesia.

  Muchas veces parece que ciertos hermanos y hermanas han sido edificados juntamente entre sí. Sin embargo, después de algún tiempo se manifiesta que realmente no han sido edificados, ya que siguen siendo principalmente barro. Si usted toma varios pedazos de barro, les pone un poco de pegamento y los une, podría pensar que está haciendo la obra de edificación, pero finalmente descubrirá que se está engañando a sí mismo; pues al caer un poco de agua sobre los pedazos de barro que usted ha pegado, el barro se disolverá, y tal obra de edificación desaparecerá. Si los santos siguen siendo barro, aunque parecieran estar edificados juntamente, cuando les caiga un poco de “agua” desaparecerá esta supuesta edificación.

  Sólo aquellos que hayan sido transformados en piedras vivas pueden ser edificados juntamente. Las piedras vivas son juntamente edificadas al crecer juntas. Podemos ejemplificar esto con los huesos del cuerpo humano. Si una persona se rompe un hueso, en tanto que las dos partes del hueso se mantengan unidas, aproximadamente después de un mes se volverán a unir mediante el crecimiento. Ambas partes, al crecer, son edificadas juntamente. Como aquellos que hemos recibido a Cristo, debemos aprender a tomar a Cristo como nuestra vida y permitir que la vida de Cristo aumente dentro de nosotros día tras día. Si experimentamos a Cristo como vida, es decir, si diariamente recibimos de Él nuestro alimento y suministro de vida, entonces creceremos juntos y seremos transformados en Cristo como piedras vivas con miras a la edificación de la iglesia.

  Un área específica de nuestro ser que debe ser transformada en piedra para que podamos ser edificados juntamente, es nuestra alma, lo cual incluye nuestra mente y nuestra parte emotiva. Frecuentemente, cuando algún hermano viene a tener comunión conmigo, después de diez minutos me doy cuenta interiormente de que la mente de ese hermano es sólo barro. Todo su entendimiento y todo lo que él piensa está “lleno de polvo”, es natural y proviene de Adán. Su mente aún no ha sido transformada. A fin de que tal hermano pueda ser edificado con otros, debe crecer más en Cristo; su mente debe ser transformada a la imagen de Cristo. Es también frecuente que las hermanas tengan una parte emotiva igual que el barro. A veces las hermanas vienen a tener comunión conmigo, y antes de decir una sola palabra, comienzan a llorar. Sus emociones son como barro que puede disolverse rápidamente. En una ocasión, cuando una hermana comenzó a llorar mientras hablaba conmigo, intenté brindarle la comprensión que ella deseaba diciéndole palabras agradables y animándola. Mientras le hablaba de esta manera, sus emociones cambiaron repentinamente, y ella comenzó a reírse. Dentro de un período de sólo diez minutos, su parte emotiva experimentó un cambio muy grande. Esto es barro. El barro puede cambiar rápidamente y disolverse rápido. Si nuestra mente sigue siendo natural y nuestra parte emotiva es tan libre como la de las personas del mundo, nunca podremos ser edificados con otros. Es necesario que nuestra mente y parte emotiva sean transformadas de barro en piedra.

  Las Escrituras nos proveen varios ejemplos de personas que fueron transformadas en su alma. Un ejemplo es Aarón. Cuando los dos hijos de Aarón murieron ante la presencia del Señor, el Señor le dijo a Moisés que le dijera a Aarón que no llorara. Cuando Moisés le dijo esto a Aarón, aunque los dos hijos de Aarón habían muerto, él aceptó esto y no lloró (Lv. 10:1-3, 6). Esto nos muestra que él era una persona que tenía un estricto control sobre su parte emotiva. Creo firmemente que el apóstol Pablo también era una persona así. ¿Piensa usted que si Pablo viniera a verle mientras padecía grandes tribulaciones, que él estaría lleno de lágrimas? No creo que él hiciera esto. Si usted tuviera contacto con él durante un tiempo así, creo que ni se daría cuenta de que él estaba profundamente conmovido en su parte emotiva. Su parte emotiva estaría completamente bajo control; sería sólida, firme y fuerte como un diamante o una piedra preciosa. Incluso si fuera librado por el Señor de manera milagrosa, no creo que él se reiría demasiado. Pablo era un hombre cuya parte emotiva había sido transformada de barro en piedra.

  Jacob fue también una persona conquistada por Dios en su parte emotiva. Podemos ver esto en la manera que él reaccionó a la noticia de que su hijo José aún estaba vivo. Ya hacía muchos años que su amado hijo había desaparecido, y Jacob no sabía si él estaba vivo o muerto. Un día, sus otros hijos volvieron de Egipto con pruebas de que José estaba vivo y que había llegado a ser la persona de más alto rango en todo Egipto. Si yo fuera Jacob, al oír tales noticias habría saltado loco de alegría. Estaría inmensamente contento de que mi hijo José aún estuviera vivo y desearía ir a verlo inmediatamente. Pero al leer las Escrituras, nos damos cuenta de que Jacob no reaccionó de esta manera. Cuando Jacob oyó las noticias de que José aún estaba vivo, ciertamente estaba contento pero no sobremanera. En lugar de ello, reaccionó de manera tranquila; de hecho, su reacción parecía ser algo fría. Además, después de oír dichas noticias, fue a Beerseba para ofrecer holocaustos al Señor y para indagar del Señor si debía descender a Egipto o no. Ciertamente Jacob estaba contento, pero no estaba emocionado de forma excesiva. Sus emociones estaban bajo control. Ésa no era la parte emotiva de Jacob, sino la parte emotiva de Israel, es decir, de una persona transformada.

  A fin de que usted sea edificado con los demás hermanos y hermanas, Cristo debe ganar el terreno en su parte emotiva y ocuparla. Si su parte emotiva aún es muy natural, fácil de conmoverse y fácil de ofenderse, será difícil que usted pueda ser edificado con los demás hermanos y hermanas. Un día estará contento con ellos y al día siguiente estará molesto. Así que, debe permitir que el Señor crezca en su parte emotiva y la transforme, de modo que ya no sea natural sino espiritual.

  La manera de ser transformados es amar al Señor más y más. Al amar al Señor, obtendremos la sabiduría y el entendimiento espiritual, y nuestra mente y parte emotiva serán renovadas y transformadas, de modo que dejarán de ser naturales y llegarán a ser espirituales. Amar al Señor nos permite conocerle, y cuando realmente conocemos al Señor, ya no somos fácilmente conmovidos ni ofendidos en nuestra parte emotiva. No nos importará cómo nos traten los hermanos y hermanas; sin importar cómo nos traten, seguiremos siendo los mismos. Si nos tratan bien, nuestra parte emotiva permanecerá igual; si nos tratan mal, nuestra parte emotiva permanecerá igual. El Señor habrá ocupado nuestra parte emotiva y habrá ganado el control sobre ella. Nuestra parte emotiva ya no será barro, sino piedra preciosa. Como resultado, podremos ser edificados con los demás hermanos y hermanas.

El crecimiento espiritual no es un asunto individual

  Puesto que la iglesia es edificada mediante el crecimiento de los creyentes, tenemos que considerar otro asunto relacionado con nuestro crecimiento. Como creyentes de Cristo, todos necesitamos crecer. Sin embargo, debemos entender claramente que el crecimiento espiritual no es un asunto individual. El crecimiento que edifica la iglesia nunca puede ser algo individualista ni independiente de los demás miembros. Ningún miembro puede crecer por separado, independientemente ni individualmente; antes bien, el crecimiento espiritual genuino siempre es corporativo. Los miembros del Cuerpo crecen corporativa, colectiva y conjuntamente. Así que, si deseamos crecer, tenemos que unirnos con los demás miembros del Cuerpo, y cuanto más crezcamos, más crecerá nuestro sentir de que es necesario unirnos a los demás. Ésta es la ley del Cuerpo y el principio operativo del Cuerpo. No podemos oponernos a esta ley, a este principio. Si usted se opone a esta ley, nunca crecerá. Si usted es independiente e individual, no experimentará el crecimiento. Todo miembro que se separe del cuerpo, morirá, y un miembro muerto no puede crecer. Por tanto, si deseamos experimentar el verdadero crecimiento en vida que edifica el Cuerpo de Cristo, debemos unirnos a los otros miembros y crecer juntamente con ellos en el Cuerpo.

  La experiencia que tenemos de Cristo, el crecimiento de la vida de Cristo en nuestro interior y la mezcla de Cristo con nosotros, todo ello hace que lleguemos a ser el material apto para el edificio de Dios. Sin estos elementos nunca podremos ser usados para construir el edificio de Dios. A menos que se añada el elemento de Cristo en nosotros, seguiremos siendo un simple pedazo de barro. Es necesario que Cristo aumente y se extienda en nosotros de un rincón a otro en todo nuestro ser, es decir, de nuestro corazón a nuestra mente y a nuestra parte emotiva. Por tanto, debemos permitir que Cristo aumente y se extienda en nosotros todo el tiempo.

  Muchos de los libros cristianos escritos hoy en día mencionan la edificación de la iglesia. Sin embargo, los libros que he leído acerca de la edificación no comunican el entendimiento apropiado respecto a este asunto. La edificación no es el resultado de ninguna obra cristiana. La iglesia no es edifiada por alguna clase de obra que procure reunir a los creyentes. La iglesia únicamente es edificada mediante el crecimiento en vida. La iglesia será edificada sólo cuando todos los creyentes experimenten a Cristo como vida día tras día y permitan que Él aumente y se extienda en ellos, a fin de que ellos crezcan en Él. Todo mensaje, libro o literatura que hable de la edificación de la iglesia, debe hacer énfasis en nuestra experiencia de Cristo como vida; si no hace hincapié en este asunto, sólo serán palabras vanas e inútiles y enseñanzas que nunca podrán ponerse en práctica. Debemos recordar que el crecimiento de la iglesia depende del crecimiento de los creyentes. Sin este crecimiento, no hay edificación de la iglesia.

  Ya que hemos recibido a Cristo como nuestra vida y nuestro todo, debemos andar en Él como nuestro reino, nuestra esfera espiritual, y ya que hemos sido arraigados en Cristo, debemos crecer en Él para ser edificados juntamente con otros a fin de ser la casa de Dios.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración